Está en la página 1de 1

BASILIA

—¡Buenos días, doña Prudencia!

—Buenos, Basilia, ¿qué se te ofrece?

—¿Podría regalarme unas calabacitas?, me estoy muriendo de hambre.

—No Basilia, sólo me quedaron las que necesito para mi familia.

—Nomás regáleme unas poquitas. Se lo agradeceré mucho.

—Está bien. Si me ayudas a barrer el patio te las daré

—Gracias, doña Prudencia, mejor regreso otro día.

—Pues, ¿no que te estás muriendo de hambre?

—Sí, pero también tengo sueño. ¡Adiós, señora!

Ella G. Alvarado Navarrete

(78) PRIMERO

También podría gustarte