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Cuando un país transita por un declive económico los primeros en caer del plato son los

pobres, luego viene el resto. Hambre, desempleo, represión, y muerte. Son cuatro pasos
de los que pocas naciones han logrado recuperarse. Y poco antes de que “ese plato” se
volcará por completo en el 2001, el cineasta Bruno Stagnaro tuvo la oportunidad de
crear su propia serie televisiva.
Okupas reflejó la vida de unos jóvenes camino a la adultez cuyos pasos se dieron
en una ruta a medio pavimentar. Recientemente Netflix le quitó el polvo en un
intento por capturar nuevas audiencias. Okupas es un clásico de culto, además, sus
diálogos rompieron con fórmulas e impulsaron una jerga que pronto se instaló entre los
argentinos. No sé ustedes, pero para mí eso es trascender, sobre todo si consideramos
que el plato estaba a punto de romperse. ¿Entedes? ¿O sos un mascapito?
Entra título: “Por qué Okupas Cambió La Forma De Hablar De Los Argentinos”
I Lunfardo
En argentina tenemos una manera de hablar que varía muchísimo de persona en
persona, a veces podemos decir “¿Cómo estás? ¿Todo bien?”, pero otras… “¿Qué onda
perro? ¿Toda tranca?”. Nada de “Me voy a subir al colectivo”, sino “Me voy a tomar el
bondi”, olvídense de “Ese hombre es un malagradecido”, acá sería “Ese wacho es un
forro de hijo de puta”. A estas variaciones las conocemos como lunfardo. La RAE dice
que es una “Jerga empleada originalmente por la gente de clase baja de Buenos
Aires, parte de cuyos vocablos y locuciones se introdujeron posteriormente en el
español popular de la Argentina y Uruguay”. Esto no es algo que pertenezca por
completo al léxico urbano, la cultura lo ha empleado en la ficción siendo el escritor
Roberto Arlt su principal referente (pero ya volveremos a ello).
No sé qué sería de Okupas sin el uso del lunfardo en sus diálogos, seguro bajaría
algunos peldaños. No por la historia, sino por lo genuino de la misma. “Okupas” en sí,
el titulo de la miniserie, es una jerga del lunfardo referido a “ocupadores”, esas personas
que se meten en terreno privado de manera ilícita. En el 2000, cuando Canal 7 produjo
la ficción, era un término que iba creciendo más y más. Ya en el 2001 con el “Corralito”
el nivel de desocupación aumentó “Fernando De la Rúa dejó el gobierno en diciembre
de 2001 con una tasa de desocupación del 18%”. Esto quiere decir que el país estaba
remándola más en dulce de leche que yo tirando CV. Ni hablar de quiénes querían
abrirse paso y encontrar nuevas oportunidades.
Este es un buen momento para hablar de ellos….
Ricardo, El Pollo, Walter, y Chiqui son los cuatro amigos que cimentan el argumento.
Un grupo de perdedores diferenciados por sus formas de ser, una tan ajena a la otra y,
sin embargo, igual de comprometidas. Uno de los puntos importantes al escribir un
guion es darles carácter a los personajes y que empaticen con la audiencia (ojo
porque empatizar y simpatizar no es lo mismo). Vayamos al primer episodio. Si bien
Ricardo se presenta como un vago, la posta es que cae bien a la primera de cambio. En
sus primeras escenas, El Pollo amenaza a un gordito, le da una lección matemática, y le
oculta los fármacos a su vieja, pero igual su carácter te lleva a empatizar. ¡¿Y qué decir
de Walter cuyo primer diálogo es una puteada y el último uno xenofóbico?! ¿¡O el
Chiqui que abre la boca para pedir unas moneditas?! Acciones tan simples que con el
uso del lunfardo trasladan al espectador a unas botas que otrora habría sido imposible.
¿Y esto por qué? Bueno, echémosle un vistazo a uno de los primeros trabajos de Brunos
Stagnaro que realizó junto al cineasta Adrián Caetano.
II Diálogos
“Pizza, Birra, y Faso” puede considerarse un eslabón previo a Okupas y también una
obra dentro del mismo mundo. Se repiten algunos esquemas tales como la amistad, el
conurbano, la delincuencia, las drogas, y la pobreza. La cinta data de 1998 y no
escatima ni en situaciones jodidas ni en momentos satíricos. Pero en lo que yo me
quiero detener puntualmente es…en los diálogos. (en verde los momentos en lunfardo)
INSERTAR ESENA DE “PIZZA, BIRRA, Y FASO”
Hay una estructura en la puesta en escena. Una organización que se repite en todos los
diálogos, momentos de charla bien planificados que siguen una línea de guion en un ida
y vuelta entre SUJETO A & SUJETO B que alimenta las antípodas del más clásico
estilo cinematográfico arquetípico. Esto se debe a que en los diálogos siempre se busca
el conflicto a través del subtexto. Sin embargo, esto en Okupas no ocurre del todo. De
hecho, hay una desconstrucción del diálogo en base a referencias de culto.
El neorrealismo italiano fue un movimiento cinematográfico que nació de los
escombros de la segunda guerra mundial. Entonces el arte audiovisual tano encontró
otra forma de expresarse, no tanto con el uso de guiones, sino con la improvisación, no
tanto con la formula que caracterizaba a los diálogos de Hollywood entre sujeto A y
sujeto B, sino con la naturalidad y el antiensayo. De esta manera se produjo una gama
de películas con un estilo particular que pronto terminó influenciando a lo que sería la
novelle vague francesa. En Okupas, tal cual menciona mi amigo Danurial en su análisis
sobre la serie (que recomiendo y dejo en la descripción) hay bastante de esto.
La escena del tren. En el episodio 2 nuestros protagonistas se dirigen a Quilmes porque
Ricardo tiene ganas de probar merca. Si, literalmente es como una versión del
conurbano sur de la Ilíada de Homero, pero sin las sirenas ni los ogros, sino con fisuras
y merqueros. Hay un plano secuencia que sigue a los amigos en medio del tren de la
línea Roca, en pleno viaje. Luego ellos se detienen cerca de la puerta e intercambian
palabras mientras los pasajeros van y vienen, y los vendedores de turno suben a hacer su
trabajo. Todo esto se absorbió del neorrealismo italiano y les rinde honor a cineastas de
la talla de Fellini, Vittorio de Seta, y Rosellini.
Esto se parece más a una conversación que a un diálogo. La diferencia es que una
conversación puede ir a cualquier lado y perderse entre tema y tema, sin seguir un hilo
fijo. No obstante, el diálogo tiene claro a dónde va y no se desvía de su eje. Pero acá…
parecen entremezclados, casi al punto de parecer un documental.
Ahora quiero que se pongan a pensar. Eran unos tiempos en dónde esto (insertar algo de
Chiquititas) estaba de moda. El poderío monstruoso de Cris Morena y todas novelas
sinsentido que seguían el mismo patrón. Okupas irrumpió la cadena televisiva con un
nuevo modo de contar historias lejos de clichés y canones establecidos.
Por supuesto, esta técnica no deja de ser un recurso. De hecho, gran parte del guion
sigue a rajatabla las fórmulas clásicas más allá de las excepciones mencionadas. Y es
entonces que nos encontramos a una equilibrada dominación de las artes del diálogo.
Retomemos los dos elementos cruciales: el conflicto y el subtexto. Una de las escenas
en las que mejor queda marcada la línea entre estos elementos ocurre en un
departamento del Docke. Y no, no me refiero al baile “del más poronga”, ni a la pata
sucia esa, más bien hago hincapié en cierto loquito...turbio.
El Negro Pablo fue el antagonista de un momento que supo caracterizar muy bien la
tensión que puede ocasionar un personaje sin escrúpulos, que, más allá de los “códigos
de barrio”, si te tiene que comer el rosquete para lograr su cometido, te lo va a comer.
Esta escena la del mascapito es un antes y un después. Voy a hacer todo lo posible por
analizarla en 30 segundos.
Ocurre en el episodio cuatro y acapara desde el minuto 31:05 al 39:05, teniendo una
duración total de 8 minutos. Se divide en tres actos. Siendo el primero la llegada de
Ricardo al Docke, el segundo su estadía con el Negro Pablo y compañía, y el tercero el
detonante que pone su vida literalmente en juego. En la escena hay uso de subtexto “No
te sientas perseguido” cuando es claramente lo que ocurre, y el conflicto (algo quiere
algo para alguien), en el caso de Ricardo es encontrar al pollo, y en el de El Negro Pablo
castigar al Pollo y a quienes lo rodean. Un choque entre polos que da por resultado
tensión y, en consecuencia, de ello, terror. Más allá del lunfardo, que añade la sensación
de verosimilitud, también hay uso de elementos simbólicos como la anciana (que sirve a
modo de anticipación), el viento que sopla la bandera de Boca seguida de un silencio
extra diegético, y como el día se va tornando más oscuro acorde al ritmo.
Una escena SUBLIME.
La cual me da pie para hablar de...
III Trascender
Estableciendo ya la importancia del lunfardo y su uso en los diálogos, es menester llegar
al quid de este video. Ambos elementos causaron que Okupas cambiará la forma de
hablar de los argentinos. Es más, quizás el verbo “cambiar” suene demasiado
extravagante y hasta sensacionalista, pero tiene más significado cuando esta misma
pregunta fue realizada al director Bruno Stagnaro en una reciente entrevista para el
medio INFOBAE. La nota en cuestión fue realizada por la periodista María Eugenia
Capelo y te dejo el link en la descripción por si estas interesado/a en leerla completa.
Acá se habla de un “Lenguaje tumbero” una especie de lunfardo “villero” que pertenece
más a la marginalidad y no tanto al barrio, sino al lado más oculto del barrio. Una
manera del habla que se repetiría en la ficción como en “El Marginal” y “Tumberos”,
pero que ganó total relevancia con Okupas.
“Sí, y en un punto me genera sentimientos encontrados que eso después se instalara
como un lenguaje tan presente hoy en día. Por un lado, me parece que está bueno, y
por otro lado me incomoda un poco la impostación que muchas veces se hace de eso,
y cómo eso se naturalizó y se transformó casi en un modelo estético del habla, en el
que parecería que cuanto peor hablas, digamos más poronga y demás... Pero bueno,
qué sé yo, me imagino que era algo que estaba subyacente y que, si no emergía de esa
manera, hubiera emergido de otro modo”.
La ficción de canal 7 supo equilibrar los hechos de su época y reflejarlos en diálogos
bien realizados, tanto en lo aleatorio como en lo estructural, que se instalaron en la
sociedad porque entonces el lenguaje requirió un nuevo rumbo. No es algo que sea
excepcional, más allá de que esta destinado a un nicho especifico, la realidad es que
todo lenguaje por norma general siempre se encuentra en cambio. Hoy por ejemplo
enfrentamos u aceptamos el lenguaje inclusivo, mañana vaya uno a saber qué será
aquello que nos llegue (posiblemente una mutación entre el español e inglés). Más allá
de eso, el caso de Okupas es excepcional porque no provino de movimientos políticos,
sino de la coyuntura social que fue expuesta por una miniserie de ficción.
Okupas interpeló y le dio voz a la marginalidad nacional y causó que esa voz se
replicará en distintos ámbitos y ganará fuerza. Todavía recuerdo esos días en el 2002
mientras jugaba a la pelota en la canchita de mi barrio y los pibes te preguntaban si eras
capo o mascapito, lo fantástico es que me llevó casi veinte años encontrar el por qué de
esa pregunta.

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