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EL CULTO FAMILIAR… A.W. Pink (1886-1952) – Revisado y editado por la IBA .

Tener un amor ardiente por Dios y por servirle, es algo que se aplica tanto a la adoración pública como a la familiar.

Abraham, el padre de los fieles y amigo de Dios, fue devoto a Dios en su hogar. De quien Dios dijo: “Porque yo sé que
mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio…” (Génesis
18:19). El patriarca fue afirmado en la bendición, por instruir a sus hijos y siervos en el más importante de los deberes:
“el Camino del Señor”.

Ahora bien, preguntémonos: ¿estamos imitando nosotros el ejemplo de devoción de Abraham en nuestra adoración
familiar?

Otro gran ejemplo de devoción está en la determinación de Josué quien declaró al pueblo: “Yo y mi casa serviremos a
Jehová” (Josué 24:15). No dejó que la posición exaltada que ocupaba, ni las obligaciones públicas que lo presionaban, lo
distrajeran de procurar el bienestar espiritual (y por ende físico-material) de su familia. Y podríamos citar los casos de
Job (1:5), Daniel (9:4-19). Y en el Nuevo Testamento, está Timoteo, quien se crio en un hogar piadoso. Y Pablo le hizo
recordar la “fe no fingida” que había en él, “la cual residió primero en su abuela Loida, y en su madre Eunice”, con razón
pudo decir enseguida: ¡“que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras”! (2 Tim. 3:15)

Hermanos, tenemos cada día el privilegio de poder orar en nuestra habitación como individuos y arrodillarnos
privadamente, pero también el privilegio de honrar a Dios como familia al reunirnos ante el Señor para confesar
nuestros pecados, para agradecer las misericordias de Dios, para buscar su guía, su ayuda y su bendición.

No deberíamos dejar que nada interfiera con este privilegio y deber. Todos los demás quehaceres domésticos deberían
poder pausar en un punto y doblegarse ante este. Teniendo un momento devocional, diariamente, para alabar y orar al
Señor.

Un antiguo escritor dijo: “Una familia sin oración es como una casa sin techo, abierta y expuesta a todas las tormentas.”

¿De qué nos valdrá decir, cuando rindamos cuentas ante Dios por la mayordomía de nuestra familia, que no teníamos
tiempo ya que trabajábamos sin parar desde la mañana hasta la noche? Cuanto más urgentes son nuestros deberes
temporales, más grande es nuestra necesidad de buscar socorro espiritual.

Y el culto familiar debe realizarse reverente, sincera y sencillamente. Permitiendo a los pequeños recibir sus primeras
impresiones y formar sus primeros conceptos del Señor Dios.

▪ La adoración debe empezar con unas breves palabras de oración invocando la presencia y bendición de Dios.
▪ Debe seguirle un breve pasaje de su Palabra, con breves comentarios y pensamiento sobre el mismo.
▪ Pueden cantarse dos o tres estrofas de alguna alabanza
▪ Y luego concluir con oración en la que se encomienda la familia a las manos de Dios y se intercede por otros.

Y no se trata de orar con elocuencia, se trata de hacerlo de todo corazón.

El culto familiar, así como el culto público, reporta beneficios y bendiciones incalculables. Al maravillar el alma,
comunicar un sentido de la majestad y autoridad de Dios, presentar verdades solemnes a la mente, y advertirnos sobre
el peligro de pecar.

Por tanto, valdría preguntarnos: ¿Cómo los que descuidan la adoración a Dios en su familia, pretenden hallar paz y
bienestar en la intimidad de su hogar?

Hagamos entonces: “tal como mandó a nuestros padres que notificasen a sus hijos, para que lo sepa la generación
venidera, los hijos que nacerán, y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos; a fin de que pongan en Dios su confianza,
y no se olviden de las obras de Dios, y guarden sus mandamientos” (Salmo 78:5-7).

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