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Walter B e n j a m í n

Desembalo m i biblioteca
El arte de coleccionar

Traducción y prólogo
de
Fernando Ortega

CENTELLAS
índice

Prólogo
Ninguna parre clt esta publicación
puede ser reproducida, almacenad;) o transmitida
en manera alguna ni por ningún medio,
Desembalo mi biblioteca.
ya sea electrónico, químico, mecánico,
óptico, de grabación o de fotocopia, -
El arte de coleccionar .
Sin permiso previo por escrito
dei editor Desembalo mi biblioteca. Discurso
La portada reprt)ducc i i n retrato de Walter B e n j a n i i n . sobre el arte de coleccionar . . . .
l.a contraportada, dos juguetes rusos
reproducidos en la p á g i n a 146 Para coleccionistas pobres
© 2012, de la presenre edición, Libros de enfermos mentales que
José J. de Olañeta, Editor se encuentran en mi colección .
Apartado 296 - 07080 Palma (España)

JSBN: 978-84-9716-784-0 Novelas de criadas del siglo pasado .


D e p ó s i t o Legal; P M - 3 8 8 - 2 0 1 2
Impreso en Limpergraf, S.L. - Barcelona Las cosas con las que nuestros
Printed in Spain
abuelos se rompían la cabeza . .
Panorámica sobre el libro infanti

Abecedarios de hace cien años . . .

La pirámide de luces,
antecesora del árbol de Navidad. . .

Juguetes rusos Prólogo

Filósofo, historiador, crítico de arte,


crítico literario y traductor, Walter Ben-
jamin fue una figura sobresaliente de ese
mundo, sin duda vertiginoso, probable-
mente caótico, pero también extremada-
mente vivo desde el punto de vista inte-
lectual, que fue la Europa del período
comprendido entre las dos guerras mun-
diales. En su obra se conjugan la teología,
a filosofía del lenguaje y el marxismo,
todo ello envuelto en un espíritu neorro-
mántico que el marxismo ortodoxo de su
tiempo no dejó de reprocharle. Pero por
t
t
I l.líNANDO ORIICA i'Roi.í)(;() II

encima de toda posible influenci,a, encon- sidente de la Freie Studentenschaft (Aso-


tramos en Benjamin a un espíritu indepen- ciación Libre de Estudiantes), en cuya re-
diente, atípico, cuya mirada acerbamente vista Der Anfang, con la que había empe-
crítica nos proporciona un vivo y esclarece- zado a colaborar cuatro años antes, escribe
dor testimonio sobre un momento decisi- ensayos a favor de im cambio educativo y
vo de nuestra historia más reciente. cultural de carácter radical. No obstante,
poco después, y debido a ciertos de-
sacuerdos ideológicos, se retira de las acti-
Su vida vidades del grupo renunciando igualmen-
te a so colaboración en Der Anfang.
Walter Benjamin nació en Berlín en En ese mismo año de 1914 comienza
1892 en el seno de una familia de origen a traducir las obras de Charles Baudelaire.
judío. Su padre fue primero banquero y Al año siguiente se trasladó a Munich,
después anticuario. Estudió en el Frie- donde contintió sus estudios y donde
drich Wilhelm Gymnasium de Berlín y conoció a Rainer Maria Rilke y a Ger-
en una escuela particular deTuringia. Tras shom Scholem, el estudioso del misticis-
terminar el bachillerato, Walter Benjamin mo judío, con quien mantuvo una estrecha
comenzó sus estudios de filosofía, germa- relación durante toda su vida, relación
nística e historia del arte en la universidad que será decisiva para ambos. Casado con
de Friburgo, pero tras un primer semestre Dora PoUack, la pareja pasa un tiempo en
volvió a Berlín, donde continuó los estu- Dachau y luego se trasladan a Suiza, don-
dios de filosofía. En 1914 fue elegido pre- de Walter se inscribe en la universidad de
12 F H R N A N n O OIÍTI-CA PRÓLOGO 13

Berna, y comienza a escribir su tesis doc- que presta a Walter, Dora y Stefan. Ger-
toral sobre la crítica de arte en la época shom Scholem, que es ya su mejor amigo,
romántica. Walter y Dora tuvieron un va a trasladarse a Palestina e intenta con-
lijo, Stefan Rafael, que nació en 1918. Al vencer a Walter Benjamin y su familia
año siguiente, Benjamin obtiene el docto- para que le acompañen, pero éstos no se
rado y prosigue sus traducciones de sienten inclinados a dejar Alemania.
Baudelaire. Por esa época conoce a Ernst Se traslada con Ernst Bloch a la isla de
Bloch, publica el ensayo Kritik der Gewalt Capri y conoce a la actriz Asja Lascis,
(Para una crítica de la violencia y otros ensa- comunista letona que le inicia en el mar-
yos) y pxcpzxdi el plan de una revista, Angelus xismo;' Lascis se convirtió en su amante y
Novus, que no llegó a ver la luz. Su situación llegó a tener una importante influencia
económica no es fácil y comienzan también intelectual en su vida. Hugo von Hoff-
las divergencias con su esposa; intenta con- mansthal le publica un ensayo sobre Las
seguir un puesto para enseñar en la univer- afinidades electivas de Goethe en la revista
sidad, pero no lo consigue. Nene Deutsche Beitrdge. Entre 1923 y
En 1923 conoce a Adorno y a Lukács, 1925 trabaja en su obra más amplia, El
cuya Teoría de la novela (1920) tendrá una origen del drama barroco alemán, que,
gran influencia sobre él, y publica Charles como análisis filosófica de una fQjmac-ul-
Baudelaire: Tableaux parisiens. La situa- tu£d¿istón^^ deteriDLiiiada, consti-
ción política hace difícil la vida de su tuye un ejemplo del método crítico de su
padre, que pasa por graves problemas autor, que no se limita a la especulación
financieros que comprometen la ayuda sobre los temas clásicos de la filosofía,
i'KOn H ; O 15
1-1 1-1 K N A N I K ) ORIl-CA

sino que más bien se aplica a las realida- Al año siguiente comienza a escribir el
dgs cujturalesrBénfámm lo presentará a la Libro de los pasajes, su gran obra sobre la
Universidad Goethe de Francfort como vida parisina del siglo XIX, que nunca
credencial para conseguir tui puesto llegó a terminar. Ese mismo año ve por
docente, pero el trabajo será rechazado y tiliima vez, en París, a Ciershom Scholem,
Benjamin se verá privado tma vez más de que de nuevo intenta convencerle, sin
enseñar en la universidad. éxito, para que se traslade con él a Pales-
En 1926 vive en París y en Monaco. tina. En 1928 se separa de su esposa, de la
Traduce el primer volumen de En busca que se divorcia dos años más tarde.
del tiempo perdido de Marcel Proust y Publica a continuación Calle de dirección
única y conoce a Bertolt Brecht por me-
colabora con dos periódicos alemanes.
diación de Asja Lacis, que colabora con e
Hace un breve viaje a Berlín, con ocasión
dramaturgo. Walter rompería su relación
de la muerte de su padre, y parte para
con Asja en 1930, el mismo año que mu-
Moscii donde se reencuentra con Asja
rió su madre.
Lacis, que está enferma en un sanatorio.
Vue ve luego a París y termina la traduc- De 1932 data su primera estancia en
ción del segundo volumen de la obra de Ibiza durante varios meses. La situación
Proust. Por esta época, la aproximación en Alemania es entonces complicada;
de Benjamin al marxismo es clara y el Adolf Hitler está a punto de tomar el
concepto marxista de alienación ocupará poder y Benjamin abandona definitiva-
desde entonces im lugar fundamental en mente su país. Ante la toma del poder por
su obra. el nacionalsocialismo en 1933, con la
I

16 ri'RNANDO ORTI-CA I'IÍÓI.OCO 17

consiguiente persecución de IQS judíos, se ma vez a Bertolt Brecht, que sigue refu-
trasladó a París, pero antes de hacerlo visi- giado en Dinamarca y a qtiien Benjamin
tó a Bertolt Brecht, que se había refugia- ha confiado momentáneamente la custo-
do en Svendborg (Dinamarca) y pasó unos dia de su biblioteca. Mientras tanto, el
meses en San Remo, donde vivía su ex es- régimen nazi ha desposeído a los jtidíos
posa Dora. de la nacionalidad alemana. Convertido
En esta época colabora con Max Hor- en apatrida, es internado por el Gobierno
kheimer y recibe ayuda económica del francés en el «campo de trabajadores vo-
Instituto de Investigación Social. En París untarios» de Vernuche, cerca de Nevers,
conoce a Hanna Arendt y Hermán Hesse. donde permaneció tres meses, siendo l i -
La revista del Instituto de Investigación berado gracias a la mediación de algunos
Social, Zeitschrift für Sozialforschung, le intelectuales franceses, amigos suyos. De
publica varios textos, entre ellos algunos nuevo en París, escribe sus Tesis sobre la fi-
de los más relevantes del autor y, en par- losofía de la historia.
ticular, el que llegará a ser probablemente El 13 de junio de 1940, un día antes
su texto más leído: La obra de arte en la de la entrada de los alemanes en París,
época de su reproductibilidad técnica. deja la capital y se dirige a Lourdes. De
En 1937 Benjamin trabaja en El París ahí se traslada a Marsella y finalmente, el
del Segundo Imperio en Baudelaire, y 25 de septiembre, llega a Port-Vendres,
conoce a Georges Bataille, a quien más junto a la frontera, con la intención de
tarde confiaría el manuscrito del Libro de pasar a España, camino de Portugal, desde
los pasajes. Al año siguiente visita por últi- donde proyecta volar a Estados Unidos
18 IKRNANIX) ORliXIA RRóixx;o 19

con un visado que le ha proporcionado opción que terminar. M i vida va a acabar


Max Horkheimer, En el pequeño pueblo en este pequeño pueblo de los Pirineos
de los Pirineos Orientales se encuentra donde nadie me conoce. Le ruego que
con Hans y Lisa Fittko, dos alemanes opo- transmita mis pensamientos a mi amigo
sitores al régimen nacionalsocialista que le Adorno y que le explique la situación a la
facilitarán el paso clandestino de la fron- cual me he visto conducido. No dispongo
tera. Junto con Henny Gurland —que será de tiempo suficiente para escribir todas
la futura esposa de Erich Fromm— y su las cartas que habría deseado escribir.»
lijo, que también escapan del nazismo, y Si bien la nueva reglamentación no
conducidos por Lisa, llegan tras diez llegaría nunca a ser aplicada, y sus compa-
horas de marcha a Portbou. Allí son inter- ñeros de fuga podrían seguir su camino,
ceptados por un grupo de paramilitares Walter Benjamin nunca llegó a enterarse
franquistas y las autoridades españolas de eso, pues se suicidó —oficialmente, a
advierten a los fugados de que unas nue- menos— el 26 de septiembre ingiriendo
vas directrices disponen la devolución a una dosis mortal de morfina.
Francia de todos los refugiados, incluidos Aunque su cadáver nunca fue encon-
los judíos. Ante lo que parece una depor- trado, un monumento funerario se le-
tación inminente que le llevaría a caer en vanta en su honor en el cementerio de
manos de la Gestapo, el 25 de septiembre Portbou. No obstante, su muerte no está
de 1940 Benjamin escribe en Portbou exenta de misterio y ntmca ha sido total-
una nota que deja a Henny Gurland: «En mente aclarada. De hecho, otras hipóte-
una situación sin salida, no tengo más sis han sido emitidas al respecto. David
IMíÓI.OtlO 21
20

Mauas, en su película documental ¿Quién Desembalo mi biblioteca


mató a Walter Benjamin^, presenta la tesis
de que habría sido asesinado por los fas- Los textos reunidos en este volumen
cistas españoles, mientras que Stephen fueron escritos antes de 1933, año en el
Schwartz, en un artículo publicado en que Benjamin abandonó definitivamente
julio de 2003 en The Observer, afirma Alemania. Tienen en común el girar
que habría muerto a manos de unos todos ellos en torno a la que fue su gran
agentes al servicio de Stalin. pasión: los libros. Cualquier amante de
Dos años después de su muerte, Max os_Jibros que se haya visto ^TlgaHaTen-
Horkheimer y Theodor W. Adorno edi- alguna* ocasión...a...hacer una^jjuids^Jja,
tarán un volumen titulado Walter Ben- conoce perfectamente.su, peso, no sólo
jamin zum Gedachtnis (En memoria de intelectual sino también físico, y las difi-
Walter Benjamin) en el que aparecen por cultades que una biblioteca ofrece a su
primera vez sus Tesis sobre la filosofía de la traslado. Es fácil imaginar, pues, los pro-
historia. En 1955 Theodor W. Ador- blemas que sus libros ocasionaron a
no y Gretel Adorno editan dos volúme- Benjamin, cuya vida fue un peregrinar
nes con una selección de sus textos, y en constante no sólo por Alemania sino por
1972 la editorial Suhrkamp publica la toda Europa: hasta 1933, numerosos des-
edición crítica de sus obras en seis vo- plazamientos por razones voluntarias,
lúmenes, Gesammelte Schrifien, que se fundamentalmente de estudio; a partir de
completará con un séptimo volumen en esa fecha, exilio forzoso por razones polí-
1989. ticas. Incluso «asentado» supuestamente
22 M.líNANIK) ORTI-CA i»Roi.(x;o 23

en París, una lista de domicilios,redactada transparencia a través dt^_la-J:¿iU-^¿4n^^


en 1938 para una solicitud de nacionali- trictamente persona£^2U£_sii^_2^
zación indica quince cambios de direc- m an t i en t^-can-1 os- v i ejos-vxilúm en es- t^a-rgo-
ción en cinco años. dp,sJG-historia,"qu'ele4>^aXLt£Q ^'1 acceso
Según indica en su correspondencia, a un tiempo susceptible de ser de algún
BenjaiTiin sintió por primera vez la nece-. modo j-cc_u£erado. Ésa reTIicToiTpefsóñal,
SÍda¿^¡nterior de poseer una biblioteca en y por tanto concreta con su biblioteca,
1916; a partir de ese momento las reía- relación que podría remitir más bien a
clones con sus libros son una apasionada una experiencia arcaica de la propiedad,
y accidentada historia de amor. El ensayo protege de la abstracción de la experien-
que da título a este volumen fue escrito cia colectiva, y por ende despersonalizan-
con ocasión del desembalaje en Berlín, te, representada por la biblioteca pública
en diciembre de 1931, de la biblioteca o el museo.
que había permanecido embalada desde " Incrementar la biblioteca cuando
agosto de 1929. Podemos entrever en apenas se dispone, como en el caso de
este texto cómo la relación de Benjamin Benjamin, de recursos económicos es
CQii sus_UhrQS-Juvo Tlrí^TgTnft'caHíx.^ todo un arte que requiere de inteligencia
fundo que va mucho más allá de la sim- y habilidad. En su ensayo «Para coleccio-
picxeladón b u r g u e s a , d ¿ ^ nistas pobres», se nos ofrecen unos intere-
mejor dicho, tiene poco que ver con ella. santes ejemplos de cómo arreglárselas en
Es, en realidad, toda una concepción de tan difíciles circunstancias, recurriendo a
tiempo lo que se nos sugiere como en modalidades de adquisición que se sitúan
24 I ' I ' R N A N O C ) OR'IT'XiA
PRói.cx;o 23

al margen de las formas convencionales tema. Benjamin poseía una colección de


de la economía de mercado. ibros infantiles que, por cierto, fue motivo
En Benjamin, la fascinación por los de querellas con su ex esposa, quien final-
«libros de locos», tema al que está dedica- mente se quedaría con la colección. Elfiló-\
do otro de los ensayos aquí contenidos, se sofo encuentra en esos antiguos textos in- j
remonta a 1918, durante sus estudios de fantiles el reflejo de otra manera distinta de \
doctorado en Berna, donde participó en leer, más ligada a la antigua tradición oral, |
un seminario sobre la teoría de las pulsio- que las técnicas pedagógicas modernas no k
nes de Freud, lo que le permitió descubrir siempre son capaces de entender. De los .•
las Memorias de un neurópata de Danie antiguos libros infaníi)es, reviviendo sin
Paul Schreber, punto de partida de una duda su propia-experiencia de niño, nos
pequeña pero relevante colección de contará en su «Crónica berlinesa»: «No se
«libros de enfermos mentales», cuya di- eían de principio a fin, sino quese habita-
mensión iconográfica parecía atraer de ba, se vivía entre sus líneas [...] El mundo
forma muy especial a Benjamin, proba- que se abría en el libro y el libro mismo no
blemente por sus posibilidades de facilitar podian ser separados de ningún modo y
el acceso a otros mundos imaginativos. constituían estrictamente una unidad.»
El libro para niños siempre interesó a Vemos reaparecer aquí esa valoración de la
Benjamin de una forma particular y dos de propia materialidad del libro, tan esencial
los trabajos aquí reunidos, «Panorámica desde la perspectiva del coleccioriIstaT
sobre el libro infantil» y «Abecedarios de Como historiador y crítico'de la cul-
hace cien años», van a ocuparse de este tura, Benjamin no sólo se preocupó de las
26 l - i : i í N A N l ) ( ) OK'II'.CA i»Rói.(x;o 27

manifestaciones de la «alta cultura», sino abecedarios— que tanto interesó a Ben-


también de toda una serie de expresiones jamin. El breve texto sobre la pirámide de
«inferiores» y frecuentemente desprecia- Navidad, describe someramente el efecto
das que tienen, sin embargo, la posibili- destructor de la economía de mercado
dad de acercarnos a lo que ha sido rea - sobre las tradiciones populares y la súbita
mente la vida de los seres humanos en transmutación de un símbolo en un obje-
una época determinada. Una de esas to de consumo destinado a satisfacer una
manifestaciones populares, de las que no necesidad tan básica como la de calentar-
se ocupa la historia oficial de la literatura, se en invierno; el texto revela, pues, con
son sin duda las «novelas de criadas»: clarida'd el peso del materialismo históri-
folletines, habitualmente acompañados co en la formación del autor. Y en su
de ilustraciones, que Benjamin analiza ensayo sobre los juguetes rusos se puede
con penetrante perspicacia. subrayar, de manera similar, su llamada
En esa misma línea de preocupación de atención sobre el avance imparable de
por una cultura popular, que Benjamin la tecnología y su implícita amenaza, que
percibe ya al borde de su extinción, se la historia posterior no ha hecho sino
sitúan sus textos sobre los jeroglíficos, la confirmar, sobre unas formas culturales
pirámide de Navidad y los juguetes rusos. de dimensión todavía «humana».
Los jeroglíficos, en concreto, al reunir lo
figurativo, lo ideográfico y lo fonético, E O.
son un perfecto ejemplo de esa simbiosis
de imagen y texto —lo mismo que los
•Desembalo mi biblioteca
El arte de coleccionar
Desembalo m i biblioteca
El arte de coleccionar

Desembalo mi biblioteca. Aquí está.


No se encuentra atin instalada en los estan-
tes, todavía no la ha envuelto el tedio lige-
ro de la clasificación. Tampoco puedo
recorrer sus hileras para revisarla, acompa-
ñado de interlocutores amigos. Pero no
teman. Aquí me limito a rogarles que se
trasladen conmigo entre el desorden de
cajas desclavadas, en un ambiente saturado
de polvo de madera, sobre un suelo cubier-
to de papeles rotos, en medio de unas pilas
de volúmenes exhumados hace muy poco
32 WAri'l'R IM'.NjAMlN ni'.Sl'.MBAl.O M I HKU.Icri'IlCA 33

a la luz del día tras dos años-de oscuridad, adquirir los libros. Recurrir a tal disposi-
para compartir desde el principio, en algu- ción o a otra cualquiera no es más que un
na medida, algo del ánimo, nada elegiaco dique de contención contra el raudal de
sino, al contrario, impaciente, que despier- recuerdos que afluye impetuoso sobre todo
tan los libros en el auténtico coleccionista. coleccionista que se ocupa de su tesoro.
Pues es uno de ellos quien les habla, y lo Toda pasión, sin duda, confina con el caos,
lace, a fin de cuentas, únicamente de él. y la pasión del coleccionista confina con el
¿No sería presuntuoso entonces que enii^ caos de los recuerdos. Pero iré más lejos:
merara aquí, apelando a una aparente obje- el azar, el destino, que con sus colores im-
tividad o sobriedad, las obras y secciones pregnan el pasado que está bajo mis ojos,
principales de una biblioteca, o que les se ofrecen ahí al mismo tiempo a los senti-
expusiera su génesis, incluso su utilidad dos, a través del habitual batiburrillo de
para el escritor? En todo caso, y en lo que libros. Pues ese género de posesión, ¿qué es
me concierne, aspiro en lo que sigue a algo sino un desordgtLgn el que la costumbre se
menos difijso, más tangible; lo que más me ha heíJio-tarrfamiliar que..pttecie41^^ir a
interesa es hacer posible una mirada sobre adquinr la a£arierií;¡j3^de,-OxdeQ? Ya habrán
a relación del coleccionista con sus rique- oído hablar de personas a las que la pérdi-
zas, ofi'ecer un panorama sobre el hecho de da de sus libros ha llegado a enfermar, y de
coleccionar, más que sobre una colección otras a las que su adquisición ha converti-
en concreto. Ahora bien, es perfectamente do en delincuentes. Todo orden, precisa-
arbitrario que lo haga por medio de consi- mente en estos ámbitos, no es sino un esta-
deraciones sobre los diversos modos de do de inestabilidad sobre el abismo. «El
Dl'.SI'.MílAl.O M I Bim.lOI'l'.CA .^'^
M WAi:ri:K BI NJAMIN

único saber exacto —decía Anatole Fran- por un último estremecimiento: el de


ce— es el conocimiento de la techa de apa- haber sido adquirido. Todo lo que atañe a
rición y del formato de los libros.» En efec- la memoria, al pensamiento, a la concien-
to, si existe un elemento compensador a cia, se convierte en zócalo, marco, pedestal,
desorden de una biblioteca, es la regulari- sello de su posesión. La época, el paisaje, la
dad de su catálogo. artesanía, el propietario del que procede el
Así, la existencia del coleccionista está susodicho ejemplar, todo esto se reúne a
regida por una tensión dialéctica entre os los ojos del coleccionista en cada una de
polos del orden y el desorden. sus posesiones, para componer una enci-
FLsa existencia también está ligada, clopedia mágica, cuya quintaesencia no es
naturalmente, a muchas otras cosas. A otra qtie el destino de su obj&to^
una relación muy enigmática hacia la Aquí pues, cn-€Ste estrecho campo,
posesión, sobre la que más adelante puede tiene la posibilidad de evaluar cómo los
ser conveniente decir imas palabras. Ade- grandesfisonomistas—y los coleccionistas
más, a ima relación hacia las cosas que, son fisonomistas del mundo de las cosas—
lejos de poner en primer plano su valor se transmutan en intérpretes del destino.
funcional, y por tanto su utilidad, su uso Basta observar a un coleccionista manipu-
posible, las estudia y las quiere, al contra- lando los objetos de su vitrina. Apenas los
rio, como escenario o teatro de su destino. tiene en las manos, parece atravesarlos
El hechizo más profundo del coleccionis- con la mirada para, en un acto de inspira-
ta es cercar el ejemplar en un círculo ción, mirar a través de ellos hacia su leja-
embrujado donde se petrifica, sacudido no pasado. Esto es lo que yo podría decir
36 WAI:II:R IM-:NIAMIN O K S K M B A l . O M I I11I5I l O r i ' . C A 37

del lado mágico del coleccionista, de su Otros, como el hecho de pintar los obje-
aspecto senil. Habent sua fata libelli: quizá tos, recortar, o también calcar, y, así, toda
esta fórmula fue concebida pensando en la gama de modos de adquisición infantil,
los libros forma general. Pues los libros, desde cogerlo con la mano hasta, en el
La divina comedia, o la Etica de Spinoza, punto más alto, la nominación. Renovar
o El origen de las especies, tienen su desti- el mundo: ése es el instinto más profundo
no. Pero el coleccionista interpreta de que subyace en el deseo que experimenta
manera diferente el dicho latino. A sus el coleccionista de adquirir nuevos obje-
ojos, no son tanto los libros como J Q £ tos, y ésa es la razón por la que el colec-
(?/V^^Záír£'i-les~qu<^-tienen~s.u_^de^^ Y en cionista de libros antiguos se encuentra
su mente, el destino clave de todo ejem- más cerca del origen de cualquier acto de
plar es el encuentro con él mismo, con su coleccionar que el aficionado cuyo interés
propia colección. No exagero: para el co- se centra en las reediciones para bibliófi-
leccionista verdadero, la adquisición de los. Pero digamos ahora algunas palabras
un libro antiguo equivale a su renaci- sobre la manera en que los libros atravie-
miento. Y en esto reside el aspecto infan- san el umbral de una colección, para caer
til que, en el coleccionista, se compenetra en propiedad de un coleccionista; en
con el aspecto senil. En efecto, los niños suma, sobreja historia de su adquisición.
realizan la renovación de los libros como
Entre todas las formas de procurarse
una praxis multiplicada, nunca corta. En
libros, la más gloriosa, se piensa, es la de
los niños, el acto de coleccionar no es sino
escribirlos uno mismo. Muchos de ustedes
un procedimiento de renovación entre
recordarán con simpatía la inmensa
I
38 W A i : i l K lU.NJAMIN I ) ! ' . S | : M I I A I ( ) M I Hlílí l O l l - C A V)

biblioteea que, en su pobreza, reunió con oídos sordos a todas las admoniciones
el tiempo el maestro de escuela Wuz, en judiciales, sino también, y sobre todo, por
Jean Paul, escribiendo él mismo, ante la el hecho de que tampoco Ice los libros. Si
imposibilidad de comprarlas, todas las quieren creer en mi experiencia, son más
obras cuyos títulos le interesaban en los los casos en los que se me ha devuelto un
catálogos de feria. Los escritores son, efec- libro prestado sin leerlo, que aquellos en
tivamente, personas que escriben libros no los que se ha leído. ¿Será entonces ésa —se
por pobreza;;;;sÍüLÜ-4iar-ansati con preguntarán ustedeíÍTr:z^marca propia de
los libros que podrían comprar pero que los coleccionistas? ¡No leer! Esto sí que es
no les complacen. Tal vez tomen ustedes nuevo. Bien, pues n(). Los expertos-les
esto, señoras y señores, por una definición confirmarán que es, al contrario, algo muy
descabellada del escritor; pero todo lo que antiguo, y me limitaré a citar la respuesta
se dice es descabellado desde el punto de que Anatole France, por su parte, tenía
vista de un coleccionista auténtico. Entre reservada y dispuesta para cuando algtm
los modos de adquisición más corrientes, individuo corto de miras, tras admirar su
el que mejor conviene a los coleccionistas biblioteca, le soltase finalmente la pregun-
será el préstamo no seguido de devolu- ta inevitable: «¿Y usted ha leído todo eso,
ción. Quien pide prestados libros en can- señor France?» «No, ni la décima parte. ¿O
tidad, tal como lo consideramos aquí, se es que tal vez usted cenaría todos los días
revela como un coleccionista inveterado, con su vajilla de Scvres?»
no sólo por el ardor con el que vela el teso- Yo mismo he verificado la legitimidad
ro acumulado de este modo, haciendo de tal actitud, realizando una prueba en
ni.SlíMBAI o MI líllíMOriíCA 41
40 WAIM'I'.R B I ' . N I A M I N

Bachoíen, que por aquel entonces todavía


sentido contrario. Durante años —tal vez
se podían encontrar en la editorial.
durante gran parte del primer tercio de sti
Bien, pensarán ustedes, después de
existencia—, mi biblioteca no consistió en
tanto deambular en todos los sentidos,
más de dos o tres estantes, que no crecían
deberíamos desembocar finalmente, en lo
más de LUIOS escasos centímetros por año.
c| u e a t a ñ e a las a d q in s i c i o n es, en esa
Fue su época espartana, pues ningún libro
amplia avenida que es la compra. Sí, una
tenía derecho a entrar aHí antes de que yo
avenida amplia pero no tranquila, sin
e hubiera pedido su santo y seña, antes
embargo. Las compras del coleccionista
de que o hubiera eído. Y nunca habría
de libros ofrecen muy poca semejanza con
legado tal vez a constituir lo que se puede
las que efectúan, en tma librería, im estu-
lámar, hablando con propiedad, una
diante para conseguir un manual de ense-
biblioteca, sin la inflación que de gí>lpe
ñanza, un hombre de mundo para hacer
trastocó la importancia otorgada a las
un regalo a su dama, o un viajante de
cosas, convirtiendo los libros en valores
comercio para que se le haga más corto el
reales o, al menos, en bienes difícilmente
próximo trayecto de ferrocarril. Mis com-
accesibles. Así, en todo caso, se percibía la
pras más memorables las he hecho estan-
situación en Suiza. Y fi^ie allí, efectiva-
do de viaje, en condición de transeiinte.
mente, donde, en el tiltimo momento,
La entrada en posesión y la apropiación
hice mis primeros encargos realmente
pertenecen al dominio de la táctica. Los
importantes de libros, y puse también a
coleccionistas son individuos dotados de
salvo cosas tan irreemplazables como El
instinto táctico; en su experiencia, cuan-
caballero azul o La leyenda de lanaquil, de
42 WAi;il-K Bl-NJAMIN Dl'SI'MIÍAl.O M I lillil.IOTI.CA 43

do se trata de conqtiistar una ciudad Albert Ludwig (írimm y sti lugar de


extranjera, la tienda de libros antiguos [publicación se llamaba Crimma, en lu-
más pequeña puede significar una fortale- ringia. Ahora bien, el libro que procedía
za, la papelería más alejada tma posición de Círimma era tma compilación de fábti-
clave. ¡C'uántas ciudades se han abierto las editada jtistamente por el mismo
ante mí en el ciuso de las expediciones Albert Ltidwig Crimm. Y el tabtilario en
que realizaba a la conquista de libros! cuestión, el ejemplar poseído por mí, era,
Ciertamente, sólo una parte de las con sus dieciséis imágenes, el tínico testi-
compras más significativas pasa por la monio que se haya conservado de los
visita a im librero. Los catálogos desempe- comienzos del gran ilustrador alemán
ñan un papel mucho más importante. Y Lyser, que vivió en Hamburgo a media-
por muy bien que el comprador conozca dos del siglo XIX, Y bien, mi reacción ante
el libro así encargado sobre el catálogo, c la consonancia de los nombres se había
ejemplar recibido es siempre una sorpre- revelado acertada. Igualmente descubrí
sa, y el pedido conserva siempre algo de allí otros trabajos de Lyser, a saber, tma
azaroso. De este modo, jtmto a decepcio- obra —Linas Marchenbuch («Hl libro de
nes dolorosas, hay a veces hallazgos que cuentos de Lina»)— que seguía siendo
colman de felicidad. Así, por ejemplo, desconocida para todos sus bibliógrafos
recuerdo haber encargado un día, para mi y que merecería mucha más atención de
vieja colección de libros infantiles, un la que yo aquí inicialmente le dedico.
determinado libro con imágenes en color, En la adquisición de libros, no todo
tínicamente porque contenía cuentos de se reduce sólo al dinero o la competencia.
wAí;n;ií I^I'.NIAMIN } nr.sr;MBAi,(p M I BiBLio'ri'CA 45

Ni siquiera- estos dos elementos bastan si la procedencia del ejemplar es conoci-


por sí solos para cimentar tma biblioteca da. Pero cuando se quiere intervenir en
auténtica, que guarda siempre algo de una venta por subasta, tiene que dirigir su
impenetrable e incomparable al mismo atención a partes iguales al libro y a los
í^tiempo. Para comprar sobre catálogo, es competidores, y mantener además la ca-
preciso tener también, además de lo que beza suficientemente fría para no obsti-
se acaba de nombrar, un olfato especial. narse en una lucha de rivalidades —como
Las fechas, los lugares, los fo£miito5, los ocurre con frecuencia— y tener que pagar
propietarios ajiteriores,.Jas^^ encuaderna- finalmente un precio de compra elevado,
ciones, etc., todo esto debe hablar al com- ofrecido más por salir airoso de la puja
prador, y decir las cosas no asépticamente que por el interés en la adquisición de
como datos aislados y objetivos, sino, a ibro. En cambio, se cuenta entre los me-
contrario, como informaciones conso- jores recuerdos del coleccionista el instan-
nantes, y él, por su parte, debe saber reco- te en que acudió en ayuda de un libro al
nocer, en virtud de la armonía y la inten- que tal vez nunca en su vida había dedica-
sidad de la consonancia, si ese tipo de do un pensamiento, y mucho menos un
libro se ajusta o no a lo que él está buscan- deseo, sólo por haberlo visto abandonado
do. Por otra parte, la venta por subasta en el libre mercado y sentirse incitado a
requiere del coleccionista otras capacida- comprarlo, igual que en los cuentos de
des diferentes. El que consulta im catálo- Las mil y una noches el príncipe puede
go debe guiarse solamente por el libro, y, comprar una hermosa esclava para darle
en todo caso, por su propietario anterior la libertad. Para el coleccionista de libros,
I

DI'SlíMBAi.O MI lílíil.KTrr.CA 47
46 \VAi;n;R BIVNIAMIN

en efecto, la verdadera libertad de los obras tan suntuosas como ésa —pues los
libros se encuentra en algún lugar de sus grabados en metal para este libro fueron
dibujados por el mejor dibujante francés
estanterías.
y ejecutados por los mejores grabadores—
Como especial recuerdo de mi más
podían comprarse todavía en una papele-
excitante experiencia de compra en una
ría. Pero quisiera contar la historia de su
subasta, se yergue todavía hoy en mi bi-
adquisición. Había ido a Emil Hirsch
blioteca, por encima de largas hileras
para conocer la colección previamente,
de volúmenes franceses, La piel de zapa de
había examinado cuarenta o cincuenta
Balzac. Fue en 1915, en la subasta Rü-
volúmenes, entre ellos éste, con el deseo
mann, en Emil Hirsch, uno de los biblió-
ardiente de no tener que desprenderme
filos más expertos y, al mismo tiempo,
nunca más de él. Llegó el día de la subas-
uno de los más importantes libreros. La
ta. Un azar qtúso que, en la convocatoria,
edición en cuestión apareció en 1838, en
este ejemplar de La piel de zapa fuera pre-
París, Place de la Bourse. A l coger en mi
cedido por la serie completa de sus ilus-
mano el ejemplar, pude ver no sólo el
traciones editadas aparte en papel de
número de la colección Rümann, sino
China. Los participantes en la subasta
sobre todo la etiqueta de la librería donde
estaban sentados en una larga mesa; en
o adquirió el primer comprador, hace
diagonal frente a mí, el hombre sobre e
noventa años, aproximadamente por un
que se posaban todas las miradas para la
precio ochenta veces inferior al actual. La
venta que se proponía a continuación: el
etiqueta correspondía a la librería I . Flan-
barón von Simolin, famoso coleccionista
neau. Hermosa época aquella en la que
48 WAI;Í'!'U UI'.NIAMIN D i ' S i ' . M i í A i . o M I B i i í i i( ) r i ; < : A 49

muniqucs. Se interesó por esta serie, pero ron estar separados uno de otro por una
no le faltaron competidores; en pocas eternidad, procedió a la adjudicación.
palabras, se llegó a una lucha importante, Para mí, estudiante, la siuna era todavía
cuyo resultado fue la oferta más elevada bastante elevada, pero la mañana del día
de toda la subasta, un precio que supera- sigtiiente, en la casa de empeños, no
ba ampliamente los 3.000 marcos. Al forma ya parte de la historia; en lugar de
parecer, como nadie esperaba que se llega- eso, prefiero evocar im acontecimiento
se a tal suma, un movimiento de agitación que podría considerar el negativo de la
sacudió a la concurrencia. Emil Hirsch no venta en una subasta. Fue en Berlín, el
le concedió importancia, y ya fuera por año a^iterior. Se había puesto a la venta
ganar tiempo, ya fuera por otras consi- una serie de libros mtiy dispares en cuan-
deraciones, pasó al siguiente ejemplar de to a la calidad o el tema, entre los que
la subasta entre la desatención general de la tínicamente merecían atención algunas
asamblea. Gritó el precio, y yo puje un obras raras que trataban de ocultismo y
poco por encima mientras el corazón me filosofía de la naturaleza. Puje por algunos
latía con fuerza, claramente consciente de de ellos, pero no tardé en advertir que,
que no podía rivalizar con ninguno de los cada vez que intervenía, un señor situado
grandes coleccionistas que se encontraban en las primeras filas parecía estar esperan-
presentes. Pero el subastador, sin forzar la do mi oferta para lanzar la suya sin
atención de los reunidos, pronunció la fór- importar el precio. Después de haber
mula habitual «¿Nadie da más?» y con tres visto cómo la misma situación se repetía
golpes de martillo, que a mí me parecie- en varias ocasiones, abandoné toda espe-
I

50 W A l l KR l i K N J A M l N
niíSi-MBAio M I IÍI151 K v n . í : A 51

ranza de adquirir el libro que más me no hubo ninguna oferta, y el libro fue
interesaba aquel día. Eran los magníficos retirado. C^onsideré oportuno dejar pasar
Fragmente aus dem Nachlasse eines jungen unos días todavía. Y, en efecto, cuando
Physiker (Fragmentos de las obras póstti- reaparecí al cabo de una semana por la
mas de un joven físico), que Johann librería, lo encontré allí y lo compré,
Wilhelm Ritter había ptiblicado en dos aprovechándonie así del escaso interés
volúmenes, en Heidelberg, el año 1810. que se había testimoniado por él.
La obra nunca ha sido reeditada, pero e Qué de recuerdos no se acumtilan en
prefacio en el que el editor hacía una pre- la memoria, una vez que uno se ha zambu-
sentación de su propia vida en forma de llido en la montaña de cajas para extraer de
elogio fúnebre por un amigo anónimo ella los libros sacándolos a la luz del día, o,
supuestamente difunto, que no era otro mejor aún, caída la noche. Nada puede
que él mismo, me ha parecido siempre la ilustrar mejor el aspecto fascinante de este
prosa de inspiración personal más signifi- desembalaje que la dificultad que implica
cativa del romanticismo alemán. En e el abandonarlo. Había comenzado a
momento en que salió a subasta, me vino mediodía, y era ya la medianoche antes de
a la cabeza una idea brillante. Muy senci- que hubiera empezado con las últimas
lo: como mi oferta iba a suscitar indefec- cajas. Pero he aquí que al final me caen
tiblemente la ptija del otro, yo no debería entre las manos dos volúmenes mal encua-
hacer ninguna. Me dominé y permanecí dernados que, estrictamente hablando, no
en silencio. Entonces ocurrió lo que había tenían por qué estar en una caja de libros:
esperado: nadie mostró ningún interés, dos álbumes de figurillas en papel prensa-
52 WAi:n-lí BI'NIAMIN ni'.SI'MllAl.O M I iíllíl KVI'ICA 53

do que mi madre había pegado cuando yo obligación que le crea su posesión. Es, por
era niño, y que yo había heredado. Esas lo tanto, la actitud del heredero en el sen-
son las semillas de una colección de libros tido más elevado. Una colección tiene
infantiles qtie todavía hoy continúa cre- como título de nobleza más hermoso el
ciendo sin cesar, aunque no sea en mi jar- poder ser legada. Al decir esto, tengo con-
dín. No existe en vida una biblioteca que ciencia clara —quiero que ustedes lo se-
no albergue cierto número.^de .criaturas pan— de que tal planteamiento del mun-
procedentes de zolíasJVonterizas. No serán do de las representaciones implícitas en e
forzosamente colecciones de figurillas o acto de coleccionar intensificará en mu-
álbumes familiares, ni de autógrafos o de chas personas su convicción de qtie esta
encuademaciones con pandectas o textos pasión es intempestiva, y aumentará la des-
edificantes en el interior: algunos coleccio- confianza que sienten respecto del colec-
nistas se encariñarán con octavillas y pros- cionista. Nada más lejos de mi propósito
pectos, otros con facsímiles de manuscritos que hacer tambalear esa opinión o esa des-
o copias mecanografiadas de libros ilocali- confianza. Habría que aiiadir también una
zables, y, con mayor razón, las revistas pue- última observación: el fenómeno de la
den formar los bordes prismáticos de una colección^^aLpe^
biblioteca. Pero, volviendo a esos álbumes, fice, pierde su sentido.,. Si bien e$ posible
leredar es, a decir verdad, el medio más quejas colecciones públicas sean menos
sólido de formar una colección. Pues la chocantes en el aspecto social y más útiles
actitud del coleccionista respecto de sus en el aspecto científico que las colecciones
riquezas tiene origen en el sentimiento de privadas, sólo éstas hacen justicia a los
I
ni-:si-:MHAi.() M I U I B I I O T I . ' . C A
Vi WAi;ri-:K UIINJAMÍN

objetos c u s í mismos^ Por lo,demás, sé que moho de Süssengut, en Berlín Norte; re-
sobre este tipo humano del qtie estoy cuerdos de las salas de estar en las que esos
hablando aquí, y qtie he presentado^jan^ libros ocuparon su lugar, de mi cuarto de
poco ex qffldoy está cayendo la noche. Pero estudiante en Berna, de la soledad de Iset-
omo dice Hegel: es sólo con la oscuridad wak junto a ago de Brienz y, también,
cuarido Ja lechuza de Minerva levanta el de nú habitación infantil, de donde pro-
vuelo. Es solamente en el momento en que„ ceden cuatro o cinco de los varios miles
se extingue, criando el coleccionista es de volúmenes que comienzan a amonto-
comprendido. narse a mi alrededor. ¡Dicha del coleccio-
Pero ya hace mucho tiempo que ha nista, iiicha del hombre privadoj^Nadie ha
caído a medianoche ante la tUtima caja dado Itigar a menos investigaciones.
vaciada a medias. Me ocupan ahora otros nadie se ha sentido mejor que ese ser que
pensamientos de los que no he hablado. ha podido continuar su existencia dcso
Mejor dicho, no pensamientos, sino imá- acreditada bajo la máscara de Spitzweg-'-.
genes, recuerdos. Recuerdos de las ciuda- Pties en su interior habitan espíritus, o ali

des en las que he encontrado tantas cosas: menos geniecillos, que hacen que para el co-
Riga, Ñapóles, Mtinich, Dantzig, Moscú, leccionista, me refiero al verdadero, el colec-
Florencia, Basilea, París; recuerdos de las cionista tal como debe ser, la posesión sea
sunrtiosas salas muniquesas de la librería
' Fran/ Cari Spitzwcg (18ü8-!88'>), pintor de la
Rosenthal; recuerdos del Stockturm de
época Bicdcrmeier, conocido especialmente por sus esce-
Dantzig, donde habitó e difunto Hans nas descriptivas de la vida de la pequeña burguesía. Fs
autor de un cuadro titulado hihliómíino. (N. del T.)
Rhaue, del sótano de libros cubiertos de
36 WAi:i'l'K HI'.NJAMIN

la relación más profunda que se pueda


mantener con las cosas: no se trata, en-
tonces, de que as cosas estén vivas en él;
es, al contrario, él mismo quien habita en
ellas. De este modo, he construido ante
ustedes uno de sus receptáculos, cuyos
elementos constructivos son los libros, y
ahora el coleccionista, como es justo y
?ara co eccioiiisras pobres
deseable, desaparece en su interior.

Es comprensible que, entre las nume-


rosas circunstancias que pueden llegar a ha-
cer de un libro algo curioso y único a los
ojos de un coleccionista, pueda encon-
trarse ocasionalmente su precio de com-
pra; ya justifique por su importancia un
gran esfuerzo del feliz propietario, o ya
represente por su modestia un triunfo de
sus cualidades detectivescas, en ambos ca-
sos se intensificará la alegría de su adqui-
sición. En principio —por no hablar aquí
más que del segundo caso— no existe.
l'AKA C O I . i ' . C C I O N i S I A S l ' O l í l í l ' . S 59
58 WAI:II:K ni NIAMIN

naturalmente, ningtin libro, por valioso París o incluso en esos vehículos que en
que sea, que no pueda obtenerse a un pre- Berlín se utilizan para la venta de libros
cio barato o incluso como una ganga. —ésa sería más bien la experiencia de tm
Pero, en la práctica, las cosas se presentan Mi-inchhatisen bibliófilo—, nos parece
de manera diferente. Dado que, entre más útil llamar la atención del arnigo de
nosotros, al menos en Alemania, la mano los libros sobre algunas posibilidades que,
privada se debilita cada vez más y la can- con la mejor voluntad del mundo, no
tidad de libros que entra en el circuito del pueden salirle muy caras, y sobre domi-
gran comercio oficial de la venta de libros nios en los que todavía no se ha estableci-
antiguos aumenta sin cesar, vemos, por do una política de precios.
im lado, cómo los precios ceden algo de Pero antes de que admitamos al novi-
terreno como consecuencia de una oferta cio en el país de Jauja de la bibliofilia,
sobreabundante, mientras que, por otro, podrá avanzar glotonamente por la mon-
se hacen cada vez más raros los libros que taña de arroz que representa la reflexión
escapan al trato competente de los libre- siguiente: la producción creciente de
ros y que se pueden conseguir a bajo pre- ibros, en aceleración constante hasta hace
cio de las manos de un vendedor inocen- rnu^ P^*^*^' tenido como consecuencia
te. Ahora bien, como aquí debe tratarse que se haya deslizado, entre los libros
del libro barato, en lugar de amontonar, antiguos puestos a la venta poi las libre-
por pura diversión, anécdotas sobre casos rías especializadas y los libros nuevps„deja
excepcionales relacionados con la suerte librería de surtido, una tercera categoría
legendaria del que busca en los quais de intermedia, mtiy discreta, de la que nadie
WArri'.R BI'.NJAMIN PAIÍA C O I . I ' . C C I O N I S I ' A S l'OBRI'.S 61
()()

se ocupa y que, sin levantar obstáculos, superior. i\n pocas palabras, la sugerencia
espera al coleccionista dispuesto a ofrecer- que queremos hacer es que dirijan su
le su asilo: son los libros viejos. El comer- mirada hacia las primeras obras de escri-
cio de libros antiguos propone también tores no abiertamente enúncntes, o más
precios para ese género de obras viejas y aun, hacia los pequeños libros, sumamen-
desaparecidas cuando pertenecen a la pro- te interesantes, de esos autores desapareci-
ducción de juventud de escritores de dos que no fueron nunca más allá de los
mucho renombre. Para «Ayer» de Hof- dos o ties volúmenes: escritores que no
mannsthal, o «Ea vida cotidiana» de Rilke, dejaron obras completas, que no__Qcup_ar
el coleccionista está obligado a gastar sin ron ntfnca más que unasjmea¿j:_.riias.-hk--
cuenta, Pero en el momento en que se torias de la literatura y que, sin embargo,
vuelve hacia las primeras obras de autores tienen cosas que decir sobre su época
que no tienen un rango especial a nivc nmcho más notables que gran parte de los
europeo, puede encontrarse de repente escritores que triunfaron.
ante pequeños volúmenes por los que no Y ahora, en hermoso desorden, algu-
se le pide mucho más que e coste del nos nombres de pequeños escritos así enve-
papel. Es evidente que esas obras —cita- jecidos o de escritores desaparecidos de
remos inmediatamente algunas— dicen a estos últimos tiempos: en cabeza, colocare-
menudo tanto de la situación literaria de mos a Oonald Wedekind, el hermano de
su época, e incluso todavía más, que los dramaturgo, autor de la novela «Ultra
ensayos titubeantes de poetas que son montes», publicado por Von C^ostenoble,
apresuradamente ascendidos a una esfera de Jena, ahora editoriiil de vangtiardia en
62 W A l l l.lí U I N I A M I N
I'AIÍA C:()I.IX:( M O N I S T A S I'OIIKI s 6.Í

obras sobre la técnica de la madera. Donald encontraremos las primeras huellas de otro
Wedekind ptiblicó además algunos peque- personaje, que justamente nos ayuda a
ños volúmenes de literatura erótica. Según sacar a la luz un nuevo aspecto de esas tie-
parece, hasta ahora sólo Ferdinand Har- rras lejanas del coleccionismo: se trata de
dekopt ha reparado en su existencia, y e las grandes htiellas de Ernst Rowohlt, cuya
mismo hiardekopf se incluye también en primera realización editorial, París y
nuestra lista con mucha más dignidad por Leipzig, tue la Kater-Poesie de Scheerbart.
sus primeras obras: el maravilloso diálogo Pues también ésta será una empresa singu-
Der Abend tarde»), o las caunvadoras larmente interesante desde la perspectiva
Lesestücke («Piezas de lectura»). Estaremos de la Colección y la sociología, lo misuKí
en la mejor compañía si nos volvemos que reunir las primeras realizaciones de las
lacia las primeras obras de Salomo grandes editoriales, entre las que, a decir
Friedlaender, del que nos limitaremos aquí verdad, sólo las de Insel alcanzan un precio
a dos pequeños libros, tan dispares como elevado. Incluso la muy suntuosa y muy
Rosa, Die schóne Schutzmannsfrau («Rosa, interesante primera obra de Diederichs, Hl
a be a esposa del policía») y Logik jur tesoro de los humildes de Maeterlinck,
Arbeiter («Ló^ic'd para trabajadores»). Han 1 lorencia y Leipzig, se ha podido conseguir
sido necesario años para que la librería ale- a veces por tmos pocos marcos. Aunque tal
mana haya acabado de liquidar la obra pre- obra revela ya exteriormente una cierta
coz del gran amigo de Friedlaender, Paul ambición, no se adivina todavía, en los pri-
Scheerbart, Ja... was... móchten wir nicht meros productos de Jakob Hegner (publi-
Alies! Más tarde, en la ruta de Scheerbart cados, sin dtida, en colaboración con otra
}

64 \VAi:riík BÍ'.NIAMIN PARA C O i r C C I O N l S I A S l ' O l t R I S 65

editorial), que su fabricante tmiría poste- apilan los vohimenes a 45 o 95 pfennigs,


riormente a su renombre de editor el de en las papelerías de ciudades de provincia
impresor. Pero por vo 1 ver a 1 os poetas: y, quién sabe, si se quiere echar una ojea-
quién sabe hoy día algo de Philipp Keller, da, tal vez incluso en la biblioteca de uno
cuya obra Gemischte Gefühle («Sentimien- mismo.
tos mezclados») sigue siendo una de las
más legibles del año 1913; ¿quién se acuer-
da de la tesis doctoral de Franz Blei sobre el
filósofo Avenarius, que le valió al autor ser
mencionado por Lenin?; ¿quién conoce to-
davía El asesinato de un botón de oro de Do-
blin, Quell des Ubels («La fuente del mal»)
de Polgar, Kriminal-Sonette («Sonetos cri-
minales») de Eisenlohr? Estos son libros
que constituyen otras tantas llaves maestras
que dan acceso al cuarto trastero de la lite-
ratura contemporánea, en el que se pueden
conocer las noches más hermosas, las más
instrtictivas.
lodo esto se encuentra en los vehícu-
los de venta de libros, en los estantes de
saldos de los grandes almacenes, donde se
Libros de enfermos mentales
/
que se encuentran en mi colección

Con frecuencia hay una cierta y dis-


creta confusión en el origen del éxito.
Cuando comencé, hace diez años, a clasi-
ficar mis libros, cada vez más concienzu-
damente, me_en£ontré enseguida con vo-
úmenes de los que no quería deshacerme
pero que tampoco estaba dispuesto, sin
eiQbargo, a seguir dejándolos en el lugar
en que se encontraban.
Ciertamente, los poemas de Hermann
von Gilm forman parte de las curiosida-
des de la literatura alemana, pero se com-
i

68 WAI;II:R HI-NJAMIN LIBROS n i - I-NTl-RMOS Ml^NTAI.KS 69

prenderá que no quisiera colocar ese tipo cojifiguiQ^por S Í misma, mticho antes de
de cosas, en la época en que se me reveló que me viniera la idea de oreanizar una
Holderlin, en la sección «Poesía lírica ale- colección de escritos de enfermos menta-
mana». Por lo que se refiere, en cambio, al leSj^e incluso mticho antes cíe que cono-
primer escrito de Emil Szityya, Ecce- ciera la existencia de libros debidos a en-
HomO'Ulk («Chanza del Ecce-Homo»), fermos mentales.
me disgustaría tanto verme privado de él Y he aquí que en 1918, en una peque-
como de muchos otros comienzos revela- ña librería antigua de Berna, me cayó
dores de escritores más conocidos. Y así entre las manos el libro de Schreber, las
los he ido expulsando de sección en sec- famosas Memorias de un neurópata, publi-
ción, hasta que finalmente han encontra- cabas por Ta editorial Óswafd Mutze^_ de
do refijgio no lejos de los poemas de Gilm. jLeipzig. ¿Había oído hablar ya de él en
En cuanto al libro de Blüher, Aristie des esa época? ¿O sería solamente tmas sema-
Jesús von Nazareth («Aristía de Jestis de nas más tarde, cuando tuve conocimiento
Nazaret»), no quería incorporarlo a mi del tratado que Freud publicó sobre ese
biblioteca de filosofía de la religión, pero libro, en el tercer volumen de sus Kleine.
por su contribución a la patología de los Schriften über die Neurose (Escritos breves
resentimientos antisemitas me parecía sobre la neurosis), Leipzig, 1913? Poco im-
demasiado valioso para descartarlo. porta. El caso es que quedé de inmediato
De este modo llegaron a encontrarse, completamente fascinado.
al cabo de los años, como hermanos muy ^^' En lo que concierne en primer lugar a
dispares. Una «biblioteca patológica» se la editorial, ésta tenia cierto renombre co-
70 \vAi:ri-:R IU^NIAMIN I I I í R O S !>l- I.NI-I:RM0S MI'NIAII'.S 71

mo lugar-de reunión de los productos más dicha patología. La representación de un


grotescos de la literatura espiritista. Se fin del mundo, nada raro en la paranoia,
comprende que tal empresa pudiera deci- domina hasta tal punto el espíritu de este
dirse a imprimir un libro sobre un sistema enfermo que la existencia de otros indivi-
teológico en el que «Dios no se puede acer- duos se explica, según él, únicamente como
car sin peligro más que a los cadáveres», y un engaño, una travesura y, para expresar-
donde el autor, además, tiene por «induda- lo, habla de «seres humanos hechos deprisa
blemente establecido que el concepto de y corriendo, como de paso», de «muñecas
ferrocarril es conocido por Dios»; desarro- prodigiosas», de gentes «curadas de forma
lla, además, una teoría del lenguaje divino, milagfosa», etc. Todavía más, el libro con-
llamado «lengua fundamental, un alemán tiene cierto número de formulaciones
algo arcaico pero, no obstante, vigoroso». extraordinarias. A la compulsión de aullar,
En esa lengua Dios es nombrado «con el a la que sucumbe el enfermo, el «milagro
título de aquel que es y que será», y los del aullido», lo denomina con desdén «tos
antiguos colegas del paciente son designa- psíquica». En ese grandioso documento
dos como las criaturas «colgadas bajo hace igualmente su entrada el «sentido
Casiopea», pero son al menos tan notables, contrario de las palabras primeras», tratado
e incluso impresionan más, los giros de ocasionalmente por Freud: «zumo» con el
lenguaje que su paranoico autor encuentra sentido de veneno; «veneno», como ali-
en ciertas fases de la enfermedad para apre- mento; «recompensa», como castigo, etc.
hender hechos banales que para él han lle- En su origen, esta obra está destinada
gado a ser inexplicables en el desarrollo de por el autor a su mujer, para servir de hilo
72 WAl.ll.R BIINIAMIN i.iiiiíos ni-: H N M í i í M o s MI:NlAi.iís 73

conductor a través del mundo de las cia, miembro de varias sociedades cientí-
representaciones religiosas que se formó ficas, no es una construcción de la para-
en él en el curso de su enfermedad. No sin noia o de algtma otra psicosis. La psi-
intención concreta, pues, después de quiatría ha superado desde hace mucho
haber estado internado casi diez años, el tiempo la época en la que se recurría abu-
presidente Schreber fue declarado en esta- sivamente a cualquier síntoma para de-
do de ejercer de nuevo y devuelto a su nominar un género particular de demen-
familia, sobre la base de peticiones repeti- cia; si no fuera por eso, se podría hablar
das, sumamente sutiles, que luego él pu- aquí de un «delirio de agrupación». El
:)licó como anexo a su obra. Qué fases ha sabio autor de Leben und Wissenschaft in
recorrido la enfermedad hasta salir, tritm- ihren Elementen und Gesetzen, Würzburg
falmente y de forma rigurosa, del mundo 1 842 («La vida y la ciencia en sus ele-
de la locura, es lo que, por supuesto, tiene mentos y en sus leyes»), tm hombre
aquí tan poco lugar como la caracteriza- perfectamente responsable civilmente ha-
ción psiquiátrica del caso o de otros que blando, y tal vez incluso sumamente con-
vendrán después. siderado, no revela nada en ese texto de
Una cosa es al menos clara: el univer- su idea mirífica. En todo caso, podría
so mental elaborado por el Consejero sorprender el espacio desproporcionado
gubernamental y Consejero médico de que ocupa en la sección «Antropología y
Medicina» con modelos debidos a exper-
distrito del Reino de Baviera Cari Frie-
tos psiquiátricos, pero que proceden ma-
drich Antón Schmidt, doctor en filoso-
nifiestamente de él.
fía, en medicina, en cirugía y en obstetri-
WACn-R HFNjAMIN iiBRcrs I I I ' I - : N I - I R M ( > S MÍ.NIAM.S 7S

til ^ li

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J-á j
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O
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1
ni
OJ —
El ojo en medio de la viñeta es el símbolo de Dios,
C
cuya mirada vivificadora abarca los cuatro dominios prin- 1. •

3nj rt
cipales de la actividad humana, religión, jurisprudencia,

medicina y arte, que están representados en los rincones de J i i
la imagen bajo la forma de una Virgen en oración, de una -3
mujer juez, de Esculapio y de Apolo con los símbolos de su >
actividad. I.as figuras dispuestas alrededor del punto cen- — \
tral indican los grados jerárquicos del ser individual —hom-
bre, ángel, serafín— por un lado, y, por el otro, el mundo
1/
material superior representado por las estrellas, la Luna y el
Sol. Debajo del ojo está el Sol del Ser, que ilumina el globo
terrestre (con los símbolos de! tiempo y la caducidad). No
ji
podemos entrar aquí en los detalles muy complicados de
los símbolos relacionados en cada ocasión con un discurso.
76 WAi:ri':R HI-NJAMIN iiiíiuxs DI': i:Nii;RMt)s MI'.NTAI.IÍS 77

Hay que imaginar a ese rnédico redivi- obra por cuenta propia. Un pequeño sello
vus o, hablando con propiedad, contempo- de caucho, «Edición del Estado-Univer-
raneus del médico de Büchner en Woy- sal-de-Toda-la-Tierra, BRNC) 2-BRÜNN 2
zeck. Una mirada lanzada sobre los cuadros lista de correos 13», y la etiqueta, pegada
de clasificación nos nmestra en seguida el | sobre cubierta, de una editorial del propio
carácter maníaco de esa visión del mundo. \ autor, es todo lo que sabemos de esta obra
Aun cuando el universo del delirio, en relación a la bibliografía. El sello de la
como el del saber, tuviera sus cuatro fa- impresión leva la fecha de 1924.
cultades, las obras de Schreber y de Schmidt No hay necesidad de una descripción
no serían nunca más que un compendio más detallada. Si alguna vez la locura ftie
de su teología y de su sabiduría universal. inofensiva, es en el caso de este autor esla-
Volvámonos ahora hacia la jurispruden- vo, que parece querer identificarse con el
cia. Tomemos por ejemplo Ganz-Erden- espíritu de los monjes errantes de Rusia.
UniversalStaat (El Estado-Universal-de- Finalmente, un doctmiento de la psi-
Toda-la-Tierra). Dispuesto a todos los cosis más grave: a obra médica con a que
sacrificios, el autor, que redacta ahí un terminamos por hoy. Cari Gehrmann,
abecedario de regente para uso particular pract. Arzt in Berlin: Korper, Gehirn, Seele^
del «rey de Inglaterra, Londres», dedicán- Gott (Cari Gehrmann, médico en ejerci-
doselo con un amor ferviente a diversas cio en Berlín: Ctierpo, Cerebro, Alma,
Santidades, entre otras a «H. P. Blavatsky, Dios). Cuatro partes en tres tomos, Berlín
de la Gran Sociedad de Teosofía», se vio 1893. Extractos del cuarto tomo, que
probablemente obligado a publicar su contiene historias de enfermos:
I

78 W A i ; i i:ií BI'.NJAMIN i . i l i K o s 1)1. I:NII-:IÍMC>S MI-NTAI.IÍS 79

Caso n** 1. El tubo, doblado, es ende-


a I' c n tt
O
rezado.
t-i

oo o Caso n*^ 7. Coexcitación de las Nubes


OOOO O
o
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o o oooo
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o ooo o o^ por el Aér — La espiga se convierte en junco
\ovo oN. r^o
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^ _0 J3 -O J3 4, c - El empequeñecimiento como punto de
• t4
'a 'B 'B 'a "a «> n ti
:3
partida del camino de perfección hacia e
U fTl
4-1 i_l
arándano — Excitación de los centros «Pneu-
: -6 ? o ma» y «Madre de Dios» — Myosotis — El ni-
£? £f íf £f ^1 S ^^
:3 :3 : 3 : 3 : 3
j a ^ ^ j l J3
p a c g tí g Qd ffí vel del agua en el Día del Señor — La fisu-
a> <u aj
S 55 ra «religión-nostalgia» concierne al amor
os o n >-• I-. í-i n M r-í
secreto en relación con el combate.
Caso n^ 13. Efecto de retorno del su-
dor de los pies sobre el sistema sexual y el
OOO O
o
o oo o
o aparato respiratorio — La curación significa
>t- _Q -Q
el desarrollo armónico de los Centri «calce-
>' > P¿

• -d •
3 a>
'c '5 '5 tines» - la fuente de los Sacramentos.
bD'-4-l <J-i M-H
C ^ Caso n" 30. El crucifijo detrás de la
fe „ • _ — . ••^ *-* *-* ^
3 a*a;2 e e'i cortina verde de la ventana que lo oculta
3 « ' a> U V- H f
u 4^ u u V

u C tí <A
W) &D;rt bO bO W
LH VI k< VH - Pneuma y Madre de Dios — La ventana
:3 : 3 : S =3
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•Si O M •3 M »- abstracta domina la voluntas — La cicatriz
j3 JO Jg ja-e -a
1-4 (H (ij w D pJpJ w
en tanto que símbolo de devoción cura el
C. tácti
HO WAITF.R RI'.NJAMIN L I B R O S DI-: l ' N F F . R M O S M I I N T A I J - S 81

Caso n° 32. La rueda de molino en


el aeróstato de la Iglesia (las grosellas).
Caso n° 40. Tumbarse en el torrente
forestal de la bendición es homólogo a
dormirse en el lecho de la Iglesia — La
punta de la roca bañada por la luz.

La medicina teológica, que ilustran


258 casos semejantes, gira en lo esencial
alrededor de las reglas de la mtijer y se
edifica sobre la hipótesis de que a todos
los órganos, nervios, vasos, constelaciones
situados en el cuerpo, responden regiones
determinadas del cerebro, de nombres
fantásticos a las que se refiere el títido de
los «casos». Reproducimos uno de los innu-
merables esquemas que el enfermo adjun-
tó a su libro.
¡ La existencia de tales obras tiene algo
I de asombroso. En la medida en que esta-
\s acostumbrados a considerar el domi- Esquema de una región del cerebro según
\o de la escritura como algo, a pesar de Gehrmann: Cuerpo, Cerebro, Alma, Dios
82 WAI:II:R BENJAMÍN i.iBRos Dií I : N M : R M C ) S Mí;N'rAi.i:s

todoj_sugerior, mejor conservado, la apa- que, atmque tenga tanto valor, al menos,
rición de la locura, insinuándose en ese como el libro de Schreber en cuanto a
mundo con un aspecto más ligero que en contenido humano y literario y lo stipere
cualquier otra parte, será tanto más terri- con m ucho en el a r i d ad. S i es ta b revé
ble. ¿Cómo ha llegado ahí? ¿Cómo evitó mención pudiera suscitar un interés a su
el control del pasaporte a la entrada de respecto, si estos breves extractos pudie-
estaTebas de cien puertas que es la ciudad ran llevar al lector a conceder una mayor
de los libros? Tratándose de tales obras, la atención a los apuntes y a los folletos de
historia de su impresión tiene que haber ocos, se habría alcanzado el doble objeti-
sido con frecuencia tan extraña como su vo da estas líneas.
contenido. Actualmente, podríamos pen-
sar, la situación ha cambiado. El interés
dirigido a las manifestaciones de la locura
es tan general como lo ha sido siempre,
pero se ha hecho por añadidura más fe-
cundo y más legítimo. Los escritos de
dementes, se debería suponer, obtendrían
hoy sin dificultad un pasaporte en toda
regla. Y, sin embargo, tengo conocimien-
to desde hace meses de un manuscrito
para el que parece tan difícil como siem-
pre encontrar una editorial que lo publi-
/

Novelas de criadas del siglo pasado

¿Novelas de criadas? ¿Desde cuándo


las oBras cTe'la litéramra'sé" clasifican se.^
gún^xl medio social de sus consumidores?
A decir verdad, nunca, por desgracia, se
clasifican así o se hace muy pocas veces-
De esa clasificación, sin embargo, se_ab--
t en dría mucha más claridad que de Jas
recensiones estéticas más que triliadas.*
Pero este tipo de clasificación es difícil.
Sobre todo porque muy raramente se exa-
minan las condiciones de producción. En
otro tiempo, eran más claramente visibles
I

K6 WAi:ii-R BF.NJAMIN
NOVHij\ DE C:KIADAS I>I:I. SIC;IX> I'ASADO H7

que en nuestros días. Además, habría que caballero errante, sino como el viejo am-
comenzar por la venta ambulante, caso de biguo —viene a advertir o a seducir—
que la historia de la literatura, en lugar de que aparece en muchas de esas historias y
interesarse tínicamente por las cumbres, que se dispone, en la imagen adjtmta, a
como hace siempre, se decidiera a explo- volatilizarse ante el signo de la cruz.
rar la estructura geológica del gran maci- No es sorprendente que se haya des-
zo del libro. preciado toda esta literatura d u r a n t d 2 ¿ p
Antes del desarrollo de los pequeños eLjjempo en que existió la idolatríajieL
anuncios, el comercio del libro, cuando «arte» absoluto. Pero el concepto de docu-'
quería vender sus productos hasta en las mentó •que aplicamos actualmente a las
capas inferiores de la sociedad, se limitaba obras de los primitivos, de los enfermos y
a los vendedores ambulantes. Estaría bien de los niños, ha integrado igualmente esos
imaginarse al perfecto viajante de libros escritos en el seno de unas conexiones
en esa época y para esas capas sociales: el nuevas y esenciales. Se ha reconocido el
lombre que sabía llevar las historias de valor de los temas típicos, se ha dedicado
fantasmas y de caballeros a las habitacio- interés a estudiar de forma cada vez más
nes de las criadas en la ciudad, y de las atractiva e innovadora el número limitado
salas de las granjas en el pueblo. Tendría de aquellos que están realmente vivos, y
incluso que entrar im poco en sintonía se ha percibido que en sus variaciones se
con las historias a las que quería dar sali- encarna, tan resueltamente como en el
da. No a título de héroe, naturalmente, enguaje de las formas, la voluntad de di-
como joven príncipe desterrado o como versas clases y generaciones. Es el sueño.
88 WAITER BENJAMIN NOVEl-AS DE CRIAIMS DV.l. S I C I . O RASAOC) 89

como Freud nos ha enseñado, lo que está ternas, sobre la paternidad y las influen-
en los orígenes de esos temas eternos. cias: ¿por_qué^,-pox- ejenipiLQo^^en j-elat.Qs
Ahora bien, si tales obras —que se redactados en el apogeo de la burguesía, la
dirigen sin rodeos al hambre de materia- autoridad moral se encuentra, sin embar-
es que siente el público— presentan ya go, asociada siempre a la figura de un
en sí mismas un interés eminente, éste se hombre o una dama de alto-raagaiJal vez
acrecienta todavía más desde el momento porque las clases serviles se sentían toda-
en que su propio espíritu, por medio de vía solidarias de la burguesía, compartien-
as ilustraciones, se expresa en el grafismo do sus ideales románticos más secretos.
y los colores. El principio mismo de esas Algunas de esas novelas llevan, encabe-
ilustraciones atestigua ej estrecho vínculo zando cada uno de sus sangrientos capítti-
del lector con su tema. Quiere saber con os, un epígrafe en verso: nos encontramos
la mayor exactitud cuál es su implicación. entonces con Goethe y Schiller, incluso con
¡Si al menos tuviéramos una mayor canti- Schlegel o Immermann, pero también, al la-
dad de esas imágenes! Pero cuando no do de éstos, con príncipes poetas como Wal-
estaban especialmente protegidas —como dau, Parucker, Tschabuschnigg o el simple
muchas de las que se adjuntan— por el B., del que proceden las siguientes líneas:
tampón de una biblioteca de préstamo,
siguieron la vía establecida: del libro a la «Vaga errante, solitaria y abandonada,
pared y de la pared al cubo de la basura. a través de la inmensa ciudad.
Muchas preguntas se relacionan con Para sentir temor a cada instante
esos libros, por no hablar de aquellas, ex- tiene todos los enemigos necesarios.»
I

WAl.TKR «E-NJAMIN N í ) V i : i . A S D i - C R I A D A S D l - I . S K i l . t ) PASADO 91

A propósito de «¡Atrás, temerario!»

Es el «caballero negro», de siniestra reputación,


que acaba de conquistar el castillo de York y se
dispone a tomar a la bella Rebeca en su poder.
Los dos personajes bailan, de algtin modo,
una danza tradicional del espanto.

Sobre: «¡Lo juro: todos deben caer, igual que éste!»


La belleza reproducida es una coleccionista de cabezas
masculinas, que conserva, adecuadamente preparadas,
en los estantes de un gabinete retirado de su domicilio.
I

WAITER BENJAMIN NOVI'.IAS D I : CRIADAS 1)1.1 SICI.O PASADO 93


92

•1. Ak-^:^^.

iaúí (Suilfcrb,

A propósito de «¡Maldito seáis!»


Tomado de «Antonetta Czerna, princesa de las regiones
salvajes», o la venganza en marcha de un corazón ofen-
dido de mujer, relato reciente de O . G . Derwicz, Pirna,
Portada de novela: sin indicación de año. Esas damas se han reunido como
«Lady Lucy Guilford, la princesa de ta venganza para una fiesta de jardín, vestidas con gran cuidado y
apodada la hiena de París» armadas con sus pcquer'ios fusiles, para matar al joven.
NOVI'.I.AS n i ' . C R I A D A S D I I S I C I O PASADO 9S
94 wAi:ri:R BI-NJAMIN

Abordamos todavía a tientas, con tor-


peza, esas obras siniestras. Nos parece
extraño tener que tomar en serio libros
qtie jamás entraron en una «biblioteca».
No olvidemos que el libro fue, en su ori-
gen, un objeto titilitario, incluso un ali-
mento. Los presentados aquí fueron
devorados. ¡Estudiemos, en ellos, la quí-
mica nutritiva de las novelas!

A propósito de «Juro»

El libro del que se ha sacado esta imagen se titula:


«Adelmar von Perlstein, el caballero de la llave de oro o
Las doce vírgenes durmientes, protectoras del joven
encantador. Historia de caballeros y de fantasmas
procedente de la Edad Media».
Las cosas con las que nuestros
abuelos se rompían la cabeza

Enigma en imagen, el jeroglífico no es


exactamente tan antiguo como los enigmas
en forma de preguntas oscuras y refinadas,
cuyo ejemplo más famoso sigue siendo e
de la Esfinge. Tal vez ha sido necesario qué'
el hombre haya sentido declinar en alguna
medida su respeto ante la palabra, antes de
atreverse a distender la relación, aparente-
mente tan sólida, entre el sonido y el sen-
tido, para invitarlos a jugar juntos. Es lo
que después han practicado con gracia Por
98 WAI;I'I:R HI'.NÍAMIN I.AS COSAS C O N I.AS ( n H ' . Nlli'.S l'ROS... 99

la tarde tras el trabajo en En,el hogar, o en La actualidad de otro tiempo cristali-


el interior de El amigo de las familias, en el zó en otros signos. Piénsese solamente en
Rincón de los enigmas, del Bazar. Pero así el estilo de la caricatura política a media-
como comprendemos la fascinación de los dos del siglo pasado, y de la que nada
crucigramas, ese «juego de golf con los vo- comparable tenemos actualmente. Aliora
cablos», y los otros deportes mentales se- bien, es justo en esa época en la que flore-
mejantes que obtienen hoy el favor de los cía el jeroglífico, que desdeñaba la autori-
periódicos de moda, el jeroglífico de anta- dad de la ortografía, del mismo modo que
ño, sin embargo, nos parece extraño y leja- Cham o Daumier desdeñaban las autori-
no. Si bien concebimos todavía la diver- dades át\. Pero el verdadero
sión que en él encontraban nuestros abuelos, santo patrón de esos jeroglíficos fue el
eso no impide que la manera en la que genial ilustrador Grandville, cuya dema-
sabían arrancar su secreto a ese corps de gogia de dibujante movilizaba no sólo cie-
ballet desencarnado, hecho de herramien- o y tierra, sino también mtiebles, ropas e
tas y de letras, nos siga resultando oscuro. instrumentos contra el señor de la Crea-
Pero eso sólo ocurre en tanto partimos del ción, y atribuía también a las letras los
mundo de nuestras referencias, al que los miembros y la exuberancia con las que
crucigramas se ajustan tan bien, el mundo aquí burlan al lector.
de las arquitecturas normalizadas, los
esquemas de la estadística y el lenguaje
unívoco de nuestros anuncios luminosos y
nuestras señales de circulación.
100 WAI:I'[-:K BI';NIAMIN [.AS COSAS t : ( > N I.AS í)\ÍV. NUI'.STROS. 10

C €®3 3
S s S r 5 (T f} <£ I « B í T ® f o f f S f í fi
«-puoj\. uiap J3]un jaiq
*u»qi3iq os J.9UIU11 jqoiu qDop uue)| sg»

U n j e r o g l í f i c o n u i y ¡ i p r c c i a t l o , que .se rcpcu'.i


en bs formas m á s diversas.
<

«Las cosas no pueden permanecer siempre a s í ,


bajo la luna c a m b i a n c e . »

K'p^Eq U31{33J3A uaSoquaSa^ P^fl

Un jeroglífico normal, prueba <ie que se Jeroglífico clásico


desdeñaba ia autoridad de la ortografía:
«Surcando el océano con mil mástiles parte el joven.
«La belleza de las mujeres, el eco en el bosque Sobre su embarcación a salvo,
y el arco iris en el cielo no duran mucho tiempo.» sereno, vuelve a puerto el anciano.»
102 I.AS COSAS C O N LAS í ^ U i ' . NUI'.S'IROS.

Un jeroglífico «difícil»

« U n erudito dei brazo


de una damisela en tensión

Jeroglífico en el que el Sena discurre por Polonia:

« ¿ Q u i é n hace todos sus viajes en su lecho?


¡El río!»
Panorámica sobre e 1 3ro infantil

Verdes destellos ya en el rojo del poniente.


C. R Heinle

En un cuento de Andersen aparece un


ibro infantil del que se dice que fue com-
prado «por la mitad del reino». Todo en él
estaba vivo. «Los pájaros cantaban, los
personajes salían del libro y se ponían a
hablar.» Pero en cuanto la princesa volvía
la página, «saltaban de nuevo al interior
para evitar cualquier desorden». Delicado
y difuso, como mucho de lo que escribe el
106 WMri'K BiíNIAMIN P A N O R Á M I C A SOBRI' i : i . I.HílíO I N I - A N T I I . 107

autor, este pequeño hallazgo poético toca y participa en ella. Digo «en su lectura»,
de cerca lo que estamos tratando. Aho- en efecto, pues las palabras se encuentran
ra bien, no son las cosas las que surgen de también en ese baile de máscaras, forman
las páginas a los ojos del niño que hojea las parte del jtiego y se arremolinan, como
ilustraciones, sino que es él mismo quien, sonoros copos de nieve, mezclándose
por su contemplación, va a penetrar en entre sí. «Príncipe es una palabra rodeada
ellas, como una nube que se sacia del de una estrella», dijo un niño de siete
polícromo resplandor del mundo de las años. Los niños, cuando imaginan histo-
imágenes. Comprende realmente, ante su rias, se comportan como directores de
ibro coloreado, el arte de los perfectos del escena que no se dejan censurar por el
taoísmo: dominando el engañoso muro en «sentido». Se puede hacer la prueba muy
la superficie, avanza, entre tejidos coloreados fácilmente. Si se les proponen cuatro o
y rincones abigarrados, por el escenario cinco vocablos determinados para que
en el que vive el cuento. Hoa, «colorear» retinan una frase corta, aparecerá la prosa
en chino, se asemeja a kua, «enganchar»: más asombrosa: no tma visión panorámi-
se enganchan de este modo cinco colores ca del libro infantil, sino paneles indica-
a las cosas. En ese mundo tenso de colo- dores que conducen hacia allí. En un mo-
res, poroso, donde a cada paso todo cam- mento las palabras desembocan en tm
biará de sitio, el niño es acogido como un traje, y en un santiamén están implicadas
compañero de juego. Cubierto con to- en combates, en escenas de amor, o en
dos los colores que capta en su lectura y peleas. Es así como los niños escriben sus
en su visión, se adentra en una mascarada textos, pero así es igualmente como los
lOH WAI.TI'.lí III'.NIAMIN I ' A N O I Í Á M I C A SOIIKI'. | | I H í R O INIANTII 10')

leen. Y existe un pequeño número de abe-


cedarios apasionantes, que desarrollan un
juego semejante a través de las imágenes.
Se enctientra, por ejemplo, en el cuadro
de la A una naturaleza muerta de cosas
amontonadas que produce un efecto muy
enigmático, hasta que se descubre que
están reunidas allí /l^i/(anguila), ABC-Biich
(abecedario), Adler (águila), Apfel (manza-
na), y4^(mono), Amboss {Yuni\ué), Ampel
(bombilla), Anker (ancla), Armbrust (ba-
llesta), Arznei (medicina), Ast (rama), Aster
(áster) y /íxí (hacha).
Los niños conocen esta clase de imá-
genes como sus propios bolsillos, las han
explorado del mismo modo, dándoles la
vuelta de adentro hacia afuera, sin olvidar
el pliegue ni el hilo más minúsculo. Y si,
en el grabado en cobre, en colores, la ima-
Las fábulas de Esopo
ginación del niño se abisma soñadora-
mente en sus propios ensueños, el grabado Segunda edición, Vicna, Heinr. IViedr. Mülicr,
comerciante de arte en el Kohlmarki N " 1218.
en madera en blanco y negro, la repro- (Colección Benjamin)
no wAi.ii'Jí BI:N|AMIN l ' A N O H A M I C A S O l í l í l ' . l-.l, I . I B K O I N l A N T l i . IM

ducción sobriamente prosaica, le saca, al pretende confinarlos. C^ómo el niño «se


contrario, de sí mismo. Con su invitación fija en un lugarcito», cómo con el ojo y e
imperiosa a la descripción que le es inhe- dedo recorre su paisaje de imágenes, es lo
rente, tales imágenes provocan el desper- que expresa perfectamente esta canción
tar de las palabras en el niño. Y él mismo, infantil de tm viejo libro de lecciones
al describir las imágenes mediante pala- sobre cosas:
bras, «escribe» de hecho esas palabras,
«Delante del pueblccito está sentado un enaniro,
garabateando encima. Pero su superficie, detrás del enaniro se levanta iin montecito,
a diferencia de las que son en color, no del montecito baja un arroyito,
está formada por decirlo así sino de ma- sobpe el arroyito flora un tejadito,
bajo el tejadito hay un cuartito,
nera alusiva, Y se presta a una cierta con-
en el cuartito está sentado un muchachito,
densación poética. Así el niño imprimirá
detrás del muchachito hay un banquito,
en ella su verbo poético. De este modo, sobre el banquito se encuentra un armarito,
aprende la escritura junto con el lenguaje: en el armarito hay una cajita,
una escritura jeroglífica. En los signos de en la cajita se aloja un nidito,
ante el nidito está sentado un gatito,
esta escritura, se da todavía hoy a las pri-
tengo que fijarme en este lugarcito.»
meras vocales del abecedario la silueta de
J. R Vich, Steckenpferd und Puppe
las cosas que significan: Ei (huevo), Hut
(«Caballito y muñeca»), NordHngen, 1843
(sombrero). El valor auténtico de esos
libros infantiles de grafismo simple está, De manera menos sistemática, más
por lo tanto, muy lejos del obtuso marti- caprichosa e impetuosamente, el niño va
lleo en el que la pedagogía racionalista a la busca y captura de la solución en el
112 WA!;II:ÍÍ IÜ-.NJAMIN PANOIÍAMICA soiiki; iimío INIANTII, I I 3

dibujo-adivinanza que disipiula una figu- esos motivos antiguos en todo tipo de
ra entre sus trazos: el «ladrón», «el alum- variantes. El jeroglífico finalmente anun-
no perezoso», o el «maestro de escuela cia el Miércoles de Ceniza de ese Martes
oculto». En cuanto a esas imágenes con de C^arnaval de palabras y de letras. Es el
contradicciones e imposibilidades, actúa - desenmascaramiento: en el brillante cor-
mente de moda, porque sirven de tests, tejo, ahí está la frase, la flaca razón, que
son igualmente una mascarada, una farsa mira fijamente a los niños. Ese jeroglífico
improvisada llena de exuberancia, donde tiene un origen elevado, pues procede
los personajes se sostienen sobre la cabeza, directamente del arte del Renacimiento, y
meten brazos y piernas entre las ramas y tma d^ sus más valiosas ediciones, la Hypne-
se envtielven con el techo de tma casa rotomachia Poliphili, constituye de algún
como abrigo. Ese carnaval aparece hasta modo su título de nobleza. Tal vez nunca
en el espacio, más serio, de los libros para se difundiera en Alemania tanto como en
aprender a deletrear y a leer. Renner pu- Francia, donde, hacia 1840, estuvieron
blicó en Nuremberg, en la primera mitad plenamente de moda unas encantadoras
del siglo pasado, una serie de veinticuatro series de figurillas de papel prensado con
láminas que presentaban a las letras con el texto en pictogramas. Ello no impide
disfraz, por decirlo así. La F aparecía dis- que los niños alemanes tuvieran también
frazada de Franziskaner (franciscano), la K unos maravillosos libros de jeroglífi-
de Kanzlist {iimplcdiáo de cancillería), laT cos «pedagógicos». Es de finales del siglo
de Tr'dger (mensajero). El juego iba a gus- X V M I , como muy tarde, de cuando datan

tar tanto que todavía hoy se encuentran las «Sentencias morales del libro de Jesús
114 wAi;ri.K IU:NJAMIN PANOKAMIC:A st)iiRi-: i j . i IIÍRO INI-ANIII, I I5

Sirach para niños y jóvenes de toda con- vicisitudes del relato están fijadas en imá-
dición, con ilustraciones explicativas de genes, haciendo surgir cada una de ellas
las palabras más destacadas». El texto está un acontecimiento feliz y saludable, co-
delicadamente grabado en cobre, y todos mo por un toque de varita mágica, cuan-
os sustantivos que de una forma u otra lo do se acciona la tira del borde. A una téc-
permiten son evocados por pequeñas nica similar responden los libros en los
imágenes realistas o alegóricas cuidadosa- que las puertas, las cortinas, etc., que
mente pintadas. Todavía en 1842, Feub- figuran sobre las imágenes pueden levan-
ner publicó una «Pequeña Biblia para tarse como válvulas y dejan aparecer en-
niños» con cuatrocientas sesenta ilustra- tonces* por detrás otras pequeñas imáge-
ciones de ese tipo. Y lo mismo que al pen- nes. Y por último, igual que la muñeca a
samiento o a la imaginación, también a la a que se podía cambiar de ropa encontró
mano activa se le ofrecía antaño un cam- su relato («Las metamorfosis de Isabel o la
po inmenso. Tal es el caso de los célebres niña de los seis modelos. Un libro entre-
álbumes de imágenes en tiras movibles tenido para niñas, con siete láminas
(éstos han degenerado más rápidamente y móviles en colores», Viena) también se
parecen haber tenido la vida más corta, ya trasladaron al libro esas hermosas láminas
se trate del género en sí o de ejemplares en las que las figurillas de cartón adjuntas
particulares). Una obra excepcional fue el se fijan mediante aberturas secretas, de
Livre jou'jou, publicado por Janet, en modo que se pueden disponer de múlti-
París, sin duda en los años cuarenta. Es la ples formas. Así, el paisaje exterior o e
historia de un príncipe persa. Todas las cuarto de estar se pueden configurar en
116 WAiri-ií Il|-,N1AMIN P A N O R Á M I C A SOURi' VA. l . l l í R O I N I A N I I I . H 7

función de las diversas situaciones del re-


lato. A los escasos niños —o incluso a los
escasos coleccionistas— que han tenido la ^ *

dicha de caer sobre un libro de magia o de


dibujos-adivinanzas les parecerá, en com-
paración, que todo lo demás son peque-
neces. Esos voltimenes tan inteligen-
temente dispuestos mostraban, segtin la
posición de la mano que los hojeaba,
series de hojas cambiantes.
Al iniciado en su manejo, ese tipo de
obra le presenta diez veces la misma ima-
gen en páginas siempre nuevas, hasta que
la mano se desplaza y entonces aparecen,
como si el libro se hubiera metamorfose-
ado a su contacto, imágenes muy diferen-
tes con una frecuencia no menor, la
volumen (un ejemplar del siglo X V U I
como el que el autor tiene ante los ojos)
parece contener, según los casos, tan pron- .tfií—r ..-.1 .• j<.

to un florero, como luego, sin disconti- Sentencias morales del libro de Jesús Sirach, Nuremberg.
nuidad, el rostro del diablo, después un (Colección Benjamin)
1 18 wAi;rí:ii ni-;NtAMiN ' A N O R Á M I C A SOBR1-: V.l. L I B R O INI'ANlil, 1 19

loro, luego únicamente unas hojas blan- solamente libros infantiles de Berlín, de
cas o negras, un molino de viento, un Leipzig, de Nuremberg o de Viena; por el
bufón de la corte, un arlequín, etc. Otro contrario, en la mente del coleccionista,
mostraba, según se lo hojeaba, una serie nombres como Meissen, Grimma, Gotha,
de juguetes y golosinas para el niño apli- Pirna, Plauen, Magdeburg, Neuhalden-
cado, y después, cuando se hojeaba de sleben ofrecen mayores promesas como
manera distinta, una serie de instrumen- sedes de edición. En casi todos esos luga-
tos de castigo y de rostros espantosos para res trabajaron ilustradores, con la particu-
el niño malo. laridad de que con mucha frecuencia han
La gran floración del libro infantil en permanecido anónimos. Pero de vez en
el curso de la primera mitad del siglo XIX cuando se descubre a uno de ellos y éste
no emanaba tanto de una inteligencia encuentra su biógrafo. Es lo que le suce-
pedagógica concreta (y superior a la dió a Johann Peter Lyser, pintor, músico y
actual en muchos puntos), del momento periodista. El fabulario de A. L. Grimm
de la vida burguesa de la época. En una (Grimma, 1827) ilustrado por Lyser, el «Li-
palabra: del Biedermeier. Aun en las ciu- bro de cuentos para niñas y niños de las
dades más pequeñas se habían establecido clases cultivadas» (Leipzig, 1834), texto e
editores cuyos productos más corrientes imágenes de Lyser, y el «Libro de los cuen-
eran tan graciosos como los modestos ros de Lina» (Grima, sin fecha), texto de
muebles utilitarios de entonces, en cuyos A. L. Grimm, imágenes de Lyser, contie-
cajones durmieron dichas obras hace un nen sus trabajos más hermosos para
centenar de años. Por esa razón, no hay niños. El colorido de esas litografías pali-
f
120 W A I T I - R líF.NjAMIN

dece, comparado con el colorido ardiente


del Biedermeier, y armoniza tanto mejor
con los flacos compañeros, a menudo
demacrados, con el paisaje de sombras,
con el ambiente del cuento, que no está
exento de cierto toque irónico-satánico.
El arte del oficio en esos libros estaba
totalmente ligado a la cotidianidad pe-
queño burguesa; lejos de ser meramente
constmiidos, se utilizaban como se hace
con las recetas de cocina o los proverbios.
Representan la variante popular, incluso
infantil, de lo que el romanticismo ha
imaginado como más elevado. Por eso
Jean Paul es su santo patrón. El mundo
mágico de sus historias, que se sitiian en
la Alemania central, cristalizó en esas pe-
queñas imágenes.
Ninguna poesía está más emparenta-
da que la suya con su tmiverso coloreado,
cuyo resplandor se basta a sí mismo. Pues
su espíritu, así como el del color, reside en
122 WAi:n:ií HI-NJAMIN PANORAMICA S O B R I ' I I I I B K O INI'ANIIl. 12.Í

la fantasía, no en la energía creadora. A pero a la mano izquierda las pasivas: la


través de la visión de los colores, la intui- visión de los colores procede de los domi-
ción de la fantasía se deja aprehender nios sensoriales del olfato y el gusto. El
como un fenómeno originario. En efecto, propio lenguaje, en «ver», «oler», «gustar»
a toda forma, a todo contorno percibido que valen para el objeto [de manera
por el ser humano, éste responde perso- intransitiva] como [de manera transitiva
nalmente mediante su facultad de produ- para el sujeto humano, reúne ese grupo
cirlo. El cuerpo mismo en la danza, la en una sola y misma unidad.) En resu-
mano en el dibtijo, restituyen esa forma o men: el color puro es el instrumento de la
contorno y se lo apropian. Pero esta facu - fantasía; el país en las nubes caro al niño
tad encuentra su límite en el universo del distraído, no el canon severo del artista
color. Le responde entonces no de mane- constructor.
ra creativa, sino receptiva: en el ojo bri- Con esto se relaciona su acción «éti-
llando con el color. (Hay que decir tam- cosensorial», que Goethe concebía entera-
bién, en términos antropológicos, que la mente en el sentido del romanticismo.
vista es la línea de partición de las aguas «Los colores transparentes son ilimitados
en el dominio de los sentidos, porque en su luminosidad y en su oscuridad, lo
capta al mismo tiempo forma y color. Y es mismo que el agua y el fuego pueden con-
así como le pertenecen, a la mano dere- siderarse su culminación y su profundi-
cha, las facultades generadoras de corres- dad [...]. La relación de la luz con el color
pondencias activas: percepción de la transparente es, cuando uno se sumerge en
forma y el movimiento, audición y voz, él, infinitamente estimulante; el abrazo de
I

PANORÁMICA SÍ^BRP: I'.I. [.IIÍRO INI'ANTII. 125


124 wAi;ri:R BI'-.NJAMIN

OS colores, su confusión y su resurgimien-


to y desaparición, equivale a retomar su
aliento en grandes pausas de eternidad en
eternidad, de la luz suprema hasta en el
silencio solitario y eterno de los tonos más
bajos. Los colores opacos, en comparación,
son como flores que no se atreven a medir-
se con el cielo y que, sin embargo, tienen
que ver con la debilidad de un lado, e
blanco, y con el mal del otro lado, el negro.
Ahora bien, éstos son precisamente capaces
...] de producir variaciones tan graciosas y
efectos tan naturales que [...] los transpa-
rentes, finalmente, se limitan a dirigir su
juego por encima como espíritus, y no sir-
ven más que para realzarlos.»
Con estas palabras, el «suplemento» de
la Teoría de los colores hace justicia al senti-
miento de esos atrevidos iluminadores, y
«El paraguas maravilloso. de paso también al espíritu de juego de los
Un nuevo relato para niños».
propios niños. Piénsese en la cantidad de
Neuruppin, impresión y edición de Gustav Kühn.
(Colección Benjamin) ellos que buscan la intuición pura en la fan-
\vAi:n:R IU-:NIAMÍN

tasía: burbujas de saber, juegps de tc% la


coloración húmeda de la linterna mágica,
la aguada, las calcomanías. En cada tmo de
ellos, el color plano, alado, por encima
de las cosas. Pues no es a la cosa coloreada
o al simple color muerto a lo que debe su Abecedarios de hace cien años
magia, sino a la luz coloreada, al brillo co-
loreado, al rayo coloreado. Al final de su
recorrido, la visión panorámica sobre el Ningún palacio de rey ni lujosa man-
libro infantil desemboca en un peñasco sión campestre se ha beneficiado de la
florido a la manera Biedermeier. Apoyado milésima parte del amor decorativo que se
en tma diosa azul celeste, el poeta descansa dedicó a las letras en el curso de la historia
allí con sus manos melodiosas. Lo que le de la cultura. Primero, por el placer de lo
inspira la Musa, lo registra un niño alado bello y para honrarlas, pero también con
junto a él. Dispersos yacen a su alrededor una intención astuta. Las letras son, en
el arpa y el laúd. Los enanos en el seno de efecto, las columnas de un pórtico en cuya
la montaña tocan la flauta y el violín. Es así parte superior se podría perfectamente
como un día pintó Lyser el paisaje, fuego laber inscrito lo que Dante leía por enci-
multicolor que se refleja en la mirada y los ma de la entrada al Infierno; era, pues,
juegos de los niiios. necesario que la figura originaria de esas
letras, en su rudeza, no asustara a los
ntimerosos infantes destinados a cruzar
I

28 WAi:ri-R HI:N)AMIN AIU-CI'OARIOS TM" I I A C F . C I I ' N AÑOS 129

todos los años su portal. De ahí que se col- libros de lectura. Los pequeños objetos
garan guirnaldas y arabescos de cada una ilustrativos que hasta entonces habían
de esas pilastras. Pero sólo más tarde se vio arrastrado su confusión alrededor de la
que no se hacía la cosa más fácil a los niños letra soberana, o que se habían encontra-
cuando se recubría con ornamentos des- do comprimidos en casillas tan estrechas
mesurados la estructura de las letras, a fin como las angostas ventanas de las facha-
de darles una forma más atractiva. das burguesas del siglo X V I I I , emitieron
Aparte de esto, las letras comenzaron súbitamente consignas revolucionarias.
ya muy pronto a reunir a su alrededor una Las Ammen (nodrizas), los Apotheker (í^ir-
cohorte de objetos. Algunos de nosotros macéutic'os), Artilleristen (artilleros), Adler
todavía aprendimos a ver Hut (sombrero) (águilas) y Affen (monos), los Kinder (ni-
enganchado a la a la espera de ser utili- ños), A^/Z/zéT (camareros), Katzen (gatos),
zado, Maus (ratón) mordisqueando ino- Kegeljungen (jugadores de bolos), Kóchin-
centemente la ^ , o a conocer la rcomo la nen (cocineras) y Karpfen (carpas), los
parte más espinosa de la rosa. Con el im- Uhrmacher (relojeros), Ungarn (húngaros)
pulso de benevolencia respecto de los y Ulanen (ulanos) reconocieron entonces
pueblos extranjeros, de los desclasados, su solidaridad. Convocaron grandes con-
que atraviesa la época de la Ilustración en venciones, se vieron aparecer delegaciones
Europa, con el resplandor del humanismo de todas las A, B, C, etc., y sus asambleas
del que, a decir verdad, el clasicismo no es tomaron un curso tumultuoso. Mientras
más que el ecÜpse, un enfoque muy dis- Rousseau declara que toda soberanía
tinto se proyectó súbitamente sobre los emana del pueblo, esas láminas lo mani-
130 WAl.'llíR lil'.NIAMIN A B I X : i - O A K I O S Di- H A C r : C I E N A Ñ O S 131

fiestan ruidosa y resueltamente: «El espí-


ritu de las letras viene de las cosas. Somos
nosotras, nuestro ser-así-y-no-de-otra-
manera, lo que hemos impreso en esas
letras. Nosotras no somos sus vasallas, son
ellas, al contrario, las que no hacen otra cosa
que representar nuestra voluntad comiin.»

los abecedarios. Que los grabadores en madera


—los xilógrafos—, a los que aquí se ve, hayan
tenido la extraña idea de no grabar más que
nombres con X e Y (Xerxes, Xenophon, Young,
Ypsilanti) concuerda perfectamente con nuestro
artista del abecedario (se trata del célebre Geissler).
132 WA[;II:R IÍI-NJAMIN A B i : ( : i : ! ) A R K y s DV. I I A C I : f : [ i : N A Ñ O S I33

Orhispictus. Ncuhaldcnslcbcn. Sin indicación de año. Portada de «Viaje al país de la felicidad»,


Uno de los libros infantiles más bellos de la época libro francés para niños que apareció hacia 1840
Biedermeier. No tiene texto. El artista se contentó en París. Cada página consta de una delicada
con incluir, después de cada cuadro, una hoja litografía que ocupa toda la superficie.
en la que se encuentran consignados los objetos Los niños que hacen el viaje se aburren mucho
representados, por orden alfabético. en el país de la felicidad, donde no hay más
Todos comienzan por la misma letra. Aquí es la P, que juguetes y golosinas. Sienten nostalgia
y hay veintitrés. ¿Quién los encontrará? de la escuela y huyen de ese paraíso.
f
134 WAi:ii:ií III'.NIAMIN

La pirámide de luces,
antecesora del árbol de Navidad

La forma más antigua de disponer las


Abecedario romántico procedente de Francia.
Sin indicación de lugar ni año. En cada lado
velas de Navidad procede de las costum-
un niño, cuyo nombre comienza por la bres eclesiales: del altar. Era la pirámide
correspondiente letra del alfabeto. de luces; una pequeña construcción de
Pero ya se podía recorrer toda Francia en
la época del abecedario romántico, que no
madera estable, en vertical, donde las ve-
se encontraría una Querangal o un Ramorino. las se escalonaban en diversos niveles. Sin
duda a esas pirámides, por graciosas que
fueran, les faltaba el olor de la resina y de
las agujas de pino.
La victoria del árbol de Navidad se
decidió lentamente. ¿De qué manera? Es
I

136 WALTFR HKNjAMIN 1.A P I R Á M I D I . DI-, l U C i ' S 137

lo que muestran nuestras imágenes, sbrücke, y la tiraron sobre la capa de hielo


tomadas de viejos libros infantiles. del Spree, donde inmediatamente acudie-
Finalmente, ftie un peqtieño inciden- ron los pobres la mañana de Navidad,
te el que, a la larga, supuso la sustitución para utilizar todo aqtiello como combus-
de la pirámide por el árbol de Navidad. El tible. El mercado de pirámides no se recu-
asunto se produjo en 1827, en el merca- peró jamás de esta «crisis».
do de Navidad de Berlín. En aquella
época, abetos y piceas no se vendían en las
calles más que de manera muy aislada, y
en cambio las pirámides se vendían cinco
veces más que los árboles de Navidad. Por
eso, los obreros que no habían encontra-
do empleo durante el invierno de ese año,
tuvieron la idea de fabricar pirámides de
Navidad, y las vendían en todas las esqui-
nas de las calles antes de la fiesta. Se creó
entonces tal sobreabundancia que más de
mil pirámides de todos los tamaños se
quedaron sin vender, aunque se hubieran
ofrecido a tm groschen. Cuando toda
perspectiva de venta desapareció, las gen-
tes arrastraron su mercancía hasta Konig-
138 WAin'IÍR lílíNJAMIN l.A r i K A M I [ ) l - : i ) ! ' , I.UCIÍS 139

1830 Imagen vienesa del año 1834


Un árbol de Navidad entre dos pirámides. Como se ve, la mesa en cuyo centro se alza
Éstas conservan todavía el privilegio de llevar el árbol está vacía. Todos los regalos de Navidad
las luces. Por ia ventana mira un niño pobre. cuelgan de las ramas del abeto.
I
140 WAi;i'I-K Bi'NIAMlN l.A r i i í Á M i D í ' ; i ) ] ' , i . u c i ' . s

Este tipo de pequeño y delicado árbol


de Navidad era llevado a la habitación,
1838 desde fuera, con las luces encendidas,
En esta extraña ilustración, están reunidos y era el signo de que coinenzaba la
el árbol de Navidad y la pirámide de luces. distribución de los regalos.
Juguetes rusos

En un principio, los juguetes de todos


os pueblos proceden de la industria
doméstica. El tesoro de formas primitivas
que poseen las clases inferiores, los cam-
pesinos y los artesanos, constituye preci-
samente la base segura de la evolución de
jtiguete infantil hasta la época actual.
Tampoco hay nada de prodigioso en ello.
El espíritu que inspira esos productos, e
proceso global de fabricación y no sola-
mente su resultado, se enctientra presente
en el juguete para niños, y el niño com-
I

144 WAi:ri:K UI:NIAMIN jUíanni'S RUSOS

prende naturalmente mucho mejor un


objeto creado de forma primitiva que otro
nacido de un proceso industrial compli-
cado. En esto reside pues, también, dicho
sea de paso, el fondo justificado de la
aspiración moderna a fabricar juguetes
infantiles «primitivos». Nuestros artesa-
nos no deberían olvidar con tanta fre-
cuencia que lo que actúa primitivamente
sobre el niño no son las formas construc-
tivistas, esquemáticas, sino más bien toda
la estructura de su muñeca o de su perri-
to, en la medida en que se puede imagi-
nar realmente cómo están hechos. Esto es
precisamente lo que él quiere saber, esto
es lo que le permite establecer una rela-
ción viva con sus cosas.
En materia de juguetes, la cuestión
principal es, en resumidas cuentas, que, Maqueta en madera de una máquina de coser.
Cuando se gira la manivela, el clavo sube y baja,
de todos los europeos, tal vez sólo los ale-
y al golpear la plancha produce un ruido rítmico
manes y los rusos poseen el auténtico que evoca en el niño el propio de la máquina
genio del juguete. de coser. Trabajo campesino.
1

146 WAI:II-:R ÍU-.NJAMIN


juc.uK'ri'-s l a i s o s 147

A la izquierda: samovar (amarillo, rojo y verde) Muñeca de paja. Altura: 1 5 cm. Tambosk.
para colgar del árbol de Navidad. Confeccionada en el campo, en verano,
A la derecha: tamborilero. Emite unos chasquidos en tiempos de la recolección; una vez seca,
y agita los brazos cuando se gira la manivela, se conserva como muñeca. Reminiscencia de
situada abajo a la derecha. un fetiche arcaico de la cosecha.
J U C U l í ' l ' i ' . S iUISOS 14';
148 \VA[;II:K HI:NIAMIN

Carro tirado por dos caballos.


Escultura en madera de la región de Vladimir.
Hacia 1860-1870.

Cascanueces
Imitación en madera de una figurilla de mayólica.
Creada entre 1860 y 1880 en la región de Moscú. Es interesante la comparación entre esas dos
muñecas de Wjatka. El caballo, todavía visible
en uno de los modelos, se encuentra ya confundido
con el hombre en el modelo de al lado.
El juguete popular tiende a formas simplificadas.
WALTKR I M ' . N I A M I N j U ( ; u i í ' r i ' S RUSOS 151

Baco cabalgando sobre un macho cabrío.


En la caja, música.
1

152 WALI'I'R BI'NIAMIN IIK¡UI-;M'.S RUSOS 1S3

En todas partes, no únicamente en


Alemania, sino en el mundo entero —pues
la industria alemana es la más internacio-
nal—> se conocen los universos minúscti-
os de muñecas o de animales, las peque-
ñas salas de estar campesinas en una caja
de cerillas, las arcas de Noé o los apriscos
como se los fabrica en los pueblos de
Muebles para equipar la sala de estar de
una casa de muñecas.
Turingia o del Erzgebirge, y también en la
Trabajo de presos siberianos que data del siglo zona de Nuremberg. Pero el juguete ruso
X I X . El ensamblaje de las minúsculas partículas sigue siendo en general desconocido. Su
de madera exige una paciencia infinita.
producción está muy poco industrializada
y, fuera de las fronteras de Rusia, apenas
lay otra cosa que se haya difundido de él
que la «baba» estereotipada, esa pequeña
pieza cónica de madera, pintada por todos
los lados, que representa a una campesina.
En verdad, el juguete ruso es el más
rico y más variado de todos. Los 150
millones de personas que habitan el país
La tierra sobre tres ballenas.
se reparten en centenares de comunida-
Confeccionado en madera por el artista.
El motivo proviene de una leyenda rusa. des, y todos esos pueblos tienen a su vez
154 WAI:I'I-:K BIÍNJAMIN jucui'ri'iís RUSOS 155

una actividad artística más o menos pri- plásticas de viejas fábulas y leyendas, los
mitiva, más o menos evolticionada. De juguetes y los juegos en madera, llenan
este modo, existen juguetes en cientos de tienda tras tienda en las calles más distin-
lenguajes formales diferentes y en múlti- guidas de Moscú, Leningrado, Kiev,
ples materiales. Madera, arcilla, hueso, Kharkov u Odesa. Es el museo del jugue-
tejido, papel, papel tnaché, se presentan te en Moscii el que posee la colección más
solos o combinados. La madera es el más importante. Tres vitrinas están llenas de
importantes de los materiales citados. En jtiguetes de arcilla procedentes de Rusia
ese país de bosques inmensos, se tiene en septentrional. La expresión rústica, robus-
casi todas partes tm dominio incompara- ta, de esas muñecas de la región de Wjatka
ble de su tratamiento, ya se trate de escul- contrasta un poco con su materia, tan
pir, colorear o barnizar. Desde los simples sumamente frágil. Pero han sobrevivido al
títeres de madera de sauce blanco y blan- viaje. Y es bueno que hayan encontrado
do, o las vacas, cerdos y corderos tallados asilo en el museo de Moscú. Pues quién
a imitación de la naturaleza, hasta los sabe cuánto tiempo esa manifestación de
cofres lacados, artísticainente pintados arte popular podrá resistir todavía al cor-
tejo triunfal de la técnica que avanza a tra-
con colores bri antes, sobre los que están
representados el campesino en su troika, vés de Rusia. Ya se está extinguiendo, se
las gentes del campo reunidas alrededor dice, la demanda de objetos semejantes, a
de un samovar, los segadores o los leñado- menos en las ciudades. Pero allí arriba, en
res en el trabajo, y hasta los grandes gru- su país natal, permanecen todavía con
vida, ciertamente, y ahí están, en la casa
pos de monstruos o las reproducciones
I

IS6 WAi:il'lí lU'.NÍAMlN

campesina, como siempre, modeladas por


a noche, después del trabajo, pintadas
con colores Itmiinosos y cocidas al horno.
CENTELLAS

1. Ch. Baudelaire, Del vino y el hachís.


2. R. Kipling, La historia más bella del mundo.
3- M . Proust, El indiferente y otros textos.
4. A. Rinibaud, Cartas de Aden y Harar.
5. H . C. Andersen, Diálogos con la luna.
6. R. M . Rilke, Cartas a una amiga veneciana.
7. S. P. Cheney, La música de los pájaros.
8. L. Hearn, En la cueva de los espectros infiintiles.
9. W. Hazlitt, Ir de viaje.
R. L. Srevenson, Ejicursiones a pie.
10. l'^. Wharton, El vicio de Li lectura.
11. H . Melville, ¡Qidquiriquí!
12. J. Reed, L\t7icho VilLi.
13. E.T.A. Hoffmann, Vampirismo.
14. D. H . Lawrence, Li Princesa.
15. R. Kipling, En k jungLi.
16. C. Carrido, IM memoria de las olas.
17. J. Conrad, Un puesto avanzado del progreso.
18. R. M . Rilke, Cartas a un joven poeta.
19. FL de Balzac, IM obra maestra desconocida.
20. H. A. Abborr. PLiriilmidin. 49. N . Soseki, Haikús zen.
11. l í . James, El último de los Valerio. 50. V. Woolf ¿(]ónio debería leerse un libro?
22. O. Wilde, El ruiseñor y la rosa. 51. A. Schopenhatier, El arte de hacerse respetar
23. A. Chéjov, El beso sc^vúdo de Acerca del amor. 52. W. Benjamin, Desembalo mi biblioteca.
24. J. W. Goethe, El Cuento. 53. H . de Balzac, Sarrnsine.
25. M.Vxovm, Sobre Lí lectura. 54. ^\, l.okis.
26. W. Bcckford, Vathek (Cuento árabe).
27. O. Mirbeau, Claude Monety Giverny. EL BARQUERO
28. E. A. Poe, Cuatro relatos fantásticos.
29. H . Melville, Bartleby, el escribiente. 9. F. Nietzsche, Aurora.
30. L. Carroll, Aventuras subterráneas de Alicia. 10. F. Nietzsche, La Gaya Ciencia.
31. F. Petrarca, Subida al Monte Ventoso. 13. A. Conan Doyle, El misterio de las hadas.
32. i.. Roy, El amante de las librerías. 18. H . Brunel, Los más bellos cuentos Zen. I .
33. Egon Schiele en prisión. Notas y dibujos. Seguido de El arte de los haikus.
34. Ci. de Nerval, Aurelia o el sueño y la vida. 19. H . Brunel, La grulla cenicienta.
35. A. Schopenhauer, El arte de tener siempre razón. Los más bellos cuentos 7.en. I I .
36. R. M . Rilke - L. A.-Salomé, Correspondencia. 20. H . Brunel, La felicicLidZen.
37. P. Mérimée, La venus de lile. Los más bellos cuentos Zen. I I I .
38. F. Rabelais, Los sueños droláticos de Pantagruel. 23. M . líllis Ryan, Cartas de amor de un joven indio.
39. G. Flaiiberr, Bibliomanía. 24. R. Crevel, Dalí o el antioscurantismo.
40. R. L. Stevenson, Olalla. 28. J.-C. Mardrus, La reina de Saba.
41. H . D . Fhoreau, Colores de otoño. 32. H . Rousseau, La venganza de una huérfana rusa.
42. Ch. Nodier, Eranciscus Columna. 48. M . Shikibu, Genji Monogatari.
43. J. Biirroughs, Construírsela casa. 49. E.'F.A. Hoffmann, Los elixires del diablo.
44. E. Wharton, Cómo contar un relato. 76. H . von Hofmannsthal, Carta de Lord Chandas.
45. E. Gaskcll, El héroe del sepulturero. 80. E.T.A. Hoffmann, Los autómatas.
46. N . Hawthorne, La hija de Rappaccini. 83. Cartas de Abelardo y Heloisa.
47. W. Irving, Rip van Winkle. 84. E. Reclus, Líistoria de un arroyo.
48. E. Wharton, Construir una novela. 85. E. Reclus, Historia de una montaña.
t

87. H.T.A. HoFFmann, El hombre de arena, 30. C>. Serra, Diario de signos.
precedido de Lo siniestro, por S. Freud. 33. H . D . l'horcau, Diarios. (Breve antología).
89. R. M . Rilke, Cartas en torno a un jardín. 41. 1^. Johannot, A. de Musset y P.-J. Stahl,
94. K. Capek, El año deljardinero. Viaje adonde se os antoje.
99. M . Serrar, Maruyme. Diario de viaje. 43. H . Heine, Memorias del Señor
100. U. Akinari, La luna de Lis lluvias. de Schnabelewopski.
102. R. M . Rilke, La canción de amor y de muerte 45. J. Giraudoux, Combate con la imagen.
del alférez Christoph Rilke. 46. E.T.A. Hoffmann, Signor Eormica.
103. J. Courtin, El chamán del fin del mundo. 51. G. Rouger, Las aventuras de Antar.
106. M . Vikrama, El monje y la cortesana.
109. C. SeignoUe, Marie la loba. LOS PEQUEÑOS LIBROS D E LA SABIDURÍA
1 10. A. Duperey, Los gatos de fortuna. 14. O. Kliayyám, Rubaiyat.
111. A. le Rra/, La sangre de la sirena. 22. E l espíritu romántico. Edición de C. Garrido.
112. A. Debo, Gerónimo, el apache. 26. VJXmx, El canto del sol.
116. W. Graves, Bajo la sombra del olivo. 29. H . D . 'Fhoreau, Pasear
141. Cincuenta cuentos Zen. 38. R. Fago re. Del alba al crepúsculo.
142. E. Wharton, El arte de la ficción. 64. S. Juan de la Cruz, Cántico espiritual
66. Jayadeva, Cita Govinda.
TORRE D E V I E N T O 102. R. Fagore, Citanjali.
104. Saadi, El jardín de rosas.
3. A. Jarry, Gestas. 132. El Rámáyana. Adaptación de
9. C. Seignolle, La malvenida. A. K. Coomaraswamy y S. Nivedita.
1 5. J.-l.. Fetjaine, El crepúscido de los elfos. 133. El Mahábhárata. Adaptación de
16. J . ' L . Fetjaine, La noche de los elfos. A. K. Coomaraswamy y S. Nivedita.
18. Nizami, Laylay Majnún.
19. C. Serra, Augurio Hipocampo. TERRA I N C O G N I T A
21. Círandville, Otro mundo. (Serie menor)
23. F. Hillerman, La primera águila. 1. M . Barres, La muerte de Venecia.
25. J. Swift, El cuento de un tonel 2. J. Potocki, Viaje a Turquía y Egipto.
f

3. P. Mérimée, Cartas de España. 95. C^. ( i . Carus, Viaje a la isla de Rugen.


4. A. Galland, Del origen y el progreso del cafe. 98. 1. Eberhardt, Yasminay otras narraciones.
5. H. Dclacroix, Viaje a Marruecos y Ándülucia. 99. M . Covarrubias, La isla de Bali.
6. A. G. Kavanagh, El viaje a Persia. 101. Premchand, Antología de cuentos.
. 7. H. Verhaeren - I ) . de Regoyos, España Negra.
MEDIO MAIUVl'DÍ
'IERRA INCOGNITA
1. P. Aretino, Sonetos sobre los «XVI modos».
4. M . Schwob, Viaje a Samoa. 2. Arte del bien morir y Breve confesionario.
10. P. Matthiessen, Al pie de la montaña. Edición de F. Gago Jover.
11. V. Hugo, Los Pirineos. 3. H . Holbein, Imágenes del Antiguo Testamento.
15. G. Sand, Un invierno en Mallorca. 4. A. Bernat Visrarini - John T. Culi (eds.),
19. P. Loti, Peregrino de Angkor. Los días del Alción.
20. P. Loti, I.a Lndia (sin los ingleses). 5. A. Alciato, Los emblemas de Alciato.
21. P^. M . Forster, La colina de Devi. 10. A. Egido, De la Mano de Artemía.
22. P. Loti, Supremas visiones de Oriente. 11. J. Setantí, Centellas de varios conceptos.
23. P. Loti, El casamiento de Loti. 13. A. Ferrer de Valcedebro, El porqué de
24. V. Segalen, Diario de las Islas. todas las cosas.
25. L Eberhardt, Hacia los horizontes azules. 14. F. R. de la Flor, Era melarwólica.
26. P. Loti, Pagodas de oro. 15. A. Egido, El águila y la tela.
28. H . W. Longfellow, El canto de Hiawatha.
30. F.-R. de Chateaubriand, Viaje a Italia. Erase una vez...
35. V. Segalen, Viaje al país de lo real BIBLIOTECA DE CUENTOS MARAVILLOSOS
36. L. Fernández, Los viajes de Rubén Darío a
Mallorca. Seguido de La isla de oro - El oro de 11. M . d'Aulnoy, El pájaro azul y otros cuentos.
Mallorca por Rubén Darío. 20. F. C^aballero, Cuentos de encantamiento.
92. R. Graves, Por qué vivo en Mallorca. 21. Cuentos de Charles Perrault.
93. P. Loti, El desierto. 26. J. B. von Eichendorff, La estatua de mármol
94. P. Loti, E l País Vasco. 30. L. Bechstein, La competición mágica.
1.. Ticck, ti Ruñenberg.
Los ni he tungos.
C. Hrcntano, Gockel, Hinkely Gackeleia.
W. Hauff, La historia del Califa Cigüeña.

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