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En la calle, acaban de salir del vivero donde trabaja Hermán.

Se conocieron allí cuando


Ernestina fue a comprar un cactus.

ERNESTINA. – ¿Qué era lo que me tenías que decir?

HERMÁN. – Eh… que me llamo Germán.

ERNESTINA. – Ah… eso, yo me llamo Ernestina, pero me dicen Tina. Te veo como una cara
conocida… Germán… ya me voy a acordar.

HERMÁN. – Yo justo salgo, no sé para dónde vas.

Ernestina señala una dirección.

HERMÁN. – ¡Yo también! Vamos ¿caminamos?

ERNESTINA. – ¿Y trabajás hace mucho ahí en el vivero?

HERMÁN. – Más o menos. Unos meses, es que estuve muchos años viajando. Estuve en China
el año pasado…

ERNESTINA. – ¿En qué parte de China estuviste? ¿Fuiste por trabajo?

HERMÁN. – En la capital, en Hong Kong. Fui a la casa de los padres de un amigo, aprendí a
hablar frases en chino con ellos. Estuve en Beiying, por ahí pasa la Muralla China ¿viste? Es
larguísima. Yo en un momento, estaba parado en un borde de la muralla, para un lado tenía
todo el esplendor del verde, para el otro lado el mar, y para arriba miré y de repente ¡ví un
satélite!. Es tan alto que se ven los satélites, era de Estados Unidos seguro, viste que ellos te
espían todo.

ERNESTINA. – Qué raro… a vos te pasan todas.

Hermán sujeta repentinamente a Ernestina, ella se sobresalta y se aleja unos pasos.

HERMÁN. – Perdoname… es que me quedó… yo corría antes en moto y me quedó de un


accidente. Estábamos en la Cordillera, ¡me patiné!, casi caigo al precipicio. Me pusieron cuatro
clavos en la rótula, diecisiete puntos en la pierna, abajo. Creían que no iba a volver a caminar,
¡y acá estoy!

ERNESTINA. – Qué increíble, ¿y no quedaste rengo? ¿qué pierna es? A ver mostrame. Seguro
es esa ¿no?

HERMÁN. – No esperá, no puedo con este pantalón.

ERNESTINA. - A ver yo puedo (intenta levantarle el pantalón, él se resiste)

HERMÁN. – No déjame a mí, pará.

ERNESTINA. – ¡A ver!

HERMÁN. – No, te digo la verdad, la mayoría de las cicatrices se me borraron con el sol, porque
después viví varios meses con otro amigo, cerca de Gesel y el agua salada del mar te pule la
piel, no te queda nada. ¿Sabías que sos muy linda?
Ernestina sonríe mirando para otro lado.

ERNESTINA. – ¿Vos vivías en zona Sur?

HERMÁN. – No. De chico… vivía en Pichincha. Me hace acordar… el ante año pasado, fuimos
con ese mismo amigo al Machu Pichu. Un verano. Y una noche conocimos un chamán ¿viste?,
el tipo estaba como poseído, invocaba al dios Tulum. (Ernestina lo interrumpe)

ERNESTINA. – ¿Qué Tulum? Si Tulum está en Méjico.

HERMÁN. – ¡Bueno! no me acuerdo bien el nombre, era parecido. Pero, a mí ¿sabés qué me
dijo?, que tenía una mancha de nacimiento en el pecho que es un símbolo muy importante
para ellos, como una especie de guerrero en su simbología. Ellos creen que eso determina tu
futuro.

ERNESTINA. – A ver ¿dónde lo tenés?

HERMÁN. – Acá, está por acá. (Se mira el pecho, busca una mancha, señala un lunar ínfimo)

ERNESTINA. – Ese es un lunar igual al que está al lado.

HERMÁN. – ¿No te das cuenta que parece una estrella?

ERNESTINA. – ¿No?, ¿Y qué te dijo?

HERMÁN. – Me dijo que iba a conocer a alguien muy importante.

ERNESTINA. – Pero ¿a quién? ¿A una pareja?, ¿te dijo que te ibas a enamorar?

HERMÁN. – Me dijo que iba a cambiar mi vida (Germán habla en un tono suave de voz y se
acerca lentamente a Ernestina), ¿y si somos nosotros dos el cambio?

Hernán besa a Ernestina. Una voz en la calle los interrumpe.

VOZ DE UN HOMBRE. - ¡Hermán!

HERMÁN. – ¡Huy mirá eso! Casi chocan (La toma del brazo para caminar en dirección contraria
desde donde proviene la voz.)

ERNESTINA. – ¿Dónde? ¿no veo? ¡Pará! ¿Te gritaron a vos?

HERMÁN. - Me siento mal… me bajó la presión…

ERNESTINA. - ¿Qué te pasa?

HERMÁN. - Bajo la cabeza así me sube la presión de nuevo.

ERNESTINA. – ¡A ver acostate que te levanto las piernas!¡Vos te estás escondiendo! ¿Quién te
gritó? ¿De qué te estás escondiendo? ¿Vos?... (Se queda en silencio unos segundos) ¡Ya sé! ¡Ya
me acordé!

HERMÁN. – Ya me siento un poco mejor, vení.

Ernestina lo golpea en la cara y en los brazos varias veces. Hermán se cubre.


ERNESTINA. – ¡Vos estafaste a Alfredo Martínez!

HERMÁN. – Esperá, dejáme explicarte. ¡Pará un poco!

ERNESTINA. – No sos Germán. Sos Hermán Vinsiunas. Yo no puedo estar con vos. (Se limpia la
boca)

HERMÁN. – Dejáme hablar. Tina dejáme explicarte. Por favor. Era un momento muy jodido
para mí. Mirá no soy todo eso que te conté, no viajé tanto, yo soy, soy un busca, y justo se me
dio esa oportunidad, y bueno, siempre estoy con la plata muy justo. Quería progresar, quería
ponerme un negocio y me dijeron que ese tipo tenía mucha plata, que ni se iba a dar cuenta.
(Suspira hondamente)

Hermán se coloca de espaldas a ella, a punto de irse. Se mantienen en silencio un minuto.

HERMÁN. – Se siente bien la verdad.

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