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Clase diplomado 03-04/08

Lexicografía

El pensamiento lingüístico en Venezuela y su espacio histórico,


con especial atención al desarrollo de la lexicografía y sus
principales autores.

Zaida Pérez González

La preocupación por el desarrollo del español en América surge desde la


llegada misma del conquistador al Nuevo Mundo. A partir de entonces se inicia
una tradición que se extiende a todo lo largo de los siglos XVI y XVII y tiene
momentos estelares en el s. XVIII con Andrés Bello, en el XIX con Baldomero
Rivodó, y en el XX con Lisandro Alvarado y Ángel Rosenblat. Destacan estos
nombres por la impronta que fijan en un cambio de conciencia cuando
introducen una perspectiva distinta en la investigación lingüística y filológica, a
través de una propuesta fundamentada en nuevos criterios apegados a la más
innovadora concepción científica de su tiempo, superando, en cada caso, la
visión purista dominante en la mayoría de los autores (recopiladores y
analistas) que van llenando el espacio bibliográfico desde las postrimerías del
siglo XVI.

Para entender la evolución del pensamiento lingüístico y filológico en


Venezuela, y particularmente de la lexicografía, Edgar Colmenares del Valle
(1995) establece la siguiente periodización:

 1ra época. De los precursores. Se extiende desde el s. XVI


hasta el XVII.

 2da época. De los independentistas. Para la cual fija el


período 1819-1847.

 3ra época. De los puristas. Corresponde al período 1848-1880.

 4ta época. De los codificadores del venezolanismo. Desde


1881 a 1929.

 5ta época. De los estabilizadores. Desde 1930 a 1983.

 6ta época. De los reformistas. Desde 1983 hasta la actualidad.

Toda periodización histórica es elaborada bajo criterios arbitrarios, de


acuerdo con las consideraciones particulares de quien la establece. Para la
periodización que ahora tratamos, Colmenares del Valle ha tomado como
punto de referencia la publicación de ciertas obras consideradas como hitos del
saber filológico, donde los aspectos teóricos que sustentan la praxis del
quehacer científico son fundamentales.
El pensamiento lingüístico en Venezuela y su espacio histórico 2
Zaida Pérez González

La 1ra época, por ejemplo, abarca desde la recopilación curiosa de los


primeros cronistas hasta la elaboración más compleja de gramáticas y
diccionarios por parte de los misioneros comprometidos con la causa
evangelizadora. Colmenares no fija en este período ninguna obra referencial,
pero podría destacarse en el mismo las obras de los frailes Joseph Gumilla
(1668-1750) y Felipe Salvador Gilij (1721-1789).

Joseph Gumilla, sacerdote jesuita, embarcó con destino al Orinoco, junto


con otros misioneros de la misma orden, para el año 1743. El Padre Gumilla
resultó un investigador acucioso de las ciencias naturales, de la medicina
indígena y de las lenguas de los pobladores de los llanos que hoy conforman
las naciones de Venezuela y Colombia. Dominaba a lengua betoy, hoy extinta,
y conocía con profundidad el caribe y la lengua otomaca, también
desaparecida. Su obra fue recopilada por la Academia Nacional de la Historia y
publicada en 1970 bajo el título de Escritos varios. Sin embargo, sus
anotaciones de campo, recogidas en títulos como El Orinoco ilustrado y
defendido, publicado en 1741, sirvieron de referencia para científicos
interesados en los aspectos naturales y etnográficos de la zona intertropical,
como Alejandro de Humboldt. Investigó especialmente la fauna y flora del
Orinoco, y los datos por él aportados son posteriormente usados, con fines
lexicográficos, por Lisandro Alvarado (1921 y 1929).

Junto con el Padre Gumilla venía también el Padre Gilij, quien trabajó
principalmente entre las etnias tamanaco y maipure, hoy extintas, y legó para
la historia una obra fundamental, el Saggio di storia americana, publicada por
primera vez en 1782 y traducida al español por Antonio Tovar como Ensayo de
historia americana, publicada por la Academia Nacional de la Historia en 1965.
El Saggio es reconocido por María Eugenia Villalón (1993) como la obra que
establece las bases fundacionales para la clasificación lingüística orinoquense y
de América del Sur. Además de la importancia documental de este trabajo, el
jesuita incorpora en el orden teórico taxonómico el descubrimiento de los
troncos lingüísticos caribe y arahuaco como los principales filos que agrupan
una cantidad significativa de las lenguas suramericanas. De hecho, Francisco
Javier Pérez (1988) toma como fecha referencial para su Historia de la
lingüística en Venezuela el año de 1782, correspondiente a la publicación de la
obra de Gilij por considerar ésta un hito fundamental en el desarrollo y
evolución del pensamiento lingüístico nacional y podría añadirse, americano.
Efectivamente, la obra de Gilij es pionera en la utilización de métodos
comparativos para la catalogación y clasificación de las lenguas indígenas;
todos los trabajos realizados al respecto son posteriores a la publicación del
Saggio y siguen los planteamientos del jesuita. Afirma por otra parte F. J.
Pérez (1988:136) que “la obra del Padre Gilij, asienta, y ésta es su
contribución, las directrices fundamentales de la lingüística indígena posterior:
el estudio de las afinidades lingüísticas como un reflejo de las afinidades
étnicas.
El pensamiento lingüístico en Venezuela y su espacio histórico 3
Zaida Pérez González

La 2da época abre con la publicación de la Farmacopea militar, de Juan


Nieto Samaniego, en 1819, editado en Caracas por la imprenta de Don Juan
Gutiérrez Díaz. A pesar de no ser ésta una obra de carácter lexicográfico,
Colmenares la destaca pues en ella se recoge una serie de voces y
designaciones populares de enfermedades y plantas con fines curativos.
Selecciona esta obra como apertura del segundo período por tratarse de un
importante testimonio de uso de un conjunto significativo de voces.
Igualmente destaca en este período el trabajo de Manuel José Ribas,
identificado como M. J. R., y titulado Espíritu de los estatutos y reglamentos
del orden francmasónico y Diccionario de todos los términos y expresiones que
están en uso para los trabajos de las logias (publicado en 1823, en Cumaná),
por tratarse de un trabajo propiamente lexicográfico, tal como su título lo
indica, y fija la fecha de cierre con la publicación en 1847 de la Gramática
castellana para uso de los americanos, de Andrés Bello. No puede ser de otra
manera, pues el prologo que Bello escribe a su gramática irrumpe en el
escenario lingüístico venezolano, rico en la praxis, pero pobre en desarrollos
epistemológicos y teóricos, como un cuerpo doctrinario donde se establece la
diferenciación del español de América a partir del reconocimiento de cada una
de sus variedades internas. De hecho, el mismo título de la gramática lleva
implícito el reconocimiento de la diferenciación. “No tengo la pretensión de
escribir para los castellanos. Mis lecciones se dirigen a mis hermanos, los
habitantes de Hispano-América”1, revela Bello en el prólogo, declarando ya,
expresamente, la diferenciación sugerida en el título.

Una lectura detenida de este prólogo no deja de ser interesante, por


múltiples razones. Considerando la fecha republicación, Bello se anticipa casi
un siglo al pensamiento saussureano cuando pide reconocer el habla de un
pueblo como “un sistema artificial de signos” 2, distinto de otros sistemas
lingüísticos. Cada sistema en particular debe ser estudiado en sí mismo. “¿Se
trata, por ejemplo, de la conjugación del verbo castellano? Es preciso
enumerar las formas que toma, y los significados y usos de cada forma, como
si no hubiese en el mundo otra lengua que la castellana; posición forzada
respecto del niño, a quien se exponen las reglas de la sola lengua que está a
su alcance, la lengua nativa.”3. De esta manera, Bello fija una posición
inmanentista frente al estudio de la lengua, que años más tarde será atribuida
a Ferdinand de Saussure; y en la imagen del niño que aprende la lengua
materna parece anticiparse a los postulados chomskyanos. “Acepto las
prácticas como la lengua las presenta (…); sin otras explicaciones que las que
se reducen a ilustrar el uso por el uso” 4. La importancia del uso como criterio
de análisis, efectivamente, es ampliamente desarrollada por el estructuralismo
post-saussureano.

1
Tomo las citas de la edición que en las Obras completas de Andrés Bello, hiciera La Casa de
Bello en 1985, Tomo IV. Ver bibliografía.
2
Op. Cit., p. 6.
3
Op. Cit., p. 7.
4
Op. Cit., p. 9.
El pensamiento lingüístico en Venezuela y su espacio histórico 4
Zaida Pérez González

En ocasiones, Bello ha sido tachado de purista. Esta apreciación se


justificaría cuando declara “importante la conservación de la lengua de
nuestros padres en su posible pureza, como un medio providencial de
comunicación y un vínculo de fraternidad entre las varias naciones de origen
español derramadas sobre los dos continentes.” 5 Anteriormente advertía que
“En las notas al pie de las páginas llamo la atención a ciertas prácticas viciosas
del habla popular de los americanos, para que se conozcan y eviten” 6, pero no
se crea que es un “purismo supersticioso”, aclara. “El adelantamiento
prodigioso de todas las ciencias y las artes, la difusión de la cultura intelectual
y las revoluciones políticas, piden cada día nuevos signos para expresar ideas
nuevas, y la introducción de vocablos flamantes, tomados de las lenguas
antiguas y extranjeras, ha dejado ya de ofendernos, cuando no es
manifiestamente innecesaria, o cuando no descubre la afectación y mal gusto
de los que piensan engalanar así lo que escriben. 7” Lo que Bello quiere
expresar es que, como académico intelectual, le corresponde destacar como
prestigiosos los giros y estructuras ampliamente aceptados por los hablantes y
señalar, de igual manera, aquéllos considerados de poco prestigio. Estas
nociones serán ampliamente discutidas en el siglo XX a la luz de la
sociolingüística y la dialectología, cuando serán desarrolladas los conceptos de
norma lingüística y lengua estándar.

No se crea que recomendando la conservación del castellano sea mi ánimo


tachar de vicioso y espurio todo lo que es peculiar de los americanos. Hay
locuciones castizas que en la Península pasan hoy por anticuadas y que subsisten
tradicionalmente en Hispano-América. ¿Por qué proscribirlas? Si según la práctica
general de los americanos es más analógica la conjugación de algún verbo, ¿por
qué razón hemos de preferir la que caprichosamente haya prevalecido en Castilla?
Si de raíces castellanas hemos formado vocablos nuevos, según los procederes
ordinarios de derivación que el castellano reconoce, y de que se ha servido y se
sirve continuamente para aumentar su caudal, ¿qué motivos hay para que nos
avergoncemos de usarlos? Chile y Venezuela tienen tanto derecho como Aragón y
Andalucía para que se toleren sus accidentales divergencias, cuando las patrocina
la costumbre uniforme y auténtica de la gente educada8.

En este párrafo se hace alusión a tres problemas que permitirán a la futura


dialectología hispánica desarrollar interesantes discusiones teóricas, tales son:
i) el supuesto arcaísmo del español americano; ii) el análisis contrastivo del
español de América frente al español peninsular; y iii) el concepto de
americanismo no por su origen, sino por la creación de neologismos. Estos
planteamientos bellistas, si bien pasan un poco inadvertidos durante la 3ra
época, serán ampliamente reivindicados en el 4to período a la luz del
pensamiento positivista, y se constituirán en el soporte teórico metodológico
de la investigación lingüística para el 5to y 6to períodos, al amparo de la
moderna ciencia del lenguaje.

5
Op. Cit., p. 12.
6
Op. Cit., p. 11.
7
Op. Cit., p. 12.
8
Op. Cit., p. 12-13.
El pensamiento lingüístico en Venezuela y su espacio histórico 5
Zaida Pérez González

La 3ra época abre en 1848 para dar continuidad a la línea cronológica


fijada en el período anterior, pero el hito referencial que en ella se destaca es
la publicación en 1850 del proyecto del Diccionario matriz de la lengua
castellana, de Rafael María Baralt (1810-1960), seguido de su Diccionario de
galicismos, publicado en 1855. El Diccionario matriz fue concebido como un
diccionario etimológico, histórico y comparativo; en palabras de Baralt, la obra
debía “(…) escribir las matrices ó étimos con los caracteres alfabéticos de las
lenguas de que proceden; seguir paso a paso la filiación o transformaciones
sucesivas de esas raíces en las lenguas que las adoptaron, (…); descomponer
analíticamente todos los vocablos, dando la etimología y la definición de cada
una de sus partes integrantes; ordenar las definiciones de las voces conforme
a un plan histórico, empezando invariablemente por las acepciones primitivas;
comprobar los orígenes por medio del examen comparativo de las más
antiguas formas de los vocablos derivados; (…) y, (…) seguir (…), (…) en
cuanto lo permitan los materiales que poseemos, la historia de las voces
indicando la época de su introducción, la manera cómo ésta se ha hecho, la
extensión y duración de su uso y el estado actual de sus acepciones y
estructuras” (citado por F. J. Pérez 1988:85). Desde luego, un plan tan
ambicioso sólo podía ser llevado a cabo por un equipo de trabajo que Baralt
jamás logró conformar. De esta manera, el Diccionario matriz sólo quedó en
prospecto; sin embargo, Baralt alcanzó a completar la letra A del mencionado
diccionario, y en 1855 publica el Diccionario de galicismos, o sea de las voces,
locuciones y frases de la lengua francesa que se han introducido en la lengua
castellana moderna, con el juicio crítico de las que deben adoptarse, y la
equivalencia castiza de las que no se hallan en este caso, proyecto en el que,
evidentemente, venía trabajando desde hace tiempo.

El Diccionario de galicismos ha sido con frecuencia desprestigiado


calificándolo de excesivamente purista; también se le ha criticado por la
diversidad de criterios con los que trabajó su autor, que incorporó, además de
los galicismos anunciados, cualquier locución o giro sintáctico no castellano por
él conocido. Sin embargo, el diccionario de Baralt es reconocido aun en el siglo
XX como una obra de consulta (Menéndez Pidal, 1977) más que como el
testimonio de una época dominada por la influencia francesa que dejara la
Ilustración. El diccionario de Baralt, como la gramática de Andrés Bello,
destaca porque trasciende las fronteras nacionales para constituirse en una
obra de referencia en el mundo hispanohablante. José María Baralt, por otra
parte, tiene el mérito de ser el primer venezolano en ser nombrado miembro
de número de la Real Academia Española, el 15 de septiembre de 1853.

Otros autores que incluye la 3ra época son Cecilio Acosta (1818-1881),
Arístides Rojas (1826-1894) y Adolfo Ernst (1832-1899) La obra lingüística de
Cecilio Acosta es reseñada por F. J. Pérez (1988: 97-100). En 1869 es,
nombrado individuo de número de la Real Academia Española para la cual
escribe, en 1874, Observaciones al Diccionario que someto humildemente a la
Academia Española y, en 1876, Observaciones que pueden servir la para la
nueva edición del Diccionario Vulgar y de Autoridades. Arístides Rojas, por su
El pensamiento lingüístico en Venezuela y su espacio histórico 6
Zaida Pérez González

parte, estaba más interesado en el conocimiento científico de los pueblos


indígenas y de ahí su Diccionario de vocablos indígenas de uso frecuente en
Venezuela, publicado en 1882. El nombre de Adolfo Ernst, científico
naturalista, no deja de ser interesante, pues a él se le atribuye la introducción
del pensamiento positivista en Venezuela y tenía entre sus discípulos a
Lisandro Alvarado, de quien hablaremos más adelante. Este período no deja de
ser interesante pues, aun cuando domina un prejuicio purista en la actividad
lexicográfica, tal vez por la misma razón, se impone el contraste interdialectal
como metodología de trabajo para la determinación y reconocimiento de los
usos propios del español venezolano, lo cual permite el acopio de un material
léxico significativo que se constituirá, en un futuro, en fuente de estudio para
el análisis científico de la expresión lingüística nacional. Colmenares fija la
fecha de cierre de este período en 1880 sin ninguna obra descollante, sólo para
dar paso al hito histórico que delimita la 4ta época, que abre en 1881 con la
recopilación de voces americanas que hiciera José Martí (1853-1895).

Martí dejó sin publicar un cuaderno escrito donde que había consignado
y comentado un total de 160 voces por él consideradas de exclusivo uso
americano. Martí tenía como objetivos: i) hacer una compilación de voces
“nacidas en América” y empleadas para denotar cosas propias del mundo
americano; y ii) señalar las palabras tradicionalmente castellanas, o de otro
origen, conocidas en España pero usadas en América con acepciones
diferentes. Este trabajo es divulgado por Ángel Rosenblat (1979) en un artículo
titulado “Los venezolanismos de Martí”, publicado por primera vez en el No. 96
de la Revista Nacional de Cultura, en 1953. Encuentra Rosenblat que, de 160
americanismos reunidos por Martí, 40 son voces venezolanas y de 18 voces
registradas como colombianas, 9 son también usadas en Venezuela. Al
respecto, es preciso recordar que José Martí residió en Caracas durante 7
meses del año 1881. Sin duda, el trabajo de Martí, aunque breve e inconcluso,
constituye una aproximación al registro lexicográfico donde resalta una toma
de conciencia del léxico americano en dos sus aspectos esenciales: el origen y
el uso. Es de hacer notar que, a la luz de la moderna dialectología, estos son
los criterios que pone de relieve José Pedro Rona (1969) para la concepción del
americanismo.

Entre los autores más importantes de la 4ta época está, sin duda,
Baldomero Rivodó, con el Diccionario consultor o memorias del escribiente,
obra publicada en 1888, y Voces vivas de la lengua castellana, de 1889. A
Rivodó atribuye Colmenares (1995:18) “la codificación de las bases
metodológicas con que a partir de entonces se planteó la investigación
dedicada al estudio del léxico de uso venezolano” (buscar más datos en el
trabajo de Colmenares, “La codificación del venezolanismo”). Efectivamente,
Rivodó es usado como referencia por Lisandro Alvarado (chequear), quien
cierra este período con la publicación en 1929 del Glosario del bajo español de
Venezuela.
El pensamiento lingüístico en Venezuela y su espacio histórico 7
Zaida Pérez González

Ya en 1909 Alvarado llamaba la atención en torno a las características


del español de Venezuela, para lo cual hacía una descripción bastante
detallada, identificando rasgos de pronunciación con una sistematicidad que se
corresponde con los planteamientos de la ciencia fonética. Para 1920, Alvarado
publicó en la revista Cultura venezolana (año III, No. 17: 151-158) un trabajo
denominado “Glosarios del bajo español en Venezuela. Indicaciones de un libro
inédito”. Lamentablemente, Alvarado es víctima en 1927 de un accidente
cerebro vascular que lo inhabilitaría intelectualmente hasta su muerte,
acaecida en 1929, por lo que el mencionado glosario no llegó a ser concluido.
El año de su muerte, la revista Cultura venezolana (año XII, No. 96: 333-341)
le rinde homenaje publicando nuevamente el artículo, que luego será incluido
como introducción a la edición póstuma del Glosario del bajo español en
Venezuela, publicada para el mismo 1929. Sin embargo, Alvarado logró
publicar, en 1921, el Glosario de voces indígenas de Venezuela como parte de
un proyecto que incluía, sin duda, la obra anunciada. En este trabajo, es visible
la influencia de Adolfo Ernst en las descripciones de corte científico naturalista
de las acepciones correspondientes a los nombres de plantas y animales. El
propósito de Alvarado, según lo expresó en Glosario de voces indígenas, era el
de "catalogar y definir las [voces] recogidas (…) con el doble objeto, y ello
cuando fuere posible, de establecer su antigüedad y abolengo y de señalar su
uso apropiado en el país" (Alvarado 1921[1953:3). En otras palabras: i)
establecer una nómina léxica, ii) determinar el origen de las voces y iii)
registrar los significados según el uso. Este mismo propósito, evidentemente,
guió la redacción de cada una de las cédulas que constituyen el Glosario del
bajo español de Venezuela.

Ambos trabajos, el Glosario de voces indígenas y el Glosario del bajo


español, destacan por el empleo de una rigurosa metodología de trabajo que
anuncia lo que ha de ser el paradigma de la investigación científica que domina
el siglo XX. Para la elaboración de sus glosarios, Alvarado procedió según los
siguientes pasos: a) investigación de campo y recolección in situ del material
recopilado; b) confrontación de las voces recopiladas en las fuentes literarias
de su época; c) redacción de las cédulas lexicográficas según un patrón
uniforme y sistemático que comprende dos tipos: las correspondientes a los
nombres de plantas y animales, por una parte, y las correspondientes al léxico
general, por la otra. También incluyó Alvarado algunos topónimos, aunque por
su escaso número es posible pensar que no era su intención incluirlos de igual
modo en los glosarios, tal vez por considerar que este tipo de voces merece un
tratamiento diferente al que normalmente se da a una definición lexicográfica.

F. J. Pérez (1988:121) reconoce en el tratamiento de las voces


correspondientes al léxico de flora y fauna el siguiente patrón: “1) taxonomía;
2) descripción científica; 3) referencias bibliográficas científicas y literarias
(generalmente abreviadas; en muy pocas ocasiones incluye los contextos
bibliográficos); 4) sinónimos y formas usuales de denominación; 5) extensión
geográfica de la palabra”. Las voces correspondientes al léxico general son
tratadas de modo diferente: “1) significado (a veces se le antepone en
El pensamiento lingüístico en Venezuela y su espacio histórico 8
Zaida Pérez González

mayúsculas la frase en la que aparece la acepción); 2) contexto literario; 3)


especificaciones lexicales o gramaticales (no tienen una ubicación fija dentro
de la cédula [lexicográfica]); 4) referencias bibliográficas (las usa cuando no
incluye el contexto); 5) extensión geográfica” (F. J. Pérez 1988:121-122).

El método empleado por Alvarado acrisola todo un proceso de desarrollo


que abarca desde los primeras documentaciones históricas hasta las
discusiones puristas sobre lo que se debe o no considerar como vulgar en la
expresión del habla culta venezolana, y así lo revelan las fuentes consultadas y
citadas en los glosarios. Pero su trabajo resulta doblemente interesante pues,
en ningún caso, califica un uso de apropiado o inapropiado, sino que se limita a
registrar las voces documentadas dando por sentado, en cada caso, su sentido
de propiedad, configurando así la verdadera identidad lingüística de Venezuela
y precisando, toda vez que le es posible, la restricción o expansión geográfica
del uso en cuestión. De esta manera, Alvarado no sólo lega a la historia la más
importante recopilación léxica del habla venezolana, sino que, además, sienta
las bases para la futura investigación dialectal.

La 5ta época abre en 1930 tras la publicación de la obra póstuma de


Alvarado y se extiende hasta 1983, cuando aparece el primer tomo del
Diccionario de venezolanismos (en adelante DIVE). Coincide este período con
el desarrollo pleno de la lingüística como ciencia, tanto en Europa como en
Estados Unidos, y de la filología española, fuertemente influenciada por el
estructuralismo europeo. La efervescencia científica europea llega a expandirse
hasta la América hispanohablante, donde llegan personalidades como Amado
Alonso, formado en el Centro de Estudios Históricos de Madrid, y Ramón
Menéndez Pidal, quien se refugia en Cuba como exiliado de la Guerra Civil
española. Amado Alonso llega a América en 1927 y hasta 1946 residió en
Buenos Aires, donde dirigió el Instituto de Filología de la Universidad de
Buenos Aires. En este Instituto se formó Ángel Rosenblat con maestros como
el mismo Alonso y Pedro Henríquez Ureña. Rosenblat viaja a España y luego de
una pasantía de tres años Madrid, en el Centro de Estudios Históricos, fundado
por Ramón Menéndez Pidal, llega finalmente a Venezuela contratado por
Mariano Picón Salas para ejercer la docencia en el Instituto Pedagógico de
Caracas (para entonces IPC) y la Universidad Central de Venezuela (UCV),
donde funda el Instituto de Filología “Andrés Bello” (IFAB). Rosenblat echa
raíces en el territorio venezolano y aquí destaca como una de las figuras más
importantes en la investigación del español de Venezuela y de América, y es
bajo su dirección que se recoge el corpus que posteriormente va a constituir el
DIVE. Sin embargo, y considerando lo que ha sido el desarrollo de la teoría
lingüística en Estados Unidos y en algunos países de Hispanoamérica, como
Argentina, Colombia y México, el impacto de la ciencia en Venezuela no se
reflejó de la misma manera. Salvo la obra de Rosenblat 9, no se reconoce una
9
La obra esencial de Ángel Rosenblat está representada por los materiales recogidos en Buenas
y malas palabras, resultado de la publicación periódica de una columna en el diario venezolano
El Nacional, donde su autor sometía a la discusión pública el tratamiento filológico de una
palabra o forma lingüística. El título no solamente recoge esta serie de artículos breves, sino que
es complementada con un conjunto de artículos más largos, donde el autor desarrolla agudas
El pensamiento lingüístico en Venezuela y su espacio histórico 9
Zaida Pérez González

producción mayor hasta aproximadamente 1970, cuando comienzan a


aparecer artículos y trabajos en distintos congresos y simposios bajo la
influencia pedagógica de personalidades como Luís Quiroga Torrealba y María
Teresa Rojas, discípulos de Rosenblat, quienes, como otros, supieron difundir
el pensamiento científico entre sus alumnos de la Universidad Central y el
ahora Instituto Universitario Pedagógico de Caracas (IUPC).

La 6ta época corresponde al período posterior a la publicación del


primer tomo del DIVE y se extiende hasta nuestros días. Durante este período
se termina el mencionado diccionario y recoge sus frutos la labor docente
iniciada en el período anterior; la actividad docente iniciada por estos maestros
tiene su réplica en otras universidades e institutos pedagógicos del país y
llegan a conformarse importantes núcleos de investigación en la Universidad
del Zulia (LUZ); la Universidad de los Andes (ULA), la Universidad Católica
Andrés Bello (UCAB) y la Universidad de Oriente (UDO); así como el Instituto
Universitario Pedagógico de Maracay (IUPEMAR) y el Instituto Universitario
Pedagógico de Maturín. Actualmente, los institutos Pedagógicos son reunidos
bajo un ente rector conocido como la Universidad Pedagógica Experimental
Libertador (UPEL) y cuentan con un valioso centro editorial destinado a
difundir, entre otros textos, resultados de la investigación de los docentes y de
estudiantes avanzados. Es de hacer notar que las instituciones anteriormente
nombradas cuentan casi todas con publicaciones periódicas especializadas cuyo
objeto es la difusión e intercambio de ideas, tales como el Boletín de lingüística
y la revista Núcleo de la UCV, las revistas Omnia y Lingua Americana de la
LUZ; la revista Lengua y habla de la ULA y El Boletín Antropológico, editado
conjuntamente por la ULA y el Museo Arqueológico Pedro Rincón Gutiérrez de
Mérida; la revista Montalbán de a UCAB, la Revista Letras del IUPC (chequear
otras publicaciones). Muchas de estas instituciones cuentan además con
postgrados especializados en Lingüística, tales como la UCV, la LUZ, la ULA, el
IUPC y el Instituto Pedagógico de Maturín que, desde perspectivas diferentes,
se dedican al estudio del español hablado en Venezuela. En lexicografía es
preciso destacar los trabajos de María Arconada de Jouvenot e Yves Jouvenot
Maitre (1988), el Diccionario del habla actual de Venezuela de Rocío Núñez y
Francisco Javier Pérez (1994), los trabajos del mismo Edgar Colmenares del
Valle (1984a, 1984b, 1986, 1989a, 1991, 2000) y el Diplomado de Altos
Estudios en Lexicografía, fundado y dirigido por Edgar Colmenares del Valle, y
auspiciado conjuntamente por la UCAB y La Casa Nacional de las Letras Andrés
Bello. Este Diplomado; como los postgrados anteriormente citados, centra su
interés en estudio del español de Venezuela, pero dirigiendo su atención al
área léxica y, especialmente, al tratamiento metalexicográfico de las voces
estudiadas.

Referencias bibliográficas.

observaciones sobre las características del habla venezolana, y particularmente del léxico,
siempre en un estilo ameno sin apartarse, en ningún caso, de una concepción científica de la
lengua.
El pensamiento lingüístico en Venezuela y su espacio histórico 10
Zaida Pérez González

Alvarado, Lisandro. 1909a. Alteraciones fonéticas del español en Venezuela.


Primera redacción, en: Lisandro Alvarado. Obras Completas I. 1984. Caracas,
La Casa de Bello: 1251-1265.

Alvarado, Lisandro. 1909b. Alteraciones fonéticas del español en Venezuela.


Segunda redacción, en: Lisandro Alvarado. Obras Completas I. 1984. Caracas,
La Casa de Bello: 1267-1324.

Alvarado, Lisandro. 1921 1953. Glosario de voces indígenas de Venezuela.


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Alvarado, Lisandro. 1929 [1984] Glosarios del bajo español en Venezuela, en


Lisandro Alvarado. Obras Completas I. Caracas, La Casa de Bello: 481-1250.

Arconada de Jouvenot, María e Yves Jouvenot Maitre. 1988. Hacia un


diccionario de venezolanismos. Maracaibo. Universidad de Zulia. Facultad de
Humanidades y Educación.

Arellano, Francisco (S.J.). 1987. Una introducción a la Venezuela prehispánica.


Culturas de las naciones indígenas venezolanas. Caracas. Universidad Católica
Andrés Bello.

Bello, Andrés. 1847 1985. Gramática. Obras completas. Tomo Cuarto,


Caracas, La Casa de Bello. Edición digital disponible en:
http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html

Calcaño, Julio. [1896] 1949. El castellano en Venezuela. 2da. ed. Caracas.


Ministerio de Educación. Dirección de Cultura. Biblioteca Venezolana de
Cultura. Colección “Andrés Bello”.

Colmenares del Valle, Edgar. 1984a. Léxico del boxeo en Venezuela. (Una
proposición para describir el léxico especializado). Caracas. Universidad Central
de Venezuela. Facultad de Humanidades y Educación. Instituto de Filología
“Andrés Bello”. (Trabajo de ascenso, inédito).

Colmenares del Valle, Edgar. 1984b. Sobre la descripción del léxico del
deporte. Actas del VII Congreso de ALFAL. Santo Domingo. (Rep. Dominicana)
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Colmenares del Valle, Edgar. 1986. Los venezolanismos en el DRAE. Caracas.


Universidad Central de Venezuela. Facultad de Humanidades y Educación.
Comisión de Estudios para Graduados. (Trabajo de grado para optar al título
de Magíster en Letras, inédito).
El pensamiento lingüístico en Venezuela y su espacio histórico 11
Zaida Pérez González

Colmenares del Valle, Edgar, 1989a. La codificación del venezolanismo. En:


Páez Urdaneta, Iraset, Fernando Fernández y Luís Barrera Linares,
compiladores, 1989. Estudios lingüísticos y filológicos en homenaje a María
Teresa Rojas. Caracas. Departamento de Lengua y Literatura. Universidad
Simón Bolívar: 69-92.

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