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P o r a d a de S a l v a d o r D a l í - P o em a » de J u l i o Super-
v I e 11e . R a f a e l A l b e r t i - J o i é B e rg a m i n - Humberto
Z a r rllll - J u v e na 1 O r t i z S a r a l e g u i * Paul Eluard y
A n t unió M a c h a d o . - M a r í a ^ T e r e H León por Sofía
A r a ■ r e l i e . ' D i b u j o » ^“d e R a m ó n G a y a ■* P r e » e n c A a
R a S i e 1 A l b e r t i por E m i l i o Oribe - R e p r n d u c c l o n e .
d e l V S a l ó n N a c i o n a l : A r a a d u m , C u n e o , B e r d i a , De
Sin »n e . - P aul E l u a r d por C l o t i l d e Lui.i - D ib u j o,
d « | l e a . « o y A ndró Lhote - R e p r o d u c c i ó n » , del pi«-
t or ' e d r o F i g a r i : e . t u d i o d e J o . é M. P o d e a t ó * Puertp,
Ol e de C a r i o . P r e v o . t l - R e t r a t o d e A n t o n i o Ma -
c h a lo p o r J o . é M a c h a d o . P a l a b r a , de J u l i o J. C a . a l
d o n >t.. de . A n t o n i o M a c h a d o - Una n o v e l a rlopla*
t e n ® por C a r i o . Mar t i ñe * M o r e n o — L i b r o » : No
d e E . D i e s t e , Sara Rey A lv a r e i, Or t l * S a r a l e g u i , u o
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Europa y el 'Caracol, ,por José Bergamin. Retrato de Antonio Machado, por José Machado.
Palabras do Julio J. Casal.
Remontando los Ríos, Rafael Alberti.
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Presencia de Rafael Alberti, por Emilio Oribe.
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Paul Eluard, par Clotilde Luisi. varez, Juvenal Ortiz Saralegui, Jules Supervielle,
Dibujo do Picasso. Héctor H. Muiños, Enrique Lentini y Julio J. Casal.
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M A R I A . T E R E S A L E Ó N
S O F Í A A R Z A R E T* m °
Invierno G ra n P rem io V S a ló n N a c io n al C . de A rzadum
E U R O P A Y E U C A R A C O E
A Rafael Alberti
(Paris, Sep. 1938).
I
México 1942.
J O S E b e r g a m i n
R E M O N T A N D O t o s
R I O S
R A F A E L a i. it r u t
PRES ENCI A DE RAFAEL ALBERTI
E M I L I O O I* I II
P rem io S alón M unicipal C a rlo s P rev o sti
P u e rto
P A U L E L U A R D p' o R P I C A S S O
P A ü I E L U A R D
Paul Eluard, el poeta superrealista, que buscándoles sujetos y objetos entre los cua
alcanza en sus poemas un tan alto grado de les establecer nexos verbales de acción o de
subjetividad, no puede ser medido con las existencia, esos versos son absurdos. Y más
comunes medidas materiales, ni puede ser aún lo son para quien los considere con espí
comprendido a través de la lógica corriente. ritu de retórieoj en procura de las tradicio
Para quien intente razonar los versos de nales formas, de las rim as .de repetida reso
Eluard aplicándoles la división rigurosa del nancia o de las medidas de secuencia fija y
juicio, la expresión afirmativa o negativa o preestablecida.
demostrativa, todo aquello en fin con que el Fácil cosa resulta, se ha dicho, escribir
inteligir científico analiza y desmenuza el poemas sin pies ni cabeza, lo mismo que se
mundo, construye o destruye la arquitectura ha dicho también de la p in tu ra superrealis-
numérica y segura de nuestros procesos men ta, de tan desordenada y desmenuzada apa
tales, esos versos no tienen sentido. La lógica riencia. Y sin embargo, p ara realizar todo
aristotélica nada tiene que ver con ellos. Para eso es menester haber recorrido un largo y
quien los analice con intención gramatical, penoso camino. Aquellos que pretenden «estar
de vuelta» sin haberlo andado nunca no han Animales furiosos ante el miedo disfrazados
hecho sino cosas por demás endebles, de una | de barro
infantilidad pobre e ingenua. Muertos prisioneros locos todos los ausentes
Pero tampoco bastan la disciplina previa Pero tú ¿Por qué no estás aquí para desper-
y la experiencia. Esta obra no es el resul | tarme?
tado de una marcha de ida y vuelta, así, a No hay puntuación ni ordenación retórica
secas» que todos, más o menos pueden reali ni intelección lógica. ¿Qué tendrían que ha
zar e.n el tiempo. Es cuestión de doblar el cer aquí ? Nada de todo eso existe en el sueño.
tiempo y el espacio: que el camino de la poe Decía que E luard ha andado muchas ve
sía no es el de una pista con dos hitos de ces aquellos caminos de ida y de retorno, que
virada, uno en cada extremo. No es un ir y había hecho su giro de la pista experimental
volver para echar a andar de nuevo. con toda la frecuencia con que un ser inteli
Hay, sí, que recorrer esa pista una y cien gente puede hacerlo. Mas con eso, y con cien
veces, pues en cada vuelta anotaremos algo veces más, nunca habría sido capaz de escri
nuevo. Pero eso no basta. Acaso baste a un bir sus poemas si sólo eso hubiera hecho.
arte de paciencia y de imitación, impersonal Porque eso no basta, ya que es únicamente un
y deficiente. Pero no al arte y la poesía eluar- medio de cosechar sugestiones que vienen de
diana. Ni quiero tampoco explicar, que «eso» otros. Eso solo hacen aquellos que piensan
no se explica. Apenas si estoy contando algo en letras impresas. Y no es tal el caso de
de lo que pasa en torno al poeta. E luard aunque haya recorrido, de ida y vuel
Se ha repetido mucho que Eluard' es freu- ta, muchos caminos y muchos libros.
diano. A mí no me agradan las clasificacio Ese algo más que tiene, es, justamente, lo
nes, porque creo que cada artista es una in que resulta tan difícil definir o explicar. Es
dividualidad y un como centro de sistema su riqueza propia y es la materia con que
estelar y cosmogónico completo. Pero si se está hecho su mundo. Es la sustancia de su
quiere anotar una particularidad de la poe planeta, de su sistema estelar. Podría tal vez
sía eluardiana, puede decirse que en ella el hablarse de su-vasto poder de sugestión. Tal
elemento onírico es frecuente. Véase este vez. Pero eso son palabras, nada más.
poema como ejemplo: También tiene Rilke un vasto poder de su
gestión : y no es lo mismo. Y Maeterlinck:
y no es lo mismo. Y otros: y no es lo mismo.
H A C IA ' M E D IAN O C H E
Hay que leer sus poemas más que tratar
de explicarlos. H ay que dejarse penetrar
P uertas que se abren y ventanas que se re- por ellos y hay que embeberse en ellos, si se
| velan puede. Y si no se puede, abandonar el libro.
Un fuego silencioso se enciende y me des- Hay que lograr que el estado de gracia del
| lumbra poeta nos posea penetrando en nosotros por
Todo se decide y yo encuentro esas escondidas vías que no son las del orde
C riaturas que no he querido. nado y riguroso razonar de nuestra vigilia.
He aquí al idiota que recibía cartas del ex- Podría añadir también que Eluard es un
| tranjero poeta del amor. No del amor religioso, ni del
He aquí el precioso anillo que él creía de plata de la Mujer, ni del de las mujeres» ni del
He aquí la m ujer habladora de cabellos blan- que exalta, o que llora, o que injuria. Del
| eos Amor, simplemente, y escrito así, con mayús
He aquí la muchacha inmaterial cula. E l que alienta en nuestro más entra
Incompleta y fea bañada de noche y de mi-- ñable y recóndito subsuelo y baña, como una
| seria agua primordial y nutricia, cada una de
P intada de malvas y de hierbas absurdas nuestra células y cada uno de nuestros pen
Su desnudez, su castidad sensibles desde cual- samientos. Ese que hemos maniatado para
| quier parte que no se mueva y amordazado para que no
He aquí el m ar y los barcos sobre las mesas grite y disfrazado para no verle la verda
| de juego dera cara y desconocido y negado a toda hora
Un hombre libre otro hombre libre y es el para que deje vivir en paz a los pálidos fan
I mismo tasmas que han creado nuestros absurdos
modos de convivencia. Pero que no está res que, como Jam es Joyce, aplicaron una
muerto , ¿cómo podría, si él es la esencia de prolija lupa al análisis de la scmiconeieticia.
nuestra vida misma ? E stá escondido en Yo recuerdo perfectam ente la incomprensión
nuestras oscuras cavernas y se libera y sale y el desconcierto que acompañaron en toda
de noche, como los hombres fuera de la ley, su breve vida teatral a aquella bella pieza de
a robar su alimento al sueño. Neveux «Julieta o la clave de los sueños» es
Eluard es el poeta de ese amor que des trenada en P arís allá por los comienzos del
pierta cuando duermen los otros seres fabri año 30. Y recuerdo el mismo desconcierto, y
cados por nuestra lógica, por nuestras cos también la violenta actitud agresiva» encres
tumbres, por nuestros intereses, por nuestra pándose en torno de algunos ensayos de cine
vanidad, p'or «muestra hipocresía, por toda superrealista, acerca de los cuales es fuerza
esa superestructura que llamamos civiliza reconocer que, junto a ciertos valores serios,
ción y que ha levantado un denso andamiaje abundaban meros alardes «iconoclastas y pro
en te rno de nuestra escondida personalidad, pósitos escandalizadores.
ocultando y desfigurando su verdad esencial Así es que todo ese ancho territorio ha se
y sustantiva. guido siendo frecuentado por no muy abun
Los primeros libros de E luard coinciden dantes viajeros. Y así es que el elemento oní
con aquella época de post guerra en que el rico, el ensueño, el juego de la fantasía, es
cubismo —detenido en medio de su camino capan a la percepción habitual de las gentes.
por la gran catástrofe— reanudó su marcha P ara la m ayoría de los hombres toda la
y las artes plásticas, lo mismo que la literatu vida que se remueve fuera del estrecho haz
ra, proliferaron en variadísimas modalidades de luz que ilum ina su conciencia, es por com
y escuelas; todas diferentes, todas más o me pleto desconocida y por completo desdeña
nos originales, pero todas encadenadas por do todo lo que no e n tra en el rodaje no muy
un elemento común: el desligamiento de la complejo de su cotidiano inteligir.
realidad objetiva e inmediata. E ntre el p ri Sin embargo, esa vida misteriosa, oscura y
mitivo cubismo, todo orden y medida? y el fantom àtica, es ta n n u estra como la que co
expresionismo o el superrealismo o el ultraís nocemos a través de la lógica ideación de la
mo literario, media la distancia que puede ir vigilia ; y tan «real» como ella, que si se pue
del clasicismo a la anarquía. Pero esas escue de hablar de la realidad de una idea, al mis
las, y sus nuevas formas derivadas, tienen mo título se puede afirm ar la realidad de un
tle común la búsqueda, afanosa a veces, de sueño. Cuando Saint-Pol-Roux colgaba, en
una evasión de la realidad que da como re tre broma y veras, aquel famoso cartel en la
sultado (ya que de la realidad, inviolable puerta de su alcoba: «E l poeta trabaja», no
cárcel, nadie puede escapar enteramente) un¡ estaba mucho más lejos de la verdad que si
cambio total de perspectiva, una tan nueva lo hubiese puesto en la p u erta de su gabinete
ubicación de intenciones y de puntos de vis de escribir.
ta, que esa realidad se nos aparece como A presar fantasm as — procedan o no del
irreal, diversa y absurda, y se nos hace irre sueño— es, sin duda alguna, h a rta tarea, y
conocible en sus nuevas insospechadas dimen hacerlos e n tra r en los apretados campos del
siones. arte, no es fácil ni pequeña empresa. Eluard
Para innumerables lectores todo esto ha la realizó muohas veces y de ella obtuvo bue
seguido siempre siendo grimorio puro, a ve na parte de su m ejor poesía.
ces manifestación indudable de locura, a ve Lo que yo más amo en E lu ard es la rique
ces deliberado propósito de escándalo y burla za, la variedad, la inesperada adecuación de
a sangre fría. sus imágenes.
No fue mucho lo que, en labor clarifica «Tengo necesidad de pájaros
dora y orientadora, pudo h acerla divulgación para hablarle a la muchedumbre.»
—no siempre del todo responsable— de las Y bien podemos afirm ar que los ha hallado
teorías psicanalistas; ni fué mucho lo que pu y que a través de su insospechado canto di
dieron hacer el cine o el teatro pese a su ade cen ellos el pensam iento del poeta; ese pen
cuación —en el caso del cine sobre todo— samiento que es a veces casi como una ema
para dar vida visible y audible a ese mundo nación de cada célula de su cuerpo, a veces
secreto y desconocido; ni tampoco los escrito como una refinada ideación de un cerebro
conformado en un filosófico discurrir: lias en que también E luard se entretuvo al
«Escalones del ojo gunas veces (bien que éstas aparecen justi
a través de los barrotes de las formas.» ficables en su propósito de crear el cli
Acaso "el terrible problema del conocimien ma onírico y describir el ilogismo y las dis
to, tortura de los metafísicos» está sintetizado continuidades del sueño). Pero todo este as
en estos breves versos de su breve libro «La pecto transitorio, breve y ocasional, de la
conséquence des réves». El conocimiento hu obra eluardiana, desaparece pronto y ape
mano luchando con la forma inflexible de la nas es posible rastrear vestigios de él en sus
materia para penetrarla, y subiendo penosa últimos libros. Queda en cambio, más que
mente la escalera infinita de un inteligir una belleza formal y musical, una originalí-
inexhaustible. sima adjetivación, una riqueza imaginífera,
«Mi cabeza tiene la forma de un pensamiento.» un enfoque sorprendente de la vida y de las
Así dice en ese mismo libro. Ni Spinoza ni cosas. Y aun cuando todo esto sea hoy —y
K ant desdeñarían esta exacta definición filo acaso lo haya sido siempre— la máxima
sófica. preocupación de muchos escritores, no es fá-'
Toda esa belleza constituye para mí la p ar cil hallarlo, obtenido con la gracia y la fres
te más valiosa de la obra de Éluard, tan des cura con que lo hallamos en la poesía de
pareja en méritos. Hay en esa obra mucho Eluard.
juego intrascendente destinado a desapare Por eso E luard ha sido tan frecuentemente
cer y a ser olvidado» mucho alarde iconoclasta saqueado» y tantos rastros de su ingenio y
de aquellos días lejanos de post-guerra. Este de su talento pueden éncontrarse entre innu
aspecto de su poesía forma obligada parte de merables poetas subsiguientes. «Nos insultan
aquel capítulo de guerra antiacadémica que, péro nos roban» solían decir los supérrealis-
con medios y procedimientos de tan diferen tas, entonces. Y decían verdad'.
te valía, escribieron entonces las escuelas nue
vas. Hoy que ya cumplieron su misión, sa No he pretendido en este prólogo a mis
bemos lo que de bueno hicieron, lo que pro traducciones de Eluard, llevar a cabo un aná
dujeron como digno de incorporarse al capi lisis minucioso de su literatura. Sólo he que
tal artístico, y lo que dejaron de pasajero, rido hacer preceder esas traducciones (tan
frívolo y deleznable. fieles como he podido lograrlas) de algunas
Hace tiempo hemos olvidado aquellas tra breves reflexiones marginales. Como decía al
vesuras que tanto encandalizaron, aquellas principio, el sabor inconfundible de la poe
innovaciones y complicaciones tipográficas, sía de E luard sólo puede gustarse leyéndolo,
aquellos juegos de palabras, aquellas glosola- no glosándolo.
C I» O T I I- I> E L ü I S I
P O E M A S D E P A U L E L U A R D
UN ANIMAL RIE
El mundo ríe,
El mundo es feliz, gozoso y alegre.
La boca se abre, abre sus alas y se pliega.
Las bocas jóvenes se pliegan,
Las bocas viejas se pliegan.
E n animal ríe también,
Extendiendo la alegría de sus contorsiones.
Por todos los lugares de la tierra
El pelo se agita, la lana danza
Y los pájaros pierden sus plumas.
Un animal ríe también
Y salta lejos de sí mismo.*
El mundo ríe,
Un animal ríe también,
Un animal huye.
HOMBRE UTIL
No puedes trahajar más. Sueñ
Los ojos abiertos, las maiios abiertas
Jtn el desierto,
ü n el desierto que juega
Con los animales4- i f útiles.
Después del orden, después del desorden,
En los campos llanos, los bosques huecos,
En el mar pesado y claro,
Un animal pasa — y tu sueño
Es el sueño mismo del reposo.
LA HEROINA
A María Laurencin.
Siempre menos fuerte que los que la rodean, ella llora des
consoladamente y olvida que la desesperación la entretiene.
Ahora. ¿Qué pieles son más bellas que una bella cabellera?
Sin embargo, lleva la bestia sobre su rostro.
Y no sonríe en ninguna parte.
DURMIENTE
MAX ERNST
Roja enamorada
P ara compartir tu placer
Yo me tiño de dolor.
He vivido tú cierras los ojos
Tú te encierras en mí
Acepta pues el vivir.
Todo lo que se repite es incomprensible
Tú naces en un espejo
Delante de mi antigua imagen.
EL JUEGO DE CONSTRUCCION
A Raymond Roussel.
El hombre huye, el caballo cae,
La puerta no se puede abrir,
Calla el pájaro, cavad su tumba,
El silencio lo hace morir.
Una mariposa sobre una rama
Aguarda pacientemente el invierno,
Pesa su corazón, se inclina la rama,
La rama se dobla como un gusano.
¿Por qué llorar la flor que se ha secado
Y por qué llorar las lilas?
¿Por qué llorar la rosa de ambar?
¿Por qué llorar el pensamiento tierno?
¿Por qué buscar la flor oculta
Si no se tiene recompensa?
—Pues, por esto, esto y esto.
SUITE
Dormir, la luna en un ojo y el sol en el otro,
Un amor en la boca, un hermoso pájaro en los cabellos,
Adornada como los campos, los bosques, las rutas y el mar,
Bella y adornada como la vuelta al mundo.
Huye a través del paisaje,
Entre las ramas de humo y todos los frutos del viento,
Piernas de piedra con medias de arena,
Aprisionada por el talle, por todos los músculos de río,
Y la última inquietud sobre un rostro transformado.
MAN RAY
La tormenta de ún vestido que cae
Luego un simple cuerpo sin nubes
Venid así a decirme todos vuestros encantos
Vos que habéis logrado vuestra parte de dicha
Y que lloráis a menudo la suerte siniestra del que os ha hecho
[tan dichosa
Vos que no tenéis deseos de razonar
Vos que no habéis sabido hacer un hombre
Sin amar a otro
Quédate inmóvil
Y estás sola.
LAS MANOS U B R E S
El papel, noche blanca. Y las playas desiertas de los ojos del
soñador. El corazón tiembla.
El dibujo de Man Ray: siempre el deseo, no la necesidad. Ni
un plumón ni un ángel, sino alas, dientes, garras.
Hay tantas maravillas en un vaso de vino como en el fondo
del mar. Hay más maravillas en una mano tendida, ávida, que
en todo lo que nos separa de aquello que amamos. No dejemos
perfeccionar, embellecer lo que se nos opone.
Una boca en tom o de la cual la tie rra gira.
Man Hay pinta para ser amado.
SALVAJE
YVES TANGUY
RENE MAGRITTE
SER
La frente como una bandera perdida
Yo te arrastro cuando estoy solo
Por calles frías
Por negras habitaciones
Clamando miseria
Yo no quiero soltar
Tus manos claras y complicadas
Nacidas en el cerrado espejo de las mías
Todo lo demás es perfecto
Todo lo demás es aún más inútil
Que la vida
Cava la tierra bajo tu sombra
Una sábana de agua junto a los senos
Donde anegarse
Como una piedra.
LA SOMBRA DE LOS SUSPIROS
DURAR
Poe-mas de :
«M ourir de ne p as m ourir;;, «Les anim aux
et leurs hommes», «Exem ples», «Les nécéssités
de la vie e t les conséquences des rêves», «Ré
pétitions», «Les dessous d ’une vie ou la p y ra
mide hum aine», «La vie immédiate», «L’am our
la poésie», «Les yeux fertiles», «D onner a
voir», «Cours naturel».
*
CÁNTI CO DE LA ISLA SIN MA
V te
para que yo t nombre
” ° ™dlrnas el tiempo de mis días
H 11 m n j¡
R t o z A R k I L I*
P edro Figari
El, P I N T O R P E D R O F I G A R I
Pocos pintores han sido, en el Río de la tem prana iniciación, flojamente cultivada; su
Plata, tan discutidos; pocos tan detenidamen tardío ingreso al mundo del arte; su pasión
te consagrados como Pigari. Y en torno de por la pintura y su total dedicación a ella,
pocos se ha hecho correr tanta tin ta y se han cuando, hombre maduro ya, pudo entregár
barajado tan especiosas razones para hacer el sele de lleno; su pálida labor primera; su
proceso de su fama. producción ulterior —sólido cimiento de su
JB1 cómo y el porqué de una fama no siem futura nombradía— que, rechazada y ridicu
pre se explican por virtud de reales mereci lizada al principio, fué luego aplaudida has
mientos y auténticos valores: es ésta una des ta el más resonante ditirambo por aquellos
venturada verdad, harto sabida. Pero como mismos que antes la negaran, cuando llegó
quiera que ellos siempre contribuyen a em del extranjero la corroboración definitiva.
plazar a un artista en su época, es fuerza de Todo esto y mucho más, que solo debiera
dicarles atención, y a veces muy alerta, pues mirarse con ojo de ligero cronista, ha embro
que suelen estar hechos de mil poquedades llado con frecuencia el juicio de críticos y
que forman una m araña donde resulta fácil glosadores; ha empañado la real valoración
extraviar el análisis y tom ar lo falso por ver de la obra al azar de humores caprichosos,
dadero. de devociones y animosidades por igual poco
Es de todos conocida la vida de P ig a ri: su fundamentadas.. Figari fué caso extraordina-
rio de vocación para los que celebraron su más decididamente dieron ■ cara a Amé
tardía pero decidida entrada en la pintura; rica^ p ara buscar en ella motivos de ins
fué precisamente lo contrario para los que di piración y de creación. La «consagración de
jeron que una vocación indudable le hubiese París» vino tan solo en tiempo para acallar
hecho darse a ella en edad' harto más moza. las voces de la incomprensión y las indeci
Para muchos Figari mereció estima cuan siones de la timidez. ■
do la crítica europea alabó su obra, admiró Yo recuerdo una exposición de Figari, en /
la gracia o el dramatismo de sus temas, cele la vieja casa M oretti, hace muchos años, don
bró la libre y.espóntánea simplicidad de sus de el público reía francam ente y las gentes se
* medios expresivos: y esto fué enfermedad de citaban p a ra aquel salón como p a ra un lugar I.
patriotería que se ve halagada. P a ra otros en que se podía pasar un rato divertido. } . .
tantos, mereció vituperio cuando el esnobis Aquella p in tu ra molestaba a los ojos estra
mo y la mundanidad elegante le declararon gados, chocaba con ideas cargadas de erro
de buen tono, levantando a su alrededor una res, sacudía con rudeza un a inercia cómoda
alborotada greguería de elogios más o me mente acostum brada a los convencionalismos
nos ineptos: y esto fué enfermedad de po entonces en uso. Y es que los hombres están
pulismo y hasta algún avisado crítico argén, siempre mal dispuestos p a ra remover sus
tino padeció de ella. El gusto por lo exótico, convicciones o, simplemente, sus hábitos de
la boga del arte negro, la frivolidad bulevar pensar; y mucho antes que adm itir el error
dera de París, la moda del argentinism o: todo en sí propios, lo suponen en los demás, sean
eso y tanto más. fué removido y agitado a éstos quienes fueren.
diario para explicar la creciente celebridad También cada época y cada escuela, lo
de Figari. Y todo eso poco tiene que ver con mismo que cada hombre, se resiste tenazmen
la seria crítica; y aún cuando, ciertamente, te a discutir sus principios, a revisar sus con
haya contribuido a extender el renombre del ceptos, a aceptar aquello que les es extraño o,
pintor, nada tiene que hacer con su arte, y simplemente, desconocido; y en esta resisten,
es hora de ponerlo de lado junto con otras cia hay a veces una ferocidad implacable. El
desdeñables menudencias. tiempo corrige la obstinación, tarde o tem
Como pintor, como a gran pintor hemos de prano, y p ara algunos artistas, la compren
considerar siempre a Figari. Como a uno de sión, el aplauso, las m erecidas satisfacciones
los que más libremente explotaron su materiales, llegan un d ía: entonces aleanzan
personalísima veta interior, de los que ellos esa justiciera y pequeña felicidad que lia-
mamos la Gloria. P ara otros la merecida es das andaderas que sus -artistas suelen dar los
timación llega solo después de la muerte. primeros pasos, sobre todo cuando no existe
Figari fue de los primeros. Alcanzó a ver tras de ellos una tradición robusta y decan
su obra comprendida, a oir en torno ^guyo el tada. E l Uruguay, falto de todo antecedente
aplauso, a sentir el calor efusivo de aquellos en m ateria de artes plásticas, vivió de ajenos
qué sinceramente lo admiraron. Pero todo gustos y maneras durante las primeras tu r
esto —ya lo dije— fué después.de haber lu bulentas etapas de su historia. Algo de su
chado con un tesón y con una energía bien realidad fué captado, es cierto, por diveisos
dignos de aquella voluntad que le hizo recti pintores, pero éstos apenas si hicieron otra
ficar tan radicalmente su camino y le prestó cosa que connotar y copiar, a veces con hon
fuerzas para sostenerse en esa decisión. radez y limpia escritura, pero sin ir mucho
Las risas que acompañaron a Figari en su más allá de lo que es, más que nada, docu
prim era época, fueron apagándose; el entu mento y pintoresca descripción.
siasmo de los que desde el principio había Sobre aquella realidad vuelve Figari, ya
comprendido el bellísimo y emocionado men bien entrado el siglo que corre. Bucea en sus
saje que traía el nuevo y ya anciano pintor, recuerdos de infancia, desentierra los croni
obró sobre el ánimo de los que más pronto cones, pregunta a los que ya eran viejos cuan
podían comprender; el éxito resonante obte do él estaba aún en la lozana madurez. Y
nido por aquellos cuadros en el extranjero, así reconstruye aquella realidad, pero poeti
acalló las últimas burlas de los que —sin zándola y dándole Un original sentido : liberán
comprender— no se atreven jamás a contra dola de la estrechez documentaria y erudita;
decir lo que triunfa fuera de casa. Y F igari haciendo con ella algo viviente, nuevo, re
fué, de todos nuestros pintores, el que más creado por el artista. Y así inventa para rea
hizo resonar en el niundo el nombre del Uru lizar esta labor demiùrgica, una técnica tan
guay. personal e inimitable.
Los pueblos jóvenes tardan a veces en en Aparece entonces toda aquella colorida y
contrar medias de expresión y es con presta brillante vida olvidada que Figari re-crea —
insisto en el término, pese a lo manido— crea deslumbrante vida en los cuadros de Figari,
nuevamente, pasando aquellos recuerdos y Deslumbrante, digo, porque es más intonsa,
aquellos truncos informes a través del alam más duradera, más profunda, que la que pu
bique de su pintura. Aparecen los rojos sa do tener en su periclitada realidad. Todo eso
lones del Restaurador, con sus damas de ancho renace de nuevo, y al pasar por el tamiz que
miriñaque y empingorotado peinetón; y los es la paleta, del pintor, adquiere esa alta ca
caballeros de frac azul y cortesía ceremonio lidad, esa fuerza de emoción y esa perenni
sa. Aparecen los minués federales, ingenuos, y dad indestructible que tienen las cosas del
estirados, y los candelabros de bujías y los arte.
espejos sobre las consolas. Aparecen los duros Las antiguas damas de tirabuzones, con el
mazorqueros y las chinas rosistas, de chillones busto saliéndoles como un blanco pistilo de
vestidos almidonados, que pelean a cuchillo la corola de sus crinolinas, haciéndose deliea.
como sus hombres. Aparecen los gauchos de das reverencias o sentadas en un canapé de
gesto adusto y las diligencias destartaladas y peluche rojo, tienen una verdad, una auten
las callecitas de aquellos minúsculos pueblos ticidad, una actualidad como ningún docu
de la colonia. Aparecen los candombes con mento histórico puede prestarles. Viven la
su alegría agria y violenta; con sus negros vida eterna del arte, más allá del tiempo que
engalerados, ridículos y solemnes; con sus destruye nuestras vidas de hombres de ce
negras redondas, envueltas en galas multico niza. Viven con más intensidad y, me atrevo
lores, como frutas tropicales. Los pericones a decirlo, con más verdad, que vivieron en
polícromos, las comparsas de los días de Re una época lejana de nuestra historia. Porque
yes, las carretas de las «quitanderas», los tal es la condición que adquieren aquellas co
cuarteles de Rosas, las casitas del viejo Mon sas que el arte ha tocado con su gracia.
tevideo, azules o rosas o malvas. Aparece en No cabe hablar de literatu ra, con el sen
fin la pampa inmensa, con su tristeza im tido peyorativo que suele darse a esta pala
placable y su ombú solitario y la sombra en bra, tratándose de F igari. Cabe, sí, cuando
sangrentada de Facundo Quiroga. ella invade el territorio de la pintura, perju
Todo ese mundo muerto revive con una dicándola ; cuando subvierte los destinos y
Picadores
P e d ro Figari
A m anecer P edro Figari
finalidades que ésta persigue; y cuando el ob rico; lo que puede ser historia, literatura, do
jetivo del pintor se concreta a la narración cumento, pero pintura, no. Y esa anécdota es
antes que a la búsqueda de una expresión elemento espurio y repudiable cuando se con
puram ente plástica. Pero nada de esto acon vierte en objeto dejando de ser un mero pre
tece con Figari. No hay en él un propósito texto. Pero jamás su presencia rebaja la pin
meramente narrativo, de historia o de costum tu ra de Figari ni la subalterniza. Cuando
bres, ni un propósito documental respecto de aparece es solo para dar ese pretexto, caro
una época que ni siquiera vivió enteram ente; al artista, que la ama pero que no se le so
hay, sí, en cambio, el de traducir en movi mete, y que nunca deja de hacerla servir a
miento y en color todo aquel mundo, hecho sus miras de pintor. Yerran los que lla
parcialmente de recuerdos, parcialmente de man a Figari pintor puramente anecdótico.
informaciones, que su imaginación elaboró y La gracia, la fineza, el lirismo, esa mezcla su
embelleció, incorporándolo a su propia sus til de tristeza y de ternura, de alegría y de
tancia.El amor al colorido siempre tan feliz nostalgia, que fluye de sus cuadros, se debe
mente logrado, el amor al movimiento expre. únicamente, exclusivamente, a los valores
sivo, favorecieran en F igari esa temática que pictóricos que en ellos existe.
satisfacía a un tiempo sus personales caracte Un gaucho que toca la guitarra frente a
rísticas de pintor tanto como su adhesión a una pared blanca; un caballo solitario que pa
un pasado romántico incorporado definitiva co en un baldío; un cuervo posado en un óm-
mente a su vida sentimental. E n él el detalle bú. De estos pequeños motivos surge una
asoma apenas, no como alarde documentarlo dulce alegría o una tristeza desolada que nos
sino como nota emocional; el desdibujo es Lo aprieta el corazón. Es el pintor quien logra
corriente; y no hallaremos en toda su obra emocionarnos: sólo él. Y^con el solo lenguaje
| el atildamiento y el prolijo afán qué carac- particularísimo de su arte, sin recurrir a na.
( terizan a los pintores de anécdota. da más.
La pintura moderna ha abominado de la Así, Figari, con esa arcilla de recuerdos,
anécdota. V con razón: ella es lo extrapictó- de historias, de viejas crónicas, moldea una
rea lid a d am ericana. N ad ie puede n e g a r el R epito, a ú n a riesgo de fatig a r, que F ig ari
e n tra ñ a b le e s p íritu rio p la te n se que flu y e de no fu é u n copista, ,ni pudo serlo. No envi
ese a b ig a rra d o m undo fig a rista . A sí vuelve lezcam os su m em oria pensando ta l cosa de él.
la v ista a la t i e r r a ; no c alca n d o escenas de La, poesía de u n a época, el esp íritu de una i
género, n i rep ro d u c ien d o lo m ás su p e rfic ia l época, la esencia de u n a época, es lo que pasa I
y externo, n i p erm a n ec ie n d o en la m ás triv ia l a tra v é s de su alm a y v a a plasm arse y a ad
p e rife ria del folklore. P o r el c o n tra rio , u t i q u ir ir form a sensible y p erd u rab le sobre sus
lizando to d o ese m u n d o de m em o rias p e re cid a s cuadros.
p a ra c re a r con él la o b ra de a r te im p e rec e
d era. N o busquem os en, F ig a ri hondas preocupa
P ig a ri es u n p ro d u c to rioplatense» pe ciones p o r resolver problem as de técn ica: ni
se a su c u ltu r a e u ro p e a . E s e l p ro busquem os p o r eso en sus cuadros el espec
d u cto , d iría , de u n a ép o ca q u e h a lla en él su táculo del p in to r que salva, con b u id a inteli
m istagogo m ás em ocionado. L a p a m p a so gencia y severo rig o r, árd u o s problemas^de
lita ria , las d ilig e n c ia s tre n q u e le a n te s, los análisis, de composición, de estru ctu ra. En.
salones cerem oniosos, los candom bes v io él eso se hace como p o r juego intuitivo y
len to s la s d e lic a d a s m a d a m a s de m iriñ a q u e siem p re ap arece alejado de sus m ás apre
v pericote, los g au ch o s de ta c itu r n o e m p a m ia n te s in q u ie tu d es.
q u e : todo eso y ta n to m ás que e ra l a v id a L o que a n te todo le p reo cu p a es trasm itir
de la p a tr ia v ieja, e n c u e n tra en él su m édium , al esp ec tad o r el estado emotivo que desperta
su a lq u im ista , c a p a z de re c o g e r la im p o n d e b a en él ese rico m undo de recuerdos, de vi
ra b le su s ta n c ia e s p iritu a l q u e de a llí se des siones de in fan c ia , de im aginaciones; y los
p re n d ía y tr a s la d a r la a su s c a rto n e s m erced elem entos de que se vale p a ra crear su len
a ese m isterio so proceso que ú n ic a m e n te el g u a je — ta n p a rc o y elocuente a la vez —
a r t i s t a es c a p a z de re a liz a r en su a lq u ita ra se e n c u e n tra n sobre todo en el color, en ¿1
m ág ica. m atiz, en el uso — sabio en fu erza de intui-
Figura
1830 P e d ro Figari
ción certera — de los tonos medios y apaga No es éste, enteramente, el caso de Figari,
dos; en ese modo y en esa facultad — en esa que había aprendido pintura. Pero siempre
gracia, diría — tan personal, de encerrar Ja he creído que de poco le sirvió lo aprendido
vjda. <yi unos breves contorsionados trazos de y que hasta hubo de olvidarlo para dejarse
pincel. Así obtiene ese sorprendente valor llevar por aquel impulso que movía su mano
psicológico que no es de mera fidelidad o de más allá de toda preceptiva. Obsérvese que
individual parecido, y que fluye con tal vigor nadie ha imitado la manera de F igari: el he
y tanta fuerza de emoción de sus candombes, cho es significativo. Porque bien sabemos
de sus pericones, de sus en tierros, de sus si. con qué ahinco los simples artesanos se apli
lenciosos paisajes campesinos. Y así logra, can a aprender los modos de hacer de los ar
al margen de la anécdota, esos plenos y defi tistas ; como si la obra de arte fuese proble
nitivos aciertos de pura plasticidad que son ma de mera receta que se puede copiar. Y
la mayoría de sus cuadros. es que en Figari no hay procedimiento que,
Ciertamente .el arte es también sabiduría imitado, dé una obra siquiera parecida a la
y procedimiento. Los más grandes pintores que él obtuvo. Si así fuese, los minúsculos Fi-
fueion a un tiempo grandes artesanos: pero garis pulularían.
no fueron eso solamente. Y es que la sola En Figari el procedimiento no es sino un
artesanía, por hábil, sagaz, generosa y pu resultado forzoso: diría mejor, necesario. Es
lida que fuere, ijo llega nunca al arte: le hace el único por el que podía llegar a nosotros
falta para eso el necesario sostén de dotes como lo hizo. Y no fué fórmula aprendida
ingénitas, anteriores a todo aprendizaje. En que sirva para decir cualquier cosa: es idio
cambio éstas, sí, pueden a veces abrirse paso ma creado para decir eso que él quiso decir.
por sí mismas — tal es su pujanza — a Donde otros artistas se realizan merced a un
través de la materia rebelde, a través de to lento trabajo de acendramiento, refrenando
das las dificultades que hallen a su paso, has su pasión y sujetándola a una marcha razo
ta encontrar su modo de expresión y hasta nada, sometiéndose a un lógico rigor y tra
alcanzar con él un alto lirismo. bajando sin cesar su oficio, Figari se deja
guiar por su sensibilidad y por su intuición extraños y tiernos celestes. Por esa sola, sen
que le conduce a veces con tan sorprendente sitiva cajiacidad de yuxtaponer colores ar
seguridad. Figari no tuvo tiempo de hacer monizéndolos musicalmente, adquiriría Figari
ese àrduo laboreo, ni de correr sus riesgos; aún sin otras cualidades, jerarquía de gran
ni de perseguir ese perfecto equilibrio. Su pintor. Porque en ese juego sutil, logró acor
l oficio era limitado, escaso e irregular su des que siguen resonando en nosotros con una
j aprendizaje, corta la vida que le quedaba rara justeza y una imperecedera vibración.
cuando se lanzó definitivamente a la pintu Sólo un artista verdadero es capaz de tal
ra. Entonces, en vez de intentar acrecentar lenguaje. Un artista es siempre un ser .de
su sabiduría con los mil recursos, astucias y excepción capaz de trasm udar a una forma
efectismos que pudo brindarle aquel París concreta — pintura, literatura, música — las
atiborrado de pintores en que él viviera, se emociones que experim enta: por eso un ar
apartó de lo aprendido y se dejó llevar por tista no será jamás una simple m áquinajje
aquellas dotes de pintor que en él eran tan copiar, sino un misterioso mecanismo de tras
grandes. poner. Y por eso Figari, plenamente artista,
Fedro Figari puede ser considerado como gozó con tal abundancia de esa facultad de
uno de los coloristas más finos. E n este as convertir a un lenguaje de colores las emo
pecto no admite discusión su valía y los más ciones que agitaban su alma.
enconados detractores no han podido menos
cabarle nunca esta virtud, esencialmente pic Es justam ente por esa facultad de traspo
tórica. E l siempre tiene a mano una gama ner ; por ese tomar la expresión de gentes,
de verdes, de azules, de rojos tan rica como cosas y paisajes, antes que su real corporei
segura. Y de tonos medios y de ténues colo dad ; por preferir el movimiento a la forma;
raciones para el manejo de las cuales tanto por ese buscar el espíritu huidizo más que la
le sirvió su sensible retina. Pocos en nuestra sólida arquitectura, que F ig ari h a . sido, in
pintura han logrado esas delicadas tintas: cluido por algunas críticos en el grupo de los
esos grises nacarados, esos rosas muertos, eso? expresionistas. . .
A P O D E S T À
j « 8 E M A R I
N I Ñ A R E C O B R A B A
J U V E N A L A R A L E O V
O R T I Z S
t L PO ETA
. " A N T O A fO M A < H A ,D O ■
D I B U J O D E J O S E M A C H A D O
A N T O N I O M A C H A D O
Antonio Machado, que fué uno de los más desde su destierro nos recuerda como Anto
generosos animadores de ALFAR, vuelve a nio Machado «no quería ser reconocido, por
vivir entre nosotros, allegando» su presencia si o por no, y por eso andaba siempre amor
a esta razón de lucha con que aspiramos a tajado» cuando venía de viaje por los trasniu-
levantar el tiempo de nuestra obra. ros, los pasadizos, los callejones, las galerías,
Desde Santiago de Chile, sus hermanos, nos las escaleras de vuelta, y a veces» si se re
traen en conmovido espejó evocador, aquella tardaba con el mar tormentoso', los espejos de
distancia —oscuros encinares— que anduvo la estación, los faros abandonados, tumbas en
siempre por entre el ceño distraído del poeta. pié».
Estás aquí, a nuestro lado» igual que ayer,, Despierto en tu definitivo sueño, como —
«ligero de equipaje», en tu función de hom aún desbordada de cielo humano—, tu sangre
bre siempre dispuesto a echarse en la ola de anduvo dormida por tu apariencia de vida
lo desconocido, no para empezar tu vida más en el mundo, ya ¡no podrás desgastarte nun
allá de las riberas habituales, sino para con- ca, porque tu carne se mueve en el auténtico
tinuarla, sin desdoblamiento ni transforma pliegue de tu fantasma, y alientas desde el
ción, con la misma naturalidad del que nun dorado pecho que a tu piedra de otoño da la
ca se alejó del sentido de su mundo de cosas eternidad.
vistas, y más que llegar, retorna al secreto Hoy, inclinándonos sobre el espacio de tus
de lo que y a conoce. Porque en el empeño poemas —lejana geografía de mi infancia—
de acercarte a tus muertos, sentía el oído el torna a ennoblecer la sien de nuestra aven
pulso de tu destino, y tu juego más entra tura, el rumbo preciso que supo señalarnos
ñable nacía de tu inclinación familiar al enig tu vida, y esta memoria de cielo levantado y
ma. Juan Ramón Jiménez, el poeta de so limpio, que nos dejó el ardimiento de tu
ledad y desnudez más grande de España, muerte.
J. J. C.
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J it /)h> j A m e n te r * / c u £ e j fa c o in a y * .
^ tíé L c /u fa S *o
S u b u rb io
Premio Banco República
UÜVA NOVELA RI OPLATENSE
TIERRA DE NADIE, de J . Carlos Onetti. Ese es el único significado sobre cuyo en
(Novela) — Editorial Losada. — Buenos tendimiento podría concederse que existe un
estilo ya perceptible para nosotros (sus con
Aires. temporáneos, sus objetos de aventura y sus
compañeros) en la novela de hoy.
El concepto abusivo —objetiva y subjeti Fuera de eso, no debe concederse mucha
vamente monstruoso— que ofrece la expe atención a afirmaciones tendientes a empa
riencia novelesca de nuestra época para to rentar el estilo de un autor con el de otro,
mar de ella una definición, una aproxima a hacer derivar uno del otro, el de Faulkner
ción o una referencia, tanto sociológica como del de Anderson, por ejemplo, por la senoi-
literaria, acerca de qué entendemos por no Ua razón de que no-existen un estilo de Ander
vela, de qué ¡denso, gigantesco, abrumador son y un estilo de Faulkner sino ¡en dimen
material gira ahora bajo ese rótulo, hace im sión muy relativa. Desde que el novelista ha
posible, con un mediano rigor de análisis» dejado de ser un narrador profesional de
cualquier ensayo prolijo de generalización so historias para convertirse en un convencido
bre el tema. o un descreído (y convencido o descreído
Sin embargo, desde el extremo Joyce hasta particular, sin previa exigencia personal de
el extremo Kafka, para mencionar un dis- acuerdo con nadie) del mundo, de los hom
tanciamiento máximo, no han dejado de tra bres, de las cosas —a menudo todo eso según
zarse meridianos que pasan por Huxley, su propia experiencia—, han dejado de pre
Faulkner, Anderson, Lawrence, e tc .; desde valecer los estilos de elocución condicionan
que la abstracción del térm ino «novela» so te, tipo Flaubert. Algún caso aislado y no
bre esa realidad se ha hecho ilusoria, las ten tan riguroso en nuestro tiempo —el de Tho
tativas para lograrla han sido encarnizadas, mas Mlann sería el más claro— no importa
sistemáticas y hasta convincentes en algún otra cosa que una magistral adecuación» a un
aspecto. modo propio, de una materia con frecuencia
Ninguna simplificación semejante puede demasiado asimilada.
considerarse enteramente válida. Si alguna Un concepto estrictamente funcional del
merece ser tenida en cuenta, no viene de la estilo ha tomado el lugar de la glosomanía
crítica sino de la novela, de la superabun balzaciana; aunque a algunos les parezca és
dante plenitud de esta novela que, por ins te de ahora un modo más oscurecido, más ver
tantes, llega casi a definirse. Una de las po bal y menos inteligible (y buena parte de
cas generalizaciones legítimas aunque negati Joyce les estaría dando la razón) de gloso-
vas, definición por eliminación, ha sido la manía.
de Huxley en «C ontrapunto»: «El defecto Aproximadamente es verdad lo que ha di
capital de la novela de ideas está en la ne cho Malraux: «Lo esencial no es que el ar
cesidad de m eter en escena personajes que tista sea dominado sino que, de cincuenta
tengan ideas que expresar, lo que excluye años a esta parte, elija cada vez más lo que
aproximadamente a la totalidad de la raza lo domine y ordene en función de eso los me
humana, salvo acaso un uno por ciento». dios -de su arte.» Implicada en esta conclu
Estas palabras, a las que hk venido ajus sión va una serie de términos, de mitos de
tándose —sin propósito— la novela actual la crítica. El primero y más aberrante qui
desde Proust, señalan algo más importante zá, es el cuidado primordial de descubrir in
que un límite de contenido a esta manifes fluencias y de catalogar por ellas. Hay una
tación (no es pasible llamarle género) que especie de crítica contable cuya sabiduría
no lo tiene. Indica un sentido psicofísico de consiste en form ar rebaños literarios detrás
la vida, del cual se nutre esa literatura, que de cuatro o cinco nombres, a cuya responsa
la distinguirá cuando el tiempo haya redu bilidad de mayorazgos se carga poco menos
cido la medida de sus osadías técnicas, de su que el arte de toda una época. Es ya tiempo
presente gigantismo. de reaccionar contra ese vano, escrúpulo de
filiación, que condena por lo formal y en Iluxley, «los títeres suponen un presentador
razón de vagas semejanzas externas, sin pro de títeres»),
ponerse la cuestión de si un estilo que cro Onetti» en su áspera prim era persona de
nológicamente puede tener precedentes y en «El Pozo» y en su m adurez de «Tierra de
sus rasgos más aparentes contar con divul nadie», ha llevado esa misma falta de sim
gadores, es en un caso concreto el instrum en patía a un límite en el que la expresión apa
to válido del novelista para decir lo que quie rece contagiada por ella. Hay un constante y
re, o si resulta, por el contrario, de una mera taciturno apartam iento de la persona del no
imposición anterior, de un acatamiento. velista, desam parando a sabiendas a sus per
(No ensayamos con todo esto ninguna ju s sonajes, negándoles el menor apoyo, hasta la
menos visible tregua. Esta falta de aparición
tificación de la novela de Onetti. Creemos
personal está, no obstante, impuesta por el
que> aún en ese sentido que no nos interesa,
tem a y por una actitud frente a él. No es
hay en ella originalidad. Simplemente nos
una reserva constitucional del au to r ni mu
justificamos nosotros por no detenernos en
cho menos.
este punto y revisar a Faulkner, que es lo
Pero esa ausencia de sim patía no es, como
que se ha hecho por algunos). en Huxley, una posición intelectual sino más
E l segundo m ito es el del lugar de visión oscuramente hum ana, m ás profunda y deses
del novelista,, una suerte de sitio inamovible peranzada. Cuando L larvi dice en «Tierra
para contemplar el mundo y tra ta r la m ate de nadie» que «la inteligencia sólo sirve para
ria y la forma novelescas, todo a un tiempo. no llegar a conocer nada» está cortándoles a
Así se ha hablado de un realismo objetivo en los personajes de la novela la Vía de escape,
Hemingvvay, de un realismo psicológico en dificultada pero no obliterada, que les hubie
casi todos los otros, de un microscopismo psi ra dejado im plícitam ente una novela de
cológico en Joyce. Midiendo con este rasero Huxley.
se diría que en Onetti hay una contempla Los seres de «T ierra de nadie» cargan con
ción objetiva. Y eso no sería nada si de ahí una condición desvalida y al mismo tiempo
no se pasara, insensiblemente, al dominio mo incapaz de suscitar sim patía. Ellos mismos
ral y se dijera que es un indiferente (con no la conocen en su s relaciones; el sexo, si
la misma verdad con que podría decirse del los identifica m om entáneam ente, los rechaza
Anderson de «Darle Laugther» que es un luego con m ayor dureza hacia consunciones
disgustado o un resentido). aisladas. Nada im porta en el mundo de estos
Es necesario rechazar (y perdónese por indiferentes, nada ata de una manera defini
segunda vez el tono premonitorio) este otro tiva.
modo de filiación, más sutil y por eso mismo Gente parecida a la que arrancó a Lawren-
más peligroso que el primero. E n el caso que ce su form idable requisitoria de «Kangaroo»
nos interesa podría sostenerse, sofisticando ( «¿ Puede un gran continente cria r un pueblo
en sentido contrario, que el hecho de elegir tan mágicamente inofensivo sin convertirse
un tema, un asunto, una realidad o una ma en víctima de algún otro poder extraño?»,
nera, presupone un principio de elección, in «No podía creer que nadie odiase realmente
compatible con una cerrada teoría de objeti a nadie. E n todo había un toque de sardónica
vidad. tolerancia», «E l vasto continente no tiene
Debe concederse, sin embargo, que es ca lenguaje», etc.) cuaja en esa quietud amorfq
racterística de la novela actual la frecuente e inteligente, en esa fa lta de fe, de ternura,
falta de simpatía humana, de una corriente de felicidad, de verdadera pasión, el tipo per
de relación afirm ativa entre el novelista y si) fecto del inhibido n atu ral, del desposeído en
obra. El Huxley de «Contrapunto» y «After pasividad que forma a menudo la trama bo
many a summer» es en tal sentido, y salvo rrosa, imprecisa, de la vida de las ciudades
algunas páginas o algún personaje (uno en mayores.
cada una de las novelas: Mark Rampion y Repitiendo ahora respecto de las criaturas
Propter, respectivamente) un ejemplo de novelescas lo (pie dijéram os acerca de los au
prodigiosa exageración. tores, es evidente que la falta de dicha, de
(Es claro que una desaparición absoluta arrebato, de don emocional no resultan, como
del autor no es posible; entre otras razones oucedía en «Contrapunto», de una vuelta de
porque, como decía Magny a propósito de la inteligencia hacia las cosas. Aquí el pvQ"
ceso es más primitivo, más animal. Lúcido de presentaciones —en «Tierra de nadie» lle
sí, pero sin rebasar un punto de fugaces sa vadas a un límite de concisión— o la repe
tisfacciones primarias, limitado a un juego tición de gestos, de actitudes físicas o por
que a veces brilla al ras pero nunca se levan menores minúsculos, en la que se ha creído
ta de esa especie de durable somnolencia fí ver un defecto de la novela (Mallea Abarca
sica, de esa consistencia del cuerpo que some en «Nosotros», N.° 63).
te y reprime al espíritu. («Se apretó los to No nos interesa tanto reparar en esa nece
billos, endureciendo los músculos, porque sidad de pequeñas reiteraciones, que no llega
acababa de llegarle un golpe de entusiasmo», a fatigar, como en otro aspecto, inherente a
póg. 195). la sustancia novelesca de la obra» que nin
«También están los otros, los que tienen guna técnica puede salvar: la indistinta
la fuerza de hacer cualquier cosa y se pudren mancha, que van'a integrar al final todas las
despacio, aburridos» (y Law rence: «estaban situaciones y figuras de la ficción, la dilu
llenos de energía, aun cuando m iraran la ción última en que se resuelven una vez sali
meta con indiferencia»). Los personajes de do el libro de las manos, confundiéndose, sin
«Tierra de nadie» 'tienen un destino inferior ninguna excepción de relevancia, en algo que
a ellos mismos o, sencillamente, no tienen des' los conjuga hacia la sordidez y el fácil olvido.
tino. No promueven ninguna clase de interés No hay nada literariamente memorable co
humano, y ese es el problema más arduo para mo no sea la novela misma en «Tierra de na
el novelista. Tal vez el lector no pueda expe die». (Pero tal vez la salvedad de esta nega
rim entar entera adhesión a una novela si no ción es su rescate). En todo caso, esa im
ve en algún modo comprometidos su simpatía presión del lector no es sino su corresponden
o su odio hacia los personajes. Reconozcamos cia, la única, con los imprecisos seres de la
que ambos extremos son imposibles frente a novela.
«Tierra de nadie». Sin embargo, el libro in
teresa sin solicitar en ese sentido. Quizá por
que —al contrario de lo que pasa en «After Aunque la existencia real de un personaje
many a summer»» por ejemplo— los persona nunca podrá ser admitida como su justifica
ción artística, del mismo modo que su inexis
jes no son definidos, formulados, vigilados,
excitados desde afuera o revelados, en esa tencia en un tiempo y en un espacio deter
forma que supone y denuncia en el autor una minados no roza su vivencia novelesca, debe
descarada técnica de observación. Esa jac hacerse mención expresa de que «Tierra de
tancia de vivisector fes lo que fastidia a veces nadie» es —¡ al f in !— nuestra novela, la no
en Huxley. vela de estas ciudades rioplatenses de creci
miento veloz y desparejo, sin faz espiritual,
Si los personajes son incapaces de intere
sar, el suceso que viven tampoco contribuye de destino todavía confuso. Hemos asistido
a que se les preste la atención, la conmisera muchas veces al intento de novelas que pre
ción que se extienden a veces del acto que im tenden ser de aquí y tienen mi incurable
porta al sujeto en sí mismo indiferente. En arrastre extranjero, personajes pasados por
doble o triple filtro de literatura, ficciones
«Tierra de nadie» el suceso tompoco cuenta.
Onetti ha tenido el gran acierto de suprim irlo que asientan su experiencia en otras. Y en
literariam ente, dándonos la entrada al hecho el fondo ciertas timideces estéticas (el auge
de apellidos novelescos exóticos, fantásticos
o la salida de él, brevemente, o iluminándolo
e insituables, es uno de sus indicios) impi
coa una rapidez intensa cuando por excep
diendo la ubicación definitiva y clara, dán
ción se hace necesario (ver el magnífico ca
dole a todo un vago acento de universalidad
pítulo X III de la novela).
literaria, que no trasunta sino falta de reso
Funcionalmente, ha surgido de ahí un esti
lución o falta de fe para trabajar con lo
lo de composición fragm entaria, cortada, apa
nuestro.
íentemente discontinua, de bocetos separados.
No es sino una manera inteligente de obviar
el cansancio que nos causaría una constante E n una especie de alternativa interna de
aplicación del relato a detallar, sin discrimi la narración (sería excesivo llamarle contra
nación, la continuidad de una materia a ve punto) hay en «Tierra de nadie» capítulos de
ces insignificante. desarrollo y capítulos de pasaje, distinción
Esta técnica hace inevitable la repetición. que se basa no tanto en la longitud de unos
y otras como en la intención del autor de lo estos golpes poderosos de creación, que luego
grar un cuadro totalmente expuesto o hacer se convierten, sin propósito del autor, en pun
incidir sólo un haz de luz sobre él, respecti tos aferentes de la obra.
vamente.
Entre los primeros, en los que la pujanza
y firmeza del novelista lucen magistralmente, «T ierra de nadie» es una de las aparicio
deben citarse por separado el II, el IX , el nes más serias (una de las dos o tres serias)
X III (muy breve) y el LIV, que dan una me con que nu estra lite ra tu ra nacional se haya
dida acabada del vigor narrativo de que es favorecido en los últim os diez años. Y en el
capaz Onetti. campo de la novela la única grande desde
No es la más o menos rigurosa progresión 1933, fecha de «Sombras sobre la tierra».
lineal de una novela (como se creía antes)
lo que indica la presencia del .novelista, sino Carlos M artínez Moreno.
K \
I I B R O S
TIEM PO D E AM OR PERD ID O , poemas por «los troncos tienen voz y palabra encanta
da».
González Carvalho. — Buenos Aires 1940.
Dr. A R T U R O L E R E N A D r. JU A N C A R L O S G O M E Z D r. L IN C O L N M A C H A D O
ACEVEDO HAEDO R IV A S
Rincón 454 esicr. 319 T re in ta y T re s 1271 S a ra n d i 437
Dr. R O D O L F O M E Z Z E R A D r. C E S A R M IR A N D A D r. H U G O A N T U Ñ A
P iedras 357 ( l.e r piso) T re in ta y T r è s 1356 S aran d i 412
Dr. L O R E N Z O V IC E N S D r. C A R L O S S A L V A G N O D r. C A R L O S B E N V E N U T O
T H IE V E N T CAM PO S
R incón 545 ( l.e r piso) 25 de M ayo 641 C olom bes 1319
Dr. IG N A C IO Z O R R IL L A D E D r. P E D R O D IA Z D r. E N R I Q U E C E N T R O N
SA N M A R T IN C errito 661 b is (ap . 2)
M isiones 1305 25 de M ayo 320 M ontevideo
Dr. A R T U R O D U B R A D r. G U S T A V O G A L L IN A L D r. A L B E R T O D O M IN G U E Z
CA M PO RA
25 de M ayo 3201 25 de M ayo 555 1 T re in ta y T re s 1377
Dr. A N T O N IO M. D r. A R M A N D O R. M A L E T D r. A N T O N IO G U S T A V O
GROM PONE FU SCO
Itu zain g ó 1309 Z abala 1560 ( l.e r apto. 2 ) 25 de M ayo 544 (E sc rito rio )
Dres. C arlos V A Z F E R R E IR A D r. G U IL L E R M O G A R C IA D r. E D U A R D O J IM E N E Z D E
y E ugenio P E T I T MUÑOZ MOYANO ARECHAGA
S arandi 445 S aran d i 437 R incón 436
Dr. R A U L E , B A E T H G E N D r. E D U A R D O J. C O U T U R E D r. M A R IO E S T E B A N
CRESPI
Itu zain g ó 1468 ( l.e r piso) M isiones 1478 25 de M ayo (E sc rito rio 45)
Dr. E M IL IO F R U G O N I D r. A L F R E D O E . C A S A L D r. R O B E R T O G A Y E
18 de Julio 979 B. M itre y V edia 2704 Itu z a in g ó 1309
M E D I C O S
Dr. J U L IO C E S A R N E G R O D r. JU A N C A R L O S D r. L U IS B O N A V IT A
CARLEVARO
8 de O ctu b re 3403 L av a lle ja 2115 8 de O ctu b re 3885
Dr. J U L IO M. SO SA D r. E R A S M O A R R A R T E D r. A L F O N S O C. F R A N -
A venida L ezica GELLA
A graciada 1763 (apto. 2 , piso 1 ) Colón C anelones 1009
Dr. JU A N C A R L O S P L A D r. F E D E R IC O ACHAVAL D r. F R A N C IS C O S. F O R T E Z A
O lim ar 1478 Ri vera 2991 M aldonado 1438
Dr. A R T U R O P R U N E L L D r. A L B E R T O V A Z Q U E Z D r. D O M IN G O G. P IC C A R D O
B A R R IE R E
L a rrañ a g a 1410 San José 885 P ilco m ay o 4825 (M alv ín )
Dr. IS ID R O M AS D E A Y A L A D r. A L F R E D O C A C E R E S D r. P E D R O M. C A S A L
Izcua B arb at 1230 (P o cito s) 18 die Julio 1006 ( 8.° p iso ) 2 6 .d e M arzo 1128
Dr. JO S E M A R IA D E L G A D O D r. A B E L C H IF L E T D r. J O S E F. A R IA S
B ulevar A rtig as 1175 S ierra 2076 Y ag u aró n 1436
Dr. V A L E R IA N O M A G R I
Yí 1186
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S r. U L I S E S W . R IE S T R A Sr. A N T O N IO M ARTA Sr. R A F A E L R U A N O
F O U R N IE R
S a ra n d í 437 (P is o 1 ) S aran d í 437 (P iso 1 . E sc r. 6 ) R incón 630 ]
S r. A N T O N I O M . A C O S T A Y
LARA
M isio n es 1489
C O N T A D O R . E $
S r. F . S IM O E S A R C E
25 d e M a y o 507 (p iso 4.°, ap. 8 )
A R Q IT I T ' E C T O s
J U A N A N T O N I O R IU S C A R L O S A. H E R R E R A Sres. D E L O S CAM PO S,
F U E N T E S Y F O U R N IE R
S o ria n o 1442 M isiones 1489 (E sc r. 22) 25 de M ayo 555
j S re s. A P E L E C H E Y C A N A L E
I
S a ra n d í 444 (E s c r. 37)
M. E I > £ C O S K ; D E N T I S T A S
D ra . M A R G A R IT A B O R C H E D res. L A G U A R D IA D r. L U I S C. T Á M M A R O
COSTA D E B EN TA N C O U R T
A n d e s 1395 ( P is o 4 ap. 7) Y i .1290 S o rian o 1273
D ra M A R IA I N E S N A V A R R A D r. H E C T O R G A IB IS S O D r. J O S E SA N N A
D e. D O M IN G O C A Y A F A | D r. A L B E R T O C A T A L D O D r. R O B E R T O CASAM AYOU
SO CA 1 D E L IS A
R o n d e a u 1478 (S a n id a d E s c o la r) ¡ E jid o 1648 R ío N eg ro 1380
D r. B E N I G N O P A IV A D r. H E R M IN IA T H O M S Dca. M A R Y N É S CASAL
IR IS A R R I M U Ñ O Z D E SA N C H E Z
DE ETCHEGOYEN
C o lo n ia 1367
(S o d . E s t. O d o n to ló g ic o s) 8 de O c tu b re 2291 B. M itre y V edia 2621
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Un siglo de tra d ic ió n
LA
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T o d o s lo s b a ld e s d e 2 y 1/2 y S
h ilo s c o n d e n e n p re m io s.
EL A C E I T E
PR IN C E SA
Es n e c e s a r io e n io d o h o g a r d o n d e se q u ie r a
c u id a r el b u e n q u sío d e ta s c o m id a s y la p e r fe c ta
fu n c ió n d e l e s tó m a g o .
d i s t r i b u i d o r e s
PESQUERA y Cía.
M N E V I D E O