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Los árboles son íconos de la naturaleza e importantes sumideros de carbono, así que
cualquiera que esté interesado en el cambio climático debería estar preocupado acerca del
estado de los bosques.
En las últimas semanas, Hannah Ritchie de Our World in Data ha escrito varios
(https://ourworldindata.org/deforestation#the-world-has-lost-one-third-of-its-forests-but-
an-end-of-deforestation-is-possible) artículos (https://ourworldindata.org/global-
deforestation-peak) acerca de la deforestación. Ella tuvo la oportunidad de escribir acerca
de este tema debido al reporte quinquenal de las Naciones Unidas titulado Evaluación de
los Recursos Forestales Mundiales
(http://www.fao.org/3/ca9825en/CA9825EN.pdf) (GFRA) fue publicado recientemente.
Estaba lleno de datos y análisis matizados acerca de la Situación de los bosques del mundo
(http://www.fao.org/publications/card/en/c/CA8642EN/) (otro reporte forestal de la ONU).
En uno de los artículos de Ritchie, ella muestra que la tasa de deforestación llegó a su pico
máximo en los ochenta. Desde ese entonces, la tasa a la que los humanos queman, talan,
cortan y reemplazan bosques con cultivos y ciudades ha disminuido. Esto no es solo para
los seres humanos modernos e industrializados que utilizaban el mundo natural en exceso
—la mitad de toda la pérdida de bosques se dio antes del año 1900. Este punto también
ilustra qué tan rápido perdimos árboles en el siglo 20. Aproximadamente, lo que nos tomó
diez mil años antes de 1900, logramos repetirlo en tan solo unos 100 años. La
deforestación, señala ella, “no es un problema nuevo”.
Pero tampoco es tan malo como creemos. El mismo grá co que ilustra la dimensión
impresionante de perdida de bosques durante la civilización humana de asentamientos
también indica que, hablando en términos relativos, casi no hemos perdido cobertura de
bosques durante los últimos veinte años.
Entre 1990 y hoy, la tierra perdió 177,5 millones de hectáreas de bosques, un área de
alrededor del tamaño de Alaska. Esa es un área grande, pero considerando cuán grande es
la tierra y cuán abrumadoramente vastos son algunos de sus bosques, no es mucho (el
GFRA estima que el área total de la tierra clasi cada como bosques constituye 4.060
millones de hectáreas o un poco menos de un tercio de toda la tierra habitable).
El lado positivo de esa observación es que volver a sembrar y restaurar es algo que quienes
diseñan las políticas en Occidente y quienes apreciamos los bosques del mundo de hecho
podemos controlar, mientras que persuadir a los líderes políticos o a las familias que viven
en la pobreza del sur del mundo de no utilizar los recursos naturales que los rodean es una
tarea mucho más difícil y éticamente dudosa.
Además, mientras que las áreas forestales han disminuido, la biomasa de las áreas que han
permanecido no ha caído. Al contrario, la biomasa por unidad de área ha aumentado en
alrededor de 4 por ciento entre 1990 y 2020, casi totalmente compensando la reducción en
el área forestal (-4,2 por ciento) durante el mismo periodo. Dicho de otra manera, mientras
que el área forestal es más pequeña, los bosques se han vuelto más verdes y densos, casi
equilibrando la cantidad total de biomasa. Esta bonanza de vegetación se dio porque,
conforme aumenta la concentración de CO2 en la atmósfera, el crecimiento de todo lo verde
(https://www.humanprogress.org/ridley-rejoice-the-earth-is-becoming-greener/) se acelera
—lo cual tiene sentido dado que el CO2 es alimento para las plantas
(https://www.humanprogress.org/reforestation-in-iceland-and-other-wealthy-countries/).
El stock de carbono aislado en las raíces, la tierra, las ramas y los troncos está hoy al nivel
en que se encontraba en 2010, y solo 1 por ciento menos de lo que era en 1990 —una tasa
anual de declive de 0,03 por ciento. Mientras que los bosques del mundo no están libres de
problemas (en gran medida locales), la cantidad de verde en el mundo está casi al alcance
de estabilizarse. Todos nosotros, desde los alarmistas del clima hasta los optimistas,
deberíamos celebrar esto.
Mientras que Brasil fue el deforestador más importante durante los 2010 (15 millones de
hectáreas), su reducción total de área forestal no está muy por encima de aquella de la
República del Congo (11 millones de hectáreas). Combinando la deforestación de la
República Democrática del Congo con aquella de Angola (6 millones de hectáreas) y
Tanzania (4 millones de hectáreas) muestra que la deforestación de África es ahora más
preocupante que las metidas de pata en la Amazonía brasileña
(https://www.aier.org/article/is-the-amazon-really-a-market-failure/). Yo y muchos otros
que investigamos la Curva Ambiental de Kuznets (una relación de U-invertida entre el
ingreso per capita y los impactos ambientales como la deforestación) hemos argumentado
que no deberíamos enfocarnos mucho en la deforestación brasileña en la Amazonía y otros
lugares. Siempre y cuando los brasileños se enriquezcan, su impacto sobre los bosques
inmaculados de Brasil se reducirá gradualmente.
Muchos críticos han dicho que Brasil invalida la teoría de la Curva Ambiental de Kuznets
(https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5238442/), citando el incremento rápido
de la deforestación en la Amazonía. A pesar de ser mucho más ricos en términos de PIB per
capita que otros deforestadores importantes (Angola, Tanzania, República Democrática del
Congo, Mozambique, Bolivia, Indonesia), Brasil casi duplicó su área deforestada en los años
recientes —desde 457.000 hectáreas (http://inpe-em.ccst.inpe.br/en/deforestation-driven-
gross-emissions-old-growth-forests-amz/) en 2012 a 1.012.900 hectáreas
(http://terrabrasilis.dpi.inpe.br/app/dashboard/deforestation/biomes/legal_amazon/rates)
en 2019.
Lo que las críticas ignoran es que Brasil es un país profundamente desigual, regionalmente
y económicamente. Sus estados ricos del sur tienen niveles de ingreso
(https://www.saopaulo.sp.gov.br/spnoticias/sao-paulo-e-o-21o-colocado-no-ranking-das-
maiores-economias-do-mundo/) similares a aquellos de países europeos, mientras que el
Norte y Noroeste —donde se encuentran gran parte de los bosques —tienen niveles de
ingresos más cercanos a África Sub-Sahariana. De hecho, Pará
(https://en.wikipedia.org/wiki/Pará), uno de los estados más pobres
(http://seplan.pa.gov.br/sites/default/ les/PDF/ppa/ppa2016-
2019/per l_regional_fapespa.pdf) de Brasil que tiene un ingreso per capita
(https://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.PCAP.PP.CD?view=map) igual al de Namibia
o Indonesia, es casi totalmente responsable del incremento en la tasa de deforestación de
Brasil
(http://terrabrasilis.dpi.inpe.br/app/dashboard/deforestation/biomes/legal_amazon/rates)
durante los últimos años.
En contraste con las múltiples historias negativas, los números más recientes de
deforestación nos dan una razón para celebrar. Y aquí les dejo mi predicción: la próxima vez
que la GFRA publique datos agregados, veremos tasas todavía menores de deforestación,
quizás de cero. Gradualmente, pero constantemente, la Curva Ambiental de Kuznets está
desenvolviéndose, y el planeta lentamente se está volviendo más verde.