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ESTUDIOS DE APOCALIPSIS

Introducción
El Apocalipsis es una serie de imágenes reveladoras, dadas a Juan por el Espíritu Santo,
para manifestar a Cristo eternamente victorioso sobre todas las condiciones del mundo, y
por lo mismo para infundir ánimo a los cristianos que vivían en el tiempo de Juan y a los de
todos los tiempos futuros hasta que regrese el Señor. Es un mensaje de amonestación a la
iglesia para que se conserve pura y sin contaminarse con las costumbres mundanas. Es un
mensaje de amonestación a los enemigos de la iglesia, para hacerles saber que finalmente,
con el tiempo, la iglesia triunfará por medio de Cristo, y que todo aquel que se oponga a
ella será quebrantado por el justo poder de Dios. El libro es un mensaje de consuelo para
todos los que sufren: revela que quedarán libres de tristeza y de todo sufrimiento en el
tiempo que Dios ha escogido. Es un mensaje de esperanza para todos los que están
descorazonados: les dice que se reanimen y que estén jubilosos porque Dios no ha abdicado
su trono en favor de ningún hombre ni de ningún poder. El Apocalipsis es un libro
peculiarmente adaptado a cualquier tiempo de gran tribulación o de perplejidad.

La estructura del libro hace que se estudie con mucho interés. La actitud que uno tenga para
con el libro y el punto de vista desde el cual lo considere, determinan la manera en que
tratará su estructura. Algunos intérpretes han dividido el libro en dos secciones generales:
capítulos 1-11 y capítulos 12-22. Unos dicen que los capítulos 12-22 constituyen un
segundo libro que presenta el mensaje del "librito" del cual se habla en 10:1-11; este
mensaje es el que le fue encargado a Juan para que lo entregara a otros pueblos, naciones,
lenguas y reyes. Que el libro debe ser dividido o no en esta parte, es un asunto todavía
controvertible. Aquí hay un cambio de movimiento en el libro; la rapidez de la acción
comienza en el capítulo 12 y va aumentando su intensidad hasta que el clímax de la victoria
se alcanza en los capítulos finales.

Algunos intérpretes creen que el libro debe dividirse en siete partes, excluyendo el prefacio
y la conclusión. Descubren que el número "7", que representa lo completo, también

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aparece en la estructura del libro. Por ejemplo, Moulton presenta en séptupla
consideración El Trono, Los Sellos, Las Trompetas, El Triunfo, Las Copas, La Palabra de
Dios, y La Nueva

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Jerusalén, con prólogo y epílogo. De semejante manera Dana presenta, con prólogo y
epílogo, siete episodios desarrollados alrededor de los símbolos, y sugieren Majestad,
Juicio, Amonestación, Conflicto, Retribución, Consumación y Destino. Poco después
divide cada uno de los primeros seis episodios en siete partes, y divide el séptimo episodio
en dos partes: los inicuos y los redimidos.

Desde el principio mismo del libro la acción está dominada por Cristo, quien es presentado
como el Cordero que ha sido muerto y todavía vive. Por esta razón la presente obra está
dividida de manera tal que puede presentar a este Cristo como el personaje central, y como
el Cordero redentor por medio del cual el pueblo de Dios obtiene la victoria: "Digno es el
Cordero."

Prefacio, 1:1-8

Las palabras con que principia el libro declaran que éste es la revelación de Jesucristo.* El
escritor piensa que este libro es una revelación que pertenece a Cristo y que es revelada por
medio de éste a los lectores; él es el Revelador, también el que está revelado en el libro; en
este

libro se ha quitado el velo que cubría a Cristo, y él ha sido descubierto o expuesto a la vista
de los seres humanos. Así, pues, Juan no consideró esta revelación como la "Revelación de
Juan" o el "Apocalipsis de San Juan" como lo indica su título en nuestras versiones
comunes. En otros apocalipsis judíos la revelación se atribuye a alguno de los grandes
hombres de Israel: Abraham, Esdras, Moisés, Enoch, Baruch, etc. Juan atribuye esta
revelación directamente al Cristo que se la revela; y Juan es únicamente el escriba. El
mensaje es del Señor resucitado, y Juan anhela que las iglesias entiendan esto con claridad;
pues solamente el claro entendimiento de esto puede ayudarlas a recibir el mensaje de
esperanza y consuelo que este libro les depara. Este es un mensaje que Dios dio a Cristo
para que lo mostrara o lo demostrara a sus siervos.

Esto es una revelación de las cosas que deben suceder presto. La naturaleza del reino de
Dios es tal que no puede sufrir una derrota: parecía que iba a sufrirla cuando Juan estaba en
la isla de Patmos, a menos que Dios interviniera prestamente; y este mensaje dice que Dios
vendría prestamente a libertar a su pueblo.

Ya se ha discutido la construcción gramatical griega en conexión con el método

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futurista de interpretar este libro; y es conveniente que aquí hagamos un breve repaso de
este asunto. El verbo traducido "deben" o "han de" o "es necesario", es un verbo impersonal
que indica que una necesidad moral está implícita: la naturaleza del caso es tal, que las
cosas reveladas aquí deben suceder presto. El tiempo aoristo del infinitivo "suceder" agrega
a la verdad la idea de que es necesaria la acción inmediata. La frase prepositiva traducida
"presto", o "pronto", significa exactamente lo que quieren decir "presto", "pronto" "en
breve". Si Juan hubiera dicho: "dos mil o tres mil años", los cristianos habrían pensado que
sería demasiado tarde: que las cosas reveladas en este libro debían suceder presto, o la
causa estaría perdida, porque Domiciano podría extirpar por completo el cristianismo.

Por lo tanto, fracasa cualquier intento que se haga para que esta frase prepositiva sólo
signifique "ciertamente"; pues si esto hubiera significado no habría proporcionado ningún
alivio a las iglesias que estaban en aquellas condiciones aflictivas. Las iglesias necesitaban
la seguridad de que recibirían ayuda en ese mismo tiempo en que les hacía falta; no en
algún milenio del distante e incierto futuro.

La revelación fue "declarada" por Cristo, por medio de su ángel, a su siervo Juan. La
palabra traducida declaró quiere decir: mostrar por signos. Al hacer esta explicación
comenzamos a entrar en la consideración de la naturaleza del libro. Es una revelación (es el
hecho de quitar el velo) del mensaje de Dios, por medio de signos (símbolos). Esto debe
recordarse y tenerse presente siempre, si es que se quiere conocer la verdad del libro.
Llegamos a conocer su mensaje, no por entender literalmente sus palabras, sino por la
interpretación de los símbolos; pues es un libro divino de cuadros o imágenes.

El agente humano escogido para dar este libro a las iglesias es Juan, quien más tarde se
identifica, según el versículo 9, como contemporáneo de sus lectores. Por lo pronto se
identifica como el Juan que antes había dado testimonio de Palabra de Dios (versículo 2):
esta expresión es típica del concepto que Juan tenía del Cristo encarnado (Jn. 1:1-1).

Es de notarse que en este libro se pronuncian algunas bienaventuranzas para quienes


debidamente reciben su mensaje. La palabra bienaventurado denota la condición bendita de
una persona, por causa de la vida espiritual interior. La palabra es igual a la que se usa en el
Salmo Primero para describir al varón piadoso; y es la misma que usa nuestro Señor Jesús
en "Las Bienaventuranzas" que se mencionan en Mateo 5. Las bienaventuranzas que
citamos a continuación forman una serie de las que hay en el Apocalipsis:

1:3 —"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan
las cosas en ella escritas."

14:13—"Bienaventurados los muertos que de aquí adelante mueren en el Señor." 16:15


—"Bienaventurado el que vela, y guarda sus vestiduras..."
19:9 —"Bienaventurados los que son llamados a la cena (de las bodas — V. H. A., V. M.)
del Cordero."
20:6 —"Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección."
22:7 —"Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro." 22:14
—"Bienaventurados los que guardan sus mandamientos," ("los que lavan sus ropas," —

V. H. A., V. M.), "para que... entren por las puertas en la ciudad."

Estudio 2

Juan comiena con una bienaventuranza para aquellos que reciben la revelacion de Cristo y
terminan con aquellos que han lavado sus ropas y entran a la ciudad celestial. En la primera
bienaventuranza se hace referencia a la manera en que las iglesias pueden llegar a conocer
la revelación: por medio de la lectura pública. Se anuncia que serán bienaventurados tanto
el que lee, como los oyentes que escucharen entendiendo (este es el significado de la
construcción gramatical), y quienes guardaren las cosas escritas en este libro. Juan estaba
pensando en las iglesias de Asia; y no puede haber duda de que el libro fue, principalmente,
para los cristianos que vivieron al fin del primer siglo.

La declaración con que termina el versículo tres, porque el tiempo está cerca, es una
reafirmación de la verdad de que el mensaje es una revelación de los eventos que van a
ocurrir pronto; una revelación: como si se quitara un velo de estos acontecimientos. Esto no
quiere decir que cada detalle mencionado en el libro va a tener un cumplimiento inmediato;
pues a Juan no le fue revelado el intervalo de tiempo que transcurriría entre el comienzo del
auxilio que recibirían los cristianos, y su culminacion final; y ni Juan ni los otros cristianos
necesitaban saberlo. Lo que necesitaban era la seguridad de que pronto recibirían ese
auxilio y de que de ellos sería la completa y final victoria. Esto es exactamente lo que se les
dio: la seguridad.

v. 4-9

El saludo que está en el versículo 4 es característica de las cartas que se escribían en aquel
tiempo. El escritor desde luego se identifica, y él mismo se dirige a las siete iglesias de
Asia. como si tuviera delante de sí al grupo de angustiados cristianos, les dice que les desea
gracia y paz de Dios. Estas palabras, "gracia y paz", son las que se acostumbraba usar
como saludo; y se usan en la mayor parte de las epístolas del Nuevo Testamento. Aparecen
en el orden en que están porque no puede haber paz en el corazón del hombre sino hasta
que la gracia haya realizado su obra; pues la gracia es la obra redentora de Dios en el
corazón del hombre, inmerecida por éste; y la paz es la condición como resultado
permanente que sigue a la obra de gracia. Aquí se habla de la gracia y de la paz como
procedentes del que es y que era y que ha de venir. Este concepto el que es y que era…
acerca de Dios, era característico de los judíos; además, es una buena reproducción de lo
que significa la palabra hebrea que se usa para el nombre Jehová: "el que existe
eternamente." También se indica que esta gracia y esta paz deseadas proceden de los siete
Espíritus que están delante del trono de Dios. Esta expresión se usa probablemente como
un método apocalíptico de referirse al Espíritu Santo, ya que el número siete indica
perfección.

Además, la Tercera Persona de la Trinidad no queda omitida, pues se hace notar que la
gracia y paz deseadas también proceden de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los
muertos, y príncipe de los reyes de la tierra. Es interesante notar que, a pesar de un
ambiente en el que se procuraba hacer obligatoria la adoración al emperador, se hace la
declaración de que Jesús es el príncipe de los reyes de la tierra. Algunos reyes temporales o
emperadores han creído que tienen poder y autoridad divinos; pero superior a ellos existe
Cristo una Persona igual a Dios, que gobierna también a los reyes. Al que nos amó se le
atribuyen la gloria y el imperio eternos. La prueba de su amor continuo se descubre en el
hecho de que nos ha lavado de nuestros pecados, con su sangre. Esto es nada menos que
una referencia a la muerte de Cristo consumada cuando fue sacrificado en la cruz: lo cual es
la manifestación histórica del amor eterno y del carácter redentor de Dios. La realización de
este sacrificio aseguraba el eterno señorío de Cristo, en lugar de un señorío breve y
temporal como el de Domiciano, quien con tanto empeño estaba procurando aniquilar al
cristianismo.

Se describe a Cristo regresando de la manera en que se fue (V. 7). La declaración: He aquí
que viene con las nubes, se refiere a la esperanza que tenían los cristianos de que se
cumpliría la promesa que habían hecho los ángeles, según Hechos 1:11. La afirmación de
que todo ojo le verá nos infunde la seguridad de que su venida será un hecho contundente,
evidente por sí mismo, y la de que todos los seres humanos se darán cuenta de su realidad y
de su significado; hasta quienes fueron responsables de la muerte de Cristo reconocerán la
trascendental importancia de su regreso. La unión de las tres personas de la Trinidad,
juntamente con la aserción de que Dios es Todopoderoso, según lo dice el versículo 8,
sirven para otorgar la más fuerte autoridad divina al mensaje que Juan está a punto de
entregar: un mensaje que viene del omnipotente y eterno Dios.

Estudio 3

Capítulo 4 – El Cordero (Apocalipsis 1:9-20)


El párrafo que comienza con el versículo 9 y se extiende hasta el versículo 20 es una
presentación de Cristo, del Cordero redentor, que desempeña la parte principal del
argumento de este libro. Quizás nada podría haber servido mejor para vivificar la esperanza
de los angustiados cristianos que esta visión del Cristo triunfante y glorificado. Este
conocimiento produjo los mismos efectos en Juan.

Juan estaba en la isla de Patmos sufriendo el exilio por haber permanecido leal a la Palabra
de Dios y a la práctica de dar su testimonio acerca de Jesucristo. Esto significa que Juan
estaba cumpliendo la sentencia que contra él había dictado el imperio, porque se había
negado a obedecer las órdenes de adorar al emperador. La tradición cristiana primitiva
confirma lo que acaba de ser dicho. De esa manera Juan era un participante en la
tribulación que estaban experimentando los cristianos que vivían en Asia, participaba en el
reino de Dios, y también en la paciencia que viene de Cristo Jesús. Estas tres cosas se
presentaban ante Juan y sus lectores como realidades existentes en el tiempo en que ellos
estaban viviendo: no como algo que podrían experimentar más tarde.

Juan fue en el Espíritu. Indudablemente esto se refiere a la naturaleza de su experiencia.


Juan estaba en medio de una gran turbación y tribulación, y, sin embargo, continuaba en
comunión con el Espíritu de Dios y bajo su poder y dirección divinos. La palabra usada en
el original, de la cual se traduce "tribulación", expresa la idea de moler el trigo en un
molino hasta triturarlo, expresa la idea de aplastar y machacar las uvas en un trujal para
preparar el vino. A primera vista parece que la opresión que precede del exterior tritura y
destruye; pero en realidad y finalmente hace que el trigo (como en el caso de la harina) y la
uva (como en el caso del vino) rindan un servicio más grande. Lo mismo estaba sucediendo
con Juan y sus amigos: parecía que la persecución estaba triturándolos y destruyéndolos;
pero lo único que estaba haciendo en realidad, era prepararlos para que rindieran un
servicio más eficaz. ¡Cuán frecuentemente el pueblo de Dios ha descubierto, en su
experiencia cristiana, que sus tribulaciones están obrando de la misma manera! Esta es una
de las verdades más hermosas del Nuevo Testamento.

Juan tuvo esta experiencia en el día del Señor* día en que el pueblo cristiano se reunía para
tener sus cultos y adorar a Dios. Así pues, era el día de la adoración al Señor cuando el
corazón de Juan suspiró por estar con aquellos cristianos que habían dependido de él para
recibir consuelo y dirección espiritual; y mientras reflexionaba acerca de su condición y de
la de sus hermanos y del resultado de todo lo que estaba sucediendo, oyó una voz que, en
esencia, le dijo: "No puedes estar con tus hermanos; pero puedes enviarles un mensaje: un
mensaje que yo te daré."

Juan describe la voz que oyó: como de trompeta: la nota de triunfo sonaba antes de que
Juan identificara al que hablaba. Se volvió para ver al que hablaba, y vio al Cristo viviente,
al cual había visto por última vez hacía más de sesenta años: antes de que ascendiera del
Monte de los Olivos hasta su Padre que lo había enviado. El Señor se le había aparecido
antes a Juan: la tarde del día de la resurrección, en el aposento alto, cuando en su
experiencia como cristiano estaba pasando por pruebas muy difíciles. Cuando los discípulos
regresaban de una infructuosa noche de pesca —con las manos vacías, las redes sin peces y
el corazón entristecido— el Señor se les apareció en la ribera, donde ya les tenía preparado
un pez y pan para mostrarles que todavía podía proveer lo necesario para sus seguidores,
como lo hizo en los días de su carne cuando multiplicó los panes y los peces para satisfacer
las necesidades de ellos. Además, cuando Juan está experimentando ese trágico desaliento,
Jesús aparece con un mensaje de esperanza; y esta vez su apariencia es diferente.

Al oír esa voz como de trompeta, Juan se volvió, y vuelto, vio al Cristo trascendente y
triunfante: estaba vestido con una ropa talar y ceñido con un ceñidor de oro: vestiduras de
sacerdote y de rey. Su cabello era blanco como la lana blanca, como la nieve: blancura que
está considerada como símbolo de su santidad. Sus ojos eran penetrantes como llama de
fuego: lo cual es símbolo de que tiene una vista penetrante, y significa omnisciencia. Sus
pies eran semejantes al latón fino ("bronce bruñido", V. M.), el cual es el símbolo de la
fuerza; ese latón era el metal más fuerte que se conocía en el tiempo de Juan. Su voz era
como el ruido de muchas aguas: siendo esto un símbolo de la autoridad que tiene sobre los
pueblos y naciones. Su rostro tenía una brillantez como la del sol cuando resplandece en su
fuerza, es decir, a mediodía: simbolizando así su majestad. En su mano derecha tenía siete
estrellas: con lo cual se simbolizaba el destino que debían tener las iglesias al quedar bajo
el cuidado de los pastores. De su boca salía una espada aguda de dos filos: para simbolizar
el exacto y perspicaz juicio que se hará de los hechos de los hombres. Estaba en medio de
los siete candeleros de oro: los cuales son el símbolo de las iglesias. Ciertamente, no
vamos a suponer que esta es la apariencia de Cristo en la actualidad: si así la tuviera, sería
una apariencia grotesca. Por medio del significado del símbolo podemos darnos cuenta
exacta de lo que significa la visión y de la seguridad gloriosa concedida a Juan y a sus
compañeros que sufrían. Quiero dar un significado de la visión: un Cristo viviente, santo,
majestuoso, omnisciente, con autoridad, poderoso, está en medio de las iglesias, con su
mano dirige el destino de ellas, y les dice: "No temáis. Yo estaba muerto; pero ahora vivo
para siempre. Además, en mi mano tengo las llaves de la muerte y del sepulcro. No tengán
temor de ir a cualquier lugar del cual yo tengo la llave; puede ser que seáis perseguidas
hasta que muráis, sin embargo, yo sigo siendo vuestro rey." Las iglesias estaban tan
atemorizadas que casi llegaban a la desesperación: y se les dice que ya no teman. En
seguida se les da la razón para que dejen de temer: Cristo vive, y tiene bajo su dominio toda
la situación.

Este Cristo glorificado y triunfante domina en todos los actos o incidentes que se tratan en
el libro. Puede ser que en la actualidad algunos que se dicen "maestros de profecía" tengan
dudas en cuanto al éxito de la lucha que hay entre el bien y el mal; pero nunca hubo
ninguna duda en la mente de Aquel que dio esta revelación a Juan. Cristo, el Cordero
redentor, es el triunfador en todo el sentido de la palabra. Esta verdad es el encabezamiento
de la historia del conflicto, y ya sabemos cuál es el resultado, aunque algunas veces en el
desarrollo del relato parezca que los ejércitos del mal están obteniendo la victoria.
Estudio 4

EL CORDERO Y LAS IGLESIAS (Apocalipsis 2:1-3:22)


Esta parte del libro es totalmente epistolar. Son cartas dirigidas a 7 iglesias de asia menor.
Basados en esto se puede afirmar que el libro debe interpretarse de una manera que haya
sido significativa y provechosa para los primeros que recibieron el mensaje. En
consecuencia, rechazo la opinion, de que las siete iglesias representan siete etapas en el
desarrollo de la apostasía de la iglesia; pues esta opinión no ayuda a realizar los propósitos
del libro y está en conflicto con las enseñanzas de Jesús. Al sostener nosotros la opinión de
que se trata de siete iglesias en realidad, no queremos decir que en ese tiempo hubiera
solamente siete iglesias en Asia Menor; pues había muchas iglesias en ese territorio, el cual
había llegado a ser la fortaleza de las actividades cristianas en el Imperio Romano. Pero
esas siete iglesias eran las representativas de todas las demás, y estaban estratégicamente
situadas para difundir ese mensaje por todos los lugares de Asia Menor. El número "7"
sugiere la idea de lo completo, de lo que abarca todo lo que se quiere, por lo mismo el
mensaje de este libro es para todas las iglesias de Asia Menor. Las condiciones de que se
trata en estas cartas que escribió Juan en el Apocalipsis, eran las que caracterizaban a
muchas iglesias. Una de las cosas maravillosas de este libro es la impresión que da: que las
condiciones que existen en las iglesias de todas las épocas, el siglo veinte inclusive, se
ilustran con las condiciones de aquellas iglesias. Por lo mismo el mensaje es de aplicación
universal. Así pues, dondequiera que existan esas condiciones, con toda propiedad podrá
ser aplicado el tratamiento correctivo que sea más conveniente. Estas cartas se entienden
mejor cuando se estudian teniendo en cuenta las condiciones que en ese tiempo prevalecían
en aquellas ciudades; pues las condiciones de las ciudades se reflejan en las iglesias.

Hay algunos importantes asuntos de naturaleza general que deben ser observados al
estudiar las cartas que fueron enviadas a las siete iglesias. Nóte que en cada caso la carta
está dirigida al "ángel" de la iglesia. Se han presentado muchas sugestiones en cuanto al
significado del término "ángel"; y algunos intérpretes sostienen que este término significa
el espíritu o el destino de la iglesia, algún mensajero que la iglesia había enviado a visitar a
Juan que estaba en Patmos, o el "ángel guardián" de la iglesia. Posiblemente la mejor
opinión es la que dice que el término se refiere al anciano o pastor encargado de la iglesia.
Los escritos del Nuevo Testamento, así como otros, enseñan que las iglesias algunas veces
tuvieron varios pastores, y que cada uno tenía sus respectivas responsabilidades para hacer
que el grupo continuara existiendo. El ángel de la iglesia, por lo tanto, es el pastor que
estaba a cargo de dicha iglesia: él tenía la responsabilidad de presentar el mensaje de este
libro a la iglesia de la cual estaba encargado, él dirigía el candelero cuando enviaba la luz
de Cristo a un mundo tenebroso.

Cada una de las cartas sigue un modelo definido: la identificación del remitente (Cristo) es,
en cada carta, una parte de la descripción del Cristo glorificado al cual se alude en el
capítulo primero: él declara que conoce íntimamente a cada iglesia, la alaba por cada cosa
que merece elogio, se queja contra ella cuando así es necesario y le da su consejo. Todo
esto va seguido por una promesa para los fieles. El contenido y el orden varían en las
cartas, mas en todas ellas puede notarse que predomina una forma común.
I. EFESO: LEAL; PERO NO COMPLETAMENTE, 2:1-7

En el tiempo en que este libro fue escrito, Éfeso era una grande y opulenta ciudad de Jonia.
Toda clase de gente vivía allí: tanto doctos y ricos, como pobres y analfabetos. La
condición general de vida era como la de una ciudad rica, culta, y corrompida. No se nos
dice por qué la iglesia que estaba en Éfeso fue la primera en ser escogida de entre las siete
iglesias; sin embargo, puede ser que haya sido escogida como la primera porque la ciudad
de Éfeso estaba naturalmente situada en el lugar más apropiado del continente para
comenzar desde Patmos la transmisión de un mensaje circular. Si se concede que el
Apocalipsis fue escrito por Juan el hijo de Zebedeo, se encontrará una indicación favorable
a la tradición que afirma que durante un cuarto de siglo Juan había sido el guía principal de
los cristianos que vivían en Éfeso. La historia de la organización y de las primeras
actividades de esta iglesia está consignada en el libro de los Hechos, capítulos 18 al 20; y se
calcula que esta iglesia ya había tenido cuarenta o cuarenta y cinco años de actividad
cuando le fue enviado este mensaje apocalíptico.

IDENTIFICACION, 2:1

El Señor, llevando las siete estrellas en su mano derecha y andando en medio de los siete
candeleros de oro, se presenta a la iglesia que estaba en Éfeso. Esto coloca al Señor en una
posición que no deja lugar a duda en cuanto a que él conoce el futuro de la iglesia: él está
allí y sabe lo que está sucediendo; el está cuidándola, y en su mano derecha sostiene el
destino de ella, así como también el destino de su pastor: estando unidos íntimamente
ambos destinos; también observa cada uno de los defectos y de las virtudes de la iglesia, y
pronuncia un mensaje que le ha de ser revelado a ella.

ALABANZA, 2:2, 3, 6

Es interesante notar que en estas cartas cuando en una iglesia hay alguna cosa digna de ser
alabada, el Señor la menciona al principio. Había muchas cosas por las cuales la iglesia que
estaba en Éfeso podía ser alabada.

1. Fidelidad en la práctica. Yo sé tus obras, y tu trabajo, y paciencia. Obras probablemente


se refiere al servicio que en realidad estaba rindiendo esa iglesia en ese tiempo. Esa iglesia
era activa y agresiva. El trabajo de que se habla aquí significa algo más intenso que obras:
la palabra original que se traduce trabajo significa el esfuerzo que a costa de sufrimiento
produce una obra. Las obras eran producidas por esos cristianos mediante grandes
dificultades que los hacían sufrir. La palabra trabajo es como el eco de los gritos de
angustia que brotaban del pecho de aquellos cristianos al tratar de caminar hacia adelante
para llegar a un fin deseado. Esta era una iglesia trabajadora. La palabra paciencia revela la
actitud de aquellos cristianos, una actitud de persistencia en aquellos trabajos mediante los
cuales eran producidas las obras aludidas; esta palabra, en el Nuevo Testamento, no
significa inactividad; no significa que uno se cruza de brazos y queda esperando lo que
venga; literalmente significa: "permanecer debajo"; significa también: estarse uno o
quedarse bajo la carga pesada, sostenerse firme enfrente de cualquier dificultad. Las tres
palabras juntas producen una fuerte impresión de fidelidad en la práctica y son más
significativas porque fueron pronunciadas por los labios del Cristo trascendente.
2. Fidelidad en la doctrina. Tú no puedes sufrir los malos; esto indica que los maestros del
gnosticismo habían ganado unos pocos adeptos en Éfeso. Aquellos falsos maestros habían
llegado declarando que eran apóstoles auténticos, misioneros; pero la iglesia los había
puesto a prueba y los había expulsado por haber descubierto que eran impostores. Los
cristianos efesios, por ser leales al nombre de Cristo, habían sufrido mucho: no se habían
cansado con tantas dificultades producidas por la persecución ni por la intromisión de la
falsa doctrina. Pablo dijo cierta ocasión a los gálatas inconstantes: "No nos cansemos, pues,
de hacer bien" (Gál. 6:9). Pero los cristianos que vivían en Éfeso no necesitaban esa
amonestación porque tenían muchas energías en reserva.

Los hechos de los nicolaítas habían encontrado en Éfeso una emoción que solo puede ser
descrita como aborrecimiento: una ira justa contra toda iniquidad. El Cristo viviente
participa de la actitud de los cristianos efesios hacia los nicolaítas, porque también
experimenta un constante desagrado contra toda clase de mal. No se ha identificado
exactamente a los nicolaítas; sin embargo, por la relación que tenían con quienes seguían la
doctrina de Balaam (2:14, 15) parece que sus errores consistían en sostener algunas formas
de antinomianismo. Cualquiera que haya sido esa falsa doctrina, era aborrecida tanto por
Cristo como por los cristianos que vivían en Éfeso.

Toda esta alabanza inclina a uno a dudar de que en esa iglesia haya habido algunos errores;
pues realizaba sus obras de servicio a pesar de las dificultades, había expulsado a los falsos
maestros, había odiado el pecado, no se había cansado de hacer la obra del Señor. Esto es lo
que se debía esperar de una iglesia que había sido bendecida con los servicios de grandes
directores como Pablo, Apolo, Priscila y Aquila, Timoteo, y Juan el discípulo amado. Pero
el Señor mira con una penetrante mirada como si fuera llama de fuego y descubre un gran
pecado.

QUEJA, 2:4

Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor; esta breve declaración abarca todo el
asunto. Un estudiante, cuando entregó a su maestro un trabajo escrito que debía hacer
basándose en este pasaje bíblico dijo acertadamente aunque sin reverencia: "¡Se acabo la
luna de miel!" La iglesia había abandonado aquel fervor y aquel amor que habían sido las
características de sus primeras experiencias como congregación de cristianos: habían estado
realizando el activo programa de una iglesia agresiva, pero habían abandonado el verdadero
objeto de la adoración. Cuando el amor a Cristo, como motivo de la adoración, está
ausente, el servicio significa muy poco. ...

CONSEJO 2:5, 7a

El consejo que Cristo da a la iglesia que estaba en Éfeso bien puede resumirse en tres
palabras: recuerda, arrepiéntete, vuelve. Recuerda el gozo que tuviste antes y el deleite que
experimentaste por causa de tu amor a Cristo y a su obra; recuerda la fuerza de aquel amor
que te impulsaba a realizar lo bueno. Arrepiéntete de la condición en que estás por la cual
das tu servicio sin amor, condición a la que has permitido reptar hasta el interior de tu vida:
esa condición es el enemigo mortal que impide desarrollar un trabajo efectivo en el reino
del Señor; vuelve a ese estado original de servicio impulsado por un corazón amoroso.
Cristo advierte a la iglesia que si no vuelve a ese primer estado, está perdiendo derecho a
existir como iglesia, y la amenaza con quitar su candelero del lugar en que está. El
candelero es la iglesia (1:20), y no tiene derecho a existir si no va a realizar los propósitos
que Cristo tiene. ¡Esta amonestación es muy fuerte para cualquier iglesia!
La primera parte del versículo 7 sirve para efectuar la transición de la amonestación a la
promesa: El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Los que tienen
percepción espiritual son amonestados para que escuchen. Este mensaje no es simplemente
el mensaje de un hombre: es el Dios eterno quien habla y pronuncia su amonestación contra
el mortífero peligro de la apatía espiritual.

PROMESA, 2:7b

Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de
Dios. El concepto de triunfo es una de las ideas dominantes en el libro del Apocalipsis;
significa: triunfar de las circunstancias en que uno se encuentra. Según el contexto en este
libro, parece que significa vivir una vida de servicio a Dios porque esta clase de servicio
brota de un corazón lleno de amor. El Señor promete el fruto del jardín de Dios a quien está
viviendo esa clase de vida. Por medio de ese símbolo dice: "Yo daré alimento espiritual y
sostenimiento al que me sea fiel." Dios nunca defrauda a su pueblo cuando este sufre
necesidad: Dios puede dar a su pueblo todo lo que necesite, pero espera que este pueblo
viva una vida victoriosa.

Estudio 5

II. ESMIRNA: SANTOS QUE SUFREN, 2:8-11

Esmirna, durante muchos años, había sido una ciudad próspera; una vez estuvo sumida en
la obscuridad, pero fue reconstruida por Alejandro el Grande y por Antígono: entonces, casi
al mismo tiempo llegó a ser una ciudad rica y notable, y se conservó en esta condición
mucho tiempo después del período del Nuevo Testamento. No tenemos ningún informe
referente a la organización de la iglesia que había en ese lugar: tal vez se organizó cuando
Pablo, al estar en Éfeso, de la sinagoga que allí había separó y llevó consigo a unos
cristianos porque los judíos

que no se habían convertido maldecían el Camino del Señor delante de la incrédula


*
multitud. La historia nos habla de la persecución que hubo contra los cristianos en esa
ciudad y del martirio de Policarpo: su martirio ocurrió en el siglo segundo, pero el pudo
muy bien haber sido pastor en Esmirna cuando esta carta fue escrita. Es interesante notar
que solamente cosas buenas se dicen de esta iglesia.

IDENTIFICACION, 2:8

El Señor se identifica como el primero y el postrero, que fue muerto y vivid. De esta manera
el Señor declara a esos cristianos que él había estado en todos los sufrimientos que habían
estado padeciendo; porque él conocía directamente estas cosas estaba bien capacitado para
consolarlos y para infundirles seguridad.
ALABANZA Y CONSUELO, 2:9, 10a

Cristo entreteje un dechado de aprobación y consuelo; la aprobación se deriva, en parte, del


silencio: no tiene ninguna queja contra estos cristianos. Además, Cristo sabe que ellos están
sufriendo tribulación: esta palabra, previamente discutida, retrata la opresión exterior que

amenaza con la ruina a esos cristianos. Cristo conoce la pobreza en que están: esa pobreza
indudablemente se refiere a la confiscación de las propiedades de los cristianos llevada a
cabo por Domiciano como un medio de persecución: estos cristianos que vivían en Esmirna
habían perdido todas sus posesiones materiales, y Cristo, que ve y conoce todas las cosas,
les dice: pero tú eres rico. La riqueza, la verdadera riqueza, es el enriquecimiento del
carácter, no el hecho de poseer el oro. En este sentido la iglesia que había en Smirna era
verdaderamente rica. El Señor conoce la blasfemia de los que se dicen ser judíos: esto
quizás se refiere a los judíos que habían logrado que no se les persiguiera ni se les
confiscaran sus bienes materiales, porque habían contemporizado con las autoridades. La
religión de los judíos estaba reconocida como legal, y porque ellos oraban a favor del
emperador quedaban a salvo de los sufrimientos que los cristianos padecían. Esos judíos se
burlaban y hablaban mal de los cristianos, quienes habían perdido todo, menos su lealtad a
su religión. Cristo dice que esos judíos en realidad no son judíos que son sinagoga de
Satanás: son gente del diablo.

Es interesante observar en el versículo 10 que el Señor no promete a los cristianos que les
evitará las dificultades; al contrario, les advierte que sobre ellos caerá un nuevo diluvio de
sufrimientos y tentaciones para que abandonen su religión; serán tentados por una rigurosa
persecución exterior durante diez días: el número diez simboliza aquí una tribulación
rigurosa en extremo, severísima, completa. El Señor no les ofrece que evitará las
dificultades, porque el hecho de sobreponerse a las dificultades es el medio para formar el
carácter.

PROMESA, 2:10b, 11b

La promesa del Señor es doble: Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida...
El que venciere, no recibirá daño de la muerte segunda; Cristo dice a los cristianos que
viven en Smirna que no tengan miedo a la muerte, porque la vida eterna los espera; y él les
dará la corona de la vida: un premio por haber ganado una carrera. Aquellos cristianos no
serían dañados por la muerte segunda, la cual simboliza el eterno castigo. El incrédulo
muere y encuentra a la otra muerte que lo está esperando; pero el creyente muere y
encuentra la vida eterna. Aquí, como siempre, la promesa es para la vida triunfadora.

EXHORTACION, 2:11a
Aquí, como en otras cartas, la exhortación es contra el peligro de la apatía espiritual: El

que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

III. PERGAMO: MORADA DE SATANAS, 2:12-17


La historia dice que Pérgamo era una ilustre ciudad de Misia, entregada casi completamente
a

las riquezas y elegancias. Esta ciudad era el centro principal de la adoración al emperador:
1
era la principal ciudad de la provincia, y aquí estaba ubicado el "concilio" que tenía a su
cargo los asuntos que se relacionaban con la religión del estado y con las ofrendas de
incienso que se ofrecían ante la imagen del emperador. La ciudad siempre había sido leal a
Roma, de aquí que fuese natural que se mostrara inexorable en su persecución contra los
cristianos. No tenemos informes en cuanto a la organización de esta iglesia.

IDENTIFICACION, 2:12

El Señor se identifica como el que tiene la espada aguda de dos filos. Esto puede encerrar
un doble simbolismo: puede representar su habilidad para proteger a los cristianos aun en
medio de la persecución y donde los mártires estaban cayendo; y también puede simbolizar
que tienen poder para dar su fallo en un juicio. La idoneidad de esta posibilidad radica en
que la iglesia que había en este lugar estaba dando albergue al error. El Señor llega con la
espada de su boca — lo cual representa que puede juzgar con perspicacia y exactitud los
hechos de los hombres— para habérselas con los falsos maestros.

ALABANZA, 2:13

Cristo alaba a la iglesia por su fidelidad aunque padece bajo extremas dificultades, pues se
halla ubicada en la ciudad donde está la silla de Satanás; ("el trono de Satanás" V. M., V.
H. A., N. P.). El año 29 a. de C. en Pérgamo se había erigido un altar para adorar a Augusto.
La ciudad se había conservado como el centro de la religión del estado, y por lo mismo se
habla de ese lugar como del lugar "donde está el trono de Satanás". La alusión a la muerte
de Antipas indudablemente se relaciona con el bien conocido martirio que muchos
cristianos padecían en el altar de los inciensos porque se negaban a adorar al emperador;
otros muchos estaban cayendo como él. El martirio de Antipas había sido tan notable que
llamó la atención del Señor. Teniendo en cuenta la frase calificativa, mi testigo fiel, que se
aplica a Antipas, alguien ha sugerido que este ha de haber sido el pastor de la congregación
cristiana que había en Pergamo. Esta opinión es interesante; pero es dudosa.

Los cristianos habían conservado firme y constantemente el nombre de Cristo: su nombre


representaba su personalidad. El uso del nombre Kúrios Kaísaros (Señor César) en
oposición al nombre Kúrios Xristós (Señor Cristo) servía de prueba en esos días. Aceptar al
Señor César significaba estar exento de persecución: en cambio, adherirse al Señor Cristo
significaba lealtad a él, pero persecución de parte de los enemigos. Por ser leales a su Señor
Cristo, los cristianos que formaban la iglesia que estaba en Pérgamo fueron elogiados;
también lo fueron porque no negaron la fe de Cristo: al hablar de la fe de Cristo quizás se
hacía referencia a todo el alcance de la religión de aquellos cristianos, a la creencia que
tenían en la obra redentora que el Señor había consumado, y a la supremacía de él como
Señor. Porque esos cristianos eran fieles, aunque serlo significara estar en grandes peligros,
el Señor los alabó.
QUEJA, 2:14, 15

No todos los miembros de la iglesia eran tan leales como lo era el grupo, el cual como un
todo fue alabado, pues la herejía había penetrado: en el grupo había algunos que tenían la
doctrina de Balaam; en el libro de los Números capítulos 22, 23 y 24 se nos enseña que
Balaam estaba procurando obtener ganancias materiales a cambio de la pérdida de valores
espirituales: el mostró a Israel el camino que lo conduciría a la adoración de los ídolos y a
la práctica de la vida impura. Algunas de las personas que había en la iglesia de Pérgamo
estaban haciendo la misma cosa: para asegurar la protección material de sí mismos y de sus
propiedades entraban en componendas religiosas, aconsejaban a otras personas que
practicaran la adoración idolátrica (o sea el culto al emperador) para que no fueran
perjudicadas, enseñaban que uno debía vivir una vida de maldad para poder ser amigo de
los romanos y por lo mismo no ser perseguido. La historia de esa clase de gente se resume
en la frase que sigue: errónea creencia,

errónea conducta. Por medio de la historia eclesiástica se ha comprobado muy a menudo


que esto es cierto. La combinación de las enseñanzas heréticas de los balamitas y de la vida
herética de los nicolaítas había producido en Pérgamo una mala condición: tan mala que el
Señor no podía tolerarla y por lo mismo exhortó a los verdaderos cristianos, que eran
miembros de la iglesia, a no tolerar a dichos herejes.

EXHORTACION, 2:16, 17a

La iglesia recibió la exhortación de que se arrepintiera de su actitud de tolerancia de esos


pecados y de su falta de severidad para tratarlos; y el Señor dijo que él estaba decidido a
que si la iglesia no hacía nada para eliminar el mal, él personalmente haría algo: vendré a ti
presto, y peleare contra ellos con la espada de mi boca; ("haré guerra contra los tales" V.
M.; "contenderé con ellos" N. P.). No se dice claramente qué es lo que iba a hacer; pero no
deja ninguna duda de que tiene todo el poder necesario para resolver correctamente aquella
situación. Por lo mismo agrega: El que tiene oído, oiga...

PROMESA, 2:17b

El Señor hace una doble promesa a quienes tengan una vida victoriosa. En cuanto a la
primera promesa, declara: Al que venciere, daré a comer del maná escondido. Así como
divinamente fue proporcionado lo necesario para remediar las necesidades que Israel
padecía en el desierto, así también el Señor proporcionará lo necesario para satisfacer las
necesidades de quienes tienen fe en él. El Señor les dará del maná escondido: del alimento
espiritual que el mundo no puede entender.

En cuanto a la segunda promesa dice el Señor: Le dará una piedrecita blanca, y en la


piedrecita un nombre nuevo escrito. ¿Qué simboliza esta declaración? Pérgamo explotaba
las canteras de piedra blanca y usaba ésta como producto comercial. Además se
acostumbraba usar un pedacito de esta clase de piedra con un nombre grabado, con
diferentes propósitos o
2
significados, y tal vez el Señor hizo referencia a uno de los cuatro siguientes:
1. La piedrecita blanca se le daba al hombre que por alguna causa había sido sometido a un
proceso judicial y absuelto justamente. Ese hombre podía llevar consigo dicha piedrecita
como prueba de que ya estaba exento del cargo de haber cometido el delito que se le
imputaba.
2. La piedrecita blanca se le daba al hombre que había sido libertado de la esclavitud y
declarado ciudadano de la provincia donde vivía. Ese hombre llevaba consigo la piedrecita
como una prueba de su ciudadanía.

3. La piedrecita blanca se le daba al triunfador en un evento deportivo o en cualquiera


competencia, como prueba de que había triunfado sobre sus opositores.

4. La piedrecita blanca se le daba al guerrero que, victorioso, regresaba de la batalla


después de derrotar a su enemigo.
Es evidente que en el pasaje que estamos estudiando se hace la aplicación de uno
cualquiera o de todos estos cuatro usos de la piedrecita blanca. La promesa pudo haberse
referido a uno de esos usos, y también pudo haber sido alguna otra cosa que entendían los
cristianos que vivían en Pérgamo. La promesa era sagrada

para los cristianos, y tenía por finalidad hacer que ellos aumentarán sus esfuerzos para ser
fieles.

IV. TIATIRA: ESPERANDO LA ESTRELLA DE LA MAÑANA, 2:18-29

No tenemos informes en cuanto al origen de la iglesia que había en esta pequeña ciudad de
Asia Menor: puede ser que su existencia se debiera a alguno de los discípulos de Pablo
procedentes de Éfeso, o a Lidia, que era nativa de Tiatira y fue convertida en Filipos, o a
algún eminente cristiano de quien nada sabemos. Aunque Tiatira era una ciudad pequeña,
era un importante centro comercial; fácilmente podía comunicarse con Pérgamo; una de las
principales carreteras atravesaba la ciudad y por lo mismo mucha gente la visitaba. La
herejía que dominaba en Pérgamo era la misma que dominaba en Tiatira; pero, según
parece, aquí era peor, pues abundaba la gente pagana, y por lo mismo tal herejía encontró
en dicha ciudad un suelo fructífero.

IDENTIFICACION, 2:18

Cristo se identifica ante la iglesia como el Hijo de Dios, que tiene sus ojos como llama de
fuego, y sus pies semejantes al latón fino; ("bronce bruñido" V. M.; "bronce fino" N. P.).
Así pues, él es infalible (ya que es el Hijo de Dios), es omnisciente (tiene penetrante
mirada: sus ojos son como llama de fuego), es fuerte (tiene pies como de latón refinado en
el servicio); por lo tanto la iglesia debe oírlo: él entiende perfectamente bien las
condiciones en que está la iglesia y, por lo mismo, está capacitado para hablar de manera
justa.

ALABANZA, 2:19
El Señor declara que las virtudes de esta iglesia son un motivo para alabarla: él conoce las
obras de ella, o sea el servicio que ha dado al Señor; conoce su amor —el cual es el motivo
de las obras que hace, y del cual carecía la iglesia que había en Éfeso—; conoce también la
fe de la iglesia, su fidelidad a la religión; conoce su ministerio, que refleja su amor en
acción al ayudar a los que están padeciendo necesidad; conoce su paciencia, o sea la
práctica de su capacidad para sobrellevar la oposición y para conservarse en paz a pesar del
antagonismo que precede del exterior. Además de esto, el Señor alaba a la iglesia por el
progreso que ha alcanzado en la obra que realiza: tus obras postreras son más que las
primeras. Teniendo en cuenta todo lo anterior, parece que esta es una buena iglesia:
continúa llevando adelante, con fidelidad, paciencia y amor manifiestos, la obra del Señor;
y está "creciendo en gracia" a medida que progresa. Si aquí terminara la carta, la iglesia
sería considerada como una iglesia ideal; pero la carta no termina aquí, pues en la iglesia
hay muchas cosas malas que deben ser condenadas, y de estas trata a continuación la carta.

QUEJA Y JUICIO, 2:20-23

El Señor se queja de que la iglesia conserva entre sus miembros a una persona que es
culpable de creer herejías y de enseñarlas: permites aquella mujer Jezabel ("toleras a
aquella mujer, Jezabel", V. H. A.). La iglesia, siendo leal a la verdad como iglesia, no era
culpable de esas herejías; pero sí lo era de perdonar a quienes las creían y enseñaban.
Muchas opiniones

han sido presentadas en cuanto a la mujer llamada Jezabel y su pecado: algunos


comentaristas

3
opinan que esa mujer era la esposa del pastor porque la palabra griega guné de la cual se
deriva la palabra "mujer" puede significar "esposa"; esto ocurre frecuentemente en el
Nuevo Testamento: esta teoría no tiene otra base, y no es satisfactoria. Otros opinan que
esto es meramente una manera alegórica de presentar la herejía. La mejor opinión, según
parece, es que en la iglesia había una mujer que vivía su vida corrompida y decía que había
recibido una revelación mística especial de parte de Dios y que procuraba enseñarla. Parece
que el versículo 24 sugiere esto. Puede ser que esa mujer haya tenido por nombre Jezabel;
pero parece acertado decir que tal nombre le fue asignado por causa de su carácter. Parece
que ella estaba desencaminando a los cristianos que eran miembros de la iglesia y los
seducía haciendo que fornicaran: esa fornicación pudo ser real y práctica como resultado de
las enseñanzas del gnosticismo, o pudo ser una fornicación espiritual por haber violado los
solemnes votos hechos a Dios. Parece que esto último es reproducción de una idea del
Antiguo Testamento, la cual se encuentra especialmente en la profecía de Oseas, y que tal
es la verdad del caso que nos ocupa. A esa mujer no se le permitiría que continuara
viviendo de esa mala manera: tendría que ser destruida, y sus seguidores con ella, en el
pecado mismo que practicaban (2:22, 23). Esto puede servirnos como prueba de que Dios
todavía se ocupa de los asuntos de las gentes y de que para juzgarlas todavía tiene en cuenta
las obras que hacen (2:23).

PROMESA, 2:24-29
El Señor promete a los que triunfan que no pondrá sobre ellos más obligaciones espirituales
que las que ya tienen, ni ningún deber adicional por medio de revelaciones gnósticas (2:24);
pero también les hace saber que deben ser fieles en el cumplimiento de los deberes que ya
tienen (2:25). Además promete a los que triunfen que les dará autoridad sobre las gentes, y
que serán completamente vindicados como cristianos delante de quienes sean sus
perseguidores. Esa imagen en que se presenta a los cristianos rigiendo con vara de hierro
simboliza la seguridad de que serán vindicados por Cristo y triunfarán con él.
Posteriormente a los que sean triunfadores les promete que les dará la estrella de la
mañana: su guía y dirección en las negras horas de prueba y de aflicción. Quien haya
observado con alguna frecuencia la hermosura esplendente de la estrella de la mañana en la
hora más negra que precede al amanecer, comprenderá la hermosura de esta promesa.
Puede ser que el cristiano algunas veces tenga que andar por senderos obscuros que le
produzcan muchas perplejidades: le será dada la estrella de la mañana para que lo guíe; y
debe negarse a seguir las falsas direcciones que le dé el gnosticismo y esperar que le sea
dada esa estrella.

V. SARDIS: ¿MUERTO O VIVO? 3:1-6

Durante muchos años Sardis fue la principal ciudad griega de Asia Menor. Es cierto que
tuvo poca influencia en el período romano, pero vivía orgullosa de su historia pasada.

4
Dana dice que esta ciudad es un ejemplo típico de una aristocracia agotada. Los habitantes
de esa ciudad eran arrogantes, desmedidamente confiados en sí mismos, y necesitaban la
amonestación de Dios. La expresión: "despiertos o decadentes" puede servir muy bien para
describir la condición de una iglesia y de una ciudad; por lo general la actitud de una ciudad
se manifiesta en las iglesias que tiene.

IDENTIFICACION, 3: la

La persona que envía esta carta queda identificada como el que tiene los siete Espíritus de
Dios, y las siete estrellas. Tal personaje tiene absoluto poder y sabiduría; además, en sus
manos tiene el destino de la iglesia, por lo mismo ésta hará bien al estar atenta a la
amonestación.

QUEJA, 3:lb

Puede observarse que el Señor, al dirigirse a esta iglesia, hace un cambio notable en su
manera de hablar. En los casos anteriores, en los referentes a las iglesias que han sido
mencionadas, el Señor primero presentó las alabanzas y después las quejas; pero al tratarse
de Sardis hay tan poca cosa digna de alabanza y tantas por las cuales se queja el Señor, que
él mismo invierte el orden que había estado siguiendo; Yo conozco tus obras, que tienes
nombre que vives ("se te cuenta como vivo" V. H. A.; "tienes nombre de viviente" N. P.), y
estás muerto. Con estas pocas palabras el Señor expresa una queja tremenda. Esta iglesia
tenía muchas actividades exteriores; pero ninguna espiritualidad interior. Indudablemente la
organización era perfecta y parecía que todo caminaba muy bien. Una persona que no fuera
miembro de la iglesia y que la observara, juzgándola por esas actividades exteriores y sin
conocerla bien, pensaría que era una iglesia ideal; pero en esa iglesia no había vida, no
había vida verdadera. Alguien ha dicho que "hay pocas cosas mejor organizadas que los
cementerios...; ¡pero allí hay muy poca vida!" La iglesia que había en Sardis estaba como
un cementerio: se creía que tenía vida; pero el Señor, que tiene un perfecto conocimiento de
todas las cosas, declaró que esa iglesia estaba muerta.

CONSEJO, 3:2

El Señor aconseja a la iglesia que se ponga a trabajar y que Confirme las otras cosas que
están para morir. ("Sé vigilante, y corrobora las cosas que aún quedan, las cuales están a
punto de morir" V. M.; "Ponte en vela y confirma las cosas que aún quedan, que están para
morir" V. H. A.). En la iglesia de Sardis todavía quedaban algunas cosas que estaban vivas;
y aunque estaban a punto de morir, podían aún ser restituidas a la vida verdadera si la
iglesia obraba con prontitud. Eso de tener actos exteriores de culto, era bueno; pero esos
actos debían estar llenos de piedad y de poder espiritual. Los cristianos no pueden prosperar
cuando sólo practican ritos o ceremonias. Cristo declara que no ha encontrado ningún
trabajo que esta iglesia haya hecho y que sea perfecto ante los ojos de Dios. Los miembros
de la iglesia habían comenzado bien, pero no habían terminado lo mismo; como los gálatas,
que habían comenzado a correr bien, pero después se habían detenido. La iglesia que estaba
en Sardis tenía, entre la gente, reputación de hacer buen trabajo; pero Cristo no juzga por lo
que ven los hombres, sino por lo que Dios ve, e indica que los de Sardis en realidad no
habían terminado ninguna de las cosas buenas que habían comenzado.

AMONESTACION, 3:3

El Señor advierte a la iglesia que sufrirá un desastre a menos que recuerde el verdadero
contenido de la religión como lo había recibido, y a menos que retorne a esos primeros
principios y los practique. Si la iglesia no hace esto como el Señor quiere, él vendrá a ella
para juzgarla y para destruirla. Esta amonestación para "velar" o "vigilar" tiene un
significado especial para Sardis. Esta ciudad estaba edificada en una eminencia, y unos
riscos precipitosos la rodeaban y protegían por tres de sus lados; por lo mismo la ciudad
fácilmente podía ser defendida de los asaltos del enemigo. Pero el descuido había hecho
que la ciudad cayera dos

5
veces: una, cuando Creso era rey de Lidia, y la capital (Sardis) fue sitiada por Giro
mientras el mismo Creso y sus soldados dormían porque creían que estaban a salvo, pero la
ciudad fue capturada por los intrépidos soldados enemigos; la otra vez, cuando gobernaba
Achneus, entonces la ciudad cayó en condiciones parecidas ante el empuje de las huestes de
Antíoco el Grande. El Señor usa estos acontecimientos para amonestar a la iglesia; y parece
que le dice: "Recuerda tu historia, y si no estás vigilando tendrás igual fin." En el Nuevo
Testamento la palabra "vigilar" o "velar" no significan únicamente tener los ojos abiertos,
significa estar uno ocupado, activo en el servicio al Señor.

ALABANZA, 3:4a

En la iglesia que estaba ubicada en Sardis había unos pocos miembros dignos de alabanza;
de ellos podía decir el Señor: no han ensuciado sus vestiduras; ("no han manchado sus
vestiduras" V. H. A.; "no han contaminado sus ropas" N. P.). Estos cristianos no habían
tornado parte en la adoración ni en la mundanalidad de los paganos de esos días: en todos
sentidos habían sido leales a su Dios.

PROMESA, 3:4b, 5

A estos cristianos fieles el Señor les hace la promesa de que andarán con él vestidos de
blanco: son dignos de andar en compañerismo con él porque se han conservado leales a él y
puros. El que venciere, será vestido de vestiduras blancas. Sardis estaba orgullosa de sus

6
negocios en telas de colores, las cuales usaba la gente parrandera y mundana. Los
cristianos que resulten victoriosos en la lucha contra las tentaciones serán vestidos con
ropas blancas como símbolo de su pureza, y sus nombres no serán borrados del libro de la
vida; sino que tales nombres serán declarados por Cristo delante de Dios y de los ángeles.
Por haberse negado los cristianos a obedecer las órdenes de adorar al emperador, sus
nombres serían borrados de los padrones humanos y agregados a la lista de los mártires;
pero sus nombres serían conservados en el libro de la vida del Cordero y allí estarían
seguros: la perfecta seguridad y el honor serían de ellos. El Nuevo Testamento enseña la
seguridad del creyente, haciendo énfasis en el hecho de que triunfar y mantenerse firme es
una indicación de que tal creyente en realidad estaba redimido cuando comenzó su vida
como cristiano. Este pasaje que estamos considerando hace énfasis en esto.

VI. FILADELFIA: LA IGLESIA CON UNA PUERTA ABIERTA, 3:7-13

El origen de esta ciudad se remonta hasta el año 159 a. de C.; el nombre le fue dado por
Atalo II, cuya lealtad a su hermano Ecúmenes hizo que se le diera el epíteto de
"Filadelfo" (amoroso para con su hermano). La ciudad fue fundada para servir como centro
desde el cual se esparcieran las costumbres, la cultura y el idioma griegos. Por lo tanto,
desde el principio fue una ciudad misionera porque en ella se hacía todo lo posible para
difundir por toda la tierra la lealtad al helenismo; y en la carta que fue destinada a la iglesia
que estaba en esa ciudad descubrimos una promesa: que tendría oportunidades para
desempeñar empresas misioneras de otra naturaleza.

IDENTIFICACION, 3:7

El Señor se identifica declarando que, en cuanto a carácter, es Santo y Verdadero; que, por
su posición oficial, tiene la llave de David; y por sus facultades administrativas es el que
abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre. La santidad y la veracidad, virtudes propias
de su carácter, constituyen su derecho a su dignidad real. Y porque el Señor es rey ejerce su
oficio real y administra los asuntos de su reino.

ALABANZA, 3:8

Solamente cosas buenas se dicen acerca de esta iglesia; no se dice ni una palabra de
condenación para ella. El Señor conoce las obras que ella ha realizado y enfrente de ella
está poniendo una puerta abierta que nadie puede cerrar; le está concediendo todo el
derecho de disfrutar completamente de los goces espirituales y de las oportunidades para
servir; y le anuncia que nadie podrá interrumpir el trabajo que ella haga, si aprovecha las
ventajas que le ofrece esta puerta abierta para servir. Esto es lo que en el Nuevo Testamento
significa la

7
expresión: puerta abierta. Cristo sabe que la iglesia es débil —tienes un poco de
potencia; ("aunque poca, tienes fuerza" V. H. A.; "tienes un poco de poder" V. M., N. P.)—
sin embargo ha sido fiel, ha guardado la fe; y aunque la iglesia ha estado débil no ha
negado el nombre del Señor: su nombre "Jesús" significa "Salvador"; su nombre "Cristo"
significa el "Ungido de Dios". La iglesia que estaba en Filadelfia era fiel a todo lo que ese
nombre significa; y esto está en contraste con algunas de las iglesias que eran fuertes desde
todo punto de vista, pero no habían sido fieles. Los cristianos de esa iglesia, teniendo una
puerta abierta para trabajar, seguían adelante aunque estaban débiles.

PROMESA, 3:9, 10, 12

Porque los miembros de la iglesia que había en Filadelfia habían sido fieles a pesar de su
debilidad y de las dificultades el Señor les prometió vindicarlos completamente. El Señor
haría que los judíos perseguidores que estaban haciendo la obra de Satanás se dieran cuenta
de que los despreciados cristianos eran los que él, el Señor, amaba verdaderamente (v. 9); y
porque dichos cristianos habían sido fieles al Señor, él les prometió que su gracia los
sostendría en las tribulaciones que estaban a punto de invadir al mundo, y que éstas no los
derrotarían (v. 10). En seguida, antes de la última parte de la promesa, se insertó una
exhortación (v. 11) para que de manera segura conservaran lo que tenían: el nombre del
Señor, su palabra, su paciencia, la promesa de su regreso, las oportunidades de servir, y
para que nadie les hiciera abandonar estas cosas, pues al abandonarlas les sería robada su
recompensa. El Señor amenazó a la iglesia

de Sardis al prometerle que él vendría; en cambio para la iglesia de Filadelfia la misma
promesa de la venida del Señor era un estímulo porque ella había sido fiel y no tenía nada
que temer. La última parte de la promesa está proclamada en el versículo 12, en el cual se
prometen varias cosas. Una de éstas es la que el Señor dice en cuanto al cristiano
victorioso: Yo lo haré columna en el templo de mi Dios; porque uno haya sido fiel, Cristo
lo hará una parte importante del santuario: esto queda simbolizado por una columna que
evita que el templo se desplome. La iglesia que estaba en Filadelfia fue fiel y experimentó
el cumplimiento de esa promesa: por esto el cristianismo ha sobrevivido en aquella ciudad,
aunque no en la más pura

8
de sus formas. El historiador Gibbon dice que entre las iglesias de Asia, la de Filadelfia
permaneció erecta como una columna en medio de un lugar cubierto de ruinas, lo cual es un
agradable ejemplo de que algunas veces el sendero del honor y de la seguridad pueden ser
uno mismo. La afirmación de Gibbon es autorizada, pues el sendero del honor y el de la
seguridad, en esencia, siempre son uno mismo.

Escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios... y mi


nombre nuevo. Para el que triunfe habrá perfecta seguridad: el nombre de Dios estará
grabado en él, en él estará también grabado el nombre de la ciudad de Dios como señal del
lugar donde tiene su habitación, y sobre él también estará el nombre del Cristo triunfante.
Esto nos hace recordar que muchas de las religiones paganas acostumbraban poner señales
o marcas a sus adherentes para identificarlos. Más adelante, en este libro, podrá encontrarse
algo en relación con esta costumbre que la religión oficial de Roma tuvo también. El Señor
Jesús, al hablar de su nuevo nombre escrito en sus seguidores, simboliza la relación que él
tiene con ellos. Bien se puede decir que a ninguna de las siete iglesias se le hace una
promesa más gloriosa que ésta que se hace a la iglesia de Filadelfia.

VII. LAODICEA: LA IGLESIA CON UNA PUERTA CERRADA, 3:14-22

Esta ciudad estaba caracterizada por su excesiva riqueza; tanta era ésta, que cuando dicha
ciudad fue destruida parcialmente por un terremoto por el año 60 d. de J. C., no necesitó los
auxilios de la tesorería de Roma. Laodicea era el principal centro comercial de aquella
región y tres caminos romanos convergían en esa ciudad, por esto llegó a ser de gran
importancia. Todo esto hizo que Laodicea fácilmente se convirtiera en víctima del letargo y
de los placeres que le producían satisfacción; y ese espíritu mundano que prevalecía en la
ciudad se hizo sentir en la iglesia.

IDENTIFICACION, 3:14

Cristo se identifica ante esta iglesia como el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio
de la creación de Dios. Esta declaración pone de manifiesto su gloria esencial. Para
Laodicea, que era un ejemplo de abyecto fracaso, el Señor habla de sí mismo como de
quien no puede fracasar. La palabra Amén procede del hebreo, y así ha pasado, sin
traducirse, al griego y a casi todos los idiomas. En su significado original esa palabra tenía
la idea de criar, alimentar, cuidar, o construir, edificar; y hasta nosotros ha llegado y la
usamos con el significado de algo que es positivo, que está establecido, que es permanente.
Este pasaje es una prueba de la estabilidad de Jesús, que es quien escribe a esta iglesia
inestable. El Señor es el testigo fiel y verdadero por causa de su estabilidad. Cuando él
estuvo en la tierra dijo: "Yo soy... la

verdad..." (Juan 14:6): él es la verdad en cuanto a Dios y en su vida y por sus hechos dio un

testimonio verdadero en cuanto a Dios. El Señor es el principio de la creación de Dios:


esto no quiere decir que él es la primera cosa que Dios creó, sino que él es el agente
original en la obra creativa efectuada por Dios. Esta declaración es parecida a la que Pablo
hizo en su Epístola a los Colosenses 1:15-18, que dice: "El cual es la imagen del Dios
invisible, el primogénito de toda criatura" ("el primogénito de toda creación", V. H. A.).
"Porque por él fueron criadas todas las cosas" ("Porque en él fue creado todo lo que hay",
V. H. A.)... "todo fue criado por él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y por él todas
las cosas subsisten... para que en todo tenga el primado."

QUEJA Y CONSEJO, 3:15-18

La queja de Cristo se refiere al letargo espiritual de la iglesia. Esta no era fría: no era
absolutamente indiferente; tampoco era caliente: no la caracterizaba un fervor vehemente;
era tibia. Cerca de Laodicea estaba Hierápolis, y los viajeros que venían a esta ciudad
encontraban hermosos manantiales de agua: cansados y sedientos se detenían pensando que
calmarían su sed; pero el agua era mineral y tibia. Tal vez no hay nada más desagradable
que esta clase de agua. El Señor dijo que él sentía por una iglesia tibia la misma
repugnancia que los viajeros sentían por aquella agua tibia, y como le era desagradable "la
vomitaría de su boca." Una iglesia sin entusiasmo, sin urgencia por progresar, sin pasión
por las almas perdidas, le repugnaba. Es más fácil tratar con una iglesia que está congelada
que con una que está tibia.

En los versículos 17 y 18 están entretejidos el consejo y la queja; y en dichos versículos

9
se reflejan las actividades comerciales de la ciudad. Los negocios predominantes eran tres,
y el Señor usa los tres para ilustrar la actitud de la iglesia.

1. Esta ciudad era un centro bancario de la región, y mucha gente acaudalada vivía en dicha
ciudad. Esa gente era orgullosa, arrogante y confiada en sí misma por causa de las riquezas
que tenía, y solía exclamar: "Tenemos oro; no necesitamos nada de nadie." Eso era lo que
sentían y lo declaraban. En cambio, el Testigo fiel y verdadero decía: no conoces que tú
eres un cuitado y miserable y pobre: ("eres el miserable, y el digno de compasión, y
pobre", N. P.). Tenían muchas riquezas materiales; pero espiritualmente estaban en la
miseria. No tenían riqueza de carácter, y estaban demasiado tibios para darse cuenta de ello.
Entonces el Señor les aconseja que acudan a él para que les de la verdadera riqueza
espiritual que puede hacerlos verdaderamente ricos. Un hombre puede poseer todo el dinero
del mundo y, sin embargo, estar en condiciones paupérrimas; o puede suceder que no tenga
ninguno de los llamados bienes del mundo y, a pesar de ello, ser rico. Esto depende de lo
que uno considere como riqueza.
2. El negocio que en Laodicea ocupaba el segundo lugar en importancia era el de la lana
negra. En esa región se producía una lana lustrosa y negra, con la cual se hacían ropas
finísimas que en todas partes eran muy demandadas. A esa gente Cristo le decía: "A pesar
de todo esto que tienes estás desnudo. Debes venir a mí y obtener de mí un vestido, algo
que te cubra, algo que realmente esconda tu desnudez delante de Dios." Sus vestiduras de
arrogante suficiencia propia no los cubrían delante de Dios como los cubrían delante de los
hombres; lo que ellos

llamaban vestiduras no los cubrían y los dejaban desnudos delante de Dios.


3. El tercer gran negocio que se tenía en Laodicea consistía en la preparación de un
ungüento para los ojos; pues la ciudad era un centro productor de medicina. Los viajeros
que transitaban por los caminos arenosos y recibían en sus rostros el sol y el golpe de los
vientos se ponían contentos cuando podían adquirir ese bálsamo curativo. Parecía que el
Señor decía a la gente de Laodicea: "Estas ciega y no lo sabes. Ven a mí y yo te daré" el
ungüento que necesitas para tus ojos espirituales, para que realmente puedas ver." El Señor
posee todo lo que urgentemente necesita la iglesia, y está dispuesto a concedérselo si en
realidad lo desea: verdadera riqueza, verdaderos ropajes, verdadera visión; pero el Señor no
impondrá por la fuerza nada de esto a la iglesia, si ella no lo desea.

EXHORTACION, 3:19
El Señor no les impondrá a la fuerza estas verdaderas riquezas porque los ama, sino que los
reprenderá y los castigará. Sí, los ama; y por lo mismo hasta emite su queja con tonos de
piedad y compasión. Además, ya sabemos que el Señor castiga a quienes ama, como se dice
claramente en Hebreos 12:5-11. Cualquier persona que es hijo de Dios, recibe un castigo
cuando se rebela y peca; por lo tanto el Señor exhorta a esos cristianos a que dejen su
estado letárgico, que sean celosos de buenas obras, que sean fervorosamente activos en
lugar de permanecer en una condición de tibieza.

PROMESA, 3:20, 21

La iglesia que estaba en Laodicea tenía todas las cosas, menos a Cristo: Cristo estaba afuera
procurando entrar. En caso de que alguna persona desde adentro respondiera al
llamamiento que el Señor hacía desde afuera, él entraría y comenzaría el compañerismo con
la iglesia: el Señor podría comenzar hasta con una sola persona cuyo corazón fuera sensible
y anhelara la compañía de él.

El Señor prometió gloria y compañerismo a toda persona que venciera ese espíritu de
letargo y a la vez se tornara en celoso partidario de Dios: haría que esa persona y él se
sentaran juntos cuando ella hubiese vencido los obstáculos que se le oponían y le
estorbaban; se sentarían juntos como el Señor ya se había sentado con su Padre. Ni la
esperanza ni la imaginación pueden ir más allá de las posibilidades que el Señor ofrece en
esta promesa; quizás el Señor hace esta gran promesa por causa de lo muy difícil que es
vencer en la iglesia esa condición de tibieza: ningún otro incentivo podía ser ofrecido para
vencerla.

El Cristo glorificado, al estar en medio de sus iglesias y al observar con ojos como de llama
de fuego la condición en que estaban, las alaba, se queja de ellas, las exhorta o amonesta, y
les hace una promesa. El mensaje que se dirige primeramente a las iglesias que están en el
Asia Menor es universal: su mensaje se aplica a cualquier iglesia donde actualmente existen
condiciones parecidas; y es difícil encontrar iglesias donde no existan por lo menos algunas
de estas condiciones. La exhortación en contra de la apatía espiritual todavía subsiste: El
que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Capítulo 6 – El Cordero y el Libro Sellado, (Apocalipsis 4:1-


5:14).
Aquí comienza la parte principal del Apocalipsis; pues en la parte anterior sólo fueron
presentados los materiales preparatorios. Juan está a punto de presentar el "Drama de la

1
Redención". Los preparativos fueron hechos por la visión del Cristo viviente y victorioso
que Juan vio, como lo narra el capítulo 1. En los capítulos 2 y 3 fueron presentadas, con sus
vicios y virtudes, las personas para quienes se representa el drama. Ahora es tiempo de
levantar el telón y dejar ver el escenario ya listo para el drama. De aquí en adelante, en
rápida sucesión, a los perseguidos cristianos se les presentarán algunas escenas que les
infundirá la seguridad de que la causa de Cristo no es una causa perdida. Ardua y sin tregua
va a ser la lucha; pero cuando cae el telón al terminar el drama (22:21), ya se ha
demostrado que hay una completa seguridad de que se obtendrá la victoria.

El capítulo 4 sirve de preparación para todo lo que sigue, y el capítulo 5 lo ayuda en la


presentación de la soberanía de Dios vindicada por la obra de Cristo. Parece que en el
capítulo 4, con el lenguaje que se usa en el Evangelio de Juan capítulo 14, se dice: "Creed
en Dios"; y que en el capítulo 5, donde Cristo aparece como el personaje principal, se
agrega: "Creed

2
también en mí." Después, desde el capítulo 6 hasta el 18 encontramos una descripción de
la ira de Dios contra los enemigos de su causa. En los capítulos 19 al 22 se manifiesta la
completa y final victoria de Dios y el destino eterno de los hombres. En la presentación
aludida antes puede notarse con claridad que esta visión (la que se narra en los capítulos 4 y
5) prepara a los cristianos para que reciban todo el mensaje, y, también, que en esa misma
visión se destacan dos ideas: El Dios Reinante, y El Cordero Redentor.

I. EL DIOS REINANTE, 4:1-11

La expresión, Después de estas cosas, se refiere a los asuntos preliminares tratados en los
capítulos 1 al 3, y se usa para presentar las visiones en su orden sucesivo. Con dicha
declaración Juan principia su relato de las visiones que muestran cómo Dios rescató a su
pueblo del peligro de la persecución que se llevaba a cabo por órdenes de Domiciano. Era
necesario tener una visión del Cristo triunfante antes de que las visiones subsecuentes
tuvieran algún significado. Asimismo era necesario mostrar las condiciones en que estaban
las iglesias para que pudiera conocerse el verdadero significado de lo que sigue. Esto indica
que el libro fue escrito para infundir valor a las personas que fueron las primeras en recibir
dicho libro, y no solamente para revelar acontecimientos que se realizarían en la
consumación de los siglos varios centenares o millares de años después de la época de Juan.

El primer objeto que Juan vio en esa visión fue una puerta abierta en el cielo: por esa
puerta podía ver lo que sucedía en el cielo. Juan fue invitado por la primera voz (1:10, que
es la voz de Cristo) para ocupar un lugar conveniente desde donde pudiera ver las cosas
como Dios las veía. Lo que Juan veía al estar en Patmos era un cuadro obscuro, sombrío;
pero cuando pudo ver las cosas como Dios las veía, el color cambió por completo. Viendo
Juan las cosas como Dios las veía, pudo ver el eterno trono de Dios y darse cuenta de que ni
siquiera se movía ligeramente por las amenazas de Domiciano y de los hombres que en
carácter eran iguales a él. Viendo los acontecimientos como se veían en el cielo no quedó
duda en cuanto a lo que resultaría de la lucha en que los cristianos estaban. La experiencia
espiritual de Juan fue intensificada directamente y él pudo ver la primera garantía de la
victoria: a Dios en su trono.

Los cristianos necesitaban una seguridad, y ya la tenían: Dios no había abdicado a favor de
Domiciano ni de ningún otro hombre; y en el centro mismo de la visión se veía al Dios
soberano sentado en su trono.

El nombre de Dios no se menciona sino hasta el versículo 8; pero no hay ninguna duda en
cuanto a la identidad de la persona descrita en los versículos anteriores: en el versículo 3 se
dice que era al parecer semejante a una piedra de jaspe y de sardio; ("era, al mirarle, como
piedra de jaspe y cornalina", V. H. A.), Quizás la transparencia de la piedra de jaspe
simboliza la santidad de Dios, y el color rojo sanguinolento de la piedra de sardio
("cornalina", V. H. A.) simboliza su rectitud.

Alrededor del trono de este santo y justo Dios había un arco celeste... semejante a la
esmeralda. Esto es símbolo de esperanza o de misericordia. El color verde "vivo" es la
característica predominante de este arco celeste o arco iris. Según Génesis 9:12-17 el arco
iris fue dado como un símbolo de esperanza en medio de aquel juicio. Parece que aquí
también representa una esperanza viva en medio del juicio; es una esperanza basada en la
fidelidad de un Dios que estaba haciendo un pacto. Ese esplendor de Dios que inspiraba
temor reverente aumentó con esa visión que es una prueba de que hay esperanza y
misericordia. La justicia punitiva de Dios se aplicará a quienes intentan destruir su causa;
pero su gracia y su misericordia siempre se manifestarán a favor de su pueblo.

Veinticuatro sillas ("tronos", V. M., V. H. A., N. P.) Estaban alrededor del trono principal
(4:4), y en ellas estaban sentados veinticuatro ancianos. Se han dado varias opiniones

3
para identificar a esos veinticuatro ancianos: Carroll dice que representan el sacerdocio
4
eterno del pueblo de Dios; Dana los considera como símbolo del destino victorioso de los
santos

5
mártires de Asia Menor; otros piensan que representan a los doce patriarcas de Israel y a
los doce apóstoles del Nuevo Testamento uniendo a los redimidos de las dos épocas en un
destino de triunfo y de gloria con Dios. Parece que esta interpretación es la mejor. El
número "24" es el número "12" duplicado, el cual simboliza la religión organizada. Toda
esta escena simboliza el consuelo para los cristianos perseguidos que estaban haciendo
frente a la muerte misma. ¿Qué importaba esto? Después de la muerte estarían
perfectamente seguros en la presencia de Dios, vestidos con vestiduras blancas, las cuales
simbolizaban que estaban libres de cometer fornicación espiritual que es la adoración a los
ídolos, y podrían ceñirse sus coronas de oro como símbolo de su victoria sobre el enemigo.
El Señor animó dos veces a los doce (Mateo 19:28; Lucas 22:30) infundiéndoles la
seguridad de que reinarían con él. Ahora bien, toda la escena que aquí se presenta es el
símbolo de que todos los fieles reinarán con el Señor.

El siguiente símbolo representa las manifestaciones de la ira divina (4:5a): del trono de
Dios salían relámpagos y truenos y voces que mostraban el enojo de Dios contra los
enemigos de la cruz. En Éxodo 19:16 está una manifestación semejante de la presencia y de
la voz de Dios. Se exhiben estas señales de su presencia y de su poder que producen terror,
para mostrar los poderes latentes de su omnipotencia que puede descargar su venganza
sobre quienes son enemigos de los cristianos, a los cuales se les simboliza con los
veinticuatro ancianos. Dios no ha abandonado a su pueblo a merced de sus enemigos.

Las siete lámparas de fuego, de las cuales se dice que representan los siete Espíritus de
Dios (4:5b), son otro símbolo: las lámparas dan luz, y el "7" es el número perfecto. Los
siete Espíritus representan a Dios en su esencia espiritual perfecta. Por lo tanto, aquí puede
estar simbolizada la perfecta operación del Espíritu Santo en su obra de iluminar y revelar a
los hombres las cosas de Dios, como una prueba de la soberanía de Dios.

Según 4:6a, delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; ("como un
mar transparente, parecido al cristal", V. H. A.): ese mar al estar delante del trono hacía que
éste fuera inaccesible. Esto es símbolo de la trascendencia de Dios. Así como el verdadero
mar separaba a Juan de las iglesias a las cuales estaba escribiendo, así también por el mar
de cristal el Dios trascendente quedaba separado de su pueblo. En Apocalipsis 21:1 se nos
dice que "el mar ya no es" y que los hombres estarán en directo compañerismo con Dios.
De manera parecida los perseguidos cristianos habían estado separados de Dios; pero esta
separación no duraría siempre.

Los cuatro animales ("cuatro seres vivientes", V. H. A., V. M.: "cuatro criaturas vivas", N.
P.), según 4:6-8, son el siguiente símbolo de la soberanía de Dios. Estos seres estaban en
medio del trono, y alrededor del trono ... llenos de ojos delante y detrás ... Y los cuatro
animales tenían cada uno por sí seis alas alrededor, y de dentro estaban llenos de ojos;
("Y los cuatro seres vivientes, teniendo cada uno de ellos seis alas, están llenos de ojos
alrededor y por dentro", V. M.; "Estos cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y
estaban llenos, alrededor y por dentro, de ojos", V. H. A.; "Y las cuatro criaturas vivas,
tenían, cada una de ellas en sí, seis alas; alrededor y por dentro de estas estaban llenas de
ojos", N. P.). Esas "criaturas vivas" tenían diferentes aspectos: la primera era semejante a
un león, la segunda a un becerro, la tercera tenía la cara como de hombre, y la cuarta
parecía águila. Cada uno de estos seres tenían seis alas: y de día y de noche, sin cesar,
emitían palabras de adoración a Dios. Hay dos interpretaciones —que se consideran como
las principales— en cuanto al simbolismo de estas cuatro "criaturas vivientes", las cuales
no son "bestias" o animales brutos, como los mencionados en 13:1, 2, 11; pues para
designar a esos "seres vivientes" y a estas "bestias", en el griego se usan palabras diferentes.

Una interpretación dice que aquellos animales o seres vivientes representan los atributos de
Dios que nos hacen saber que él está ejerciendo una eterna vigilancia en beneficio de su

6
pueblo. Según esta teoría, el león representa el valor, el becerro representa la fuerza, el
hombre representa la inteligencia, y el águila representa la prontitud o velocidad. Junto todo
esto (sigue diciendo esa interpretación) simboliza la eterna vigilancia que Dios ejerce a
favor de su pueblo, pues no lo ha olvidado, es poderoso para vengarlo y con prontitud
puede ejecutar la venganza. Esta interpretación sería muy atractiva si no fuera por el hecho
de que en el versículo 8 se presenta a tales seres vivientes adorando a Dios, y en 5:8 se les
presenta postrándose ante el Cordero para adorarlo. Esto último no está muy de acuerdo
con la idea de que se trata de esos atributos.

7
La otra interpretacion enseña que aquellos seres vivientes representan la cuádruple
división de la vida animal, de modo que todos los seres vivientes creados por Dios están
adorándolo. Según esta interpretación el león representa la vida animal salvaje, el becerro
representa la vida animal doméstica, el hombre representa la vida humana, y el águila
representa la vida de las aves. A todos estos seres vivientes se les presenta en actitud de
vigilancia u observación para adorar y reverenciar constantemente a Dios; asimismo se
presenta a toda la creación —el hombre, la bestia, y el ave— como si la hubiera glorificado
con él, haciendo esto como parte de su soberanía. Cada uno de dichos seres tenía seis alas,
y si esto tiene alguna relación con los serafines de seis alas que se mencionan en Isaías 6:2,
entonces podemos inferir que por la manera de usar un par mostraban reverencia, por la
manera de usar otro par mostraban humildad, y por la manera de usar el tercer par
mostraban obediencia inmediata al mandato de Dios. Dice Juan que aquellos seres estaban
en medio del trono, y alrededor del

8
trono: la sugestión que en cuanto a esto hace Smith en "American Commentary" parece la
más lógica: los animales estaban alrededor del trono, de manera que cada uno estaba en la
parte central, o sea en medio de cada uno de los lados del trono; y como tenían ojos delante
y detrás, cualquiera de esos seres podía ver a los demás que rodeaban el trono, sin que lo
impidiera el lugar en que aquel ser estuviese. Así pues, los cuatro seres estaban observando
y preparados para tributar alabanza y adoración a Dios. La escena entera es tal que infunde
valor a los obedientes y terror a los desobedientes; y en realidad esto es lo que hace la
soberanía de Dios.

Esta escena, en la cual se contempla a Dios en su trono, se termina con un tributo de loor
(4:9-11). Nótese que el tributo es doble. En primer lugar, los cuatro seres vivientes tributan
gloria y honra y alabanza ("acciones de gracias", V. M., N, P.) al soberano y eterno Dios;
esas criaturas vivientes estaban adorando al eterno Dios, no al efímero Domiciano. En
segundo lugar, los veinticuatro ancianos, que representan a la humanidad redimida, se
postraban delante de Dios que estaba en su trono, se quitaban sus coronas y las ponían
delante del trono de Dios, y alababan a Dios por su gran poder creador. Solo Dios es digno
moralmente de recibir honra y gloria y dominio porque todas las cosas son suyas por
derecho de creación. Este "Himno de la Creación" que acabamos de considerar fue dirigido
a Dios como una alabanza; y en 5:9, 10 podemos leer un "Himno de Recreación
(Redención)" que se dirige a Cristo como una alabanza.

En este capítulo 4 —que es donde comienzan las visiones— a modo de sumario


encontramos la verdad de que hay un Dios soberano, eterno, creador, protector de su
pueblo, castigador de los desobedientes. Dios está en su trono; y aunque los enemigos de la
cruz se enfurezcan contra él, él continúa inmovible. El Dios invencible y soberano como
centro de actividad es el personaje en quien se hace énfasis en este capítulo. Tales eran los
consuelos y esperanzas proporcionados a los perseguidos cristianos que había en Asia
Menor en el primer siglo y a todos los cristianos de todos los siglos; así pues, el sufrimiento
es temporal solamente, porque Dios es defensor de su pueblo.

II. EL CORDERO REDENTOR, 5:1-14

En el capítulo 4 se trata del poder de Dios como Creador; en el capítulo 5 se trata del amor
de Dios como Redentor. Los cristianos creen en el Dios que es creador, omnisciente y
omnipotente; también creen en el Dios que ama y demuestra su amor al redimir al hombre
de sus pecados. De esto se trata en el capítulo 5.
El que está en el trono tiene en su poderosa mano derecha un libro escrito de dentro y de
fuera, sellado con siete sellos; ("el rollo de un libro,... cerrado apretadamente con siete
sellos", V. M.). Era un rollo de papiro, el papiro era el material en que se acostumbraba
escribir. El hecho de que estuviera cubierto con escritura en ambos lados indica que era
muy significativo e importante; ¡tantos eran los juicios que el que estaba en el trono tenía
que expresar, que le faltaba espacio! El libro estaba sellado ("fuertemente", V. M.;
"apretadamente", (V. H. A.) con siete sellos. El participio pasivo perfecto, juntamente con el
número perfecto "7", indica con cuánta seguridad estaba sellado el libro. El libro ha sido
caracterizado de varias

9
maneras por diferentes comentaristas: uno lo ha llamado el "Libro de la Justicia"; otro lo
llama

10
el "Libro de los Consejos Eternos de Dios y de sus Propósitos Pre ordenados"; otro
piensa que es un prototipo del libro que se menciona en Ezequiel 2:9, 10 y que por lo
mismo es un

11
libro de endechas, lamentaciones y ayes; otro más lo considera como el "Libro del
Destino".

12
Esta idea y la de justicia están íntimamente relacionados. Parece que ese libro o rollo
contiene el destino de los hombres que están amenazados con la visitación de la justa ira de
Dios sobre los pecados de ellos. El hecho de que el libro estuviera cerrado con tanta
seguridad indica que es imposible que cualquiera persona pueda explicar el destino del
hombre: tal destino está en la mano de Dios. Los cristianos sienten que su corazón palpita
con más fuerza y celeridad al ver ese libro y al pensar en abrirlo y leerlo. Pero el libro está
perfectamente sellado y cerrado para los ojos de ellos: en él están las providenciales
relaciones de Dios con el mundo; pero no pueden ser vistas, y por lo mismo todavía es
desconocido el resultado de la lucha. En ese libro está el futuro del cristianismo futuro que
resultará de su lucha contra la adoración al emperador; pero no puede ser visto ese futuro
porque el libro está cerrado y sellado; así pues, no ha de sorprendernos que Juan dijera: Y
yo lloraba mucho —aquí se usa el tiempo imperfecto que significa "llorar de manera
audible" como un niño desilusionado o lastimado— cuando no oyó que alguien respondiera
a la invitación que era hecha, preguntando: "¿Quién es moralmente digno de abrir el libro?"
Y no fue hallado ninguno digno. Parecía que el misterio todavía iba a permanecer sin
aclarar; y Juan, pensando en la aflictiva condición en que estaban las iglesias y anhelando
conocer el resultado, prorrumpió en un llanto de desilusión y dolor, dolor que era más que
físico. Pero hubo quien le rogara: No llores, porque había uno que era digno de abrir el
libro y de revelar los propósitos que Dios tenía para con los hombres.

Esto indica que ese libro servía como medio introductorio para presentar la figura central de
este capítulo: el Cristo triunfante. La descripción del Cordero y de la obra que se le atribuye
no deja ninguna duda de que la persona aquí retratada es el Cristo redentor. Uno de los
ancianos dijo a Juan que el León de la tribu de Judá había vencido, y que esta victoria lo
había hecho digno de abrir el libro. Entonces Juan dejó de llorar y dirigió su mirada hacia
donde esperaba ver un León; pero, he aquí que en su lugar vio un Cordero, un "cordero
pequeño" — como lo indica la palabra griega que se usa únicamente en este libro y en Juan
21:15—. Así como en los sueños las figuras cambian rápidamente de forma, así también
cambiaron en la visión que vio Juan: un León súbitamente se volvió Cordero. No hay duda
de que este símbolo tiene algún significado. El León representa el valor y la fuerza
absolutos; el Cordero, que es un símbolo religioso, representa la bondad absoluta. Las
características del Cordero son significativas: allí estaba un Cordero como inmolado
("estaba en pie", V. H. A.; N. P.). La palabra inmolado alude a las heridas que al cordero se
le hacían en el cuello cuando era sacrificado en el altar. Aquí se representa a Cristo en su
sacrificio expiatorio. Cristo había sido muerto; pero ya estaba vivo de nuevo y continuaría
vivo por siempre jamás. El Cordero tenía siete cuernos: en la literatura apocalíptica el
cuerno es símbolo de poder. Nótese que el Cordero tenía "7" cuernos, y recuérdese que el
"7" es número perfecto; es decir, el Cordero está perfectamente equipado para destruir
cualquier oposición que haya en contra de su reino. El Cordero tenía siete ojos, que son los
siete Espíritus de Dios enviados en toda la tierra: esto, sin duda, representa la perfecta e
incesante vigilancia que el Cordero ejerce en beneficio de su pueblo; así se indica que la
esencia espiritual y perfecta de Dios está comprometida para actuar

13
en beneficio del hombre.

En el siguiente hecho se manifiesta una actividad que es difícil expresar en los idiomas que
son diferentes del griego. Se dice que el Cordero vino ("llegase", V. M., V. H. A.) —en
griego el verbo está en tiempo aoristo, el cual presenta la acción como ejecutada en un
momento

— y tomó el libro. La forma verbal que acaba de usarse es, en griego, eílephen, que es el
14
tiempo perfecto de lambáno ("extender la mano y tomar"). Beckwith dice que esa forma
verbal es

15
"aoristo perfecto". Dana dice, con más acierto, que es el "perfecto dramático". Esa forma
verbal revela que el Cordero tiene una actitud resuelta y un espíritu de fuerte
determinación, de manera que —podríamos decir— en un abrir y cerrar de ojos tomo el
libro precisamente de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Así pues, Cristo
puede abrir el libro y hacer que se realicen los juicios de Dios sobre los impíos, porque el
destino de los hombres está en las manos del Cordero, las cuales fueron horadadas por los
clavos cuando fue inmolado en el Calvario.

Este hecho produjo un gran gozo en todos los que rodeaban el trono; y, también, sin duda,
los cristianos que sufrían la persecución gozaron con muy grande gozo cuando su Salvador
León-Cordero se convirtió en su defensor denodado y triunfante. También se nos informa
del efecto que se produjo en el ánimo de quienes estaban alrededor del trono y en el de
quienes estaban más lejos. El Cordero fue adorado por los cuatro seres vivientes que habían
adorado a Dios según la escena anterior, y también lo adoraron los veinticuatro ancianos:
entonaban sus alabanzas acompañándose con arpas y ofrendaban las oraciones de los santos
a los cuales ellos representaban, se postraron delante de él y entonaron el "Himno de
Redención". Este himno que cantaban era nuevo: no nuevo en cuanto a tiempo, neós, sino
nuevo en cuanto a clase, Kainén. Este cántico es sin igual, no hay otro como él: en él se
habla del hombre ya redimido por Dios hecho carne. En este himno (5:9, 10) se alaba a
Cristo porque es digno de abrir los sellos: ¡Digno es el Cordero! El Cordero es digno por
causa de su obra redentora. Ahora bien, esta obra redentora está descrita por cuatro frases
cualitativas:

1. En primer lugar es para Dios; pues aquellos seres vivientes y aquellos ancianos decían
en su cántico: nos has redimido para Dios ("adquirido para Dios", V. M.; "rescatado, o
comprado, para Dios", N. P.). La misma idea se expresa en Efesios 1:1-14. En esto
podemos notar que la redención del hombre se realiza, en primer lugar, como una obra
benefactora que Dios efectúa.

2. Se realiza mediante la sangre de Cristo; también decían aquellas criaturas y los


ancianos: tú fuiste inmolado, y nos has redimido... con tu sangre. Esta declaración puede
referirse únicamente al sacrificio por el cual Cristo murió en la cruz.

3. Es ilimitada; se hace notar que los redimidos son de todo linaje y lengua y pueblo y
nación. Esto indica que la gracia de Dios manifestada por medio de Cristo no es para
beneficio de una sola nación, sino para todas las naciones.
4. Constituye a los redimidos en un reino; así lo declara la final afirmación hecha en este
cántico: nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.
Así pues, los hombres participan de la obra redentora de Cristo, llegan a ser miembros del
reino de Dios, y también llegan a ser sacerdotes para servirle en este mundo.

De esa manera los ancianos y los seres vivientes adoraban al Cordero, y una multitud de
ángeles se les unió en el canto del himno para alabar la dignidad del Cordero. Y toda
criatura ("toda cosa creada", V. M., V. H. A.) se unió también en el cántico para tributar la
bendición, y la honra, y la gloria, y el poder, al que está sentado en el trono y al Cordero.

La primera visión que Juan vio se terminó con esta emocionante escena de los santos
triunfantes y de un universo que también adora y ofrece alabanzas y homenaje al Cristo
triunfante. Esta escena fue presentada con el propósito de infundir nuevo valor y nuevas
esperanzas en los corazones de los primeros lectores de los escritos de Juan —los
perseguidos cristianos que vivían en Asia Menor—, y de impartir el mismo entusiasmo a
los corazones de los cristianos de todos los tiempos. Creyendo en el poder de Dios (capítulo
4) y en el redentor amor de Dios (capítulo 5), no hay enemigo o fuerza maléfica a los cuales
los cristianos tengan que temer: pueden entrar a la lucha y hacer frente a cualquier mal
sabiendo que Dios todavía está en su trono, a nadie se lo ha entregado, que no ha
abandonado su cetro, que Dios es más poderoso que todas las fuerzas que se organicen en
contra de su pueblo; y la fe en él hace que los hombres evalúen apropiadamente la vida, los
asuntos de la misma y el resultado de ellos.

CAPITULO 7 – El Cordero Abre los Sellos (Apocalipsis 6:1–


11:19)
La acción principal del libro del Apocalipsis comienza con esta visión; y el resto del mismo
Apocalipsis es, en realidad, una explicación de los sellos del librito del destino. En el fondo
de toda la historia esta Dios en Cristo; y en esta parte podemos observar la mano de Cristo
abriendo el libro sellado que contiene los planes de Dios para con los hombres. El sello era
un signo de propiedad, por lo mismo, solamente un representante oficial podía abrir el sello
que alguna autoridad pusiera. Cristo es aquí el representante oficial de Dios y está
capacitado para abrir los sellos.

I. EL PRIMER SELLO, EL CABALLO BLANCO: CONQUISTA, 6:1, 2

El Cordero abrió el primer sello; entonces uno de los cuatro seres vivientes dijo con voz de
trueno: Ven. Este pasaje tiene una pequeña variación en algunos antiguos manuscritos; por
ejemplo: en el Códice Sinaítico hay un doble imperativo: Ven y ve, como si se dirigiera a
Juan; y en el Códice Alejandrino, que está considerado como el texto que tiene la evidencia
de ser el menos alterado, aparece un solo imperativo: Ven, como una señal dirigida al jinete
para que cabalgue a través del escenario. Esto produce una pequeña diferencia que es
correcta; y parece que la segunda versión se adapta más a las circunstancias.

Cuando la voz dice: Ven, un jinete cabalga en un caballo blanco y atraviesa el escenario.
Este es como una pantomima, pues el jinete no dice nada ni hace otra cosa que caminar en
el caballo por el trayecto que tenía que recorrer. El jinete puede ser identificado por la
descripción que se hace de él y por el color del caballo; y en cuanto a la identidad del jinete
podemos

1
considerar dos opiniones que se tienen como las principales. Algunos opinan que el jinete
del caballo blanco representa a Cristo, o quizás la causa de Cristo: el progreso del
evangelio; además, que el color del caballo representa la pureza celestial, la corona sugiere
la realeza y el arco representa los medios de que dispone el jinete para abatir a sus
enemigos. El jinete pasa en una ininterrumpida marcha victoriosa, en la que la victoria es
concedida por Dios: esto es indicación de que la marcha progresiva de la causa de Cristo
continuará hasta que todos sus enemigos queden subyugados. Así pues, el victorioso jinete
del caballo blanco representa el progreso triunfal del evangelio. Esta teoría es muy
atractiva; pero tiene algunas cosas en su contra. Según se puede notar, el jinete del caballo
blanco contribuye a las mismas finalidades que los otros; esto no podría ser así si estuvieran
opuestos el uno al otro en un conflicto de vital importancia. Además, esta escena, como la
presenta dicha teoría, es absurda por cuanto hace aparecer a Cristo como el Cordero que, al
cerrarse el telón, va rápidamente a cambiarse el vestuario, se pone el de un soldado persa, y
aparece cabalgando en un caballo blanco a través del escenario.

2
Parece que la mejor teoría es la que está basada en los aspectos históricos del cuadro.
Según esto, el primer jinete representa al militarismo, la conquista, la fuerza armada ansiosa
de subyugar nuevos enemigos; y el color blanco del caballo representa la victoria. Siempre
que un conquistador hacía una marcha triunfal cabalgaba en un caballo blanco. El caballo
mencionado en este pasaje simbolizaba, como también los otros tres del Apocalipsis, una
de las fuerzas que contribuirían al derrumbamiento del Imperio Romano; y los cristianos
habían de ver en tal
caballo un símbolo de victoria. El jinete que se veía no era romano, sino un soldado de
caballería de los partos: y los partos eran los enemigos que más temía Roma. Los soldados
romanos no usaban arco: el arco era el arma favorita de los partos. Además, los supremos
gobernantes romanos nunca usaron corona. Cuando los Tarquinos fueron expulsados por el
año 500 a. de J. C., fue sentado un precedente en contra del gobierno monárquico; por lo
mismo, como este era sugerido por la corona, se tenía un odio tradicional en contra de ella;
además, muchos gobernantes habían sido asesinados porque habían anhelado ser reyes. En
contraste con esto, en unas monedas persas que han sido encontradas se ve un jinete con un
arco en su mano y una corona en su cabeza. Esto del jinete en un caballo blanco sirve para
hacer saber a los cristianos que la victoria está por venir; que la poderosa Roma no siempre
estará en pie; que una conquista que viene de afuera será una parte del método que se usará
para destruirla: que Dios tiene en su mano los medios para libertar a su pueblo.

II. EL SEGUNDO SELLO, EL CABALLO ROJO: GUERRA, 6:3, 4

Cuando el Cordero abrió el segundo sello Juan oyó que el segundo animal o ser viviente
decía: Ven; y a su requerimiento, un jinete en un caballo bermejo ("rojo", V. M.; "rojizo",
N. P.) cruzó el escenario. Esto es más espectacular. El jinete no habla ni una palabra:
cabalga, y deja que el color de su caballo lo identifique; su caballo es rojo, y le fue dado
poder de quitar la paz de la tierra, y que los hombres se maten unos a otros. Además le fue
dada una grande espada, que, agregada a todos los otros pormenores, lo identifica como la
Guerra. La guerra ha sido el medio sangriento para realizar las conquistas; así pues, era
natural que el jinete en caballo rojo apareciera después del que iba en caballo blanco.

III. EL TERCER SELLO, EL CABALLO NEGRO: HAMBRE, 6:5, 6

El Cordero abrió el tercer sello, la tercera "criatura viva" hizo el llamamiento, y un jinete en
un caballo negro apareció silenciosamente en el escenario. Este jinete tenía un peso ("una
balanza", V. M., V. H. A., N. P.) en su mano. En seguida, una voz que procedía de fuera del
escenario, de entre los cuatro seres vivientes, dijo: Dos libras as de trigo por un denario, y
sets libras de cebada por un denario: y no hagas daño al vino ni al aceite. Todo esto
identifica al tercer jinete como el Hambre. En tiempo de guerra el alimento se escasea y
tiene que entregarse o venderse racionado a las familias; por lo mismo los alimentos
indispensables para vivir tenían que ser muy caros. Una medida (en griego: joinix) de trigo
era la ración que se usaba como salario para pagarle a un obrero por un día de trabajo. En
tiempo de guerra el trigo costaba doce veces más que en tiempos normales; al mismo
tiempo, el trabajo de un día no valía más que una octava parte de las veinticuatro medidas
ordinarias de cebada en bruto (las cuales en tiempos normales eran el salario que un
hombre ganaba por un día de trabajo). En este pasaje se dice que los productos alimenticios
serían escasos y el hambre acecharía por todas partes; el vino y el aceite, que eran artículos
de lujo y no de primera necesidad en la alimentación, abundarían para producir mayor
exasperación en los hombres cuando vieran la abundancia de estas dos

cosas y observaran que los granos alimenticios eran escasos para alimentar a los
3
hambrientos. El hambre siempre viene después de la guerra.
IV. EL CUARTO SELLO, EL CABALLO AMARILLO: MORTANDAD POR
PESTE, 6:7, 8

Cuando el Cordero abrió el cuarto sello y el cuarto ser viviente habló, se presentó una
visión muy macabra. En el espectáculo que se presentó ante los ojos de Juan, atravesó el
escenario un caballo amarillo ("pálido", V. M., N. P.): y el que estaba sentado sobre él
tenía por nombre Muerte; y él infierno le seguía ("el Hades", V. H. A., N. P.; "y el mundo
de los muertos seguía en pos de él", V. M.) para coger su presa. Les fue dada autoridad
sobre la cuarta parte de la tierra para matar con todos los medios concebibles. Aquí se ven
los temidos efectos de la peste, la cual siempre sigue a la guerra y al hambre. La peste habla
azotado muchas veces al Asia Menor, y fácilmente podía destruir más que la conquista, que
la guerra, que el hambre, y que todas las fieras de la tierra juntas. La peste era un
instrumento de castigo que ya estaba preparado en las manos de la justicia divina. El juicio
de que se había aquí era solamente parcial, pues abarcaría solamente una cuarta parte de la
tierra; pero inevitablemente va produciendo horror a medida que uno ve el caballo pálido o
amarillo como un cadáver, jineteado por la Muerte y seguido a toda carrera por el Sepulcro
o "mundo de los muertos" que vorazmente va

4
reuniendo todos los cuerpos que han caído.
Todo lo antes mencionado —la conquista militar, la guerra, el hambre, la peste— son

fuerzas que Dios puede usar para destruir a los opresores de su pueblo: por lo mismo, sus
cristianos deben ser valerosos y tener en cuenta que la causa que siguen y defienden de
ninguna manera está perdida.

V. EL QUINTO SELLO, LOS SANTOS MARTIRIZADOS: PERSECUCION, 6:9-11

Cuando el Cordero abre el quinto sello el simbolismo cambia. Antes de esto han sido
presentados los instrumentos o medios utilizables para efectuar el juicio, y ya los hemos
considerado. Ahora se presenta ante nuestra vista la causa o razón para demandar que haya
un juicio: Juan vio debajo del altar ("al pie del altar", V. H. A.) las almas de los que habían
sido muertos por la palabra de Dios y por el testimonio que ellos tenían ("del testimonio a
que se habían adherido", N. P.). Estos no pueden ser otros sino los mártires cristianos que
habían muerto por causa de la persecución que Domiciano había ordenado. Juan, el escritor
del Apocalipsis, en este mismo libro nombra a uno de aquellos mártires: Antipas (2:13); y
los historiadores mencionan a otros muchos que murieron por la misma causa. En este
pasaje, simbólicamente, aquellos mártires clamaban en alta voz preguntando hasta cuando
serían vengados. Algunos críticos han dicho que esta actitud no es cristiana, y por lo mismo
han pretendido eliminar del canon del Nuevo Testamento el libro del Apocalipsis: estos
críticos pasan por alto el hecho de que la ira contra el pecado es una parte esencial de la
justicia de Dios. Por otra parte, podemos declarar que lo que se dice en este versículo (6:10)
es una manifestación de que existe la necesidad moral de que haya un juicio. Dios no
podría ser un Dios justo si permitiera que esos pecados e iniquidades permaneciesen sin
castigo. La principal razón para que Dios juzgara al Imperio Romano era que este perseguía
al pueblo de Dios. La única actitud no cristiana que se puede entrever en esto es la
impaciencia de los mártires; y tal actitud que parece ser no cristiana suele apoderarse de
casi todos los seres humanos. Los santos mártires sabían que el juicio vendría; pero no
entendían por que Dios se tardaba tanto en realizarlo.

A cada uno de aquellos mártires le fue dada una vestidura talar blanca (V. H. A., N. P.), la
cual es símbolo de su pureza y de la victoria que ganarían; y se les dijo que fueran
pacientes. Ese tiempo no era el conveniente para que Dios consumara su retribución, pues
en las iglesias

había aún otros cristianos que tendrían que sufrir; pero, al fin, seguramente obtendrían la
victoria. Por lo tanto, aquellos mártires debían saber que el juicio estaba en proceso de
organización.

VI. EL SEXTO SELLO, EL TERREMOTO: JUICIO, 6:12-17

Cuando el Cordero abrió el sexto sello, Juan vio un gran terremoto con todas sus
terribilidades concomitantes: el sol se obscureció, la luna se puso roja como sangre, las
estrellas cayeron como los higos caen cuando la higuera es sacudida por un viento fuerte,
los cielos se arrollaron como si hubieran sido un libro o rollo de papiro, y las montanas y
las islas desaparecieron; las gentes de todas las condiciones y clases sociales se escondieron
en las cuevas y pedían a los montes y a las peñas que cayeran sobre ellas y las escondieran
de la ira del que estaba sentado en el trono y de la ira del Cordero, porque, decían, el gran
día de su ira es venido; ¿y quién podrá estar firme? ("ha llegado el día grande de la ira de
ellos; y “¿quién puede sostenerse en pie?", V. H. A.). Era preferible tener una rápida agonía
y una muerte violenta por aplastamiento, y no tener que estar frente a Dios cuando estuviera
airado.

3
Hay dos opiniones en cuanto a lo simbolizado por esto. Unos opinantes sostienen que esto
no representa el juicio final, sino únicamente un juicio temporal manifestado en los castigos
que se infligen mediante las calamidades naturales; y dicen que el terremoto es un caso
representativo de las calamidades naturales, pues como tales sacudimientos terrestres eran
frecuentes en Asia Menor, los cristianos de esta región podrían entender lo que se quería
decir con este mensaje apocalíptico. Una combinación de terremotos y erupciones
volcánicas había destruido a las ciudades de Herculano y Pompeya el año 79 d. de J. C., y
Sardis y Filadelfia una vez fueron destruidas casi completamente por otro terremoto. Esas
calamidades naturales ilustraban de una manera muy gráfica el castigo procedente de la ira
divina y también ilustraban muy gráficamente el juicio de Dios sobre los opresores de su
pueblo.

Quienes opinan que en este pasaje se trata de un juicio temporal, para sostener su opinión
se refieren al hecho evidente de que en el Apocalipsis no se alude al juicio final sino hasta
20:11-15. Estas personas se niegan a admitir que lo que está dicho en 6:12-17 se refiere al
juicio final, porque:

1. Al opinar que se trata de un juicio temporal no tienen en cuenta el uso que los escritores
del Antiguo Testamento hicieron de esta idea referente al juicio; pues en Joel 2:10,
Jeremías 4:23, 24, 28 e Isaías 13:9, 10 tal idea del juicio, expresada por medio de
calamidades naturales, fue usada en relación con asuntos nacionales y temporales. Pero no
debemos olvidar, como parece que lo olvidan estos señores, que una de las principales
características del Apocalipsis es el uso del lenguaje del Antiguo Testamento con el
significado que se le da en el Nuevo Testamento. Este hecho debilita la opinión que
estamos considerando.

2. Quienes opinan que aquí se trata del juicio final pasan por alto el hecho de que esto es
una visión y que está presentada en un símbolo, y admiten que esto se realizará
literalmente. Esto es una verdad a medias. Los futuristas son culpables de esto; pero hay
otros comentaristas que sostienen que esto simboliza el juicio final, y, sin embargo, no le
dan una interpretación literal.
3. Los que opinan que el pasaje que estamos discutiendo se refiere al juicio final, ponen a
éste en un lugar que no es el que le corresponde en el plan general de

las cosas que trata el Apocalipsis. Esto es cierto si la teoría de la recapitulación es errónea.
Pero si estas visiones son representaciones de las cosas que van a suceder, siendo cada
visión completa en sí misma aunque vaya creciendo en intensidad, entonces quienes opinan
que estos versículos se refieren al juicio final, han colocado a éste en el lugar que le
corresponde.

6
Otros opinantes sostienen que lo que se dice en este pasaje (6:12-17) es simbólico del
juicio final. Se adhieren a la susodicha teoría de la recapitulación, y esto es la secuencia
natural. Estos intérpretes no se adhieren a la idea de que estas cosas tendrán un
cumplimiento literal. Los acontecimientos representados en este pasaje eran asuntos
tomados de las cosas que los cristianos de esos tiempos conocían muy bien, y servían para
mostrar que finalmente serían derrotados los enemigos de la causa cristiana. Los
proponentes de esta teoría aluden a la declaración: Porque el gran día de su ira es venido;
¿y quién podrá estar firme?, como una

7 8
indicación de que se refiere al último juicio. Pieters y Charles responden a esa pregunta
con lo que parece que es una declaración verdadera: que esa pregunta expresaba el estado
de conciencia de los pecadores consternados por el terror, y no el estado de la conciencia de
Juan. Los pecadores pensaban que se refería al fin de las cosas; pero Juan no dio ninguna
interpretación.

Cada uno de los grupos de opinantes tiene tan buenos argumentos en este asunto, que es
difícil aceptar lo que dicen unos y rechazar lo que dicen otros. Yo estoy de acuerdo con
quienes opinan que cada una de estas visiones es completa en sí misma y abarca el campo
de acción que debe abarcar. Por lo tanto debería yo adherirme a la opinión de que esto se
refiere al juicio final y también debería yo proceder en conformidad con ella. Pero me
siento fuertemente impulsado a no proceder así, porque hay una poderosa sospecha de que
esto no representa el juicio final, sino calamidades naturales usadas como instrumentos de
juicio en los asuntos

9
temporales de los hombres. Puede ser que Moffatt tenga una manera de salir de esta
variedad de opiniones al sugerir que esto simboliza el principio del juicio final; pero el caso
es que Juan introduce un entreacto o intermedio que pospone el juicio final y hace que esto
dé por anticipado a los habitantes del Asia Menor una prueba de que la destrucción de sus
enemigos se realizará. Como quiera que eso sea, esta parte del espectáculo simboliza el
poder destructivo de Dios contra quienes rechazan a Dios y rechazan su plan de salvación;
pues cuando estas fuerzas —la conquista, la guerra, el hambre la peste, las calamidades
naturales— se enfurecen: ¿Quién

podrá estar firme? Esta pregunta se contesta en el capítulo 7. INTERMEDIO:


PROTECCION PARA LOS REDIMIDOS, 7:1-17

La serie de símbolos de que acabamos de hablar describió la destrucción de los enemigos


de Cristo, y la siguiente serie tiene una idea similar. Ahora bien, la pregunta que surge
naturalmente es: ¿Qué les sucede a los santos de Cristo mientras la obra destructora está en
progreso? ¿Quedan a salvo de esa fuerza destructora o van a ser perjudicados por ella? Por
causa de estas preguntas se ha introducido este paréntesis o intermedio: para mostrar que
Dios ha proporcionado lo necesario para la protección de su pueblo. El simbolismo expresa
la idea de que las fuerzas de la destrucción están como refrenadas hasta que los santos sean
sellados para recibir gloria y protección eternas.

En esta visión Juan vio cuatro ángeles que estaban sobre los cuatro ángulos de la

10
tierra; estaban deteniendo los cuatro vientos, los cuales simbolizan la divina retribución.
Mientras Juan miraba, vio a otro ángel que surgía de por dónde nace el sol, del oriente, de
por donde viene la luz a un mundo tenebroso. Este ángel llevaba el sello del Dios vivo, y de
manera que pudiese ser oído por todos los lugares de la tierra, clamaba a gran voz a los
cuatro ángeles para que detuviesen la divina retribución hasta que él hubiera puesto el sello
de Dios sobre las frentes del verdadero pueblo de Dios, con lo cual se indicaba que Dios
protegía y poseía a ese pueblo. Juan no vio que el ángel sellara a los siervos de Dios; pero sí
oyó que el número de los señalados era: ciento cuarenta y cuatro mil señalados de todas
las tribus de los hijos de Israel; también oyó que este grupo de ciento cuarenta y cuatro mil
fue formado por los doce mil que de cada una de las doce tribus de Israel fueron señalados.
Parece que todos los eruditos admiten que este hecho de señalar es un símbolo de
protección. Puede notarse que el lenguaje que se usa aquí es parecido al que se usa en
Ezequiel 9, donde se refiere que al pueblo de Dios se le pone una señal en la frente y a los
agentes de la destrucción se les prohíbe que dañen a cualquier persona que tenga esa marca.
En el libro del Apocalipsis se dice que los señalados tienen el sello de Dios; y esto nos hace
recordar que los sellos que se usaban en el oriente casi siempre tenían el nombre del
propietario. Así pues, los señalados están protegidos para que los vientos destructores no
los perjudiquen. En esto están de acuerdo los eruditos; pero no están de acuerdo cuando se
intenta identificar a los dos grupos mencionados en este capítulo (uno en los versículos 3-8;
otro en los versículos 9-17). El Apocalipsis está escrito en lenguaje simbólico, y no es
correcto que seamos dogmáticos al tratar de símbolos. Es mejor revisar las diferentes
opiniones, las evidencias, y formular las conclusiones que parezcan ser las más autorizadas.

En cuanto a esto hay dos teorías. La primera dice que los ciento cuarenta y cuatro mil
representan a los judíos cristianos, y que la gran compañía, la cual ninguno podía contar
representa a los gentiles cristianos. A primera vista esto parece una división natural.
11
Dana opina que el primer grupo es el remanente de Israel y que el segundo grupo es el
conjunto de redimidos de todas las naciones. Ya sabemos que el número "12" es el símbolo
de la religión organizada, y es el número que expresa mejor esta idea. Ciento cuarenta y
cuatro mil es un múltiple muy grande de doce, y está destinado a producir la idea de una
inmensa multitud. Por lo tanto, este hecho de sellar o señalar a doce mil de cada una de las
doce tribus de Israel simboliza una inmensa multitud de judíos cristianos que están sellados
para ser protegidos.

La grande multitud mencionada en los versículos 9 al 17 es símbolo de la gran cantidad de


gentiles que son salvos, a los cuales Juan no deja sin esperanza y los presenta gozosos
expresando con anticipación la triunfante protección de Dios. Esta manera de opinar es en

12
esencia la de Stuart; y es también la de Bengel. Hay otros que se adhieren a esta manera
de pensar; pero adoptan un punto de vista futurista, lo cual hace que en este asunto queden
fuera

13
de este grupo. Es sorprendente encontrar a Dana en armonía con Bengel y Stuart en lo
referente a este asunto que pasa de una interpretación simbólica a una que es claramente
literal.

La segunda teoría dice que el simbolismo que aquí se usa no divide a los redimidos en dos
grupos: judíos y gentiles. Así opinan Pieters, Moffatt, Kiddle, D. Smith, J. Smith,
Richardson, Charles, Swete, Beckwith, Milligan, y Hengstenberg. Estos eruditos son de los
mejores que ha habido en cuanto al estudio del Apocalipsis durante los últimos cien años.
En seguida presentamos en forma condensada algunas de sus opiniones:

Pieters: El primer grupo representa a los verdaderos creyentes que viven en la tierra
mientras están sujetos a las tormentas del juicio divino que descienden sobre el mundo; y el

segundo grupo simboliza a los creyentes que ya están en el cielo ... Por consiguiente, los
dos

14
grupos son, respectivamente: La Iglesia Militante, y La Iglesia Triunfante.
Richardson: La iglesia universal, —es decir, todos los cristianos— está sellada y por

lo tanto es seguro que recibirá protección. Ningún miembro de la verdadera iglesia se ha


perdido. Además los santos del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento están
indicados

15
por el múltiple de doce. Aquí no hay distinción entre el judío y el gentil.
D. Smith: Esto es una visión del cuidado de Dios a favor de su pueblo en medio de las
tribulaciones terrenales... Este fue el verdadero Israel, "el Israel de Dios" (Gal. 6:16);... Esto
es
16
una visión del triunfo que en el cielo disfrutan las huestes martirizadas ...
Swete: El Israel de que se habla en la primera visión tiene la misma extensión que la

iglesia entera... Las dos visiones representan el mismo cuerpo, aunque bajo muy diferentes

17
aspectos.
Beckwith: ¿Quienes... son los 144,000 que van a ser marcados? La respuesta que, a

pesar de alguna dificultad que se presenta, puede adaptarse más a los conceptos del Nuevo
Testamento en general como también a los de Apocalipsis —la respuesta que hace menos
violencia al espíritu universalista del libro— es, que son quienes constituyen el cuerpo
entero de la iglesia... Los redimidos a que se alude aquí son los que han venido de toda
nación y tribu...

13
judíos y también gentiles.
Charles: Aquí no se trata de creyentes que sean descendientes del Israel literal... sino

de los descendientes del Israel espiritual... Estos (los del segundo grupo) son los que han
sido sellados en la visión que se acaba de presentar, y por causa del martirio han ganado el
privilegio

que corresponde a los mártires: el de obtener la inmediata bienaventuranza y la


19
perfección... Hengstenberg: Admitir que estos (los 144,000) representan únicamente a
los cristianos

judíos, es la arbitrariedad más grande... Aquellos a quienes antes se les aseguro que estarían
a salvo de los juicios que están decretados contra el mundo, aunque estuvieran en medio de
dichos juicios, se nos presentan en la innumerable muchedumbre (7:9) que está en esa
gloria

20
celestial que los esperaba.
Milligan: La primera impresión que produce la visión de los señalados es,

indudablemente, que se refiere a los judíos cristianos, y solamente a ellos. Sin embargo,
muchas consideraciones nos hacen llegar a la más amplia conclusión de que, bajo la figura
de judíos,

21
están incluidos todos los seguidores de Cristo, o sea la iglesia universal.
Todas esas declaraciones son afirmativas y nos sirven para determinar la posición de

cada uno de tales escritores,


Existen algunas razones que, desde un punto de vista más o menos negativo, son
contrarias a la opinión de que los dos grupos aludidos representan a los cristianos judíos y a
los cristianos gentiles, respectivamente. En seguida presentamos algunas de tales razones,
las cuales merecen nuestra consideración:

1. En ninguna parte del Apocalipsis se hace alguna diferencia entre judíos y gentiles
cristianos. Como Juan ve las cosas, la iglesia es una: no hay judíos ni griegos, barbaros ni
escitas, siervos ni libres; no hay ni una palabra que sugiera que el cuerpo de creyentes está
dividido en dos partes. Las cartas dirigidas a las siete iglesias indudablemente se refieren a
ese cuerpo de cristianos cuyo futuro después se describe. Según esas cartas Cristo anda en
medio de ellos y les hace

promesas, no de una manera a unos miembros y de otra manera a otros, sino siempre a
todos con iguales palabras; "al que venciere." Si aquí, donde se presenta el asunto de la
protección igual para todos, fuéramos a introducir una línea de separación entre los
cristianos judíos y los cristianos gentiles, lo haríamos fuera del lugar correspondiente.

2. El autor del Apocalipsis tiene la costumbre de exaltar y espiritualizar los nombres judíos.
Así, por ejemplo: el Templo, el Tabernáculo, el Altar, el Monte Sion, Jerusalén son para el
la incorporación de ideas más profundas que las producidas cuando esos nombres se
entienden literalmente. Entonces, por analogía se infiere que éste es el uso más natural de la
palabra Israel en este caso: el uso espiritual.

3. Algunas expresiones del pasaje son incompatibles con el hecho de limitar el número de
los sellados a una clase especial de cristianos. Por ejemplo: ¿por qué el detenimiento de los
vientos había de ser universal? ¿No sería suficiente detener únicamente los vientos que
soplarían sobre los cristianos judíos y no los que soplarían sobre toda la tierra? Por
consiguiente, podemos decir que también parece que la designación de siervos (versículo 3)
incluye al número completo de los hijos de Dios y no solamente a unos pocos.

4. Si el segundo grupo de que se habla en este capítulo 7 representa a los cristianos gentiles,
nada se dice en cuanto a que vayan a ser sellados para recibir protección: y evidentemente
estos necesitarían tanta protección como los cristianos judíos.

5. Aquí se dice que el sello protector sería puesto en las frentes de los siervos de Dios, y en
22:4 se dice que todos los creyentes serán marcados de semejante manera. 6. El número de
los 144,000 está mencionado otra vez en el capítulo 14:3; y es difícil dudar que las mismas
personas están incluidas en ese número mencionado en ambos capítulos (el 7 y el 14).

7. El Apocalipsis es un libro de contrastes; como ejemplo de ellos aquí está uno: en muchos
de sus pasajes (13:16, 17; 14:9; 16:2; 19:20) se dice que todos los seguidores de la bestia, o
Satanás, están marcados en sus frentes. Esto parece una antítesis del pasaje que estamos
discutiendo; por lo tanto todo el pueblo de Dios está sellado.

8. Es innegable que el segundo grupo que se ve en la visión —la gran compañía que estaba
delante del trono y del Cordero— presenta una escena más grandiosa de privilegios y de
gloria que el primer grupo. Por lo tanto, de esto se inferiría (basándonos en la suposición
que con estas líneas estamos combatiendo) que en el mismo instante en que Juan (según se
dice) evita que los gentiles sean sellados y les asigna una posición inferior a la de los judíos
tratándolos como si fueran un "apéndice" de estos, habla de esos mismos gentiles como de
los herederos de un privilegio y de una gloria superiores a los de los judíos. Así pues, nos
parece que el apóstol difícilmente podría ser tan ilógico o contradictorio consigo mismo en
sus declaraciones.

La conclusión que se obtiene de esta preponderancia de evidencia es clara: la visión de la


selladura no se aplica únicamente a los cristianos judíos sino a todos los cristianos. Por lo
mismo, cuando los juicios de Dios son esparcidos por todo el mundo, todos los siervos del

Señor están sellados para recibir protección; y las dos visiones deben representar al mismo
grupo en diferentes circunstancias. Ahora bien, estas circunstancias deben ser estudiadas en
seguida.

Un examen atento de los principios estructurales que caracterizan a los escritos de Juan
mostrará que se distinguen por una tendencia a mostrar el mismo objeto en dos diferentes
aspectos, siendo el segundo la culminación del primero; como el escritor no queda
satisfecho con una sola expresión de lo que desea usar para impresionar a sus lectores, usa
la repetición. Con frecuencia se puede notar en el Apocalipsis que después de que el autor
ha presentado un asunto, lo presenta otra vez a sus lectores, vuelve a elaborarlo, lo
amplifica, lo profundiza, y lo expone con un colorido más fuerte y más vivido. La segunda
presentación de tal asunto es el centro de una circunferencia más grande, y está expresada
de una manera más enérgica. Parece que esto es lo que tenemos en el pasaje que estamos
discutiendo.

Las 144,000 personas de la primera visión consolatoria representan no solamente a los


cristianos judíos sino también a todo el cuerpo de creyentes. El hecho de sellar simboliza la
protección que Dios les da aunque estén bajo los juicios que van a caer sobre el mundo. El
número "12", que es un número sagrado de significado religioso, está multiplicado primero
por sí mismo y después por mil; y así el 144,000 resultante se usa para representar lo
absolutamente completo: lo cual quiere decir que ningún miembro del verdadero cuerpo de
creyentes se

22
perderá. El hecho innecesario de nombrar cada una de las tribus, con el número 12,000
repetido, hace énfasis de la manera más fuerte posible en la seguridad de que cada miembro
del pueblo de Dios será incluido. Juan tiene una verdad de la más grande importancia que
explicar, y, con la maestría de un hábil narrador de historias, de tal manera explica esa
verdad que sus lectores quedan en suspenso ante el culminante horror que será lanzado
sobre el mundo cuando el séptimo sello sea abierto. Los lectores a quienes fue dirigido este
libro deben aprender algunas cosas que los afectan más íntimamente que los portentos
espectaculares que fueron narrados en el capítulo 6. La conquista, la guerra, el hambre, y la
peste se han presentado amenazadoras; los cuatro ángeles que detienen a los vientos para
suspender su misión destructora, son símbolos que se alternan con los cuatro jinetes, y
permanecen inactivos hasta que el pueblo de Dios esté sellado y por lo mismo a salvo de la
destrucción que está amenazando. Antes de que ocurra la crisis, el bien y el mal deben ser
discriminantes, y los justos quedarán inmunes de esta destrucción que persigue a los
inicuos. El sello es una marca de Dios para indicar propiedad y protección; y por este sello
y por los cantos que los justos elevan a Dios para adorarlo, estos quedan identificados y a
salvo de todo peligro. Así pues, este primer grupo representa a los verdaderos creyentes que
están en la tierra, donde se descargan las tormentas de la justicia divina; tales creyentes no
son quitados del mundo, pero sí son sellados, son conservados en el hueco de la mano de
Dios, porque todas las cosas obran juntamente para el bien de ellos.

Después de estas cosas, después de sellar a los protegidos santos que estaban en la tierra,
Juan vio una visión en que se expresaba un gran gozo y ánimo; vio una gran compañía
("una gran muchedumbre", V. M., V. H. A.), la cual ninguno podía contar: procedía de
todas gentes y linajes y pueblos y lenguas; estaban delante del trono y delante del Cordero,
y dividían sus alabanzas entre Dios que está sentado sobre el trono y al Cordero; los
componentes de ese grupo estaban vestidos de ropas blancas y tenían palmas en sus
manos.

Este grupo no está sellado para recibir protección porque ya no la necesita: ya están fuera
de este mundo, están en la presencia de Dios; han resultado victoriosos en la prueba: esto
queda simbolizado por las blancas vestiduras que tenían; además, estaban gozosos, lo cual
se

simboliza por las ramas de palmas que tenían en sus manos. En esos tiempos, en muchas
ocasiones se acostumbraba usar las ramas de las palmas, y todas esas ocasiones eran de
regocijo; los conquistadores romanos usaban guirnaldas y coronas hechas con hojas de
palmas

23
cuando celebraban sus victorias. Los griegos acostumbraban recibir con una rama de
palma a

24
sus atletas que hubieran triunfado en un evento deportivo. Sin embargo, el hecho de que
aquí se mencionen las palmas probablemente no se relaciona con ninguna de esas dos
ocasiones. Con toda probabilidad, el hecho de mencionar aquí las palmas es un recuerdo del
uso que los

25
hebreos hacían de ellas en la fiesta de los Tabernaculos, construyendo abrigos o
cobertizos sobre los techos de las casas y en las calles. La fiesta de los Tabernáculos era
principalmente una fiesta de gozo: gozo por la libertad y la protección de que disfrutaban y
por la seguridad que tenían para el futuro. De la misma manera están usadas las palmas en
esta parte del Apocalipsis. El canto que entonaba esta muchedumbre era de alabanza, y en
el atribuían la salvación —o libertad— a Dios que estaba en el trono y al Cordero. De esta
manera daban testimonio de que reconocían la causa de su victoria; y los ángeles que
estaban en pie alrededor del trono unían su cántico al anterior, para alabar a Dios por lo que
él había hecho.

Después, uno de los ancianos, al ver la perplejidad y el interés de Juan, le pregunto: Estos
que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? Juan confiesa
su ignorancia sobre este particular, y al mismo tiempo expresa su creencia de que el
anciano podrá ilustrarlo; y el anciano le respondió: Estos son los que han venido de grande
tribulación, y han lavado sus ropas, y las han blanqueado en la sangre del Cordero. Por
esta razón, porque han salido victoriosos de entre las condiciones calamitosas que hay en el
mundo, están delante del trono de Dios: no abajo, en la tierra; y le sirven día y noche,
continuamente. Algo más (vv. 15b-17): Dios les da perfecto compañerismo y protección, y
satisface todas las necesidades que tienen; asimismo "el Cordero redentor" ha llegado a ser
"el Pastor providente" que los cuidará y los guiará a las fuentes de la vida; y Dios quitará de
ellos todo sufrimiento.

Todo esto en conjunto presenta una luminosa escena en la que se ve a los santos después de
que han pasado por las calamidades que amenazaron a la tierra, como lo narra la primera
parte del capítulo. Es glorioso ver a los santos cómo, después de haber estado en el
sufrimiento, están llegando (en el griego esta forma verbal es participio presente) victoriosa
y gozosamente a tributar su alabanza a Dios y a Cristo, considerándolos como la causa de la

1
libertad que gozan. Lo principal de esto no es solamente salir de la prueba, sino salir de
ella con una conciencia y una fe inmaculadas. Esto es posible únicamente por medio del
poder del sacrificio de Cristo consumado a favor nuestro. El poder de la redención había
estado ayudando a los justos a salir victoriosos de la persecución: por esta razón no
pretendían tener ningunos méritos en la adquisición de la victoria, sino que todo mérito lo
atribuían a Dios y al Cordero. Revisemos la relación que hay entre las dos partes
principales del capítulo 7: Las personas de que se habla son las mismas en ambas partes,
aunque la situación en que están esas personas es diferente. Según la primera parte, las
personas quedan señaladas para estar a salvo cuando el juicio descienda sobre la tierra;
están bajo la protección de Dios y quedarán libertadas no del juicio sino por medio del
juicio. En la segunda parte del citado capítulo se ve a dichas personas después de que han
pasado con éxito por las dificultades: tienen paz, gozo, victoria; cada necesidad ha quedado
satisfecha, cada tristeza ha sido aliviada, y cada lágrima enjugada. Estas personas que
fueron selladas en la tierra, ya usan los ropajes de victoria y tienen ramas de palmas con las
que expresan el gozo que experimentan al estar en el cielo alrededor del trono de

Dios para adorarlo. Las dos visiones juntas ilustran, de la manera más completa posible, la
seguridad que tiene el pueblo de Dios ante los juicios de que se habla en los capítulos 6 y 8.
Así pues, la pregunta — “¿Quién puede estar firme?"— que motivó esta disertación tiene
por respuesta la que hemos dado.

VII. EL SEPTIMO SELLO, INCIENSO: VICTORIA, 8:1-5

Aquí, como en otras secciones del Apocalipsis, la última subdivisión de la visión sirve para
efectuar una transición: prepara el camino para lo que va a presentarse en la siguiente
visión. La sección que sirve para efectuar la transición se divide en dos partes: el silencio
en el cielo (vv. 1 y 2), y el incienso de la victoria (vv. 3-5).

El silencio en el cielo (8:1, 2) ha sido interpretado desde dos puntos de vista. Según
27
uno, la media hora de silencio es símbolo del juicio diferido: el juicio se ha demorado;
pero vendrá en el tiempo que Dios ha escogido. Esta idea del juicio diferido fue sugerida
por la detención de los vientos (7:1-3), y puede tener algún significado en esta parte de
nuestro estudio. Según el segundo punto de vista, ese silencio en el cielo se produjo para
obtener un

28
efecto dramático. Juan ya se ha dado cuenta de los instrumentos o medios para realizar el
juicio, de las razones o demandas para que haya un juicio, de las terribilidades por las
cuales sufrirán los malvados al aproximarse el juicio, y de la protección que hay para el
pueblo de Dios durante el juicio. Y, ¿qué sigue? Hasta las huestes celestiales están en
silencio, esperando con ansiedad para ver lo que ocurrirá; y lo que ven, como Juan, son
siete ángeles que tienen, cada uno, una trompeta en su mano. El sello, como fue usado en la
última visión según observamos, servía para esconder unas cosas; y las trompetas —que se
usaban para reunir ejércitos y para dar órdenes de efectuar cargas— servían para anunciar
cosas. ¿Qué van a anunciar? Esto es lo que se preguntaban los ejércitos celestiales mientras
esperaban en silenciosa expectación. Este es un aspecto dramático sin ningún significado
profético o doctrinal en sí mismo; es un momento de trémula incertidumbre, de silencio
reverente, de esperanza y de oración, un momento en que los ejércitos celestiales —en
silencio y como sin aliento— esperan que el espectáculo continúe. No es completamente
improbable que ambas ideas estén simbolizadas aquí: la expectación dramática, mientras el
juicio está siendo diferido.

El incienso de la victoria (8:3-5) puede ser explicado más fácilmente: un ángel llego al altar
llevando un incensario y le fue dado mucho incienso para que lo añadiese a las oraciones
de todos los santos; en seguida llenó el incensario con fuego, el cual formó una mixtura de
incienso y de oraciones, y lo arrojó a la tierra. De esa manera fue esparcido el incienso de la
victoria sobre los carbones encendidos de la intercesión cristiana. Como resultado de esto
se ve a la tierra en tumultos o disturbios sujeta a la severidad del juicio divino. De lo que
sigue a través del resto del libro se infiere que lo que aquí se simboliza es el hecho de que el
Cristo conquistador vendrá a visitar o inspeccionar la retribución que Dios ha dado a los
opresores de su pueblo. Lo que hace que esto se realice es la combinación de las oraciones
de todos los santos. Los truenos, los relámpagos y los terremotos que hubo después de que
fueron ofrecidas esas oraciones, eran presagios de que habría una destrucción. Toda la
escena que se presenta en los versículos 3 al 5 es un preludio de lo que en seguida van a
tocar las siete trompetas.

El propósito práctico que Juan tiene según este pasaje, fácilmente puede ser examinado. El
simbolismo de esta visión puede ser visualizado más pronto que en muchas de las otras
visiones; por lo mismo hay una tendencia a concentrar la atención en los pormenores
pictóricos.

Los resultados de tal consideración han sido frecuentemente desafortunados. Por ejemplo:
las plagas han sido objeto de un minucioso escrutinio como si Juan estuviera dando un
tratado científico referente a las últimas cosas que han de suceder. Algunos comentadores
han dicho que han encontrado incompatibilidades y contradicciones; y se refieren a 8:7
donde Juan declara que toda la hierba verde se quemó, y a 9:4 donde se dice que se ordenó
a las langostas que no dañaran ninguna cosa verde, ni a ningún árbol. Tales comentaristas
no se dan cuenta de que en 8:7 Juan dice que toda la hierba verde que había en la tercera
parte de la tierra fue destruida por el fuego y el granizo. Juan no se preocupó por estos
detalles, sino únicamente por los que agregaban al cuadro general que estaba presentando;
lo que él deseaba presentar a los cristianos era el significado completo del cuadro.

La revelación que Juan imparte fue ocasionada por la severa opresión que sufrían los
cristianos, desencadenada contra ellos por el pagano poder mundial de ese tiempo: Roma.
Por consiguiente esperamos que tal revelación anuncie la destrucción de ese poder hostil y
el triunfo de los cristianos; y teniendo en cuenta esto fue interpretada la visión introductoria
en que apareció el ángel con el incienso (8:3-5), El pensamiento fundamental de esto es que
Dios escucha los fervientes ruegos de su afligido y esforzado pueblo, y hace que su divino
juicio prosiga en contra de los enemigos de dicho pueblo. De aquí que en "la visión de la
trompeta" solamente esas cosas puedan ser convenientes, puesto que son salutíferas para los
cristianos y destructivas del gran poder que oprimía al mundo de aquellos días. Esto es lo
que naturalmente se espera y se encuentra cuando esto de las trompetas se interpreta desde
el punto de vista histórico. Los sonidos de las trompetas son avisos de que el juicio vendrá;
son llamamientos para que los inicuos se arrepientan. Por lo mismo, cuando suenen las
trompetas los ejércitos de la venganza comenzarán a caer sobre Roma.

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Se presenta a las cuatro primeras trompetas produciendo calamidades en la naturaleza

30
o una destrucción parcial del mundo; y representan las calamidades que la naturaleza en
su cuádruple aspecto sufrirá —según la gente de aquella época, la naturaleza se dividía en:
tierra, mar, aguas dulces, y cuerpos celestes. Una parte de este simbolismo es muy parecida
a unas de las plagas de Egipto, y otra parte es muy parecida a unos acontecimientos
históricos del tiempo de Juan. Esto no debe considerarse como una predicción de que los
acontecimientos mencionados en este pasaje ocurrirán literalmente, y que por ellos quedará
destruida la tercera parte de todas las cosas. Eso es simplemente una ilustración para
advertir que los juicios de

31
Dios son dirigidos contra los inicuos. Esto no es el juicio final, pues solamente una
tercera parte de cada cosa fue tocada y destruida; es un juicio parcial para amonestar a los
impíos. Se tenía la costumbre de usar la frase "una tercera parte" como una expresión
convencional que significaba "una parte grande." Estas tribulaciones terribles no habían de
ser universales; en caso de que hubieran tenido que ser universales, nadie habría quedado a
salvo; y por lo mismo esas calamidades eran enviadas con el propósito de que quienes
escapasen de ellas recibieran amonestaciones de naturaleza tan eficaz que no les quedara ni
la más pequeña excusa para no arrepentirse. Así no se descuidaría ninguna oportunidad que
indujera a los hombres a arrepentirse. Véase otra vez Apocalipsis 9:20, 21.

1. El toque de la primera trompeta produjo calamidades en la tierra (3:7). Se observa que


una terrífica tormenta de azufre en llamas mezclado con granizo y sangre desciende de los
cielos; y como resultado de esto una tercera parte de la tierra fue abrasada y arrasada, pues
los bosques se incendiaron.
2. El toque de la segunda trompeta fue seguido por una erupción volcánica que

arrojó un ardiente y grande monte en la mar; y murió la tercera parte de los peces, y la
tercera parte de los barcos fueron destruidos en la mar.

3. El toque de la tercera trompeta fue seguido por la caída de una grande estrella, que ardía
como una antorcha, sobre la tercera parte de las aguas dulces: los ríos y los manantiales.
Esto hizo que la tercera parte de las aguas se tornase amarga como un veneno, de tal
manera que murió mucha gente por haberlas bebido.

4. Cuando la cuarta trompeta sonó, una tercera parte del sol, de la luna y de las estrellas se
entenebreció, y por lo mismo una tercera parte del día se obscureció como la noche, y la
tercera parte de la noche fue aun más tenebrosa.

Todas estas escenas eran representaciones de calamidades naturales que serían usadas como
agentes destructores de Roma: el enemigo del pueblo cristiano. Unas de las cosas
principales que llevó al Imperio Romano al desastre fue una serie de calamidades naturales:
terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones, etc.; muchas de estas cosas habían
acontecido en el tiempo en que vivieron Juan y sus lectores, por lo cual ellos podían
recordarlas fácilmente; y Dios usó muchos de estos fenómenos externos para revelar a sus
enemigos que él tenía esos medios o instrumentos de destrucción. Pocos años antes de que
fuera escrito el Apocalipsis, el Vesubio hizo erupción (el mes de agosto del año 79 d. de J.
C.) y derramó un diluvio de materias incandescentes que inundaron a las ciudades de
Herculano y Pompeya y a muchas pequeñas aldeas, lo cual es recordado con horror por
todos los habitantes de esa región. Plinio el joven, en un escrito que le envió a Tácito le
platicó los horrores de aquella catástrofe en la cual murió su tío el eminente naturalista
Plinio; las cenizas que brotaban de aquella montaña en combustión caían en el mar, en los
barcos que estaban muy lejos, y hasta en las distantes playas de Siria y Egipto. Plinio el
joven relata que primero hubo un terremoto, después una erupción que arrojó una avalancha
de fuego la cual rodó por los lados de la montaña hasta llegar al mar; muchas personas que
lograron escapar de las corrientes de lava fueron sofocadas por los gases sulfurosos que
llegaban muy lejos; y el cielo estaba tan obscuro que Plinio dijo: "En todas partes era de
día; pero allí era una noche más negra y más densa que todas las noches."

En otra ocasión, cuando el volcán de la isla Santorín hizo erupción, este parecía una
montana ardiendo; y los fugitivos hablaban de cómo los fragmentos de rocas encendidas
destruían la vegetación, cómo los vapores sulfurosos mataban a los peces que estaban en la
mar, y cómo las aguas se tornaron rojas como la sangre. Tales cosas todavía estaban en la
memoria de los lectores de Juan; y sin duda Dios les comunicaba su revelación por medio
de cosas que ellos entendían, y les decía: "Yo tengo los medios para destruir a tus
enemigos." Y usando tales cosas Dios amonestaba a esos enemigos para que se
arrepintiesen y abandonaran todas sus iniquidades.

El plan del escritor consiste en dividir cada una de las tres series de símbolos (sellos,
trompetas, copas) en cuatro, dos, y una partes, haciendo que esta una actúe como medio de
transición. Puede notarse que las primeras cuatro trompetas anunciaron que vendrían unas
calamidades sobre la naturaleza; y las dos siguientes anunciaron unas calamidades sobre los
seres humanos. Juan vio y oyó "un águila" (V. M., V. H. A., N. P.), un ave de rapiña, y ésta,
cuando volaba, decía a gran voz que las otras trompetas anunciarían la venida de unas
calamidades sobre los habitantes de la tierra. Las cuatro trompetas acabadas de mencionar
habían producido destrucción en la naturaleza, pero "lo peor todavía estaba por venir."
Según la superstición común y corriente en aquel tiempo, el águila era un ave de mal
agüero y presagiaba calamidades que ocurrirían con toda seguridad. Este anuncio produjo
un efecto dramático en los lectores del Apocalipsis cuando, después de pasada la
conflagración, vieron delante de sí los

despojos carbonizados.
5. El toque de la quinta trompeta hizo que viniera el azote de la plaga de las

langostas (9:1-12). Apareció una estrella grande, personificada, que cayó; su caída hizo que
se viera un abismo abierto. Primero, de él salió una nube grande de humo que obscureció al
sol; después, el humo dejo que gradualmente aparecieran las langostas, o, mejor dicho, lo
que parecía humo se volvió langostas. Las langostas con frecuencia se volvían una peste o
calamidad en aquellos días; pero las langostas de que se habla aquí no eran como las
langostas comunes; eran excepcionales. En seguida tenemos una breve y dramática
descripción de ellas: en la cola tenían un aguijón, como los escorpiones; estaban
acorazadas, como los caballos que iban a la guerra; tenían rostro de hombre, cabellos de
mujer, dientes de león; y el estruendo que al volar producían sus alas era como el ruido de
los carros tirados por muchos caballos que son lanzados a la batalla. A dichas langostas se
les dio la orden de no dañar la vegetación verde, la cual comúnmente es su alimento; pero
se les permitió pasar cinco meses —tiempo que más o menos duraba la plaga de langostas
— atormentando a los hombres hasta que prefirieran morir en lugar de seguir viviendo.
Además, a esas langostas se les permitió perjudicar únicamente a los enemigos de la causa
de Dios; pero no se les permitió dañar a ninguno de los que estaban marcados con el sello
de Dios. Esas langostas tenían un rey con un nombre muy adecuado: "Destrucción", en
hebraico es Abaddon, y en griego, Apollyon. Debe recordarse que se está hablando en
lenguaje simbólico; también que esto es como una representación escénica, y que se usan
los pormenores para hacer más impresionante el espectáculo. Una persona que está como
espectador no se interesa tanto en los pormenores de la representación hasta llegar a perder
la noción de lo que está representando el actor. Por otra parte, se han hecho muchos
esfuerzos para determinar el exacto significado de cada uno de los pormenores de esta
representación apocalíptica: tales esfuerzos han sido infructuosos. ¿Qué se simboliza con
esas langostas que brotan del interior de la tierra y que están gobernadas por un rey que se
llama "Destrucción", nombre que frecuentemente aparece relacionado con el diablo?
Algunos eruditos ponen a las langostas en paralelo con los jinetes que se mencionan en el
párrafo siguiente; pero la diferencia que existe entre los dos restantes ayees o calamidades
anunciadas en 8:13 impiden que se establezca tal paralelismo. Algunos eruditos piensan
que esto de las langostas no tiene importancia y lo pasan por alto sin interpretarlo. Parece
que la mejor interpretación desde el

32 33
punto de vista histórico es la que dan Hengstenberg y Dana . Los intérpretes acabados
de mencionar opinan que esta visión es un símbolo de los espíritus diabólicos que
penetraron en la tierra (Hengstenberg), o las fuerzas de la destrucción que Dios tiene en su
mano para castigar a la insolente Roma que desafiaba a la justicia divina (Dana). Esto de
las langostas simboliza la podredumbre infernal o sea la decadencia interna que había en el
Imperio Romano. Algo de lo que produjo la caída de Roma fue una serie de corrompidos
gobernantes y directores del pueblo. En esta visión se representa ese espíritu de
podredumbre infernal como si brotara del interior del imperio (esparciéndose sobre la
tierra) para producir su destrucción. Esa condición arruinó a Roma; pero en realidad no
perjudicó pueblo de Dios, a los cristianos perseguidos, porque no eran parte de la depravada
Roma. Así pues, por medio de esta visión, Dios alude a los dos instrumentos que puede
usar para derribar a los opresores de su pueblo: las calamidades naturales, y la decadencia
interna. Un tercer instrumento se menciona en la siguiente visión.

6. El toque de la sexta trompeta trae sobre los hombres el segundo "¡Ay!" o calamidad
(9:13-21). El sexto ángel sonó su trompeta, y entonces una voz que procedió de entre los
cuernos del altar le dijo que desatará a los cuatro ángeles que estaban atados junto al gran
río Éufrates. Entonces estos cuatro ángeles fueron puestos en libertad y dirigieron un gran
ejército

de caballería resuelto a destruir, para lo cual estaba especialmente preparado. El


simbolismo de esta visión está lleno de pormenores dramáticos. El ejército de caballería
tenía 200.000,000 de jinetes ("doscientos mil millares", V. H. A., "dos decenas de millar de
decenas de millar", N.P.), o sea dos veces el diez mil multiplicado por diez mil: cantidad
que denota un gran ejercito, un número completo. Con esta cantidad de soldados de
caballería en una formación bien organizada se tendría esto: ¡un ejército de caballería de
poco más de ciento cincuenta y siete kilómetros de longitud por casi dos kilómetros de
anchura! Los jinetes tenían corazas de fuego; los caballos tenían cabeza de león, y de sus
bocas salían fuego, humo y azufre, y en lugar de que sus colas fueran normales eran como
serpientes y podían morder y dañar a los hombres: una tercera parte del género humano fue
muerta por esta caballería.

Además, todos estos pormenores se agregan con el propósito de hacer más dramática la
visión, aunque tales pormenores no tienen en sí mismos ningún significado profético o

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doctrinal. Todo este cuadro representa las caballerías de los partos procedentes del
territorio del rio Éufrates. La gente de esta región era el enemigo que más temía Roma y era
una constante amenaza en su frontera oriental; y, como se ha dicho antes, Roma nunca
conquistó completamente a los partos. La descripción que se hace en este pasaje es tal que
podía aterrorizar a cualquier enemigo del pueblo de Dios. ¿Podemos imaginar un caballo
con cabeza de león, arrojando por su boca humo, fuego, y azufre que arde y produce llamas,
y teniendo serpientes mortíferas en lugar de cola? Ahora bien, teniendo en cuenta a uno de
estos monstruos horripilantes, imaginemos a 200,000,000 de ellos y tendremos una idea del
ejército que marcharía contra Roma. En el pasaje que estamos estudiando se presenta todo
este cuadro para simbolizar la invasión extranjera que Dios utilizaría para castigar a los
opresores de su pueblo.

Con esto quedan completos los tres instrumentos. Como si fuera un hilo que atraviesa todo
el libro de Gibbon, "Decadencia y ruina del Imperio Romano", aparece la verdad de que
tres grandes instrumentos se combinaron para desbaratar al Imperio Romano, y en parte
obraron en los tiempos de Juan. Los tres instrumentos fueron: las calamidades naturales, la
corrupción interna, y la invasión extranjera. En el libro del Apocalipsis se puede notar que
estas tres cosas son los símbolos de los instrumentos ya preparados para ser usados por
Dios en defensa de su pueblo. Las calamidades naturales (inundaciones, terremotos,
erupciones volcánicas, etc.), la corrupción interna (una larga sucesión de gobernantes
corrompidos), y las invasiones extranjeras (por los enemigos antiguos y por los recientes)
estaban combinadas para destruir lo que parecía indestructible.

Los versículos 20 y 21 (del capítulo 9 que estamos considerando) indican que los juicios
acabados de mencionar eran juicios arrojados contra el poder mundial y no contra los
cristianos. Los cristianos sufrirían por estar dentro del territorio donde se manifestarían esos
juicios, pero no sufrirían como enjuiciados. Tales sufrimientos serían una parte de la prueba
por la cual tendrían que pasar, durante su peregrinación en la tierra, al estar mezclados con
la gente del mundo; pero tal prueba no sería juicio para los cristianos. La visión fue
presentada como un medio con el cual se infundía a los cristianos la seguridad de que serían
ayudados a darse cuenta de que Roma nunca derrotaría al cristianismo. Aquellos juicios
iban a ser enviados como medidas punitivas contra los malvados opresores y como una
invitación para que se arrepintieran; y podemos darnos cuenta de que esto fue así, al
observar que en estos versículos se hace notar que el resto de los hombres, los que no
fueron perjudicados por las plagas, no se arrepintieron de las obras de sus manos: de la
idolatría, de los homicidios, de las hechicerías, de los hurtos, de las fornicaciones. Después
del séxtuple juicio todavía continuaban en sus

malos caminos:
Nada haría que se arrepintieran; y nada se les dejó: excepto los juicios de Dios que eran
más severos que los anteriores.
Intermedio: Anuncios de retribución, 10:1–11:13

Al llegar a esta parte, el progreso normal de los juicios anunciados por la trompeta queda
interrumpido, y queda interrumpido precisamente de la misma manera en que lo fue entre
los sellos sexto y séptimo; por dos visiones consolatorias. La primera está descrita en el
capítulo 10, y la segunda en 11:1-13. Al llegar al versículo 14 de este mismo capítulo 11 se
reanuda la serie de las trompetas y se llega hasta el fin del capítulo. Este es el más largo de
los intermedios colocados regularmente entre el sexto y el séptimo símbolos de una serie; y
contiene el anuncio de una pronta retribución presentada en cuatro partes.

Lo que se dice en cuanto al ángel y los siete truenos (10: 1-7) abarca la primera parte del
intermedio. Juan vio que un ángel fuerte descendía del cielo, radiantemente vestido. Ese
ángel es un mensajero de divina vindicación. Parece que no hay mucho fundamento para

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sostener la opinión de Richardson en el sentido de que este ángel es Cristo mismo; pues
en otras partes de la Escritura se habla de los ángeles como mensajeros, y parece que aquí
se hace lo mismo. Este ángel tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho
sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra para indicar que su mensaje es para todo el
mundo; además clamó con grande voz, como cuando un león ruge, pues sin duda ese
clamor o grito era lanzado para atraer la atención a lo que iba a decir. Antes de que el ángel
dijera lo que tenía que decir, los siete truenos hablaron sus voces ("las voces de los siete
truenos hablaron", N. P.). El trueno es uno de los símbolos de la amonestación; y en todos
los demás pasajes donde se mencionan los truenos (8:5; 11:19; 16:18), estos son una
advertencia de que los juicios de la ira divina vendrán: probablemente esto es lo que
significan estos siete truenos. Además de los siete sellos, las siete trompetas, y las siete
copas, se tuvo la amonestación de los siete truenos. A Juan se le había dicho que escribiera
lo que viese y oyese; y en obediencia a ese mandato comenzó a escribir las cosas que
decían los siete truenos; pero una voz procedente del cielo lo detuvo y le dijo que sellara las
cosas que los siete sellos habían pronunciado. La razón para proceder de esa manera se da
en los pocos siguientes versículos, y es ésta: ya no se harían más amonestaciones. El ángel,
que había sido interrumpido por los siete truenos, levantó entonces su mano y pronunció su
último veredicto: el tiempo no será más ("ya no habrá más tiempo" o "plazo", V. H. A.; "ya
no se daría más tiempo", N. P.), ya no habrá más dilación; en seguida el ángel reveló el
hecho de que al sonar la ultima trompeta el misterio de Dios llegaría a su fin. La
amonestación dada por la sexta trompeta había sido suficiente; pero como los hombres no
se habían arrepentido, entonces vendría la retribución sin más dilación. Por esta razón a
Juan no se le permitió escribir las amonestaciones que pronunciaron las siete trompetas. Así
pues, ya no habría más amonestaciones, y no habría más dilación.

El librito en la mano del ángel (10:8-11) es la segunda parte importante de este intermedio.
En este pasaje se dice que la voz que procedía del cielo habló de nuevo desde allí y ordenó
a Juan que fuera hasta el ángel y tomara el librito que este ángel tenía en la mano. Juan
recibió el librito que le dio el ángel, y este le dijo que lo comiera, y también le dijo que
sería amargo para su vientre y dulce para su boca. Después de que Juan comió el librito
reconoció que el ángel le había dicho la verdad. En seguida a Juan le fue ofrecida la
comisión de profetizar otra vez a muchos pueblos y gentes y lenguas y reyes.

Ha habido muchas controversias acaloradas en cuanto al contenido del libro. Algunos


comentaristas opinan que tenía la visión que se narra en el capítulo 11; otros suponen que

contenía una segunda revelación, y que ésta comienza en el capítulo 12 y termina hasta el
fin del Apocalipsis; en cambio, otros sostienen que su único contenido era la comisión de
predicar los juicios divinos que vendrían sobre quienes habían rechazado a Dios. Todas
estas opiniones tienen unas evidencias en su favor y otras en su contra. Por un cuidadoso
estudio de todo el contexto puede inferirse que el contenido del libro se refiere a asuntos
que producen calamidades y tristezas: esto es verdad en cuanto a Ezequiel 2:8 y siguientes:
cuando Ezequiel hubo comido el libro se le requirió que pronunciara lamentos y anunciara
calamidades sobre el antiguo Israel. Algo semejante puede decirse en cuanto a este librito,
cualquiera que haya sido su contenido: era un mensaje que produciría tristeza a Juan
cuando lo pronunciara. Por lo tanto, parece que era más bien un mensaje general: los
hombres impíos sufrirían calamidades procedentes de los juicios de Dios por haberlo
rechazado, los cristianos sufrirían calamidades procedentes de sus enemigos, la iglesia
sufriría calamidades por no estar en connivencia con el gran poder mundial llamado Roma,
Roma sufriría calamidades y la destrucción. Quizás el contenido de ese librito era una
combinación de todas estas cosas, puesto que Juan tenía que profetizar a muchos pueblos y
gentes y lenguas y reyes.

En lo general los eruditos están de acuerdo en cuanto a lo que significa el hecho de que
Juan comiera el librito: dicen que simboliza que Juan conocía muy bien el mensaje que
contenía; pues Juan había tenido que asimilarlo, que hacerlo parte de sí mismo. En su boca
el librito sería dulce: esto sin duda simboliza la dulcedumbre y el gozo que experimentaría
Juan al recibir la revelación de Dios y el deleite que le produciría el hecho de que se le
confiara el mensaje y se le hiciera responsable de él. Todo predicador conoce este gozo;
todo predicador que tiene en su corazón sentimientos delicados y normales conoce,
también, la amargura que le produce el hecho de predicar el mensaje de Dios condenando a
los hombres que permanecen en sus pecados. Aunque Juan sabía todo lo que los impíos
tenían que ser castigados por la ira de Dios, el solo pensamiento de que tendría que predicar
ese mensaje le produjo amargura y tristeza. El hecho de pensar en las terribles
consecuencias de la ira de Dios descargada sobre los impíos es en gran manera penoso,
aunque uno esté bien convencido de que ese juicio es muy necesario.

La tercera parte de este intermedio es el acto simbólico de medir el templo (11:1, 2). Se le
entregó a Juan una vara de medir y se le dijo que midiera el templo, el altar, y a los
adoradores; el patio que está fuera del templo, o atrio exterior, no había de ser medido
porque sería entregado a los gentiles, y la santa ciudad sería hollada durante cuarenta y dos
meses.

Esto no quiere decir que el Templo de Jerusalén existía aún, ni que tendrá que ser
reedificado antes del fin del mundo y de la segunda venida del Señor Jesús. Esta manera de
expresarse, como en cualquiera otra parte del Apocalipsis, es únicamente simbólica. El
Templo

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tenía que ser medido para ser objeto de un cuidado y de una preservación especiales. El
significado de este símbolo es que el verdadero Israel espiritual tendría que ser protegido y
preservado por Dios en las tribulaciones que estaban por venir: esto es una visión en que se
predice que los que son fieles a Dios serán consolados, en contraste con la condenación que
amenaza a sus opresores. La mayor parte del mundo gentil dominado por la perseguidora
Roma sufriría: esto quedó simbolizado por el hecho de que el patio de los gentiles no fue
medido y por lo mismo quedaba sin protección. Fue dicho que este periodo de sufrimiento
duraría cuarenta y dos meses: en números redondos eran tres años y medio. Tres y medio
es un número que se usaba para expresar una cantidad indefinida de alguna cosa: aquí se
usa para simbolizar incertidumbre, intranquilidad, inquietud, tumulto, alboroto, lo que está
en el momento o punto decisivo en que se tiene que ir hacia lo bueno o hacia lo malo. Así
también aquí se simboliza la protección de Dios sobre los suyos durante un tiempo
indefinido de

alboroto y dificultades, mientras el destino de la gente en general está en las manos de la


impía Roma; sin embargo, esto no ha de permanecer siempre así, pues llegará un momento
decisivo, y Dios hará que sus planes se realicen.

La cuarta parte del intermedio trata de los dos testigos (11:3-13), cuya identidad ha sido

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interpretada de varias maneras. Larkin, como representante ante de los futuristas, los
interpreta literalmente: dice que han de ser unos hombres que presenciarán el fin del
mundo, que tendrán un poder sobrenatural y la protección divina por un poco de tiempo,
que serán muertos por los representantes del Anticristo reinante, y que después de tres días
y medio resucitarán; además, los identifica con Moisés y Elías. Larkin dice que, de acuerdo
con Malaquías 4:5 y 6, Elías sería un precursor del grande y terrible día del Señor. Esta
profecía no se cumplió en Juan el Bautista, dice Larkin, porque Juan únicamente anunció la
primera venida del Señor y los juicios; pero dicho comentarista no hace caso de que el
Señor Jesús dijo que Juan era Elías (Mateo 11:1-14; 17:11-13); y dice el citado
comentarista que el Señor Jesús quería enseñar que Juan sería Elías en caso de que el
mundo recibiera el reino; pero que, como el mundo rechazó al Señor Jesús y al reino,
entonces Juan no era Elías. Estas declaraciones de Larkin no merecen ser consideradas
como serias. El principal problema es el siguiente: ¿Cuál consuelo recibirían los cristianos
perseguidos en el tiempo de Juan con saber que varios miles de años después de su tiempo
ocurrirían tales acontecimientos como los que antes han sido descritos? Ningún consuelo
hubieran recibido; y todo lo que se les dijera en el Apocalipsis sería sin sentido y no les
produciría ninguna tranquilidad ni esperanza.

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Carroll, que representa a quienes son partidarios de la interpretación histórico- continua,
dice que esta visión se refiere a la apostasía de la iglesia durante la época del
obscurantismo: desde el tercer siglo hasta la Reforma. Carroll sigue el método de
interpretación según el cual cada día representa un año, por lo que los 1.260 días de los tres
años y medio representan 1.260 años, abarcando así más o menos desde el fin del tercer
siglo hasta los tiempos cercanos a la Reforma. Los dos testigos, según esta manera de
opinar, son la verdadera iglesia y el predicador que nunca dejaron de dar testimonio ni en la
mencionada época del obscurantismo. El mismo problema se presenta si se usa el método
de la interpretación literal: si lo que se dice en el Apocalipsis fuera literal, ¿cuál consuelo
recibirían los cristianos del tiempo de Juan? Ellos necesitaban algo que los ayudara
precisamente en esos días; ellos no sabían nada, y menos les importaba saber acerca de la
Iglesia Católica Romana en el occidente ni de la apostata Iglesia Católica Griega en el
oriente. Aquellos cristianos sabían de una iglesia perseguida y maltratada en esos mismos
días en que ellos estaban viviendo, y necesitaban algo que les infundiera la seguridad de
que recibirían fuerza y protección divinas. Ninguna de las interpretaciones acabadas de
mencionar satisface estas necesidades.

El criterio que nos debe regir en todo intento que hagamos para descubrir el mensaje de
Juan debe ser: ¿Cuál significado tenía este mensaje para los cristianos del tiempo de Juan?
Juan escribía en un tiempo en que los cristianos sufrían las más penosas y grandes
necesidades, y dicho mensaje debía tener el propósito de satisfacer esas necesidades. Así
pues, el pasaje que estamos considerando debe ser tratado desde este punto de vista.
Cuando esta visión se coloca en el lugar que le corresponde en el Apocalipsis, se descubre
que es una parte de un intermedio que va entre el sexto y el séptimo símbolos de una serie.
El intermedio está formado por cuatro partes; las otras tres partes son evidentemente
imágenes apocalípticas. Esto, también, debe ser considerado como un símbolo más bien
que como una predicción literal; y, ¿qué simboliza?

El número "2" era un símbolo oriental que expresaba la idea de la fuerza; por ejemplo:

dos hombres son más fuertes que un hombre. Y, en el caso que venimos tratando, según
39
parece, los dos testigos simbolizan un testimonio o declaración de gran poder. Parece que
en todo esto Dios está diciendo: "Tened la seguridad de que aunque el mundo en que vivís
esté dominado por hombres malvados, vosotros seréis protegidos y el evangelio será
predicado: los testigos cristianos serán sostenidos," Cada palabra que se usa para describir a
los dos testigos y su trabajo muestra que Juan, al escribir, está haciendo una insinuación: la
tarea de la iglesia es la publicación universal del evangelio; y esta tarea debe llevarse
siempre adelante aunque este enfrente de la adversidad. Así pues, los testigos representan el
espíritu militante y el testimonio de los verdaderos cristianos.

Esta visión naturalmente se divide en tres partes, en las cuales se refleja el notable progreso
del evangelio durante la época de los apóstoles. La primera parte se refiere a una época en
que el evangelio fue predicado y se tuvo mucho éxito: esto queda confirmado por la
evidente aprobación divina que se manifestó a favor de los milagros que realizaron los
apóstoles. Esta época está simbolizada por lo que se dice en los versículos 4-6, donde los
dos testigos de quienes se habla aparecen llenos de poder divino: tanto así, que parecía que
nada podría destruirlos, y tenían poder para ejecutar milagros en el mundo material, y
tenían poder para hacer daño a sus opositores. La segunda parte alude a un período en que
se levantó un poder que intentó destruir el testimonio del evangelio: tal poder tuvo un éxito
temporal; y cuando este libro del Apocalipsis fue escrito, el evangelio estaba pasando por
un período decisivo. Parecía que la Roma imperial podría destruir al cristianismo y que
gozaría por esta destrucción. La bestia —que simboliza a Roma encarnada en el emperador
— hizo guerra en contra de los testigos e interrumpió el maravilloso trabajo que ellos
habían comenzado a hacer. Los testigos fueron muertos y, para acumular indignidades
sobre ellos, los cadáveres fueron dejados insepultos para que toda la gente los contemplara.
La gente contra la cual los dos testigos habían predicado se regocijó en gran manera por el
hecho de que ya habían muerto esos dos personajes y no la molestarían más. No se requiere
mucho trabajo de la imaginación para descubrir que todo esto representa la actitud que
asumió el Imperio Romano en este periodo, cuando parecía que el cristianismo ya había
sido destruido y que nunca jamás resurgiría. Esto queda simbolizado en los versículos 7-10.
La tercera parte se ocupa del período en que el evangelio progresó, lo cual prueba que
Roma no había tenido en cuenta el poder de Dios: este poder de Dios hizo que Roma fuera
abatida y que el mensaje redentor del evangelio resurgiera con más grandes triunfos. Este
período, reflejado en los versículos 11-13, es el que los cristianos tenían en el futuro. El
símbolo muestra que a los dos testigos se les devuelve la vida; y cuando les fue devuelta la
vida después de tres días y medio de muertos —que fue un período indefinido de tumultos
y tribulaciones— hasta los enemigos de los testigos reconocieron que seguramente había
algún poder divino que hacía todas estas cosas. Así pues, los testigos quedaron victoriosos,
y la verdad de su mensaje iba quedando vindicada a medida que sus enemigos veían que los
dos testigos iban siendo rescatados por el poder de Dios. En conexión con esto hubo tan
evidente demostración del poder de Dios que muchos tuvieron conocimiento de Dios, y lo
glorificaron. Esto también quedó evidenciado por el triunfo del cristianismo sobre sus
perseguidores durante el gobierno de Domiciano. Cuando el cristianismo salió victorioso de
esas graves dificultades, muchos de los enemigos se convirtieron al cristianismo.

Así termina este intermedio, que es un mensaje de retribución; y esta no será aplazada por
más tiempo. El mensaje del juicio de Dios será proclamado con todo su rigor; pero el
pueblo de Dios será protegido por él. Cierto es que habrá un poderoso testimonio del
evangelio durante este periodo que está por venir; pero cuando éste haya pasado, el
cristianismo quedará

completamente vindicado ante los ojos de los hombres.


7. El toque de la séptima trompeta; transición: El pacto de Dios, 11:14-19. Después de

que hablamos de la sexta trompeta dijimos que trataríamos de dos visiones de naturaleza
consolatoria antes de hablar de la siguiente visión general. Una de esas visiones
consolatorias está en el intermedio que ya citamos (10:1-11:13), visión que consoló a los
cristianos asegurándoles que la justicia punitiva procedente de Dios caería sobre quienes los
perseguían. La segunda visión consolatoria es la del área del pacto, y sirve para efectuar
una transición hacia la siguiente visión. En el versículo 14 se anuncia el tercer "¡Ay!" o
calamidad, lo cual comienza con la presentación del arma del pacto y abarca las fuerzas
destructivas que siguen de las cuales se trata desde el capítulo 12.

Cuando la trompeta sonó, muchas y grandes voces del cielo declararon: Los reinos del
mundo han venido a ser los reinos de nuestro Señor, y de su Cristo; y reinará para siempre
jamás. Este himno es de victoria y regocijo. Los cristianos ya habían experimentado
muchos días trágicos para ellos; pero Cristo había quedado victorioso. Sin embargo, los
cristianos todavía continuarían en conflicto con el mundo — de lo cual se comienza a tratar
en el capítulo 12— y experimentarían aún días mucho más trágicos. Pero el resultado del
conflicto se anuncia antes de que comience a presentarse la escena del conflicto; y tal
resultado es la victoria obtenida por Cristo. Dios, para consolar y animar a su pueblo antes
de que el conflicto comience, revela el área del pacto que había hecho con su pueblo, y
dicha área se ve en el templo que está en el cielo. Esto simboliza que Dios no ha olvidado a
su pueblo ni el pacto que tiene hecho con él. La iglesia estará en conflicto con el mundo, y
la persecución satánica se enfurecerá contra los cristianos; pero el pacto de Dios con su
pueblo todavía continúa en vigor, y ese pueblo quedará victorioso. Esta manera de anunciar
el conflicto era alentadora. El periodismo moderno usa el mismo método al relatar la
historia de una gran batalla, pues pone primero un encabezamiento en el que informa que
nuestro ejército ha obtenido la victoria, y después narra los pormenores de la acción;
muchas veces al estar leyendo esas noticias, hemos imaginado que el enemigo tenía muchas
ventajas y que ganaría, pero ya sabemos que la victoria es nuestra porque así lo hemos leído
en el encabezamiento. Juan usó muchas veces este método en el Apocalipsis, y siempre de
manera eficaz.

Capítulo 8 – El Cordero y el Conflicto (Apocalipsis 12:1-20:10)


1
Al llegar a esta parte del Apocalipsis Swete divide el libro en dos secciones: opina que los
capítulos 1-11 forman el primer apocalipsis, y que en esta sección Cristo está revelado
como la cabeza de la iglesia y como el director y dominador de los destinos del mundo; y
opina también que los capítulos 12-22 constituyen el segundo apocalipsis, en el cual se
revelan las pruebas y los triunfos de la iglesia. Dicho comentarista dice que el primer drama
está completo en sí mismo, y que si el segundo se hubiese perdido nunca habría sido
echado de menos. Es verdad que parece que el escritor del Apocalipsis comienza una nueva
parte en 12:1; pero el lector ya estaba preparado para esto por lo que está escrito en 10:11,
donde se dice que Juan tendría que profetizar muchas cosas más a mucha gente. Teniendo
en cuenta todas las evidencias, es mejor que consideremos esta parte (12:1-20:10) como
una parte integrante de todo el mensaje. Recordemos que la apertura de los sellos por el
Cordero dio ocasión a que los ángeles sonaran las trompetas, y a que este hecho produjera
su efecto; este efecto llegó a su punto culminante cuando a Juan le fue ofrecido el librito
que contiene la verdad del juicio que vendrá sobre los hombres: el profeta tenía que
entregar este mensaje. Dicho mensaje está en la parte que vamos a considerar.

En esta parte los personal es son esencialmente los mismos; el conflicto es el mismo
aunque se presenta bajo distinto aspecto; y el resultado es el mismo, como fue indicado al
principio. Es interesante notar que desde esta parte hasta el fin del libro la acción es más
rápida que antes. También puede notarse que se efectúa una sucesión mediante la cual,
después del juicio que se tendrá contra Roma seguirá otro juicio contra toda clase de mal; y,
finalmente, el conflicto terminará en una completa victoria de parte de Dios y de toda
persona que sigue la justicia.

Las figuras de esta visión no son uniformes como en algunas de las otras visiones —es
decir, no siempre se presentan uniformemente series de siete cosas como en otros casos:
siete sellos, siete trompetas, siete copas o tazones de la ira— ni están claramente separadas
en el texto: con frecuencia se discuten en el mismo párrafo, pero una u otra sobresale en ese
párrafo y logra atraer el interés.

La mujer radiante, vestida del sol, y sus hijos son la causa del conflicto. Un grande dragón
bermejo y sus aliados —la primera bestia y la segunda bestia— hacen todo esfuerzo posible
para destruir a la mujer y a sus hijos; pero los aliados de Dios —el Cordero y la hoz (el
juicio)— resultan victoriosos. Al terminarse el conflicto en el capítulo 20 nos daremos
cuenta de que el dragón y sus aliados son arrojados en el lago de fuego para que nunca más
molesten al Cordero ni a su pueblo. Lo que queda dicho es el símbolo; y todos los
personajes deben ser identificados antes de que intentemos conocer su significado: cuando
hayan sido identificados y la acción haya sido explicada, el mensaje del Apocalipsis será
claro.

I. LA CAUSA: LA MUJER GLORIOSA Y SUS HIJOS, 12:1, 2, 5, 6, 14-17

Juan vio en el cielo una grande señal (“portento”, N. P.; “prodigio”, V. M.). Ese grande
prodigio, o señal, era una mujer vestida con el esplendor del sol, la luna le servía de
pedestal y doce estrellas formaban su corona. La mujer estaba a punto de dar a luz, y sufría
y gritaba por causa de los dolores del parto: al fin, nació un hijo varón que estaba destinado
a gobernar a las naciones, fue transportado a los cielos para protegerlo, y la mujer huyó al

desierto para protegerse. Fue necesario hacer esto por causa del peligro que significaba el
dragón rojo, rojo como la sangre, el cual estaba en actitud amenazadora en contra de la
mujer y del niño.

2
Los eruditos difieren en sus opiniones referentes a la identidad de la mujer: algunos la
identifican con la "iglesia", usando este término en el sentido de una comunidad mesiánica
de la cual nacería Cristo, más bien que en el verdadero sentido de "iglesia", puesto que es
difícil pensar que la iglesia produciría a Cristo, ya que la enseñanza general del Nuevo
Testamento

3
indica que Cristo produjo a la iglesia. Otros eruditos sostienen que la mujer simboliza a
Israel, el cual, en la persona de la virgen María, produjo a Cristo. Estos eruditos colocan a
los hijos de la mujer en dos partes del capítulo que estamos considerando: al hijo varón
(Cristo), en el versículo 5; y a los otros de la simiente (los cristianos), en el versículo 17.

El hijo varón es seguramente símbolo de Cristo. Algunos eruditos partidarios del método de
interpretación llamado histórico-continuo, niegan esto, pues opinan que la mujer simboliza
a la iglesia y el hijo varón a los hijos e hijas nacidos de las tribulaciones de la iglesia; dicen
estos intérpretes que los hijos y las hijas llegaron a ser mártires y que fueron llevados al
cielo para que estén eternamente seguros. Esta interpretación parece buena; pero no hubiera
satisfecho las necesidades de los cristianos que fueron los primeros en recibir el libro del
Apocalipsis, pues los lectores de Juan no necesitaban ninguna información referente al
éxito de la iglesia de la Edad Media. Los cristianos del tiempo de Juan recibieron lo que
necesitaban: un panorama del cristianismo desde su principio hasta su triunfo final. La
religión cristiana, desde su comienzo, ha sido objeto de la satánica oposición; pero no ha
fracasado porque está destinada a triunfar sobre todos sus enemigos.

En el versículo 17 se habla de los otros de la simiente de la mujer esplendorosa, lo cual


tiene que ser una referencia a los cristianos. Nótese que éstos quedan identificados como
los que guardan los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesús. La segunda
parte de esta declaración es muy importante. La primera parte puede referirse a los judíos
únicamente; pero la segunda claramente identifica a estas personas como cristianas. Todos
esos cristianos experimentaron la frenética oposición de Satanás y de sus ejércitos; pero,
con Cristo, estaban destinados a obtener el triunfo.

II. LOS DOS EJERCITOS EN GUERRA

Ahora nos ocuparemos de los ejércitos que están activos en esta guerra que se hace contra
la mujer y su linaje, Es muy posible que en esta parte de nuestro estudio nos ayude una
breve identificación como prefacio a lo que sigue. Las fuerzas del mal están dirigidas por el
dragón, el cual está identificado como el diablo; sus aliados son: la primera bestia (13:1),
que simboliza al emperador romano, a Domiciano; y la segunda bestia 13:11, que simboliza
a una comisión organizada en Asia Menor para hacer obligatoria la adoración al emperador.
Las fuerzas del bien están dirigidas por Dios, quien también tiene dos aliados: el Cordero
(14:1), que simboliza al Cristo redentor; y la hoz (14:14), que simboliza al juicio eterno. La
batalla es encarnizada; pero Dios con su Cristo redentor y el juicio eterno ganan la victoria.

1. Los ejércitos del mal están dirigidos por el dragón (12:3, 4, 7-17). Puede notarse que al
dragón se le describe con términos ominosos: es de color rojo, color que es el de la sangre;
tiene siete cabezas, lo cual simboliza una gran inteligencia; tiene siete cuernos, que
simbolizan un gran poder; en sus cabezas tiene siete diademas, como las que usan los reyes,
lo cual
simboliza una gran autoridad; es tan grande el dragón, que con un latigazo de su cola puede
derribar las estrellas del cielo. Este enorme, fiero y poderoso dragón se paró en frente de la
mujer que estaba a punto de dar a luz, y estaba listo para devorar al niño tan pronto como
naciera. ¿Cual probabilidad de triunfar contra ese enemigo tenían una indefensa mujer y un
niño recién nacido? Parece que no había ninguna esperanza de victoria. Más, ¡esperemos!
En el versículo 5 Juan nos dice que este niño estaba destinado a gobernar el mundo.

Cuando el niño nació, el dragón hizo todo lo que pudo para matarlo; pero Dios ejerció su
protector cuidado y el niño fue llevado al cielo y puesto a salvo. Por medio de esta breve
información podemos darnos cuenta del cuidado providencial de que fue objeto nuestro
Señor Jesucristo durante los días de su peregrinación en la tierra: desde los primeros días de
su infancia fue víctima del diablo, quien hizo todo lo posible para matarlo; durante los años
de su ministerio divino, continuaron aquellos esfuerzos diabólicos; cuando Cristo fue
clavado en la cruz y puesto en la tumba, parecía que al fin el diablo era el victorioso; mas
Dios concedió a su Hijo la victoria sobre la muerte, lo levantó del sepulcro, lo subió hasta
el cielo y lo puso en su trono mismo. ¡Así el diablo perdió la primera batalla en el conflicto!

Estas son imágenes apocalípticas; y por ellas se puede ver una batalla que se estaba
haciendo encarnizada: los acontecimientos se cambiaron de la tierra al cielo, después, en el
curso de los acontecimientos, regresaron a la tierra. Por esta causa en este espectáculo
podemos ver al diablo, después de haber fracasado en sus esfuerzos por destruir a Cristo en
la tierra, intentando invadir el cielo mismo para destruir al niño.

En los versículos 7-12 se nos habla de la guerra que hubo en el cielo: cuando el diablo
intentó invadir el cielo para destruir a Cristo, Miguel y sus ángeles se le enfrentaron.
Miguel es el ángel combatiente; tiene una espada en su mano; y él y sus ángeles hicieron la
defensa con tanto valor y osadía que el diablo y sus legiones, incapaces de conquistar en el
cielo por lo menos el lugar suficiente para poner un pie, fueron lanzados a la tierra.
Entonces unas voces del cielo proclamaron la victoria ganada por el pueblo de Dios a pesar
de todos los esfuerzos del diablo. Este pueblo resultó victorioso porque fue leal al Cordero
redentor: aunque esa lealtad significaba la muerte, fueron leales a él.

Este párrafo debe interpretarse en relación con su contexto que está en el mismo libro del
Apocalipsis, más bien que en relación con los obscuros pasajes del Antiguo Testamento y
del "Paraíso Perdido" de Milton. Esto no es un relato histórico del estado original del diablo
y de su caída de ese estado: es una visión apocalíptica destinada a representar los esfuerzos
que el diablo hace para destruir a Cristo y a su pueblo. Así pues, el diablo ya tiene perdidas
dos batallas en el conflicto: fracasó en sus esfuerzos para destruir a Cristo en la tierra, y
fracasó en sus esfuerzos para invadir el cielo y destruir a Cristo. Ante estos fracasos
emprendió una tercera campaña: desencadenaría su ira contra la mujer que produjo a Cristo.

En el versículo 6 se dice que la mujer huyó al desierto: iba huyendo de la ira del dragón, y
sería protegida durante 1.260 días o, hablando en términos generales, tres años y medio.
Esta misma idea se repite en el versículo 14 al hablar simbólicamente de un tiempo, y
tiempos, y la mitad de un tiempo, o sean tres tiempos y medio. Recuérdese que en los
escritos apocalípticos de los judíos este número era simbólico de lo indefinido, de lo
turbulento, de incertidumbres, de perturbaciones. A la mujer —que es Israel— se le dieron
dos alas de águila para que volase y escapara de la persecución del dragón, el cual redobló
sus esfuerzos para realizar sus propósitos en el limitado tiempo que le quedaba (versículo
12). Entonces el dragón, en sus esfuerzos por destruir a la mujer, escupió un río que la
arrastrara y la ahogara; pero la tierra sorbió el agua, y la mujer quedó a salvo. ¡El dragón
fue incapaz de destruir a la mujer!

Aquí tenemos otra vez imágenes apocalípticas; y en ellas algunos intérpretes encuentran un
símbolo de la desintegración nacional de Israel, y dicen que tal desintegración ocurrió
cuando la ciudad de Jerusalén fue destruida el año 70 d. de J. C. Sin embargo, aun cuando
Israel está esparcido por todo el mundo, ha sido capaz de conservar su integración racial, y
han fracasado todos los esfuerzos que se han hecho para destruirlo como raza. Esto que se
acaba de decir es una opinión interesante, y tal vez es lo que aquí se simboliza. De esta idea
pueden hacerse muchas inferencias de dudosa naturaleza. Pero es mejor tener en cuenta que
aquí, en el Apocalipsis, como en cualquier otra parte de la profecía del Nuevo Testamento,
el centro de los propósitos y planes de Dios es Jesús, no los judíos; y que el principal
propósito de esta imagen no es mostrar el destino de los judíos sino mostrar los esfuerzos
que hace el diablo en este violento conflicto. Esta es la tercera batalla que ha perdido el
diablo. En seguida comienza otra: la cuarta: esta (versículo 17) es en contra de los
cristianos, y el diablo encuentra unos aliados listos para ayudarlo en esta batalla: las dos
bestias.

(1) La primera bestia: Esta simboliza al Emperador Romano, 13:1-10, 18. Esta bestia
estaba asociada con el diablo para destruir a los cristianos, su aspecto en sí era un negro
presagio; era una bestia bruta: tenía siete cabezas, las cuales simbolizan grande sabiduría, o,
según el versículo 3, pueden simbolizar larga duración; tenía diez cuernos, que simbolizan
un gran poder; y aun cuando en una de sus cabezas fue herida de muerte, continuó
viviendo; sobre los cuernos tenía siete diademas, simbolizando ellas muy grande autoridad;
y sobre sus cabezas tenía escritos nombres de blasfemia. La bestia era depravadamente
combativa, pues participaba de la naturaleza del leopardo, del oso y del león, y ejercía el
poder que le había dado el dragón. Una de sus siete cabezas tenía aún las cicatrices de la
herida mortal que se le había hecho; pero continuaba viviendo. Todos los habitantes de la
tierra —excepto los cristianos (versículo 8b) — adoraron a la bestia y al dragón que le dio
el poder. La bestia tuvo autoridad para gobernar cuarenta y dos meses (tres años y medio),
y lanzaba blasfemias contra el nombre de Dios; y aunque temporalmente podía derrotar a
los cristianos, estaba destinada a ser muerta (versículo 10). La bestia puede ser identificada
por todas estas características y además por el símbolo número "666" mencionado en el
versículo 18.

De las muchas partes del libro del Apocalipsis que han sido debatidas, esta, la del número
"666", es la que probablemente ha recibido el trato más variado; quizás sería mejor decir
que es la que ha sido más maltratada. Ya se sabe que la especulación en cuanto a la
identidad de esta bestia comenzó en el tiempo de Ireneo (c. 180 d. de J. C.). Muchos
métodos criptográficos secretos se han usado para determinar el significado del número de
la bestia, el "666", dado en el versículo 18. En seguida consideraremos algunos de esos
métodos, pero tengamos en cuenta que el más bueno para determinar la identidad de esta
bestia consiste en saber lo que ese número simbolizaba en el tiempo en que el libro fue
escrito.
A la primera bestia con frecuencia se le llama el "Anticristo" porque aparece como rival de
Cristo; pero ese nombre no está en el libro del Apocalipsis. Los futuristas creen que el
"Anticristo" será un gobernante extremadamente malvado que aparecerá poco antes de la
segunda venida de Cristo. Ese sistema de interpretación declara que tendrá que realizarse la
restauración de la nación judía, la reconstrucción del Templo, la restauración de la
adoración por medio de los sacrificios, y en seguida la anulación del pacto del Anticristo
con los judíos. Aquí no tenemos suficiente espacio para refutar este sistema tan raro que se
opone a las enseñanzas del Nuevo Testamento; pero sí podemos decir que ésta
interpretación no hubiera tenido ningún significado y, por lo mismo, ningún consuelo para
los primeros lectores de este libro de Juan.

3
Juan vio que el dragón se puso en pie sobre la arena, a la orilla del mar. Mientras Juan

observaba las aguas turbulentas vio que de ellas emergía una bestia muy extraña. La
palabra griega de la cual se traduce la palabra bestia significa un animal salvaje, un bruto
de la selva y feroz. Esa bestia, en las obras apocalípticas judías, simboliza un gobernante o
su gobierno (véase Daniel 7:2-8). Las señales que indican claramente a quién simboliza esta
bestia son unos hechos que históricamente están relacionados con Domiciano, quien era el
emperador romano en la época de Juan.

La bestia blasfemó de Dios, del nombre de Dios y del santuario de Dios (versículo 6).
Domiciano se adjudicó los títulos que corresponden a la deidad, exigió que al dirigírsele la
palabra se le llamara: "Supremo Señor y Dios"; y hasta se negaba a recibir la
correspondencia que le era dirigida si no llevaba aquella salutación. Desde el punto de vista
cristiano el uso de esos tratamientos era blasfemar contra Dios y contra el nombre de Dios.

Además, la bestia ejercía autoridad suprema sobre todo el mundo conocido (versículo 7):
los romanos creían que todo el territorio que ellos dominaban era todo el mundo, creían que
eso era toda la tierra habitada; también se referían al Mediterráneo como su mar y como "el
centro de la tierra".

Todos los que moraban en la tierra adoraron a la bestia: menos los cristianos (versículo 8);
hasta los judíos contemporizaron, y por lo mismo oraron a Dios a favor del emperador y
dieron pruebas de su lealtad a este. Solamente los cristianos se negaron a rendir ese
homenaje.

En muchas partes fueron erigidas las imágenes o estatuas del emperador para facilitar más
la adoración que se le tenía que tributar (versículo 14). Es bien sabido, por el estudio de la
historia de Roma, que la adoración a las imágenes del emperador fue una realidad en el
tiempo en que Domiciano gobernó. Pero cuando Trajano llegó a ser emperador hizo que
muchas de las imágenes de oro que había en honor de Domiciano fueran fundidas y que el
metal se usara con mejores finalidades. En tiempo de Domiciano, a la gente que se negaba a
adorarlo se le negaba el privilegio de comprar o vender en los mercados: a esto se refiere el
versículo 17; y a quienes lo adoraban se les ponía una señal en la mano o en la frente para
indicar, de acuerdo con la costumbre de algunos cultos paganos, que el individuo que la
tenía era un adherente a la deidad de ese lugar. La señal a que alude el pasaje era el nombre
del emperador; y Juan representa el nombre con el simbólico número "666".
Desde los más remotos tiempos de la historia del cristianismo los hombres han estado
estudiando el nombre de la bestia y opinando acerca de dicho nombre para determinar su
identidad. En los idiomas primitivos con frecuencia se usaba una letra como si fuera
número, como los romanos acostumbraban hacerlo; estos usaban la V como 5, la X como
10, la C como 100, etc. Una de las teorías más frecuentemente usadas es la que presenta
David Smith en "Disciple's Commentary", obra en la cual reduce el nombre "Nerón Cesar"
a las siguientes letras: NRON KSR, y agrega el equivalente numérico de cada letra. Así,
pues, en el idioma hebreo los equivalentes numéricos quedarían como sigue: N para 50, R
para 200, O para 6, N para 50; K para 100, S para 60, R para 200. De esta manera el total es
666. Muchos intérpretes, teniendo en cuenta estos símbolos, han sostenido que el
emperador a quien se refiere el símbolo es Nerón.

David Smith, con un mejor concepto de la historia, adapta estos símbolos al mito del Nerón
redivivo; pero era común y corriente la idea de que el malvado Nerón había reencarnado en
Domiciano, quien, por cierto, era el gobernante en el tiempo en que el Apocalipsis fue
escrito.

La teoría favorita de los partidarios del método histórico-continuo fue comenzada por
Ireneo y se adapta bien a la idea de la apostasía católica romana sostenida por los adeptos a
este

método de interpretación. Según los adictos a este método de interpretar, el primer


gobernante romano se llamaba Latinus, cuyo nombre se deletreaba en griego de la siguiente
manera: Lateinos. De acuerdo con el sistema de evaluación de las letras griegas, el
siguiente arreglo es muy acertado: L (lambda) es equivalente a 30, a (alfa) es equivalente a
1, t (tau) equivale a 300, e (épsilon) equivale a 5, i (iota) es equivalente a 10, n (ny)
equivale a 50, o (ómicron) equivale a 70, s (sigma) equivale a 200: el total es 666. Según
esto la señal de la bestia es la iglesia latina: es decir, el sistema católico romano que está
opuesto al verdadero cristianismo. Al tratar esta parte según este método de interpretación,
aparece otra vez, como en casos similares anteriores, la misma fatal objeción: ¿Cuál
significado podía tener esta interpretación para los cristianos que vivían en el Asia Menor
en el año 95 d. de J. C.? ¡Pues cierto es que ellos no estaban siendo molestados de ninguna
manera por la Iglesia Católica Romana! ¡Quien los molestaba, y en gran manera, era
Domiciano!

4
Con un resultado semejante al del sistema griego se ha usado el sistema romano. Al usar
este sistema, cuando se encontraba una letra que no tenía valor numérico se la consideraba
igual a cero. Por este procedimiento se tiene el resultado que sigue: V igual a 5, I igual a 1,
C igual a 100, A igual a 0, R igual a 0, I igual a 1, U igual a 5 (como la V), S igual a 0; F
igual a 0, I igual a 1, L igual a 50, I igual a 1, I igual a 1, D igual a 500, E igual a 0, I igual a
1. La expresión latina VICARIUS FILII DEI formada de esa manera con tales letras y que
significa "en lugar del hijo de Dios", se usa así para que produzca el 666 y para que éste
represente a dicha expresión. Se dice que esta expresión está escrita en la corona que se le
pone al papa durante la ceremonia en que es investido de la dignidad pontificia. Así pues,
según este sistema, el papa es la persona sobre quien pesan los cargos de la acusación que
hace Juan.
El año de 1941, en la clase de Nuevo Testamento del autor de esta obra uno de sus alumnos
dijo que si se concedían a las letras del alfabeto inglés unos equivalentes numéricos de la
siguiente manera: A igual a 100, B igual a 101, C igual a 102, etc., podría tenerse el arreglo
que a continuación se expresa: H igual a 107, I igual a 108, T igual a 119, L igual a 111, E
igual a 104, R igual a 117; y entonces el total sería: HITLER, igual a 666. Sin duda en ese
tiempo mucha gente ha de haber aceptado tan interesante resultado. Desafortunadamente
aquel estudiante no tuvo buenas razones para explicar por qué comenzaba su evaluación
con 100 en lugar de comenzarla con otro número; y esto llegó a ser únicamente otro
misterio matemático.

Hemos presentado aquí esta manera de tratar el asunto utilizando el procedimiento lógico
llamado reductio ad absurdum a fin de indicar la futilidad de tales esfuerzos para llegar a la
verdad. Haciendo uso de este método criptográfico, el número de que estamos ocupándonos
se ha aplicado a varios papas y a un gran número de personajes políticos a través de la
historia del mundo. Una lamentable pérdida de tiempo, de pensamientos y de habilidad
matemática han caracterizado al trabajo de un interminable número de hombres que han
intentado resolver el enigma de este número místico y de aplicarlo a alguno de sus
contemporáneos.

El número, y no el nombre, es la cosa significativa. Sin duda el nombre, considerado en sí


mismo, ha de haber sido ominoso; pero el número es lo verdaderamente ominoso. El
número "6" despertaba un sentimiento de temor en el pecho de los orientales que "sentían"
el significado de los números. Se decía que como el "6" no había llegado a ser el sagrado
"7", era un número malo o de mal agüero; por lo mismo para los orientales el número "6",
cuando estaba solo, significaba ruina. Al convertir el "6" en una serie —por ejemplo,
"666"— se representaba un gran poder, capaz de hacer un mal tan grande que no podía ser
excedido por otro; se representaba un destino tan terrible como no podía haber otro peor.
Como símbolo el

5
número 666 es el mal elevado a su potencia más alta. La bestia a la cual Juan aplicó el
número representa la combinación de poderes maléficos incorporados en la autoridad
política y en la falsa religión; y el nombre expresa la naturaleza interna de aquel a quien se
aplica. Varios

6
intérpretes han observado que el misterioso número "888" fue usado en los Oráculos
Sibilinos (1:324) como un símbolo de Jesús: de esta manera se simboliza a Jesús
excediendo, y con mucho, a la serie "777" que representa lo perfecto; y al no poder
simbolizar a la bestia con esta serie de sietes se le representó con el número 666. Esta sarta
de seises, simbolizaba para los cristianos todo lo desagradable, malo, terrible y brutal; y el
perseguidor emperador romano y la obligatoria adoración que se le había de rendir era ese
"todo", pues en sus intentos de destruir a los cristianos se había hecho aliado del diablo. Por
lo mismo, si el número 666 debe aplicarse a un hombre, todo hace pensar que Domiciano
— monstruo de pecado, de crueldad y degradación — es el indicado. David Smith se
aproxima a esta interpretación al opinar que el número 666 representa a Nerón redivivo.
(2) La segunda bestia: Esta es símbolo de una comisión encargada de hacer forzoso el culto
al emperador romano, 13:11-17. La segunda bestia hizo alianza con el dragón (el diablo) y
con la primera bestia (el emperador) para destruir a los cristianos. En el griego se usa, para
referirse a esta bestia, la misma palabra que se usó para referirse a la primera: alude a una
bestia extraordinaria: tenía dos cuernos como de carnero, pero cuando hablaba su voz se oía
como la de un dragón; ejercía el mismo poder que tenía la primera bestia, poder que le fue
dado a esta por el dragón. El deber que oficialmente tenía que desempeñar la segunda bestia
consistía en forzar a las gentes a que adoraran a la primera bestia y en hacer que pareciese
que hablaba la imagen que había sido erigida para que el pueblo la adorara. La segunda
bestia tenía también como parte de su ocupación el trabajo de poner una marca —ya fuera
el nombre de la primera bestia o el número de su nombre— en cada persona que adorara a
esa primera bestia; además, a todos los que se negaban a adorar a la primera bestia y eran
señalados por esto, les prohibía comprar o vender en los mercados. Este es el simbolismo
del tercer miembro de las fuerzas del mal.

Hay cuatro características que ayudan a identificar a esta segunda bestia, y en seguida
pasamos a considerarlas:

Los dos cuernos parecidos a los de un cordero simbolizan una apariencia de religiosidad:
recuérdese que el cordero era un símbolo religioso. El hecho de que la bestia tuviera dos
cuernos puede simbolizar un poder limitado en contraste con el poder simbolizado por los
siete cuernos que tenía el Cordero de Dios (5:6).

La voz semejante a la de un dragón, emitida por la segunda bestia, indica que esta hablaba
con la diabólica autoridad de Satanás. La segunda bestia ejercía el poder de la primera
bestia: es decir, la segunda bestia ejercía ese poder porque se lo había concedido el Estado
Romano o sea el emperador. El trabajo de la segunda bestia consistía en hacer obligatoria la
adoración al emperador. Parece que por todas estas características la segunda bestia queda

7
identificada como la "Commune" o como el "Concilio" establecido en Asia Menor para
forzar a la gente a que practicara la religión del estado. Esta organización era un cuerpo
oficial que tenía a su cargo el sostenimiento de la religión oficial y una parte de su deber era
obligar a toda la gente a rendir homenaje a la imagen del emperador. Cristo tuvo sus
apóstoles para que propagaran la religión que él había establecido; el Anticristo también
tuvo sus apóstoles, o seudoapóstoles, para que realizaran la obra que él había comenzado
además, los apóstoles de Cristo hicieron milagros, y los seudoapóstoles del Anticristo
hicieron seudomilagros. David

Smith dice que el clero pagano que administraba o dirigía el impío culto que se rendía al
emperador estaba simbolizado por la segunda bestia, y que esta era una contraparte del
Cordero

8
que fue muerto y que es nuestro Gran Sumo Sacerdote. Juan y sus lectores sabían lo que
significaba el culto imperial, puesto que en Asia Menor estaba mejor organizado y era más
obligatorio que en cualquier otra parte del Imperio Romano. Esa organización encargada de
fomentar el culto que se había de tributar al emperador estaba compuesta de unos
comisionados que tenían que hacer que se fabricaran imágenes de Domiciano, que se
construyeran altares para esas imágenes, y también tenían que legislar de la manera que
ellos consideraran como la mejor para que por la fuerza se practicara la religión del estado.
Por tanto, la adoración al emperador era una severa prueba que los cristianos encontraban
en cada aspecto de la vida, ya que hasta en los mercados eran "boicoteados". Las
declaraciones matrimoniales, los testamentos, los traslados de propiedad, etc., carecían de
valor legal si sus documentos no llevaban el sello del emperador; y por causa de esto
último, esa costumbre legal que no tenía ninguna mala intención llegó a tener para los
cristianos un significado religioso repulsivo; por lo mismo, esto llegó a ser para los
cristianos como los sellos que en las religiones paganas se usaban para marcar a sus
adherentes. Parece que el apóstol Pablo se refirió simbólicamente a esa costumbre, cuando
dijo: "...yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús" (Gál. 6:17). Todas esas cosas
aumentaban las dificultades para los cristianos y también aumentaban el poder de sus
perseguidores.

Así pues, encontramos a tres miembros de las fuerzas del mal en combate con las fuerzas
de la justicia y del bien: el primero de esos tres es el dragón que ya quedó identificado
como el diablo con todos sus ardides, astucias, poderes y maldades; el segundo es la
primera bestia, la cual quedó identificada como el malvado emperador Domiciano que
recibía del diablo el poder; el tercero es la segunda bestia, la cual quedó identificada como
la organización llamada Concilio Romano, que en el exterior ostentaba mucha religiosidad
pero en el interior era diabólica: era así para hacer obligatoria la adoración al emperador y
para castigar a todas las que se negaran a tomar parte en las ceremonias de la religión del
estado. Estos tres miembros de las fuerzas del mal representaban con toda claridad a lo peor
que había en ferocidad y malignidad contra el pueblo de Dios. Parecía que aquellos tres
aliados eran invencibles; pero de esta escena de tenebrosidad desesperante, Juan pasa a otra
y nos la presenta: una escena gloriosa en que se puede ver cómo los ejércitos de la justicia y
del bien por fin derrotan a los ejércitos del mal.

2. Los ejércitos de la justicia dirigidos por Dios (14:1-20). La escena que acaba de terminar
en este cuadro de la redención era una visión espantosa, visión que infundía muy poca
esperanza en el corazón de los cristianos. Estos, por supuesto tenían la seguridad de que el
éxito de estos tres impíos era únicamente temporal —sólo duraría tres años y medio,
simbólicamente —; pero aquella insinuación que les daba una seguridad de su triunfo no
era suficiente para que todo el cuadro les infundiera toda la esperanza que necesitaban. Por
esta razón a los cristianos misericordiosamente les fue presentada otra escena, para que
aumentara el consuelo y la seguridad que ya tenían: esta escena era tan refulgente y
gloriosa como aquella había sido ominosa y obscura.

La última escena presentó la perspectiva ventajosa para los cristianos; esta escena muestra
la perspectiva ventajosa para Dios y las huestes celestiales; y no queda ninguna duda en
cuanto al resultado: este será glorioso para los cristianos. El diablo tiene dos instrumentos
que puede usar en la batalla: la primera bestia y la segunda bestia; y Dios también tiene dos
instrumentos que puede usar: el Cordero, que es Cristo, y la hoz, que es el juicio de Dios.

(1) El Cordero sobre el monte Sión (14:1-13) es la primera de las fuerzas de la justicia
que Dios usa. No hay duda en cuanto a lo que este símbolo significa: se refiere al Cristo
triunfante. Después de la amenazadora y tenebrosa escena referida en los últimos dos
capítulos se levanta el telón y en el escenario aparece el Cordero a salvo en el monte Sión
con él ciento

cuarenta y cuatro mil (un número perfecto) de sus redimidos: estos tienen una señal que los
identifica así como quienes practicaban la adoración al diablo-emperador tenían una. La
marca que los redimidos tenían en sus frentes no era señal de nada malo: al contrario,
tenían "su nombre (el del Cordero) y el nombre de su Padre" ("tenían el nombre del
Cordero y el de Dios su Padre", V. H. A.; "tenían su nombre y el nombre del Padre de él",
V. M.). Esta escena triunfante fue presentada con la finalidad de que el corazón de los
cristianos saltara de gozo: podrían ver a su Cordero-Redentor, su caudillo, capitaneando un
ejército completo de justos en la cumbre del monte Sión; y los que estaban con él Cordero
cantaban un himno, un nuevo himno de victoria, el significado del cual era conocido
únicamente por los redimidos que estaban con él Cordero: estaban con él, y victoriosos,
porque se habían conservado impolutos, pues con mujeres no fueron contaminados, lo cual
es símbolo de que no cometieron el pecado de fornicación espiritual porque no adoraron a
los ídolos. Estos (los "ciento cuarenta y cuatro mil")... siguen al Cordero por donde quiera
que fuere: es decir, han sido y son absolutamente leales a él; y en sus bocas no ha sido
hallado engaño: no negaron la supremacía de Cristo. Cuando el Cordero es representado
así —victorioso y a salvo en el monte Sión y acompañado del número perfecto de
redimidos— no puede haber duda en cuanto al resultado final de la batalla: los redimidos
no serán derrotados, pues siendo leales al Cordero obtendrán la victoria y estarán con él.

Además de esta seguridad de victoria infundida a los cristianos, se les da otro símbolo de la
victoria que alcanzará el Cordero en la guerra en que está. He aquí el símbolo: según los
versículos 6 y 7 Juan ve a un ángel volar por en medio del cielo, que tenía el evangelio
eterno para predicarlo a los que moran en la tierra, y a toda nación y tribu y lengua y
pueblo: es el "evangelio eterno" o "buenas nuevas" de la victoria de Dios. Después de
anunciado esto se invita a todos los hombres a temer a Dios y a darle honra y adoración,
porque es el Omnipotente Creador que ha hecho el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de
las aguas; y más que por esto, porque la hora de su juicio es venida. Todo esto indica que
la victoria del Cordero es tan segura, que un ángel anuncia el triunfo y la victoria antes que
la batalla comience. Ya nos hemos dado cuenta de que Juan usa frecuentemente este
método de presentar los asuntos en el Apocalipsis.

Después de que un ángel anunció el triunfo y la gloria y el juicio de Dios, apareció otro
ángel volando y anunciando la ruina de la Roma imperial (versículo 8). Para los judíos
Babilonia representaba lo malo y lo repulsivo, y aquí se usa como símbolo de Roma, de la
cual se anuncia su caída, su ruina, por haber obligado a la gente a cometer fornicación
espiritual mediante la adoración idolátrica; y esta ruina es tan segura, que se anuncia como
ya consumada. El tiempo aoristo del verbo griego que se usa en este pasaje es un "aoristo
constativo", por medio del cual se considera todo el proceso de la caída de Roma como una
caída que ocurrió en un momento, súbitamente. En los pensamientos y en los propósitos de
Dios la caída de Roma es tan segura, que se habla de ella como si ya hubiera acontecido.
En los versículos 9-12 se anuncia, por medio de un ángel, la destrucción de todos los que
adoraron al emperador. Aquí se presentan los horrores que tendrían que sufrir quienes
adoraran al emperador en el primer siglo del cristianismo: quien adorara a la bestia o a su
imagen, o recibiera su marca, tendría que experimentar la ira de Dios sin ninguna
atenuación, por lo mismo está escrito: beberá del vino de la ira de Dios, el cual está
echado puro en el

cáliz de su ira. Este vino de la ira de Dios, sin diluir o sin ser atenuado, es el tormento de
fuego y azufre ardiendo: y este tormento no se acabaría pronto, sino que durará siempre,
pues también está escrito: el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás. Y los
que adoran a la bestia y a su imagen no tienen reposo día ni noche... Este castigo es
terrible en contraste con los sufrimientos de los mártires cristianos: estos al ser quemados
en las hogueras, eran atormentados durante unos pocos minutos y tenían la seguridad de
que poseían vida eterna en compañerismo con Dios; en cambio, quienes adoraban al
emperador caían bajo el juicio de Dios e iban a pasar la vida eterna quemándose en el
azufre ardiendo. En el versículo 12 se agrega: Aquí está la paciencia de los santos ("en esto
ha de manifestarse la paciente perseverancia de los santos", N. P.); los que guardan los
mandamientos de Dios (no los del Concilio Romano), y la fe de Jesús (no la de
Domiciano). Lo que se dice en este versículo es una alabanza a la paciencia de los
cristianos y un estímulo para que en el futuro la ejerciten.

El versículo 13 presenta uno de los frecuentes contrastes que produce Juan, y se inserta aquí
para producir vivacidad. Oí una voz del cielo: una voz con autoridad divina dio la orden de
escribir la bienaventuranza que aquí se menciona, la cual es una declaración de Dios, no de
Juan: Bienaventurados los muertos que de aquí adelante mueren en el Señor. Sí, dice el
Espíritu, que descansarán de sus trabajos. Esta bienaventuranza no fue pronunciada a favor
de todas las personas que mueren, sino únicamente a favor de los cristianos que mueren;
pues estos, desde el momento en que mueren son bienaventurados con dos
bienaventuranzas: Primera bienaventuranza: descansarán de sus trabajos. La palabra griega
de la cual se traduce "descansarán" —anapaésontai— literalmente significa: "se les darán
nuevas fuerzas", o "serán vigorizados de nuevo", o "serán renovados", o "serán
vivificados". La palabra griega de la cual se traduce "trabajos" —kópon— literalmente
significa: “faenas o labores que se desempeñan bajo condiciones muy adversas". Así pues,
de esos cristianos se dice que serán vigorizados de nuevo, que se les darán nuevas fuerzas,
etc., después de los arduos trabajos que afanosamente han desempeñado y de las
penalidades que han sufrido. Nuestro Señor Jesús se refirió a esto en sus enseñanzas cuando
dijo: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar"
(Mat. 11:28). Tomás Gray en su "Elegía Escrita en un Cementerio Rústico" alude al
descanso que un labriego esperaba tener después de terminadas sus faenas del día: "El
labrador, cansado, hacia su hogar camina la tediosa senda." Este campesino, según el poeta,
después de la ardua labor esperaba adquirir nuevas fuerzas en su hogar, esperaba
revigorizarse o renovarse. Así podríamos decir que para el cristiano la muerte es la entrada
a un hogar donde puede reposar, descansar, ser revigorizado o revivificado, etc., después de
los trabajos y molestias sufridos en este mundo. Segunda bienaventuranza. Sus obras con
ellos siguen: sus esfuerzos constituyen una puerta de las muchas y variadas actividades que
los conducen a la
9
final victoria. Esto es cierto; sin embargo, este pasaje encierra otra enseñanza más: el
cristiano que muere triunfalmente en el Señor no pierde sus obras, no es salvo así como por
fuego, pues hace una entrada abundante con todas las obras que ha hecho sinceramente para
el Señor y en nombre del Señor; no va con las manos vacías como fue el siervo que recibió
un solo talento, sino como un siervo que ha aprovechado todas las oportunidades que se le
han presentado para servir de manera fructífera a su Señor.

(2) La hoz aguda (14:14-20) es la segunda de las fuerzas o ejércitos de la justicia que Dios
opone a las fuerzas o ejércitos del mal. Las declaraciones están hechas de tal manera que no
dejan lugar a duda en cuanto a lo que está simbolizado por la hoz: el juicio divino.

10
Recordemos que en otras partes de la Biblia la hoz se usa para sugerir esta idea. Cristo

aparece como Rey (pues tenía en su cabeza una corona de oro) y como Juez (pues tenía en
su mano una hoz aguda); y cuando se le da la señal divina mete la hoz en la mies para
segarla porque ya está madura y lista para la siega; y cuando se le da la segunda señal mete
la hoz en los racimos de las uvas maduras; después las uvas fueron puestas en el grande
lagar de la ira de Dios: cuando las uvas fueron pisoteadas en el lagar se produjo una
corriente de sangre tan profunda "que llegaba hasta los frenos de los caballos", y tan larga
que se extendió por espacio de mil y seiscientos estadios: poco más de trescientos setenta
kilómetros.

Existe la opinión general de que lo que se acaba de decir representa el juicio; sin embargo,
existe desacuerdo en cuanto a lo que representan los dos símbolos. Algunos

11
comentaristas sostienen que la cosecha del grano simboliza el juicio de los justos, y que
la

12
cosecha de las uvas simboliza el juicio de los malvados. Otros comentaristas dicen que
no se debe hacer tal diferencia y que los dos símbolos representan el hecho de que el juicio
en manos de Dios es un instrumento para derrotar a las fuerzas del mal. Cada una de estas
dos opiniones tiene sus evidencias; sin embargo, parece que el contexto favorece a la
segunda de ellas: que el juicio es un medio para derrotar a las fuerzas del mal. Ninguna de
las autoridades citadas que opinan que hay diferencia entre los dos símbolos afirma que este
pasaje hable de dos juicios separados. La opinión de que este pasaje trata de dos juicios
queda bien en labios de los futuristas, quienes se deleitan en encontrar numerosos juicios.
Este símbolo, el de la siega y la cosecha, es un medio de presentar dramáticamente el hecho
del juicio divino: el terror que infunde está manifestado en la corriente de sangre de que se
habla en el versículo 20. El literalismo de los futuristas y de los restauracionistas les
produce dificultades en la interpretación de este pasaje porque no pueden encontrar en
Palestina lugar que mida mil y seiscientos estadios, o sea más de trescientos kilómetros de
largo para que exista un río de esa longitud, ya sea de agua o de sangre; sin embargo
algunos procuran encontrar espacio para
13
dicho río. Las fuerzas del mal son poderosas: es decir el diablo y sus dos aliados, que son
el Anticristo y el Concilio Romano; pero las fuerzas de la justicia son más poderosas: Dios
con sus dos aliados, que son el Cristo Victorioso y el Juicio Divino. Al terminarse esta
escena se produce gozo en los corazones de quienes están presenciando el espectáculo.

INTERMEDIO: TRIUNFO Y SUMO GOZO DE LOS REDIMIDOS (15:1-4); y


TRANSICION: EL TABERNACULO DEL TESTIMONIO (15:5-8)

Los últimos símbolos de que tratamos representaron a los dos poderes antagónicos, el de la
justicia y el del mal, ya dispuestos para una lucha a muerte. El intermedio (15:1-4) que está
entre los símbolos seis (14:14-20) y siete (15:5-8) de esta sección es muy breve. La
siguiente serie de símbolos se refiere a las copas de la ira de la final retribución que será
derramada sobre los enemigos del evangelio (16:1-18: 24). Se inserta el intermedio de
alabanza y de acción de gracias que acabamos de mencionar, para mostrar el sumo gozo
que los redimidos experimentan al cantar el cántico de Moisés y del Cordero.

Juan vio un mar de vidrio mezclado con fuego: este aspecto quizás era producido por la
reflexión de los rayos del sol que caían sobre el gran volumen de agua del mar, haciendo
que

14
Este se viera de un color rojo encendido. El comentarista David Smith opina que el mar
de cristal que se menciona en el capítulo 4 se torna rojo en el pasaje que estamos
considerando, por causa de la espeluznante conflagración producida por la persecución
furiosa que estaba

15
esparciéndose sobre la tierra. El comentarista Milligan opina que este mar representa o el
fuego del juicio de Dios o las pruebas por las cuales Dios purifica a su pueblo. Esta opinión
es algo parecida a la de Smith. Nótese que a quienes quedaron victoriosos porque no se
doblegaron ante las exigencias de adorar al emperador se les representa estando sobre (epi
con el acusativo significa "en", "sobre", "encima de"; cuando significa "junta a", o "ante",
se usa con genitivo) el mar de vidrio. Al estudiar el capítulo 4 nos dimos cuenta de que el
mar de cristal simbolizaba la trascendencia de Dios: en virtud de este atributo los hombres
no podían acercarse a Dios; y al estudiar este capítulo 15 observamos que el mar todavía
existe: Dios todavía es trascendente y por lo mismo el hombre todavía no puede
aproximarse a él. Pero el mar no impide que se acerquen a Dios quienes son de él y ya
murieron: están sobre el mar en la misma presencia de Dios. Por el capítulo 21 versículo 1
sabremos que, después de que haya pasado la consumación, "el mar ya no es" y que todo el
pueblo de Dios estará en íntimo compañerismo con él.

Según el capítulo 15 que aquí estamos considerando, los santos que han pasado por el
martirio para estar en la presencia de Dios tienen en sus manos unas arpas celestiales, lo
cual es símbolo de alabanza: cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del
Cordero; esos cánticos se combinan para entonar loores por la omnipotencia de Dios, por la
salvación que él da, y por el carácter justo que lo impulsa a conceder dicha salvación. Las
copas de la ira que pronto serán derramadas presentarán una terrible experiencia en el
mundo. Los fieles cristianos que sufren persecución necesitan fortaleza, y también
necesitan darse cuenta de cómo se ve desde el cielo la condición en que ellos están: por lo
mismo se les permite tener una visión que les muestra la condición en que están aquellos
que han perecido en la persecución y también les permite ver la condición que espera a los
que todavía están en la tierra, en caso de que sean perseguidos y mueran en la persecución.
A los santos que están en los cielos se les presenta triunfantes, jubilosos y dispuestos a
infundir ánimo y consuelo a los santos que moran en la

16
tierra porque están pasando por tiempos calamitosos.
El templo del tabernáculo del testimonio fue abierto: parece que esto simboliza el lugar

celestial donde se guarda el pacto de Dios. No se habla de esto como si se tratara del
Templo de Salomón o de alguno de los que hubo después: es "la tienda del testimonio" o
"el tabernáculo

17
del testimonio" que estuvo en el desierto. En este pasaje no se dice que el tabernáculo
esté abierto para dejar visible el área del pacto, como en 11:19 se dice que "el templo de
Dios fue abierto en el cielo, y el área de su testamento fue vista en su templo." Según el
pasaje que venimos estudiando "el templo del tabernáculo del testimonio fue abierto en el
cielo" para permitir a los siete ángeles que salieran del lugar de la presencia o tabernáculo
del testimonio para derramar sobre la tierra las copas de la ira retributiva de Dios. Puede
notarse que los ángeles estaban vestidos como los sacerdotes de la antigüedad y que
actuaban como agentes de Dios para derramar estas últimas siete plagas.

Uno de los cuatro seres vivientes dio siete copas de la ira de Dios a los siete ángeles: una a
cada uno. El número completo "7" simboliza que la ira completa, toda la ira, ya va a ser

derramada porque el tiempo ha llegado. Mientras sucedía esto, el templo se llenó de humo;
esto simbolizaba la poderosa presencia de Dios. El templo estaba tan completamente lleno
de humo que ninguno podía entrar en el templo, hasta que fuesen consumadas las siete
plagas de los siete Ángeles (15:8). Esto simboliza que la ira de Dios había llegado a su
máximo —a los mártires mencionados en el capítulo 6 se les había dicho que esperaran
todavía un poco de tiempo porque no había llegado aun el momento propicio para que se
manifestara la retribución de Dios — y que durante esta demostración de la ira de Dios ya
no habría oportunidad para que

18
se le dirigieran rogativas. Todo esto nos ayuda para que fácilmente efectuemos una
transición al estudio del derramamiento de las siete copas de la ira.

III. LAS COPAS DE LA IRA, 16:1-20:10

Algunos han calificado a esta visión de salvaje y fantástica. Esto no es una escenificación
figurada de acontecimientos verdaderos que los cristianos de Asia hubieran visto; simboliza
que la ira de Dios sería rápidamente ejecutada para consumarse con gran poder al caer
sobre el Imperio Romano. Este Imperio todavía estaba fuerte y no parecía que hubiese
algún peligro de que se desintegrara. Mas, para uno que estaba iluminado por el Espíritu de
Dios como lo estaba Juan, el Estado ya estaba en ruinas. Así pues, el apóstol deja atrás la
19
historia y navega en la imaginación hacia un futuro todavía desconocido; y cuando a los
ángeles se les permite volar van en rápida sucesión a ejecutar la ira de Dios sobre el gran
enemigo de su causa divina y de su pueblo.

Hay muchas semejanzas entre estas plagas y las producidas por las trompetas: como las
plagas producidas por las trompetas, así también las producidas por las copas representan
calamidades sobre la naturaleza y sobre el hombre; y una parte de las plagas simbolizadas
en este pasaje es paralela a las plagas egipcias, como en el caso de las plagas producidas
por las trompetas. Sin embargo, hay algunas notables diferencias entre las plagas
producidas por las trompetas y las producidas por las copas, por ejemplo: los juicios
consumados por las trompetas fueron llamamientos a la gente para que se arrepintiera, mas
los juicios consumados por las copas eran castigos que vendrían cuando ya hubiera pasado
toda oportunidad para arrepentirse; los juicios consumados por las trompetas eran parciales,
pues afectarían solamente a una tercera parte de los objetos a los cuales eran dirigidos; en
cambio los juicios de que tratan las copas eran finales, pues alcanzarían a todos los objetos
a los cuales eran dirigidos; los juicios de las trompetas no perjudicaron a los hombres sino
hasta que fue tocada la quinta, mientras que los juicios de las copas desde el principio
dañarían a los hombres. Así pues, el simbolismo de las trompetas y el de las copas son
paralelos. En la quinta calamidad de estas series que estamos mencionando, los medios
usados como símbolos son diferentes; pero el objeto o fin simbolizado es el mismo. A
medida que copa tras copa es derramada, el juicio va progresando hasta que al fin llega a la
ciudad imperial. Cualquier intento que se haya hecho para determinar el significado
especial de los objetos así castigados por la ira de Dios —la tierra, el mar, los ríos, el sol—
todavía no ha tenido ningún éxito, y parece que cualquier intento que se haga para conocer
dicho significado tampoco tendrá ningún éxito. Parece también que lo único importante en
este pasaje es el efecto general de la ira retributiva de Dios. Por otra parte, puede notarse
que las copas están agrupadas o distribuidas así: cuatro, dos, después un intermedio, y en
seguida una copa más: exactamente como estuvieron distribuidos o agrupados los sellos y
las trompetas.

1. La primera copa (16:1, 2) fue derramada sobre la tierra. El contenido de esta copa no
quemó a la tierra como lo hizo el fuego que se produjo después de que fue tocada la
primera trompeta; sino que cayó sobre los hombres que estaban marcados con el nombre de
la bestia y les produjo unas úlceras pestilentes y malignas.

2. La segunda copa (16:3) fue derramada en el mar: sus aguas se tornaron sangre, y todo
ser viviente que había en ellas murió.

3. La tercera copa (16:4-7) fue derramada sobre las aguas dulces y, también estas se
convirtieron en sangre. Entonces se oyó una voz que proclamaba la justicia de Dios al
realizar este acto, puesto que él castiga teniendo en cuenta el pecado: como el Imperio en
cierta ocasión hizo correr la sangre de los mártires cual si hubiera sido agua, así también
todo lo que el Imperio encontraría para beber sería sangre: y lo merecía. ¡Los juicios de
Dios son justos!

4. La cuarta copa (16:8, 9) fue derramada sobre el sol; entonces el sol envió sus candentes
rayos para quemar con fuego a los malvados: estos estaban tan depravados que, a pesar de
que estaban en medio del castigo, blasfemaban del nombre de Dios y no se arrepentían de
los pecados que habían hecho.
Aunque las primeras cuatro plagas fueron lanzadas contra la naturaleza, su efecto fue
sentido por los hombres; y las dos siguientes plagas fueron derramadas particularmente
sobre los hombres.

5. La quinta copa (16:10, 11) fue derramada sobre el trono de la bestia: y su reino se hizo
tenebroso, los súbditos padecían grandes dolores y por causa de estos se mordían la lengua;
pero, sumidos en su perversidad, se negaron a abandonar sus cultos idolátricos.

6. La sexta copa (16:12) fue vertida en el río Éufrates: el río se secó, y quedó abierto el
camino para que del oriente pudieran venir los enemigos del Imperio.

INTERMEDIO: LAS TRES RANAS, AGENTES RECLUTADORES AL SERVICIO DE


SATANAS 16:13-16

Este intermedio está colocado entre el sexto y el séptimo símbolos de esta visión de las
copas, exactamente como en las otras visiones. Cuando la sexta copa fue derramada quedó
preparado el camino para la llegada de los partos, los cuales eran enemigos de Roma. Lo
que se dice en este pasaje, por supuesto, es símbolo del ejército invasor que sería manejado
por Dios en la guerra contra Roma. Cuando los tres aliados de las fuerzas del mal se dieron
cuenta de la posibilidad de que los partos los atacarían, comprendieron que tenían que
reunir a los reyes del mundo para combatir y derrotar a los mencionados partos.

Juan ve tres espíritus inmundos a manera de ranas: aparecieron fuera de las bocas del
dragón, de la primera bestia, y de la segunda bestia, la cual es llamada falso profeta. En el
idioma original no se usa ningún verbo para indicar de que manera aparecieron, pues el
griego

20
simplemente dice: "Y vi fuera de la boca del dragón..." Dana dice que las ranas fueron

21
vomitadas; Swete opina que fueron exhaladas como el aliento, como cuando se arroja el
aire hacia afuera: es decir, que el aliento de los tres aliados se volvió ranas. Lo repugnante
de la visión nos inclina a aceptar la opinión de Dana; y la idea de que malas influencias
fueron exhaladas nos hace admitir la opinión de Swete. Tal vez esto se refiere a algo
inmaterial. Estas tres ranas, a las cuales se les llama también espíritus de demonios, son
enviadas por los tres malvados aliados para que engañen a los reyes de todo el mundo y los
hagan partidarios de Roma en el conflicto que se aproxima. Esos "espíritus de demonios" o
"ranas" cumplieron su

comisión de engaño y reunieron a los reyes en el campo de batalla, en un lugar llamado


Armagedón ("Harmagedon"); pero esta batalla no se libró desde luego, sino hasta después
de que ocurrieron otros acontecimientos, y de ella se habla en el capítulo 19.

Lo que acaba de mencionarse es el símbolo; y ¿qué es lo que significa? Los intérpretes


22
futuristas no encuentran dificultad en esto, pues no creen que sea necesario dar una
interpretación de Armagedón, lo cual termina la historia del mundo y asegura el trono de
Dios para sí mismo. Ni esta opinión ni la de quienes siguen el método histórico-continuo de
interpretación tienen ningún significado para quienes necesitaban más el mensaje de Juan:
los

23
perseguidos cristianos de Asia Menor. El grupo mencionado en segundo lugar aplica
todos estos símbolos a la apostasía de la Iglesia Católica Romana; por lo mismo dice que el
hecho de secarse el río Éufrates simboliza la enseñanza que impartió la Reforma para
contrarrestar la enseñanza de la citada Iglesia Católica, que las ranas simbolizan (1) la
declaración del Concilio de Trento, (2) la declaración del Concilio Vaticano, y (3) las
encíclicas papales, particularmente aquellas que sirvieron para completar el sistema de la
mariolatría; y que la susodicha batalla es la lucha que existe entre el catolicismo y la
verdadera iglesia. Por más esfuerzos de imaginación que se hagan no podremos llegar a la
conclusión de que estas interpretaciones tenían algún significado para los cristianos para los
cuales fue escrito el libro.

Este párrafo del intermedio (16:13-16) es simbólico: se refiere al diablo, al emperador, y al


Concilio: a los tres haciendo esfuerzos para reunir y animar a sus ejércitos para que peleen
contra las huestes de la justicia. Teniendo en cuenta que las tres ranas salieron de la boca
del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tal vez simbolizan
alguna clase de propaganda perversa; pues son hijas del diablo, del gobierno ateo, y de la
falsa religión; simbolizan a los verdaderos enemigos de Cristo. La verdadera religión no
tiene peores enemigos y Satanás no tiene mejores aliados que la propaganda de falsedades.
Desde los encantadores que intentaron menospreciar la obra de Moisés en presencia del
Faraón, hasta esos productos del primer siglo del cristianismo como Simón el Mago y otros
de nuestros días, ha habido muchos que han pretendido obrar milagros, milagros que los
crédulos de la época han atribuido a un poder sobrehumano. Así pues, estos agentes de
Satanás, reclutadores al servicio de él, producen esas señales para alistar a sus seguidores.
(El termino señales expresa el concepto que Juan tenía de los milagros). El anhelo
vehemente de poseer el poder y el odio que siente la falsa religión están expresados en el
esfuerzo que hacen dichos agentes para fortalecerse. Detrás de tales agentes está el diablo
empujándolos. Muchas veces las naciones han estado dominadas por una sombría pasión
por la guerra, pasión que para los historiadores no ha sido fácil explicar. Ese conflicto
queda retratado aquí; pero es espiritual más bien que material.

Estos aliados reúnen sus ejércitos en el campo de batalla llamado Armagedón, el cual fue
un famoso campo de batalla hebreo: allí Gedeón y sus trescientos derrotaron a los
madianitas; allí el rey Saúl fue derrotado por los filisteos; allí Débora y Barac derrotaron al
rey cananeo, Jabín; allí el rey Ochozías murió por las saetas de Jehú; y allí Faraón Nechao
derroto e hirió al rey Josías de Judá, de resultas de lo cual éste murió. Así pues, ese lugar
estaba bien grabado en la mente de los judíos; y las endechas o lamentaciones que se
pronunciaron por causa de la derrota del rey Josías en el valle de Mejido y de su muerte,
durante mucho tiempo después fueron repetidas como una expresión de dolor nacional. Por
lo mismo el campo de Megido acertadamente simboliza la desgracia mundial de una guerra
a muerte en la que la justicia y la maldad se combaten mutuamente. Esto no se refiere a un
combate real con espadas

y lanzas materiales: si tuviera que ser así, sería contrario a todas las enseñanzas del Nuevo
Testamento, a los ideales que sostuvo el Señor Jesús, a su muerte en la cruz, y a todos los
propósitos de gracia que Dios tiene. Los instrumentos o medios que usaba Jesús nunca
fueron los de la espada: su espada era y es la espada del Espíritu: la Palabra de Dios. Por lo
tanto, si alguien espera que esto sea una batalla literal y material, debe esperar que el
ejército esté dirigido por un triunvirato de ranas. Las dos figuras son simbólicas, ninguna es
literal, pues no hay razón para que una sea literal y la otra simbólica: el Armagedón
mencionado en el libro del Apocalipsis no está en ningún lugar de los mapas del mundo, no
pertenece al espacio, pertenece a la lógica; y la batalla no es una en que los armamentos
materiales o físicos decidirán el triunfo: la batalla es entre la justicia y el mal, y ciertamente
la justicia será la victoria.

7. La séptima copa (16:17-20:10) es derramada, y se revela que todas las fuerzas del mal no
pueden derrotar a la causa de la justicia. Cuando el contenido de esta copa fue derramado
por el aire, se oyó una voz que salía del trono que estaba en el templo, diciendo: Hecho es
(tiempo perfecto). Con esta última expresión de la ira de Dios hubo también
manifestaciones de la ira divina: relámpagos y voces y truenos, y un terremoto grande;
además, la ciudad imperial, Roma, fue dividida en tres partes: este número divino indica
que la ira divina demolió la ciudad. Babilonia (aquí se refiere a Roma) era considerada
como el

24
supremo poder mundial antidivino. Y así es recordada por Dios: entonces su divino
poder destructivo cae con tanta eficacia que el terremoto hace que se hundan las montanñas
y que las islas se sumerjan, lo cual simboliza la destrucción de las fortalezas militares de
Roma; hay una lluvia de granizos, de los cuales cada uno pesa como cuarenta y seis
kilogramos, y caen con tal fuerza destructiva sobre los hombres impíos, que estos continúan
blasfemando el nombre de Dios por ser el responsable de estas cosas: todo esto es una
descripción del juicio de Dios.

En esta parte, como en otras del Apocalipsis, puede notarse que tres causas produjeron la
ruina del Imperio Romano: las calamidades naturales, la corrupción interna, y la invasión
externa. Así pues, Roma estaba predestinada a la destrucción. Y Juan presenta de esta
manera el juicio de Dios que caerá sobre los opresores de su pueblo. Ninguna ventaja
obtuvieron los aliados al enviar sus ranas reclutadoras, pues el poder de Dios hizo añicos a
Roma.

Después que Juan vio que el terremoto y los gigantescos granizos se habían combinado
para reducir a escombros a Roma, uno de los ángeles que poco antes había comenzado a
distribuir la ira retributiva de Dios le dijo que se le acercara para presenciar otra etapa del
castigo y para que se diera cuenta detalladamente de lo que acababa de ver en conjunto
acerca de la pronta caída de la ciudad. Lo que Juan vio en seguida abarca la última escena
del conflicto entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal. El estudiante del Apocalipsis
debe ser cuidadoso para no confundir los materiales de esta sección (17:1-20:10) con un
programa escatológico fantástico. Esto ha sucedido con frecuencia, dando por resultado una
pérdida de tiempo y una perversión de las verdaderas enseñanzas de la Escritura. Estas
escenas de que hemos hablado no componen una escena de eventos conectados con el
propósito de satisfacer nuestra curiosidad acerca del futuro; aunque cierto es que todos
poseemos esa curiosidad, y unos la dominamos mejor que otros. Estas visiones están
destinadas a manifestar la promesa de que al fin la justicia triunfará sobre todas las fuerzas
del mal que se le opongan. Este era el mensaje para los cristianos del Asia Menor por el año
95 después de Cristo, y les infundía la certidumbre de que el cristianismo obtendría la
victoria sobre Roma. De semejante manera el libro del Apocalipsis en los tiempos presentes
nos infunde la certidumbre de que la causa de Cristo triunfará sobre la causa del mal en
todos los siglos. Se nos hace ver esto por medio de lo que simbolizan los varios cuadros que
presentan la ruina de Roma. En este respecto la filosofía

del método histórico de interpretación es correcta.


(1) LA MUJER DE PURPURA Y ESCARLATA: ROMA, 17:1-18

Tan grande era el poder que Roma tenía como centrado perseguidor de los cristianos en el
primer siglo del cristianismo, que se dedican tres capítulos completos para hablar de su
ruina. Esto constituye una serie de escenas que muestran el destino que le está reservado a
Roma, como ya se ha anunciado en 14:8 y 16:19. En el pasaje que vamos a estudiar se
describe a Roma como una gran ramera sentada sobre muchas aguas y practicando sus
actos de fornicación con muchos reyes de la tierra; y también aparece como culpable de la
fornicación espiritual que se practicaba en la adoración idolátrica que enseñaba; y al paso
que conquistaba provincias, inducía a los reyes de estas a que participaran de los pecados
que ella practicaba. Las aguas sobre las cuales la mujer ramera estaba sentada son
simbólicas de las gentes sobre las cuales reinaba: esto es lo que el ángel dijo a Juan; pero
cuando estos dos siervos de Dios llegan al escenario donde está siendo presentado el drama,
Juan ve a la mujer sentada sobre una bestia bermeja llena de nombres de blasfemia y que
tenía siete cabezas y diez cuernos. La bestia, que tiene el color del dragón-diablo del cual se
habla en el capítulo 12, es sin duda el Imperio que sostiene a esta ciudad malvada. La mujer
estaba vestida con un lujo esplendoroso y vano; y en su mano tenía una copa, y la copa
tenía la suciedad de su fornicación. Esta mujer es evidentemente la misma de quien se
habla en el versículo 6, donde se dice que la mujer estaba embriagada todo el tiempo (en el
idioma griego se usa un participio presente) de la sangre de los santos y de la sangre de los
mártires de Jesús. Así pues, la suciedad de su fornicación son las perversidades que han
resultado de la adoración idolátrica y de la persecución. Notemos que sus "hijos" son
diferentes de los de la "mujer gloriosa" a la cual se alude en el capítulo 12. La mujer ramera
tenía escrito su nombre sobre su frente: MINISTRO, BABILONIA LA GRANDE, LA
MADRE DE LAS FORNICACIONES Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.
Esa mujer era un misterio, un enigma, algo extraño. ¡Qué mujer, y qué bestia, para ser
cabalgada por tal mujer! Esa mujer es la grande ramera, la principal responsable de que al
emperador se le rindiera un culto idolátrico, y es la madre de una familia de rameras;
además, se deleita bebiendo la sangre de los mártires y está intoxicada con ella.

Muchos de los futuristas sostienen que esto se refiere a la ciudad de Babilonia que será
restaurada en los días postreros; y el grupo partidario del método histórico-continuo de
interpretación dice que esto se refiere a la apostata Iglesia Católica Romana. Tal vez el
mejor método consiste en aceptar la explicación que el ángel da al apóstol Juan; ¿Por qué
te maravillas? Yo te diré el misterio de la mujer, y de la bestia que la trae. Y el ángel
explica: La bestia que has visto, fue, y no es; y ha de subir del abismo, y ha de ir a
perdición. Esto es una alusión al mito del Nerón redivivo. De esta manera se presenta al
Imperio Romano como personificado en Domiciano como si este fuera la reencarnación de
Nerón. Además, el Imperio está a punto de sufrir su destrucción; y el mundo pagano está
ansioso de saber lo que le sucederá a Roma. Sin embargo, los cristianos no se preocupan
por esto porque saben que Roma está sentenciada a ser destruida.

En el versículo 9 comienza la explicación que hace el ángel, el cual dice que Las siete
cabezas son siete montes: Roma estaba edificada sobre siete colinas. También hay siete
reyes

25
que han formado la base del gran imperio: Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón,
Vespasiano y Tito. Hay un octavo rey que va a tener parte en esta historia; pero es uno de
los siete ya mencionados: era y es la reencarnación de la malvada obra de persecución que
había

hecho Nerón. Los diez cuernos de la bestia representan el poder del Imperio: su poder, en
cierto sentido, radicaba en las provincias; por lo mismo este símbolo que el ángel identifica
como diez reyes, que aun no han recibido reino; mas tomaran potencia por una hora como
reyes con la bestia debe referirse a los reyes vasallos, gobernantes de las provincias de
Roma, los cuales recibieron su autoridad de Roma y la disfrutaron durante muy corto
tiempo: una hora. Estos reyes tenían un solo pensamiento: obedecer al Imperio Romano, el
cual estaba personificado en Domiciano. Por esa razón esos vasallos perseguían tan
celosamente a los cristianos. Esta es la causa por la que el ángel declaró: Ellos pelearon
contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es el Señor de los señores, y el Rey de
los reyes. Además, vendría el tiempo en que estas provincias participarían en la obra de
destruir a Roma: y por esto Roma tenía un gran temor. En muchas partes del libro de los
Hechos de los Apóstoles hay indicaciones de que Roma sufría ese temor, pues pensaba que
cada tumulto y manifestación de descontento que se hacía degeneraría en una revolución.
El capitulo 17 termina con la declaración de que la mujer, la ramera que sufriría esta
destrucción, era la grande ciudad que se había enseñoreado de los reyes de la tierra. Así
pues, el primer triunfo que Juan describió para los cristianos es el que se refiere a la ruina
segura de la Roma Imperial.

(2) Los oráculos de la ruina: los aliados de Roma, 18:1-20

En toda esta sección la principal cosa en que el escritor está pensando es la caída de Roma:
la ve desde diferentes puntos de vista y por énfasis hace algunas repeticiones. Una gran
parte del capítulo 18 tiene un lenguaje muy parecido al que se usa en el Antiguo
Testamento en relación con la antigua ciudad de Babilonia: lo que se dijo de ella en ese
tiempo, en el de Juan ya se había cumplido; y eso mismo que se dijo de ella se usa aquí
para describir la destrucción de la Babilonia del Nuevo Testamento: Roma.

El primer ángel de la visión anunció la caída de Roma por causa de su fornicación


espiritual. Esto incluye la declaración de la manera en que los mercaderes del mundo se
habían enriquecido por causa de la lascivia y del desenfreno y de la fornicación de Roma, y
por lo mismo habían llegado a ser aliados de Roma en la maldad. En un párrafo posterior se
mostrará la ruina de esos mercaderes en conexión con la del Imperio.

Una segunda voz hizo un llamamiento al pueblo de Dios para que no se asociara con esa
mujer lasciva y desenfrenada, y para que no practicara los pecados que ella practicaba,
porque en caso contrario sobre él caerían las plagas (o golpes) que tenían que caer sobre
ella; también se le asegura al pueblo de Dios que las iniquidades de la mujer han llegado
hasta el cielo y Dios las ha recordado, y que ella ya va a recibir un castigo (v. 6) parecido a
su pecado y un doble tanto de lo que pecó. Ella se ha jactado de sí misma, se ha llenado de
orgullo, y ha dicho: ...no veré llanto. Pero como castigo de sus maldades va a recibir el
doble de las que ha hecho. En una hora —en muy poco tiempo— la visitarán las plagas, el
hambre, la muerte y el luto, y será absolutamente destruida. Esto es un cuadro de la
destrucción de ella; pero, ¿qué se dice de sus aliados? A éstos se les presenta en dos grupos
llorando por causa de ella; pues Roma debía su existencia a dos cosas: a las conquistas
territoriales y a la expansión comercial. Así pues, los dos grupos se lamentarían porque
serían destruidos juntamente con Roma.

En el primer grupo están los reyes de la, tierra, los cuales se lamentarían por causa de la
caída de Roma: éstos eran sus aliados que, por estar bajo su poder, participaban de la
fornicación espiritual y de los pecados de ella, y llorarían, gemirían y se lamentarían por
causa de la súbita destrucción de la gran ciudad. En el segundo grupo están los mercaderes
de la

tierra, los cuales se lamentarían por la destrucción de Roma, porque con tal destrucción se
acabaría el mercado para sus mercaderías. De estas se mencionan por lo menos veintiocho
artículos negociables. Los comerciantes, para crear un negocio tan grande como el que
poseían habían tenido que participar en los actos pecaminosos que practicaba el Imperio, y
tenían que caer con este. Nada puede ser económicamente bueno si es moralmente malo. El
mismo destino está reservado a cualquier nación que es culpable del mismo pecado. Los
mercaderes, y los marineros que transportaban las mercancías de aquellos, se alejarían de
Roma, echarían polvo sobre sus cabezas, y llorarían por causa de la destrucción de la
ciudad. El incendio de Roma por Nerón y el sufrimiento que esto produjo eran pequeños
comparados con los efectos de la ira que Dios descargaría contra el Imperio y sus
coligados: la ruina tenía que ser para todos. Al llegar a esta parte donde se muestra el
segundo triunfo que se presenta en el drama parece que se cierra el telón; y aunque ha
quedado una escena de desolación, también ha quedado otra en que se observa el gozo que
los cristianos experimentan al darse cuenta de otra indicación del poder de Dios y de que
seguramente él los salvará.

(3) La piedra: destrucción de la ciudad de Roma, 18:21-24

El tercer triunfo ilustra gráficamente la destrucción de la ciudad de Roma. Se estaba


haciendo saber a los cristianos que primero sería destruido el Imperio, después lo serían los
aliados, y en seguida —con violencia— caería la ciudad imperial. Se repite esta
información a los cristianos para hacer énfasis en el triunfo y para infundirles seguridad:
ellos necesitaban saber que obtendrían el triunfo y también necesitaban tener la seguridad
de que triunfarían. Y un ángel fuerte tomó una piedra como una grande piedra de molino, y
la echó en la mar, y declaró que esto ilustraba la manera en que Roma caería y que nunca
jamás volvería a ser hallada; además describió la cesación de las tres cosas principales en la
vida de Roma:

Las diversiones (v. 22) se acabarían: ya no iban a tener músicos: ya no se iban a oír las
voces de los cancionistas de cantos populares, ni los acompañamientos o piezas tocados por
los arpistas, por los flautistas, o por los trompetistas. Se acabaría todo medio para producir
un regocijo pecaminoso.

Las industrias (v. 22) se acabarían: no sería hallado ningún artífice de ningún oficio, ni
sería oído el ruido que producían los molinos o las fábricas al trabajar.

La vida del hogar (v. 23) se acabaría: a tal grado llegaría esta situación que las casas no
tendrían luz y quedarían deshabitadas, y no se oirían las voces de las familias, ni la del
esposo ni la de la esposa.

Con la destrucción de estas tres cosas, Roma, la gran ciudad, quedaría asolada... nada
quedaría en ella, nada sería encontrado en ella, excepto la sangre de los mártires que había
sido regada en las persecuciones, y esto era una de las causas de su destrucción. Ante los
ojos de Juan esa ciudad ya estaba destruida; pero en sus escombros quedaba la sangre de los
mártires como un eterno testimonio en contra de Roma y a la vez como un testimonio de la
lealtad de los cristianos. En relación con esto debemos decir que quienes se oponen a este
método de interpretación suelen mencionar el hecho de que Roma todavía existe. Esto es
verdad; pero no es la perseguidora Roma del tiempo de Juan, pues hace mucho tiempo una
combinación de circunstancias la exterminaron. El movimiento cristiano que aquella Roma
pretendió suprimir continua todavía, y continuara cuando todas las otras "Romas" por causa
de su corrupción hayan desaparecido, como la antigua Roma desapareció.

(4) Los santos gozosos, 19:1-10

La terminación del símbolo del completo asolamiento de Roma dio ocasión para que fuera
mostrado el cuarto de los triunfos de la consumación. Este triunfo describe el sumo gozo de
los santos redimidos. La escena comienza con una numerosa multitud que estaba en el
cielo, la cual entonaba un jubiloso aleluya, y en ese mismo canto decían que la salvación, la
honra, la gloria y el poder pertenecen a Dios por causa de sus justos juicios que ha
derramado sobre la malvada y perseguidora Roma. Este canto no es de regocijo por causa
de los males que le han sobrevenido a Roma, sino más bien es un canto de regocijo por
causa del triunfo de la justicia y la verdad. Aunque eran muchos los lamentos de los reyes
caídos, de los mercaderes, y de los marineros, y aunque era ensordecedor el estrépito que
producían las casas al incendiarse y los muros al derrumbarse, sobresalía y podía oírse el
canto que los santos gozosos entonaban porque la justicia había triunfado sobre el mal. La
destrucción que se describe al hablar de la caída de Roma era grande; pero no era mayor
que la que se hubiera efectuado si se hubiese permitido a los hombres, mujeres y naciones
impíos continuar sin reconvención y sin impedimento en el camino de la crueldad, de la
degeneración, y de la persecución del justo pueblo de Dios. Este triunfo de la justicia hace
que los santos redimidos expresen su gozo por medio del himno en el que cantan el aleluya.
Después el coro celestial repite el aleluya. Nótese que Juan llama la atención al hecho de
que este segundo aleluya hizo que el humo de Roma saliera y estuviera ascendiendo para
siempre. La destrucción de Roma no se presenta aquí como la de una ciudad de la cual se
queman hasta sus cimientos y a la que pueden ir después los hombres para remover los
escombros: la destrucción se presenta como una destrucción eterna, como un incendio
eterno: siempre hay combustible para conservar el incendio de manera que el humo esté
ascendiendo por los siglos de los siglos, y así nunca jamás será reconstruida esa ciudad. El
canto de este segundo aleluya también dio ocasión para que aparecieran los veinticuatro
ancianos y los cuatro seres vivientes, y se unieran en el canto de triunfo y dijeran; Amen:
Aleluya.

En seguida se oyó una voz que hablaba desde el altar y ordenaba a los siervos de Dios que
lo adoraran: Load a nuestro Dios todos sus siervos. Estaban pronunciando esta alabanza
cuando Juan oyó a los redimidos —como si fuera la voz de una inmensa multitud, como si
fuera el ruido de muchas aguas, como si fuera la voz de grandes truenos— que cantaban:
Aleluya: porque reinó el Señor nuestro Dios Todopoderoso. Los redimidos cantaban en
esta gozosa ocasión porque pensaban que ya se iba a realizar la boda del Cordero y de su
esposa. La esposa representa a la iglesia, la cual ha conservado sus vestiduras limpias y
brillantes para esta ocasión; y el esposo es el Cordero, el cual ha estado preparando un lugar
para su esposa. Los redimidos pensaban que la hora feliz para la reunión había llegado; sin
embargo, parece que los redimidos pensaron todo esto muy anticipadamente, porque en
realidad no había llegado aun el momento para que se realizara la boda, pues el Cordero
todavía tenía que pelear otra batalla para que desaparecieran todos los obstáculos que se
oponían a la boda. En seguida uno de los mensajeros, para mitigar la desilusión que por
esto experimentaban los redimidos, le dijo a Juan: Escribe: Bienaventurados los que son
llamados a la cena del Cordero (“... a la cena de las bodas del Cordero"—V. H. A., V. M.,
N. P.). Así pues, todos los redimidos estarán en esa boda; pero el tiempo todavía no ha
llegado.

Tengamos presente que el libro del Apocalipsis no nos revela o describe la boda del
Cordero y la iglesia. Sin embargo, en el capítulo 21, cuando parece que ya se va a hacer la
revelación o descripción de la boda, la figura cambia, y no se vuelve a mencionar la boda

aunque ya se hace referencia a una unión perfecta entre Cristo y los redimidos. Juan
frecuentemente deja inconclusas las figuras o visiones; parece que no deja que lleguen a su
fin. Esto sucede en varios casos; por ejemplo: cuando se refiere a los cuatro ángeles que
estaban deteniendo los vientos de la retribución para que no soplaran en la tierra, esos
vientos siempre se quedan detenidos, nunca son puestos en libertad para que soplen (7:1);
al hablar de los ángeles que recibieron las trompetas, cambia la figura o visión e intercala
otras figuras o visiones antes de que los ángeles hayan acabado de tocar sus respectivas
trompetas (8:1-11:19); habla de los ejércitos partos que invadirían a Roma (16:12), sin
embargo nunca los presenta en batalla punitiva y conquistadora, pues cambia la figura o
visión, y en cambio presenta un grande terremoto con relámpagos y truenos y granizos
gigantescos que hacen su labor destructiva. En todos estos casos se alcanzó la finalidad
deseada; y lo mismo sucedió en cuanto al símbolo de la boda: hubo indicaciones de que se
efectuaría, y aunque no se describe o presenta la boda misma, sí se puede notar que se ha
alcanzado su finalidad: la unión del Cordero y de su iglesia.
Seguramente la visión de que se viene hablando es simbólica; sin embargo unos cuantos
interpretes opinan que esto será literal, y dicen cuando, quien, que, y todo lo que se
relaciona con una interpretación literal de la visión. Alguien ha dicho que la boda de que se
habla aquí será una boda en realidad y que el apóstol Pablo practicará la ceremonia, porque
él con su trabajo como misionero contribuyó mucho para que se llegara a esa finalidad: la
realización de la boda. Todas estas ideas son simples fantasías y nada más. Conviene que
recordemos, en relación con el asunto que estamos tratando, que las bodas orientales eran
acontecimientos grandiosos en los cuales había mucha felicidad; pero las ceremonias de las
bodas públicas en el tiempo de Juan habían degenerado tanto y se realizaban con tanto
libertinaje que los cristianos no podían concurrir a ellas. Mas, la boda de que nos habla el
Apocalipsis es una a la cual si pueden concurrir y concurrirán todos los redimidos: ellos
serán la esposa cuando esa feliz y final unión con el Señor acontezca. Así pues, esa boda
era un bello símbolo de unión de Cristo y su iglesia; y esta boda fue la causa de que los
redimidos triunfantes entonaran ese cántico de júbilo.

(5) El guerrero victorioso: Cristo, 19:11-20:10

El siguiente triunfo que se presenta en esta serie es el de Cristo. Antes se ha hablado de


Cristo como de "el León", "el Cordero", "el Juez"; y ahora se habla de él como del Guerrero
victorioso. No hay ninguna duda de que Cristo aquí está simbolizado de esta manera.
Aquellos primeros cristianos al leer el libro se daban cuenta del drama, y también se daban
cuenta de que al abrirse el telón aparecía el jinete que cabalgaba en un caballo blanco,
como símbolo de la victoria. El jinete se llamaba Fiel y Verdadero (v. 11) y también El
Verbo de Dios (v. 13); además, en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey
de reyes y Señor de señores (v. 16). Estos nombres identifican a este personaje como el
Cristo. De la manera en que a Cristo aquí (19:11) se le llama Fiel y Verdadero, así también
al principio del libro del Apocalipsis se le llamó el testigo fiel (1:5), el Verdadero (3:7), y
el testigo fiel y verdadero (3:14). Y en relación con el título que se le da al fin del versículo
12, El Verbo de Dios, recordemos que es uno de los términos favoritos de Juan para
referirse a Cristo. Este nombre: El Verbo de Dios, es la expresión de Dios para con los
hombres. El Cordero, según 17:14, es el Señor de los señores, y el Rey de los reyes.
Además de estos nombres hay otras características que identifican a Cristo: sus ojos como
llama de fuego (1:14; 19:12); de su boca salía una espada aguda de dos filos (1:16; 19:15);
él va a regir todas las gentes con vara de

hierro (12:5; 19:15); vendimió la viña de la tierra, y echó la uva en el grande lagar de la
ira de Dios (14:19; 19:15); y estaba vestido de una ropa teñida en sangre (Apoc. 19:13;
Isa. 63:2, 3).

El Guerrero victorioso no estaba solo: los ejércitos que están en el cielo le seguían en
caballos blancos, y los jinetes de aquellos ejércitos tenían vestidos de lino finísimo, blanco
y limpio (v. 14): todo esto es símbolo de victoria, Obsérvese que no se dice nada en cuanto
a si tales ejércitos estaban armados o no; eso sí: el Caudillo iba al frente de ellos y estaba
armado con una espada aguda que salía de su boca (vv. 14, 15): con esa espada herirá a sus
enemigos, los someterá a su dominio, y después los regirá con vara de hierro. La espada
está bien identificada como el "arma espiritual de irresistible poder". Algunos intérpretes
han dicho que esa espada es la Biblia, puesto que de la Biblia se dice que "es la espada del
Espíritu" (Ef. 6:17). Otros comentaristas dicen que esa espada es el "Juicio", porque la
espada es un símbolo semejante a la hoz mencionada en el capítulo 14. Cualquier cosa que
sea lo que represente la espada, eso es un arma espiritual de irresistible poder. ¡Con esa
espada el Guerrero gana la batalla: obtiene la victoria!

Este triunfo es anunciado antes que empiece la batalla: un ángel que estaba en el sol — de
donde procede la luz para un mundo entenebrecido por el mal— invita a las aves de los
cielos a que asistan a una fiesta que Dios preparará para ellas: fueron invitadas a comer
carnes de reyes, de capitanes de ejércitos, de hombres fuertes (o poderosos), de caballos,
de jinetes, de todos (los hombres), de libres y siervos (esclavos), de pequeños y de grandes:
la matanza de los enemigos de Dios tiene que ser muy grande. Después se ve a las aves de
rapiña reunidas en grandes cantidades en el campo de batalla hartándose de las carnes de
esos enemigos.

a. Victoria sobre la primera y la segunda bestias, 19:19, 20.

La batalla se acaba pronto: la bestia, los reyes de la tierra que estaban aliados con ella y el
falso profeta no pudieron competir con el Guerrero victorioso ni oponerse a la espada aguda
que salía de su boca: fueron derrotados; y la bestia y el falso profeta fueron lanzados vivos
dentro de un lago de fuego ardiendo en azufre; y los otros fueron muertos con la espada
que salía de la boca del que estaba sentado sobre el caballo, del Cristo victorioso. ¡La
destrucción fue completa; la batalla se terminó; y el Cristo quedó victorioso!

Se ha discutido mucho en cuanto a la correcta interpretación de estos símbolos, de la misma


manera que se ha discutido mucho en cuanto al significado de otras partes del Apocalipsis.
Los futuristas opinan que esta batalla es una batalla literal por la cual el reino de

26
Dios será introducido. Puede observarse cuán literal es esta batalla cuando Seiss llega a
la conclusión de que los jinetes y los caballos son literales. De parecida manera opina
Ottman al decir que las aves de rapiña invitadas a la fiesta representan buitres literales que
se alimentarán y

27
engordarán con los cuerpos de los muertos. Algunos de los escritores que son partidarios
de este método de interpretación dicen que la bestia es el Anticristo que en persona
aparecerá en los últimos días, y dicen que el ejército que él tendrá bajo sus órdenes será una
fuerza militar que llevará a Palestina para pelear contra los judíos, que en esa ocasión se
apoderará de esta tierra; y que el Señor y su ejército lo derrotarán y establecerá un reinado
de mil años.

Quienes son partidarios del método histórico-continuo y han considerado a la bestia como
la Iglesia Católica Romana, para permanecer consecuentes deben encontrar en este pasaje
un conflicto por el cual ese poder acabado de mencionar será destruido. Puesto que la
Iglesia
Católica Romana todavía existe, aquellos intérpretes enseñan que el Armagedón todavía
está en

28
el futuro. A este método de interpretación todavía se le puede oponer la objeción que
antes se ha presentado: ¿Qué hubieran significado estas ideas para los cristianos del tiempo
de Juan? Para hacer una apropiada interpretación del Apocalipsis siempre debemos buscar
un

punto de partida en la época y en las circunstancias en que estaban el escritor y aquellos


para quienes él escribió este mensaje de instrucción, de seguridad y de consuelo. Este libro
se adapta muy bien a los tiempos en los cuales fue escrito. Armagedón no es el nombre de
un lugar: es el término simbólico de un conflicto decisivo. A Cristo se le presenta
descendiendo del cielo; pero esto no se refiere a su segunda venida, pues a ésta se alude en
otras partes del Nuevo Testamento. Esta escena apocalíptica simbólicamente representa la
venida de Cristo para ayudar, con auxilios del cielo, a los cristianos perseguidos que
padecen conflictos espirituales. Si la bestia queda identificada, como lo ha sido en este
libro, con el emperador ya que él personificó al pagano y perseguidor Imperio Romano,
entonces no hay otra explicación acerca de esta batalla: es una vívida y simbólica
representación de la victoria final de la causa y del pueblo de Cristo sobre ese Imperio
pagano. La primera bestia (Domiciano) y la segunda bestia (el falso profeta, el Concilio
Romano, el sacerdocio de la religión del estado) fueron lanzados vivos dentro de un lago
de fuego ardiendo en azufre. Esto es símbolo de la destrucción de ambas bestias: Cristo las
vence, y los cristianos nunca más son molestados por ellas. Así pues, el

29
conflicto descrito aquí es un conflicto espiritual.

b. Victoria sobre los aliados de las bestias, 19:21.

Es interesante notar que aun entre quienes sostienen la interpretación que acabamos de
presentar, hay mucha división en cuanto a los pormenores. Por ejemplo, no todos los
eruditos opinan lo mismo acerca del significado de la siguiente declaración: los otros
fueron muertos

30
con la espada que salía de la boca del que estaba sentado sobre el caballo, Un grupo
sostiene que esto significa la conversión de los aliados de Roma efectuada cuando se dieron
cuenta de la ruina de ella; de esta manera fueron contados como pérdidas para la causa de
Roma, ya sea que se hayan convertido o que se hayan mostrado desafectos a ella o que por
alguna razón hayan estado incapacitados para dar por más tiempo su apoyo a la política de

31
persecución. Otros sostienen que esto es una indicación del poder del Señor manifestado
en los juicios que pronuncia: poder que es el que tiene el Mesías para pronunciar la
sentencia de

32
muerte contra sus enemigos. Otros más no adoptan ninguna posición definida al tratar de
los
33
pormenores de estos símbolos; pero uno de tales eruditos osadamente adopta una
posición que abarca a las dos primeras: sostiene que la espada es la que menciona Pablo en
Efesios 6:17, y que al interpretarse el pasaje apocalíptico que estamos considerando
probablemente debería darse oportunidad para que pareciera que se ejecutan operaciones
tanto punitivas como restaurativas; pues la palabra mata tanto al pronunciar sus juicios
contra el pecador como también al sujetarlo a la obediencia de la fe. Pero ese erudito
también cree que probablemente el segundo procedimiento —el restaurativo— es el que
principalmente se tiene en cuenta. Con tan buenas evidencias por ambos lados del
problema, esta solución proporciona una solución conveniente.

Algunos eruditos han presentado objeciones a todo este método de interpretar esta
simbólica batalla: hacen las objeciones basándose en el hecho de que el lenguaje usado es
de un

carácter muy bélico y severo, y por lo mismo no permite tal interpretación; opinan que
todos los pormenores son severos: ojos como llamas de fuego, espada desenvainada, vara
de hierro, lagar de la ira, vestidos teñidos en sangre... ; y dicen que esto se encuentra en
mejor armonía con la idea de la destrucción producida por la verdadera guerra que con la
idea del juicio espiritual sobre los hombres.

En conexión con esto último diremos que debemos tener presente que en nuestros himnos
cristianos se usan muchos términos bélicos como los susodichos; por ejemplo:

"Firmes y adelante, Huestes de la fe, Sin temor alguno Que Jesús nos ve. Jefe soberano,
Cristo al frente va, Y la regia enseña Tremolando esta," Etc.

Otro ejemplo de esa clase de cantos cristianos es el siguiente:

"¡Luchad, luchad por Cristo, Soldados de la cruz!


¡Alzad triunfal bandera! ¡Enhiesta por Jesús!

¡De triunfo en triunfo siempre, Sed guardas de su honor,


Y haced que el enemigo
Se humille ante el Señor!"

Etc.

"Despliegue el cristiano su santa bandera Y muéstrela ufano del mundo a la faz. ¡Soldados
valientes: el triunfo os espera; Seguid vuestra lucha constante y tenaz! Coro:

Cristo nos guía, es nuestro Jefe, Y con nosotros siempre estará; ¡Nada temamos, él nos
alienta, Y a la victoria llevarnos podrá! Etc.

Otro ejemplo es el que sigue:

Un ejemplo más:
"¡Ved al Cristo, Rey de gloria, Es del mundo el vencedor!
De la guerra vuelve invicto, ¡Todos démosle loor!

Etc.

Los anteriores fragmentos de himnos, y el resto de ellos, así como también otros himnos
parecidos, no representan otra cosa sino conflictos espirituales que ocurren a medida que el
evangelio progresa; por lo mismo tales himnos son realistas y enérgicos. Un misionero
informó que la policía japonesa en cierta ocasión oyó a los cristianos coreanos cantar
himnos

34
como los citados y creyó que estaban en un complot fraguando una revolucion.
En este capítulo del Apocalipsis se usan unos símbolos militares muy comunes, con la

intención de crear una impresión correcta: la de una victoria segura para la causa de la
justicia, al derrotar a la bestia, al falso profeta y a sus aliados. Esto significaba que los
cristianos quedarían a salvo de la persecución; que la religión pagana y el ateo gobierno de
Roma estaban sentenciados a la ruina; y que cuando estos perecieran, entonces la causa de
Dios, el pueblo de Dios, y los propósitos de Dios continuarían viviendo y progresando. En
algunas partes del Apocalipsis como esta se apoyan algunos partidarios del método de la
filosofía de la historia para insistir en que su opinión sobre este particular, que es la que
sigue, sea aceptada: "Esto simboliza la victoria del Hijo de Dios sobre las legiones del mal,
no solamente en el tiempo de Juan sino también en cualquiera otra época de la historia del
mundo." Esto es cierto; pero en el Apocalipsis el énfasis principal se hace en la victoria que
se tendría sobre la falsa religión pagana que predominaba en Asia Menor por el año 95 d.
de J. C.

c. Victoria sobre Satanás, 20:1-3.

La victoria sobre Satanás se representa por medio del encadenamiento de Satanás,


encadenamiento que dura mil años. Desde el capítulo 12 hasta este lugar se han
mencionado tres enemigos de Cristo y de su pueblo, los cuales se aliaron para hacer obra de
oposición en contra de Cristo y de dicho pueblo. De esos tres aliados, según 19:19, 20, los
dos primeros fueron derrotados por el Cristo victorioso. Sin embargo, no se puede decir que
ya se tiene una completa victoria mientras el tercer aliado permanece libre para actuar a su
arbitrio; por lo tanto, en estos versículos se habla de su destino. Debemos notar que Juan no
está comenzando aquí la discusión de un asunto nuevo, sino que continúa con algo que
anteriormente ha sido tratado. (Esta parte es otra en la cual la división de los libros bíblicos
en capítulos constituye una dificultad más bien que una ayuda.) Recordemos la manera en
que estos tres poderosos enemigos de los cristianos —el diablo, la bestia, y el falso profeta
— han estado obrando: esos tres fueron los principales enemigos del Cordero, y de una
manera o de otra fomentaron los ardides que contra él fraguaron los reyes de la tierra, sus
partidarios, y sus ejércitos; durante algún tiempo parecía que estaban teniendo éxito en sus
maldades al robar a los cristianos sus cosas, al perseguirlos de muerte, al desterrarlos, o al
asesinarlos; pero esto no debía continuar: era necesario mostrar que el triunfo final sería
para quienes sufrieran por causa de la justicia. Este triunfo está representado en varias
escenas: por la caída del Imperio Romano, la calda de los aliados de Roma, la caída de la
ciudad de Roma, por el gozo de los santos, por el destino o lugar final a donde son
arrojados los dos grandes enemigos: la bestia y el falso profeta. El

destino o lugar final del tercer enemigo —el diablo— queda pendiente; pero al fin el diablo
es arrojado a ese lugar, como está dicho en 20:10. Los versículos que siguen a esto
describen el juicio de quienes obedecieron al diablo, y describen también el triunfo
completo de los cristianos y su unión con Cristo. Estas consideraciones por sí mismas son
suficientes para mostrar que la derrota de Satanás, y no el reinado de mil años, es el tema
principal de los primeros diez versículos de este capítulo.

En esta escena hay una simbólica anticipación de la victoria final que obtendrán los
perseguidos cristianos de Asia Menor. Por otra parte, debemos tener en cuenta que este
capítulo debe ser tratado con gran humildad de espíritu, reconociendo sus dificultades,
evitando declaraciones dogmáticas, y respetando las interpretaciones que honradamente
hagan otros comentaristas. Durante muchos siglos este capítulo ha sido objeto de
acaloradas discusiones

35
por parte de los cristianos. Richardson declara que la interpretación que cada uno haga de
este capítulo decidirá si se hace premilenario, postmilenario, o si no acepta el milenio. Juan,
mientras permaneció en la isla de Patmos teniendo sus visiones, nunca pensó que sus
lectores discutirían y se dividirían por causa del contenido de este capítulo. Sin ningún
género de duda es cierto que Juan no se propuso presentarnos una serie de acontecimientos
relacionados entre sí para satisfacer nuestra curiosidad acerca del futuro: nos narro estas
visiones para presentarnos la promesa de un triunfo final y seguro de la causa de Cristo y de
quienes estaban siendo tan severamente perseguidos.

Las limitaciones de esta obra nos impiden presentar una información pormenorizada de las
interpretaciones contradictorias entre sí que se han hecho en cuanto al "milenio". La palabra
"milenio" no se encuentra en el Nuevo Testamento: se deriva de la expresión mil años que
se usa en este pasaje (20:2- 7). Si los versículos 4, 5 y 6 acabados de mencionar hubiesen
sido omitidos, nadie hubiera soñado en un reinado literal de Cristo sobre la tierra durante
mil años, es decir, que Cristo establecerá su trono temporal en Jerusalén y que inaugurará
su reinado de mil años como si fuera un monarca terrenal. Sin embargo, completos sistemas
de escatología, de teología y de filosofía de la historia han sido construidos sobre las
precarias bases que ofrecen estos muy simbólicos versículos.

A continuación ofrecemos un resumen de la acción que se narra en el párrafo que estamos


considerando: Un ángel descendió del cielo trayendo en su mano la llave del abismo y una
grande cadena; con esta cadena ató al diablo, y lo arrojó al abismo, donde lo encerró por
mil años para que no engañe a las naciones: después de esto el diablo quedó libre por un
poco de tiempo. En la siguiente escena se puede notar el destino de quienes no adoraron a
la bestia ni a su imagen y perdieron sus vidas por el testimonio de Jesús: se les presenta
vivos y reinando con Cristo mil años: a esto se le llama la primera resurrección, y se
mencionan algunas bienaventuranzas a favor de quienes participan en ella. Después, al
cumplirse los mil años de encadenamiento y de encarcelación del diablo, este queda en
libertad y comienza de nuevo a poner en práctica sus tácticas antiguas: engaña a las
naciones, las reúne, y atacan a la ciudad de Dios; pero entonces desciende fuego y a todas
las destruye; y en seguida el diablo ... fue lanzado en el lago de fuego y azufre donde está
la bestia y el falso profeta, pues estos dos ya antes habían sido lanzados a ese lugar (19:20).
Después sigue el juicio que precede del gran trono blanco.

Haciendo caso omiso del "premilenismo" y del "postmilenismo" y de todas las


interpretaciones preconcebidas, preguntémonos: ¿Cuál fue el probable significado de esta
escena para Juan y los perseguidos cristianos del año 95 d. de C.? Debemos recordar la
condición en que estaban Juan y aquellos cristianos, también que dos de sus enemigos ya

habían sido depuestos, y que este acto del drama es el que revela el destino que está
preparado para el poder que está dirigiendo a los otros dos malhechores: tal poder es el
dragón, es decir, el diablo. Aquellos cristianos recibirían poco o ningún provecho con saber
que cientos de miles de años después de su época sería restaurada la teocracia judía,
aparecería un Anticristo personal, se tendría un sangriento Armagedón y por fin la victoria
(esto según la teoría premilenaria). Esos cristianos recibirían poco o ningún consuelo con
saber que pocos miles de años después de predicar el evangelio los asuntos del mundo
serían tan buenos y el gobierno del mundo tan perfecto, que no tendrían éxito los esfuerzos
del diablo para hacer caer en pecado a dichos cristianos y para apoderarse de ellos (según la
teoría postmilenaria). Estas cosas no beneficiarían a dichos cristianos: y el Apocalipsis fue
escrito para aquellos cristianos más bien que para otros. Además, ¿cuáles de las cosas que
dieron consuelo y fortaleza a esos cristianos fueron descubiertas por ellos en ese libro? Si
podemos encontrar esto, habremos hecho la interpretación más digna de confianza.

Aquellos cristianos vieron que a su gran adversario, el diablo, con éxito se le había hecho
que dejara de engañar a las naciones en lo que se refería a la adoración del emperador: ya
que en el capítulo 13 se dijo que el diablo estaba practicando esa clase de engaño, y, según
hemos visto, después fue encadenado y arrojado en el abismo para que durante mil años no
practicará tales engaños. Téngase presente siempre que todo el trabajo del diablo no
consiste únicamente en "engañar a las naciones", pues esta expresión se refiere
particularmente al hecho de engañarlas haciéndolas creer que el emperador era divino y
digno de adoración. Además, también debemos tener presente que la cadena mencionada no
es una cadena material, pues sería imposible usar una cadena material para encadenar a un
ser espiritual. Asimismo el período de mil años no es más real que la cadena; pues en el
Apocalipsis los números son simbólicos. Por ejemplo: el "diez" es un número que
representa lo completo, y el "mil" es un múltiple muy elevado del "diez". Por lo tanto,
debemos tener presente que este número mil representa una idea de lo completo; pero no
representa un período de años antes o después de la segunda venida de Cristo. Más bien
parece que el número de que estamos tratando sugería a los lectores de este libro de Juan,
que al diablo se le impediría completamente que engañara a las naciones diciéndoles o
haciéndoles creer que deben adorar al emperador. Sin embargo, se observa que al diablo se
le deja salir cuando está completamente encadenado, y sale para continuar su obra de
maldad y hacer el último esfuerzo para engañar a las naciones (20:3, 7-10); pero el
resultado de ese esfuerzo es vano, pues el diablo queda reducido por completo a la perpetua
impotencia.

d. La victoria de los mártires, 20:4-6.


¿Qué vieron Juan y los cristianos en la escena que se refiere a los santos que reinarán con
Cristo mil años? Vieron el triunfo de los mártires que habían muerto como resultado de la
obra del diablo, de la primera bestia y de la segunda. Precisamente cuando el diablo quedó
atado por completo (20:2, 3), los mártires quedaron victoriosos por completo. Recordemos
que no debemos considerar como literal el período de mil años, sino como simbólico de lo
completo; además, también tengamos presente que en este pasaje no se ve a los mártires
pidiendo venganza, como se les mostró en el capítulo 6 (v. 10). Según los versículos que
estamos considerando, los mártires están sentados sobre unos tronos y allí están reinando
con Cristo. Esto es así porque la copa de la ira retributiva de Dios ha sido llenada y ha sido
derramada sobre los opresores de su pueblo, y como resultado de este derramamiento de la
ira divina dichos opresores fueron derrotados, los oprimidos fueron glorificados y reinaron
con Cristo

mil años: esto es un retrato de una perfecta bienaventuranza. No hay duda de que esos
mártires son los del tiempo de la persecución favorecida por Domiciano: esos cristianos
fueron muy valientes y se negaron a adorar a la bestia y a su imagen, no permitieron que en
sus frentes se les pusiera la marca de la bestia, y por causa de esos testimonios de lealtad a
Cristo fueron decapitados. Solamente torciendo las Escrituras se puede hacer que el
símbolo represente otra cosa. Según este pasaje, los mártires que han sufrido tanto por
Cristo, están completamente victoriosos con Cristo. Este mensaje daba consuelo a los
atribulados santos que vivían en Asia Menor: era un mensaje que les infundía la seguridad
del glorioso destino reservado para sus amados que habían caído bajo el hacha de sus
perseguidores.

A este triunfo de los mártires se le llama la primera resurrección; y la "segunda


resurrección", que no se menciona pero se sobreentiende, debe ser la resurrección general
de la cual se habla mucho en el Nuevo Testamento. Además, la "primera muerte", que
tampoco se menciona pero se sobreentiende, debe ser la muerte física; y la segunda muerte,
que es la que se menciona aquí, es símbolo de una eterna separación, de un castigo en el
lago de fuego. Los mártires a quienes aquí se presenta triunfante son bienaventurados
porque han pasado la primera muerte (la física), y la segunda muerte (el hecho de estar uno
separado de Dios eternamente) no los perjudica en ninguna manera. Así pues, la causa de
esos mártires cristianos triunfa con ellos: y ellos quedan victoriosos con el Cristo por quien
murieron.

En estos símbolos no hay ninguna base para sostener que Cristo y los santos reinarán
literalmente mil años sobre la tierra antes o después de la segunda venida de él; tampoco se
encuentra ninguna base en estos símbolos para sostener la afirmación de que habrá varios
juicios y varias resurrecciones. Hay algunos sistemas teológicos que han hecho énfasis en
una interpretación literal de estos versículos, y por haber interpretado las claras enseñanzas
del Nuevo Testamento a la luz de la obscuridad han descubierto que se enseñan varias
resurrecciones y varios juicios. Tales sistemas también han descubierto una resurrección de
creyentes en lo que llaman "el rapto", es decir cuando Cristo venga para llevar de la tierra a
su pueblo antes que acontezca la gran tribulación que también se considera como futura.
Los partidarios de tales sistemas dicen que siete años después, cuando acontezca "la
revelación" (es decir, la segunda etapa del proceso de la segunda venida de nuestro Señor),
se realizará una resurrección para quienes hayan llegado a ser creyentes y hayan muerto
durante el período de siete años que hay entre "el rapto" y "la revelación". Además, según
opinan los partidarios de este sistema, la gente se convertirá y morirá durante el milenio, el
cual será establecido cuando acontezca "la revelación". Así pues, juzgando por lo que dicen
estos intérpretes, la resurrección de este grupo debe realizarse al final del milenio terrenal,
cuando quede establecido el orden celestial. Ahora bien, si los impíos que están muertos
van a resucitar en un juicio separado, entonces ese sistema tiene por lo menos cuatro
(quizás más) resurrecciones; y de semejante manera, los aludidos partidarios de ese sistema
descubren múltiples juicios: desde dos (uno antes del milenio y otro después de este) hasta
siete, dependiendo de cada intérprete la cantidad de juicios.

La interpretación que acabamos de mencionar es pura fantasía convertida en una


interpretación literal de estos versículos altamente simbólicos. Utilizando el procedimiento
de "la prueba del texto" uno puede demostrar prácticamente cualquier proposición mediante
el uso indebido de los pasajes de las Escrituras. Cuando uno estudia todo el Nuevo
Testamento, puede descubrir que esta parte de la Biblia enseña solamente una resurrección
general (de los buenos y de los malos) y un juicio general (para los buenos y para los
malos), y que tanto esa resurrección como también ese juicio están directamente
relacionados con la segunda venida de

Cristo, la cual pone fin a la condición en que está el mundo e introduce una condición
celestial y eterna. Tenemos el proyecto de presentar un estudio completo de este asunto y
de otros relacionados con la escatología; pero no se puede tratar extensamente en este libro.

e. La victoria completa: la derrota de Satanás, 20:7-10.

En los versículos 1-3 de este capítulo fue presentado un cuadro en el que podía verse al
diablo encadenado para que ya no engañara a las naciones haciéndolas creer que el
emperador era divino y que debía ser adorado. Pero los cristianos no habían de esperar que
el diablo se diera por vencido sin luchar; pues precisamente cuando parece que ya está
atado para siempre, se presenta otra vez y hace nuevos esfuerzos para engañar a las
naciones con el objeto de que abandonen a Cristo y se adhieran al emperador. Nótese que
bajo los nombres de Gog y Magog se alude a las naciones; además, estos nombres nos
hacen recordar a los antiguos enemigos del pueblo de Dios. Tales nombres fueron muy
discutidos al tratarse de los escritos apocalípticos, y el Talmud los consideró como los de
los enemigos del Mesías. En Ezequiel 38, Gog es el nombre que se da a Antíoco Epifanes,
y Magog es el que se aplica a la nación a la cual él gobernaba. Ese gobernante fue un
odiado enemigo del pueblo de Dios en el período intertestamentario, profanó el templo al
ofrecer carne de cerdo en el altar de los sacrificios, y sus obras perversas llegaron a su fin
por la revolución que dio a Israel su única oportunidad de disfrutar de libertad nacional
desde el tiempo en que sufrieron la cautividad en Babilonia hasta el tiempo presente. Los
términos Gog y Magog son símbolos de los pueblos bárbaros que se unieron con el diablo y
circundaron el campo de los santos, y la ciudad amada. Pero los esfuerzos del diablo no
tuvieron ningún éxito; pues descendió fuego del cielo y destruyó sus obras malas. Así pues,
no es el poder mundano sino el poder celestial el que finalmente pone término a las obras
diabólicas de este archienemigo del pueblo de Dios. Y el diablo,.. fue lanzado en el lago de
fuego y azufre para que juntamente con Domiciano y con los jefes encargados de hacer
obligatoria la adoración al emperador y la práctica de la religión del estado, se retorcieran
de dolor: el tormento incesante y eterno sería su destino: pues serán atormentados día y
noche para siempre jamás. De esta manera triunfa la causa de la justicia y de los
perseguidos cristianos de Asia Menor. Las fuerzas del mal y las fuerzas del bien se han
encontrado, se ha tenido el combate, y las fuerzas del bien han ganado. Dios con sus dos
aliados (el Cordero redentor y el Juicio eterno) ha triunfado sobre el diablo y sus dos
aliados (el emperador y la comisión encargada de hacer obligatoria la adoración al
emperador). ¡Estos tres enemigos han sido arrojados al lago de fuego!

Al hacer un estudio de las Escrituras solamente, sin la ayuda (?) de los sistemas de
escatología preconcebidos, se infiere que Juan no supo nada del "milenio" en ningún
sentido en

38
que la palabra se usa como término teológico. Los premilenarios dicen que Cristo vendrá
e iniciará un período de mil años en el que habrá una paz y una justicia utópicas. Los
posmilenarios dicen que el evangelio originará un período de mil años en el que habrá paz y
justicia, y que al fin de ese período Cristo vendrá. Los amilenarios dicen que en el Nuevo
Testamento no se enseña nada en cuanto al milenio. Los preteristas dicen que el milenio
comenzó cuando el cristianismo quedó libre del peligro del paganismo por el año 300 d. de
C., y que actualmente estamos en él; y algunos opinan que el milenio comenzó cuando
Cristo murió. Por causa del conflicto que existe entre estas opiniones han resultado muchos
males en la historia del cristianismo: se ha engendrado un celo fanático que ha dividido
iglesias y comunidades y hasta se ha destruido el compañerismo y la amistad; además, con
frecuencia se

ha retardado el progreso del reino de Dios porque se ha insistido en que estos pasajes, que
son sumamente simbólicos, tienen un significado literal. Todo esto ha sido una experiencia
inconveniente en gran manera. Según parece, la mejor cosa que se puede hacer es estudiar
el pasaje en relación con su contexto y teniendo en cuenta las condiciones o circunstancias
que prevalecían cuando fue escrito, y así determinar lo que significó para Juan y para
aquellos a quienes primeramente fue dado para su beneficio: los perseguidos cristianos que
vivían en Asia Menor durante el primer siglo. Tal ha sido el propósito del presente estudio;
sin embargo, suponemos que las soluciones sugeridas tal vez no explican todos los
pormenores, pues nunca se puede alcanzar la unidad de opinión en cuanto a esos
pormenores. A pesar de esto creo que la interpretación que hago se aproxima a la verdad
que Cristo anhelaba que fuese vista por los quebrantados, perseguidos y desalentados
cristianos.

El libro del Apocalipsis o Revelación es una serie de imágenes apocalípticas dadas para
infundir en el pueblo de Dios la seguridad de que Cristo quedará victorioso sobre todos sus
opositores; y a los cristianos del tiempo de Juan les fue dada tal seguridad mostrándoles la
victoria de Cristo sobre la religión organizada en que se adoraba al emperador, porque esa
religión era el más poderoso enemigo de Cristo en aquel tiempo. La misma seguridad se
imparte a todos los cristianos de todos los siglos. Descúbrase al más grande enemigo de
Cristo (ya sea la religión corrompida, ya un gobierno ateo, la anarquía social, u otra cosa
cualquiera), póngase en el lugar del culto al emperador, y se verá su inevitable fracaso al
mismo tiempo que se ve al Cristo viviente, al Cordero redentor, marchando hacia la victoria
y poniendo en orden las condiciones caóticas del mundo: ¡Digno es el Cordero!
Capítulo 9 – El Cordero y el Destino Eterno (Apocalipsis 20:11-
22:5)
En el último acto del drama de la redención se presenta el juicio de Dios y el destino final
del hombre; pero no se nos dice la manera exacta en que esto está enlazado con el relato
total de la visión de Juan. Los escritores del Nuevo Testamento, obedeciendo el
mandamiento del Señor: "Velad", esperaban que en los tiempos en que vivían se realizara
la segunda venida de él y la consumación de su reino. Desde entonces ésta ha sido la actitud
cristiana a través de los siglos. Quizás teniendo en cuenta esto y vislumbrando el triunfo de
Cristo sobre la adoración al emperador, Juan esperaba que el juicio final y el
establecimiento del orden eterno se realizaran al tener Cristo la victoria sobre Domiciano,
sobre su sistema de gobierno y sobre el culto que a él mismo se le rendía como emperador.
Sin embargo, estas esperanzas de Juan no fueron una realidad, y ello no es contrario a la
integridad de las Sagradas Escrituras. El tiempo en que vendrá el fin solamente Dios lo sabe
y permanecerá escondido hasta para quienes fueron inspirados por Dios para escribir acerca
de esto. El fin acontecerá en el tiempo que Dios tiene designado y de acuerdo con sus
propósitos divinos: Dios no nos ha dicho cuando sucederá esto; pero sí nos ha dicho algo de
la naturaleza de tal acontecimiento. De esto trata el presente acto del drama.

La estructura de esta visión está en armonía con el mensaje que se va a dar. Cuando llega el
tiempo para el juicio eterno, los hombres todavía están en dos grupos: los redimidos, y los
no redimidos; por lo mismo la visión que este pasaje relata se divide basándose en esta
clasificación de los hombres. Los dos grupos se discuten juntos; pero téngase presente que
hay una amplia división general entre ellos: el escenario terrenal del drama se cierra; pero
se abre el escenario celestial para revelar los destinos eternos.

I. EL DESTINO DE LOS NO REDIMIDOS 20:11-15; 21:8, 27; 22:15

Juan vio un gran trono blanco y al que estaba sentado sobre él. El trono blanco simboliza
la justicia santa y soberana: nadie osa contradecir los veredictos que emite ese juez, pues él
tiene todas las evidencias, sabe cómo pronunciar un veredicto justo y sabe cómo ejecutar la
sentencia; se podría decir que ese juez al mismo tiempo que es juez es jurado y también
acusador. En seguida Juan vio los muertos, grandes y pequeños que estaban delante del
trono listos para recibir sus sentencias. En cuanto a estos muertos grandes y pequeños no se
dice nada que indique que pertenecen a un grupo especial: parece que simbolizan a todos
los muertos en general. Además, se observa que el juicio es impartido de acuerdo con lo
que está escrito en los dos libros. Primero: Los libros fueron abiertos; estos libros
contenían el registro de las obras realizadas por quienes iban a ser juzgados. Recordemos
que en las Sagradas Escrituras con frecuencia se expresa la idea de que Dios conserva un
registro: esto sin duda es una manera de decir figuradamente que Dios conserva un
cuidadoso registro de lo que hacemos mientras estamos en la carne: ninguno de nuestros
actos puede quedar oculto a su mirada; pero esto no quiere decir que Dios a fuerza tiene
que escribir esas obras en una colección de libros para recordarlas. Segundo: el libro de la
vida fue abierto. Este libro es el "libro de la vida" en contraste con el "libro de las obras" al
cual antes se hizo alusión. Los muertos fueron juzgados de acuerdo con las obras que de
ellos estaban escritas. Y si el nombre de alguna persona no estaba escrito en el libro de la
vida, entonces por lo que de ella estaba escrito en el libro de las obras, era condenada y
lanzada en el lago de fuego. Aunque no se afirma, parece que se

sugiere, en conexión con las enseñanzas del Nuevo Testamento, que si el nombre de una
persona era encontrado en el libro de la vida del Cordero, tal persona quedaba a salvo del
juicio de condenación y adquiría un lugar en el inmenso grupo de los redimidos, del cual se
habla en el siguiente capítulo.

Una de las cosas más difíciles en el estudio del Nuevo Testamento es elaborar un sistema
escatológico armónico, usando los pasajes bíblicos que tratan de la muerte, de lo que ocurre
en el tiempo que hay entre la muerte y la resurrección, de la resurrección misma, y del
juicio. El Señor Jesús habló acerca de un juicio de "ovejas" y "cabritos"; y Juan escribe aquí
acerca de un juicio que se hará en un gran trono blanco. Algunos eruditos en asuntos del

1
Nuevo Testamento sostienen que los dos juicios son juicios separados y que la persona
que cree de otra manera es un hereje y es infiel a la "clara enseñanza de las Escrituras."
Otros eruditos sostienen que esos dos juicios son simplemente dos maneras diferentes de
referirse al mismo juicio. Y por justicia a todas las enseñanzas de las Escrituras diremos
que parece que esta interpretación es mejor que la anterior. Cuando uno se da cuenta de
toda la confusión que aparece al procurar elaborar la escatología del Nuevo Testamento, se
inclina a creer que el Señor tuvo alguna razón para separarse de la tierra como lo hizo; pues
el hombre necesita saber que habrá resurrección, juicio, y vida después de la muerte,
aunque para su salvación no es necesario que conozca todos los pormenores de estos
asuntos. Si esto hubiese sido necesario, seguramente Dios lo hubiera revelado de manera
más clara. De acuerdo con la economía de la revelación de Dios, Dios muestra al hombre lo
que sabe que éste necesita saber para su progreso espiritual: las demás cosas deben dejarse
a Dios aunque

*La distinción hecha a menudo es que el juicio de "ovejas" y "cabritos" se hará sobre las
naciones, que ocurrirá antes del milenio para decidir cuales naciones continuaran existiendo
durante el milenio, y que la decisión se hará teniendo en cuenta el trato que hayan dado a
nuestro Señor Jesucristo; y, según este mismo sistema escatológico, el juicio que se haga en
el "gran trono blanco" se efectuara al fin del milenio y será sobre los individuos.

él sea el único en saberlas. Hay algunas cosas que el hombre no necesita saber, y debe estar
satisfecho con que Dios sea el único que las sabe. La visión que estamos considerando fue
dada con el mismo propósito con que fueron dadas las otras varias enseñanzas referentes al
juicio: que el hombre se dé cuenta del hecho o realidad del juicio y de lo terrorífico de él, y
a la vez que tenga la seguridad de que el terror no existe para las personas cuyos nombres
están en el libro de la vida: las personas redimidas por la sangre de Cristo.
Este breve párrafo no dice todo lo que se refiere al destino de los impíos, pues en otras
partes de las Escrituras hay versículos que describen esa condición en contraste con la
bienaventurada condición de los redimidos. Algunos de los versículos que estamos
considerando dicen claramente quiénes son los que tienen su parte en el lago de fuego: Los
temerosos e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los
idólatras, los mentirosos... ninguna cosa sucia... los perros, los disolutos, y cualquiera
cosa que ama y dice mentira (21:8, 27; 22:15). Esto no es una lista de quienes van a recibir
el castigo y condenación eternos, es más bien una descripción del carácter de quienes
estarán eternamente condenados.

II. DESTINO DE LOS REDIMIDOS, 21:1-22:5

En contraste con los pocos versículos que describen el destino de los impíos, Juan presenta
un largo pasaje que describe el destino de los redimidos; y esto es lo que principalmente
deseaban saber los cristianos de aquellos tiempos, como lo desean los de los

tiempos presentes. Ahora bien, el destino de los redimidos se describe por medio de tres
símbolos que muestran el estado de perfección en que estarán los mencionados redimidos, y

1
desde tres diferentes puntos de vista se hace una revelación del cielo.

1. Compañerismo con Dios, 21:1-8

El tabernáculo, que es el símbolo del perfecto compañerismo con Dios, es el primer


símbolo. Así como el tabernáculo era el lugar en que Dios moraba con su pueblo mientras
éste caminaba por el desierto, así también el nuevo cielo y la nueva tierra serán su morada
donde él y sus redimidos morarán por la eternidad: allí él tendrá perfecto compañerismo
con ellos, los redimidos ya no estarán separados de Dios porque en el cielo nuevo y en la
nueva tierra el mar ya no es. Para Juan, cuando estaba en la isla de Patmos, el mar lo
separaba de las cosas que eran más queridas para él: las iglesias de Asia. Según la visión
que Juan tuvo de Dios, narrada en el capítulo 4, un mar conservaba al pueblo separado de
Dios; pero una vez que se ha decidido el destino de los redimidos, el mar ya no es, y
entonces el hombre llega a estar en

2
íntimo compañerismo con Dios. Juan oyó una gran voz del cielo que decía: He aquí el
tabernáculo de Dios con los hombres, y morará con ellos; y ellos serán su pueblo. Esto fue
oído inmediatamente después de que la santa ciudad, la Jerusalén nueva, fue vista
descender hermosa y gloriosa como una esposa ataviada para su marido. Así pues, la
Nueva Jerusalén es un tabernáculo donde Dios mora con su pueblo: allí Dios limpia toda
lágrima y hace que nunca haya dolor ni clamor ni llanto ni muerte: los redimidos ya
sufrieron todo esto cuando estuvieron en la tierra; ahora todas las cosas son nuevas, pues
Dios hace nuevas todas las cosas. Y como una garantía de que los redimidos pueden estar
seguros de que así será esto, Dios dice a Juan que escriba que estas palabras son fieles y
verdaderas porque el que es Alpha y Omega es el poder que hará que esto se realice.

2. Protección por Dios, 21:9-26

La ciudad, que es símbolo de protección perfecta, es la siguiente figura. El cielo nuevo y la


tierra nueva deben tener una capital cuyo esplendor está en armonía con el del cielo nuevo
y el de la tierra nueva. Nada le falta a la visión que recibe Juan: éste vio a la Nueva
Jerusalén, gloriosa, como una esposa ("novia", V. H. A.) que tenía la luz del favor de Dios
sobre ella. La ciudad tenía un muro grande y alto —en aquellos antiguos tiempos los muros
de las ciudades servían de protección— este muro alto y grande simbolizaba una protección
perfecta. Además, la ciudad tenía doce puertas, las cuales simbolizan una entrada
abundante —las ciudades antiguas tenían una sola puerta grande, la cual era cerrada durante
la noche o cuando el enemigo se aproximaba: si alguna persona se quedaba afuera y era
aprehendida, esto significaba la muerte para ella—; en contraste con las ciudades antiguas,
la Nueva Jerusalén, no tiene solamente una puerta, sino doce, lo cual simboliza un número
perfecto. Asimismo está escrito que estas puertas nunca se cerrarán: esto, como se dijo
antes, simboliza la seguridad de que puede haber una entrada abundante. También escribe
Juan que cada puerta estaba hecha de una perla muy grande: esto simboliza el hecho de que
la entrada en el cielo se efectúa por medio del sufrimiento —del sufrimiento que nuestro
Señor Jesucristo padeció en el Calvario, hasta morir, en substitución de los pecadores—
pues la perla es la única joya producida por medio del dolor

y del sufrimiento que se padecen al luchar y triunfar sobre las dificultades.


Llama nuestra atención el hecho de que el muro de la ciudad tenía doce fundamentos,

esto indica que los cimientos eran tan perfectos que nada podría estremecerlos. También es
interesante el hecho de que la ciudad fuera perfectamente cuadrada: la largura y la altura y
la anchura de ella son iguales, median doce mil estadios. Ahora bien, si usáramos
literalmente esta cantidad destruiríamos su simbolismo, pues podemos decir que los doce
mil estadios son equivalentes a mil quinientas millas modernas, y esta cantidad no
simboliza nada. Los esfuerzos que han hecho muchos intérpretes para determinar la
cantidad de personas que podrían vivir en una ciudad de esas dimensiones y el espacio que
ocuparía cada una de esas personas han sido fútiles. Como el número "12,000" es un
múltiplo de dos números perfectos, el "12" y el "1,000", en este pasaje fueron usados para
crear la idea de lo perfecto y de lo completo. Por lo tanto, habrá suficiente lugar para todos
los redimidos; y nadie podrá determinar cuántos redimidos cabrán en el cielo, con solo
decidir cuánto espacio habrá de ocupar cada persona, y en seguida saber cuántas veces ese
espacio cabe en 1,500 millas.

La finalidad de este símbolo es representar una ciudad hermosa, fuerte, espaciosa, perfecta,
donde los redimidos de Dios morarán con él en perfecto compañerismo. Así pues, el intento
de hacer que dicha ciudad sea una ciudad literal, es forzar el designio del libro. Algunos
intérpretes han sostenido que aquí se trata de una ciudad literal y han llegado a
conclusiones muy absurdas; por ejemplo: han dicho que la ciudad tiene 1,500 millas
cuadradas, y se dan cuenta de que Palestina, que es donde debe estar situada la Nueva
Ciudad o Nueva Jerusalén, no tiene más de 150 millas de largo por 70 de ancho; por tanto
dicen que la Nueva Ciudad estará suspendida en el espacio, encima de Palestina, y que tal
vez permanecerá estacionaria, mientras abajo la tierra continúa su movimiento giratorio. En
realidad, lo que el Apocalipsis hace es presentar un retrato simbólico en el cual se ve una
ciudad que tenía cimientos o fundamentos de jaspe, zafiro, calcedonia, esmeralda,
sardónica, sardio, crisólito, berilo, topacio, crisopraso, jacinto, y amatista. Ya se ha dicho
que cada una de las doce puertas era una perla grande; además, se dice también que la
plaza de la ciudad era de oro puro. Como el Cordero era su lumbrera, dicha ciudad no
tenía necesidad de otros cuerpos luminosos que le sirvieran como lámparas o lumbreras;
además, también estaba iluminada por la claridad de Dios. Tampoco había templo en esa
ciudad; en relación con el templo podemos recordar que éste era el lugar donde el pueblo se
ponía en comunión con Dios, donde se ofrecían sacrificios por los pecados cometidos, y
donde se hacían las rogativas a Dios; pero en la Nueva Jerusalén no es necesario el templo,
ni el altar, porque allá no hay pecado que deba ser expiado y porque el pueblo ya está en la
inmediata presencia de Dios, ya está con Dios. Además, gentes de todas las naciones
habitarán en la Nueva Jerusalén y podrán disfrutar de la protección de ella.

3. Provisiones de Dios, 22:1-5.

El huerto, que simboliza el gozo perfecto y la satisfacción de todas las necesidades, es el


tercer símbolo que describe el destino de los redimidos. En este pasaje se presenta un
huerto con un hermoso río limpio, de agua cristalina, que es el agua de vida; y el río salía
del trono de Dios y del Cordero. De la una y de la otra parte del río estaba el árbol de
vida, allí crece, y produce doce frutos, dando cada mes su fruto: y las hojas del árbol eran
para la sanidad de las naciones. Dios proveyó ese árbol de fruto perenne, de fruto que
nunca se acaba, y de hojas que tienen un poder salutífero. Ahora bien, recordemos que hay
tres cosas indispensables para la conservación de la vida: el agua, el alimento, y la salud.
Este cuadro simboliza que Dios ha

provisto para los suyos todas estas tres cosas. El agua de vida y el fruto perpetuo del árbol
de vida sirven como bebida y alimento, y las hojas con su poder curativo dan salud. Todo
esto, reunido, simboliza el cuidado y sustento de Dios para su pueblo. Ahora
preguntémonos: ¿Cómo puede un hombre vivir eternamente? La respuesta surge
inmediatamente y procede del trono de Dios y del Cordero: Dios tiene todo lo que se
necesita para que el hombre tenga vida eterna.

En este huerto, el hombre redimido, teniendo una vida divinamente sustentada, servirá a
Dios perpetuamente. Tal hombre ha de haber procurado servir completamente a Dios en la
tierra; pero no le fue posible porque se lo impidieron muchos obstáculos: en el cielo no
habrá obstáculo alguno, y sus siervos les servirán. Otro hermoso pensamiento se encuentra
en esta expresión: y verán su rostro. En este mundo el hombre frecuentemente ha
experimentado este anhelo, el de ver a Dios, y algunas veces lo ha exteriorizado en himnos
y poemas, y otras ocasiones lo ha experimentado en las profundidades de su corazón,
cuando está angustiado y nadie puede saberlo. Pero cuando esta tierra haya pasado y el
hombre se encuentre en la eterna presencia de Dios, entonces mirará el rostro del Dios
Redentor y le servirá eternamente. ¿Hay gozo más grande que este al cual pueda uno
aspirar?

Esta es la respuesta que Dios da al hombre que anhela saber acerca de la vida futura. Bien
podríamos decir que parece que Dios se expresa de la siguiente manera: "Los cielos son un
lugar de perfecto compañerismo, de perfecta protección, de perfecta provisión para
satisfacer las necesidades, de perfecto servicio a Dios." ¡Cuán grande es el contraste que
hay entre el destino final de los no redimidos y el de los sí redimidos!

Conclusión (Apocalipsis 22:6-21).

El drama se ha terminado, y el telón se ha cerrado definitivamente. Juan ha visto estos


cuadros en que ha descubierto el cuidado que Dios tiene a favor de su pueblo en las
tribulaciones que sufre, asimismo ha descubierto que existe la seguridad de que triunfarán
sobre las terribles condiciones en que estaban en ese tiempo, y ha descubierto también que
hay una gloria que está más allá de la tumba y que está abierta para ellos. Todo lo demás es
necesario para impresionar una vez más, con la importancia de este mensaje, la mente de
ese pueblo. En seguida el Redentor se pone en pie delante del telón para decir una palabra
final.

En los versículos 6 y 7 asegura a los oyentes que este mensaje está autorizado divinamente;
es un mensaje que, basándose en la autoridad de Dios, anuncia la pronta liberación de este
pueblo que está sufriendo muchas penalidades y acto continuo pronuncia unas bendiciones
para quienes en obediencia a él vivan la vida de triunfo de que se ha hablado en este libro.
En los versículos 8 y 9 Juan agrega su testimonio personal a favor de la autoridad de este
libro, pues sabía que su testimonio significaría mucho para los cristianos que vivían en Asia
Menor.

En los versículos 10 al 15 se alude a lo importante que era el libro para satisfacer las
inmediatas necesidades espirituales del pueblo de Dios. En seguida, a Juan se le ordena que
no selle el libro, que lo deje abierto para las generaciones futuras, aunque el contenido del
libro es primeramente para los cristianos que vivían en el tiempo en que Juan vivía
(versículo 10). Después se dice que ha terminado el período en que Dios ha sometido a sus
enemigos a la prueba (versículo 11), que es inminente el juicio que va a hacer sobre ellos
(v. 12), y que por lo mismo la gente debe esforzarse para reunir las condiciones que la
capacitará para que tenga la potencia requerida para que entren por las puertas de la
ciudad (v. 14).

El versículo le llama la atención de los redimidos al hecho de que este mensaje no es


meramente humano, sino que es del Señor Jesús mismo.

En el versículo 17 se invita a los hombres a que acepten la munificencia de Dios: el

3
Espíritu invita, la Esposa invita, y los redimidos deben invitar; la invitación se hace
extensiva a todas las personas que deseen satisfacer las condiciones que la misma
invitación indica.

En los versículos 18 y 19 se hace una amonestación para que el libro sea protegido, pues en
el tiempo de Juan los libros apocalípticos eran tratados sin mucho cuidado: la gente cortaba
la parte que le gustaba y menospreciaba el resto. Pero este Apocalipsis no es un apocalipsis
ordinario; y por lo mismo, quitarle algo o agregarle algo es incurrir en un delito que
desagrada a Dios y que trae graves consecuencias; y para asegurar la conservación de este
libro se pronuncian severas sentencias contra quienes lo alteren.

El versículo 20 declara que el Señor Jesús tenía el propósito e hizo la promesa de regresar
pronto para auxiliar a su pueblo que estaba sufriendo persecución. Y Juan, como un
testimonio de que acepta esa promesa y como demostración de una actitud de paciencia y
confianza, reverentemente inclina su cabeza y ante sus lectores dice en voz baja esta
oración: AMEN, SEA ASI, VEN, SEÑOR JESUS.
Nadie puede leer este libro que está impregnado de un aliento de fe victoriosa y de valiente
confianza en Dios, sin atesorar la infalible seguridad de que se realizarán los propósitos
divinos, de que se realizará la victoria del Cristo de la cruz, del Cristo del sepulcro vacío;
nadie puede leer reverentemente este libro sin exclamar con los redimidos que en el mismo
libro se mencionan:

Digno eres de tomar el libro,


y de abrir sus sellos;
porque tú fuiste inmolado,
y nos has redimido para Dios con tu sangre... El Cordero que fue inmolado es digno

de tomar el poder y riquezas y sabiduría, y fortaleza y honra y gloria y alabanza... para


siempre jamás.

Amén.

REFERENCIAS
Primera Parte
Introducción
1 C. F. Wishart, The Book of Day (New York: Oxford Press, 1935), p. vii.

Capítulo 1
*"Descubrimiento" en el sentido de descubrir lo que está encubierto; quitar el velo; mostrar a la vista. N. del

Trad.

1
C. H. Alien. Message of the Book of Revelation (New York: Abingdon-Cokesbury Press, 1939), p. 15.

2
Allen, Dana, Wishart, Beckwith, in loco.

3
Daniel 2:44.

4
R. H. Charles, Religious Development Between the Old and the New Testaments (New York: Henry Holt
and Co., n. d.).

5
R. H. Charles, A Critical History of the Doctrine of a Future Life in Israel, in Judaism, and in Christianity
(2d ed.; London: Adam and Charles Black, 1913), p. 178. En las notas subsecuentes este libro se mencionará
por su título más corto: "Eschatology."

6 7
Charles, Eschatology, pp, 200 y sigtes. Allen, op, cit., p. 18.

8
Apocalipsis 1:1. 12; 4:1; 5:1. 2, 11; 22:8, 9; y otros más.
9 10
D. W. Richardson, The Revelation of Jesus Christ (Richmond; John Knox Press, 1039), p. 20. Wishart,
op cit., pp. 19-30.
11
Ap. 11:3-12.
12
Ap. 13:1-18.
13
Ap. 12.

14 15
AP. 13. Ap. 15.

16
James Moffatt. The Expositor's Greek Testament (Gran Rapids: Wm. B. Eerdman's Publishing Company,
n. d.), V. 301.

Capítulo 2

1
Juston A. Smith, An American Commentary on the New Testament (Philadelphia: The American Baptist
Publication Society, 188, reprinted, 1942). VII. Part. III. 4.

2
Richardson, op. cit., p. 43.
3
Abraham Kuyper, The Revelation of St. John, trans. John Kendrik de Vries (Grand Rapids: William B.

Eerdman's Publishing Company, 1935).

4
Kuyper, Chiliasm, The Doctrine of Premillennialism, trans. G. M. van Pernis (Grand Rapids: Zondervan
Publishing House, 1934).

5
Albcrtus Pieters, The Lamb, the Woman, and the Dragon (Grand Rapids: Zondervan Publishing House,
1937). pp. 56-60.

6
Clarence Larkin, The Book of Revelation (Philadelphia: Meyer and Lotter, 1919), pp. 180-191.

7
Larkin, op. cit., p. 183.

8
Lo que se dice aquí es una condensación de lo que dice Pieters en The Lamb, the Woman, and the Dragon,
p. 60, acerca del siguiente libro de Henry Frost: The Second Coming of Christ.

9 10
Mat. 16:21. 2 Tim. 4:9.

11
Pieters, op. cit., p. 61.
12 13
Albert Barnes, Notes on the Book of Revelation (New York: Harper and Brothers Publishers, 1864). E.
B. Elliot, Commentary on Revelation (London, Seely, Burnside, and Seely, 1844), I, 292-297.
14
D. N. Lord, Exposition of Apocalipsis (New York: Harper and Brothers, 1847), p. 515.
15
Henry Alford, The Greek Testament (London: Rivingtons, Waterloo Place, 1862), Part II. 251.
16
Richardson, op. cit., p. 64.
17
Pieters, op. cit., pp. 40-43.
18 19
H. B. Sweete, The Apocalypse of John (2d ed.; London: Macmillan and Company, 1907), p. ccxiii.
Dana, op. cit., p. 86.
20
William P. King, Adventism (Nashville: Abingdon-Cokesbury Press, 1941), pp. 100 y sigtes.
21
Pieters, op. cit., p. 69.
22
Pieters, op. cit., p. 73.

Capítulo 3

1
Ap. 1:1, 4, 9; 22:8.

2
Charles, "The International Critical Commentary," The Revelation of St. John, Vol. I, p. 38 y sigtes.

4
La idea de que el autor del Apocalipsis había vivido en Galilea, es aceptada por muchas autoridades; no solo
porque se ha supuesto que la mayor parte de las obras apocalípticas fue escrita en Galilea, sino también
porque parece que el escritor había estado familiarizado con estas obras.

5 6 7
Ap. 2:9 y 3:9. Ap. 13:1-18. Ap. 17:5.
8
Ap. 19:15a.

9
Ap. 6:16f.
10
Ap. 19:15b.
11 12
H. E. Dana, The Ephesian Tradition (Kansas City: Kansas City Seminary Press, 1940), p. 167. Ibid., p.
167.

13
Justino Mártir, Dialogue with Trypho the Jew, The Ante-Nicene Church Fathers (New York: The Christian
Literature Company, 1890), I, 240.

14 15
Ireneo, Against Heresies, chap, xxx, The Ante-Nicene Church Fathers, op. cit., I. 558. Ibid., I, 560.
16
The Ante-Nicene Fathers, II, 504.
17
Ibid., III, 333.

18
Eusebius Pamphilus, Ecclesiastical History, trans. C. F. Cruse (12th ed.; Philadelphia: J. B. Lippincott and
Company, 1869), Book VI, chap. xx, p. 246.

19 20
Pieters, op. cit. p.15. Pieters, op. cit. p. 15.

21
De esto se tratará en una parte subsecuente de esta obra.

22
Discutiremos las desemejanzas cuando lleguemos a la sección que trata de las evidencias contrarias a la
paternidad literaria de Juan.

23 24
Si se cuentan las veces que se repite la alusión en algunos pocos versículos, entonces son veintiocho.
Kiddle, The Revelation of St. John, en "The Moffatt New Testament Commentary", p. xxxiii.
25
Citado en Eusebio, Church History, p. 297.
26
Citado en Eusebio, Church History, pp. 297 y sigtes.

27
Eusebio. Church History, pp. 124 y sigtes.

28
La mayor parte del siguiente argumento es una condensación de la obra de A. T, Robertson: Epochs in the
Life of the Apostle John (New York: Fleming H. Revell Company, 1935), pp. 22-29. (Este libro, traducido al
español con el título de Épocas en la Vida del Apóstol Juan, y editado por la Casa Bautista de Publicaciones,
de El Paso, Texas, EE. UU., en sus páginas 23-30 tiene el citado argumento. —N. del Trad.)

29
Dana, The Ephesian Tradition, p. 168.

30
Véanse Luc. 6:13-16; Mat. 10:1-4; 1 Ped. 5:1.

31
Eusebio. Church History, Book III, p. 21.

32
Este párrafo es una condensación de la obra de H. E. Dana, The Ephesian Tradition, pp. 156-158.

33
E1 siguiente párrafo es una condensación de lo que Dana dice en su obra: The Ephesian Tradition, pp. 161
y sigtes.

34
A. T. Robertson, Epochs in the Life of the Apostle John (New York: Fleming H. Revell Company, 1935),
p. 28.

35
Eusebius, Church History, p. 297.

36
Eusebius, Church History, pp. 797 y sigtes.

37
Smith, The American Commentary on the New Testament, VII, Part. III, ii.

38
Dana, New Testament Criticism, p. 312.

39
Arthur Weigall, Nero (New York: G. P. Putnam's Sons. 1930), pp. 3... 394...

40
La teoría presentada aquí es la que siguen Swete, Beckwith, Hengs-tenberg, American Commentary, Dana,
Pieters, y Expositor's Greek Testament.

41
Weigall, op. cit. p. 359.

41
a En su obra Refutation del Gnosticismo.

41b
"Hoy se llama Kedus o Saborat" (Dicc. Enc. Hisp. Am.—Art.: Hermo}. N. del Trad.
41c
Río Luco (Dicc. Enc. Hisp. Am.—Art.: Laodicea), N. del Trad.

41d
Meandro, o Mendere, o Meinder (Dicc. Enc. Hi

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