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Universidad de Buenos Aires

Facultad de Filosofía y Letras


Departamento de Filosofía
Filosofía de la Cultura 2018

LA CONCEPCIÓN BURGUESA DE CULTURA


(Algunos materiales para una Antología de autores europeos)

JOHANN GOTTFRIED HERDER (1744-1803)

“Herder basó su concepto de cultura (Kultur) en la Filosofía del Lenguaje y lo desarrolló


sobre la Filosofía de la Historia. A partir de esa relación con el lenguaje y la historia se
infiere la individualidad como característica principal de la cultura. Su “consistencia
individual” es resultado de los datos de la experiencia, de nuestra esencia humana y de la
“medida” de cada época. Por eso la cultura es uno de los tópicos a partir del cual Herder
aboga por una ampliación de la idea de razón” (Heise, Jens, Johann Gottfried Herder zur
Einführung, Hamburg, Junius, 1998, pp. 96).

Fragmentos de Ideas para una Filosofía de la Historia de la Humanidad:

“Si en la naturaleza no hay dos hojas iguales en un árbol, menos lo son dos rostros humanos
y dos formas de organización humana. ¡De qué variedad es capaz la obra de arte de nuestra
estructura! (…) (p. 191)
“Ningún hombre, por lo demás, es una substancia independiente, sino que se encuentra en
constante intercomunicación con todos los elementos de la naturaleza. Vive del soplo del
aire, lo mismo que las más diversas criaturas de la tierra, de alimentos y bebidas; emplea el
fuego lo mismo que absorbe la luz e inficiona el ambiente; en el sueño como en la vigilia,
en reposo como en movimiento, contribuye a la transformación del universo; ¿cómo, pues,
no habría de ser modificado por él. Demasiado poco se dice del hombre al compararlo con
la esponja empapada de agua, o con la yesca penetrada por la brasa; él mismo es una
armonía infinita, un mundo viviente; sobre el cual actúan las armonías de todas las formas
dinámicas que le rodean.
El círculo completo de la vida humana es toda una transformación cuyos símbolos son las
diversas edades del hombre; todo el género humano, pues, se halla en continua
metamorfosis. (…)
Así, pues, la historia de la humanidad se convierte, al fin y al cabo, en un teatro de
transfor/maciones cuya visión completa posee solamente Aquél que inspira todas estas
formas y se complace en su variedad. (…) El peregrino sobre la tierra, el hombre de vida
efímera, no puede hacer más que admirar los prodigios de este gran Espíritu en una parte
ínfima de su extensión, gozar de la propia figura que le ha sido otorgada en el conjunto de
sus congéneres, hacer un acto de adoración y desaparecer luego con ésta su figura. (…)
Más siendo así que la razón humana insiste siempre en hallar la unidad en medio de la
multiplicidad y que el intelecto divino, su modelo, supo conciliar en todas partes la infinita
variedad con la uniformidad nos es lícito volver del inmenso reino de las transformaciones
a la más simple de las afirmaciones: Los hombres en toda la tierra constituyen una sola
especie.(…)
/
Por último, desearía que no se lleven más allá de los justos límites las subdivisiones que un
celo por la sistematización científica, de suyo laudable, ha querido atribuir al género
humano. Así, por ejemplo, algunos se han atrevido a suponer cuatro o cinco divi/siones que
denominan R a z a s, originalmente hechas por regiones o por el color de la piel. Yo no veo
una razón suficiente para semejante denominación. La palabra R a z a induce a pensar una
diversidad de origen que aquí no corresponde, o, por lo menos, comprende a las razas más
distintas en cada una de las diferentes regiones o colores. Todo grupo étnico homogéneo es
ya un pueblo, tiene su cultura nacional lo mismo que su idioma, aunque la zona donde
habita le imprime a veces un carácter propio, otras sólo una modalidad peculiar, sin que ni
lo uno ni lo otro basten para destruir la conformación original y típica de una nación. Esta
evolución se puede seguir hasta en las familiar y sus transiciones son tan imperceptibles
como variables. En una palabra: no hay en la tierra cuatro o cinco razas, ni variedades
exclusivas. Un color pasa a otro en transición imperceptible; toda formación particular está
en la línea del carácter genético, y mirando las cosas en conjunto, todo viene a ser una
infinita escala de matices de una sola pintura que abarca todos los lugares y tiempos de la
tierra. Como tal, no forma objeto de la historia natural sistemática ni de la historia físico-
geográfica de la humanidad”. (Libro Séptimo, I, pp. 191-195).

He aquí el principio de la historia de la humanidad sin el cual no existiría tal historia. Si el


hombre recibiera todo de sí mismo y lo desarrollara independientemente del mundo
externo, tendríamos la historia de un hombre, pero no la de los hombres, es decir, de toda la
especie humana. Pero puesto que nuestro carácter específico consiste precisamente en que,
nacidos casi faltos de instintos, nos vamos haciendo hombres a fuerza de las ejercitaciones
de toda una vida, y basándose en ello tanto la perfectibilidad como la corruptibilidad de
nuestra especie, la historia de la humanidad se hace forzosamente un solo conjunto, es
decir, una cadena de la convivencia social y la tradición formadora desde el primer eslabón
hasta el último.
Por lo tanto, existe una educación del género humano precisamente porque cada hombre se
hace hombre solamente a fuerza de educación y porque toda la especie no vive sino en esta
cadena de individuos. (…)
/
(…) Mas puesto que el lugar donde se habita no lo hace todo, siendo necesarios seres
vivientes semejantes a nosotros para instruir, habituar y formarnos, me parece que la
existencia real de una educación del género humano y de una filosofía de la historia es tan
cierta como que hay humanidad, es decir, cooperación de individuos que es solamente la
que nos hace hombres en el sentido propio de la palabra. (Libro Noveno; I, pp. 260-261).

Si alguien nos propusiera una adivinanza de cómo las imágenes percibidas por la vista y
todas las sensaciones de nuestros diversos sentidos se pudieran no solamente convertir en
sonidos, sino, impregnar estos últimos de su contenido de tal manera que adquieran fuerza
intrínseca para comunicarse expresando y suscitando pensamientos, sin duda que se tendría
semejante problema por la ocurrencia de un loco que sustituyendo las cosas más
disparatadas y heterogéneas quisiera hacer del color un sonido, del sonido un pensamiento
y del pensamiento un sonido que refleja colores. Pues es el caso que la Divinidad ha
resuelto este problema con eficiencia. Una emisión de sonido de nuestra boca se convierte
en pintura del mundo, es decir, en la tipografía de nuestros pensamientos y sentimientos
dentro del alma de nuestro interlocutor. De una diminuta emisión de aire depende todo
cuanto los hombres jamás pensaron de humano , anhelaron, hicieron y harán; porque todos
viviríamos todavía en la sielva si el hálito divino no hubiera aspirado sobre nosotros
asentándose cual sonido mágico en nuestros labios. Toda la historia de la humanidad con
todos los tesoros de su tradición y cultura no es más que una secuela de esta adivinanza
divina resuelta. (…)
1. Ningún lenguaje expresa objetos sino nombres: ninguna inteligencia humana
conoce, en consecuencia, objetos, sino solamente sus símbolos a los que designa
con palabras: descubrimiento éste que, humillante por demás, asigna limites muy
estrechos a toda la historia de nuestro intelecto y le da una apariencia poco
sustancial. Toda nuestra metafísica es meta-física, es decir, un registro abstraído y
ordenado de nombres que viene detrás (meta) de la observación hecha por la
experiencia. Como método ordenativo y registro, esta ciencia puede ser muy útil y
tiene que guiar en cierta manera nuestro intelecto organizado en todas las demás;
pero considerada en sí misma, en su naturaleza intrínseca, no nos puede dar un solo
concepto completo y esencial, ni una sola verdad intima. (…) Así nuestro pobre
intelecto no es más que un calculador de signos (…)
2. Estos signos son traducidos nuevamente en sonidos arbitrarios completamente
ajenos a su esencia, con los cua/les piensa el alma. Errores y diversidad de
opiniones son, pues, por nuestra naturaleza inevitables, no solamente por errores de
observación, sino por el origen mismo de nuestras ideas y de su propagación por
medio del intelecto y del lenguaje. (…) Todas estas imperfecciones son inherentes a
nuestro único medio de propagación de los pensamientos humanos; pero nuestra
cultura depende de esta cadena y no nos podemos librar de ella. (…)
Finalmente la tradición de las tradiciones: la escritura. Si el lenguaje es el medio de la
cultura h u m a n a de nuestra especie, la escritura es el medio de la cultura i n t e l e c t u a
l. Todas las naciones que no adoptaron este medio de la tradición, son, según nuestros
conceptos, no cultas; las que tomaron parte, aunque fuera de manera rudimentaria, se
elevaron a la eternización de la razón y de las leyes en los caracteres de su escritura.”
(Libro Noveno II, pp. 267-274).

Nota: los fragmentos citados fueron tomados de la traducción realizada por J. Rovira
Armengol. Buenos Aires, Losada, 1959.

IMMANUEL KANT (1724-1804)

Ver: Crítica de la Facultad de Juzgar, § 83 (disponible en Internet, varias ediciones).

JEAN-JACQUES ROUSSEAU (1712-1778)

Ver: Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres
(varias ediciones; disponibles en Internet).

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