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SUEÑOS DE ARTISTAS

de Eduardo Rovner

Dirección: Agüero 1775, 2º "E".

1425 - Capital Federal - ARGENTINA.

T.E.: 826-4255

eduardorovner@fibertel.com.ar

www.eduardorovner.com.ar

Registro de la Propiedad Intelectual Nº 264541.


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PERSONAJES

MADRE

HIJA

La madre, de aproximadamente 65 años, y la hija, de 35, están pintando un gran mural


de unos 4 metros por 2. Está el marco del mural y los personajes, cuando corresponda,
“mimando” que pintan. En esos momentos se los ve detrás de un tul que está colocado
como tela. Dos escaleras, detrás del mural, para pintar las partes más altas. El marco de
un ventanal. La madre pinta, se aleja, mira, vuelve y sigue trabajando. Es muy
apasionada y tiene mucha fuerza. Por momentos, trabaja sabiendo hacia donde va y por
momentos parecería que sólo lo hace para descargarse, pegando en cualquier lugar. La
hija pinta el fondo del mural. Es muy irónica y bromea casi permanentemente. Al
iluminarse el escenario, la hija está subida a la escalera pintando, mientras la madre,
sobre el piso, despliega toda su energía sobre la tela. Se escucha música de una ópera
cantada por María Callas.
La madre canta entusiasmada durante un tiempo acompañando a María Callas.

HIJA: Desafinaste.

MADRE: (DEJA DE CANTAR. PAUSA) ¿Empezamos?

HIJA: ¿A desafinar?

MADRE: No. Con las observaciones.

HIJA: ¿Desafinaste o no?

MADRE: (DUDA) Puede ser.

HIJA: Entonces, preocupate por eso, no por las observaciones.

MADRE: (DISMINUYE EL VOLUMEN) ¿Acaso estoy dando un concierto?

HIJA: Bueno sería.

MADRE: Entonces dejame cantar como quiera! Arruinaste todo!


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HIJA: ¿Qué es lo que arruiné?

MADRE: Mi entusiasmo… Mi buen humor…

HIJA: ¿Así que vos desafinás y yo soy la que arruino todo?

MADRE: ¿Por qué tenés que observar todo lo que hago?

HIJA: Antes entraste tarde y no te dije nada. En la parte que María Callas canta… (ENTONA
ALGO)

MADRE; Me rindo… (APAGA LA MUSICA) Sigamos pintando.

(LO HACEN)

HIJA: Mamá.

MADRE: ¿Sí?

HIJA: La próxima casita… (SEÑALANDO UN LUGAR EN EL MURAL) va en tamaño


natural ¿no?

MADRE: La próxima va a ser igual a la que tuve… en medio del bosque, no en una tela.

HIJA: Y decime, maestra, desde el medio del bosque ¿Qué vas a pintar, la ciudad?

(PAUSA. LA MADRE SE QUEDA PENSATIVA MIRANDO EL MURAL)

HIJA: ¿Pasa algo?

MADRE: No, no.

HIJA: Tenés cara de sí, sí.

MADRE: No, me distraje... (CAMBIA) ¿Este farol lo pintaste vos?

HIJA: (MIRA EL TUL, DESDE LA ESCALERA) ¿Cómo lo voy a pintar yo?

MADRE: No puedo haberlo pintado yo.

HIJA: ¿Por qué no?


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MADRE: Nunca uso este amarillo.

HIJA: ¿Qué tiene?

MADRE: Es muy fuerte… Daban una luz pálida.

HIJA: Para ese farol te habrá gustado fuerte.

MADRE: ¿Y la aureola?

HIJA: ¿Qué pasa con la aureola?

MADRE: Jamás las hago… Mirá éste, fijate la diferencia.

HIJA: (BAJA DE LA ESCALERA Y MIRA) Habrás querido probar otra cosa. Además, es
coherente, con el brillo que le da ese amarillo, la aureola… (HACE UN GESTO
MOSTRANDO QUE QUEDA PERFECTO)

MADRE: ¿Metiste mano?

HIJA: No, mamá.

MADRE: ¿Seguro?

HIJA: Quedamos que yo hago el fondo ¿o no?

MADRE: Sí.

HIJA: Ahora que me acuerdo, lo pintaste ayer.

MADRE: ¿Ayer?

HIJA: Sí.

MADRE: Si ayer no pinté.

HIJA: Tenés razón, me confundí… Anteayer.

MADRE: (DUDA) ¿Cuándo?

HIJA: Después de pintar esa parte de la verja.

MADRE: No me acuerdo.
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HIJA: Eso es otra cosa… Si no te acordás de lo que pintás no me acuses… Será la edad.

MADRE: No seas mala.

HIJA: Vos sabés que las arterias se endurecen, se achican, la sangre fluye más torpemente y…

MADRE: Bueno, basta.

HIJA: (SIMULA OBEDECER) Cómo no, señora… ¿Querés que te diga? Cuando pintás las
cosas que después no te acordás… lo hacés con talento ¿eh?

MADRE: ¿Qué me querés decir?

HIJA: Ese amarillo y esa aureola le dan un toque especial a esa parte.

MADRE: ¿Un toque especial?

HIJA: Sí.

MADRE: ¿De qué?

HIJA: De… Te dije… de talento.

MADRE: Que antes no lo tenía.

HIJA: Sí, sí, pero… ahora más.

MADRE: Querés decir que tengo talento sólo cuando no me doy cuenta de lo que pinto.

HIJA: ¡Ahora me rindo yo!… (SIMULA UN CABALLERO CASTELLANO, CON


SUPUESTAS CAPA Y ESPADA, ESTA APUNTANDO AL PISO)

Me desdigo de todo
palabra por palabra
y si alguna quedara
en tu mente atascada
pido, humilde, perdón.

Y os prometo, bella dama,


que, de esta lengua salvaje
sólo saldrá una opinión
si ella le fuere pedida.
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Por mi espada y nuestro honor…


no del nuestro (SEÑALA A LA MADRE Y A ELLA MISMA), por supuesto,
pues sería pretencioso
igualar mi honor al vuestro,
sino del de ella (SEÑALA LA ESPADA) y el mío…
y por nuestro abnegado amor,
declaro ante mi señora:
Si la falta cometida… (DUDA)
que a esta altura, te confieso,
ya ¿Cuál fue?… ni lo recuerdo.

¿Por qué será que en el vuelo


el fluir de las palabras
confunde los pensamientos?
Pierdo el hilo… y al hallarlo
el sentimiento ha cambiado.

Mas no quisiera eludir


el motivo de esta lid.
Fuese cual fuese la falta
si es, de hecho, repetida,
os reconozco el derecho
de disponer de mi vida.

(SE ARRODILLA)

MADRE: ¿Cómo podés improvisar versos de esa manera?

HIJA: ¡Son años!

MADRE: ¿Años de qué? Nunca lo podré entender ¿Te aprendiste todo el siglo de oro de
memoria?

HIJA: Obvio que no.

MADRE: No hay nada que hacer ¡Sos una payasa innata!

HIJA: Como querráis.

MADRE: (ACARICIANDOLE LA CABEZA) Qué suave tenés el pelo!


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HIJA: ¿Nunca lo notaste?

MADRE: (DUDA) No…

HIJA: Mamá, después de lavármelo, siempre me ponías aceite de jojoba.

MADRE: Te lo habré tocado pocas veces… ¿Sabés qué es la jojoba?

HIJA: No.

MADRE: Es un vegetal que, de sus semillas, produce cera… (LA ACARICIA


NUEVAMENTE) Te quedó muy lindo.

HIJA: Gracias.

(VUELVEN AL MURAL. PAUSA)

MADRE: Desde el bosque… se puede seguir pintando el bosque.

HIJA: ¿A qué viene eso?

MADRE: Antes dijiste que desde ahí… (SEÑALA EL MURAL) iba a pintar la ciudad.

HIJA: ¡Ah! ¿Vino con efecto retardado?

MADRE: Gauguin pudo. Se fue a la Polinesia y la pintó.

HIJA: ¿Gauguin?… (LA MADRE ASIENTE) ¡En la Polinesia rodeado de mujeres! Pintó con
la baba que se le caía al ver a tantas mujeres hermosas! ¡Poneme en una isla llena de hombres y
te pinto lo que quieras!

MADRE: ¿También con la baba que se te va a caer?

HIJA: Seguro! Es el estímulo erótico! ¡Es tan evidente!

MADRE: El tema es huir de este mundo y vivir con la naturaleza.

HIJA: ¡Si lo ves a Robinson Crusoe, dale mis saludos!

MADRE: Robinson también pudo.

HIJA: Eso es cuento, má.


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MADRE: ¿Y qué no es cuento?

HIJA: (SEÑALANDO EL MURAL) ¡Mirá ese árbol! ¿Qué hiciste?

MADRE: (MIRANDO) ¿Por?

HIJA: El tronco es enorme.

MADRE: Es una sequoia.

HIJA: ¿Sequoia?

MADRE: Sí.

HIJA: Mucho gusto ¿Tan grandes son?

MADRE: Increibles… Hay algunas que, por el medio del tronco, hasta pasan autos.

HIJA: Andá.

MADRE: En serio, vi fotos.

HIJA: ¿Ya empezamos?

MADRE: No estoy jugando… Después te las muestro.

HIJA: ¿Y el indio Paquín también acampa ahí?

MADRE: Te digo que no estoy jugando… (SEÑALANDO UN LUGAR EN EL MURAL) Si


querés, podés pintar aquí la ventana de tu pieza.

HIJA: No, no, es "tu" delirio… A mí dejame con el mío… (SUBE LA ESCALERA) Falta muy
poco ¿eh?

MADRE: Vas a venir alguna vez ¿no?

HIJA: ¿A tu casa en el bosque?

MADRE: Sí.

HIJA: ¿Y cómo no? Sino te vas a poner a llorar, vas a decir que tu hija no te quiere y vas a
terminar haciendo una denuncia por madre golpeada. Demasiadas complicaciones. Mejor voy.
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(PAUSA. LA MADRE, NUEVAMENTE, SE QUEDA PENSATIVA MIRANDO EL
MURAL)

HIJA: ¿Qué pasa ahora, má?

MADRE: Nada, nada.

HIJA: Se te ve…

MADRE: ¿Cómo?

HIJA: Se te ve, bah.

MADRE: ¿Leiste el diario hoy?

HIJA: Lo hojeé.

MADRE: (BUSCA EL DIARIO Y SE LO MUESTRA) Mirá la foto de este gordo asqueroso


echando anillos de humo por la boca!!

HIJA: ¡Repugnante!

MADRE: ¿Cómo puede ser?… Debería tener como título: "Personajes del mundo de hoy"…
(DURANTE ESTE MONOLOGO, LA HIJA, QUE YA CONOCE LOS ARRANQUES DE SU
MADRE, SOLO ESPERA QUE SE LE PASE, ACOMPAÑANDO SUS REPLICAS, ANTE
CADA PREGUNTA, CON GESTOS DE FORZADA INDIGNACION) ¡¡Hijo de mil putas!!
¡Si parece el padrino! Pero… ¿Será posible? Vivimos sometidos por quienes nos roban… ¿Te
fijaste la expresión de poderoso, criminal, corrupto, sobrador, de esta basura intocable?

HIJA: ¡Qué boquita!

MADRE: ¡Te pregunté si te fijaste la expresión que tiene!

HIJA: Sí, terrible.

MADRE: ¿No te da ganas de mandar todo al diablo o matarlos a todos o llorar de impotencia
o… ?

HIJA: Es así… tal cual.

MADRE: ¿Cómo puede ser que no haya ni uno al que le importe ni la gente ni nada?

HIJA: Increible.
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MADRE: ¡Lo único que les importa es el poder! ¡Y no tienen límites para tenerlo, despojarnos
y mantenerlo!… (DESAFORADA) ¡¡Que se vayan a la… !! ¡¡No puedo entender tanta
maldad!!

HIJA: Dan asco.

MADRE: ¿Pero sabés cómo acaba la inmundicia, no?

HIJA: No.

MADRE: ¡Carcomida por la misma podredumbre que generó! Tienen asegurado el mayor de
los sufrimientos, el del odio eterno… ¡No mueren!… Los bichos que se los van a devorar no
son los mismos que comen a las víctimas... Son vampiros con garras y colmillos, a su imagen y
semejanza, que les van haciendo pequeños orificios por donde se desangran durante mil años,
hasta convertirse en, como diría mi padre ¡La quinta esencia de mierda en polvo!… (LA HIJA
HACE UN GESTO COMO DE FINAL. LA MADRE SE PONE A PINTAR CON FURIA
HASTA QUE HACE UNA PAUSA. DESANIMADA) ¿Qué hacemos acá, hija? ¿Para qué
estamos?

HIJA: ¡Qué se yo, mamá! Para vivir… ¿Sequoias se llaman los árboles esos?

MADRE: … Sí.

HIJA: Me encantaría verlos… ¿Dónde hay?

MADRE: No sé… creo que en California.

HIJA: ¿Y si organizamos una exposición en California?… Vamos, usemos el curro del


intercambio cultural y nos mandamos a ver las sequoias ¿Qué te parece?… ¿Hace cuánto que no
viajamos juntas?

MADRE: Decime ¿No te importan nada a vos la injusticia, la corrupción, las guerras, todas las
inmundicias del mundo?

HIJA: ¿Cómo no me van a importar? Me indignan!!

MADRE: ¿Y entonces por qué cada vez que yo hablo de eso, vos salís con cualquier otra
cosa?… ¡Todo eso existe, nos invade, no podemos hacernos las idiotas!

HIJA: Yo no me hago la idiota… En todo caso, soy… En realidad, desde chiquita siempre me
repetía: cuando sea grande, quiero ser idiota…
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MADRE: (INTERRUMPIENDOLA) ¡Contestame! ¿Por qué siempre cambiás de tema?

HIJA: ¡Porque es el mundo que nos tocó vivir! ¿Qué vas a hacer? ¿Salir a hacer la revolución?
Yo trato de cambiarlo, pero hago lo que puedo ¿Qué querés que haga? ¡Estoy harta de
escucharte quejar! Te quedaste en el tiempo, má… Hay cosas que no se arreglan ¡Es como un
caño pinchado por todos lados! ¿Qué vas a hacer, pasarte la vida tapando agujeros? ¡Cuando te
quieras acordar estás inundada y del otro lado!

MADRE: Con esas ideas el mundo no va a cambiar nunca.

HIJA: ¿Y vos te creés que con otras sí? ¡El mundo hace lo que quiere! ¿O seguís creyendo en
los reyes magos?… ¡La locura y la muerte existen! ¡Son parte de la vida!

MADRE: Te estás justificando.

HIJA: Me encanta justificarme… Y además, cambio de temas porque no tengo ganas de verte
mal… ¿O lo que tengo que hacer es darte manija para que te enfurezcas más? Me da miedo.

MADRE: ¿Cómo miedo?

HIJA: ¡Sí, miedo!

MADRE: ¿De qué?

HIJA: ¡De que te infartes!

MADRE: ¿Qué estás diciendo?

HIJA: ¿Por qué? ¿Vos no te podés infartar?

MADRE: Como cualquiera… ¿Pero cómo podés decir eso?

HIJA: Mire usted, yo puedo… Eramos tres, uno se infartó, quedamos dos… ¿A vos te preocupa
el mundo?… Bueno, yo hago lo que puedo, me preocupo por nosotras… El que prefiera las
imágenes heroicas, allá él.

MADRE: Tampoco se trata de elegir entre ser héroe o insensible.

HIJA: Madre, prefiero parecer insensible y hacer lo que se me da la gana… ¡No sé por qué me
acuerdo justo ahora de un sicoanalista… ¡Mirá vos! ¡Uno que dijo que los cobardes no debieran
tener hijos! ¡Qué comprensión de la complejidad humana! ¿eh?… ¡Qué pelotudo, por Dios! En
una de esas hasta era capaz de terminar eliminando a todos los que él consideraba cobardes en
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nombre, no sé ¿De la dignidad?… (HACE QUE NO) ¿Por qué algunos no se meterán la
lengua en el culo? ¡Digo yo, sin ánimo de ofender!… ¿Cuatro años, no?

MADRE: ¿Cuatro años qué?

HIJA: Que no viajamos juntos.

MADRE: ... La última vez fue a París.

HIJA: La pasamos tan bien.

MADRE: (TRISTE) Los tres...

(PAUSA. LA MADRE SE ACERCA MUCHO A LA PINTURA)

HIJA: ¿Qué hacés?

MADRE: Intento acercarme al misterio.

HIJA: ¿Qué misterio, Sherlock?

MADRE: El de la creación, las pasiones, la vida y la muerte... (LA HIJA HACE UN GESTO
COMO NO HACIENDOLE CASO) ¡En serio te digo! ¡Mirá! ¿Ves algo? (LE INDICA LA
PINTURA)

HIJA: No.

MADRE: ¡No se ve, pero el misterio está acá!… Y quisiera encontrarlo.

HIJA: Buscalo... Fijate detrás de la tela... y si no tratá de acordarte donde lo dejaste anoche.

MADRE: Hablo en serio.

HIJA: Yo también.

(PAUSA)

MADRE: ¿Y para qué buscarlo, no? ¡Si lo encuentro dejaría de ser misterio!

HIJA: No lo busques... (SEÑALANDO EL MURAL) ¿Y si se lo llevó alguno de los personajes


del pueblo?
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MADRE: En serio, hija ¿Nunca te preguntaste qué hace tu madre pintando figuritas como una
imbécil?

HIJA: No son figuritas.

MADRE: Pero ¿Para qué lo hago? ¿Qué sentido tiene?

HIJA: Sos complicada, má ¿Qué más da? Te gusta.

MADRE: ¿No te interesa descifrar el misterio?

HIJA: ¡Terminá! ¡Primero decís que querés encontrar el misterio… inútilmente, porque si lo
encontrases dejaría de serlo!… ¿Y ahora me decís que así nunca voy a entender ningún
misterio?… ¡Y si igual no se encuentra! ¿Para qué me voy a romper la cabeza?

MADRE: (VUELVE A TRABAJAR Y SUSURRA) No se puede vivir sin buscarlo… Alguien


lo dijo.

HIJA: ¿Qué?

MADRE: Que la pintura es una trampa para atrapar a la vida… ¿Será así?

HIJA: ¡Qué se yo, mamá! ¡Dejame pintar! Quiero terminar esta calle que desemboca justo en el
atardecer.

MADRE: (MIRANDO) En el bosque.

HIJA: Así es… ¿Qué rojo eran los atardeceres del bosque?

MADRE: Rojo sangre.

HIJA: Anticipo de tragedia… Entonces le pongo más ¿no?

MADRE: Sí, no mucho...

HIJA: (MIENTRAS COMIENZA A PREPARARLO, HABLA PARA SI) Rojo, rojo de labios,
de fuego, de sexo… Hombres, me tienen loca, me rodean, me acosan, me quieren devorar…
Cuando salgo a la calle, todos me miran y hablan entre ellos.

MADRE: (ENTRANDO EN EL JUEGO) ¡Mirá vos! ¿Y qué dicen?

HIJA: Unos dicen: -¡Mirá qué hermosura, esa rubia de pelo ensortijado con ojos azules!-.
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MADRE: ¿Y los otros?

HIJA: -¡Qué bella esa morocha de ojos verdes!-… Ya no sé qué hacer para que me dejen
tranquila.

MADRE: Te diría que no salgas.

HIJA: Tenés razón… Lo que pasa es que me dan pena, no quiero negarles la posibilidad de
fantasear conmigo.

MADRE: Muy generosa de tu parte.

HIJA: A veces pienso si no tendría que tener más en cuenta lo que yo quiero.

MADRE: ¿Y qué es lo que querés?

HIJA: Si supiera… (DESCUBRIENDOLO) ¿Sabés qué me gustaría?

MADRE: ¿Qué?

HIJA: Encontrar uno que me mire en un momento en que yo esté haciendo cualquier cosa, sin
darme cuenta que me está mirando… y se enamore… (LA MADRE ASIENTE) ¿Cómo se hace
para encontrarlo?

MADRE: Bajando del avión a la espesura.

HIJA: ¡Maestra!… ¿Qué espesura?

MADRE: La de los sentimientos.

HIJA: Otra ayudita, por favor.

MADRE: Es todo lo que puedo decir.

HIJA: ¿Vos te bajaste a la espesura?

MADRE: Después de años de avión.

HIJA: ¿Y ahora?

MADRE: No insisto más, hay un hombre para amar a cada mujer... y yo ya lo tuve.

HIJA: ¿Sabés cuántas veces pienso que nunca voy a ser tan feliz como fuiste vos con papá?
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MADRE: Como fui yo, seguro que no… Pero podés ser tan feliz con el hombre que te ame y
que vos ames.

HIJA: Muy profundo… ¿Y qué tengo que hacer?

MADRE: Buscarlo… y cuando sientas que lo encontraste… seguir amándolo siempre.

(PAUSA)

HIJA: (SIGUE PREPARANDO LA MEZCLA) ¡Esto es un rojo atardecer! ¡Me van a enseñar a
mí cómo se prepara! ¡Pero cállense, idiotas! ¿O se creen que yo nací ayer? ¿Pero por qué no se
van todos a pintar basura, ridículos?… (LA MADRE LA MIRA SORPRENDIDA) ¡Y sí señor!
¡Este rojo lo preparo así porque se me da la gana! ¿Qué hay? ¡Y al que no le guste que se anime
a decirlo! ¿A ver? ¡Sí, soy hembra! ¿Y qué? ¡No le han mentido! ¡Tengo los ovarios bien
puestos!

MADRE: ¿Y a mí me decís: Qué boquita?

HIJA: ¿Te gusta este rojo?

MADRE: Más o menos… Sí… ¿Y por qué?

HIJA: ¿Y por qué qué?

MADRE: No te hagas la tonta ¿Qué fue todo eso que gritaste?

HIJA: ¡Ah, mire usted! ¿Vos podés decir lo que quieras y yo no?

MADRE: Yo tengo razones.

HIJA: ¿Y se supone que yo no?

MADRE: No sé.

HIJA: Ante la duda, abstente.

MADRE: ¿Ya te sentís mejor?

HIJA: Sí.

MADRE: Menos mal... (MOSTRANDOLE EL MURAL) ¿Qué tal te parece que está
quedando?
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HIJA: (BAJA LA ESCALERA Y MIRA EL MURAL) ¿No está quedando… un poco tonto?

MADRE: ¿Cómo tonto?

HIJA: Quiero decir: un poco ingenuo… La casita, el árbolito… falta el humo de la chimenea, la
vaca y podemos ganar un concurso en alguna escuela ¿Sabés qué le falta?

MADRE: ¿Las cortinitas?

HIJA: No, en serio… Yo le pintaría acá… (INDICA. NUEVAMENTE SE ESCUCHA


MUSICA) en el techo… un toro… (LA MADRE SE SORPRENDE) con una pata sobre la
chimenea, la cabeza erguida, la mirada furibunda y llamas saliéndole por la nariz, como si fuese
un dragón… Imaginate, un toro bien negro que podría simbolizar el odio, la pasión, la furia, el
caos, la locura… Cambiaría todo ¿o no?

MADRE: Puede ser… pero esto es lo que yo quiero pintar en este momento… Si no te gusta,
agarrás otra tela y hacés lo que se te dé la gana, nadie te obliga.

(SE DILUYE LA MUSICA)

HIJA: No te pongas así… vos me preguntaste y yo te dije.

MADRE: Además ¡Me tienen harta con qué es lo que hay que pintar y qué no! ¿O todos
tenemos que pintar Guernica?

HIJA: ¿Ahora te toca gritar a vos?

MADRE: ¡Sí!… ¡Como los críticos que dicen que un artista tiene que dejar testimonio de su
época!… ¡Para eso están ellos! ¿O no?

HIJA: ¡Bien!

MADRE: ¡Y después se la pasan hablando del sentido de las obras! ¿Sabés por qué?

HIJA: ¿Por?

MADRE: ¡Porque están desesperados por el sinsentido de sus propias vidas! ¡Por eso!… ¿Y me
piden a mí que le encuentre alguno? ¿Qué le voy a encontrar yo si, justamente, pinto porque no
tengo la menor idea de qué sentido tiene todo y no sé qué hacer para encontrarle alguno a la
mía?

HIJA: ¡Me gusta eso del sinsentido del sentido o el sentido del sinsentido o el… !
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MADRE: (INTERRUMPIENDOLA) Y otra cosa, digo yo ¿Quién les pidió opinión sobre lo
que yo tengo que hacer? ¿Me van a decir a mí qué es lo que más me emociona?

HIJA: ¿Querés qué te diga? ¡Son unos inconscientes!

MADRE: No te burles… Me da rabia.

HIJA: Me di cuenta.

MADRE: El profe decía: lo único que se puede decir de una obra de arte es: me emociona o no
me emociona… lo demás son tonterías.

HIJA: (MIRA HACIA EL VENTANAL) ¡Vieja, me parece que pasó el indio Paquín! ¡Paquín
viejo y peludo!

MADRE: ¿Terminaste la cuadra?

HIJA: (MIRA EL MURAL) Me faltan un par de pinceladas.

MADRE: Entonces, todavía no.

HIJA: Parece que hoy la mano viene de plomo.

(PAUSA. LA MADRE PONE, NUEVAMENTE, LA MUSICA DE UN ARIA DE


OPERA CANTADA POR MARIA CALLAS Y LA ACOMPAÑA SUAVEMENTE)

HIJA: Apenas tarde, pero no tiene importancia.

MADRE: (DEJA DE CANTAR) Ya hace diez años.

HIJA: ¿De qué?

MADRE: Que se murió.

HIJA: (CONFIRMA) Viene de plomo… ¿El profe?

MADRE: Sí…

HIJA: ¿Era muy viejo, no?

MADRE: Más de 80.


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HIJA: La vivió.

MADRE: ¿Sabías que se mató?

HIJA: (SORPRENDIDA) No… ¿En serio?… (LA MADRE ASIENTE) ¿Cómo?

MADRE: Se tiró por la ventana.

HIJA: ¡Qué horrible!… ¿Por?

MADRE: Nadie lo supo… ¡Increible! Un tipo que dedicó su vida a profundizar en el misterio
de la creación… Cada vez que lo escuchaba me daba ganas de vivir… Las clases y los
encuentros con él eran como oasis en esta puta vida cotidiana… ¿Y por qué se mató?… Jamás
lo pude entender… Y encima dejó una carta que decía: "Para quien necesite entender: Me
cansé de vivir"… ¿Cómo me cansé de vivir? ¡Podría entender a un amargado que diga me cansé
de esta vida de mierda! ¿Pero cómo él se iba a cansar de vivir? ¡Si era la paz y la felicidad
personificadas!… A veces ni lo escuchaba, me alcanzaba con la música de las palabras.

HIJA: ¡Fantástico!

MADRE: ¿Cómo fantástico?

HIJA: ¡Como se debían querer!

MADRE: ¿Quienes?

HIJA: ¡El y vos! ¿Quienes iba a ser?

(PAUSA)

MADRE: ¿Sabés qué es lo que me da más rabia?

HIJA: ¿Qué?

MADRE: Nunca me animé a abrazarlo… por respeto… ¡Cuántos abrazos no dados! ¿no?

HIJA: (TEATRAL, DESDE LO ALTO DE LA ESCALERA) Es la vida... una permanente


paradoja de instintos perversos.

MADRE: ¿Qué quisiste decir?

HIJA: Ni idea… pero no suena mal ¿no?… (PINTA ALGO Y BAJA A MIRAR EL MURAL)
¡Maravilla! ¡Si soy una genia! ¿Sabés lo que es Picasso al lado mío? ¡Un nene de pecho, un
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pintor de brocha gorda y una puta de cabaret!… ¡Pero mirá vos qué colores, qué trazos, la
armonía y la melodía de esta sinfonía! ¡Si parece la quinta de Beethoven!… (CANTA FRENTE
AL MURAL) Ta, ta, ta, tan… ta, ta, ta, tan… ta, ta, ta, tan, ta, ta, ta, tan, ta, ta, ta, tan…¿Te
gusta cómo quedó?

MADRE: Sí.

HIJA: ¿Qué tal?… La sequoia tiene un tronco, por donde pasan los sueños...
Son los sueños del poeta,
que mira el mundo y sospecha
que si el pájaro no vuela
es por la muerte que llega.

MADRE: ¡Eso es lindísimo!

HIJA: ¿Te gustó?

MADRE: ¡Me encantó! Esa imagen del pájaro que no vuela por la muerte que llega…

HIJA: (INTERRUMPIENDOLA) Sin interpretaciones, por favor.

MADRE: Está bien, pero es bellísima…¿Es otra que salió así nomás?

HIJA: De improviso, como dicen.

MADRE: Deberías anotarlas.

HIJA: ¡Viví el momento, má!

MADRE: ¿Qué tiene que ver, acaso no pintás?

HIJA: Pinto fondos… y vos sabés para qué… Mirala.

(LA MADRE MIRA Y ENTRAN EN UN JUEGO EN EL QUE LA MADRE INVENTA


EL MUNDO QUE ESTAN PINTANDO, MIENTRAS LA HIJA JUEGA A
SORPRENDERSE Y ESTIMULARLA. DURANTE ESTA ESCENA, PUEDE OIRSE,
LEJANAMENTE, LA MUSICA DE LA OPERA. PROPONGO, TAMBIEN, CON
TODO RESPETO POR EL DIRECTOR, CAMBIO DE LUCES)

MADRE: Esa es la cuadra.

HIJA: Claro.
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MADRE: Está muy linda.

HIJA: ¡Me fascina esta casa! ¡Tremenda! ¿eh?

MADRE: Es la del largo.

HIJA: ¿Esta es la del largo?

MADRE: ¡Claro, el electricista del pueblo!

HIJA: No digas ¿Era muy largo?

MADRE: Si lo sería, que los días de tormenta lo ponían de pararrayos… ¿Sabés cuál fue la
anécdota que lo marcó para toda la vida?

HIJA: ¿Cuál?

MADRE: Jamás me voy a olvidar… Llegó al café en el que nos reuníamos las mujeres y los
hombres del pueblo… una noche, después de una tormenta, se sentó con cara, no sé, estaba
como anonadado, no hablaba, no quiso pedir nada, hasta que el boticario le preguntó: ¿Te pasa
algo? y el largo, tomándose su tiempo, contestó: -Mientras estaba ahí, parado… pensé en la
relatividad del tiempo-… Todos hicimos silencio, nos mirábamos, hasta que Freud, el loquito,
le dice: -Claro, por la lluvia- y entonces el largo, asintiendo, la remata con: -Einstein no era
ningún boludo-… Para qué…

HIJA: Era el que no cobraba ¿no?

MADRE: (ASIENTE) Tenía el taller donde arreglaba los televisores y cualquier aparato
eléctrico en el garaje de la casa… No tenía nada más que nadie, pero como había recibido una
herencia, cuando le preguntaban ¿Cuánto es? contestaba: pagó la abuela.

HIJA: ¡Idolo!… ¿Y en ésta quién vivía?

MADRE: En esa, justamente, vivía Freud, el loquito… quería ser psicoanalista y boxeador y se
pasaba el día en el gimnasio interpretando a todo el mundo… Un día casi lo matan.

HIJA: ¿Y?

MADRE: No me acuerdo qué pasó al final.

HIJA: Tratá de acordarte para la próxima... ¿Sabés qué me hubiese gustado conocerlo?

MADRE: ¿A quién?
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HIJA: A Freud, no al de tu pueblo, al de verdad… ¿Viste cómo aparece en todas las fotos?

MADRE: ¿Cómo?

HIJA: Siempre serio… La mirada penetrante, el gesto adusto… más o menos como vos…
¿Como puede ser?

MADRE: ¿Cómo puede ser qué?

HIJA: ¡¡Se pasó la vida pensando, hablando y escribiendo sobre el sexo… y ni una mísera
sonrisa!! ¿Qué tenía en la cabeza?

MADRE: Era un científico.

HIJA: ¿Qué científico? ¿Sabés qué necesitaba ese tipo?

MADRE: ¿Qué?

HIJA: ¡Que lo toquen! ¡En vez de que lo escuchen o lo lean, que lo toquen! ¡Eso necesitaba!…
A mí me hubiera gustado tocarle la barba, palmearle la pancita, darle unos besos en la mejilla,
apoyarle la cabeza aquí, en mis tetas… (SE SEÑALA EL PECHO) y acunarlo un rato…
Imaginate las fotos del viejo desde ese día: sonriente, tierno… Los psicoanalistas hubiesen sido
otra cosa… Ahora nos tenemos que aguantar a esos amargos… por culpa de la cara que ponía él
en las fotos ¿Te das cuenta? Una sonrisa en una foto podría haber cambiado la historia…

MADRE: ¡El que vivía con la sonrisa dibujada era Chuño, el ladrón del pueblo!

HIJA: ¿Había un ladrón?

MADRE: ¿Y por qué no? Si todos los pueblos tienen el suyo ¿Por qué nosotros no ibamos a
tener el nuestro?… Una vez se quiso ir a la gran ciudad, le insistimos para que no se vaya, pero
nos decía que él también tenía derecho a progresar.

HIJA: Tenía razón.

MADRE: (ASIENTE) Terminamos ofreciéndole que los sábados, cuando nos fuésemos al cine,
uno cada vez iba a dejar la puerta abierta… No era fácil para él… Siempre había algúno que le
reclamaba algo que tenía un valor afectivo o alguna otra tontería.

HIJA: ¿Y la policía?
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MADRE: Y… cuando lo agarraban, salíamos a la calle para que lo soltasen. Ahí aparecía el
comisario, el negro… ¡Qué orgullo! Eramos el único pueblo del farwest con un sheriff negro...

HIJA: ¡Lindísimo!

MADRE: Te decía, aparecía el negro, decía un discurso sobre la libertad y lo largaba al


Chuño... Claro, además, si no lo largaban no tenían qué hacer… El Negro era bárbaro… Al
final, cuando el Chuño ya no tenía fuerzas ni para escaparse, el Negro mismo le puso un carro
con caballos para juntar la basura.

HIJA: (MIRANDO EL MURAL) ¿Donde vivía la diosa del amor?

MADRE: ¿María? En ésta… (SEÑALA UNA CASA) ¡Qué maravilla! ¡Un día le cobró, al
cura, cien caricias y dos mil besos! Pobre, los necesitaba tanto…

HIJA: ¿Y el cura?

MADRE: ¡Siempre con ella! No se quería separar de los hijos… Hacía sonar las campanas así,
cerrá los ojos y escuchá.

HIJA: ¡No me digas que vas a hacer las campanas!

MADRE: ¿Por qué no?

HIJA: (CIERRA LOS OJOS) Dale.

MADRE: (CANTANDO EN VARIOS TONOS) Din, don, din, don… (AD LIBITUM)

(LA HIJA ESCUCHA FASCINADA A LA MADRE CANTANDO. CUANDO


TERMINA, ESTAN LAS DOS EMOCIONADAS)

HIJA: ¿Querés que te diga?… ¡Esta es la mejor cuadra de todas las que pintamos!

MADRE: (MIRANDO EL MURAL) Puede ser… (SEÑALANDO) ¡Lo que pasa es que están
todos juntos! En esta otra vivía el médico brujo.

HIJA: ¿Mandinga?

MADRE: ¡El mismo, que cuando los pases no funcionaban te internaba en el convento!…
(INDICANDO) ¡Mirá vos, pintaste también la casa del juez!

HIJA: ¡Seguro! ¿Te creés que soy tonta?


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MADRE: Vos sabés que todas las tardecitas a la salida del juzgado, se internaba en el bosque
a tocar la flauta… y al otro día decía que había consultado todos los casos con la fauna aérea y
juzgaba de acuerdo con lo que le habían aconsejado… La cantidad de veces que salió gente a
bajar pajaritos con hondas y escopetas al grito de ¡In-jus-ti-cia! ¡In-jus-ti-cia!

HIJA: Maravilloso... Má.

MADRE: ¿Sí?

HIJA: ¿Y el indio Paquín?

MADRE: (INDICANDO EL JARDIN DE LA CASA QUE ESTA PINTANDO ELLA) Puso la


carpa en este jardín.

HIJA: ¿En ese?

MADRE: Así es.

HIJA: ¿Por?

MADRE: Decía que era el único jardín de la comarca en el que podía apoyar el culo.

HIJA: ¡Mirá vos! ¿Y por qué sólo en ese?

MADRE: Un problema de afinidades.

HIJA: Interesante ¿eh?

MADRE: Un día regaló todo lo que tenía porque decía que ya había tenido todo lo que quería y
que a partir de ese momento quería "ser" todo lo que pudiese.

HIJA: ¿Y qué fue?

MADRE: (LEVANTANDO LOS HOMBROS) Fue...

HIJA: ¿Fue, qué?

MADRE: Fue… simplemente fue… ¡Qué personaje! Citaba continuamente la Biblia.

HIJA: ¿Qué decía?!

MADRE: Decía que como Dios le ordenó a Abraham: "Vete de tu tierra y de tu parentela, y de
la casa de tu padre a la tierra que te mostraré", Génesis 12,1; y después a Moisés que libere a su
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pueblo, que lo saque del país que se ha convertido en su hogar y que vayan al desierto a
celebrar, él decidió dejar todo y se vino.

HIJA: ¿Y cómo celebraba?

MADRE: Con vino ¿Con qué va a ser?

HIJA: ¡Mirá vos! ¿Y no comía nada?

MADRE: Comía el pan sin levadura de los judíos porque decía que era el de los que tienen
prisa por partir, el de los vagabundos ¿Y sabés por qué le decían Paquín?

HIJA: Culo sentado en un jardín afín.

MADRE: ¿Cómo sabías?

HIJA: ¿Qué te creés, que vos sólo podés inventar cualquier cosa?

MADRE: Yo no invento, hija.

HIJA: (IRONICA) Disculpá.

MADRE: ¡No me creés! ¿Cuántas veces te tengo que repetir que viví ahí?

HIJA: Seguro… Y en verano nevaba y los trineos patinaban en el lago.

MADRE: ¡No seas cabeza dura! ¿Qué tiene de extraño que haya pasado parte de mi vida en ese
pueblo? ¿Acaso… ?

HIJA: (INTERRUMPIENDOLO) ¡Está bien! ¡Te creo! Y vivías en medio del bosque.

MADRE: (ASIENTE) Bueno, más o menos… Vivía donde comenzaba el bosque, por ahí…
(SEÑALA) Rodeada de abedules, acacias, ombúes…

HIJA: Y la sequoia.

MADRE: (ASIENTE) Ahí voy a volver a tener la casa, al lado de la sequoia… y me voy a
sentar en el pasto como cuando lo hacía con tu padre a oir el canto de los pájaros y mirar las
hojas de los árboles… Le encantaba.

HIJA: ¿El también estuvo?

MADRE: Claro… Si fue él el que me enseñó a mirar las hojas de los árboles.
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HIJA: Desde la de más arriba hasta la más triste.

HIJA: Y de la más alegre a las recién brotadas.

MADRE: Deteniéndose en la que más lo necesite.

HIJA: Sin dejar ninguna en el camino.

MADRE: Y sin distraerse con la otra vida.

(PAUSA)

HIJA: Si ponés la casa al lado de la sequoia… tené cuidado con el tránsito… (LA MADRE LA
MIRA SORPRENDIDA) Digo, por los autos.

MADRE: (SEÑALA EL MURAL) Por ahí no pasan.

HIJA: Disculpá, me confundí.

MADRE: (SE ACERCA AL MURAL) Esperá un poco, este árbol no pude haberlo hecho yo…
Mirá.

HIJA: (ACERCANDOSE) ¿Por qué no?… Si este otro está igual.

MADRE: ¿Cómo podés decir eso? Ni el color, ni el trazo son míos.

HIJA: ¿Cómo no?… Son casi iguales… (SE JUSTIFICA) Lo habrás hecho pensando en otra
cosa.

MADRE: ¿Lo pintaste vos?

HIJA: ¿Cómo lo voy a pintar yo? ¡Te lo diría!

MADRE: ¿Seguro?

HIJA: En serio ¿Por qué lo iba a hacer yo? No tendría sentido... Además ¡Terminala de una vez
con eso! ¿No podés soportar que pintás cosas que después no te acordás? ¡No es tan terrible!

MADRE: Está bien, no grites… Lo voy a retocar un poco.

HIJA: ¿Te falta mucho?


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MADRE: No, un par de pinceladas y ya está (RECOMIENZA A PINTAR)

HIJA: ¿Qué tal, eh? Cumplimos con lo previsto… Vamos a hacer la ceremonia de bautismo.

MADRE: Un minuto más… (SE DETIENE) Me preocupa.

HIJA: ¿Qué?

MADRE: No acordarme lo que pinto.

HIJA: Este mural tiene ochenta mil cosas ¿Cómo te vas a acordar de todo lo que pintaste?

MADRE: Antes no me pasaba.

HIJA: Y buá…

MADRE: ¿Arterioesclerosis?

HIJA: O gripe ¿No andabas moqueando un poco?

MADRE: No me gusta.

HIJA: ¿El moco? Coincido con vos. Hay otras cosas con las que me siento mejor.

MADRE: Llegar a estas sensaciones que tienen que ver con la vejez… sin haber cumplido mi
sueño.

HIJA: No hagas melodramas, má.

MADRE: Hablo en serio, porque ahora no me acuerdo lo que pinté, pero después voy a dejar de
acordarme otras cosas… hasta que no pueda caminar o moverme o hablar y…

HIJA: (LA INTERRUMPE) ¿Llamo a la funeraria?

MADRE: Tendría que irme ya.

HIJA: ¿Al bosque?… (LA MADRE ASIENTE. LA HIJA MIRA EL RELOJ) ¿No es un poco
tarde? Vas a llegar muy de noche y es peligroso. Mejor, terminá el mural… Mientras, preparo el
champagne.

(LA MADRE, DESGANADA, SE PONE A PINTAR. MIENTRAS, LA HIJA HACE


GESTOS DE PREPARAR TODO PARA UNA CEREMONIA)
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HIJA: ¿A ver qué nombre le podemos poner? ¿La casita sin el toro? ¿Y la vaquita? ¿Faltan
las cortinitas? ¿El puente de la sequoia?

MADRE: ¿Podés parar un minuto?

HIJA: No está mal, si querés le ponemos: podés parar un minuto. Si al final el mural es tuyo…
Ponele el título que vos quieras.

MADRE: (TERMINA DE PINTAR CON DISGUSTO) ¡Bueno, ya está!

HIJA: ¡Bieeen! ¿Preparado?

MADRE: Sí.

HIJA: Adelante

(CAMBIO DE LUCES. COMIENZA A ESCUCHARSE MUSICA SACRA. LAS DOS


SIMULAN SALPICAR EL MURAL MIENTRAS HABLAN CON TONO DE
SACERDOTES)

MADRE: Te rocío con agua pura y te purifico de todas tus impurezas, de todas tus idolatrías.
Te arranco ese corazón de piedra y pongo dentro de tí mi espíritu.

HIJA: Yo te bautizo en el nombre de La madre y del Hijo y del Espíritu Santo.

MADRE: Te bautizo con agua para moveros a penitencia; pero el que ha de venir después de mí
te bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.

HIJA: Yo te bautizo en el nombre de La madre y del Hijo y del Espíritu Santo.

MADRE: Todos nacen con la mancha del pecado, que sólo puede limpiarse por medio del agua
y del Espíritu Santo.

HIJA: Todos los que reciben el Bautismo, aunque fuera de manos de un borracho, de un
homicida, de un adúltero, si el Bautismo es de Cristo, por Cristo son bautizados. Crucificado
está tu egoísmo, tu orgullo, tu sensualidad, tu cobardía.

MADRE: Y, al morir a todo este cuadro de pecado, entra en la resurrección de Cristo y surge a
una nueva vida de fe, de amor, verdad, justicia y riqueza espiritual.

HIJA: Yo te bautizo en el nombre de La madre y del Hijo y del Espíritu Santo.

(PAUSA. DESAPARECE LA MUSICA Y VUELVEN LAS LUCES)


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MADRE E HIJA: Y te llamarás.

HIJA: La casita de mis sueños.

MADRE: Atardecer.

HIJA: Recuerdos que el tiempo ha borrado.

MADRE: Reencuentro.

HIJA: Dulces sueños de vejeztud.

(COMIENZA A ESCUCHARSE "LEJANA TIERRA MIA")

MADRE: (DESPUES DE MIRARLO CRITICO) Las nieves del tiempo.

HIJA: El farolito de la calle en que nací.

MADRE: La espesura.

HIJA: Falta un toro en el tejado… Ya lo dije.

MADRE: Lejana tierra mía.

HIJA: La cuadra del pueblo.

(PAUSA)

MADRE: Lejana tierra mía.

(SE MIRAN, ASIENTEN)

MADRE E HIJA: Te llamarás: "Lejana tierra mía".

(DESAPARECE LA MUSICA)

HIJA: Y tus hijos se llamarán: Largo.

MADRE: Freud.

HIJA: Chuño.
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MADRE: El sheriff negro.

HIJA: María.

MADRE: El cura Campana.

HIJA: El Doctor Mandinga.

MADRE: El boticario.

HIJA: ¡La abuela del largo!

MADRE: El juez de los pájaros.

HIJA: ¡Y el indio Paquín!... ¡Señoras y señores, la ceremonia ha terminado!… Es hora de


mirar… las hojas de los árboles.

(SE ACERCA AL VENTANAL Y SE QUEDA MIRANDO. MIENTRAS, LA MADRE


RECORRE EL MURAL PARA OBSERVARLO CON ATENCION)

MADRE: ¿Y esto?

HIJA: ¿Qué?

MADRE: Mirá este pasto rojo!!

HIJA: (ACERCANDOSE A MIRAR) No queda mal.

MADRE: ¿Qué estás diciendo? ¡Queda horrible!

HIJA: ¿Te parece?

MADRE: ¡Por favor!… Además ¡No tiene ningún sentido!

HIJA: ¿Y eso qué importa?

MADRE: ¿Cómo no? ¡Importa!

HIJA: Bueno ¿A mí qué me decís?

MADRE: ¿Y a quién querés que se lo diga?

HIJA: Y… si lo pintaste vos… enojate con vos.


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MADRE: ¿Cómo lo voy a pintar yo? ¡Ni borracha!

HIJA: ¿Y quién lo va pintar? ¡Ya sé, yo!

MADRE: Y… si yo no fui.

HIJA: ¡Terminala má!

MADRE: ¡Pero es que yo no puedo haber pintado el pasto rojo, es ridículo!

HIJA: Habrá sido en un momento en que se te apareció el fantasma de Delaunay.

MADRE: ¿Por?

HIJA: ¡Vamos, madre! ¿No te acordás de "La torre Eiffel roja? ¡1911! ¿Y vos te seguís
escandalizando? ¡Más libertad, mamá!

MADRE: ¿Qué tiene que ver la libertad? ¡Y no me escandalizo! ¡Delaunay pintó "La torre
Eiffel roja" porque le gustó! ¡Y yo quiero mi pasto verde porque me encanta! ¡Ser libre no
quiere decir que uno tenga que hacer cosas fuera de lo común, sino me estaría imponiendo una
libertad que no quiero! ¿Te das cuenta? ¡Sería absurdo! ¿Por qué vos usás ese jean todo roto,
para parecer libre o porque te gusta?

HIJA: Las dos cosas… También me gusta parecer libre.

MADRE: (DESCONCERTADA) Y debo suponer que no está mal.

HIJA: Podés suponer lo que quieras.

MADRE: (MOSTRANDO EL SECTOR PINTADO DE ROJO) ¿Y por qué dijiste que no


queda mal?

HIJA: Porque no queda mal.

MADRE: Me querés convencer que lo deje.

HIJA: ¡Hacé lo que quieras! ¡Lo único que dije es que no queda mal! ¿Qué te pasa?

MADRE: Me pasa que si a mi me parece horrible y a vos no y yo no recuerdo haberlo pintado,


lo más probable es que lo hayas pintado vos.
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HIJA: Lo más probable no es seguro, así que tranquilizate y si no te gusta le pintás un buen
verde arriba y se acabó… Quedará el pasto verde, como cualquiera podía esperar ¡Qué grande!
Las cosas que pintás sin darte cuenta son las menos previsibles ¡Mirá vos!

MADRE: Otra cosa.

HIJA: ¿Qué?

MADRE: Que si lo pinté yo…

HIJA: (INTERRUMPIENDOLA) ¡Aaah! !Lo reconocés!

MADRE: ¡No reconozco nada! ¡Digo que en caso de que lo hubiese pintado yo es porque estoy
cediendo a tus presiones… y no me gusta!

HIJA: ¿Que presiones? ¡Dale, viejo!

MADRE: Permanentemente me estás diciendo que lo que hago ya está viejo y previsible, que
rompa más con las formas y los colores, que me deje de joder con el equilibrio, que me juegue
más… ¿Por qué no parás con tus consejos y me dejás pintar lo que a mí se me da la gana?
¿Acaso yo te obligo a pintar conmigo? ¿Por qué no te agarrás un caballete, una tela y hacés lo
que realmente quieras?

HIJA: ¡Pará de gritar! ¡Pintás de rojo el pasto, te da bronca y te la agarrás conmigo! ¡Si yo te
doy mi opinión sobre lo que pintás no te estoy dando órdenes y aunque así fuese no tenés por
qué obedecer! ¡Es sólo mi opinión! ¡Ahora, si vos, para mostrarte moderno, para poder decir
que compartís las tendencias actuales y para que digan: -Mirá vos que al día se mantiene- hacés
cosas que no te gustan, no me culpes a mí! ¡Como dijiste antes! ¡Sos libre de hacer lo que se te
cante!

MADRE: No soy tan libre…

HIJA: Eso me gusta más…

(PAUSA)

MADRE: Hija.

HIJA: ¿Qué?

MADRE: ¿No te gusta como pinto? La verdad.

(PAUSA)
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HIJA: ¿Tengo que contestar?

MADRE: Me gustaría.

HIJA: ¿Te arriesgás?

MADRE: Seguramente las pasé peores.

(PAUSA)

HIJA: Más o menos.

(PAUSA)

MADRE: ¿Y por qué lo hacés conmigo?

HIJA: Creo que juntos lo hacemos mejor.

(PAUSA. LA MADRE SE SIENTA A OBSERVAR EL MURAL. COMIENZA A


ESCUCHARSE, NUEVAMENTE, A GARDEL CANTANDO LEJANA TIERRA MIA)

Lejana tierra mía


bajo tu cielo, bajo tu cielo
quiero morirme un día
con tu consuelo, con tu consuelo.

Oir el canto de oro


de tus campanas que tanto añoro
no sé si al contemplarte al regresar
sabré reir o llorar.)

(LA MADRE TOMA UNA HOJA Y PINTA SOBRE ELLA: "ME FUI A COMPRAR
CIGARRILLOS". LE MUESTRA EL CARTEL A LA HIJA. SE MIRAN)

HIJA: (SORPRENDIDA) ¿Qué es eso?… (LA MADRE NO CONTESTA) ¿Qué quiere


decir?… (SE MIRAN) No entiendo… ¿Te vas?… (LA MADRE ASIENTE) ¿Dónde?

MADRE: No sé…

HIJA: (SEÑALANDO EL CARTEL) ¿Es una broma?… (LA MADRE HACE QUE NO) ¿No,
qué?
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MADRE: No es broma.

HIJA: ¿Y entonces?

MADRE: No se decirlo de otra manera.

HIJA: Dijiste que ibas a arriesgarte a escuchar mi opinión.

MADRE: Me arriesgué… y me voy, pero no por eso… (ANGUSTIADA) Me quiero ir de este


lugar.

HIJA: (IMPACIENTE) ¿Pero dónde? ¡Hablá claro!

MADRE: (ABRIENDO LOS BRAZOS) A buscarlo.

HIJA: ¿Qué vas a buscar?

MADRE: Mi pueblo.

HIJA: ¿De nuevo?

MADRE: (ASIENTE) Quiero encontrarlo… No aguanto más.

HIJA: (ACERCANDOSE Y ABRAZANDOLA) Má.

MADRE: No quiero morirme arrepentida de no haber cumplido mi sueño.

HIJA: ¿Cuál de ellos?

MADRE: El de crear, aunque sea, un pequeño mundo como el que quiero.

HIJA: ¿Y esto qué es?

MADRE: (HACE QUE NO) Aquí… me siento un gusano incapaz de hacer nada que pueda
cambiar nada… ¿Qué sentido tiene?

HIJA: No tenés por qué cambiar todo.

MADRE: Me pasé la vida tratando de mostrar un camino, de hacerme un lugar en este gran
mundo para cambiarlo… Y ahora resulta que me doy cuenta que está podrido y me da asco, que
ni tengo ganas ni energía para hacer nada ¿Te das cuenta?

HIJA: (MOSTRANDO EL MURAL) ¿Y esto te parece poco?


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MADRE: Me parece que sí.

HIJA: ¡No es poco, mamá! ¡Es muchísimo! ¡Casi todos, lo único que hacen es tratar de ganar
dinero para guardarlo o gastarlo! ¿Sabés qué son? ¡Carretillas de dinero que van de un lado a
otro! ¡Eso son, no personas!… Y vos estás dando la posibilidad de emocionarse, de sentir otras
cosas.

MADRE: ¿Qué otras cosas?… (SEÑALANDO EL MURAL) Esto sólo va a servir para adornar
la casa de alguien que tuvo el dinero para comprarlo y quiere aparentar ser sensible o culto o…
¡Bufón del rey! ¡Eso es lo que soy! ¡Para lo único que sirve lo que hago es para divertir a los
que más tienen! ¿O no?… ¡Basta! ¡Me cansé de la falsedad de todo! ¡No hay remedio! ¡Uno
intenta por mil lados y siempre termina enredado!

HIJA: ¡No es así! ¡Hacés lo que te gusta! ¿Qué otra cosa podrías hacer?

MADRE: Hay otra.

HIJA: ¿Cuál?

MADRE: ¡El viejo sueño de desaparecer!

HIJA: ¿Cómo desaparecer?

MADRE: No te preocupes… Soy demasiado cobarde para matarme… así que me voy a
deambular sin rumbo, sin destino, hasta encontrarlo… (SEÑALA EL MURAL) Quiero
vagabundear como el indio Paquín, buscando ese lugar que siempre quise… No sé, en una de
esas no es ninguno.

HIJA: No te entiendo.

MADRE: Yo tampoco del todo… son preguntas que me hago: ¿Por qué tengo que vivir aquí?
¿Simplemente porque me tocó?… No puedo aguantar…

HIJA: ¿Qué?

MADRE: Esta sensación… de que no hay salida… (SEÑALANDO EL MURAL) Toda la vida
traje la naturaleza aquí... ¿No es hora de que vaya yo?

HIJA: (REACCIONA. SEÑALANDO LA HABITACION) ¿Y esto qué es, basura? Vos y yo


¿Qué somos?… (MUESTRA EL MURAL) Esto ¿Qué es?… (VA HACIA EL VENTANAL)
¿Y todo lo que se ve desde acá?… Ese atardecer maravilloso, las hojas de los árboles que
crecen, cambian de color, caen y vuelven a crecer esperándonos… Un buen café a esta hora…
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mirando todo por la ventana… y lagrimeando por la potencia de la naturaleza invadiéndonos
casi sin que lo notemos… (LA MIRA A LA MADRE) ¡La naturaleza está acá, má! ¿O no?

MADRE: Entendeme, hija… Son muchas cosas…

HIJA: Muchas cosas son ninguna… ¡Hablás, hablás y hablás, te hacés mil preguntas y no
contestás ninguna!

MADRE: ¡Es que nada es claro! ¡No se si quiero el pueblo, el bosque, estar con vos, deambular
por el mundo sintiéndome absolutamente libre!… ¡No sé qué quiero! ¡Y vos me pedís que sea
claro! ¿Qué me estás pidiendo?

HIJA: ¡Que te quedes y no molestes más! ¡Eso te estoy pidiendo!

MADRE: No puedo, hija… Siempre creí que todo tenía sentido y ahora me doy cuenta que no...
y ya no sé vivir de otra manera… La fuerza siempre me la dió el convencimiento de que tenía
una misión para cumplir… ¿Y? ¿Qué misión pude cumplir?

HIJA: ¡Vivir!

MADRE: ¡No! ¡Ninguna! ¡Si el mundo es todo mentira!… Al final, lo único que hice es
pasarme la vida pintando lo que quería y no tenía o no me animaba a hacer ¿Hasta cuándo? ¡Se
acabó! ¡Estoy harto de ver lo que quiero pintado en mis telas! ¡¡Quiero vivirlo!!

HIJA: ¿Por qué vivirlo si podés pintarlo?

MADRE: (CONFUNDIDA) ¿Cómo?

HIJA: No sé, se me ocurre… ¿Para qué vivir lo que podés pintar?... Vivir todo lo que a uno se
le ocurre es imposible ¿no?

MADRE: … Sí.

HIJA: Bueno, entonces, lo que podés lo vivís… y lo que no, lo pintás.

MADRE: Hija, es la esperanza… lo que nos hace pintar el mundo que ilusionamos ¡Y ahora no
quedan más esperanzas de nada!… ¡Por eso se mató el profe! ¡Por eso! ¡Y debe haber pensado
que su suicidio era un ejemplo para el mundo! ¡Que, por lo menos, aquellos que lo conocían, se
iban a poner a pensar, a reflexionar sobre la posible muerte de la humanidad o no se qué sobre
qué otra estupidez! ¡¡No!!… ¡Nadie piensa en nada! ¡Ni nada es ejemplo de nada! ¡Por eso no
me mato, además de que no me animo! ¡Porque si me mato querría decir que muestro un
camino! ¡¡Y no quiero mostrar nada más!! ¡Quiero desaparecer! Podrán decir: qué vieja loca. Sí
¿Y qué? ¡Cómo si los demás fuesen cuerdos!… (VA HACIA EL VENTANAL, LO ABRE Y
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GRITA HACIA AFUERA, DESAFORADA) ¡¡¡¡¡Locos!!!!! (A LA HIJA) ¡Hormigas!…
Parecen hormigas yendo de un lado a otro… ¿Qué hormigas? (GRITA HACIA AFUERA)
¡¡Imbéciles!! ¿Donde van? ¿Para qué se apuran, para llegar más rápido a la muerte? ¡Pueden
esperar tranquilos… a lo sumo se demorará un poco, pero no se va a olvidar de ninguno!

HIJA: ¡Basta, má!… La gente mira.

MADRE: ¡Bien! Quiere decir que escuchan… ¡Todavía quedan hormigas con algo de
sensibilidad!

HIJA: ¿Qué descubriste, la pólvora? ¿O te crees que si te vas a a vivir al medio del bosque el
mundo va a cambiar?… ¿Y qué vas a hacer ahí?… ¡Tenés razón! ¡¡El mundo es un basural!! ¡Y
nosotros somos ratas tratando de zafar, de salvarnos como podemos y cuando aparece un rayo
de sol perdido nos ponemos panza arriba!!… (ACERCANDOSE A LA MADRE) Antes
preguntaste para qué estamos ¿No?… (LA MADRE ASIENTE) De paso.

MADRE: ¿De paso, qué?

HIJA: Que estamos de paso… Vos necesitás saber para qué vivís… Yo no tengo la menor
idea… A veces me angustio ¿Y qué voy a hacer?… ¡No tengo la menor idea de para qué vivo,
ni del sentido de mi vida, ni qué quiero hacer de mi vida, ni de nada! ¿Qué querés que haga?…
Pero, pará… ¿Vos sos mi mamá o mi hija?

MADRE: ¿Qué pregunta me hacés?

HIJA: Es que todo esto me lo tendrías que estar diciendo vos a mí, no yo a vos… ¿Sabés qué?

MADRE: ¿Qué?

HIJA: Somos dos miserables… pero entre no sé cuántos millones... Si a miles de kilómetros se
juntan cinco infelices que se reparten el mundo y deciden qué es lo que tiene que hacer cada
uno… Acompañémonos ¿Qué podemos hacer nosotros?

HIJA: No sé, algo que nos trascienda.

HIJA: Te pasaste la vida tratando de hacer cosas trascendentes.

MADRE: Porque…

HIJA: (LA INTERRUMPE) ¡Porque creias que te iban a querer por eso!… Y no… A nadie se
lo quiere porque es importante… Se lo podrá admirar, pero querer (HACE QUE NO)… Yo a
vos te quiero… escuchá bien lo que te voy a decir, mamá… Te quiero porque me querés y sos
una buena mujer… Y no me importa si lo que hacés es bueno o importante o no… A veces te
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admiro y a veces no… pero te quiero siempre… (MUY EMOCIONADA) Sabés que te adoro
desde que era chica… Las cosas que me hacés decir… Además… ¡Tenías razón! ¡El farol, el
árbol, el pasto rojo y cien cosas más que todavía no te diste cuenta las pinte yo!

HIJA: ¿Cómo vos?

HIJA: ¡Sí, fuí yo! ¡No estás vieja! ¡Fuí yo! ¿Y sabés por qué? Porque quiero pintar como vos
¡Nada más que por eso!… ¡Y por eso mismo no te podés ir! Porque todavía te das cuenta…
Recién te vas a poder ir… el día que yo pinte un cuadro entero y vos creas que lo pintaste vos…
Ese día, que yo sienta que soy como vos, sí vas a poder, pero antes, ni lo sueñes…

MADRE: ¿Por qué me lo decís… recién ahora?

HIJA: ¡Qué sé yo! ¡Será porque antes no me animé!… Y otra razón más por la que no te podés
ir.

MADRE: ¿Por qué?

HIJA: Nos falta hacer algo juntas.

MADRE: ¿Qué?

HIJA: ¡Nada!

MADRE: ¿Cómo nada?

HIJA: ¡Eso, nada! Pero sintiendo, cada una, que la otra está al lado… ¡Siempre hacemos algo,
pintamos, charlamos, nos divertimos, criticamos, discutimos, nos ponemos de acuerdo,
gritamos… hablamos al aire… Si yo lo único que quiero es estar al lado tuyo, mamá… Mirarte,
sentir tu amor… y que vos sientas el mío… Suponete que yo… me ponga a decirte lo que te
quiero… lo sensacional que sos… lo que te necesito… a explicarte por qué… las cosas que
siento… (HACE QUE NO) No va… Vos… (SE ABRAZAN DURANTE UN TIEMPO)

MADRE: (MUY EMOCIONADA) Cuántos abrazos no dados!!!

(DESPUES DE UNOS INSTANTES SE SEPARAN UN POCO.

HIJA: (SEÑALANDO EL MURAL) Es lo peor que podés hacer.

MADRE: ¿Qué?

HIJA: Ir a buscarlo.
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MADRE: ¿Por?

HIJA: Porque te vas a dar cuenta que no existe… mientras que si te quedás aquí…

(PAUSA)

MADRE: ¿Si me quedo qué?

HIJA: Mientras estemos acá… el pueblo existe, mamá.

(PAUSA LARGA. SE MIRAN)

MADRE: Antes…

HIJA: ¿Antes, qué?

MADRE: Me olvidé de alguien.

HIJA: ¿De quién?

MADRE: Del que cuidaba los bienes del pueblo.

HIJA: El poeta.

MADRE: Que regaba los viñedos a medianoche… mientras yo lo miraba maravillada.

(ANOCHECE EN LA VENTANA)

HIJA: Una noche de uva luna,


cuarto menguante amarillo,
los campos húmedos, tristes,
por el crecer de sus vinos.

Se escucha sólo el rumor


tierno y dulce de un racimo.

Al acercarme, encantada,
siento su áspero sonido,
soliloquio de uva luna
que medita en su destino.

Destino de acompañante
que no vive para sí
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sino en el placer del otro.

Tristeza de aparecer.
Alegría de nacer,
de germinar y poder
resistir los temporales.

Pelear por llegar a ser


hermosa fruta madura
y desde alguien, borracho,
embebido de placer,
disfrutar ya no ser uva
sino savia de su ensueño,
de su mórbido existir,
de su poderoso vuelo
hacia otro mundo sensible
a las muertes y al deseo.

El éxtasis de estar vivo.

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F I N

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