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Seis personajes en busca de autor es la más famosa obra del escritor Luigi
Pirandello, estrenada en Italia en 1921 y su primera publicación fue en 1925.
En conjunto con el resto de su producción dramática de la época, propone
innovadores procedimientos que serán posteriormente influyentes
fundamentos del teatro moderno. Es considerada por algunos como su obra
maestra.
Introducción
Resumen
Parte 1ª:
La obra comienza en el escenario de un teatro en el cual comienzan ha
aparecer los actores y actrices de una compañía que acuden a un ensayo de la
obra que van a representar. Al llegar el Director éstos comienzan a ensayar la
escena que les tocaba, curiosamente representan una comedia de Pirandello, el
propio autor de seis personajes en busca de autor. A poco de comenzar el
ensayo irrumpe en el teatro por el patio de butacas un grupo de Personajes (el
Padre, la Madre, la Hijastra, el Hijo, el Muchacho y la Niña) guiados por el
portero del teatro que les lleva hacía el Director. Estos personajes estaban
buscando un autor para su drama. Después de varias discusiones con el
Director el Padre consigue que éste le escuche y explicarle su historia; que no
es más ni menos que eran personajes de un drama, pero su autor no quiso o no
pudo llevarlos materialmente al mundo del arte. Los personajes astutamente
dejan ver poco a poco sus sentimientos de unos hacía otros creando un clima
de cierto interés por la compañía. El Director escuchó la siguiente historia:
El personaje del Padre estaba casado con la Madre y tenían un hijo. El Padre
tenía un secretario muy leal que se llevaba muy bien con la Madre, hasta el
punto que sin maldad se entendían mejor que la propia pareja. Cierto día el
Padre lo despidió para alejarlo de ella, pero la Madre al poco tiempo se sintió
desorientada y vacía. Al observar esto, el Padre decidió echarla de su casa,
porque no aguantaba verla tan triste y la llevó con el otro hombre. El Padre
decidió que el hijo que tenían en común debía dejárselo a una ama de crías
campesina para educarlo. La Madre y el otro hombre se fueron de la ciudad.
El drama comienza cuando murió el ex-secretario (padre de la Hija) y esta
nueva familia cae en la pobreza, obligados a volver a la ciudad de donde
procedían. La Madre trabajó como modista para una tal Madama Pace, una
modista de altos vuelos, que aparentemente ofrecía sus servicios a damas
elegantes, pero en realidad eran estas damas la que le ofrecían a ella el
servicio en una casa de citas. Fue allí donde se volvieron a encontrar el Padre,
la Hijastra y la Madre, ya que él era cliente de esa casa de citas y Madama
Pace obligó a la hijastra a trabajar para ella, excusándose en el mal trabajo de
los modelos hechos por su madre. Dio la casualidad que el Padre iba a citarse
con su hijastra sin saberlo; dado el largo tiempo de su ausencia, no la podía
reconocer. Fue entonces cuando la Madre los encontró y el drama se disparó.
El Padre finalmente los acogió como si de mendigos se tratase en su casa con
su Hijo, que había vuelto hacía tiempo. El Director interesado en el drama
accedió a ser el autor y ofreció al Padre a ir a su camerino para detallarle las
escenas. El director deja un tiempo de descanso para los actores.
Parte 2ª:
Esta segunda parte empieza con las instrucciones del Director para acomodar
el escenario a las exigencias de la Hijastra y de la situación en la que ocurrió
la escena del encuentro del Padre con ella. El Apuntador pasa a ser el
taquígrafo para recoger los diálogos de la escena. El Director muestra su
intención de representar el drama con sus actores y no con los personajes, lo
que indigna a éstos, que defienden sus ideas de que no hay nadie mejor para
representar su drama que ellos mismo ya que son los que lo han vivido, y para
lo que han sido creados. El Padre consigue crear un escenario parecido a la
escena donde ocurrió y logra que Madama Pace se presentase en el teatro para
que recogiesen los actores su papel.
Parte 3ª:
Esta última parte arranca con el segundo acto del drama, la acogida en casa
del Padre de la familia. En el escenario, el Director sólo quería representar el
huerto de la casa, cosa que era desvirtuar el drama porque el Hijo siempre
estaba distante de la familia mostrando su indiferencia hacia ellos. El Padre no
dejará de mostrar pensamientos al Director de su realidad de personaje ante la
realidad de los actores lo cual acaba en enrevesadas conversaciones más bien
filosóficas que artísticas. Se reanuda otra vez la narración de la historia por
medio de la Hijastra que muestra los sentimientos de su familia al llegar a esa
casa. El hijo intenta marcharse del escenario pero un extraño poder le impedía
marcharse, estaba obligado a realizar la escena con su madre en el Huerto, era
como si algo les obligase a los personajes a estar juntos, su misión, para lo que
habían sido creados, era representar su drama aunque se odiasen unos a
otros. Pero al intentar representar la escena ocurren cosas extrañas, el
Muchacho ante la insistencia de la Hijastra en que representase su papel
empuña una pistola, se vuelve a colocar tras los árboles del escenario y se
reanuda la historia. Ahora la Madre cuenta como entró en la habitación del
Hijo y éste se marchó. Vuelve a interrumpirse la representación ante la
negativa del Hijo que acaba por discutir con su padre. Tras la discusión
comienza el desenlace de la historia: El Hijo al marcharse de la habitación se
dirigió al huerto y en la alberca vio a la Niña ahogada en la alberca, corrió a
salvarla pero se detuvo al ver al Muchacho contemplando a su hermana
ahogada se dirige hacia el pero… (en el escenario se oye un disparo). Los
actores y personajes acuden a ver que ha pasado, creen que no es real pero el
Padre si sabe que es real. El Director piensa que todo es falso y decide
marcharse del teatro, se apagan las luces y cuando se está marchando aparecen
detrás del decorado las sombras de los personajes menos las del Muchacho y
la Niña. La Hijastra saldrá corriendo del escenario riéndose a carcajadas.
da ellaberintodelverdugo.blogspot.com
Los grandes hallazgos de teatro son muy simples. Basta que no es-tén
apoyados en ideas, sino en emociones. Nadie se emociona con las ideas, pero
a partir de las emociones se puede pensar mucho, se puede llegar a hacer un
teatro muy intelectual, como a veces nos parece el de Pirandello. Claro, que
nos engañamos si creemos esto. A Pirandello se le juzgó en su tiempo de
modo muy contradictorio. Se creyó que hacía un teatro muy reflexivo y lleno
de abstracciones.
Si antes he dicho que las ideas de teatro, las grandes ideas, son muy simples,
lo dije pensando mucho más en Pirandello que en el otro. Pirandello descubre
la esencia del llamado «suspense» que luego tanto se ha aplicado al cine.
Basta con decir una tan simple verdad como la de que nada es lo que nos
parece, basta basar en ella la dra-maturgia de la inquietud y que cientos de
obras salgan, no de la idea misma, sino del sentimiento de esa inquietud de la
que emana toda teatralidad. Se diría que primero se ha lanzado una idea
bastante abstracta y que con ella se ha provocado una emoción. Conociendo la
vida de Pirandello se comprueba muy bien que el gran escritor jamás hace
emociones de las ideas, que es un poseído por la vida y por sus emociones
más complejas, un alma torturada y ardiente. De la obra entera de Pirandello
emana un fuego siciliano, de mafia metafísica, de poderoso marginado —tiene
angustias de perro: amó a una loca. Una loca que le infligió torturantes
emociones que le hicieron pensar como aún no se ha atrevido a pensar ningún
antisiquiatra sin estar loco como «no lo estaba» Pirandello: que la sociedad
podía estar com-pletamente del revés y esto no importaría lo más mínimo. Al
contra-rio, sería más justa por darle su oportunidad a lo que ahora creemos la
parte más oscura del hombre. ¿Cómo no va a ser oscura, si jamás la queremos
iluminar?
Como todo el buen teatro moderno, Seis personajes… requiere que el lector se
convierta en el propio director de escena de su lectura. Cuando ello se
consigue, la lectura de Pirandello aficiona, nos «en-gancha» a la del teatro,
cosa que tanto escasea hoy en día, en donde la imaginación se ha vuelto
perezosa.
Hubiera sido para mí una ventura no conocer a Pirandello, para que un día
pudiera encontrar, de repente y sin previo aviso, una afor-tunada y rara
comedia, teatro esencial y de todos los tiempos, llamada Seis personajes en
busca de autor.
Articulo
Que el Nobel no es una garantía de calidad está refrendado por las elecciones
hechas en determinados años, que no garantice la fama más allá de una lista
de nombres ganadores del premio también. Es por esto que no causa
demasiada sorpresa que un autor al que le fue concedido el famoso premio en
1934, y cuyo nombre a pesar de todo es lo suficientemente conocido, no lo es
sino fundamentalmente por una obra, que de manera fulminante ha eclipsado
el resto de su producción. Y es que lo que representa Seis personajes en busca
de autor para el teatro moderno, su herencia en las tablas actuales, tiene un
valor impagable, no sólo por el nuevo modo de entender la escenificación, por
la ruptura de espacios y la integración total del público, sino
fundamentalmente por lo que tiene de tratado teórico, de reflexión acerca de la
labor escénica y de forma más general sobre la ficción y sobre las relaciones
entre creador y creación.
Al introducir el teatro dentro del teatro casi desde el primer momento del
drama se crean dos niveles de ficción: por una parte, están los actores que
ensayan en un escenario desnuda una obra de Pirandello; por otra, los
personajes de ficción, apariciones casi fantasmales, pero entidades de carne y
hueso. Pirandello entra en la obra ―mencionado, de la misma manera que
Unamuno en Niebla― en el nivel más cercano a la realidad, lo que le permite
usar la ironía, algo que está muy presente a lo largo de toda la representación.
El Director se quejará de que las obras de Pirandello nadie las comprende y de
que «parecen creadas a propósito para que ni los actores, ni los críticos, ni el
público queden contentos». Después de esa mención ya no volverá a
nombrarse a Pirandello: en línea con la tendencia de la obra a elaborar
personajes tipos, el escritor aparecerá en adelante nombrado como el autor.
Efectivamente, en ambos niveles los nombres son algo baladí en comparación
con el papel que le ha tocado representar a cada uno. En el nivel más real, en
la compañía de teatro, se encuentran el Director, los actores, el Apuntador, el
Guardarropa, el Tramoyista o el Conserje; en la plano puramente ficcional, el
de los personajes, están el Padre, la Madre, la Hijastra, el Hijo, el Muchacho y
la Niña. La simbología de estos personajes se manifiesta por medio del uso de
máscaras ―un instrumento que permite distinguir a los actores de los
personajes― y desde la acotación que los presenta en escena: el Padre es el
remordimiento, la Hijastra la venganza, el Hijo el desdén y la Madre el dolor.
A pesar de que Pirandello había declarado en el prólogo no estar de acuerdo
con el simbolismo en el arte la elección del nombre de los personajes
efectivamente parece guiada por una especie de simbolismo que únicamente
se salva, en palabras de Pirandello, por la ironía.
Una vez que los personajes han conseguido despertar el interés del Director
tratarán de convencerlo para representar ese drama; sin embargo, los dos
niveles entrarán en conflicto, porque el Director entiende que en teatro el
lugar de los personajes no son las tablas, sino el guión, que no son los
personajes los que actúan sino los actores, que son los que están preparados
para representar delante de un público. Los personajes por sí solos son
entidades vacías, esqueletos que no se levantan hasta que los actores los
cubren con todo un repertorio de gestos, de movimientos, de expresiones. El
ensayo de los actores, que permite a Pirandello la ingeniosa innovación de
integrar las acotaciones del Director dentro del diálogo, levanta la protesta del
Padre, que cree imposible que una representación pueda ser igual que el
original, porque el actor parte de cómo cree que se siente el personaje y no de
cómo se siente verdaderamente. Y a pesar de que los actores hacen un papel
que se asemeja al máximo al original, los personajes no se sienten en absoluto
identificados; antes sienten la extrañeza de alguien que se ve duplicado y
suplantado ―«algo que… se vuelve de ellos, y ya no es nuestro»―, que ve
algo que «parece otra cosa, que quisiera ser la misma, pero no lo es». El Hijo
comparará el intento de los actores por simular el original con el reflejo de un
espejo del que se intentan imitar los gestos: sólo puede copiarse lo que se ve
desde fuera, jamás se puede saber lo que hay dentro de lo que se copia, y eso,
de alguna manera, invalida la copia.
De ese enfrentamiento entre el nivel real y el ficticio surge toda una teoría
para interpretar el mundo. Los personajes, conscientes de la falsedad del
teatro, de de sus decorados, de sus situaciones, buscan refugio en el
solipsismo de pensar que es real todo aquello que deseen como real. Cuando
el Padre escucha la palabra «ilusión» en boca de la Primera Actriz les pide que
no utilicen esa palabra tan cruel, porque esa ilusión es la única realidad que
poseen. Y al igual que el Augusto Pérez de Niebla pone en duda la realidad de
Unamuno, el Padre duda también de la realidad del Director, la ilusión del
tiempo presente, que convierte el futuro en el pasado, lo que está por venir en
lo que ya sucedió. La única diferencia es que la realidad del plano de los
actores puede cambiar, es lineal, mientras que la de los personajes es circular,
siempre la misma, inalterable. Porque, efectivamente, el Hijo está condenado
a morir al final del libro cuando alguien lea Seis personajes en busca de autor,
a morir al final de la representación cuando alguien asista a la obra. De lo que
no son conscientes los actores es que también están atrapados en esa
circularidad, que en realidad ambos planos son uno solo, el de la ficción. Lo
único que quizá los diferencia, lo que acaso acentúa el drama de los
personajes, es la conciencia de su entidad, el conocimiento de que el mundo es
ilusorio, el engaño complaciente de que todo es real cuando se vive como real.
CONCLU