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La edad de oro de los agujeros negros

En 1958, David Finkelstein identificó la inquietante superficie


esbozada por Oppenheimer como el horizonte de sucesos. Jocelyn
Bell confirmó la existencia de púlsares demostrando que las
estrellas de neutrones no eran una mera curiosidad teórica, y que en la
naturaleza se podían producir realmente estructuras muy masivas y
compactas. En 1963, Roy Kerr «encontró la solución explícita que
describe los agujeros negros en rotación, que son los que seguramente
aparecen en procesos reales de formación», ha explicado Fernández
Barbón.
Más adelante, «Roger Penrose inició el estudio de teoremas
cualitativos sobre singularidades y horizontes y Stephen
Hawking culminó el programa de Penrose y descubrió la evaporación
cuántica de los agujeros negros», ha proseguido. Estos trabajos de
Hawking se completaron cuando en 1974 predijo el efecto conocido
como radiación de Hawking. Finalmente, «Jacob Bekenstein hizo la
primera conexión entre los agujeros negros y la teoría de la
información», según el astrofísico.
Para Frans Pretorious, catedrático de Física de la universidad de
Princeton especializado en la relatividad, entre «las muchas personas
que contribuyeron a la comprensión contemporánea de los agujeros
negros», hay que incluir a Werner Israel, pionero de los teóremas
«no pelo» y a Stephen Hawking, por sus contribuciones a la física
cuántica de los agujeros negros que, según él, podría haber sido
galardonado con el Nobel si no hubiera fallecido.
Tampoco se ha olvidado del físico John Archibald Wheeler, que acuñó
el concepto de agujero negro, y de otras muchas más figuras, como
Demetrios Christodoulou, Kip Thorne, James Maxwell Bardeen, Saul
A. Teukolsky o William Unruh. «Realmente ésta fue una edad de oro
de la física de los agujeros negros».

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