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Clase diplomado 28-29/09/2007 1

Lexicografía

Fuente de referencia:

Araus Puente, Cándido (Coord.). 2005. Manual de lingüística


hispanoamericana. Tomo II. (Notas para un seminario sobre el español
americano). Bogotá. ICC. Series Minor. XLIII.
Cap. VII. Léxico-semántica hispanoamericana, por Hugo Hernán Ramírez. 225-
281.

Aspectos a destacar:

1. Toma de posición teórica para el tratamiento de la lexicosemántica del


español americano.

Al respecto, se consideran dos líneas de reflexión:

a. La que se orienta hacia los problemas del significado y que


comprende:
i. La teoría mentalista (significado = idea o concepto)
ii. La teoría del uso (significado = expresión del habla)

b. La que se orienta hacia los aspectos del referente


i. La teoría referencial (significado = desc. d/la cosa referida)

“En la perspectiva del significado como uso” dice Hugo Hernán


Ramírez (231), “como la lengua de la comunidad de la que formaban
parte los conquistadores no contaba con determinadas expresiones, era
menester echar mano de expresiones más usuales en otra comunidad
(por ejemplo, las nativas americanas), o de expresiones usuales en
Europa pero cuyo campo de acción estaba restringido a la literatura
caballeresca, la mitología griega y latina, a las tradiciones populares
medievales, a la religiosidad popular (…) Así, desde nuestro punto de
vista, lo relevante para la semántica es el uso de expresiones en
contextos dados, uso que se actualiza y está marcado por un tipo
particular de necesidad comunicativa”.

De esta manera, explica Ramírez la adopción de voces indígenas


como recurso nominador (bohío, cacique, cabuya, canoa,
Guanahaní); o el empleo de recursos hispanos para denominar la
nueva realidad americana (tigre x jaguar, papagayo x guacamaya;
dragón o lagarto x caimán)
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2. Principales etapas del desarrollo histórico de incorporaciones léxicas al


español americano:

a. Indigenismos

Destaca Ramírez que las PRIMERAS INCORPORACIONES LÉXICAS las hace el


propio Colón en su Diario, voces procedentes del arahuaco y el caribe,
según Kany1: ají; batata; bohío; cabuya; cacique; canoa; ceiba;
hamaca; maíz; maní; papaya; sabana; tabaco. Luego pasa a tratar
el aporte de las llamadas LENGUAS FRANCAS y las relaciona
geográficamente: del náhuatl: achiote; aguacate; ajolote; azteca;
cacahuate; cacao; camote; chicle; chile; chocolate; comal;
coyote; cuate; elote; galpón; guacal; guajolote; hule; jícara;
machote; mapache; metate; mezcal; mole; nahua; petate; tapa;
tiza; zapote; zopilote; del quechua: cancha; chácara; choclo;
cóndor; coto; guarapo; mate; minga; nana; pallador; pampa;
papa; pisco; puma; quena; sambo; soroche; vicuña; zapallo; del
tupí guaraní: ananá o ananás; guaraná; ipecacuana; mandioca;
maraca; ñandú; petunia; tapioca; de menor impacto lingüístico, dice,
fueron el aymará y el araucano o mapuche.

El registro de Ramírez recuerda una clasificación ya hecha de los


indigenismos en el español de América donde se distingue entre los
préstamos de primer contacto, fundamentalmente caracterizados por
voces de origen arahuaco y caribe, y los indigenismos correspondientes
al período colonial, donde abundan elementos de procedentes del
nahuatl. El concepto de préstamo, y no de sustrato, permite un análisis
más ajustado de los llamados indigenismos en el español de América,
equiparando este problema al de otros -ismos (anglicismos, galicismos,
italianismos, lusismos) presentes en la lengua española.

Por su parte, Juan Zamora Munné (1976), en una investigación sobre


los indigenismos incorporados al español por los conquistadores durante
el siglo XVI, identifica nueve lenguas como fuente de este aporte; en
orden decreciente, según el aporte identificado:

i. El náhuatl, cuya contribución al español del siglo XVI fija Zamora


en un 41,25%.

ii. El taíno, perteneciente a la familia arawaca, hablado en las


Antillas, con un 30,00%.

1
Ramírez cita a Charles Kany.1969. Semántica hispanoamericana. Madrid. Aguilar.
Traducción de Luis Escobar Bareño del original American-Spanish Semantics, publicado
por The University of California Press, en 1960.
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iii. El quechua, con un 10,50%.

iv. El quiché, o lengua de los mayas, hablada al sur de México y al


norte de Centroamérica, tempranamente desplazada por el náhuatl,
con un 5,75%.

v. El cumanagoto, lengua caribe que se habló en las costas


venezolanas, con un 2,75%.

vi. El caribe insular, que a pesar del nombre, corresponde más bien
a una lengua arawaca, con un 2,25%.

vii. El mapuche, lengua hablada en el territorio que actualmente


ocupa la república de Chile, con un 1,75%.

viii. El cuna, lengua chibcha hablada en el actual territorio de Panamá


y parte de Centroamérica, con un 0,75%.

ix. El chiriguano, perteneciente al tronco tupí, originalmente


hablada en los Andes bolivianos, con un 0,50%.

Resulta muy interesante el enfoque que hace Ramírez cuando aborda


el tema de los campos semánticos que acusan mayor influencia de
indigenismos Cuando se estudia este problema, se suele señalar
porcentajes de influencia. “Más que en los porcentajes en sí mismos, el
interés de estos datos radica en que revelan la evolución de las
preocupaciones españolas en los procesos de conquista y colonia; (…)
podemos relacionar cada uno de estos campos con un interés de los
conquistadores o la corona: la flora y la fauna con el impacto de la
naturaleza americana sobre los conquistadores, la administración
[cuando se observan indigenismos asociados con la organización social y
la vida cotidiana, del tipo cacique; chamán; guacal; petaca] con los
intereses políticos de España en sus colonias, la minería con el
conocimiento y manejo de la riqueza, etc.” (p. 239)

El inventario más completo hecho sobre el aporte indígena en en


Venezuela es el Glosario de voces indígenas de Venezuela, de Lisandro
Alvarado ([1921 1953). Esta obra incluye un total de 1737 entradas
léxicas discriminadas así: 765 nombres de plantas, 398 nombres de
animales, 13 nombres geográficos y 561 voces correspondientes a
distintas esferas del vocabulario. Sin embargo, este caudal léxico puede
verse reducido a 1420 lexemas, aproximadamente 2, esto es,

2
Decimos aproximadamente por cuanto, en ocasiones, resulta muy difícil precisar si
el elemento en cuestión es efectivamente un lexema de base o una forma derivada.
Por ejemplo, es posible encontrar entradas que aparentemente representan un
derivado morfológico, como un diminutivo o un colectivo, pero no podemos decir
contundentemente que sea así, dada la ausencia de la hipotética forma primitiva.
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descontando los derivados, tanto morfológicos como semánticos. De


ellos, 689 corresponden a nombres de plantas; 335 son nombres de
animales; y 338 corresponden a diversas esferas semánticas, tales como
vestido, alimentación, vivienda, enseres domésticos, diversiones. Sin
embargo, esta cantidad se reduce en la práctica a 284 elementos,
tomando en cuenta que en ellos se hallan incorporados una serie de
africanismos y otras voces de distinta procedencia (hispanismos,
lusismos y algunas de origen árabe, por ejemplo, así demostrado por
distintos autores), así como un grupo pequeño, pero no despreciable, de
voces que el mismo Alvarado consideraba inusuales, bien por tratarse de
voces completamente desconocidas por el usuario medio y sólo
empleadas en las crónicas y en la literatura regional, o de usos
correspondientes a aspectos de la vida del siglo XIX, pero obsolescentes
ya en los albores del XX.

Sobre este conjunto de voces registradas por Alvarado, se practicó


una encuesta a una muestra de hablantes venezolanos procedentes de
distintas zonas del país. Para el efecto, se descartaron aquellas formas
que aparecen registradas en el diccionario de la Real Academia
Española3, consideradas ya patrimonio general de la lengua. No
obstante, se tomó en cuenta la inclusión de las siguientes palabras con
las siguientes acepciones: batata, con el sentido de ‘pantorrilla’;
caimán, ‘hueso del pecho de la res’; caribe, ‘hombre tramposo’;
carite, ‘cadáver de niño’; cocuyo, ‘luz de posición de los vehículos’;
chamaco, ‘vasija’; guaricha, ‘mujer de rasgos aindiados’; guaro,
‘pene’; guate, en el sentido de ‘heces’ o en el de ‘individuo procedente
de Colombia’; morocho, ‘hermano gemelo’ y piache, ‘sacerdote
indígena’, toda vez que estas acepciones no aparecen certificadas en el
diccionario académico.

De esta manera, el cuestionario estuvo constituido por 180 formas.


De cada una de ellas se indagó: 1) su conocimiento por parte del
informante; 2) su uso efectivo en determinado contexto o situación; 3)
el o los significado(s) que, en caso de ser conocida la voz, le adjudicara
el hablante. El cuestionario fue aplicado a un mínimo de dos personas
por entidad federal, excepción hecha de los estados Amazonas y Delta
Amacuro, donde sólo fue posible encuestar un individuo en cada caso.
Los requisitos para la selección de los hablantes fueron: a) ser mayor de
25 años, b) nativo de la entidad federal en cuestión; c) haber vivido toda
su infancia y adolescencia en la entidad de origen; d) residir en la
entidad para el momento de la encuesta. No se tomó en cuenta ni la
escala social ni el nivel cultural alcanzado por los individuos, por
considerar estos datos irrelevantes para los objetivos propuestos. En
todo caso se procuró reunir un número equilibrado de hombres y
mujeres. Las edades de los individuos variaron entre los 25 y los 80.
3
De acuerdo con la fecha en que fue elaborado el cuestionario, se empleó la vigésimo
primera edición del diccionario académico, publicado en 1992.
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Los resultados de la encuesta revelaron que sólo 86 voces de la lista


eran efectivamente conocidas por los hablantes encuestados. Pero si se
agrupan éstas por campos semánticos, es posible encontrar que el área
dominante es la correspondiente a “enseres domésticos”, con 12 voces
(aripo; camasa; chirgua ~chirigua; guaral, imbaque, sore, tatuco,
tature, taturo, topia, toporo, ture), a las que podríamos sumar las
correspondientes al campo de la cestería, para un total de 21 lexemas
(adorote; agaje; bureche; camaya; catumare; guapa; guayare;
mapire; marusa), toda vez que son voces usadas para designar
distintos tipos de canastos empleados en la vida cotidiana para uso
doméstico. Después de éste, los campos semánticos que mayor cantidad
de indigenismos acusan son: “la alimentación”, con 16 voces (acupe,
cachiri; catebía ~ catibía; chinchurria; fororo; guasacaca; jaujao;
masato; mote ~ mute; naiboa; nepe; pira; pitraque; sorupo;
tequeño; yaraque; yucuta); y “el cuerpo humano” con 10 formas
(chola; bachaco; batata; guate; maruto; morocho; poporo;
saporreto; temiga; topia).

Los datos presentados son en verdad interesantes. Según el enfoque


que hace Ramírez estos datos pueden constituirse en indicadores de lo
que fue la participación del indígena venezolano durante la vida colonial,
particularmente en lo que tiene que ver con gastronomía y la
denominación de los útiles empleados en la casa. Recordemos que la
sociedad criolla con frecuencia se valía de la servidumbre indígena para
el desarrollo de las actividades domésticas, asociados a la cocina, la
preservación de los alimentos y el cuidado de los niños, lo cual explicaría
la incorporación de las voces mencionadas para denominar aspectos del
cuerpo humano. Esta hipótesis se vería reforzada toda vez que otros
campos semánticos de menor cuantía que permiten igualmente agrupar
estas voces: “caza y pesca”, “enfermedades del cuerpo humano”;
“familia” y “vivienda”.

b. Afronegrismos.

La presencia del negro en América está íntimamente relacionada con


el tráfico de esclavos. No hay región de América que no estuviera
afectada por este comercio, y aun cuando los negros esclavos procedían
de distintas regiones de África, traían unos patrones culturales tan
fuertes que les permitieron transplantar parte de sus costumbres al
Nuevo Mundo (Ramírez, 251). Esta influencia se deja sentir, y aun
persiste hoy día, en la música, en las formas de bailar, en la celebración
del carnaval, en la preparación de las comidas, en la expresión religiosa
y en el léxico del español de América. Algunos de los ejemplos del léxico
afroamericano que señala Ramírez son: bemba; bololó (en Vzla.
bululú); cachimba ~ cachimbo; camdonbe; chévere; chimbo;
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cumbancha; guarapo, Mambrú; Mandinga; marimba; ñame;


zombi.

c. Galicismos.

Según Ramírez (254), “La historia de los galicismos en español se


remonta a los peregrinos del camino de Santiago en la Edad Media y al
uso de expresiones galas por parte de los trovadores y en la poesía
provenzal”. La incorporación de voces galas en el español de América,
sin embargo, corresponde a las últimas décadas del siglo XVIII y
comienzos del XIX y, para Ramírez, se asocian con “los valores
relacionados con una forma de vida lujosa” (255) propios de los
aristócratas americanos. (Ojo: ¿Sería posible vincular, además, la
época con los acuerdos y tratados habidos entre la corona
francesa y la española como forma de negociación para dirimir
las diferencias políticas?).

Según Ramírez, son galicismos que circulan desde la época colonial:


amarrar; botín; bucanero; flete; forja; gaceta. A ellos se suman
arandela; banquete; bastón; bermellón; boutique; bufé; burdel;
danzar; galán galante; higiene; jardín; lisonja; paje y reproche.

“No obstante, el campo semántico que más llama la atención en


relación con préstamos y calcos galos es el relacionado con las ideas
libertarias llegadas en informaciones sobre la Revolución Francesa, que
pronto se asociaron con la posibilidad de una futura autonomía política
de las Américas; así se ponen de moda palabras como asamblea,
báscula, burocracia, civilización, fraternidad, igualdad, jaula,
jornal, libertad, y también expresiones relacionadas con la actividad
propiamente militar, que recordaban las hazañas de Napoleón:
brigadier, cadete, casaca, corbeta, heraldo, sargento.” (Ramírez,
255).

“La presencia de palabras como asamblea, civilización,


fraternidad, igualdad, libertad se dio porque la Revolución Francesa
había irrigado en América esas ideas, con lo cual esas palabras
seguramente sonaban en América como un abierto desafío a la
institucionalidad.” (Ramírez, 255).

Chequear qué pasa con la incorporación de galicismos en la


Venezuela guzmancista. Ramírez relaciona la introducción de
galicismos en México, por ejemplo, con la llegada al poder de
Maximiliano I y Carlota (1864-1867). “Su preponderenancia
política facilitó la promoción de la educación afrancesada, la
aparición de editores en esa lengua y el comercio de libros en
francés. Estos hechos relacionados con la cultura francesa son
importantes, por cuanto, al caer el emperador, serán las clases
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cultas, educadas al estilo francés, las que más se opondrán a la


instauración del gobierno de Benito Juárez y más tarde sirven de
apoyo a don Porfirio Díaz.” (Ramírez, 256).

d. Lusismos.

Si bien Ramírez no llama la atención sobre el período histórico que


permite la incorporación de estas voces, las agrupa por campos
semánticos y encuentra “expresiones relacionadas con el mar y los
viajes” (258). Tomando en consideración la actividad marinera de los
portugueses durante los siglos XVI y XVII, y dada la presencia de
algunos ejemplos asociados a los llamados marinerismos del español de
América, que no son otra cosa que las voces que aprendieron en los
barcos los primeros colonos, atribuimos la incorporación de estas voces
al período colonial. Los ejemplos de Ramírez: almeja, caneca, canela,
caramelo, chamuscar, chubasco, empeña, faca, finta, íngrimo,
macaco, portugués, sarao, sobrero y vigía.

e. Italianismos.

Ramírez asocia la incorporación de italianismos en el español


americano con la inmigración italiana, particularmente la habida entre
1870 y 1950, aunque la mayoría de ellos se concentraron en el territorio
Argentino.

Precisar al respecto alguna información sobre la 2da. Guerra


mundial y la inmigración europea en América.

Una de las principales fuentes de difusión de estos italianismos,


según Ramírez, es el lunfardo, que según él, es una derivación del
cocoliche.

“El léxico italiano incorporado por el español americano puede


agruparse, de conformidad con la región italiana de donde proceda, así:
toscano, del norte de Italia y de origen meridional. En el primer grupo se
encuentran, por ejemplo, altoparlante, ambiente, antipasto,
canelones, chao, coso, fregar, mafia, macarrones, ricota y
salame. Al segundo grupo pertenecen, por ejemplo, bacán, cana y
balandra. Al tercer grupo pertenecen entre otros, aspamento,
laburar, laburo y pizza. Otros italianismos son aguantar, bayeta,
bazofia, bergantín, bufa, cabriola, carnaval, casaca, charlar,
charlatán, chaveta, chusma, corbata, malandrín, pasquín, etc.”
(Ramírez, 261). Destaca el autor el número de voces pertenecientes al
campo de la alimentación y con la vida urbana de principios del siglo XX.
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Ángel Rosenblat (1989: 250) dedica su atención, en un breve


artículo, al problema de los italianismos en el español de Venezuela, y
siguiendo esta relación entre el uso de las palabras y los aspectos
culturales que entrañan, destaca “-más que dos palabras-, dos
instituciones venezolanas que tienen origen italiano: La primera, la
piñata; y la segunda, las llamadas bolas criollas.” Rosenblat documenta
la incorporación de la piñata en italiano pignatta) en las fiestas callejeras
en Caracas desde 1887 cuando, fiel al referente original, estaba
constituida por una ola de barro que se llenaba de caramelos y confites.
Actualmente, la piñata ha derivado en una obra artesanal hecha con
cartón y adornada con papeles de colores, que puede representar
cualquier figura al gusto del consumidor, desde un barco o una pelota,
hasta un personaje cinematográfico o una botella de cerveza. Decir
“piñata” es decir, por antonomasia, “fiesta infantil”, aunque también hay
fiestas de adultos que incluyen el juego de la piñata. A una mujer
embarazada se le pregunta: “¿para cuando es la piñata?”, haciendo
alusión al momento del parto. Otros usos figurados son: “llevar más
golpes que una piñata”, para indicar que una persona puede padecer
cualquier clase de sufrimientos; o “gozar más que muchacho en piñata”
que, contrariamente a la frase anterior, pretende ilustrar el disfrute o
placer que produce determinado acto o evento.

En cuanto al juego de bolas criollas, Rosenblat lo documenta desde


1779 como el juego de las “bochas” (del italiano bocce); y de la
terminología del juego trasciende al habla cotidiana: bochar, pegar un
boche, o pelar un boche, y bochazo, haciendo referencia siempre a la
oportunidad que no se puede desaprovechar. Otros italianismos
destacados por Rosenbat, además de los asociados a la gastronomía,
citados arriba por Ramírez, son nono y nona, muy usado en los Andes
por abuelo y abuela; la mezzanina, para hablar del piso intermedio
entre la planta baja y el primer piso de los edificios, eco le cuá, muy
oído en Venezuela como expresión de afirmación; tuti li munti y
tutilimundache para indicar todo un colectivo; niente, ocasionalmente
utilizado en lugar de nada; a los cuales habría que añadir otros, como
chao y chaíto, generalizado entre nosotros como expresión de
despedida.

f. Anglicismos.

Para Ramírez, la introducción de anglicismos en el español americano


tiene dos momentos distintos: i) vinculado en el liberalismo del siglo
XIX, y ii) vinculado con el desarrollo de los medios de comunicación
después de la segunda mitad del siglo XX.

El primer momento corresponde a la época post-independentista.


“Las nuevas democracias se encontraban con una nueva realidad: por
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una parte, la lengua de España estaba vinculada con lo pasado que se


quería dejar en el olvido, y por otra parte, la evidencia histórica del
desarrollo mostraba que éste estaba del lado de (…) Los británicos (…)
Producto de este primer oleaje inglés son expresiones como bar, bistec,
bolardo, boxear, caqui, cheque, chequear, clóset, cóctel o coctel,
comité, cuáquero, drenar, esnob, jungla, líder, pedigrí, revolver y
rifle, entre otros.” (262)

“… ya bien entrado el siglo XX, la preponderancia inglesa fue


sustituida por el poder norteamericano, que seducía, con su industria,
sus bienes de consumo y sus posibilidades de recreación … Es entonces
cuando llegan a nosotros expresiones ligadas al campo semántico de los
deportes, como aeróbic o aerobic, básquetbol [o basquetbol], bate,
catamarán, driblar, fútbol o futbol, pénalti o penalti, tenis,
voleibol, yoquey o yoqui; también llegan expresiones ligadas con el
mundo de la técnica y de los adelantos científicos, como aerobús,
bafle, bíper, champú, chompa, clip, coton, dandi, escáner, láser,
mandril, nilon, radar, télex, software; o con nuevas manifestaciones
culturales como cómics, filmes, gangster, etc.

3. El lugar de la metáfora en los procesos creativos del hablante


americano.

En este punto, Hugo Ramírez selecciona una MUESTRA LEXICOSEMÁNTICA


(265-276), para lo cual se vale del esquema teórico propuesto por
Charles Kany (ver nota 1) con el objeto de presentar “algunas de las
estrategias que permiten aprehender y entender el léxico
hispanoamericano” (Ramírez, 265-266). Sin embargo, para Ramírez, el
esquema de Kany puede reducirse a dos grandes rubros: i) distintas
modalidades de la metáfora; y ii) otros recursos de creatividad
lingüística. A continuación, el esquema del que se vale Ramírez:

3.1. Metáfora.
3.1.1. Metáforas basadas en similitud de apariencia.
3.1.1.1. Metáforas que indican similitud de color.
3.1.1.2. Metáforas que indican similitud de forma.
3.1.2. Metáforas basadas en similitud de calidad, actividad o
función.
3.1.2.1. Nombres de animales.
3.1.2.2. Nombres de plantas.
3.1.2.3. Nombres de personas.
3.1.2.4. Nombres de cosas.
3.1.2.5. Nombres de acciones.
3.1.2.6. Gentilicios.
3.1.2.7. Nombres propios.
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3.1.3. Metáforas basadas en similitud de efecto perceptivo o


emotivo.
3.1.3.1. Sinestesia.
3.1.3.2. De lo material a lo inmaterial.
3.1.3.3. Palabras injuriosas como expresión de cariño.
3.1.3.4. Palabras para dirigirse a los niños.
3.2. Otros recursos semánticos.
3.2.1. Sustituciones.
3.2.2. Nominación.
3.2.3. Analogía combinativa (sic).
3.2.3.1. Prefijos
3.2.3.2. Sufijos
3.2.4. Analogía correlativa.
3.2.4.1. Significados contrarios.
3.2.4.2. Préstamos semánticos.
3.2.5. Permutaciones.
3.2.5.1. La materia por el objeto.
3.2.5.2. El receptáculo por el contenido.
3.2.5.3. La parte por el todo.
3.2.5.4. El símbolo por lo simbolizado.
3.2.5.5. El instrumento por el producto.
3.2.5.6. Nombre procedente de una circunstancia.
3.2.5.7. La acción por el producto o resultado.
3.2.5.8. La acción por el instrumento o medio de acción.
3.2.5.9. La acción por el agente.
3.2.5.10. La acción por el lugar de la acción.
3.2.5.11. La acción por el tiempo de la acción-
3.2.5.12. La cualidad por la persona o cosa que la posee.
3.2.5.13. Nombres de personas por productos.
3.2.5.14. Nombres de lugares por personas o productos.
3.2.6. Abreviación.
3.2.6.1. Cortes.
3.2.6.2. Supresión.
3.2.6.3. Nombres propios.

A continuación, el desarrollo del esquema planteado arriba.

3.1. Metáforas.

Ramírez la define como la más difundida de las figuras de dicción,


muy presente en el habla coloquial aun cuando el hablante no tiene
conciencia de su uso. Para Kany (Ramírez, 266), las metáforas son
“figuras retóricas en las que el nombre de un objeto (o acción) se aplica
a otro para sugerir semejanza entre ellos, a la vez que advierte [aclara
Ramírez] que su uso se funda, por una parte, en la aspiración a afectar,
en lo cognoscitivo, lo emotivo o lo estético, al oyente.” Esta definición se
corresponde con el tratamiento que tradicionalmente se le ha dado en la
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literatura y en la teoría lingüística general a la metáfora, en el entendido


de que una palabra convencional es usada para expresar una noción
diferente mediante una comparación o asociación de ideas, sin que
aparezca en el enunciado ningún elemento que revele la comparación,
como en este niño es un ángel o el joven ardía de rabia. Para Dubois et
alii (1979: s/v): “La metáfora desempeña un gran papel en la creación
léxica; muchos sentidos figurados no son sino metáforas desgastadas.”

Esta noción de la metáfora parte del supuesto de que las palabras


tienen un significado estable, por lo menos en una sincronía. Sin
embargo, reclama Ramón Trujillo (1994:73), “una cosa es el significado
o significados, en su caso, de cada palabra, y otra eso que bajo la forma
de acepciones o de usos figurados aparece en los diccionarios como los
«significados» de la palabras.” De acuerdo con ello, no es posible “hablar
lingüísticamente de significados en oposición a usos metafóricos,
desviados o figurados, porque esa división no es real, sino el resultado
de la forma de concebir el diccionario como un inventario de las
definiciones de las cosas que solemos designar con palabras” (Trujillo
1994: 79), y es que el diccionario, había dicho Trujillo (1994: 75)
anteriormente, sólo “describe o define realizaciones, por lo general
colectivas, de los significados”, pero no los significados propiamente
dichos.

Según la teoría cognitiva, “toda forma (léxica, morfológica o


sintáctica) está asociada a algún significado, que, a su vez, adopta la
condición de estructura conceptual, más o menos compleja, más o
menos abstracta. En la mayoría de los casos, además, se reconoce la
dimensión representacional básica de muchos signos lingüísticos, lo cual
permite otorgar a los recursos lingüísticos un valor simbólico
especialmente fácil de asimilar, de aprehender y de integrar con otras
formas de representación (Castañeda 2004).

Para aclarar mejor estas ideas, Castañeda cita a Langacker4, para


quien “los significados de los signos deben concebirse como redes
conceptuales en las que se establecen dos tipos de conexiones entre
unos nódulos y otros.” (Castañeda, 2004). De esta manera, sigue
Castañeda, se establecen relaciones de hiperonimia e hiponimia “entre
un concepto específico y otro más general y abstracto cuyas
especificaciones son cumplidas exhaustivamente en el concepto
específico. Esta es la relación existente entre el concepto de árbol y los
conceptos de cerezo, olivo, roble, castaño, etc. (…) Ahora bien, en una
red también se da otro tipo de relación de categorización a la que
Langacker (Ibid.) llama de extensión de uso: con este otro tipo un
determinado concepto es usado para categorizar otro concepto que no
4
Langacker, R. W. (1987): Foundations of Cognitive Grammar. Volume I: Theoretical
Prerequisites. Stanford University Press. Stanford.
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cumple todas las especificaciones relevantes del primero. Ese sería el


caso, por ejemplo, si usamos el concepto de árbol para categorizar el de
palmera. Muchos de los rasgos que sirven para definir la categoría
prototípica de árbol no se reconocen en el caso de la palmera (hojas,
ramas, forma, etc.). Sin embargo, hay suficientes aspectos compartidos
por la palmera y otras especies en las que reconocemos ejemplares
típicos de árbol como para sancionar esa categorización. Pues bien, a
partir de este nuevo vínculo, puede generarse, en la medida en que el
uso reiterado de la categorización así lo motive, un nuevo concepto de
árbol, más abstracto que el anterior (árbol’) y que surja a partir de la
constatación de los rasgos compartidos por el concepto previamente
establecido de árbol y el de palmera. A este nuevo concepto más
abstracto Langacker lo llama esquema, y mantiene una relación de
elaboración con los conceptos de árbol y de palmera.” Este sistema de
relaciones es representado por Castañeda mediante la figura 1 (las
flechas de trazo continuo representan relaciones de elaboración o
esquemáticas y las flechas de trazo discontinuo representan relaciones
de extensión).

Figura 1

Destaca Castañeda varios aspectos fundamentales: “en primer lugar,


se establece un nivel de abstracción fundamental o básico [el destacado
es mío] que tiene carácter central y cuya relevancia cognitiva (su nivel
de accesibilidad y activación) es mayor que los otros. Ese es el nivel que
corresponde en el ejemplo al concepto prototípico de árbol. En segundo
lugar, los valores más esquemáticos (como el de árbol’) se generan
desde los más específicos mediante cancelación de diferencias y
reconocimiento de aspectos comunes. Surgen, por tanto, del uso
reiterado de los más concretos y de su vinculación recurrente en
experiencias particulares, por lo que no deben presuponerse
necesariamente. En tercer lugar, la visión que surge de esta concepción
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Lexicografía

de las categorías lingüísticas es la de redes complejas con una


organización dinámica pero coherente en las que se reconocen niveles
de abstracción distintos que pueden ser accesibles en distinta medida y
en distintas circunstancias.”

De esta manera, el significado de las palabras queda


indisolublemente asociado a su forma lingüística, idea que no es
novedosa, sino que remite a la concepción sasussureana del signo:
significante  significado. “La lingüística cognitiva”, añaden Cuenca &
Hilferty (1999:185) “propone una equivalencia directa entre el
significado y la conceptualizacion”, al mismo tiempo que aclaran que, “el
significado no se puede entender si se considera descontextualizado”.
Esta afirmación es ampliada más adelante cuando afirman: “el
significado no se puede analizar a partir de rasgos “objetivos” aislados,
de condiciones veritativas, sino que se entiende siempre en relación a un
modelo cognitivo (o un dominio cognitivo, en terminología de Langacker)
y se caracteriza respecto a estructuras de conocimiento.”

“Los dominios cognitivos son representaciones mentales de cómo


se organiza el mundo y pueden incluir un amplio abanico de
informaciones, desde los hechos más indiscutibles y comprobados
empíricamente hasta los errores más flagrantes, las imaginaciones más
peregrinas o las supersticiones” (Cuenca & Hilferty 1999:70). “Los
dominios cognitivos son ámbitos coherentes de conocimiento que llevan
a cabo una función de marco para conceptos más específicos” (Cuenca &
Hilferty 1999:72). Estos dominios cognitivos recuerdan a la noción ya
expresada por Pottier (1976:107) como dominios de la experiencia
en términos de una vasta zona temática ligada a la experiencia de grupo
que asegura la isotopía semántica de un texto.

Así, el término papel se emitirá y comprenderá con semas diferentes,


según entre en dominios tales como:

//POLICÍA//: sus papeles


//PRENSA//: papel para la edición de mañana
//COMERCIO//: papel de embalaje
//TEATRO//: un papel en esa obra

Pottier (1976:107)

Estas serían, en términos de Ramón Trujillo (cf. supra)


anteriormente, sólo “realizaciones colectivas del significado”, es decir,
diferentes actualizaciones del significado de la forma lingüística papel,
asociadas a distintos dominios de la experiencia (o dominios cognitivos,
en términos de Langacker), que es lo que registra el diccionario para
efectos de la definición en términos de acepciones o usos figurados.
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Lexicografía

Lo interesante del modelo cognitivo es que no establece una


diferenciación entre significado literal y sentido figurado “(donde se
incluyen las expresiones idiomáticas, las metáforas y metonimias y las
extensiones semánticas como la polisemia)” (Cuenca & Hilferty
1999:186). Lo que tradicionalmente se reconoce como significado literal
y sentido figurado en verdad corresponden a distintos usos lingüísticos
asociados a distintos dominios cognitivos correspondientes a un mismo
sistema conceptual. Sin embargo, es posible dar cuenta de expresiones
metafóricas como parte de un proceso de conocimiento que revela una
concepción del mundo, toda vez que conceptos prototípicos5
correspondientes a un dominio X son empleados en expresiones
correspondientes a un dominio Y o Z para resaltar un valor particular en
términos de asociaciones. Como en los ejemplos:

Juan es una mula de trabajo.


Este niño es un avión.
Esa mujer es una cuaima.

Siguiendo el esquema de Kany, Ramírez ilustra cada uno de los


grupos establecidos tal como se indica a continuación (en negro los
ejemplos de Ramírez, en rojo, los ejemplos que añado para el
español de Venezuela).

3.1.1. Metáforas basadas en similitud de apariencia.


3.1.1.1. Metáforas que indican similitud de color.

camarón  rojo (se puso como un camarón); canela  muchacha de


origen mulato (una muchacha color canela). (En Venezuela: carbón 
negro: se puso como un carbón,  ‘estar muy bronceado’).

3.1.1.2. Metáforas que indican similitud de forma.

canguro  en Colombia, es un cinturón monedero (en Venezuela,


koala); iguana  mexicanismo con el cual se alude a una persona muy
delgada (en Venezuela, palillo); morrocoyo  gordiflón, feo y deforme
(en Venezuela, se usa tanque con el mismo sentido, aplicado a hombres
y mujeres, y caucho se llama a la gordura que sobresale alrededor de la
cintura); poroto  frijolito, se aplica a personas insignificantes (en
Vzla., el Presidente Chávez empleó la palabra frijolito para descalificar
del mismo modo a sus adversarios políticos); esqueleto  esquema
general de un trabajo (en Vzla. se emplea, el sentido de esquema se
hace extensivo a sustantivos con el rasgo [+concreto] para hacer
referencia al chasis de un vehículo, por ejemplo, o a la estructura de un
edificio. En este orden de ideas, una expresión muy usual entre los
jóvenes de esta era en Vzla. es cabilla  duro, pero aplicado a
5
Incorporar aquí una nota aclaratoria sobre los prototipos.
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sustantivos con el rasgo [-concreto]: salsa (o música) cabilla; una


materia o asignatura cabilla).

3.1.2. Metáforas basadas en similitud de calidad, actividad o


función.
3.1.2.1. Nombres de animales.

águila (avispa)  persona astuta y tramposa (con este sentido, se usa


también en Vzla.: caribe; serpiente o cascabel; pájaro bravo ~
pájara brava, aplicado a mujeres, todas usadas con el sentido de
persona astuta y tramposa; avispa se reserva para indicar a una
persona muy lista, especialmente a los niños; también se les dice avión,
y estar mosca, mosquear o ser avispado/a es estar pendiente –
avíspate (o come avispa) que cigarrón atora, es un refrán que todavía
se oye; loba (zorra, perra)  mujer díscola o coqueta (en Vzla. las
formas preferiblemente empleadas son, precisamente, zorra y perra,
aunque el segundo es más peyorativo que el primero; y una tigra o una
tigresa es la mujer que tiene éxito en amores. Otros nombres de
animales aplicados a personas: sapo/a  chismoso/a; cuaima 
mujer celosa; esposa o consorte; bacalao  persona que poco aporta).

3.1.2.2. Nombres de plantas.

Asociados con alguna cualidad humana, por ejemplo: ají  enojo (en
Vzla. se dice, se puso como un chirel, para indicar que una persona
está muy enojada); papa  tontería (en Vzla. se dice paja, gamelote,
con el mismo sentido, y papa frita es voz que se usó por un tiempo
para referirse a una persona tonta; y así como ésta hay otras voces
asociadas a la alimentación, como manjar para una cosa apetecible;
lomito, para referirse a la mejor parte de un negocio; pellejo es una
mujer poco atractiva; cuero es la concubina o concubino; chicharrón el
cabello crespo, también reducido a la forma chicha; ensalada,
ensalada rusa, arroz con mango y menjurje, hacen alusión a una
cosa enredada, sobre todo en el plano de las ideas; cocotero y/o
palma de coco  hombre alto o mujer muy alta.

3.1.2.3. Nombres de personas.

Ejemplos de Ramírez: abuelita  cuna; bobo  reloj; bufoso


(proviene de bufón)  revólver o arma de fuego (no entiendo la relación
ni encuentro ejems. para Vzla.)
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3.1.2.4. Nombres de cosas.

campana  cómplice de un delincuente, cuya función es avisar sobre


los peligros próximos (en Vzla. se dice campanear); fósforo  persona
fácilmente irritable (en Vzla. se oye particularmente en la forma del
diminutivo fosforito, aplicado a hombres y mujeres); vomitivo 
pelmazo (también en Vzla. Otros ejemplos: lavativa  cualquier cosa;
echar lavativa es sinónimo de echar vainas; lastre, peso muerto 
aplicado a personas, quiere decir que se trata de una carga con respecto
a uno o un tercero).

3.1.2.5. Nombres de acciones.

Se asocian verbos por la semejanza de las acciones que designan:


aterrizar  poner la mente en el contexto en que se está usando el
cuerpo; caer  llegar o entrar a un lugar; (en Vzla. es, además,
pretender el hombre a una mujer); evaporarse  marcharse o
desaparecer (en Vzla. es más frecuente esfumarse); fregar 
molestar, incomodar a otros; mandar  lanzar; torear  desafiar a un
adversario (en Vzla. es usada con el sentido de saber lidiar con una
situación adversa). Otros ejemplos: monitorear  controlar una
situación; caminar  se dice de una situación que se desarrolla sin
contratiempos; dar play  dar inicio a una acción; ir a gatas  acción
que se desarrolla muy lentamente).

3.1.2.6. Gentilicios.

Según Kany (Ramírez, 268), los gentilicios así usados designan una
cualidad atribuida a los nativos que alude, errónea o acertadamente.
Añade Ramírez que dicha atribución “puede justificarse históricamente
por rivalidades o … diferencias” (269), por ejem: chilena  prostituta
(no se usa en Vzla., pero recordamos aquí la chilena usada en el futbol,
que es una jugada en específico); paquete chileno  estafa que
consiste en hacer que unos papeles amontonados tengan la apariencia
de billetes (en Vzla. se oye, además, con el sentido de ‘estafa’ en
general); regalo griego  regalo que resulta engañoso a quien lo
recibe (¿caen en este mismo grupo las expresiones venezolanas
hacerse el sueco  hacerse el loco o el tonto; parecer gallego;
parecer gocho  hacer alguna tontería; parecer veguero  lucir
como ignorante? –gocho es voz usada en Vzla. en lugar de andino, y
veguero, es conocida en el estado Apure para designar al campesino
rustico-).
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3.1.2.7. Nombres propios.

Son nombres que suelen aplicarse a personas para expresar una


cualidad o función, ejems de Ramírez (269) Caifás  relacionado con la
crueldad; Gardel  hombre elegante; Malinche  muchacha indígena
o persona que traiciona a su patria (estos usos no los conocemos en
Vzla., pero sí se oye expresiones como “se me salió el Herodes”, para
querer expresar el rechazo hacia un grupo de niños; o “parecer un
Jordan”, que hace alusión a un modo de vestir que evoca al
basquetbolista Michael Jordan).

3.1.3. Metáforas basadas en similitud de efecto perceptivo o


emotivo.
3.1.3.1. Sinestesia.

En esta categoría, prima la transferencia de una esfera a otra en el


plano de lo sensorial: violín  mal aliento (en Vzla. se usa para
designar el mal olor de sudor. Otros ejemplos posibles: pescao 
vagina, donde se hace una asociación por el olor, muy usada en el
oriente venezolano)

3.1.3.2. De lo material a lo inmaterial.

En esta categoría, el cambio puede ser de lo físico a lo moral, ejem


de Ramírez: cepillar  adular (en Vzla.: jalar); saco de papas 
persona lenta (Otros ejemplos: lastre  persona que resulta una carga,
citado arriba; gancho  atractivo.).

3.1.3.3. Palabras injuriosas como expresión de cariño.

Ramírez señala acertadamente esta categoría como fuertemente


emotiva y ligada a aspectos socioculturales y, me permito añadir,
diafásicos. “La expresión negativa hace más intensa la manifestación de
cariño, como sucede con el vocabulario soez en contextos de estrecha
camaradería, casos en los cuales el escucha no atiende al contenido
intelectual de la expresión sino al contenido afectivo. Un buen ejemplo
son las expresiones usadas por jóvenes al saludar a amigos en unas
variaciones del tipo diastratía vulgar y diafasía coloquial descuidada”
(Ramírez, 270). En Vzla. el apelativo de este tipo más frecuentemente
usado entre jóvenes es güevón, con el hipocorístico won, usado entre
varones, y la variante güevona, para ser usada entre las mujeres;
marico y marica, en este contexto, pierde toda connotación de
homosexualidad; y así encontramos que, lo que otrora era considerado
un insulto muy grave, como coño de madre, se ha convertido en una
fórmula de tratamiento empleada entre amigos. Otras menos insolentes
Clase diplomado 28-29/09/2007 18
Lexicografía

son bicho y bichito, muy usadas por hombres jóvenes y no tan


jóvenes. Con razón señala Ramírez (278) éste como un campo de
mucha riqueza léxica y de poca atención por parte de la investigación,
quizás por mojigatería o por el efecto mismo que ejerce el tabú
lingüístico que pesa sobre estas expresiones.

3.1.3.4. Palabras para dirigirse a los niños.

Asociadas a la categoría anterior se encuentran algunas palabras


usadas para aludir a los niños, como bribón, enano, loco, loquito,
pícaro (cagaleches, en Vzla); aunque hay otras que no entran en el
paradigma del insulto, como chiquito, barrigón (en Vzla. tripón),
chamaco (en Vzla. chamo, aunque esta voz es también usada como
apelativo, independiente de la edad del receptor); gordo/a (también
usado en Vzla. como apelativo, particularmente entre mujeres y entre
hombres homosexuales, independientemente de la apariencia física del
receptor; así como flaco/flaca).

3.2. Otros recursos semánticos.


3.2.1. Sustituciones.

Esta categoría agrupa expresiones que aluden a referentes que con el


tiempo han cambiado en distintos aspectos formales, pero cuya función
sigue siendo la misma, p.e.: embarcarse = entrar en el barco para
viajar  subir a cualquier vehículo para viajar; godo = uno de los
primitivos invasores que fundaron las monarquías medievales 
defensor de las ideas conservadoras o miembro del partido que las
promueve; invierno = temporada de nieve y frío  temporada de
lluvias; turco = vendedor procedente de Turquía dedicado al comercio
ambulante  comerciante que vende a crédito, independientemente de
su origen; verano = temporada de calor  época de sequía, por
oposición a la época lluviosa.

3.2.2. Nominación.

Se entiende por nominación “el uso intencionado de una palabra,


antigua o nueva, para determinado referente, antiguo o nuevo, al cual
se le aplicaba anteriormente [No entiendo esta definición]. Los cambios
se dan aquí por innovaciones lingüísticas” (Ramírez, 271). P. e.: brazo 
ala, aleta; cabello  cepillo, escoba (¿vale decir pelambre, usado en
Vzla?); cabeza  azotea, coco, melón; dientes  mazorca; ojos 
faroles (en Vzla. paraparas. Otros ejemplos del esp. de Vzla: mamas
 melones, naranjas, cocos; nalgas  cola, pompas, trasero; pene
 yuca; gordura que se acumula en la cintura  cauchos; pie grande
 chapaleta; lesbiana  cachapera). Las nominaciones pueden ser
compuestas, dice Ramírez, como en los siguientes casos: cagatintas 
escritor; chupatomates  adulador (en Vzla. jalabolas, o
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chupamedias, préstamo dialectal procedente del cono sur). También


pueden crearse denominaciones para designar con apodos a grupos
sociales, dice Ramírez, p. e. gringo (yanqui)  norteamericano;
paisano  genérico para personas procedentes de una región
determinada (en Vzla. se usa como genérico para indicar que una
persona procede de la misma región del interlocutor. Otros ejemplos:
musiú  extranjero, en general; hijoerdiablo  procedente de la Isla
de Margarita; gocho  andino; veguero  campesino, en Apure).

3.2.3.Analogía combinativa (sic).

Se trata de creaciones léxicas por afijación. Por ejemplo:

3.2.3.1. Prefijos
3.2.3.2. Sufijos.

Destacan, entre otros:

i) El sufijo –ada que, según Ramírez (273), sirve para expresar con
mayor viveza la acción del verbo con el que se combina. (los
ejemplos son míos, basados en el único ejemplo que aporta
Ramírez): Almorzar  almorzada; reposar  reposada; enamorar
 enamorada) (Efectivamente, el uso de los ejemplos anteriores
correspondería a enunciados del tipo: Una buena: almorzada,
reposada – p. e. me eché una resosa(d)ita; la canción Caballo
Viejo es producto de una enamorada que se echó Simón).

ii) El sufijo –aje, para formar sustantivos colectivos: gauchaje,


perraje.

iii) El sufijo –al, para indicar gran cantidad: tabacal, gamelotal,


mandilatal.

iv) El sufijo –ancia, para indicar conjunto de personas militantes 


militancia.

v) El sufijo –azo, que denota golpe: puño  puñazo, puñetazo. Pero


nosotros tenemos poliedrazo, madrugonazo, bazarazo, que más
que golpe denota una acción que implica gran impacto.

vi) El sufijo –dero, que denota el lugar de una acción: dormir 


dormidero; botar  botadero; comer  comedero; tirar 
tiradero.

vii) El sufijo –dura, que expresa el resultado de una acción: cortar 


cortadura.
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Lexicografía

viii) El sufijo –ear, sirve para construir nuevos verbos (muy productivo
en Venezuela).

ix) El sufijo –ería, que indica un establecimiento o lugar donde se


produce algo: leche  lechería; bicicleta  bicicletería. .

x) El sufijo –on, aumentativo y despectivo: faltar  faltón (con el


sentido de traidor); plantar  plantón.

xi) El sufijo –oso, posesión de una característica: orgullo  orgulloso.

xii) El sufijo –udo, expresa una cualidad de modo exagerada: berrinche


 berrinchudo; coto  cotudo; pepa  pepudo.

xiii) El sufijo –ura, forma sustantivos abstractos: lejos  lejura; llano


 llanura; feo  feúra; belleza  bellezura.

3.2.4.Analogía correlativa.

Agrupa palabras que están íntimamente asociadas (días de la


semana, numerales, etc.), bien sea por semejanza formal, como la que
da origen a los préstamos semánticos, o por oposición. Por ejem.

3.2.4.1. Significados contrarios.

¡me canso!  hacer algo infatigablemente; piropo (en Vzla. flor) 


insulto; flecha veloz  muy lento.

3.2.4.2. Préstamos semánticos.

chance  oportunidad; colapso  caída (en Vzla, quiere decir


irremediable: hospitales colapsados; tráfico colapsado; vivienda
colapsada) casual  informal.

3.2.5. Permutaciones.

En virtud de que en el aspecto de un referente pueden intervenir


diversos elementos, es posible que, en algunas evocaciones, prevalezca
uno sobre otro. De esta manera, es posible señalar las siguientes
permutaciones:

3.2.5.1. La materia por el objeto.

franela  camiseta; tabaco  cigarrillo.

3.2.5.2. El receptáculo por el contenido.


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litro  botella (un litro de leche); kilo  paquete.

3.2.5.3. La parte por el todo.

cacho  hombre o animal con cuernos (¡cacho en la manga!); ojitos 


irónicamente, usado para alguien con ojos saltones.

3.2.5.4. El símbolo por lo simbolizado.

agalla (agalludo)  codicioso; huevón  estúpido; oreja  curioso


(en Vzla. se oyó por un buen tiempo, tener una Camatagua, que hacía
alusión a una de las primeras antenas satelitales)

3.2.5.5. El instrumento por el producto.

candela  lumbre; fierro  marca (en Vzla. se dice hierro, o jierro,


para aludir a la marca que lleva el ganado indicando la propiedad).

3.2.5.6. Nombre procedente de una circunstancia concomitante.

Ejemplos de Ramírez: charro  pintoresco; tocayo  amigo; turco


 árabe.

3.2.5.7. La acción por el producto o resultado.

apuro  urgencia; baleo  tiroteo; cobrar  reclamar el pago.

3.2.5.8. La acción por el instrumento o medio de acción.

bombo  baile; trago  bebida; vista  ojo; rumba  fiesta; joropo


 baile.

3.2.5.9. La acción por el agente.

adivina  adivinador.

3.2.5.10. La acción por el lugar de la acción.

doctrina  capilla; encierro  refugio; negocio  tienda.

3.2.5.11. La acción por el tiempo de la acción.

invierno  período de lluvia; verano  período de sequía.

3.2.5.12. La cualidad por la persona o cosa que la posee.


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Lexicografía

feúra  mujer o cosa con la cualidad de feo; preciosura  mujer o


cosa con la cualidad de preciosa; sabrosura  sabroso.

3.2.5.13. Nombres de personas por productos.

bolívar  moneda venezolana; Winchester  rifle; smith and


weston  pistola, revolver.

3.2.5.14. Nombres de lugares por personas o productos.

pilsen  cerveza producida inicialmente sólo en esa ciudad; pisco 


licor producido en esa ciudad.

3.2.6. Abreviación.

Proceso que consiste en reducir las palabras, como una forma de


eufemismo o para enfatizar los aspectos emotivos de la expresión.
Destaca Ramírez los siguientes tipos:

3.2.6.1. Cortes.

Se pierde la sílaba final (apócope): bachi  bachiller; capi 


capitán; compa  compadre, compañero. Se pierde la sílaba inicial
(aféresis): chacho muchacho; mano  hermano; ñor  señor. Si se
recorta una sílaba en el medio se llama síncopa: estadinense 
estadounidense; pisón  pisotón. (otros cortes muy usados en Vzla.
con fines eufemísticos: prosti  prostituta; homo  homosexual;
trasvesti  trasvistista)

3.2.6.2. Supresión.
3.2.6.3. Nombres propios.

Las reducciones que afectan a los nombres propios suelen estar


sujetas a las necesidades afectivas de los hablantes de acuerdo con los
tres tipos establecidos en el apartado anterior (apócope, aféresis y
síncopa). Así: Berto  Humberto; Cata  Catalina; Magda 
Magdalena; Nico  Nicolás; Pati  Patricia.

Faltan casos como: lexicalización de marcas comerciales: en Vzla, polar,


regional, corona  cerveza; yoka  yogurt; smirnoff  bebida dulce
a base de vodka)

Ha sido la intención de Ramírez destacar una serie de factores que


intervienen en las incorporaciones léxicas o en los cambios de significados en
el contexto de una sociedad en permanente cambio; y así lo queremos
destacar nosotros.
Clase diplomado 28-29/09/2007 23
Lexicografía

Otras referencias bibliográficas:

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Cognitiva. Pautas para la elaboración de una gramática pedagógica de
español / LE. Revista RedELE. Número cero. Versión PDF. Consultada en línea
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