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Los esposos y las esposas son llamados a actuar según el orden divino
que Dios ha establecido: Orden Familiar. Cuando los Cónyuges
cumplen con este orden divino están sirviendo a Dios (Colosenses
3:23), de tal manera que cuando rinden, según el orden divino
establecido por Dios, un servicio al otro cónyuge, es como si lo
estuvieran haciendo para Dios. “Y todo lo que hagáis, hacedlo de
corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del
Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor
servís” (Colosenses 3:23-24).
EL PRINCIPIO DE LA MUTUALIDAD
Los esposos y las esposas son llamados a actuar según el orden divino
que Dios ha establecido para la familia. Cada uno debe elegir voluntaria,
responsable y gozosamente ocupar el lugar que Dios le ha conferido. Al
esposo se le ha conferido el cargo de SIERVO y la función de amar y
entregarse por y para la esposa, y a la esposa a su vez se le ha
conferido el papel de ayuda idónea y complemento del hombre, en tal
sentido ella debe respetarlo, ayudarlo y reconocerlo como cabeza del
hogar. El matrimonio es el pacto en una sola carne. Cuando ambos, a la
vez, cumplen con el lugar que les corresponde, según el orden divino
prescrito por Dios, el matrimonio y el hogar en general, se ajustan a la
voluntad de Dios, y en consecuencia Dios los bendice y edifica.