La conmemoración oficial del bicentenario de la Independencia de
1821 no incluye, ni por asomo, una propuesta de transformación estructural de las relaciones entre la nación y el Estado guatemaltecos y los Pueblos Indígenas. La exclusión de los Pueblos Indígenas en el acto de declaración de la Independencia en 1821 es la marca que caracteriza desde sus orígenes a la nación y al Estado guatemaltecos. En 2021, los actos relacionados con el bicentenario muestran un tratamiento folclorista de la cultura maya y la continuidad de la práctica de usurpación de la cultura y la simbología de los pueblos Maya, Xinka y Garífuna. Por eso, y a partir de las reflexiones realizadas en distintos ámbitos, incluyendo el académico, los Pueblos Indígenas tienen claro que deberán impulsar por sí mismos sus propios movimientos de emancipación. Palabras clave: Independencia, bicentenario, encubrimiento, colonialidad, multinacionalidad, resistencia. Indígenas en el acto de declaración de la Independencia en 1821 En el IX Congreso Latinoamericano de Educación Intercultural Bilingüe, realizado en la Ciudad de Antigua Guatemala, en octubre del 2010, en el acto de apertura se hizo referencia al Bicentenario de la Independencia de Guatemala. Fue la primera vez que, quien esto escribe, escuchó hablar del Bicentenario de la Independencia en un acto público, oficial. Guillermina Herrera, a cargo del discurso marco del congreso, se refirió al Bicentenario de la Independencia como “oportunidad para entender la educación intercultural bilingüe y repensarla”. Oportunidad también para “reconocer que han sido los pueblos originarios los que han provocado reflexiones en cuanto a la construcción de sociedades diversas que ejerzan una auténtica participación ciudadana” (cursivas nuestras). Desde el punto de vista conceptual, pues, el acto de declaración de la independencia en 1821, no admite la presencia de pueblos originarios. Los desconoce, los encubre bajo un concepto generalizador e invisibilizador: “el pueblo de Guatemala”. Esta es una idea que se repite hoy, que los funcionarios gustan de repetir: en el país, “todos somos guatemaltecos”, “todos somos iguales”. Una media verdad que oculta, invisibiliza, encubre y excluye identidades específicas del 60% de la población: los Pueblos Indígenas (el 43.56% según el XII Censo nacional de población del 2018). Las intenciones de la independencia de 1821 tampoco admiten la presencia ni el rol fundamental de la población indígena en la consolidación del sistema de vida colonial, ni en ninguna lucha por la independencia. En el acta se indica al señor jefe político que haga pública la proclamación de la independencia realizada por la élite “para prevenir las consecuencias que serían terribles, en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo”. Si hubiese habido líderes indígenas formando parte del pueblo que eventualmente hubiera buscado la independencia, habrían quedado al margen de hecho. Pueblos Indígenas en la convocatoria a la conmemoración del bicentenario En Guatemala, la convocatoria oficial para la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia se lanzó en el año 2010. Fue una convocatoria realizada en forma conjunta por el Gobierno de Guatemala, por medio del Ministerio de Educación, y la oficina de la UNESCO en Guatemala. Según el discurso del Gobierno de Guatemala de entonces, la conmemoración del bicentenario trata “de enaltecer al conjunto de protagonistas sociales, intelectuales, mujeres, jóvenes, indígenas, afro guatemaltecos, gestores todos del movimiento independentista”. Entre los protagonistas de la independencia incluye “indígenas y afro guatemaltecos”, de quienes no tenemos noticia, porque hasta ahora no conocemos “una versión de la gesta independentista que recupere a todos los actores sociales, a intelectuales valiosos, a las lideresas o los líderes que tuvieron un rol en nuestra historia”. No tenemos esa versión, efectivamente. Lo que tenemos es un acta que identifica a los presentes en el acto de proclamación de la independencia. Y entre ellos no hay referencia a personas indígenas ni afroguatemaltecos. No puede ser de otra manera, tomando en cuenta “el desprecio que los mayores recomendaban para con estos seres descalzos y raídos, que olían a sudor”. Este desprecio era recomendado por padres y abuelos cuando llegaban a las casas de españoles como “portadores de algún beneficio, sudorosos y jadeantes” y se les veía “descargar de sus espaldas la leña, los granos, las legumbres, la leche, la panela y muchos otros bienes sin los cuales la existencia no habría sido todo lo agradable que en realidad era” (Martínez, La patria del criollo). Los guatemaltecos llamados a participar La convocatoria a la conmemoración del bicentenario, lanzada en el 2010, estaba dirigida “a toda la comunidad nacional, las instituciones, autoridades, organizaciones empresariales y las organizaciones de la sociedad civil”. Buscaba promover “encuentros entre todos los sectores del país que estén inmersos en la preocupación por renovar y fortalecer las bases de la República”. Como se echa de ver, la convocatoria de conmemoración del bicentenario, con todas las buenas intenciones que pretende mostrar, desconoce sin más a los Pueblos Indígenas en su condición de sujetos políticos con identidad propia, con voz propia, con aspiraciones, demandas y propuestas propias. Y no puede decirse que se incluyen en la “comunidad nacional” o en las “organizaciones de la sociedad civil”. En el acto de declaración de la independencia en 1821 y en la convocatoria de conmemoración del bicentenario de dicha independencia, los Pueblos Indígenas y sus organizaciones simplemente son dejados al margen. O, encubiertos. Con todo lo que el encubrimiento implica de minorización, subordinación, subalternidad, discriminación, desprecio, exclusión, racismo. No obstante, los Pueblos Indígenas y sus organizaciones son ignorados en la convocatoria a la conmemoración del bicentenario. Ello, a pesar de la intención (dudosa por esto mismo) de que “queremos darle un nuevo y profundo impulso a dinámicas de reflexión crítica y creativa que den paso a nuevas conceptualizaciones que inauguren una época de reforma del Estado, de innovación política y de refundación de la República” (documento de convocatoria). Conmemoración del bicentenario, ¿oportunidad para la construcción de un estado plurinacional? ¿Podría ser la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia la oportunidad para la construcción de un Estado plurinacional o, al menos, multinacional? ¿Qué implicaría para la nación guatemalteca la conversión del Estado nacional criollo y ladino/mestizo a un Estado en el cual los Pueblos Indígenas puedan incorporarse como naciones, con todos los derechos actualmente reconocidos solo de manera formal y con un enfoque reduccionista? Hasta hoy, afirma Cojtí (2004), “se desconoce casi por completo el lento proceso de multiculturalización del Estado y de la democracia guatemaltecas”. Con excepción del aspecto legal, el “más conocido y avanzado”. Lo que no implica que la promulgación de leyes lleve automáticamente al reconocimiento de los Pueblos Indígenas como naciones con pleno derecho de formar parte, participar y beneficiarse de los bienes del Estado (en cuya producción tienen una amplia participación). Por esto, como señala Cojtí (2004), no existen avances en “la formulación, implementación, institucionalización de políticas, planes, programas y proyectos, ni la adaptación de las estructuras estables del Estado a la multietnicidad del país”. Si multiculturalizar el Estado ha sido complejo y es un proceso de lento avance, pensar en la construcción del estado plurinacional seguro requerirá un drástico reajuste en las relaciones estructurales de poder en todos los órdenes. Tampoco basta que el actual presidente de Guatemala, en el acto conmemorativo en el Congreso de la República, haya llamado a construir una nación unida, sin fronteras en Centroamérica y a vivir en libertad de acción y pensamiento… para que los guatemaltecos sean mejores, con metas comunes y encaminados a una sociedad sin divisiones (republica.gt). Y no basta el llamado, porque el inicio mismo de las actividades conmemorativas del bicentenario ha sido una muestra clara del irrespeto de los funcionarios de Estado a los lugares sagrados del Pueblo Maya, invadiendo la emblemática ciudad de Iximche’, ciudad sagrada de la comunidad Maya Kaqchikel, llamada “ruinas” en algunos medios de comunicación. Y junto con la invasión, la folclorización de elementos de la milenaria cultura Maya, como el Popol wuj, sus danzas, su indumentaria. ¿Podría ser el ideario de los Acuerdos de Paz el camino? Dada su importancia, finalizamos la revisión de la perspectiva gubernamental de la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia, según se explica en el documento de convocatoria, con la referencia a los Acuerdos de Paz. Sorprende la afirmación de que “los Acuerdos de Paz de 1996 pautan actualmente vida pública”. Además de que forman parte de “las experiencias vividas y los valiosos aprendizajes de los últimos 200 años. Experiencias que constituyen el mejor sustento para las propuestas ciudadanas de refundación del Estado guatemalteco y la generación de la esperanza para el futuro de Guatemala”. La perspectiva de las Naciones Unidas Para la UNESCO, la celebración del bicentenario de los procesos de independencia de los países de América Latina y el Caribe “reviste una importancia y trascendencia histórica, social y cultural de los pueblos latinoamericanos y caribeños”. Los procesos de independencia, llevados a cabo por “ilustres libertadores” de este continente, “cuyo pensamiento se inspiró en las ideas de los sabios de la ilustración y de los próceres de otras gestas emancipadoras (UNESCO, Decisión 182 EX/59, aprobada en la 14ª sesión plenaria, el 21 de octubre de 2009). Con este reconocimiento, y en su calidad de “foro ético y moral” (por excelencia) del Sistema de las Naciones Unidas, al “promover la justicia social, la cultura de paz y la solidaridad entre los pueblos”, la UNESCO “ve con satisfacción las acciones que se desarrollan en el ámbito nacional con motivo de la celebración de este bicentenario, por la trascendencia histórica que trajo consigo la fundación de nuevas repúblicas. Según esta resolución de la UNESCO, los movimientos de independencia trajeron consigo “la abolición de la esclavitud en el continente y la inclusión de las comunidades negras y Pueblos Indígenas en las sociedades nacientes”. Con respecto a la abolición de la esclavitud en Centroamérica, esta se ¿Una segunda independencia? La cuestión del bicentenario y los actos de conmemoración organizados e implementados desde los Estados latinoamericanos ha estado también en la reflexión de las ciencias sociales. Particularmente desde el pensamiento crítico de intelectuales, como los que forman parte del Grupo Modernidad/Colonialidad. En este colectivo, conformado por una “red multidisciplinar y multigeneracional de intelectuales”, se cuentan, entre otros, sociólogos como Aníbal Quijano, semiólogos como Walter Mignolo, la pedagoga Catherine Walsh, antropólogos como Arturo Escobar y filósofos como Enrique Dussel y Santiago Castro-Gómez (entre otros). A partir del trabajo de grupos como este, se ha posicionado la convicción de que no debe “prohijarse un nuevo encubrimiento del otro, como ocurrió con memorias y festejos del llamado ‘descubrimiento de América’”. O, como ocurrió también con la celebración del primer Centenario de la Independencia de los países de América Latina. Una celebración promovida por las élites como “una fecha que anuncia su propio y exclusivo progreso ininterrumpido”. Desde esta perspectiva, no corresponde festejar sino “impugnar, denunciar, una emancipación de la corona española que solo ha sido usufructuada por los criollos y sus herederos en menoscabo de los Pueblos Indígenas y afroamericanos, sin dar lugar a ese nosotros incluyente de las diferencias”. Para ir un paso más allá de la impugnación y la denuncia, Roig (2002) considera necesario “promover esta conciencia crítica desde la situación de neocolonialidad que se vive en nuestros países, lo cual compromete toda praxis social con la necesidad de una ‘segunda independencia’, en lo político y en lo mental”. ¿En qué consiste esta segunda independencia? ¿Cómo implica a los Pueblos Indígenas una segunda independencia de la nación criolla/mestiza/ladina? ¿Podría un movimiento por una segunda independencia de los países latinoamericanos incluir de manera natural a los Pueblos Indígenas? ¿Pueden los Pueblos Indígenas hablar de una segunda independencia, si no han tenido una primera independencia? ¿Cómo pueden aprovechar los Pueblos Indígenas los caminos que sean construidos desde el pensamiento decolonial hacia una segunda independencia, en la línea de Arturo Roig? Roig considera la búsqueda de una segunda emancipación como un Desde la perspectiva de los pueblos indígenas: el encubrimiento continúa En 1492 los pueblos originarios de Abya Yala fueron sepultados bajo la imagen del “otro” europeo. Por ello se habla de “encubrimiento”, y no de “descubrimiento”. De ahí también el rechazo a la denominación de “descubrimiento” aplicada a la llegada de Cristóbal Colón a tierras de Abya Yala en 1492, y a otros conceptos como “encuentro”, por ejemplo. Entre las sugerentes ideas de Dussel alrededor del tema del encubrimiento, dos llaman la atención: por una parte, la centralidad del sujeto europeo, alrededor del cual se hace girar la percepción de los hombres y mujeres, habitantes de las tierras de Abya Yala, y la relación con ellas y ellos. Esta percepción, basada en el pensamiento heideggeriano, ha evolucionado hacia la cosificación del otro. A la llegada de Colón a Abya Yala, sus habitantes fueron considerados como seres subhumanos, idea reforzada por algunos filósofos y teólogos de la época, como Juan Ginés de Sepúlveda[1] y Cornelius de Paw[2], entre otros. Según Dussel, con el tiempo se ha ido afianzando la idea de que todo lo europeo es el centro del mundo. Todo lo demás, incluyendo las y los habitantes originarios de Abya Yala, no son más que “entes”, cosas, que pueden ser utilizados y luego ser desechados, y que no merecen respeto como un “otro” semejante (Dussel, 1994/2). Por otra parte, el encubrimiento del indígena es una necesidad connatural al sistema. Es una condición necesaria para conservar el estado de cosas y el estatus de los sectores de poder. Desde el surgimiento del otro en el horizonte, que irrumpe en el mundo del europeo, se hizo necesario en-cubrirlo. Para ello, se crearon mecanismos, con sus respectivos dispositivos, que se activan cada vez que hay que aplastar las cabezas que pretenden salir a la superficie.