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La novia obscura

Laura Restrepo

Le conté también que un poeta ciego llamado Jorge Luis Borges creía que todo encuentro casual
es una cita. Pp. 25

Escupe tu pasado, niña, o se te pudre adentro. Esa negación de la memoria hacía de la niña pura
vibración de un presente que se quemaba ante los ojos en el instante en que era contemplado,
como escena iluminada por un flash de cámara. Aunque a veces se le escapaban cosas; de tanto
en tanto soltaba fragmentos, como al desgaire.p.p.36

-A un hombre no lo enamoras con maromas de cama ni trucos de alcoba -fue su primera


indicación estrictamente profesional-. Eso déjaselo a las que no tienen otras habilidades. Lo que
debes hacer es consentirlo y consolarlo como en este mundo sólo lo ha hecho su propia madre.
Pp.47

-Las prostitutas, como los toreros, pretenden paliar tristezas con supersticiones -me confirma
Todos los Santos-. Una de tantas creencias dice que el hombre que estrena a una mujer le marca la
vida de ahí en adelante. Por eso era asunto delicado la selección del primer cliente y quedaba
descartado un melancólico, por decirle algo, un avaro o un enfermo. Todas las dolencias, del
cuerpo y del alma, se transmiten por las sábanas. Pp. 53
-Siempre, en alguna parte, está agazapada la muerte, y la gracia consiste en descubrir dónde antes
de que tire el zarpazo -pronunció Todos los Santos esas palabras foscas y las amigas no
entendieron qué tenían que ver-. Yo digo una sola cosa: en este barrio la muerte anda bailando, la
muy ladina, entre los zapatos del Piruetas. Pp. 53

En ese entonces ella era para mí algo peor y más fuerte que el amor. Ella era mi dolor de
conciencia. Pp. 54

-Es un oficio que trae sus recompensas -dice-, eso no se puede negar. A ratos se canta y a ratos se
llora, como en todo, pero yo le digo una cosa, una muchacha de la vida tiene más oportunidades
de alegría que, digamos, un dentista. O un cerrajero, por decir algo. Pp. 67

Toda vida valedera está tejida de ceremonias blancas y ceremonias negras, en una cadena
inevitable donde las unas justifican a las otras. Pp. 67

Lloraron también por ellas mismas, por sus madres que hacía tanto no veían, por sus padres que
nunca habían visto, por sus propios hijos y por los hijos que no habrían de tener, por sus penas de
mujeres solas, por todos los hombres idos y por venir, por los pecados cometidos y por cometer,
por el tiempo ya pasado y por el día de mañana. Pp.77

-Hice lo que hice sin faltar a mi conciencia -asegura Todos los Santos-, porque siempre he creído
que una puta puede llevar una vida tan limpia como una ama de casa decente, o tan corrompida
como una ama de casa indecente. Pp. 78

-Tanto verdor que no se cansa, tanto bicho echando luces, tanto hombre buscando cópula -dijo
Sacramento-. La naturaleza es cosa muy enamorada, hermano. Pp. 82
porque esa japonesa lejana con
estela de leyenda que lo perseguía y lo atrapaba, era la misma mocosa flacuchenta que él
personalmente había llevado donde Todos los Santos para que le enseñara a ser persona, cuando
todavía no tenía nombre exótico y ni siquiera común, sino que la llamaban la niña, y no venía del
Oriente, como los reyes magos, sino de algún pueblo igual a tantos cuyo nombre nadie se ocupó
de averiguar. Y no había en ella fascinaciones ni misterios, sólo un existir de criatura acorralada y
hambrienta, con tal fuerza de carácter, libertad de espíritu y tozudez de mula, que si Sacramento
hubiera sido atento lector de almas, como Todos los Santos, también él se habría percatado -¿o se
percató?- de que esa muchacha cualquiera podría convertirse en reliquia viva del mundo
petrolero, con la sola condición de que le diera la gana. Pp. 89

Sayonara, la novia oscura de Tora.


-¿Qué fue lo primero de ella que le llamó la atención?
-En un primer momento me sacudió su belleza y me
lastimó su excesiva juventud, porque era casi una niña.
Una niña bella y arisca como un felino, y metida a puta. Pero enseguida percibí además un
temperamento irreductible y una cierta intensidad más fuerte que la común. ¿Cómo decirle? Un
calor humano que conservaba intacta su capacidad de expresión. No porque fuera siempre
cariñosa, o alegre. A veces, por el contrario, te pasaba por el lado tan sumida en sus asuntos que ni
se enteraba de que estuvieras allí. Pero también en esos momentos su presencia pesaba sobre ti, y
tú no podías evitarlo. Cada movimiento de su cuerpo, cada frase que pronunciaba, su manera de
mirar o de reír, todo en ella te sorprendía por natural y no premeditado, por seguro, por exacto.
Como si la Tierra fuera un planeta poblado por extraterrestres y ella la única que realmente
hubiera nacido aquí.
-¿Quiere usted decir que tenía una manera contundente de estar ahí?
-Exacto. ¿Cómo lo sabe?
-Ya lo había escuchado.Pp.93

Quiero que usted sepa que su cuerpo y el mío nunca se tocaron, pero que en cambio otras cosas,
que a lo mejor eran nuestras almas, se acariciaban a su antojo, se acompañaban y se mecían al
compás, como la barca y el lomo del agua. Además, aquéllos eran días tan cargados de energía y
de entusiasmo, por la tremenda explosión de esperanza, de miedo y solidaridad que despertaba
en todos nosotros la huelga, que te parecía que hacías el amor sin necesidad de hacerlo. Pp. 99

-Un mal día Claire se arrojó al paso del ferrocarril -me


cuenta Todos los Santos-. No se extrañe, era una forma de muerte común entre las prostitutas de
Tora. Muchas se hicieron matar del tren por despecho, por soledad, por desamor. Pp. 102

Durante los diez años que permaneció en Colombia agonizó de falsa esperanza; ahora sabemos
con certeza que no fue otro el motivo que la empujó hacia su fin. Pp. 103

y de quien nada hacía sospechar que perteneciera al género de los que no se encuentran bien de
este lado del cielo. Si bien era cierto, como sabía la Fideo, que cargaba en el hombro al ave rapaz
de la muerte, también lo era que había aprendido a darle de comer en la mano. Pp. 116

-Ellos dos, Sayonara y Payanés, fueron para nosotros encarnación auténtica de la leyenda de la
puta y el petrolero.
Si usted me pregunta cuál fue el mejor momento de la historia de La Catunga, le digo que fue su
encuentro. Otros le dirán que estuvo sembrado de problemas, que no fue perfecto, que tal y que
cual. No les haga caso. Para mí el amor debe ser crudo y duro, tal como el de ellos. Pp. 146

Pero una cosa sí le digo, muchos estuvimos enamorados hasta los tuétanos de alguna prostituta, y
con el paso del tiempo y la mirada vuelta hacia atrás, en vísperas de morir debemos reconocer que
ésa fue la gran pasión de nuestras vidas.pp.152

-Dicen que las indias son versadas en brujería –insiste Wilfredo, exponiéndose a que lo callen de
nuevo-, y yo conozco hombres que no comen de su mano para no caer prisioneros de su fuego,
que no es sano. Tanto paisano que no se despega de su india es que cayó bajo el hechizo de ella y
que ya renegó de la cruz. Pp. 168

Con frecuencia se enamoran de algún hombre y entonces incorporan el conjunto de su ser al acto
sexual, pero por lo común se comportan como seres escindidos: de la cintura para arriba está el
alma y de la cintura para abajo el negocio.pp. 190

-¿Por qué me lo preguntas?


-Es que el otro día conocí a un hombre del Campo 26, uno que llaman el Payanés, y sentí que había
dos corazones dentro de mi cuerpo, uno en el pecho, así como el suyo, y otro aquí, abajo -la
muchacha tomó la mano del médico y la colocó sobre su propio sexo-. ¿Siente cómo late? Éste es
mi otro corazón. Pp. 195

-Olvídate ya de argollas, Nostalgia -ordenó Todos los Santos-. Con tu accidente queda demostrado
una vez más que estas tierras bárbaras sólo toleran solteros y que por aquí el matrimonio trae
calamidad. Pp.198

-A veces creo, doc, que no hay lugar para mí en el amor de los hombres -fue el comentario
sorpresivo y como salido de la nada que hizo al doctor Flórez un anochecer de miércoles cuando
ya habían atendido a la última paciente y se preparaban para cerrar el consultorio y marcharse
cada cual para su casa.
-Pero qué dices, precisamente tú, si a ti todos te quieren.
-Eso es lo mismo que nada, doc. Yo lo que quiero es que me quiera uno solo, pero bien querida.
Como usted quiere y ampara a su señora esposa, ¿sí me entiende? –le preguntó ella, mientras
cancelaba las tareas del día restregándose las manos en el aguamanil con jabón desinfectante.
El doctor Antonio María no le contestó ni que sí ni que no y en cambio se quedó ahí parado, a sus
espaldas, mientras ella seguía haciendo lo suyo con los movimientos honestos de quien no
sospecha que es observado, la miró como nunca antes se había permitido mirarla, valga decir, con
ojos que buscan poseer aquello sobre lo cual se posan, y repasó con la dolorosa tensión del deseo
esas manos de largos dedos y uñas almendradas, tanto más asombrosas para alguien que, como el
doctor, tiene las propias uñas encasquetadas en dedos obtusos. Luego, despacio, sorbo a sorbo,
persiguió la suave línea del antebrazo hasta verla esconderse entre la manga corta, y pasó
enseguida al caracol de la oreja, que le ofreció la fascinación de un pequeño laberinto carnal, y
enseguida al reluciente prodigio de esa melena que se negaba a quedarse atrás aunque ella la
espantara sacudiendo la cabeza, y que volvía a deslizarse sobre los hombros, viva e indómita, para
caer hacia adelante e inmiscuirse en el salpicar del agua. Y hay que decir, porque el propio doctor
Antonio María lo reconoce hoy día, que en esa oportunidad sus ojos tomaron minuciosa nota de la
inquietante vibración que a las nalgas de la muchacha le imprimían los movimientos enérgicos de
las manos mientras se enjuagaban. Pp. 214-215

-Adiós, mi niña. Me voy rapidito, porque la Preciosa me espera en casa -se despidió. Apuró el paso
para alejarse del consultorio y no quiso mirar hacia atrás porque supo que en el quicio de la
puerta, viéndolo partir, se había quedado Sayonara, alumbrada por ese fulgor de soledad que
siempre la ceñía y que, de voltear a mirarla, hubiera hecho irrefrenable la tentación de estrecharla
en un abrazo. Pp. 216

y le perdonaban todo porque él era artista, y los artistas tienen derecho a inventar disparates y a
ser diferentes a los demás. pp. 226

Cada tanto me pregunto hasta qué punto no tendría Sayonara el espíritu y la sensibilidad cegados
por el dolor excesivo del pasado. ¿Cómo llorar al hermano sin desangrarse? ¿Cómo recordar a la
madre sin calcinarse?
¿Cómo amar sin reavivar el horror? Hay visiones que destrozan, y la peor muerte rara vez es la
propia. En este país marcado por la violencia hemos aprendido que a un niño que presencia la
muerte atroz de sus familiares puede sucederle una de dos cosas, o las dos a la vez: o se carboniza,
o se ilumina. Si se carboniza queda reducido a media persona, pero si se ilumina puede
ensancharse y crecer hasta convertirse en persona y media. En Sayonara se presentía la
aproximación de uno de esos dos sinos opuestos, pero todavía no era claro cuál habría de ser. Pp.
236

-Yo no me metí de puta por huir de la miseria -dice la Machuca-, ni porque me violaran, o me
trajeran al oficio arrastrada o engañada, sino por soberano placer y deleite.
Para qué le voy a mentir, siempre supe disfrutar del jolgorio, del dinero, del aguardiente, del
tabaco y por encima de todos los bienes terrenales, del olor a varón. El calor de hombre, ¿me
comprende? No soy de las que lloriquean sobre la vida que les tocó en suerte. Gocé mi juventud y
me la supe parrandear hasta que no me quedaron ni las migajas. ¿Y la cama? La cama fue mi altar,
los extraños mis prometidos y las sábanas de cada noche fueron mi traje de bodas. Será por eso
que éstas me tienen por bruja, y yo sólo sé decirles: Quizá tengan razón, y ojalá haya un Dios en
alguna parte para que el día del Juicio pueda gritarle a la cara que hice lo que hice porque sí, en
honor a la lujuria y porque me dio la gana.
-¿Ve que sí es bruja? -ríen las otras-. Bruja rebruja, puta reputa. Pp. 258

Hablando de la María de Magdala de los tiempos bíblicos, Saramago menciona esa honda herida
que es "la puerta abierta por donde entran otros y mi amado no". Entre las prostitutas de Tora,
solía ser el dolor y las supuraciones de esa herida lo que las arrojaba, a las tres de la madrugada y
en la esquina llamada Armería del Ferrocarril, bajo los viejos vagones que pasaban ruidosos
dejando tras sí un rastro de herrumbre, y a veces de sangre. Pp. 258

Todos los Santos cree que Sayonara no padecía los rigores de esa herida por donde se escapa la
alegría y se cuela la muerte. Me asegura que el suyo era otro dolor, que ni ella misma identificaba
como dolor, y que no la empujaba a morir sino que le desataba un feroz apetito de vida. Tenía
comezón en el alma, trata de explicarme. Sayonara, a quien todos regresaban, a quien ningún
hombre abandonaba ni dejaba de amar, ella que supo querer a muchos, alegrarse en muchos,
encontrarse en muchos; ella, la bien amada, tenía sin embargo una infelicidad: su incapacidad de
rendirse ante la bendición de un solo amor. Pp.258-259

Porque para acostarse sin amor hay que saber querer, y no entienden nada los que opinen otra
cosa pp. 260

Nosotras las de café nos dividimos en cien amores y no sabemos contentarnos con las delicias de
un solo amor. Pp. 260

le cae la catatonia y la enmudece, y me doy cuenta de que la voy a maltratar si sigo arrojándole los
recuerdos a la cara. pp. 261

-Hace unos años murió de sífilis, como mueren todos los que han conocido el verdadero amor.
Pp.264

-Porque no son rectos los caminos del corazón, sino


culebreros y retorcidos y nos dejan ver dónde arrancan pero no dónde van a parar. Pero eso ya es
el enredarse en posterioridades de una historia que comienza llana y simple: el Payanés fue el
primer desconocido que Sayonara pudo conocer. En él encontró pan para su hambre y agua para
su sed. Pp. 264

-A eso se le llama canas -le enseñó la Olguita.


-Pues tiene canas, entonces.
-¿Por qué ha de tener canas, siendo joven aún?
-Habrá sufrido, pues. Pp. 265

-Huele muy a rico, a un perfume de bosque con olor a bueno, y también huele a caballo. Eso me
gusta de él, que huele fuerte a caballo. A sudor de caballo, que es igual al olor del deseo. Pp. 266

-Tápame con tu piel -le pidió Sayonara al Payanés, y él se extendió y la arropó y se hizo más suyo
que su propia piel y la cubrió con su pecho, ese pecho ajeno que en el instante sencillo de un
milagro se hizo tan cercano. Y tan acogedor. Un pecho como un techo que cubre y que protege y
allá afuera que se acabe el mundo, que lluevan centellas y que suceda todo lo que a Dios le venga
en gana.pp. 266-267

-¿Será esto lo que dura el amor de un extraño? -se


Preguntó Sayonara, viéndolo partir-. ¿Habrá acaso amor más intenso y esquivo? ¿Habrá acaso
otra forma posible de amor? Pp. 267

Verla exhibirse desnuda, decir porquerías y tirar dentelladas los ponía cachondos y les disparaba la
hombría, y la azuzaban y le daban de beber, le daban de beber y la azuzaban, y si ella accedía era
porque ya no podía encontrarse a sí misma sino en la llaga que le quedó abierta donde antes
estaba el corazón.pp.269

Atrás van quedando los días de mi dicha cierta -decía-. ¿Recordarlos dolerá cada día menos, o cada
día más? Pp. 293
Hasta que por fin, tras el alargarse de lunes anónimos y el desvanecerse de jueves extraviados,
como nacido de la intensidad de la espera, llegó a La Catunga el último viernes del mes y la niña
Sayonara lo reconoció, aún antes de despertar, en lo risueño del viento que entró por su ventana
arrastrando gorjeos y pequeños estremecimientos, como si soplara desde un país de pájaros. Se
parapetó entre la cueva liviana de las sábanas para soñar con el hombre que había prometido
volver, y lo atrajo hacia sí con la obstinación de su pensamiento y también con el latir de sus partes
de mujer, alargando los minutos de la duermevela para que el cosquilleo que había empezado a
inquietarle los párpados bajara por su cuello y burbujeara en sus pechos, clandestinos cuando se
exhibían y de suyo apretados y escasos como una nuez, pero ahora, ante la proximidad del amado,
esponjados y ofrecidos y venidos a más.
Ya del todo despierta comprobó, contenta, que en el justo centro de sus concavidades, en medio
del platón de la cadera, allí donde tantos escarbaban sin dejar huella, un espacio sin estrenar se
humedecía y se entibiaba, urgido de acoger, reclamando inquilino con el afán del imán al metal. Pp
294

-Hay misterios en esta vida -escucho reflexionar a Todos los Santos- tan cerrados que el cerebro
humano no logra meterles uña. Uno es la magia de la electricidad, otro la sustancia del arco iris y
otro, más impenetrable aún, el de la Concepción Inmaculada. Pero ninguno tan asombroso como
el de la felicidad. Usted -me señala a mí-, usted que ha estudiado en la universidad, haga el favor
de explicarme ese vicio del humano de colocar su dicha entera en manos de un semejante. Pp. 295

-Bien enferma de amores debo estar, porque me duele el cuerpo de tanto desearlo. Si no lo toco,
me voy a morir –le confesó esa mañana la Sayonara a la Olguita, diciéndoselo así, sin más, porque
la rara alquimia que hace que tu felicidad quede en las manos de otro había operado en ella con
una simplicidad irreversible. Pp. 295-296

Estás así de flaca porque te alimentas de puros nervios. Pp. 296

-La vida me hiere, madre, suavecito. Pp. 312

Así que, según todavía cuentan en Tora, se casó muy hermosa la Sayonara, desde ese día mejor
conocida como Amanda: vestida de puta por dentro y de blanco por fuera. pp. 318

-No hay que contar sólo las veces que se fue -me responde-, sino también las veces que quiso irse,
y que son incontables.pp.320

-Ay, Payanés, a qué horas te me volviste pesadumbre,


-todo en Sayonara se iba volviendo dolor; dolor por el Payanés, a quien quería y no tenía; dolor
por Sacramento, a quien quería y no quería, y dolor por ella misma. Pp. 321

Días que empujaron a mi niña Sayonara, la siempre perdida en amores, a buscar la dicha detrás de
un hombre, y como si ése no fuera de por sí un error, detrás de un hombre al que no amaba.
Habría que decir también: días de desabrigo, enrutados por una aridez de adioses y por el una-por-
una de muchas horas de angustia. Pp. 322
-¿Adonde va a parar el alma de una mujer que ama a un hombre y se casa con otro? -se pregunta
la Olga-. En mi opinión se divide en dos, y ambas se extravían en aguas de desconcierto.
-No hubo dos, sino tres mujeres en ella -contradice Todos los Santos-, Sayonara, Amanda y ella
misma. Sayonara amó al Payanés, Amanda se casó con Sacramento, y ella sólo se quiso a sí misma.
Pp.322

Esa niña me recuerda un poema paradójico del maestro Pedro Salinas: "¿Por qué ese afán de
hacerte la posible, si sabes que eres la que no será nunca?" pp.323

Sayonara le cayó su lotería, o al menos eso creyó ella.


-Lotería, premio mayor o jaula-de-oro, que también así se apoda -habla Todos los Santos-, porque
ahorca con la soga más fina, que está hecha de cariño y que aprieta el cuello como collar de perlas,
o como ese amuleto de cabello en trenza que Sacramento se empeñaba y aún se empeña en
mantener amarrado. ¿Que Amanda optó por comprometerse con él en matrimonio? Cosas de ella.
Mucho le advertimos que no lo hiciera pero ella misma, por su propia mano, se encerró con
candado en esa torre y tiró la llave al agua.
-Y el castigo -sigue la Olga- es el hombre que te hace sufrir porque te enamora y no se
compromete, o se compromete a medias, como el Payanés, que era igual a la
rosa con espinas que se había tatuado sobre el corazón: rosa dolorosa y rosa de los vientos. El
Payanés, como todo petrolero que se respete, te regalaba dos cosas, un camino abierto y un dolor
de libertad. Y una mujer de café, que si de algo sabe es de libertades, también sabe cuánto
desgarran. Un enamorado que te promete cariño los últimos viernes de cada mes y que cumple
religiosamente con su promesa, ciertamente es cosa digna de celebrar. Siempre y cuando no te dé
por resentir que además de ese viernes de consuelo, Dios haya creado otros tres, más cuatro
lunes, cuatro martes, cuatro miércoles y mucho etcétera para un gran total de 365 días al año en
los que tienes que lidiar con los altibajos de tu corazón solitario.pp. 324

Entonces él la estrechaba temblando de amores y de


rencores y ella se dejaba abrazar, pero le volvía muy fuerte la ensoñación de aquel otro abrazo y
no podía impedir que le doliera recostar la cabeza contra ese pecho que no era el del amado.
-Como las bestias, que quieren desbocarse para volver al establo -me dice la Olguita-, así la
pensadera de la mujer que ama: siempre bregando a zafarse de lo demás para poder regresar al
recuerdo de su enamorado, único sitio donde encuentra reposo y cobijo.Pp.330

-Dónde estás, Payanés, quién te besa... Si no yo, quién te abraza... -se montaba en una suspiradera
que medio la amortecía, medio la reavivaba. No me obligues a cargar con tanto deseo que no se
cumple y que muele los huesos... pp. 336

"No se puede hacer nada.


Sólo queda esperar que la vida, que una vez la trajo, vuelva a acercarla".pp. 337

Entiéndelo de una vez, tú naciste para monja o para puta, porque no existe el hombre que pueda
apagarte ese incendio de anhelos ni colmar tal tropel de esperanzas. Pp. 390

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