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Nace el osezno

Había una vez un oso en un bosque al otro


lado del mundo. Él vivía cerca de unas lindas
montañas que parecían subir hasta el cielo.
Las montañas eran tan altas que les rascaban
la panza a las estrellas y les hacían muchas
cosquillas.
El oso era muy grande, muy fuerte y muy
valiente. Pero, en verdad, no era muy bonito.
Jugaba siempre con los niños de los otros
animales del bosque. Y todos los animales
niños lo querían mucho.
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Al principio, los animales adultos le tenían
miedo al oso, porque no lo conocían en
verdad. Algunos se reían de su cara no muy
bonita y le decían: ¡oso feo! Por eso los
animales niñitos, que no sabían su nombre,
lo llamaban: Oso Febo.

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El oso vivía muy solo en el bosque. Solamente
salía de su cueva para jugar con los animales
niños. Un día, cuando regresaba a su cueva,
vio a la señorita Osa. Le pareció la osa más
linda de todo el mundo y el oso Febo se
enamoró ¡¡allí mismo!!

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La señorita Osa se le acercó:
—Buenos días, oso Febo —le dijo.
El oso no podía ni hablar. Parecía muy tonto,
parado delante de la señorita Osa, con su nariz
toda roja de vergüenza. El oso Febo miró el
suelo y rascó la tierra con una pata hasta que,
de repente, la señorita Osa empezó a reírse.
Ella le dio un besito en la mejilla y le dijo:
—¿Por qué te dicen oso Febo? ¡Eres el oso más
lindo que he visto en mi vida!
El oso Febo la miró con mucha sorpresa.
Él también se puso feliz, y bailoteó por todos
lados hasta que topó con una rama de árbol y
cayó ¡pum! de popó al piso.

Así fue como el oso Febo y la señorita Osa se


conocieron y decidieron casarse.
Fueron a buscar a la lechuza Farfeluza, que era
buena y sabia y cariñosa. Ella casaba a todos
los animales del bosque. La lechuza Farfeluza
también casó al oso Febo y a la señorita Osa.

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Al principio, vivían felices. Salían a caminar
por el bosque y jugaban con todos los
animales niños. Pero, más que nada en el
mundo, querían tener un oso niño que fuese
de ellos.

Por fin, un día la señora Febo le dijo al oso Febo:


—¡¡Estoy esperando un osezno!!
El oso Febo se puso tan feliz que apachurró
muy fuerte a la señora Febo y se puso a bailar
por el bosque. Y se volvió a tropezar con la
misma rama y ¡pum! se cayó de nuevo de
popó al piso.
Pasaron los días y la señora Febo tenía una
enoooorme panza. Un día, vino la tortuga
Hermenegilda, la doctora de todo el bosque, y
nació un lindo bebé oso: ¡¡un osezno por fin!!
El oso Febo y la señora Febo estaban
felicísimos y, aunque el osezno se parecía
mucho a su papi, su mami pensaba que era
el osezno más lindo del mundo.

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