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JORGE YARCE
CONTENIDO
CONTENIDO __________________________________________________________________ 3
INTRODUCCIÓN _______________________________________________________________ 7
CAPÍTULO 1 PRINCIPIOS, VALORES Y VIRTUDES _____________________________________ 11
Distinguir para comprender __________________________________________________________ 11
Válidos para todos _________________________________________________________________ 13
Principios administrativos ___________________________________________________________ 14
Principios, normas, paradigmas _______________________________________________________ 15
Principios, creencias y valores ________________________________________________________ 16
Qué son los Valores_________________________________________________________________ 17
Realizables y reales _________________________________________________________________ 19
Antivalores________________________________________________________________________ 20
Valores éticos _____________________________________________________________________ 20
Qué son las virtudes ________________________________________________________________ 21
Diversas formas de alcanzar el bien ___________________________________________________ 22
Valores, virtudes y actitudes _________________________________________________________ 23
CAPÍTULO 2 VALOR PARA VIVIR LOS VALORES ______________________________________ 25
La calidad se mide por los valores _____________________________________________________ 26
Hay que defenderlos ________________________________________________________________ 27
Hay que construirlos ________________________________________________________________ 28
Una meta y un ideal ________________________________________________________________ 28
Se pierden indoloramente ___________________________________________________________ 28
Hay que jerarquizarlos ______________________________________________________________ 29
Una sociedad sin héroes _____________________________________________________________ 31
¿Porqué no se da ejemplo? __________________________________________________________ 32
Vivencia y ejemplaridad _____________________________________________________________ 33
Diversas maneras de hacer las cosas ___________________________________________________ 33
Promover y crear valores nuevos _____________________________________________________ 35
para producir cambios duraderos _____________________________________________________ 35
Los valores no se viven por decreto____________________________________________________ 36
CAPÍTULO 3 LOS VALORES COMO VENTAJA COMPETITIVA ____________________________ 39
Necesidad de gente valiosa __________________________________________________________ 40
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LOS VALORES SON UNA VENTAJA COMPETITIVA
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JORGE YARCE
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LOS VALORES SON UNA VENTAJA COMPETITIVA
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JORGE YARCE
INTRODUCCIÓN
l tema de los valores es siempre actual porque acompaña al hombre, cuya vida es
inseparable de ellos. El, o los encarna y proyecta, o incorpora y difunde su contrario, los
antivalores. Los valores constituyen un asuntoo dotado de validez permanente, a la vez
que recogen constantemente la evolución del mundo y de la cultura. Los valores
cambian, y eso es inevitable por su entraña subjetiva, pues en realidad la que cambia
es la persona, sin la cual no se puede explicar nada que tenga que ver con ellos. Quien
valora es el hombre y sin su capacidad consciente y libre de descubrirlos o crearlos no
puede darse lo que podemos llamar valioso.
Hoy en día los valores están de moda, pero no por la moda misma sino por su profunda
necesidad en el desarrollo de la vida personal y en la construcción del mundo social.
Cuando se habla de valores no se da ya el prejuicio inmediato de tratarse de un tema
reservado a la moral o a la religión. El amplio espectro de su universo cubre desde los
valores más literalmente materiales y económicos hasta los más densamente éticos y
espirituales. Y todo ello tiene una dimensión humana porque sólo el hombre es capaz
de valorar, de realizar aquello a lo que libre y conscientemente aspira por tratarse de un
bien para él.
Valores hay para todos los gusto es verdad, pero no con la misma significación y
propiedad. Por eso nos parece conveniente adentrarnos en ese mundo a partir de una
aclaración filosófica sencilla y lo más clara posible –sin pretensiones de alta teoría– de
la significación del valor en relación con los principios, paradigmas, normas y virtudes.
acompañada esa precisión de un recalar en lo que significa vivir y practicar los valores
en la sociedad actual.
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LOS VALORES SON UNA VENTAJA COMPETITIVA
El libro señala caminos concretos para una comprensión global del tema de los valores
y su dinamismo, así de una metodología práctica que ayude a arraigarlos, a convertirlos
en algo operativo y productivo, de modo que no sean un escudo para defenderse sino
más bien una lanza para abrirse paso. Aunque se hace continua referencia al mundo de
la empresa, su contenido vale para la persona individualmente tomada y para todo tipo
de organización.
Buscamos responder también a la pregunta: ¿Por qué los valores son una ventaja
competitiva?. Incluso podríamos añadir, una ventaja competitiva perdurable. En el
mundo y en la empresa de hoy el mejor negocio es contar con personas valiosas, es
decir, que encarnan valores. Si esto se logra, a través de un proceso que lleva su
tiempo, el clima y la cultura organizacional cambiarán y esto deberá repercutir en una
forma más eficaz de competir en el mercado. De esa manera los valores establecen la
diferencia y se manifiestan en la calidad del producto y del servicio y en la rentabilidad
de la empresa.
Desarrollar valores es un gran reto para cualquier empresa hoy. EL capital por
excelencia es el capital humano o capital intelectual, que hace de las organizaciones de
aprendizaje organizaciones inteligentes, en la que todos aprenden y todos enseñan. El
aprendizaje organizacional de valores es la respuesta a ese reto y el libro pretende
contribuir a responder cómo puede hacerse efectiva la tarea de interiorizar y proyectar
los valores en la empresa de modo que se logre un cambio de mentalidad y de cultura.
Desde los valores se genera sentido de compromiso y pertenencia, se refuerza la
participación y se logra una auténtica cultura del trabajo penetrada del afán constante
de aprender a aprender, de hacer cada día mejor las cosas.
Podríamos decir que el núcleo práctico por excelencia del libro se encuentra en los
capítulos dedicados a la explicación de los pasos a seguir en la construcción de valores
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en la organización, que busca ser una ayuda para realizar esa tarea desde diferentes
perspectivas, de modo que progresiva y reiterativamente se logre que arraiguen en las
personas y en la mentalidad colectiva hasta constituir un estilo de comportamiento
organizacional y una auténtica cultura corporativa, identificable precisamente por la
vivencia de determinados principios y valores.
Ha sido muy valioso el aporte de las empresas con las cuales hemos podido
experimentar diferentes fases del programa. Queremos destacar especialmente a:
Federación de Cafeteros de Colombia, Almacafé, ICFES y Alfagrés, Policía Nacional
del Perú, Ministerio de Educación de Panamá, Secretaría de Hacienda, Prosad-Coop y
Fundación Angel Ramos, de Puerto Rico. A todas ellas les agradecemos habernos
dado la oportunidad de realizar distintas fases de lo reunido ahora en esta obra.
Los últimos tres capítulos recogen: el Léxico o Bolsa de Valores (nombre que damos a
la dinámica de trabajo con ese material para la definición de valores en las
organizaciones), que contiene las definiciones de más de trescientos valores y de un
centenar de antivalores, fruto del trabajo de casi diez años de realización de dinámicas
de grupo en talleres vivenciales con distintos estratos de las diferentes empresas en las
que hemos puesto en práctica estas ideas. Seguramente que ese Léxico puede ser
mejorado y adaptado a las diferentes culturales empresariales
Hemos incluido también un capítulo con gráficos de unos cien valores, con sus
respectivos valores asociados y antivalores relacionados, para facilitar el trabajo de
quienes estén interesados en utilizarlo en seminarios o talleres. Con esa misma
finalidad se incluyó el capítulo con el material de la dinámica “La cesta de la basura”,
realizada en cientos de ocasiones con resultados muy provechosos para el trabajo
lúdico y vivencial en valores.
Francisco Mojica, Marcela Cuevas, Luis Gabriel Forero, Diana Rodríguez, Hernando
Ruiz, Jaime Hernández, María Teresa Moncada, Efraín Mejía y Jenny Tamayo. Para los
demás integrantes del grupo de profesores y consultores de Cali y de Medellín, no
mencionados nominalmente, igual agradecimiento por haber contribuido a los
Programas del Instituto Latinoamericano de Liderazgo.
Todos ellos han contribuido de alguna forma a esta obra. Quisiera igualmente expresar
mi gratitud muy especial a Francisco Carreras, director Ejecutivo de la Fundación Angel
Ramos de Puerto Rico por el constante apoyo, suyo y de la Fundación, a las
actividades del Instituto Latinoamericano de Liderazgo y particularmente al trabajo
realizado por mí en la Isla, en buena parte debido a su iniciativa y generosidad.
A los lectores del libro, mi gratitud anticipada por sus comentarios y sugerencias para
mejorarlo en futuras ediciones.
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CAPÍTULO 1
PRINCIPIOS, VALORES Y VIRTUDES
Todos entendemos lo que significa afirmar que alguien ―es una persona de principios‖, o
cuando se dice que ―en esa empresa se guían por una serie de principios y por eso les
va bien‖ o que ―la crisis de la política o la corrupción se deben a la falta de principios‖.
Todo esto denota que los principios son algo muy importante, decisivo para las
personas, para la familia, las organizaciones y la sociedad en general.
Ya tenemos base para una primera distinción. En esa enumeración hay términos que
corresponden a lo que normalmente llamamos valores (honestidad, lealtad...) y otros
que propiamente son principios o normas básicas naturales (procurar hacer el bien,
respetar la vida...), porque tienen un carácter fundamental, de punto de partida, a la luz
de la razón humana y de su condición libre, es decir, de su condición ética.
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“Principio” viene del latín principium y del griego arjé. Significa ―aquello de lo cual algo
proviene de una determinada manera‖, así como el punto es principio de la línea o la
causa es principio del efecto. Esto no implica que todo principio sea causa de algo, sino
que la causa es un tipo de principio de algo en el orden del ser. Es lo que se llaman las
causas ontológicas (material, formal, eficiente y final).
Hay principios ontológicos (del ser) y principios lógicos, relativos al conocimiento. Por
ejemplo, cuando se dice que lo que conocemos por los sentidos es principio del
conocimiento intelectual. O decir que hay unos juicios básicos, elementales, que son la
premisa para toda demostración científica, es decir, juicios primeros de los cuales salen
otros juicios que permiten estructurar la ciencia. A ellos se les llama ―primeros
principios intelectuales‖: inmediatos y evidentes, que expresan lo real en forma
inequívoca, implícitos en todo razonamiento.
Entre esos principios, podemos mencionar los siguientes: de identidad (―un ser es lo
que es‖), de contradicción (―nada puede ser y no ser al mismo tiempo‖), de tercero
excluido (―no cabe un tercero entre ser y no ser‖), de razón suficiente (―todo ente tiene
su razón de ser‖), de causalidad (―No hay efecto sin causa‖), de finalidad (―Todo ser
tiene un fin‖), y el primer principio de la razón práctica o ética: ―Toda persona tiende a
hacer el bien y evitar el mal‖. Es lo que se denomina “sindéresis” (―chispa de la
conciencia‖) o hábito innato de los primeros principios morales, presente en toda
persona.
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orden son, por ejemplo: ―el hombre es un ser racional‖, ―la ley de la gravedad‖ en la
física, o en matemáticas decir que ―el todo es mayor que la parte‖.
Poco a poco la ciencia fue descubriendo los principios que la rigen. Entonces se habló
de principios como la gravedad, la relatividad, a conservación de la energía, etc. A
todos ellos se les considera como leyes físicas o de la naturaleza, universales,
absolutas, válidas siempre e incondicionales. De todos modos, estos principios o, mejor,
su formulación científica puede ser comprendida de maneras diferentes, a veces
contrarias a primera vista. Pero se trata, en realidad, de nociones nuevas que amplían o
complementan las anteriores. Por ejemplo, la relatividad implica una formulación más
amplia de la gravitación newtoniana. No quiere decir que la naturaleza cambie porque,
en el caso de la ley de la gravedad, los cuerpos físicos se atraen entre sí de la misma
manera.
Si hay principios absolutos, quiere decir que no todo es relativo, porque hay leyes en la
naturaleza física que son punto de referencia obligada. Quiere decir que hay que
aceptarlas, valen para todos, porque si no el mundo sería un auténtico caos. Una cosa
es el principio en sí mismo, distinto de mí, como yo lo vivo, por ejemplo cuando veo un
ladrillo que viene hacia mí desde arriba de mi cabeza.
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LOS VALORES SON UNA VENTAJA COMPETITIVA
PRINCIPIOS ADMINISTRATIVOS
No sólo hay principios en ciencias como la física. Los encontramos en el campo social,
jurídico, médico o administrativo. Por ejemplo, la buena fe en los negocios, la salud, la
calidad, la excelencia o el servicio. Pero no se puede colocar en un mismo orden de
análisis la excelencia que la dignidad humana. Lo primero es un principio administrativo
y lo segundo es un derecho humano fundamental que corresponde a una ley natural
que no puede ser cambiada por nadie.
Lo mismo podría decirse de ciertos valores, como ya le dijimos, que a veces se colocan
como principios, pero estrictamente hablando no lo son: honestidad, lealtad, integridad,
etc. En este caso nos referimos a algo bueno y deseable, a un ideal realizable, o que
merece la estimación de las personas, algo que vivido habitualmente por ellas, pasa a
llamarse virtud persona Y la virtud misma puede tomarse como una norma de conducta,
aunque no es su sentido primario.
Ni los principios administrativos, ni los valores, tienen el mismo rango que un principio o
ley natural (bien sea referida a la naturaleza física o al ser humano), pero sí constituyen
―principio‖ si a partir de ellos se originan otros principios o valores. En este sentido, lo
que llamamos principios administrativos o los valores corporativos se convierten en
guías para la conducta personal o colectiva.
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A la luz de esta apreciación, podemos afirmar que los principios ontológicos, lógicos,
epistemológicos o éticos, son principios primeros frente a las otras clases de principios,
que podemos denominar ―secundarios‖. Los principios esenciales o primeros les dan
consistencia a los secundarios, pero éstos ayudan a comprender y explicar de modo
más completo los diferentes fenómenos y sus cambios a través del tiempo. En la ética
como ciencia práctica de la conducta humana, como ya lo hemos indicado, también hay
principios universales reconocidos como absolutos: ―Hacer el bien y evitar el mal‖, ―No
hacer a otro lo que no se quiere para sí‖, etc. Son normas prácticas universales propias
del obrar moral del hombre, independientemente de su cultura, raza, ideología o
religión. En esta categoría pueden inscribirse lo que hoy se denominan derechos
humanos primarios: la dignidad de la persona, el derecho a la vida, al buen nombre, a la
libertad, al trabajo...
Es la razón misma del hombre la que los descubre dentro de sí como una orientación
esencial, y en el caso de los principios éticos, como una ordenación racional hacia el
bien, hacia el fin propio del hombre, que sólo puede lograrse voluntaria y libremente. No
quiere decir esto que sea suficiente para la conducta del hombre reconocer y aceptar
estos principios, o aquellos otros que pueden llegar a actuar como leyes en el orden
económico o empresarial. La persona no puede conseguir el bien sólo a base de
cumplir normas. La ética es más ética de la virtud que de la norma, ética de la libertad
que de la imposición, ética del amor que del sentimiento.
No se puede hacer una separación radical entre los principios, las normas, los bienes,
los fines, los valores y las virtudes. Los principios y los valores actúan muchas veces
como normas, y en ese sentido, la norma refuerza y ayuda a la virtud pero no llega
hasta donde llega ella. Además, la virtud hace amable la norma.
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Los principios pueden formar parte de paradigmas, o ser tomados ellos mismos como
un paradigma o arquetipo básico también en la ética, siempre que los entendamos
como una norma de orientación de la conducta. Pero no podemos reducir los principios
a paradigmas, ni a normas, porque el principio inspira conductas que van más allá del
paradigma o de la norma.
Decimos, por ejemplo, que una persona de carácter se guía por principios, pero esos
principios hay que integrarlos en la conducta personal, y con esto nos movemos en un
terreno próximo a los valores y a las virtudes. Una persona de carácter, sin duda, es
una persona que tiene y vive valores y posee virtudes comprobables. Las normas están
más cerca de la adquisición de habilidades, de la instrucción o del entrenamiento que
de la educación o formación, que suponen una visión más personalizada e integrada del
hombre.
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Hay creencias que son válidas porque han demostrado su eficiencia en el tiempo: por
ejemplo ―el servicio garantiza su compra‖. Es decir, si se vende servicio, la gente
compra con mayor tranquilidad. O no válidas: ―Si yo sé hacer las cosas bien, y el otro
comete errores, es mejor hacer las cosas por uno mismo‖. Este último tipo de creencias
hay que desaprenderlas si son negativas o si han perdido validez.
Las creencias se relacionan con los principios y con los valores, pues algunas operan
como normas fundamentales que deben seguirse en una organización. Algunas son
implícitas y otras explícitas. También expresan muchas veces un valor o un grupo de
valores concatenados a la experiencia concreta. Pero normalmente no se definen
corporativamente las creencias sino los principios y los valores, como algo explícito y
declarado. Por eso, si no se tiene muy clara su diferencia, puede presentarse confusión
entre la definición de principios y de valores. En este caso, y para evitar la confusión,
sería preferible definir sólo valores, acordes con la misión y la visión, que adquieren un
carácter estratégico y constituyen la base de la cultura corporativa.
De todos modos, las creencias, casi siempre implícitas, actúan a la manera de normas
de comportamiento colectivo y poseen un perfil de por sí más colectivo que los valores,
que miran más a la vivencia personal y a la estimación social. De todos modos, los
principios –como normas fundamentales o reglas establecidas por la organización– y
los valores –como metas o bienes ideales, o como realidades concretas– prestan apoyo
a las creencias, y viceversa.
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El valor puede ser mirado como un ideal deseable (civismo, generosidad...), sin referirlo
a nada en concreto. Pero también, como algo estimado por varios o por todos, y como
algo que se incorpora a la vida, no simplemente lo que se queda en la aspiración, en el
deseo, en el ideal general. Una cara representa el valor abstracto, extraído de su
realidad individual y propuesto como un concepto universal de validez general. Es como
la esencia del valor. De un hombre justo, extraemos la justicia, de uno leal, la lealtad.
Peror la otra cara es necesaria porque indica precisamente lo justo, lo leal en cuanto
encarnado en alguien. Lo uno es real en cuanto responde a propiedades reales que se
dan en el ser concreto. Lo otro es real en cuanto existente individual concreto. Los actos
humanos tienen que ver con esa realidad concreta, y con la abstracta tienen una
relación, por decirlo así, lógica, de conocimiento, que guarda una participación respecto
de lo concreto que es únicamente de ese orden lógico.
―El valor es un bien descubierto y elegido en forma libre y consciente, que busca ser
realizado por la persona‖ (Derisi). Esta es una de las muchas definiciones que se han
dado sobre el valor. Y probablemente no satisface del todo si pensamos que hay
valores que no son descubiertos sino, en cierto modo, son ―creados‖ pero, a mi modo
de ver, expresa bastante bien la condición que tiene el valor de bien ―deseable‖,
―estimable‖, su dimensión subjetiva y su carácter práctico.
El valor es un bien estimado por el sujeto, pero no sólo por él, sino por los demás. Los
valores se toman de la vida y de la experiencia colectiva. Las normas pueden estar ahí,
sin perder su carácter de principio o imperativo, aunque no sean reconocidas. No
tendría sentido llamar valor a un bien que no sea reconocido y estimado como tal. Tener
valores, descubrir valores, es hablar de algo vital, que mueve a vivir, no de algo
abstracto, alejado de la vida, por interesante que sea.
Por otra parte, valores, podemos expresarlo así, hay para todos los gustos y de todos
los tipos: sensibles, económicos, intelectuales, estéticos, humanos, espirituales,
sociales, religiosos, etc. No se trata de hacer una clasificación, sino de decir que unos
valores, en cierta medida, son más ―subjetivos‖ (los estéticos por ejemplo) y otros son
más ―objetivos‖ (económicos), aunque todo valor, por el carácter consciente y libre del
descubrimiento y la adhesión y estimación, es más algo subjetivo que objetivo, porque
los valores son propios del ser humano (los animales no tienen valores). No se puede
hablar de los valores como de algo separado o ajeno a los principios, porque son ellos,
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sobre todo en el terreno ético, los que confieren en último término consistencia a los
valores.
REALIZABLES Y REALES
Algunos miran los valores como algo irreal, ilusorio o reducido a un ―deber ser‖, a algo
normativo-objetivo, desencarnado y frío. No es ésta la óptica adecuada para
entenderlos. Es verdad que los valores se ofrecen como ideales pero es todavía más
exacto que son reales, estimados por otros, reconocidos, relativos a las personas,
realizables, practicables, identificables, algo que no se queda en mera abstracción
mental o en un ideal teórico..
Decíamos antes que los valores son subjetivos pero habría que añadir que no
totalmente subjetivos, en cuanto dependan únicamente de la estimación de un sujeto o
que no tengan una base objetiva a la cual hagan referencia. Hay realidades en las que
descubrimos algo valioso, algo que nos atrae, que es objeto de estimación, pero la
razón de bien que encontramos ahí no la hemos colocado nosotros. Por ejemplo
cuando contemplamos seres de la naturaleza o respetamos la dignidad de la persona
También es cierto que hay valores –dentro de la amplia gama de los mismos– que
dependen más de mi estimación. Por ejemplo un pañuelo perfumado que recuerda un
encuentro sentimental. Sólo para mí tiene un valor afectivo característico y mío propio.
Pero ese algo valioso liga con realidades patentes: mi ser, otra persona, etc. La
dignidad de la vida, el agua, la inteligencia, la lealtad, el dinero, un anillo de oro, una
obra de arte, la autoestima, un pañuelo perfumado... son todos ellos valores, realidades
valiosas, pero no lo son de la misma manera, no se dicen de ellos el término valor con
las mismas consecuencias. Tienen algo en común que las hace valiosas, tienen la
condición de valor, pero difieren en otros aspectos, hasta el punto de que algunos de
ellos parecen contrarios entre sí. Lo cual quiere decir que el valor abarca lógicamente
muchas realidades y no se puede encerrar en una definición exhaustiva y excluyente.
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de entenderlos y darles la importancia que tienen. Cuando muchas personas viven los
mismos valores, esos valores compartidos adquieren una dimensión corporativa o
social, aunque su raíz más íntima siga siendo la práctica individual de los mismos.
ANTIVALORES
Los valores presentan siempre dos lados o caras de la moneda: la cara afirmativa,
positiva -la propia de los valores, a secas-, o la cara negativa, que podemos llamar
antivalor o contravalor, que es el antípoda del valor: generosidad versus egoísmo, amor
versus odio, lealtad versus traición...
Todos tenemos valores y todos buscamos realizar nuevos valores y fortalecer los que
ya tenemos. Como también es cierto que tenemos antivalores que nos arrastran hacia
abajo y hay que combatirlos con el ejercicio de los valores y con la formación de hábitos
estables de buen obrar (virtudes personales).
Por eso los valores, como la vida misma y como el desarrollo personal, son algo
dinámico y cambiante. No siempre se poseen los mismos valores. Hay valores que
antes no eran reconocidos como tales, por ejemplo, el respeto al medio ambiente, pero
su principio básico (la naturaleza como ámbito esencial del hombre) ya existía. Cuando
cambiamos de cultura, nos damos perfecta cuenta de un cambio de valores. Afirmar
que los valores cambian no es proclamar un relativismo ético, que de lo mismo la
conducta valiosa o la contraria, o que ya no existan fundamentos que señalan una
orientación al obrar humano, y que remiten a su misma condición racional y libre.
VALORES ÉTICOS
Aquí nos interesa particularmente hablar de los valores éticos o morales, entendiendo
por ética o moral la regulación de la conducta en busca de la vida adecuada a los
bienes y fines humanos. Nos referimos a aquellas realidades que estructuran el carácter
y el modo de vivir de las personas y las comunidades. Moral viene del latín ―mores‖ o
costumbre‖ y ética viene del término griego ―ethos‖ –contrapuesto a ―pathos‖– que
significa acción, y también, conducta orientada al fin, incluso carácter, opuesto a
sentimiento, pasión o emotividad.
En ocasiones valor y virtud se toman como sinónimos, pero también se suele decir que
hablar de valores es un discurso más amplio que hablar de virtudes. Lo cierto es que
uno y otro son distintos, se necesitan y se complementan. Podemos afirmar que toda
virtud es un valor, pero no todo valor se convierte en virtud. Por ejemplo, el amor o la
calidad son valores pero no necesariamente virtudes personales.
Las virtudes son hábitos o disposiciones estables que concuerdan con las posibilidades
que hay en la persona de obrar bien. La virtud permanece en ella, es acción inmanente,
a diferencia de lo que se hace, de la obra hecha, que no se interioriza. Cuando
hablamos de una persona generosa nos referimos al modo habitual de vivir el valor de
la generosidad, a su disposición de dar y darse a los demás.
El valor está no sólo en la estimación sino en la vivencia personal, y esto hace más
comprensible, real su conocimiento y real la búsqueda humana por realizarlo en la vida,
para no dejarlo sobre el papel como un ideal deseable y nada más. Y la virtud más que
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La virtud, por otro lado, permite obrar con mayor facilidad, buscar mas eficientemente la
excelencia en la vida personal y la operatividad de los valores a nivel corporativo o
social. La virtud ayuda a vencer resistencias instintivas, emocionales o ambientales, a
romper la indiferencia frente a los valores. No basta con respetar los principios o las
normas ante las cuales nos sentimos obligados y que en cierta manera se nos imponen
desde fuera. El conocimiento en sí es un valor, pero puede ser usado para hacer bien o
para hacer mal. La virtud sólo puede dirigirse al bien. Y tiene como el valor, una cara
subjetiva como proceso psicológico individual, y una objetiva en cuanto se presentan las
virtudes como la inspiración o incluso como normas básicas para la conducta, no
impuestas desde fuera sino desencadenadas desde dentro.
El resumen de todas las virtudes es el amor, como síntesis del esfuerzo de la persona
por alcanzar el bien de diferentes maneras. El orden del amor es fundamental en la
creación de los hábitos. Sin amor no hay crecimiento en la virtud. La virtud como
encarnación operativa habitual de los valores goza del mismo dinamismo que se
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atribuye a los valores, personalizándolos aún más. Son mucho más que la posesión de
un bien físico, o que la adquisición de conocimientos. Es lo que permite a la persona
autorrealizarse en su dimensión más plena.
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