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*
Psicólogo
de
la
Universidad
de
San
Buenaventura.
Especialista
en
Psicología
Clínica
de
la
Universidad
del
Norte.
Magíster
en
Psicología
de
la
Universidad
de
San
Buenaventura.
Profesor
titular
del
Departamento
de
Psicología
de
la
Universidad
de
Antioquia.
2
1.
LAS
EXPECTATIVAS
REALISTAS
RESPECTO
A
LA
PAREJA
Y
A
LA
RELACIÓN
DE
PAREJA
Vamos
a
comenzar
por
el
primero,
que
usualmente
es
el
generador
de
gran
parte
de
los
problemas
de
pareja:
expectativas
realistas
respecto
a
la
pareja
y
a
la
relación
de
pareja.
Toda
persona,
al
conformar
una
pareja,
trae
un
conjunto
de
aprendizajes,
muchas
veces
inconscientes,
sobre
lo
que
deben
ser
la
pareja
y
los
roles
genéricos
desempeñados
en
ella.
Es
a
esto
que
llamamos
expectativas
de
pareja.
Como
lo
dice
María
Consuelo
Cárdenas
de
Saez
de
Santamaría,
en
su
libro
‘Las
relaciones
de
pareja,
todos
nosotros’:
“hombres
y
mujeres,
independientemente
de
que
formemos
parte
o
no
de
una
pareja
estable,
de
que
seamos
conscientes
de
ello
o
no,
y
prácticamente
en
todas
las
edades,
tenemos
alguna
idea
sobre
lo
que
debe
ser
este
tipo
de
relación”
(2).
Lo
más
dramático
es
que
creemos
que
la
otra
persona
comparte
totalmente
esos
ideales,
pensando,
como
dice
la
autora,
que
hay
una
“comunidad
ideológica”
en
torno
a
la
pareja.
Es
decir,
no
solamente
dejamos
de
comunicar
esas
expectativas,
sino
que
¡además
esperamos
que
el
otro
las
cumpla,
porque
creemos
que
las
comparte!
Obviamente,
nos
vamos
a
sentir
defraudados
y
hasta
engañados
al
darnos
cuenta
de
que
el
otro
no
tiene
esas
expectativas.
Este
es,
pues,
un
aspecto
básico.
Lo
primero
que
tenemos
que
hacer
es
reconocer
nuestras
expectativas.
Vamos
a
hacerlo
a
partir
de
las
siguientes
preguntas:
“¿Cuál
es
mi
ideal
de
pareja?,
¿qué
valores
y
cualidades
tiene
esa
pareja
ideal?,
¿cómo
me
imagino
un
momento
perfecto
en
mi
vida
de
pareja?,
¿qué
actividades
me
imagino
que
estamos
realizando?,
¿qué
emociones
me
imagino
que
estamos
sintiendo?,
¿qué
metas
me
imagino
que
tenemos
en
común?,
¿qué
valores
y
sistemas
de
creencias
me
imagino
que
compartimos?,
¿cómo
me
imagino
a
mi
pareja
enfrentando
4
problemas
y
dificultades?,
¿cómo
me
la
imagino
en
la
intimidad,
en
las
situaciones
sociales,
con
los
hijos?,
etc.
Como
puede
verse,
no
llegamos
sin
equipaje
a
nuestra
pareja.
Muchas
veces
llegamos
excesivamente
cargados.
La
clave
es
que
tenemos
dos
parejas:
la
real,
de
carne
y
hueso,
y
la
imaginada.
Cuantos
más
ideales
tengamos,
cuanto
más
carga
imaginada
traigamos,
más
dificultad
tendremos
en
aceptar
a
nuestra
pareja
real.
Debemos
recordar
que
los
ideales
son
perfectos;
y
lo
son
por
existir
en
nuestra
mente.
Ninguna
cosa
que
exista
fuera
de
nuestra
mente
es
perfecta,
incluyendo
nuestra
pareja.
El
idealismo
respecto
a
nuestra
pareja
se
convierte
en
un
obstáculo
para
su
aceptación.
Debemos,
por
tanto,
aprender
a
ser
realistas.
2.
LA
ACEPTACIÓN
DEL
COMPORTAMIENTO
DEL
OTRO
El
segundo
punto
de
las
habilidades
de
comunicación
es
la
aceptación
del
comportamiento
del
otro.
Aceptar
al
otro
tal
cual
es
constituye
uno
de
las
cuestiones
más
difíciles
de
la
relación
de
pareja.
Gran
parte
de
las
dificultades
en
este
proceso
de
comunicación
se
originan
en
el
hecho
de
no
aceptar
el
comportamiento
de
la
otra
persona.
Después
de
que
una
persona
ha
presentado
determinado
comportamiento
que
no
nos
agrada,
nos
quedamos
pensando:
“¿Por
qué
es
así?”,
“es
el
colmo
que
se
comporte
de
esta
manera”.
Esto
lo
hacemos
de
una
forma
natural
y
convencidos
de
que
es
lo
correcto.
Creo
que
gran
parte
de
esto
se
debe
a
nuestra
cultura:
nos
han
enseñado
que
aceptar
es
sinónimo
de
resignación,
que
aceptar
es
claudicar
y
entregar
nuestros
ideales.
Desde
el
punto
de
vista
de
la
terapia
cognitiva,
aceptación
es
sinónimo
de
realismo,
de
madurez
emocional.
Sólo
la
aceptación
del
otro
posibilita
la
convivencia.
Para
realizar
cualquier
proceso
de
comunicación
tenemos
que
reconocerle
al
otro
el
derecho
a
ser
así,
como
es.
Si
no
le
damos
al
otro
ese
mínimo
derecho,
¿cómo
esperar
comunicarnos
con
él?
Por
aceptación
no
estoy
dando
a
entender
agrado.
No
estoy
diciendo
que,
al
aceptar
a
una
persona
tal
cual
es,
me
tengan
que
agradar
todos
sus
5
comportamientos.
Eso
sería
absurdo.
Lo
que
estoy
dando
a
entender
es
que
renuncio
a
la
pretensión
de
cambiar
al
otro.
Cuando
mi
intención
es
cambiar
al
otro
estoy
entrando
en
una
relación
neurótica.
Conformamos
una
relación
neurótica
cuando
sufrimos
por
las
intenciones,
emociones
y
comportamientos
de
otra
persona,
y
cuando
pretendemos
cambiar
esas
intenciones,
emociones
y
comportamientos.
Con
todo
lo
anterior
queda
claro
que
el
proceso
de
comunicación
no
se
dirige
a
cambiar
el
comportamiento
del
otro
sino
a
informar.
Como
afirmaba
anteriormente,
si
mi
meta
en
el
proceso
de
comunicación
es
modificar
el
comportamiento
del
otro,
voy
a
estar
en
una
relación
neurótica,
donde
el
resultado
será
una
gran
decepción
y
un
afecto
negativo
desagradable.
Es
importante
entender
que
el
cambio
en
el
otro
puede
darse,
pero
no
porque
yo
lo
opere
o
lo
logre.
El
cambio
se
produce
porque
el
otro
lo
hace
de
forma
libre,
debido,
probablemente,
al
efecto
de
la
comunicación
que
yo
he
tenido
con
él.
La
meta
en
el
proceso
de
comunicación
no
es
cambiar
conductas
sino
informar.
Existen
dos
creencias
que
dificultan
de
forma
notable
la
aceptación
del
comportamiento
del
otro:
la
normatividad
y
el
culpar
a
otros.
Ambas
son
ideas
irracionales
en
el
sentido
de
Ellis
(3),
ya
que
parten
de
imperativos
categóricos.
Ellis
describe
las
ideas
irracionales
como
necesidades
perturbadoras,
que
surgen
de
absolutismos
como
“tener
que…”,
o
“deber…”.
Cuando
hacemos
afirmaciones
del
tipo:
“yo
tengo
que…”
o
“yo
debo…”,
lo
más
probable
es
que
estemos
empleando
una
idea
irracional.
La
normatividad
es
la
idea,
firmemente
arraigada
e
inflexible,
de
que
todo
el
mundo
tiene
que
cumplir
las
reglas.
Lo
desadaptativo
de
esa
idea
no
es
que
no
deban
existir
reglas
o
que
se
deba
pretender
que
la
gente
no
cumpla
las
normas.
Lo
desadaptativo
es
pretender,
primero,
que
todo
el
mundo
tenga
que
cumplir
mis
reglas
y,
segundo,
afectarme
emocionalmente
cuando
ha
ocurrido
el
incumplimiento.
Esta
idea
irracional
me
va
a
llevar
a
ser
poco
eficiente
e
intolerante
cuando
una
persona
actúe
de
una
forma
diferente
a
la
que
yo
espero
o
cuando
6
rompa
alguna
de
las
reglas
sociales.
Las
personas
normativas
esperan
de
los
otros
actuaciones
de
ángeles
y
se
molestan
terriblemente
cuando
estas
actuaciones
no
se
dan.
Así,
una
persona
normativa
será
absolutamente
intolerante
y
radical
con
los
“errores
y
equivocaciones”
de
su
pareja.
Ellis
define
la
idea
de
culpar
al
otro
como
“la
idea
de
que
cierta
clase
de
gente
es
vil,
malvada
e
infame
y
que
deben
ser
seriamente
culpabilizados
y
castigados
por
su
maldad”
(4).
En
consecuencia,
es
una
idea
que
más
que
juzgar
comportamientos
busca
culpabilizar
a
las
personas.
Aquellos
que
tienen
esta
idea
terminan
juzgando
y
culpabilizando
a
los
demás,
cuando
sus
acciones
no
les
agradan.
Es
claro
que
una
persona
con
esta
idea
será
un
juez
terrible
e
implacable
con
su
pareja.
Estas
dos
ideas
obstaculizan
seriamente
el
proceso
de
comunicación,
ya
que
en
lugar
de
proponernos
informar,
nos
proponemos
modificar.
El
asunto
central
es
que
la
combinación
de
estas
dos
ideas
puede
llevar
al
resentimiento.
Este
sentimiento
es
el
más
negativo
que
podemos
experimentar
por
el
ser
humano
que
amamos.
El
resentimiento
es
el
cáncer
del
amor.
Es
una
idea
absolutamente
totalizante,
generalizada
(el
otro
es…,
el
otro
siempre…,
etc.),
negativa
(malo,
egoísta,
etc.)
e
inmodificable
del
otro.
El
problema
es
que
una
vez
formamos
un
resentimiento
pensamos
que
tenemos
razón
y
vamos
a
esperar
siempre
la
oportunidad
de
confirmarlo.
El
resentimiento
no
es
algo
objetivo,
por
el
contrario,
es
una
creencia
errónea
sobre
el
otro,
construida
a
partir
de
unos
pocos
datos
aislados.
Sin
embargo,
quien
lo
siente
cree
que
es
algo
objetivo,
que
realmente
es
así,
y
que
tiene
la
razón.
Esto
nos
lleva
a
entender
por
qué,
una
vez
que
el
resentimiento
se
ha
formado,
la
persona
no
va
a
hacer
absolutamente
nada
por
deshacerlo.
Al
contrario,
va
a
seleccionar
datos
para
confirmar
la
teoría
que
tiene
del
otro.
Como
puede
verse,
el
resentimiento
es
un
sentimiento
que
impide
una
comunicación
normal.
7
3.
LA
EXPRESIÓN
DE
UN
MENSAJE
AL
OTRO
Después
de
aceptar
el
comportamiento
del
otro,
viene
el
tercer
punto
en
el
proceso
de
comunicación:
la
expresión
de
mensajes
al
otro.
Normalmente,
en
un
proceso
de
comunicación
podemos
expresar
un
pensamiento,
un
deseo,
una
opinión,
una
petición,
un
desacuerdo,
etc.
La
expresión
consiste
en
comunicar
sentimientos,
deseos,
etc.,
de
forma
franca,
adecuada
y
clara,
respetando
los
derechos
del
otro.
Expresar
no
es
sinónimo
de
culpar
a
otros.
Frases
como:
“¿Usted
por
qué
es
así?”,
“¿cómo
se
le
ocurre?”
y
“¿por
qué
me
hace
esto?”
buscan
culpar
al
otro;
por
tanto,
no
son
sinónimos
de
expresión.
La
expresión
debe
hacerse
desde
el
punto
de
vista
del
propio
sujeto.
Es
la
persona
quien
comunica,
desde
su
punto
de
vista,
lo
que
siente,
piensa,
espera,
etc.
del
comportamiento
del
otro.
La
expresión
no
debe
dirigirse
a
señalar
un
comportamiento
del
otro,
como
si
ello
fuese
algo
objetivo.
Puede
señalarse
el
comportamiento
del
otro,
pero
aclarando
que
es
a
mí
a
quien
molesta.
Es
decir,
más
que
señalarle
al
otro
sus
defectos
(lo
que
demostraría
que
no
estoy
aceptando
al
otro
como
es,
que
estoy
siendo
normativo
y
que
lo
estoy
culpando),
es
comunicarle
algo
mío
(mis
sentimientos,
deseos,
pensamientos
y
peticiones).
Ejemplos
de
expresión
son
los
siguientes:
“Siento
que
tú…”.
Sentimiento
“Me
siento
mal
cuando
tú…”.
“Siento
mucha
rabia
porque
tú…”.
“Pienso
que
tú…”.
Pensamiento
“Pienso
que
tú
podrías…”.
“Desearía
que
tú…”.
Deseos
“Me
gustaría
que
tú”.
Los
ejemplos
anteriores
muestran
formas
adecuadas
de
expresión,
donde
el
sujeto
comunica
o
expresa,
desde
su
punto
de
vista,
deseos,
sentimientos,
etc.,
sin
criticar
el
comportamiento
del
otro.
Algo
muy
importante
que
debemos
tener
presente
es
que
cuando
le
expresamos
algo
a
alguien,
la
persona
podría
cambiar,
pero
también
podría
no
hacerlo.
Tenemos
que
saber
que
muchos
comportamientos
que
nos
desagradan
de
los
otros
corresponden
a
rasgos
muy
estables
de
su
comportamiento
y
que
les
cuesta
realmente
cambiarlos,
aunque
se
lo
hubiéramos
pedido
de
forma
adecuada.
Es
claro
que
tenemos
que
prepararnos
para
que
el
comportamiento
que
pedimos
al
otro
cambiar
reaparezca.
Esto
nos
lleva
al
cuatro
punto
del
proceso
de
comunicación.
4.
LA
EVITACIÓN
DE
ENTRAMPARSE
EN
UNA
COMUNICACIÓN
INADECUADA
Muchas
parejas
se
entrampan
en
“comunicaciones”
absolutamente
inadecuada.
Más
que
procesos
de
comunicación
parecen
verdaderos
duelos,
donde
cada
uno
busca
hacer
el
mayor
daño
posible
al
otro.
“Pegar
donde
más
duele”
parece
ser
la
consigna
de
estos
“procesos
de
comunicación”.
El
asunto
es
que
cada
uno
de
los
contendores
conoce
a
la
perfección
los
puntos
débiles
del
otro.
Armados
de
una
emoción
fuerte
(ira
y
resentimiento),
se
enfrentan
en
una
disputa
que
no
deja
vencedores,
sólo
vencidos.
Después
de
este
enfrentamiento
cada
miembro
de
la
pareja
se
siente
decepcionado,
mal
tratado,
mal
querido,
etc.
y
reafirma
todas
las
creencias
negativas
respecto
al
otro
y
a
su
relación.
¿Qué
hacer
en
un
momento
así?
¡Retírese
de
esa
situación
y
no
se
entrampe
en
una
comunicación
inadecuada!
Sabemos
que
muchas
veces
es
extraordinariamente
difícil
hacerlo.
Todos
conocemos
lo
motivante
y
9
atrayente
que
es
una
pelea
cuando
tenemos
la
ira
suficiente,
sin
embargo,
debemos
recordar
que
el
objetivo
de
una
pelea
es
hacer
daño,
producir
dolor.
Cuando
la
emoción
de
la
ira
está
presente
no
dudamos
de
ese
objetivo.
Pero
las
emociones
son
iguales
que
el
clima:
cambian.
La
ira,
que
en
un
momento
dado
parecía
tan
intensa
y
eterna,
se
diluye
como
por
arte
de
magia.
Entonces,
¿qué
hacer
con
lo
que
dijimos?,
¿cómo
borrar
de
la
mente
del
otro
aquellas
“verdades”
absolutas
que
pronunciamos
sin
ningún
recato?
Ese
es
el
problema
de
una
buena
pelea:
las
consecuencias.
Generalmente
son
desastrosas
para
la
relación.
Si
hubo
un
vencedor,
después
se
culpa
por
lo
que
dijo.
Si
hubo
un
vencido,
después
se
resiente
por
lo
que
le
dijeron.
Entonces,
la
pelea
continúa:
el
vencido
le
hace
pagar
al
vencedor
su
trato
inadecuado
con
culpa
e
indiferencia;
y
el
victorioso
vencedor
se
sume
en
la
culpa
y
el
autoreproche.
Después,
a
ambos,
les
queda
emprender
una
ardua
tarea:
tratar
de
reparar
aquello
que
destrozaron.
Como
se
ve,
ese
tipo
de
enfrentamiento
no
deja
nada
positivo
para
la
pareja.
Hay
que
desarrollar
la
habilidad
de
no
entramparse
en
una
comunicación
inadecuada.
Para
ello,
la
pareja
puede
llegar
a
acuerdos,
por
ejemplo,
no
discutir
jamás
cuando
estén
alterados.
Muchas
veces
esos
acuerdos
no
se
cumplen.
Si
esto
pasa
y
el
otro
persiste
en
una
buena
pelea,
retírese
de
la
situación
y
evite
el
comportamiento
desagradable
del
otro.
Reconozca
que
el
otro
está
alterado
y
que,
al
estarlo,
no
va
a
iniciar
una
comunicación
constructiva.
Es
difícil
que
el
comportamiento
descontrolado
del
otro
no
produzca
emoción
alguna
en
usted,
por
tanto,
trate
de
manejar
esa
emoción.
La
emoción
más
frecuente
que
podemos
tener
en
ese
momento
es
ira:
nos
sentimos
maltratados
por
el
otro.
Maneje
su
ira
recordando
que
el
otro
también
la
tiene
y
que
todo
lo
que
diga
bajo
esa
emoción
es
exagerado.
No
sobredimensione
el
trato
injusto
que
recibe
del
otro
en
ese
momento.
Dígase
algo
como:
“Bueno,
está
siendo
injusto/a,
pero
no
10
lo
voy
a
convertir
en
una
tragedia,
ni
en
una
catástrofe.
Cuando
se
le
pase
hablaré
con
él/ella”.
Aprenda
en
ese
momento
a
no
culpar
al
otro
por
el
trato
inadecuado
que
recibe.
Cuando
se
le
pase,
dígale
lo
que
usted
siente,
piensa,
etc.,
de
ese
trato,
pero
no
culpe
al
otro.
Al
culpar
al
otro
se
inicia
un
ciclo
de
culpa/castigo.
De
malos
y
buenos,
de
víctimas
y
victimarios,
que
no
es
sano
en
una
relación.
5.
LA
ESTIMULACIÓN
DEL
CAMBIO
DE
COMPORTAMIENTO
DEL
OTRO
El
quinto
y
último
punto
en
el
proceso
de
comunicación
es
estimular
el
cambio
de
comportamiento
del
otro.
Debemos
estar
muy
atentos
a
reforzar
los
pequeños
o
grandes
esfuerzos
que
el
otro
hace
como
resultado
de
nuestra
expresión.
Debemos
recordar,
como
lo
afirmaba
anteriormente,
que
el
cambio
de
comportamiento
es
algo
que
se
le
dificulta
al
otro,
ya
que
no
es
fácil
cambiar
rasgos
extraordinariamente
estables
de
la
personalidad.
También
debemos
recordar
que
al
otro
puede
no
molestarle
su
comportamiento,
es
a
nosotros
a
quienes
molesta.
Si
el
otro
cambia,
lo
hace
porque
se
lo
hemos
pedido.
Por
eso
debemos
estimular
y
reforzar
los
pequeños
o
grandes
cambios
que
el
otro
ha
realizado
como
efecto
de
nuestra
expresión.
LAS
DIFICULTADES
MAYORES
EN
LA
COMUNICACIÓN
El
desarrollo
de
estos
cinco
puntos
asegura,
ciertamente,
un
buen
aprendizaje
de
la
habilidad
de
comunicación.
Sin
embargo,
hay
situaciones
(por
lo
delicado
de
los
temas,
por
la
alta
emotividad,
etc.),
en
las
cuales
es
necesario
seguir
ciertas
reglas
en
el
proceso
de
comunicación.
En
estas
situaciones
es
adecuado
emplear
lo
que
Dattilio
y
Padesky
(5)
denominan
“hablar
y
escuchar
con
reglas”.
Tal
tipo
de
comunicación
puede
sentirse
un
poco
artificial
al
comienzo,
pero
con
la
práctica
se
hace
más
natural.
En
el
“hablar
y
escuchar
con
reglas”
11
existen
normas
expresas
para
el
orador
y
el
oyente.
Las
reglas
del
orador
son
pocas
y
las
del
oyente
son
más
complicadas.
Las
reglas
para
el
orador
son
las
siguientes:
- Debe
tratar
de
ser
breve.
- Debe
centrarse
en
lo
que
quiere
decir
y
no
en
hablar
sobre
el
otro.
Por
ejemplo,
en
vez
de
decir:
“Tú
nunca
tienes
en
cuenta
mis
sentimientos”,
debería
decir:
“Yo
quisiera
que
escucharas
mis
sentimientos”.
Las
reglas
para
el
oyente
son
más
difíciles:
- Sólo
va
a
escuchar
y
a
formular
preguntas
que
le
ayuden
a
conocer
más
el
punto
de
vista
del
orador.
Por
ejemplo,
en
un
momento
en
el
que
no
entienda
el
punto
de
vista
del
orador,
podría
preguntar:
“No
entiendo
bien
la
razón
de
tu
disgusto.
¿Me
lo
explicas,
por
favor?”.
- No
puede
rebatir
lo
que
el
orador
dice.
Por
ejemplo,
en
vez
de
decir:
“No
estoy
de
acuerdo
con
lo
que
dices”,
debería
pedir:
“Explícame
más
tu
punto
de
vista”.
- No
puede
responder
con
sus
ideas.
Por
ejemplo,
en
vez
de
decir:
“Yo
pienso
que
tenías
rabia
desde
antes”,
debería
preguntar:
“¿Tenías
rabia
desde
antes?”.
- No
debe
hacer
comentarios.
Por
ejemplo,
en
vez
de
decir:
“Claro,
yo
sé
que
mi
opinión
nunca
te
ha
importado”,
debería
preguntar:
“¿Consideraste
lo
que
yo
te
he
dicho
sobre
ese
tema?”.
- Hacer
un
resumen
de
las
principales
ideas
expresadas
por
el
orador,
cuando
éste
termine
de
hablar,
y
preguntarle
si
faltó
algo
12
en
ese
resumen.
Por
ejemplo:
“Déjame
ver
si
te
he
entendido.
Me
estás
diciendo
que
estás
muy
molesta
conmigo
porque
yo
no
le
puse
atención
a
lo
que
me
decías.
Piensas
que
ese
es
un
comportamiento
que
siempre
tengo
y
crees
que
se
debe
a
que
yo
no
valoro
tus
opiniones.
¿Es
eso
lo
que
te
molestó?,
¿estoy
entendiendo
bien
tu
punto
de
vista?,
¿dejé
de
decir
algo
que
hubieras
dicho
o
agregué
algo
que
no
dijiste?”.
Cuando
se
ha
terminado
la
comunicación
se
cambian
los
papeles:
el
orador
hace
de
oyente
y
el
oyente
de
orador.
La
anterior
forma
de
comunicación
puede
dar
excelentes
resultados
en
parejas
con
gran
dificultad
en
esa
habilidad.
Cuando
ellas
se
entrampan
en
una
“comunicación”
que
no
lleva
a
nada,
uno
de
los
miembros
de
la
pareja
puede
pedir
“hablar
y
escuchar
con
reglas”,
como
un
entrenador
de
baloncesto
pide
un
time.
Muchas
parejas
eligen
un
lugar
específico
para
practicar
esta
forma
de
comunicación.
Siguiendo
estos
pasos,
muchas
personas
que
anteriormente
no
lograban
realizar
una
adecuada
comunicación,
llegan
a
realizarla.
Sin
embargo,
existen
algunos
aspectos
que
dificultan
la
adquisición
de
habilidades
de
comunicación.
Estos
aspectos
son:
déficits
interpersonales,
afecto
intenso
y
creencias
interferentes
(6).
El
primer
punto
que
dificulta
una
adecuada
comunicación
son
los
déficits
interpersonales.
Existen
personas
que
carecen
de
habilidades
interpersonales
básicas
aun
en
situaciones
no
conflictivas.
Estas
personas
tienen
problemas
para
hablar
y
escuchar
en
otras
relaciones
interpersonales
y
en
situaciones
de
la
vida
diaria.
Si
este
es
el
caso,
es
importante
que
la
persona
consulte
a
un
psicólogo
que
le
ayude
a
superar
sus
déficits
interpersonales.
El
segundo
punto
que
dificulta
una
adecuada
comunicación
es
el
afecto
intenso.
Muchas
parejas
tienen
grandes
problemas
para
comunicarse
claramente
cuando
tienen
una
fuerte
emoción
(ira,
ansiedad,
depresión,
13
etc.).
En
estos
casos,
la
ayuda
del
psicólogo
puede
dirigirse
a
enseñarles
métodos
para
reducir
la
emoción
intensa.
De
estos
estados
emocionales,
la
ira
es
el
más
problemático.
A
veces
se
enseña
a
las
parejas
métodos
de
time
out,
en
situaciones
en
las
cuales
la
comunicación
es
más
destructiva
que
constructiva.
Aaron
T.
Beck
(7)
habla
de
“zonas
de
color”
para
identificar
los
grados
de
rabia
y
control
de
la
pareja.
Por
ejemplo,
la
zona
azul
representa
calma
y
buenas
habilidades
de
comunicación;
la
zona
amarilla
representa
rabia
moderada,
en
donde
todavía
existe
un
relativo
control
sobre
los
pensamientos,
palabras
y
acciones
y
la
zona
roja
muestra
una
rabia
intensa,
donde
ya
hay
pérdida
del
control
sobre
lo
que
se
dice
y
lo
que
se
hace,
existencia
de
ataques
físicos
y
visión
extremadamente
negativa
de
la
pareja.
Con
esto,
se
le
enseña
a
la
pareja
a
practicar
las
habilidades
de
comunicación
sólo
si
está
en
zona
azul.
Posteriormente
se
le
enseña
a
comunicarse
en
zona
amarilla.
Cuando
las
discusiones
entran
a
zona
roja,
cualquiera
puede
pedir
time
out
(de
unos
cinco
minutos),
con
el
fin
de
llegar
a
una
zona
que
facilite
la
comunicación.
Deben
existir
reglas
claras
sobre
el
time
out
(por
ejemplo,
los
lugares
a
los
cuales
ir
durante
éste).
La
tercera
dificultad
son
las
creencias
interferentes.
Muchas
parejas
tienen
la
posibilidad
de
comunicarse
bien,
pero
no
lo
hacen,
debido
a
las
creencias
que
tienen
sobre
la
pareja
o
la
comunicación.
Una
de
esas
creencias
es
la
desesperanza
(“mi
pareja
no
puede
cambiar”,
“nuestros
problemas
son
irresolubles”,
“para
qué
hacer
tanto
esfuerzo
si
todo
sigue
igual,
etc.).
Otra
creencia
es
la
intolerancia
hacia
el
malestar
emocional
de
los
demás
(“soy
malo
si
le
causo
dolor
a
las
otras
personas”,
“tengo
que
solucionar
el
sufrimiento
de
mi
pareja”,
etc.).
Un
tercer
tipo
de
creencia
interferente
es
el
miedo
a
la
intimidad
(“si
la
gente
llega
a
conocerme
como
soy,
me
rechazará”,
“si
expreso
mis
verdaderos
sentimientos
me
humillarán”,
etc.).
14
Es
muy
importante
que
las
parejas
identifiquen
si
alguno
de
estos
tres
tipos
de
creencias
está
interfiriendo
en
su
proceso
de
comunicación.
Es
fundamental
hablar
tranquilamente
sobre
ellas.
Si
a
pesar
de
ello
el
proceso
de
comunicación
se
sigue
obstaculizando
por
la
presencia
de
tales
ideas,
es
necesario
consultar
a
un
especialista
en
terapia
de
parejas.
15
Referencias
(1)
T.
BECK,
Aaron:
Con
el
amor
no
basta,
Barcelona,
Ediciones
Paidós,
1990.
Este
libro
es
uno
de
los
más
importantes
en
terapia
de
parejas.
Es
fácil
y
ameno
de
leer.
Está
escrito
por
uno
de
los
psicólogos
clínicos
más
importantes
que
existen
actualmente
en
el
mundo,
padre
de
la
Terapia
Cognitiva.
(2)
CÁRDENAS
DE
SANZ
DE
SANTAMARÍA,
Maria
Consuelo:
Las
relaciones
de
pareja”,
Bogotá,
Uniandes,1990.
En
este
libro
se
trabajan
las
ideas
sobre
las
expectativas
hacia
la
pareja
y
la
relación.
También,
trata
la
concepción
de
pareja
y
los
roles
genéricos,
las
razones
por
las
cuales
consultan
las
parejas
y
consideraciones
finales
sobre
diferentes
temas.
(3)
ELLIS,
Albert:
Razón
y
emoción
en
psicoterapia,
Bilbao,
Desclée
de
Brouwer,
1980.
Albert
Ellis
es
el
creador
de
la
Terapia
Racional
Emotiva
(hoy
llamada
Terapia
Racional
Emotiva
Conductual).
Este
tipo
de
terapia
es
una
de
las
más
influyentes
junto
con
la
Terapia
Cognitiva
de
Beck.
Gran
parte
del
trabajo
de
Ellis
gira
en
torno
de
la
identificación
de
creencias
o
“ideas
irracionales”.
En
este
libro,
se
identican
11
ideas
irracionales.
(4)
ELLIS,
Albert:
Razón
y
emoción
en
psicoterapia,
Bilbao,
Desclée
de
Brouwer,
1980,
página
64.
(5)
DATTILO,
Frank
M.;
PADESKY,
Christine:
Terapia
cognitiva
con
parejas,
Bilbao,
Desclée
de
Brouwer,
1995.
En
este
libro
se
trabaja
la
técnica
de
“hablar
y
escuchar
con
reglas.
Estos
dos
autores
son
discípulos
de
Aaron
T.
Beck,
por
lo
tanto
trabajan
desde
la
terapia
cognitiva.
Este
es
un
libro
escrito
para
terapeutas.
(6)
Las
tres
áreas
comunes
de
dificultad:
déficits
interpersonales,
afecto
intenso
y
creencias
interferentes,
también
se
trabajan
en
el
libro
de
Frank
M.
Dattilio
y
Chistine:
Terapia
cognitiva
con
parejas.
(7).
El
concepto
de
“zonas
de
color”
es
trabajado
en
el
libro
de
Aaron
T.
Beck:
Con
el
amor
no
basta.
Específicamente,
en
el
capítulo
17:
Domar
las
furias.