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David Francisco Camargo Hernández. Nacionalidad Colombiano.

Escritor, humanista y economista con especialización, maestría y


doctorado. Artista plástico. Inventor. Guionista. Becario de
universidades europeas. Director Fundación Sueños de Escritor y
ediciones Dafra. Premios literarios y académicos en los años 2001-
2005-2008-2010-2016-2017 en eventos internacionales. Profesor de
posgrado. Investigador CVLAC Colciencias. Conferencista
internacional basando los temas en sus propios libros. Propende
por una economía «más humana, más igualitaria, capaz de
contribuir a mejorar la calidad de vida de la comunidad». En 2010
algunas de sus publicaciones fueron traducidas a varios idiomas.
Una de las más destacadas se titula: “cómo regionalizar el país”. Y
por «su sobresaliente trayectoria literaria y pensamiento
comprometido con los problemas de la cotidianidad».

Hasta la selva había llegado la tecnología y estaba inundada de páginas web dirigidas
hacía la apología de la delgadez enfermiza.
La jirafa Lida vivió con la madre un año, porque desafortunadamente ella fue casada
por varios leones hambrientos.
Se quedó con su hermana gemela y su padre hasta que fue lo suficientemente grande
para cuidarse por sí misma.
Deambulaba por la selva unas veces solitaria, otras veces acompañada por sus amigos
y, gracias a su largo cuello podía alcanzar las hojas más altas de los árboles. También
se agachaba abriendo sus patas delanteras para consumir los pastos que se
encontraban en el suelo y para beber agua de lagos y charcas.
Su lengua prensil servía para agarrar los cogollos de los árboles y hierbas del suelo.
De un día para otro Lida dejó de comer los setenta kilogramos de materia vegetal y
entró en una peligrosa espiral que ponía en riesgo su existencia.
Se dejó llevar por lo que se decía en las redes sociales, sobre belleza y delgadez,
donde se incitaba a la juventud a realizar prácticas que conducían a la anorexia y la
bulimia.
Dejó de comer el almuerzo y poco a poco fue dejando de alimentarse el resto del día.
Lida masticaba algunos forrajes y luego los escupía.
Aprendió viendo videos y tutoriales sobre cómo adelgazar, y simulaba que estaba
comiendo de algún árbol cercano para que su familia no se enterara y la amonestara.
Lida se autolesionaba para desahogarse y evitar la sensación de comer.
Con otras jirafas conocidas que trabajaban en modelaje lo mismo que ella, compartía
trucos y participaba en competencias para enflaquecer, comiendo y regurgitando, y
saber quién ganaba.
La familia se enteró de su trastorno un día que se enfermó cuando la llevaron donde
una jirafa curandera que vivía en las cercanías, quien después de escucharla, la trató
con hierbas y entregó un documento con instrucciones, sugiriendo que, si Lida seguía
enferma, lo mejor era llevarla a donde un galeno que ella conocía para que realizara
un diagnóstico más profundo.
Así comienza este cuento que no es cuento y por eso lo cuento.

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