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Las Aguadoras (FICLS2017)
Las Aguadoras (FICLS2017)
DRAMATIS PERSONAE
INTRODUCCIÓN
En un mercado de algún pueblo del África árabe arriban dos aguadoras y su fiel hermano Sakif, un perezoso
de buen corazón y amante del silencio, asegura escuchar al desierto contar historias increíbles, también
confiesa que lo ha escuchado llorar. Ellas visten túnicas «saidi» coloridas y calzan floreadas babuchas, se
cubre el cabello con «shailas» y cargan jarras sobre sus cabezas. Sakif carga pesados cubos de agua con
cazuelitas de cobre para repartir el agua entre la clientela. En un mundo donde el agua vale más que el oro,
las palabras del pasado evocan los tiempos en los que las comunidades recordaban, de ancianos a jóvenes, el
valor de la vida y su profunda dependencia con el líquido transparente que la originó. El agua será también
la senda y el muro de los sueños y de las pesadillas; será fuente de esperanza y de profundas lágrimas. Dos
viajeros y una anciana mostrarán sus cicatrices, como tres faros iluminarán las oscuras costas del océano de
fuego, guiando a las palabras por historias que tejen un tapiz de dolor y esperanza, entre espejismos con sed
de oasis.
(Las aguadoras Zaina y Badra, zalameras y alegres, coloridas flores con curvas de dunas, invitan a los
turistas a probar el agua del paraíso, el elixir que extraen del corazón del desierto, arrastran con ellas al
bueno y lacónico Sakif)
Zaina: ¡Agua!
Badra: (Bajando la jarra) Sakif, aquí.
Zaina: (Zigzagueando) Fresca y saludable. ¿Agua señor?
Badra: (Amenazando con la cazuelita) ¡Vamos gandul! No tiene sangre sino arena en las venas.
Sakif: (Arrastrando los cubos) Ya voy.
Zaina: ¿Agua señora? Fortalece los glúteos.
Badra: (Llenando la cazuelita) ¡Agua! Extraída del corazón del desierto.
Zaina: (Ofreciéndola a una niña) ¿Agua pequeño? Bebe y crecerás como una palmera.
Badra: ¿Agua caballero? Lluvia filtrada por la arena que enciende pasiones. Si la prueba no dormirá en toda
la noche. Y ella tampoco.
Zaina: ¿Agua Madame? Si la bebe agitada… le borra las arrugas de la cara.
Badra: (A Sakif) Más agua, gandul.
Sakif: (Apurado, cargando el cubo tras las dos mujeres) ¿Gandul? Me llamo Sakif.
Zaina: ¿Agua pequeña? Si la pruebas tendrás sueños dignos de una princesa.
Badra: (Entre un grupo de turistas) El agua que ofrezco la bebió el profeta y de su boca nacieron palabras
que inundaron el desierto… de esperanza.
Zaina: (A una pareja) Si la bebes antes de besar descubrirás el sabor de la pasión.
Badra: (Mostrándose) Mírenme, ni las dunas poseen estas curvas ni el sol resplandece como esta piel de miel.
Ni la leche de burra hidrata como el agua del desierto.
Zaina: No hagan como el primer cocodrilo. (Deja la cazuela en el cubo y acompaña la narración con el
cuerpo) Hermoso reptil dorado, envidia de todos los animales, abandonó su charca para exhibirse y bañarse
en elogios. El sol lo secó como un dátil maduro. No soportó las burlas y ahora se avergüenza de su vanidad
pasada. Cada vez que alguien lo encuentra sobre la arena, corre a esconderse en el agua.
Badra: ¿Quiere probar Gentleman? Previene la caída del pelo de abajo y de arriba.
Zaina: ¡Agua bendita! Te lava por fuera y por dentro los pecados quita.
(Mientras las aguadoras ofrecen y venden su agua y el pobre Sakif las sigue de un lado al otro con los
cubos, un misterioso hombre, ataviado con prendas del desierto, las observa desde una suave atalaya)
(La aguadoras se marchan y se queda entre el público Sakif, arrastrando los cubos y Rasul, que entre el
público regala la última o la primera historia, quién sabe)
Rasul: En la sabana africana cayó una semilla desde una nube y de ella nació un árbol tan hermoso que hacía
sombra a todos árboles del mundo. Los habitantes de África estaban muy orgullosos de él. Los dioses lo
colmaron de alabanzas y le concedieron la virtud de vivir muchos años. Las personas estaban tan contentas
con sus dones y su belleza que lo llamaron "árbol botella", "árbol farmacia" o "pan de mono" pues su
forma no era como los troncos de otros árboles, sus frutos y savia curaban a hombres, mujeres o animales y
además alimentaba a los hambrientos. No había un árbol como aquel. Muchos comenzaron a llamarlo baobab
y decían que era el rey del continente. El baobad empezó a sentir vanidad por su tamaño y por sus
propiedades. Comenzó a crecer, crecer, crecer. Traspasó las nubes y perforó con sus ramas la delicada capa
azul en la que vivían los seres sobrenaturales. Fue entonces cuando los habitantes del cielo se extrañaron y
se enfadaron. ¿Cómo vamos a permitir que un simple árbol rompa nuestro mundo de dioses? -gritaron muy
enojados. El baobab ni siquiera oyó lo que los dioses decían, no comprendió su enfado y siguió hacia arriba.
Quería ser el más grande, sin importarle lo que decían. Esto es un insulto -gritó otro dios desde las nubes.
No puede un simple árbol superar todo lo que hemos creado -dijo una diosa con tristeza. ¡Para! No sigas. No
puedes hacer lo que quieras. Hay leyes. ¡No sigas creciendo! Le gritaban indignados desde las nubes. Pero el
baobab creció sin parar, cada vez más alto, orgulloso, fuerte, sordo a las palabras de los dioses. (Detiene la
narración al contemplar al sol acostándose sobre la arena, se va alejando del gentío, en silencio hasta que
se gira por última vez) ¿Qué creen que le pasó al Baobab? ¿Dejará de crecer el desierto? ¿Cumplirá su
venganza la anciana? ¿Cuánto tiempo falta para que seáis los protagonistas de estas historias de dolor y
miseria? ¿Advertiréis a vuestros hijos? ¿Cuánto vale el agua? (Despidiéndose, ayuda a Sakif con los cubos)
Una cosa más. Badra tenía razón. Nunca terminamos las historias... porqué las historias, como el desierto…
como el océano… no tienen…. FIN.