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Benjamin Desembalo Mi Biblioteca
Benjamin Desembalo Mi Biblioteca
Desembalo m i biblioteca
El arte de coleccionar
Traducción y prólogo
de
Fernando Ortega
CENTELLAS
índice
Prólogo
Ninguna parre clt esta publicación
puede ser reproducida, almacenad;) o transmitida
en manera alguna ni por ningún medio,
Desembalo mi biblioteca.
ya sea electrónico, químico, mecánico,
óptico, de grabación o de fotocopia, -
El arte de coleccionar .
Sin permiso previo por escrito
dei editor Desembalo mi biblioteca. Discurso
La portada reprt)ducc i i n retrato de Walter B e n j a n i i n . sobre el arte de coleccionar . . . .
l.a contraportada, dos juguetes rusos
reproducidos en la p á g i n a 146 Para coleccionistas pobres
© 2012, de la presenre edición, Libros de enfermos mentales que
José J. de Olañeta, Editor se encuentran en mi colección .
Apartado 296 - 07080 Palma (España)
La pirámide de luces,
antecesora del árbol de Navidad. . .
Berna, y comienza a escribir su tesis doc- que presta a Walter, Dora y Stefan. Ger-
toral sobre la crítica de arte en la época shom Scholem, que es ya su mejor amigo,
romántica. Walter y Dora tuvieron un va a trasladarse a Palestina e intenta con-
lijo, Stefan Rafael, que nació en 1918. Al vencer a Walter Benjamin y su familia
año siguiente, Benjamin obtiene el docto- para que le acompañen, pero éstos no se
rado y prosigue sus traducciones de sienten inclinados a dejar Alemania.
Baudelaire. Por esa época conoce a Ernst Se traslada con Ernst Bloch a la isla de
Bloch, publica el ensayo Kritik der Gewalt Capri y conoce a la actriz Asja Lascis,
(Para una crítica de la violencia y otros ensa- comunista letona que le inicia en el mar-
yos) y pxcpzxdi el plan de una revista, Angelus xismo;' Lascis se convirtió en su amante y
Novus, que no llegó a ver la luz. Su situación llegó a tener una importante influencia
económica no es fácil y comienzan también intelectual en su vida. Hugo von Hoff-
las divergencias con su esposa; intenta con- mansthal le publica un ensayo sobre Las
seguir un puesto para enseñar en la univer- afinidades electivas de Goethe en la revista
sidad, pero no lo consigue. Nene Deutsche Beitrdge. Entre 1923 y
En 1923 conoce a Adorno y a Lukács, 1925 trabaja en su obra más amplia, El
cuya Teoría de la novela (1920) tendrá una origen del drama barroco alemán, que,
gran influencia sobre él, y publica Charles como análisis filosófica de una fQjmac-ul-
Baudelaire: Tableaux parisiens. La situa- tu£d¿istón^^ deteriDLiiiada, consti-
ción política hace difícil la vida de su tuye un ejemplo del método crítico de su
padre, que pasa por graves problemas autor, que no se limita a la especulación
financieros que comprometen la ayuda sobre los temas clásicos de la filosofía,
i'KOn H ; O 15
1-1 1-1 K N A N I K ) ORIl-CA
sino que más bien se aplica a las realida- Al año siguiente comienza a escribir el
dgs cujturalesrBénfámm lo presentará a la Libro de los pasajes, su gran obra sobre la
Universidad Goethe de Francfort como vida parisina del siglo XIX, que nunca
credencial para conseguir tui puesto llegó a terminar. Ese mismo año ve por
docente, pero el trabajo será rechazado y tiliima vez, en París, a Ciershom Scholem,
Benjamin se verá privado tma vez más de que de nuevo intenta convencerle, sin
enseñar en la universidad. éxito, para que se traslade con él a Pales-
En 1926 vive en París y en Monaco. tina. En 1928 se separa de su esposa, de la
Traduce el primer volumen de En busca que se divorcia dos años más tarde.
del tiempo perdido de Marcel Proust y Publica a continuación Calle de dirección
única y conoce a Bertolt Brecht por me-
colabora con dos periódicos alemanes.
diación de Asja Lacis, que colabora con e
Hace un breve viaje a Berlín, con ocasión
dramaturgo. Walter rompería su relación
de la muerte de su padre, y parte para
con Asja en 1930, el mismo año que mu-
Moscii donde se reencuentra con Asja
rió su madre.
Lacis, que está enferma en un sanatorio.
Vue ve luego a París y termina la traduc- De 1932 data su primera estancia en
ción del segundo volumen de la obra de Ibiza durante varios meses. La situación
Proust. Por esta época, la aproximación en Alemania es entonces complicada;
de Benjamin al marxismo es clara y el Adolf Hitler está a punto de tomar el
concepto marxista de alienación ocupará poder y Benjamin abandona definitiva-
desde entonces im lugar fundamental en mente su país. Ante la toma del poder por
su obra. el nacionalsocialismo en 1933, con la
I
consiguiente persecución de IQS judíos, se ma vez a Bertolt Brecht, que sigue refu-
trasladó a París, pero antes de hacerlo visi- giado en Dinamarca y a qtiien Benjamin
tó a Bertolt Brecht, que se había refugia- ha confiado momentáneamente la custo-
do en Svendborg (Dinamarca) y pasó unos dia de su biblioteca. Mientras tanto, el
meses en San Remo, donde vivía su ex es- régimen nazi ha desposeído a los jtidíos
posa Dora. de la nacionalidad alemana. Convertido
En esta época colabora con Max Hor- en apatrida, es internado por el Gobierno
kheimer y recibe ayuda económica del francés en el «campo de trabajadores vo-
Instituto de Investigación Social. En París untarios» de Vernuche, cerca de Nevers,
conoce a Hanna Arendt y Hermán Hesse. donde permaneció tres meses, siendo l i -
La revista del Instituto de Investigación berado gracias a la mediación de algunos
Social, Zeitschrift für Sozialforschung, le intelectuales franceses, amigos suyos. De
publica varios textos, entre ellos algunos nuevo en París, escribe sus Tesis sobre la fi-
de los más relevantes del autor y, en par- losofía de la historia.
ticular, el que llegará a ser probablemente El 13 de junio de 1940, un día antes
su texto más leído: La obra de arte en la de la entrada de los alemanes en París,
época de su reproductibilidad técnica. deja la capital y se dirige a Lourdes. De
En 1937 Benjamin trabaja en El París ahí se traslada a Marsella y finalmente, el
del Segundo Imperio en Baudelaire, y 25 de septiembre, llega a Port-Vendres,
conoce a Georges Bataille, a quien más junto a la frontera, con la intención de
tarde confiaría el manuscrito del Libro de pasar a España, camino de Portugal, desde
los pasajes. Al año siguiente visita por últi- donde proyecta volar a Estados Unidos
18 IKRNANIX) ORliXIA RRóixx;o 19
a la luz del día tras dos años-de oscuridad, adquirir los libros. Recurrir a tal disposi-
para compartir desde el principio, en algu- ción o a otra cualquiera no es más que un
na medida, algo del ánimo, nada elegiaco dique de contención contra el raudal de
sino, al contrario, impaciente, que despier- recuerdos que afluye impetuoso sobre todo
tan los libros en el auténtico coleccionista. coleccionista que se ocupa de su tesoro.
Pues es uno de ellos quien les habla, y lo Toda pasión, sin duda, confina con el caos,
lace, a fin de cuentas, únicamente de él. y la pasión del coleccionista confina con el
¿No sería presuntuoso entonces que enii^ caos de los recuerdos. Pero iré más lejos:
merara aquí, apelando a una aparente obje- el azar, el destino, que con sus colores im-
tividad o sobriedad, las obras y secciones pregnan el pasado que está bajo mis ojos,
principales de una biblioteca, o que les se ofrecen ahí al mismo tiempo a los senti-
expusiera su génesis, incluso su utilidad dos, a través del habitual batiburrillo de
para el escritor? En todo caso, y en lo que libros. Pues ese género de posesión, ¿qué es
me concierne, aspiro en lo que sigue a algo sino un desordgtLgn el que la costumbre se
menos difijso, más tangible; lo que más me ha heíJio-tarrfamiliar que..pttecie41^^ir a
interesa es hacer posible una mirada sobre adquinr la a£arierií;¡j3^de,-OxdeQ? Ya habrán
a relación del coleccionista con sus rique- oído hablar de personas a las que la pérdi-
zas, ofi'ecer un panorama sobre el hecho de da de sus libros ha llegado a enfermar, y de
coleccionar, más que sobre una colección otras a las que su adquisición ha converti-
en concreto. Ahora bien, es perfectamente do en delincuentes. Todo orden, precisa-
arbitrario que lo haga por medio de consi- mente en estos ámbitos, no es sino un esta-
deraciones sobre los diversos modos de do de inestabilidad sobre el abismo. «El
Dl'.SI'.MílAl.O M I Bim.lOI'l'.CA .^'^
M WAi:ri:K BI NJAMIN
del lado mágico del coleccionista, de su Otros, como el hecho de pintar los obje-
aspecto senil. Habent sua fata libelli: quizá tos, recortar, o también calcar, y, así, toda
esta fórmula fue concebida pensando en la gama de modos de adquisición infantil,
los libros forma general. Pues los libros, desde cogerlo con la mano hasta, en el
La divina comedia, o la Etica de Spinoza, punto más alto, la nominación. Renovar
o El origen de las especies, tienen su desti- el mundo: ése es el instinto más profundo
no. Pero el coleccionista interpreta de que subyace en el deseo que experimenta
manera diferente el dicho latino. A sus el coleccionista de adquirir nuevos obje-
ojos, no son tanto los libros como J Q £ tos, y ésa es la razón por la que el colec-
(?/V^^Záír£'i-les~qu<^-tienen~s.u_^de^^ Y en cionista de libros antiguos se encuentra
su mente, el destino clave de todo ejem- más cerca del origen de cualquier acto de
plar es el encuentro con él mismo, con su coleccionar que el aficionado cuyo interés
propia colección. No exagero: para el co- se centra en las reediciones para bibliófi-
leccionista verdadero, la adquisición de los. Pero digamos ahora algunas palabras
un libro antiguo equivale a su renaci- sobre la manera en que los libros atravie-
miento. Y en esto reside el aspecto infan- san el umbral de una colección, para caer
til que, en el coleccionista, se compenetra en propiedad de un coleccionista; en
con el aspecto senil. En efecto, los niños suma, sobreja historia de su adquisición.
realizan la renovación de los libros como
Entre todas las formas de procurarse
una praxis multiplicada, nunca corta. En
libros, la más gloriosa, se piensa, es la de
los niños, el acto de coleccionar no es sino
escribirlos uno mismo. Muchos de ustedes
un procedimiento de renovación entre
recordarán con simpatía la inmensa
I
38 W A i : i l K lU.NJAMIN I ) ! ' . S | : M I I A I ( ) M I Hlílí l O l l - C A V)
biblioteea que, en su pobreza, reunió con oídos sordos a todas las admoniciones
el tiempo el maestro de escuela Wuz, en judiciales, sino también, y sobre todo, por
Jean Paul, escribiendo él mismo, ante la el hecho de que tampoco Ice los libros. Si
imposibilidad de comprarlas, todas las quieren creer en mi experiencia, son más
obras cuyos títulos le interesaban en los los casos en los que se me ha devuelto un
catálogos de feria. Los escritores son, efec- libro prestado sin leerlo, que aquellos en
tivamente, personas que escriben libros no los que se ha leído. ¿Será entonces ésa —se
por pobreza;;;;sÍüLÜ-4iar-ansati con preguntarán ustedeíÍTr:z^marca propia de
los libros que podrían comprar pero que los coleccionistas? ¡No leer! Esto sí que es
no les complacen. Tal vez tomen ustedes nuevo. Bien, pues n(). Los expertos-les
esto, señoras y señores, por una definición confirmarán que es, al contrario, algo muy
descabellada del escritor; pero todo lo que antiguo, y me limitaré a citar la respuesta
se dice es descabellado desde el punto de que Anatole France, por su parte, tenía
vista de un coleccionista auténtico. Entre reservada y dispuesta para cuando algtm
los modos de adquisición más corrientes, individuo corto de miras, tras admirar su
el que mejor conviene a los coleccionistas biblioteca, le soltase finalmente la pregun-
será el préstamo no seguido de devolu- ta inevitable: «¿Y usted ha leído todo eso,
ción. Quien pide prestados libros en can- señor France?» «No, ni la décima parte. ¿O
tidad, tal como lo consideramos aquí, se es que tal vez usted cenaría todos los días
revela como un coleccionista inveterado, con su vajilla de Scvres?»
no sólo por el ardor con el que vela el teso- Yo mismo he verificado la legitimidad
ro acumulado de este modo, haciendo de tal actitud, realizando una prueba en
ni.SlíMBAI o MI líllíMOriíCA 41
40 WAIM'I'.R B I ' . N I A M I N
DI'SlíMBAi.O MI lílíil.KTrr.CA 47
46 \VAi;n;R BIVNIAMIN
en efecto, la verdadera libertad de los obras tan suntuosas como ésa —pues los
libros se encuentra en algún lugar de sus grabados en metal para este libro fueron
dibujados por el mejor dibujante francés
estanterías.
y ejecutados por los mejores grabadores—
Como especial recuerdo de mi más
podían comprarse todavía en una papele-
excitante experiencia de compra en una
ría. Pero quisiera contar la historia de su
subasta, se yergue todavía hoy en mi bi-
adquisición. Había ido a Emil Hirsch
blioteca, por encima de largas hileras
para conocer la colección previamente,
de volúmenes franceses, La piel de zapa de
había examinado cuarenta o cincuenta
Balzac. Fue en 1915, en la subasta Rü-
volúmenes, entre ellos éste, con el deseo
mann, en Emil Hirsch, uno de los biblió-
ardiente de no tener que desprenderme
filos más expertos y, al mismo tiempo,
nunca más de él. Llegó el día de la subas-
uno de los más importantes libreros. La
ta. Un azar qtúso que, en la convocatoria,
edición en cuestión apareció en 1838, en
este ejemplar de La piel de zapa fuera pre-
París, Place de la Bourse. A l coger en mi
cedido por la serie completa de sus ilus-
mano el ejemplar, pude ver no sólo el
traciones editadas aparte en papel de
número de la colección Rümann, sino
China. Los participantes en la subasta
sobre todo la etiqueta de la librería donde
estaban sentados en una larga mesa; en
o adquirió el primer comprador, hace
diagonal frente a mí, el hombre sobre e
noventa años, aproximadamente por un
que se posaban todas las miradas para la
precio ochenta veces inferior al actual. La
venta que se proponía a continuación: el
etiqueta correspondía a la librería I . Flan-
barón von Simolin, famoso coleccionista
neau. Hermosa época aquella en la que
48 WAI;Í'!'U UI'.NIAMIN D i ' S i ' . M i í A i . o M I B i i í i i( ) r i ; < : A 49
muniqucs. Se interesó por esta serie, pero ron estar separados uno de otro por una
no le faltaron competidores; en pocas eternidad, procedió a la adjudicación.
palabras, se llegó a una lucha importante, Para mí, estudiante, la siuna era todavía
cuyo resultado fue la oferta más elevada bastante elevada, pero la mañana del día
de toda la subasta, un precio que supera- sigtiiente, en la casa de empeños, no
ba ampliamente los 3.000 marcos. Al forma ya parte de la historia; en lugar de
parecer, como nadie esperaba que se llega- eso, prefiero evocar im acontecimiento
se a tal suma, un movimiento de agitación que podría considerar el negativo de la
sacudió a la concurrencia. Emil Hirsch no venta en una subasta. Fue en Berlín, el
le concedió importancia, y ya fuera por año a^iterior. Se había puesto a la venta
ganar tiempo, ya fuera por otras consi- una serie de libros mtiy dispares en cuan-
deraciones, pasó al siguiente ejemplar de to a la calidad o el tema, entre los que
la subasta entre la desatención general de la tínicamente merecían atención algunas
asamblea. Gritó el precio, y yo puje un obras raras que trataban de ocultismo y
poco por encima mientras el corazón me filosofía de la naturaleza. Puje por algunos
latía con fuerza, claramente consciente de de ellos, pero no tardé en advertir que,
que no podía rivalizar con ninguno de los cada vez que intervenía, un señor situado
grandes coleccionistas que se encontraban en las primeras filas parecía estar esperan-
presentes. Pero el subastador, sin forzar la do mi oferta para lanzar la suya sin
atención de los reunidos, pronunció la fór- importar el precio. Después de haber
mula habitual «¿Nadie da más?» y con tres visto cómo la misma situación se repetía
golpes de martillo, que a mí me parecie- en varias ocasiones, abandoné toda espe-
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50 W A l l KR l i K N J A M l N
niíSi-MBAio M I IÍI151 K v n . í : A 51
ranza de adquirir el libro que más me no hubo ninguna oferta, y el libro fue
interesaba aquel día. Eran los magníficos retirado. C^onsideré oportuno dejar pasar
Fragmente aus dem Nachlasse eines jungen unos días todavía. Y, en efecto, cuando
Physiker (Fragmentos de las obras póstti- reaparecí al cabo de una semana por la
mas de un joven físico), que Johann librería, lo encontré allí y lo compré,
Wilhelm Ritter había ptiblicado en dos aprovechándonie así del escaso interés
volúmenes, en Heidelberg, el año 1810. que se había testimoniado por él.
La obra nunca ha sido reeditada, pero e Qué de recuerdos no se acumtilan en
prefacio en el que el editor hacía una pre- la memoria, una vez que uno se ha zambu-
sentación de su propia vida en forma de llido en la montaña de cajas para extraer de
elogio fúnebre por un amigo anónimo ella los libros sacándolos a la luz del día, o,
supuestamente difunto, que no era otro mejor aún, caída la noche. Nada puede
que él mismo, me ha parecido siempre la ilustrar mejor el aspecto fascinante de este
prosa de inspiración personal más signifi- desembalaje que la dificultad que implica
cativa del romanticismo alemán. En e el abandonarlo. Había comenzado a
momento en que salió a subasta, me vino mediodía, y era ya la medianoche antes de
a la cabeza una idea brillante. Muy senci- que hubiera empezado con las últimas
lo: como mi oferta iba a suscitar indefec- cajas. Pero he aquí que al final me caen
tiblemente la ptija del otro, yo no debería entre las manos dos volúmenes mal encua-
hacer ninguna. Me dominé y permanecí dernados que, estrictamente hablando, no
en silencio. Entonces ocurrió lo que había tenían por qué estar en una caja de libros:
esperado: nadie mostró ningún interés, dos álbumes de figurillas en papel prensa-
52 WAi:n-lí BI'NIAMIN ni'.SI'MllAl.O M I iíllíl KVI'ICA 53
do que mi madre había pegado cuando yo obligación que le crea su posesión. Es, por
era niño, y que yo había heredado. Esas lo tanto, la actitud del heredero en el sen-
son las semillas de una colección de libros tido más elevado. Una colección tiene
infantiles qtie todavía hoy continúa cre- como título de nobleza más hermoso el
ciendo sin cesar, aunque no sea en mi jar- poder ser legada. Al decir esto, tengo con-
dín. No existe en vida una biblioteca que ciencia clara —quiero que ustedes lo se-
no albergue cierto número.^de .criaturas pan— de que tal planteamiento del mun-
procedentes de zolíasJVonterizas. No serán do de las representaciones implícitas en e
forzosamente colecciones de figurillas o acto de coleccionar intensificará en mu-
álbumes familiares, ni de autógrafos o de chas personas su convicción de qtie esta
encuademaciones con pandectas o textos pasión es intempestiva, y aumentará la des-
edificantes en el interior: algunos coleccio- confianza que sienten respecto del colec-
nistas se encariñarán con octavillas y pros- cionista. Nada más lejos de mi propósito
pectos, otros con facsímiles de manuscritos que hacer tambalear esa opinión o esa des-
o copias mecanografiadas de libros ilocali- confianza. Habría que aiiadir también una
zables, y, con mayor razón, las revistas pue- última observación: el fenómeno de la
den formar los bordes prismáticos de una colección^^aLpe^
biblioteca. Pero, volviendo a esos álbumes, fice, pierde su sentido.,. Si bien e$ posible
leredar es, a decir verdad, el medio más quejas colecciones públicas sean menos
sólido de formar una colección. Pues la chocantes en el aspecto social y más útiles
actitud del coleccionista respecto de sus en el aspecto científico que las colecciones
riquezas tiene origen en el sentimiento de privadas, sólo éstas hacen justicia a los
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ni-:si-:MHAi.() M I U I B I I O T I . ' . C A
Vi WAi;ri-:K UIINJAMÍN
objetos c u s í mismos^ Por lo,demás, sé que moho de Süssengut, en Berlín Norte; re-
sobre este tipo humano del qtie estoy cuerdos de las salas de estar en las que esos
hablando aquí, y qtie he presentado^jan^ libros ocuparon su lugar, de mi cuarto de
poco ex qffldoy está cayendo la noche. Pero estudiante en Berna, de la soledad de Iset-
omo dice Hegel: es sólo con la oscuridad wak junto a ago de Brienz y, también,
cuarido Ja lechuza de Minerva levanta el de nú habitación infantil, de donde pro-
vuelo. Es solamente en el momento en que„ ceden cuatro o cinco de los varios miles
se extingue, criando el coleccionista es de volúmenes que comienzan a amonto-
comprendido. narse a mi alrededor. ¡Dicha del coleccio-
Pero ya hace mucho tiempo que ha nista, iiicha del hombre privadoj^Nadie ha
caído a medianoche ante la tUtima caja dado Itigar a menos investigaciones.
vaciada a medias. Me ocupan ahora otros nadie se ha sentido mejor que ese ser que
pensamientos de los que no he hablado. ha podido continuar su existencia dcso
Mejor dicho, no pensamientos, sino imá- acreditada bajo la máscara de Spitzweg-'-.
genes, recuerdos. Recuerdos de las ciuda- Pties en su interior habitan espíritus, o ali
•
des en las que he encontrado tantas cosas: menos geniecillos, que hacen que para el co-
Riga, Ñapóles, Mtinich, Dantzig, Moscú, leccionista, me refiero al verdadero, el colec-
Florencia, Basilea, París; recuerdos de las cionista tal como debe ser, la posesión sea
sunrtiosas salas muniquesas de la librería
' Fran/ Cari Spitzwcg (18ü8-!88'>), pintor de la
Rosenthal; recuerdos del Stockturm de
época Bicdcrmeier, conocido especialmente por sus esce-
Dantzig, donde habitó e difunto Hans nas descriptivas de la vida de la pequeña burguesía. Fs
autor de un cuadro titulado hihliómíino. (N. del T.)
Rhaue, del sótano de libros cubiertos de
36 WAi:i'l'K HI'.NJAMIN
naturalmente, ningtin libro, por valioso París o incluso en esos vehículos que en
que sea, que no pueda obtenerse a un pre- Berlín se utilizan para la venta de libros
cio barato o incluso como una ganga. —ésa sería más bien la experiencia de tm
Pero, en la práctica, las cosas se presentan Mi-inchhatisen bibliófilo—, nos parece
de manera diferente. Dado que, entre más útil llamar la atención del arnigo de
nosotros, al menos en Alemania, la mano los libros sobre algunas posibilidades que,
privada se debilita cada vez más y la can- con la mejor voluntad del mundo, no
tidad de libros que entra en el circuito del pueden salirle muy caras, y sobre domi-
gran comercio oficial de la venta de libros nios en los que todavía no se ha estableci-
antiguos aumenta sin cesar, vemos, por do una política de precios.
im lado, cómo los precios ceden algo de Pero antes de que admitamos al novi-
terreno como consecuencia de una oferta cio en el país de Jauja de la bibliofilia,
sobreabundante, mientras que, por otro, podrá avanzar glotonamente por la mon-
se hacen cada vez más raros los libros que taña de arroz que representa la reflexión
escapan al trato competente de los libre- siguiente: la producción creciente de
ros y que se pueden conseguir a bajo pre- ibros, en aceleración constante hasta hace
cio de las manos de un vendedor inocen- rnu^ P^*^*^' tenido como consecuencia
te. Ahora bien, como aquí debe tratarse que se haya deslizado, entre los libros
del libro barato, en lugar de amontonar, antiguos puestos a la venta poi las libre-
por pura diversión, anécdotas sobre casos rías especializadas y los libros nuevps„deja
excepcionales relacionados con la suerte librería de surtido, una tercera categoría
legendaria del que busca en los quais de intermedia, mtiy discreta, de la que nadie
WArri'.R BI'.NJAMIN PAIÍA C O I . I ' . C C I O N I S I ' A S l'OBRI'.S 61
()()
se ocupa y que, sin levantar obstáculos, superior. i\n pocas palabras, la sugerencia
espera al coleccionista dispuesto a ofrecer- que queremos hacer es que dirijan su
le su asilo: son los libros viejos. El comer- mirada hacia las primeras obras de escri-
cio de libros antiguos propone también tores no abiertamente enúncntes, o más
precios para ese género de obras viejas y aun, hacia los pequeños libros, sumamen-
desaparecidas cuando pertenecen a la pro- te interesantes, de esos autores desapareci-
ducción de juventud de escritores de dos que no fueron nunca más allá de los
mucho renombre. Para «Ayer» de Hof- dos o ties volúmenes: escritores que no
mannsthal, o «Ea vida cotidiana» de Rilke, dejaron obras completas, que no__Qcup_ar
el coleccionista está obligado a gastar sin ron ntfnca más que unasjmea¿j:_.riias.-hk--
cuenta, Pero en el momento en que se torias de la literatura y que, sin embargo,
vuelve hacia las primeras obras de autores tienen cosas que decir sobre su época
que no tienen un rango especial a nivc nmcho más notables que gran parte de los
europeo, puede encontrarse de repente escritores que triunfaron.
ante pequeños volúmenes por los que no Y ahora, en hermoso desorden, algu-
se le pide mucho más que e coste del nos nombres de pequeños escritos así enve-
papel. Es evidente que esas obras —cita- jecidos o de escritores desaparecidos de
remos inmediatamente algunas— dicen a estos últimos tiempos: en cabeza, colocare-
menudo tanto de la situación literaria de mos a Oonald Wedekind, el hermano de
su época, e incluso todavía más, que los dramaturgo, autor de la novela «Ultra
ensayos titubeantes de poetas que son montes», publicado por Von C^ostenoble,
apresuradamente ascendidos a una esfera de Jena, ahora editoriiil de vangtiardia en
62 W A l l l.lí U I N I A M I N
I'AIÍA C:()I.IX:( M O N I S T A S I'OIIKI s 6.Í
obras sobre la técnica de la madera. Donald encontraremos las primeras huellas de otro
Wedekind ptiblicó además algunos peque- personaje, que justamente nos ayuda a
ños volúmenes de literatura erótica. Según sacar a la luz un nuevo aspecto de esas tie-
parece, hasta ahora sólo Ferdinand Har- rras lejanas del coleccionismo: se trata de
dekopt ha reparado en su existencia, y e las grandes htiellas de Ernst Rowohlt, cuya
mismo hiardekopf se incluye también en primera realización editorial, París y
nuestra lista con mucha más dignidad por Leipzig, tue la Kater-Poesie de Scheerbart.
sus primeras obras: el maravilloso diálogo Pues también ésta será una empresa singu-
Der Abend tarde»), o las caunvadoras larmente interesante desde la perspectiva
Lesestücke («Piezas de lectura»). Estaremos de la Colección y la sociología, lo misuKí
en la mejor compañía si nos volvemos que reunir las primeras realizaciones de las
lacia las primeras obras de Salomo grandes editoriales, entre las que, a decir
Friedlaender, del que nos limitaremos aquí verdad, sólo las de Insel alcanzan un precio
a dos pequeños libros, tan dispares como elevado. Incluso la muy suntuosa y muy
Rosa, Die schóne Schutzmannsfrau («Rosa, interesante primera obra de Diederichs, Hl
a be a esposa del policía») y Logik jur tesoro de los humildes de Maeterlinck,
Arbeiter («Ló^ic'd para trabajadores»). Han 1 lorencia y Leipzig, se ha podido conseguir
sido necesario años para que la librería ale- a veces por tmos pocos marcos. Aunque tal
mana haya acabado de liquidar la obra pre- obra revela ya exteriormente una cierta
coz del gran amigo de Friedlaender, Paul ambición, no se adivina todavía, en los pri-
Scheerbart, Ja... was... móchten wir nicht meros productos de Jakob Hegner (publi-
Alies! Más tarde, en la ruta de Scheerbart cados, sin dtida, en colaboración con otra
}
prenderá que no quisiera colocar ese tipo cojifiguiQ^por S Í misma, mticho antes de
de cosas, en la época en que se me reveló que me viniera la idea de oreanizar una
Holderlin, en la sección «Poesía lírica ale- colección de escritos de enfermos menta-
mana». Por lo que se refiere, en cambio, al leSj^e incluso mticho antes cíe que cono-
primer escrito de Emil Szityya, Ecce- ciera la existencia de libros debidos a en-
HomO'Ulk («Chanza del Ecce-Homo»), fermos mentales.
me disgustaría tanto verme privado de él Y he aquí que en 1918, en una peque-
como de muchos otros comienzos revela- ña librería antigua de Berna, me cayó
dores de escritores más conocidos. Y así entre las manos el libro de Schreber, las
los he ido expulsando de sección en sec- famosas Memorias de un neurópata, publi-
ción, hasta que finalmente han encontra- cabas por Ta editorial Óswafd Mutze^_ de
do refijgio no lejos de los poemas de Gilm. jLeipzig. ¿Había oído hablar ya de él en
En cuanto al libro de Blüher, Aristie des esa época? ¿O sería solamente tmas sema-
Jesús von Nazareth («Aristía de Jestis de nas más tarde, cuando tuve conocimiento
Nazaret»), no quería incorporarlo a mi del tratado que Freud publicó sobre ese
biblioteca de filosofía de la religión, pero libro, en el tercer volumen de sus Kleine.
por su contribución a la patología de los Schriften über die Neurose (Escritos breves
resentimientos antisemitas me parecía sobre la neurosis), Leipzig, 1913? Poco im-
demasiado valioso para descartarlo. porta. El caso es que quedé de inmediato
De este modo llegaron a encontrarse, completamente fascinado.
al cabo de los años, como hermanos muy ^^' En lo que concierne en primer lugar a
dispares. Una «biblioteca patológica» se la editorial, ésta tenia cierto renombre co-
70 \vAi:ri-:R IU^NIAMIN I I I í R O S !>l- I.NI-I:RM0S MI'NIAII'.S 71
conductor a través del mundo de las cia, miembro de varias sociedades cientí-
representaciones religiosas que se formó ficas, no es una construcción de la para-
en él en el curso de su enfermedad. No sin noia o de algtma otra psicosis. La psi-
intención concreta, pues, después de quiatría ha superado desde hace mucho
haber estado internado casi diez años, el tiempo la época en la que se recurría abu-
presidente Schreber fue declarado en esta- sivamente a cualquier síntoma para de-
do de ejercer de nuevo y devuelto a su nominar un género particular de demen-
familia, sobre la base de peticiones repeti- cia; si no fuera por eso, se podría hablar
das, sumamente sutiles, que luego él pu- aquí de un «delirio de agrupación». El
:)licó como anexo a su obra. Qué fases ha sabio autor de Leben und Wissenschaft in
recorrido la enfermedad hasta salir, tritm- ihren Elementen und Gesetzen, Würzburg
falmente y de forma rigurosa, del mundo 1 842 («La vida y la ciencia en sus ele-
de la locura, es lo que, por supuesto, tiene mentos y en sus leyes»), tm hombre
aquí tan poco lugar como la caracteriza- perfectamente responsable civilmente ha-
ción psiquiátrica del caso o de otros que blando, y tal vez incluso sumamente con-
vendrán después. siderado, no revela nada en ese texto de
Una cosa es al menos clara: el univer- su idea mirífica. En todo caso, podría
so mental elaborado por el Consejero sorprender el espacio desproporcionado
gubernamental y Consejero médico de que ocupa en la sección «Antropología y
Medicina» con modelos debidos a exper-
distrito del Reino de Baviera Cari Frie-
tos psiquiátricos, pero que proceden ma-
drich Antón Schmidt, doctor en filoso-
nifiestamente de él.
fía, en medicina, en cirugía y en obstetri-
WACn-R HFNjAMIN iiBRcrs I I I ' I - : N I - I R M ( > S MÍ.NIAM.S 7S
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El ojo en medio de la viñeta es el símbolo de Dios,
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cuya mirada vivificadora abarca los cuatro dominios prin- 1. •
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cipales de la actividad humana, religión, jurisprudencia,
—
medicina y arte, que están representados en los rincones de J i i
la imagen bajo la forma de una Virgen en oración, de una -3
mujer juez, de Esculapio y de Apolo con los símbolos de su >
actividad. I.as figuras dispuestas alrededor del punto cen- — \
tral indican los grados jerárquicos del ser individual —hom-
bre, ángel, serafín— por un lado, y, por el otro, el mundo
1/
material superior representado por las estrellas, la Luna y el
Sol. Debajo del ojo está el Sol del Ser, que ilumina el globo
terrestre (con los símbolos de! tiempo y la caducidad). No
ji
podemos entrar aquí en los detalles muy complicados de
los símbolos relacionados en cada ocasión con un discurso.
76 WAi:ri':R HI-NJAMIN iiiíiuxs DI': i:Nii;RMt)s MI'.NTAI.IÍS 77
Hay que imaginar a ese rnédico redivi- obra por cuenta propia. Un pequeño sello
vus o, hablando con propiedad, contempo- de caucho, «Edición del Estado-Univer-
raneus del médico de Büchner en Woy- sal-de-Toda-la-Tierra, BRNC) 2-BRÜNN 2
zeck. Una mirada lanzada sobre los cuadros lista de correos 13», y la etiqueta, pegada
de clasificación nos nmestra en seguida el | sobre cubierta, de una editorial del propio
carácter maníaco de esa visión del mundo. \ autor, es todo lo que sabemos de esta obra
Aun cuando el universo del delirio, en relación a la bibliografía. El sello de la
como el del saber, tuviera sus cuatro fa- impresión leva la fecha de 1924.
cultades, las obras de Schreber y de Schmidt No hay necesidad de una descripción
no serían nunca más que un compendio más detallada. Si alguna vez la locura ftie
de su teología y de su sabiduría universal. inofensiva, es en el caso de este autor esla-
Volvámonos ahora hacia la jurispruden- vo, que parece querer identificarse con el
cia. Tomemos por ejemplo Ganz-Erden- espíritu de los monjes errantes de Rusia.
UniversalStaat (El Estado-Universal-de- Finalmente, un doctmiento de la psi-
Toda-la-Tierra). Dispuesto a todos los cosis más grave: a obra médica con a que
sacrificios, el autor, que redacta ahí un terminamos por hoy. Cari Gehrmann,
abecedario de regente para uso particular pract. Arzt in Berlin: Korper, Gehirn, Seele^
del «rey de Inglaterra, Londres», dedicán- Gott (Cari Gehrmann, médico en ejerci-
doselo con un amor ferviente a diversas cio en Berlín: Ctierpo, Cerebro, Alma,
Santidades, entre otras a «H. P. Blavatsky, Dios). Cuatro partes en tres tomos, Berlín
de la Gran Sociedad de Teosofía», se vio 1893. Extractos del cuarto tomo, que
probablemente obligado a publicar su contiene historias de enfermos:
I
• -d •
3 a>
'c '5 '5 tines» - la fuente de los Sacramentos.
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C ^ Caso n" 30. El crucifijo detrás de la
fe „ • _ — . ••^ *-* *-* ^
3 a*a;2 e e'i cortina verde de la ventana que lo oculta
3 « ' a> U V- H f
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LH VI k< VH - Pneuma y Madre de Dios — La ventana
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•Si O M •3 M »- abstracta domina la voluntas — La cicatriz
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en tanto que símbolo de devoción cura el
C. tácti
HO WAITF.R RI'.NJAMIN L I B R O S DI-: l ' N F F . R M O S M I I N T A I J - S 81
todoj_sugerior, mejor conservado, la apa- que, atmque tenga tanto valor, al menos,
rición de la locura, insinuándose en ese como el libro de Schreber en cuanto a
mundo con un aspecto más ligero que en contenido humano y literario y lo stipere
cualquier otra parte, será tanto más terri- con m ucho en el a r i d ad. S i es ta b revé
ble. ¿Cómo ha llegado ahí? ¿Cómo evitó mención pudiera suscitar un interés a su
el control del pasaporte a la entrada de respecto, si estos breves extractos pudie-
estaTebas de cien puertas que es la ciudad ran llevar al lector a conceder una mayor
de los libros? Tratándose de tales obras, la atención a los apuntes y a los folletos de
historia de su impresión tiene que haber ocos, se habría alcanzado el doble objeti-
sido con frecuencia tan extraña como su vo da estas líneas.
contenido. Actualmente, podríamos pen-
sar, la situación ha cambiado. El interés
dirigido a las manifestaciones de la locura
es tan general como lo ha sido siempre,
pero se ha hecho por añadidura más fe-
cundo y más legítimo. Los escritos de
dementes, se debería suponer, obtendrían
hoy sin dificultad un pasaporte en toda
regla. Y, sin embargo, tengo conocimien-
to desde hace meses de un manuscrito
para el que parece tan difícil como siem-
pre encontrar una editorial que lo publi-
/
K6 WAi:ii-R BF.NJAMIN
NOVHij\ DE C:KIADAS I>I:I. SIC;IX> I'ASADO H7
que en nuestros días. Además, habría que caballero errante, sino como el viejo am-
comenzar por la venta ambulante, caso de biguo —viene a advertir o a seducir—
que la historia de la literatura, en lugar de que aparece en muchas de esas historias y
interesarse tínicamente por las cumbres, que se dispone, en la imagen adjtmta, a
como hace siempre, se decidiera a explo- volatilizarse ante el signo de la cruz.
rar la estructura geológica del gran maci- No es sorprendente que se haya des-
zo del libro. preciado toda esta literatura d u r a n t d 2 ¿ p
Antes del desarrollo de los pequeños eLjjempo en que existió la idolatríajieL
anuncios, el comercio del libro, cuando «arte» absoluto. Pero el concepto de docu-'
quería vender sus productos hasta en las mentó •que aplicamos actualmente a las
capas inferiores de la sociedad, se limitaba obras de los primitivos, de los enfermos y
a los vendedores ambulantes. Estaría bien de los niños, ha integrado igualmente esos
imaginarse al perfecto viajante de libros escritos en el seno de unas conexiones
en esa época y para esas capas sociales: el nuevas y esenciales. Se ha reconocido el
lombre que sabía llevar las historias de valor de los temas típicos, se ha dedicado
fantasmas y de caballeros a las habitacio- interés a estudiar de forma cada vez más
nes de las criadas en la ciudad, y de las atractiva e innovadora el número limitado
salas de las granjas en el pueblo. Tendría de aquellos que están realmente vivos, y
incluso que entrar im poco en sintonía se ha percibido que en sus variaciones se
con las historias a las que quería dar sali- encarna, tan resueltamente como en el
da. No a título de héroe, naturalmente, enguaje de las formas, la voluntad de di-
como joven príncipe desterrado o como versas clases y generaciones. Es el sueño.
88 WAITER BENJAMIN NOVEl-AS DE CRIAIMS DV.l. S I C I . O RASAOC) 89
como Freud nos ha enseñado, lo que está ternas, sobre la paternidad y las influen-
en los orígenes de esos temas eternos. cias: ¿por_qué^,-pox- ejenipiLQo^^en j-elat.Qs
Ahora bien, si tales obras —que se redactados en el apogeo de la burguesía, la
dirigen sin rodeos al hambre de materia- autoridad moral se encuentra, sin embar-
es que siente el público— presentan ya go, asociada siempre a la figura de un
en sí mismas un interés eminente, éste se hombre o una dama de alto-raagaiJal vez
acrecienta todavía más desde el momento porque las clases serviles se sentían toda-
en que su propio espíritu, por medio de vía solidarias de la burguesía, compartien-
as ilustraciones, se expresa en el grafismo do sus ideales románticos más secretos.
y los colores. El principio mismo de esas Algunas de esas novelas llevan, encabe-
ilustraciones atestigua ej estrecho vínculo zando cada uno de sus sangrientos capítti-
del lector con su tema. Quiere saber con os, un epígrafe en verso: nos encontramos
la mayor exactitud cuál es su implicación. entonces con Goethe y Schiller, incluso con
¡Si al menos tuviéramos una mayor canti- Schlegel o Immermann, pero también, al la-
dad de esas imágenes! Pero cuando no do de éstos, con príncipes poetas como Wal-
estaban especialmente protegidas —como dau, Parucker, Tschabuschnigg o el simple
muchas de las que se adjuntan— por el B., del que proceden las siguientes líneas:
tampón de una biblioteca de préstamo,
siguieron la vía establecida: del libro a la «Vaga errante, solitaria y abandonada,
pared y de la pared al cubo de la basura. a través de la inmensa ciudad.
Muchas preguntas se relacionan con Para sentir temor a cada instante
esos libros, por no hablar de aquellas, ex- tiene todos los enemigos necesarios.»
I
•1. Ak-^:^^.
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A propósito de «Juro»
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«-puoj\. uiap J3]un jaiq
*u»qi3iq os J.9UIU11 jqoiu qDop uue)| sg»
Un jeroglífico «difícil»
autor, este pequeño hallazgo poético toca y participa en ella. Digo «en su lectura»,
de cerca lo que estamos tratando. Aho- en efecto, pues las palabras se encuentran
ra bien, no son las cosas las que surgen de también en ese baile de máscaras, forman
las páginas a los ojos del niño que hojea las parte del jtiego y se arremolinan, como
ilustraciones, sino que es él mismo quien, sonoros copos de nieve, mezclándose
por su contemplación, va a penetrar en entre sí. «Príncipe es una palabra rodeada
ellas, como una nube que se sacia del de una estrella», dijo un niño de siete
polícromo resplandor del mundo de las años. Los niños, cuando imaginan histo-
imágenes. Comprende realmente, ante su rias, se comportan como directores de
ibro coloreado, el arte de los perfectos del escena que no se dejan censurar por el
taoísmo: dominando el engañoso muro en «sentido». Se puede hacer la prueba muy
la superficie, avanza, entre tejidos coloreados fácilmente. Si se les proponen cuatro o
y rincones abigarrados, por el escenario cinco vocablos determinados para que
en el que vive el cuento. Hoa, «colorear» retinan una frase corta, aparecerá la prosa
en chino, se asemeja a kua, «enganchar»: más asombrosa: no tma visión panorámi-
se enganchan de este modo cinco colores ca del libro infantil, sino paneles indica-
a las cosas. En ese mundo tenso de colo- dores que conducen hacia allí. En un mo-
res, poroso, donde a cada paso todo cam- mento las palabras desembocan en tm
biará de sitio, el niño es acogido como un traje, y en un santiamén están implicadas
compañero de juego. Cubierto con to- en combates, en escenas de amor, o en
dos los colores que capta en su lectura y peleas. Es así como los niños escriben sus
en su visión, se adentra en una mascarada textos, pero así es igualmente como los
lOH WAI.TI'.lí III'.NIAMIN I ' A N O I Í Á M I C A SOIIKI'. | | I H í R O INIANTII 10')
dibujo-adivinanza que disipiula una figu- esos motivos antiguos en todo tipo de
ra entre sus trazos: el «ladrón», «el alum- variantes. El jeroglífico finalmente anun-
no perezoso», o el «maestro de escuela cia el Miércoles de Ceniza de ese Martes
oculto». En cuanto a esas imágenes con de C^arnaval de palabras y de letras. Es el
contradicciones e imposibilidades, actúa - desenmascaramiento: en el brillante cor-
mente de moda, porque sirven de tests, tejo, ahí está la frase, la flaca razón, que
son igualmente una mascarada, una farsa mira fijamente a los niños. Ese jeroglífico
improvisada llena de exuberancia, donde tiene un origen elevado, pues procede
los personajes se sostienen sobre la cabeza, directamente del arte del Renacimiento, y
meten brazos y piernas entre las ramas y tma d^ sus más valiosas ediciones, la Hypne-
se envtielven con el techo de tma casa rotomachia Poliphili, constituye de algún
como abrigo. Ese carnaval aparece hasta modo su título de nobleza. Tal vez nunca
en el espacio, más serio, de los libros para se difundiera en Alemania tanto como en
aprender a deletrear y a leer. Renner pu- Francia, donde, hacia 1840, estuvieron
blicó en Nuremberg, en la primera mitad plenamente de moda unas encantadoras
del siglo pasado, una serie de veinticuatro series de figurillas de papel prensado con
láminas que presentaban a las letras con el texto en pictogramas. Ello no impide
disfraz, por decirlo así. La F aparecía dis- que los niños alemanes tuvieran también
frazada de Franziskaner (franciscano), la K unos maravillosos libros de jeroglífi-
de Kanzlist {iimplcdiáo de cancillería), laT cos «pedagógicos». Es de finales del siglo
de Tr'dger (mensajero). El juego iba a gus- X V M I , como muy tarde, de cuando datan
tar tanto que todavía hoy se encuentran las «Sentencias morales del libro de Jesús
114 wAi;ri.K IU:NJAMIN PANOKAMIC:A st)iiRi-: i j . i IIÍRO INI-ANIII, I I5
Sirach para niños y jóvenes de toda con- vicisitudes del relato están fijadas en imá-
dición, con ilustraciones explicativas de genes, haciendo surgir cada una de ellas
las palabras más destacadas». El texto está un acontecimiento feliz y saludable, co-
delicadamente grabado en cobre, y todos mo por un toque de varita mágica, cuan-
os sustantivos que de una forma u otra lo do se acciona la tira del borde. A una téc-
permiten son evocados por pequeñas nica similar responden los libros en los
imágenes realistas o alegóricas cuidadosa- que las puertas, las cortinas, etc., que
mente pintadas. Todavía en 1842, Feub- figuran sobre las imágenes pueden levan-
ner publicó una «Pequeña Biblia para tarse como válvulas y dejan aparecer en-
niños» con cuatrocientas sesenta ilustra- tonces* por detrás otras pequeñas imáge-
ciones de ese tipo. Y lo mismo que al pen- nes. Y por último, igual que la muñeca a
samiento o a la imaginación, también a la a que se podía cambiar de ropa encontró
mano activa se le ofrecía antaño un cam- su relato («Las metamorfosis de Isabel o la
po inmenso. Tal es el caso de los célebres niña de los seis modelos. Un libro entre-
álbumes de imágenes en tiras movibles tenido para niñas, con siete láminas
(éstos han degenerado más rápidamente y móviles en colores», Viena) también se
parecen haber tenido la vida más corta, ya trasladaron al libro esas hermosas láminas
se trate del género en sí o de ejemplares en las que las figurillas de cartón adjuntas
particulares). Una obra excepcional fue el se fijan mediante aberturas secretas, de
Livre jou'jou, publicado por Janet, en modo que se pueden disponer de múlti-
París, sin duda en los años cuarenta. Es la ples formas. Así, el paisaje exterior o e
historia de un príncipe persa. Todas las cuarto de estar se pueden configurar en
116 WAiri-ií Il|-,N1AMIN P A N O R Á M I C A SOURi' VA. l . l l í R O I N I A N I I I . H 7
to un florero, como luego, sin disconti- Sentencias morales del libro de Jesús Sirach, Nuremberg.
nuidad, el rostro del diablo, después un (Colección Benjamin)
1 18 wAi;rí:ii ni-;NtAMiN ' A N O R Á M I C A SOBR1-: V.l. L I B R O INI'ANlil, 1 19
loro, luego únicamente unas hojas blan- solamente libros infantiles de Berlín, de
cas o negras, un molino de viento, un Leipzig, de Nuremberg o de Viena; por el
bufón de la corte, un arlequín, etc. Otro contrario, en la mente del coleccionista,
mostraba, según se lo hojeaba, una serie nombres como Meissen, Grimma, Gotha,
de juguetes y golosinas para el niño apli- Pirna, Plauen, Magdeburg, Neuhalden-
cado, y después, cuando se hojeaba de sleben ofrecen mayores promesas como
manera distinta, una serie de instrumen- sedes de edición. En casi todos esos luga-
tos de castigo y de rostros espantosos para res trabajaron ilustradores, con la particu-
el niño malo. laridad de que con mucha frecuencia han
La gran floración del libro infantil en permanecido anónimos. Pero de vez en
el curso de la primera mitad del siglo XIX cuando se descubre a uno de ellos y éste
no emanaba tanto de una inteligencia encuentra su biógrafo. Es lo que le suce-
pedagógica concreta (y superior a la dió a Johann Peter Lyser, pintor, músico y
actual en muchos puntos), del momento periodista. El fabulario de A. L. Grimm
de la vida burguesa de la época. En una (Grimma, 1827) ilustrado por Lyser, el «Li-
palabra: del Biedermeier. Aun en las ciu- bro de cuentos para niñas y niños de las
dades más pequeñas se habían establecido clases cultivadas» (Leipzig, 1834), texto e
editores cuyos productos más corrientes imágenes de Lyser, y el «Libro de los cuen-
eran tan graciosos como los modestos ros de Lina» (Grima, sin fecha), texto de
muebles utilitarios de entonces, en cuyos A. L. Grimm, imágenes de Lyser, contie-
cajones durmieron dichas obras hace un nen sus trabajos más hermosos para
centenar de años. Por esa razón, no hay niños. El colorido de esas litografías pali-
f
120 W A I T I - R líF.NjAMIN
todos los años su portal. De ahí que se col- libros de lectura. Los pequeños objetos
garan guirnaldas y arabescos de cada una ilustrativos que hasta entonces habían
de esas pilastras. Pero sólo más tarde se vio arrastrado su confusión alrededor de la
que no se hacía la cosa más fácil a los niños letra soberana, o que se habían encontra-
cuando se recubría con ornamentos des- do comprimidos en casillas tan estrechas
mesurados la estructura de las letras, a fin como las angostas ventanas de las facha-
de darles una forma más atractiva. das burguesas del siglo X V I I I , emitieron
Aparte de esto, las letras comenzaron súbitamente consignas revolucionarias.
ya muy pronto a reunir a su alrededor una Las Ammen (nodrizas), los Apotheker (í^ir-
cohorte de objetos. Algunos de nosotros macéutic'os), Artilleristen (artilleros), Adler
todavía aprendimos a ver Hut (sombrero) (águilas) y Affen (monos), los Kinder (ni-
enganchado a la a la espera de ser utili- ños), A^/Z/zéT (camareros), Katzen (gatos),
zado, Maus (ratón) mordisqueando ino- Kegeljungen (jugadores de bolos), Kóchin-
centemente la ^ , o a conocer la rcomo la nen (cocineras) y Karpfen (carpas), los
parte más espinosa de la rosa. Con el im- Uhrmacher (relojeros), Ungarn (húngaros)
pulso de benevolencia respecto de los y Ulanen (ulanos) reconocieron entonces
pueblos extranjeros, de los desclasados, su solidaridad. Convocaron grandes con-
que atraviesa la época de la Ilustración en venciones, se vieron aparecer delegaciones
Europa, con el resplandor del humanismo de todas las A, B, C, etc., y sus asambleas
del que, a decir verdad, el clasicismo no es tomaron un curso tumultuoso. Mientras
más que el ecÜpse, un enfoque muy dis- Rousseau declara que toda soberanía
tinto se proyectó súbitamente sobre los emana del pueblo, esas láminas lo mani-
130 WAl.'llíR lil'.NIAMIN A B I X : i - O A K I O S Di- H A C r : C I E N A Ñ O S 131
La pirámide de luces,
antecesora del árbol de Navidad
A la izquierda: samovar (amarillo, rojo y verde) Muñeca de paja. Altura: 1 5 cm. Tambosk.
para colgar del árbol de Navidad. Confeccionada en el campo, en verano,
A la derecha: tamborilero. Emite unos chasquidos en tiempos de la recolección; una vez seca,
y agita los brazos cuando se gira la manivela, se conserva como muñeca. Reminiscencia de
situada abajo a la derecha. un fetiche arcaico de la cosecha.
J U C U l í ' l ' i ' . S iUISOS 14';
148 \VA[;II:K HI:NIAMIN
Cascanueces
Imitación en madera de una figurilla de mayólica.
Creada entre 1860 y 1880 en la región de Moscú. Es interesante la comparación entre esas dos
muñecas de Wjatka. El caballo, todavía visible
en uno de los modelos, se encuentra ya confundido
con el hombre en el modelo de al lado.
El juguete popular tiende a formas simplificadas.
WALTKR I M ' . N I A M I N j U ( ; u i í ' r i ' S RUSOS 151
una actividad artística más o menos pri- plásticas de viejas fábulas y leyendas, los
mitiva, más o menos evolticionada. De juguetes y los juegos en madera, llenan
este modo, existen juguetes en cientos de tienda tras tienda en las calles más distin-
lenguajes formales diferentes y en múlti- guidas de Moscú, Leningrado, Kiev,
ples materiales. Madera, arcilla, hueso, Kharkov u Odesa. Es el museo del jugue-
tejido, papel, papel tnaché, se presentan te en Moscii el que posee la colección más
solos o combinados. La madera es el más importante. Tres vitrinas están llenas de
importantes de los materiales citados. En jtiguetes de arcilla procedentes de Rusia
ese país de bosques inmensos, se tiene en septentrional. La expresión rústica, robus-
casi todas partes tm dominio incompara- ta, de esas muñecas de la región de Wjatka
ble de su tratamiento, ya se trate de escul- contrasta un poco con su materia, tan
pir, colorear o barnizar. Desde los simples sumamente frágil. Pero han sobrevivido al
títeres de madera de sauce blanco y blan- viaje. Y es bueno que hayan encontrado
do, o las vacas, cerdos y corderos tallados asilo en el museo de Moscú. Pues quién
a imitación de la naturaleza, hasta los sabe cuánto tiempo esa manifestación de
cofres lacados, artísticainente pintados arte popular podrá resistir todavía al cor-
tejo triunfal de la técnica que avanza a tra-
con colores bri antes, sobre los que están
representados el campesino en su troika, vés de Rusia. Ya se está extinguiendo, se
las gentes del campo reunidas alrededor dice, la demanda de objetos semejantes, a
de un samovar, los segadores o los leñado- menos en las ciudades. Pero allí arriba, en
res en el trabajo, y hasta los grandes gru- su país natal, permanecen todavía con
vida, ciertamente, y ahí están, en la casa
pos de monstruos o las reproducciones
I
87. H.T.A. HoFFmann, El hombre de arena, 30. C>. Serra, Diario de signos.
precedido de Lo siniestro, por S. Freud. 33. H . D . l'horcau, Diarios. (Breve antología).
89. R. M . Rilke, Cartas en torno a un jardín. 41. 1^. Johannot, A. de Musset y P.-J. Stahl,
94. K. Capek, El año deljardinero. Viaje adonde se os antoje.
99. M . Serrar, Maruyme. Diario de viaje. 43. H . Heine, Memorias del Señor
100. U. Akinari, La luna de Lis lluvias. de Schnabelewopski.
102. R. M . Rilke, La canción de amor y de muerte 45. J. Giraudoux, Combate con la imagen.
del alférez Christoph Rilke. 46. E.T.A. Hoffmann, Signor Eormica.
103. J. Courtin, El chamán del fin del mundo. 51. G. Rouger, Las aventuras de Antar.
106. M . Vikrama, El monje y la cortesana.
109. C. SeignoUe, Marie la loba. LOS PEQUEÑOS LIBROS D E LA SABIDURÍA
1 10. A. Duperey, Los gatos de fortuna. 14. O. Kliayyám, Rubaiyat.
111. A. le Rra/, La sangre de la sirena. 22. E l espíritu romántico. Edición de C. Garrido.
112. A. Debo, Gerónimo, el apache. 26. VJXmx, El canto del sol.
116. W. Graves, Bajo la sombra del olivo. 29. H . D . 'Fhoreau, Pasear
141. Cincuenta cuentos Zen. 38. R. Fago re. Del alba al crepúsculo.
142. E. Wharton, El arte de la ficción. 64. S. Juan de la Cruz, Cántico espiritual
66. Jayadeva, Cita Govinda.
TORRE D E V I E N T O 102. R. Fagore, Citanjali.
104. Saadi, El jardín de rosas.
3. A. Jarry, Gestas. 132. El Rámáyana. Adaptación de
9. C. Seignolle, La malvenida. A. K. Coomaraswamy y S. Nivedita.
1 5. J.-l.. Fetjaine, El crepúscido de los elfos. 133. El Mahábhárata. Adaptación de
16. J . ' L . Fetjaine, La noche de los elfos. A. K. Coomaraswamy y S. Nivedita.
18. Nizami, Laylay Majnún.
19. C. Serra, Augurio Hipocampo. TERRA I N C O G N I T A
21. Círandville, Otro mundo. (Serie menor)
23. F. Hillerman, La primera águila. 1. M . Barres, La muerte de Venecia.
25. J. Swift, El cuento de un tonel 2. J. Potocki, Viaje a Turquía y Egipto.
f