Comencemos explicando la definición de ambas palabras según la palabra
original utilizada cuando se escribió la Palabra de Dios y un diccionario regular. En el Nuevo Testamento, la palabra don viene del vocablo griego járax que significa conceder como favor, y del griego járisma que significa facultad milagrosa; y la palabra fruto viene del vocablo griego karpós que significa fruto. El Diccionario de la Real Academia Española define ambas palabras de la siguiente manera: Don. Gracia especial o habilidad para hacer algo. Bien natural o sobrenatural que tiene el cristiano, respecto a Dios, de quien lo recible. Fruto. Producto o resultado obtenido. Según las definiciones anteriores, los dones descritos en la Palabra de Dios son diferentes según la persona mientras que el fruto es algo que debemos manifestar todos los cristianos por igual. ¿Por qué esto es así? Porque los dones los otorga el Espíritu Santo de Dios como Él quiere y los frutos son la manifestación de la presencia de Dios a través del Espíritu Santo en la vida del cristiano. Todos los cristianos debemos manifestar los mismos frutos, pero no todos tenemos los mismos dones. Hay distintas clases de dones espirituales, pero el mismo Espíritu es la fuente de todos ellos. Hay distintas formas de servir, pero todos servimos al mismo Señor. Dios trabaja de maneras diferentes, pero es el mismo Dios quien hace la obra en todos nosotros. A cada uno de nosotros se nos da un don espiritual para que nos ayudemos mutuamente. Es el mismo y único Espíritu quien distribuye todos esos dones. Solamente él decide qué don cada uno debe tener. (1 Corintios 12:4-7, 11 NTV) La clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio. (Gálatas 5:22-23 NTV) En todo esto queremos destacar que lo más importante son los frutos porque es lo que verdaderamente nos identifica como cristianos, ya que solo pueden ser manifestados por aquellos que nos hemos reconciliado con Dios por medio de Jesucristo y por eso tenemos al Espíritu Santo (la presencia de Dios) morando en nuestro interior.
Los que están dominados por la naturaleza pecaminosa piensan en cosas
pecaminosas, pero los que son controlados por el Espíritu Santo piensan en las cosas que agradan al Espíritu. (Romanos 8:5-6 NTV)