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El consumidor inquilino

por EXEQUIEL VERGARA


7 de Junio de 2018
www.saij.gob.ar
Id SAIJ: DACF180102

I. La ampliación del concepto de consumidor: Si bien en el derecho comparado podemos encontrar ejemplos en
que las relaciones contractuales de locación se consideran expresamente como de consumo, a punto tal que,
tan sólo por mencionar un ejemplo, el Departamento de Asuntos del Consumidor del Estado de California ha
elaborado una de las guías más conocidas para inquilinos y propietarios (1), en nuestro cuerpo legal no
encontrábamos, hasta la sanción del Código Civil y Comercial de la Nación, una norma que expresamente
incluya a los contratos de locación como contratos de consumo, si bien cabe aclarar que tampoco encontramos
una norma que expresamente las excluya.

Es cierto que la redacción original de la ley 24.240, en su artículo 1 contenía tres incisos de situaciones que
claramente debían ser consideradas como de consumo, y que en ellas no se incluía expresamente la locación
de inmuebles. Pero es tan cierto como que esa formulación original tiene a fecha de hoy ya diez años de
derogada, y pese a ello se observa una resistencia por parte de algunos operadores jurídicos a actualizar el
concepto amplio del artículo en su versión del año 2008, y en la actualmente vigente, compatible con el Código
Civil y Comercial. Por alguna razón, en la forma de pensar de muchos letrados y funcionarios se advierte una
separación en compartimientos estancos de la normativa consumeril, queriendo restringir su aplicación sólo a
los "históricos" tres incisos. Baste ver el dictamen de fiscalía, que transcribe y analiza uno por uno los tres
incisos, siendo que se trata de legislación superada. Y derogada.

Y una nota de color al respecto: Los autores del Proyecto de Ley de defensa del consumidor (Atilio Alterini,
Roberto López Cabana y Gabriel Stiglitz), base de la 24.240, no propusieron esos incisos, ni discriminaba
situaciones. Sólo excluía a: "1. Las adquisiciones de cosas, o de su uso, o contratos de prestación de servicios,
que integren un circuito de producción o comercialización, o que sirvan principalmente a una actividad
profesional. 2. Las actividades de los profesionales liberales". Más bien se pronunciaban por su aplicación a
cualquier relación que versare sobre cosas muebles -consumibles o no- e inmuebles, y sobre la transmisión de
su dominio o uso, o sobre servicios, sin importar que sean públicos o privados (2). Por lo que se trata de una de
las modificaciones introducidas por los legisladores, y que fue derogada con la sanción de la 26.361. Mas pese
a todo, dichos incisos trajeron y aún traen gran confusión sobre el concepto de consumidor actualmente vigente,
quizá por haberse mantenido entre los años 1993 y 2008, en la primera etapa de aplicación de la normativa
consumeril, y en simultáneo con la ley de locaciones urbanas (también derogada) y el Código de nuestro gran
civilista Dalmacio Vélez Sársfield, quien murió sin enterarse de la existencia de algo llamado "derecho del
consumidor".

En nuestro país, el concepto ha mutado a lo largo del tiempo ya que primero se consideró "consumidores"
solamente a las personas físicas, luego a ciertas personas jurídicas y finalmente a los consumidores
colectivamente considerados (3). En ese sentido, la Ley de Defensa del Consumidor, en su actual redacción,
establece en su artículo 1° que "la presente ley tiene por objeto la defensa del consumidor o usuario,
entendiéndose por tal a toda persona física o jurídica que adquiere o utiliza, bienes o servicios en forma gratuita
u onerosa como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o social...Se considera asimismo
consumidor o usuario a quien, sin ser parte de una relación de consumo, como consecuencia o en ocasión de
ella adquiere o utiliza bienes o servicios como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o
social y a quien de cualquier manera está expuesto a una relación de consumo".

El concepto de consumidor expuesto en la citada ley, ha sido reafirmado al sancionarse el nuevo Código Civil y
Comercial de la Nación que, en su artículo 1092, establece, en lo que aquí interesa, que "se considera
consumidor a la persona humana o jurídica que adquiere o utiliza, en forma gratuita u onerosa, bienes o
servicios como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o social". De la lectura de la
normativa en cuestión puede extraerse como primer premisa que en nuestro derecho, actualmente, la noción de
"consumidor" se asienta principalmente sobre dos conceptos, el de "destinatario final" y el de "beneficio propio".

Agréguese a ello que luego de la reforma introducida por la Ley 26.361 y conforme a la mentada normativa,
también se equipara la situación de los "terceros afectados por la relación de consumo", a la noción de
"consumidor", toda vez que la tutela de la LDC se extiende a todo sujeto que de cualquier manera está expuesto
a una relación de consumo (4). Este concepto resulta abarcativo de: i.) los usuarios no contratantes -pueden ser
un invitado, un familiar, un tercero ajeno-; ii.) la víctima de un daño causado por un producto o un servicio; iii.) el
afectado o expuesto a prácticas comerciales; iv.) la legitimación para la defensa de bienes colectivos; v.) el
cesionario de un contrato de consumo; y vi) el tercero beneficiario.

Finalmente no está demás remarcar que, conforme infra se verá, para la determinación del carácter de
consumidor, en algunos supuestos, también se deberá receptar la noción de "vulnerabilidad" del sujeto
contratante (5).

Ahora bien, a fin de precisar los alcances de la normativa supra expuesta, es de menester referir que la reforma
de la ley 26.361 eliminó de la redacción del art. 2 de la ley 24.240 el párrafo que rezaba "no tendrán el carácter
de consumidores o usuarios, quienes adquieran, almacenen, utilicen o consuman bienes o servicios para
integrarlos en procesos de producción, transformación, comercialización o prestación a terceros", circunstancia
que permite que una buena cantidad de situaciones en las que empresas y/o personas jurídicas que actuaban
como adquirentes y que antes se encontraban excluidas de la normativa en cuestión, pasasen a calificar como
consumidoras (6).

Asimismo, también se ha dicho que la LDC en su actual redacción, sostiene la posición de que el consumidor o
usuario es aquella persona que agota, en sentido material o económico, el bien o servicio contratado.
Agregándose que si bien se reconoce que la ley no abandono terminantemente el criterio "finalista" en punto a la
calificación del consumidor quien sigue siendo el "destinatario final", lo cierto es que la eliminación de parte del
texto del artículo 2° permite examinar en cada caso si el acto de consumo, origina, facilita o se integra en el
proceso de producción de bienes o servicios, en cuya virtud el sujeto no sería consumidor en términos estrictos
(7).

Resulta interesante, por otra parte, recurrir a los antecedentes parlamentarios de la Ley 26.361, a fin de analizar
cuál fue el objetivo tutelado con la reforma, pudiendo observarse allí que si bien las nociones de "destino final" y
"beneficio propio" son los pilares para determinar el carácter de consumidor, existen supuestos en los que se
deberá tener en cuenta, además, la "vulnerabilidad" del sujeto contratante.

En esa dirección, debe referirse que en los fundamentos de la reforma, en lo que aquí interesa, se indicó que
"se mantiene la exclusión tuitiva de la ley 24.240, de Defensa del Consumidor, para los proveedores que
adquieren o utilizan bienes o servicios para integrarlos a otros bienes o servicios que ellos a su vez proveerán.
Pero se limita la exclusión a los proveedores que incorporan esos bienes o servicios como insumo directo de
otros bienes o servicios y los que lo incorporen en cualquier concepto, cuando no tengan las características de
micro, pequeñas o medianas empresas, o similares en los términos de la ley 25.300, de Mipymes y sus
reglamentaciones. La exclusión de la protección especial se basa en los necesarios conocimientos que un
proveedor tiene o debería tener del negocio que maneja y de sus intimidades, pudiendo ser excluido también
por su ostensible poder negocial en razón de la magnitud del giro de la empresa. Siendo así las cosas, se
presume acotada la asimetría informativa, y como consecuencia de ello la asimetría negocial, en lo que a
información se refiere, en unos casos, y en su poder empresario integral, en otros, y por ende acotada asimismo
su vulnerabilidad contractual. Hasta ahora, al amparo del artículo 2° del decreto reglamentario 1.798 del 13 de
octubre de 1994 y siguiendo un criterio económico contable de que toda operación empresarial forma parte del
giro de la empresa, se ha entendido que la adquisición de cualquier producto o servicio por un proveedor
termina, finalmente, incorporado al proceso de producción o comercialización, y por lo tanto debe estar excluida
de la ley 24.240, de Defensa del Consumidor. Esto, que puede ser cierto acerca de los bienes estrechamente
relacionados con los que el proveedor produce o comercializa, no lo es respecto del amplio universo de todos
los demás. Poniendo un ejemplo recurrente, puede decirse que un productor de tornillos podrá y deberá conocer
acerca del acero con que los fabrica, pero no tiene por qué saber de los muebles, ni del equipo de aire
acondicionado, ni de la papelería, ni de los alimentos, ni de la telefonía, ni de tantas otras cosas y servicios que
adquiere para utilizar en su fábrica. En estos casos, la asimetría y vulnerabilidad del, por así llamarlo,
proveedor-consumidor viene siendo idéntica a la del consumidor común. Por ello, como se ha dicho, se propicia
limitar esta exclusión respecto de las operaciones referidas solamente a los insumos directos destinados a ser
integrados en otros procesos de provisión. En otro orden, si bien es cierto que estas situaciones podrían
replicarse en empresas de gran magnitud, no es menos cierto que las mismas disponen o tienen capacidad para
contar con los más variados y suficientes recursos (económicos, científicos y tecnológicos, jurídicos, contables,
etcétera) para encarar sus contrataciones desde una posición de negociación suficientemente sólida, por lo que,
en esta circunstancia, no se considera menester que sean alcanzadas por este estatuto del consumidor final,
cualesquiera sean las causas de las adquisiciones o locaciones de bienes y servicios que realicen".

Si bien el texto finalmente aprobado, excluyó la referencia concreta a la Ley 25.300, de "Fomento para la Micro,
Pequeña y Mediana Empresa (Mipymes)", lo cierto es que los fundamentos allí referidos dan una idea clara de
que la intención del legislador era que el régimen protectorio abarcase también a aquellos sujetos que si bien,
en principio, no se encontrarían alcanzados por el sentido estricto del término "consumidor", debido a su
"vulnerabilidad" negocial, pudiesen ser asimilados a tales. Asimismo, de lo expuesto también se desprende
claramente que la intención no fue enmarcar cualquier contratación bajo el paraguas de la normativa del
consumidor.

Sobre la base de todo lo expresado, se extrae como primera conclusión que en nuestro derecho lo que
determinará el carácter de "consumidor", en primer lugar, es el hecho de que se hubiesen requerido bienes o
servicios como "destinatario final" y en "beneficio propio" o de su grupo familiar o social.

El concepto, en términos de Wolff tiene un "núcleo firme" y una "periferia indistinta", como núcleo firme del
concepto es claro que será consumidor quien requiere un bien o servicio reuniendo esos dos rasgos, es decir,
como "destinatario final" y en "beneficio propio", mas se torna trascendente a esta altura sin embargo,
establecer las exclusiones que esa caracterización trae consigo y los casos que se encuentran en la "periferia
indistinta" del concepto al que aludimos.

En ese sentido, a fin de verificar si nos hallamos ante un supuesto de exclusión cabrá establecer primero, si el
sujeto involucrado (se trate una persona jurídica y/o un empresario individual) aplica los bienes adquiridos o los
servicios prestados, de modo que tengan como "destino final" de "manera directa" -o como insumo directo- el
proceso de producción o de comercialización que es objeto de la actividad de la empresa (primer supuesto claro
de exclusión general).
En segundo término, si los bienes o servicios requeridos se incorporan a una explotación por cualquier otro
concepto, no tratándose de un insumo de aplicación directa al proceso de producción o servicios, sino que solo
sirve de modo indirecto, en esa situación creemos claro que las empresas de magnitud, es decir, aquellas que
no tengan las características de micro, pequeñas o medianas empresas, o similares deben en todos los casos
hallarse excluidas del concepto de consumidor, dados los conocimientos e información que tienen o deberían
tener del negocio que manejan y de todas las actividades vinculadas a su giro empresarial.

Sin embargo, entendemos que en la "periferia indistinta" de este concepto, cabe atender a la distinción que
introduce la exposición de motivos transcripta supra y considerar, que podríamos encontrarnos frente a un
productor o requirente del bien o servicio que sea una pequeña o mediana empresa, una pyme, un
microemprendimiento o similar (véase art. 83 Ley 24.467 y Ley 25.300) y que en tal caso la adquisición del bien
o la prestación del servicio se produzca para ser utilizada en su explotación o actividad pero solo de un modo o
como insumo indirecto en el proceso productivo o servicio a prestar (véase el ejemplo del productor de tornillos
de la exposición de motivos) y deberá considerarse pues, ante el caso concreto, si los sujetos involucrados se
encuentran en una situación de "vulnerabilidad" que resulte asimilable al solo "consumidor" que utiliza esos
insumos, bienes o servicios como destinatario final sin volcarlo en la cadena productiva o profesional. Es ante
esa situación dada, que cabría colocar a dichos sujetos dentro de esa periferia indistinta a la que aludiéramos,
incluyéndolos en la categoría de "consumidores" (8).

Como puede apreciarse, el concepto de consumidor fue ampliándose de acuerdo a la evolución del propio
derecho nacional, a punto tal que es perfectamente válido considerar que una pequeña o mediana empresa
puede ser consumidora, y en ese contexto es dificultoso resistir la idea que, tal y como surge natural del actual
Código Civil y Comercial, un inquilino que alquila una casa para vivir es naturalmente un consumidor, en el
concepto actual del término, y salvo dos excepciones muy específicas, cada una de ellas ubicada en un polo
distinto de la relación contractual.

Debería excluirse de la calidad de consumidor inquilino, a una empresa "grande". Ya que se entiende que, tal
como se relata en el caso de los tornillos usado como ejemplo en los fundamentos de la ley, estas empresas
"disponen o tienen capacidad para contar con los más variados y suficientes recursos (económicos, científicos y
tecnológicos, jurídicos, contables, etcétera) para encarar sus contrataciones desde una posición de negociación
suficientemente sólida".

Y desde el punto de vista del análisis del proveedor, debería excluirse de ser considerado tal, un locador que
alquile su inmueble por una única vez, con carácter excepcional -ya que si fuera "ocasional" seguiría estando
alcanzado por el art. 2 de la 24.240- y sin haber publicitado el inmueble con intermediación de una inmobiliaria.
Supuesto prácticamente de laboratorio, ya que la enorme mayoría, por no decir la totalidad de los locadores en
nuestro país, son personas físicas o jurídicas que alquilan sus inmuebles de modo permanente. Dicho con otras
palabras, que tienen bienes inmuebles para destinarlos a la locación. Dicho con otras palabras "Es la persona
física o jurídica de naturaleza pública o privada, que desarrolla de manera profesional, aun ocasionalmente,
actividades de (...) comercialización de bienes y servicios, destinados a consumidores o usuarios." (literal del art.
2 de la 24.240).

Entendida la palabra "profesional", no en el sentido de poseer un título habilitante (lo cual estaría expresamente
excluido), sino en un sentido vulgar y amplio, como "Que practica habitualmente una actividad, incluso delictiva,
de la cual vive (9)". Es decir que cualquier locador que habitualmente alquile, y que por lo tanto cobre un precio
por dicho alquiler, practica habitualmente esa actividad -la de alquilar- y por lo tanto indudablemente queda
abarcado por el concepto de proveedor. De ninguna manera podría restringirse el concepto arguyendo que la
práctica habitual debería además ser la principal actividad realizada por la persona calificada como proveedor,
ya que conforme a la ley, basta con que realice esta actividad, de modo habitual, para ser considerado un
profesional de la materia. Es irrelevante que sólo el uno por ciento de los ingresos de esta persona física o
jurídica sean obtenidos por el ejercicio de dicha actividad. Mientras se comercialice un bien (merx = mercadería,
comercializar un inmueble = venderlo o alquilarlo, convertirlo en "mercadería") estamos frente a una situación
clara de aplicación de la ley de defensa del consumidor.

Y ello así, y con fundamento legal, a partir de la Constitución de 1994 que jerarquiza el derecho de los
consumidores. Si bien con interpretaciones algo forzadas entre 1994 y 2008 (10), con razonabilidad manifiesta a
partir de 2008 y hasta la unificación de los Códigos Civil y Comercial, y sin ningún lugar a dudas a partir de la
vigencia del mismo, que además de contemplar expresamente la situación, ya que TODO CONTRATO o es de
consumo o es de "no consumo" según su propia nomenclatura, y por si fuera poco, y como hecho destacado en
el derecho comparado, establece en su art. 7 que "Las nuevas leyes supletorias no son aplicables a los
contratos en curso de ejecución, con excepción de las normas más favorables al consumidor en las relaciones
de consumo.".

¿Por qué razón excluiríamos al contrato de locación de la categoría de consumo? Salvo las excepciones
mencionadas (gran empresa locataria o locador que alquila por única vez), en base a qué fundamento
privaríamos al inquilino (palabra vulgar que no existe en nuestra ley) de la misma protección que la ley otorga al
consumidor financiero, al usuario de servicios públicos, al consumidor comprador, al consumidor turista, al
consumidor pasajero, al consumidor paciente, etc. etc. No existe ningún motivo para desproteger a uno de los
grupos posiblemente más abarcativos (11) y que por si fuera poco encuadra con mayor claridad en el tantas
veces mencionado concepto de "vulnerabilidad": El consumidor locatario.

Entre otros, y sin pretender una enumeración completa, un criterio que caprichosamente restrinja la existencia
del consumidor locatario, bajo la premisa arbitraria de que "en las relaciones locativas de inmuebles las partes
son iguales y no se aplica la ley de defensa del consumidor", estaría privando al locatario de protección básica
en materia de información brindada al inquilino -o al futuro inquilino-, protección de su salud e integridad física,
obligatoriedad de las ofertas, ni se considerarán incluidas en el contenido del contrato las precisiones
publicitarias. Tampoco se lo protegería de cláusulas abusivas, ni se considerarían las reglas específicas acerca
de la responsabilidad del locador. Estos principios sí se encuentran incluidos en la ley de defensa del
consumidor (12).

La defensa de un locador que sostuviera que "no es un proveedor de bienes sino un simple individuo que alquila
un inmueble que no habita él ni su familia" es tan absurda como la que planteó aquél recurrente a la Cámara
Civil y Comercial de Mar del Plata, en la que sostuvo "que no es un proveedor de bienes sino un simple
comerciante que vende electrodomésticos" (13). Se trataba en ese caso, de un proveedor que a efectos de
garantizar el pago del bien comercializado, un electrodoméstico, había hecho firmar al consumidor un
documento pagaré que intentaba ejecutar, pero que tanto en primera instancia como en Cámara se determinó
inhábil, por aplicación de los principios del derecho del consumidor, y su normativa, que se ubican por encima
de los rigorismos formales de la abstracción cambiaria.

Lamentablemente la firma compulsiva de pagarés no sólo constituye una práctica habitual en la comercialización
de electrodomésticos, sino también en la comercialización de bienes inmuebles puestos en alquiler, incluso en la
comercialización de créditos para la construcción de viviendas (el caso del Procrear) que sustituyó la garantía
hipotecaria por la firma de un pagaré en sus líneas más bajas. Volveremos sobre el punto en el acápite
correspondiente al análisis del pagaré de consumo en las relaciones locativas.

Como conclusión, cabe remitirnos a lo que sería el equivalente de "las notas de Vélez Sársfield" en el nuevo
Código: la posición de Lorenzetti en comentario al artículo 1187, definición del contrato de locación de
inmuebles. En el Tomo VI del Código Civil y Comercial de la Nación dirigido por Ricardo Lorenzetti, de editorial
Rubinzal - Culzoni Editores, en la página 545 leemos el punto 12 (siguiendo con la enumeración de los
caracteres del contrato de locación definido), y se lee "De consumo: Si las partes se encuadran en lo dispuesto
en el artículo 1093 del Código. Es decir, una de las partes debe ser un consumidor en la terminología del
Código, que celebra el contrato para beneficio propio o de su grupo familiar o social (lo que ocurrirá sin duda
cuando se trate de una locación destinada a vivienda) y la otra parte debe ser un proveedor profesional de
bienes y servicios. Dudas se plantean con relación a un contrato celebrado entre un proveedor profesional de
bienes y servicios (por ej., una empresa que construye y loca inmuebles) y un locatario que destina el inmueble
para integrarlo a procesos de producción, distribución o comercialización de bienes y servicios. Por ejemplo, se
loca una oficina para destinarla a estudio jurídico o para local comercial. Al respecto, con anterioridad a la
sanción del Código se podían sostener por lo menos tres tesis: a) una amplia que los considera como una
relación de consumo; b) una tesis restringida que afirma que resulta claro que se aplica exclusivamente a quien
contrata para su beneficio propio o de su grupo social o familiar y no para los casos de incorporación del servicio
a los procesos de producción, distribución, comercialización, etcétera, de bienes y servicios, pues desde el
punto de vista económico no sería un consumidor o usuario. Ésta es la tesis seguida por el Código en el artículo
1093, y c) una tesis llamada finalista, que aplicaría las disposiciones consumeristas en este supuesto, en tanto
en cuanto exista una situación de vulnerabilidad por carecer el cliente de igual poder de negociación. Se
considera que si fuera éste el caso se aplicarán las normas de los artículos 984 y siguientes del Código.
También se debe puntualizar que en caso de dudas entre la aplicación o no de la normativa consumerista, el
intérprete debe inclinarse por la aplicabilidad de la normativa más favorable al consumidor.

Sólo queda reiterar, a riesgo de sobreabundar en este punto, que cuando se utiliza la palabra "profesional", tanto
en el Código, como en el comentario que se ha transcripto, se lo hace en el sentido indicado, de "práctica
habitual", independientemente de títulos, idoneidad o relevancia de la actividad en los ingresos totales del
proveedor.

Notas al pie:

1)The Department of Consumer Affairs (DCA). La guía se encuentra publicada en


http://www.hcd.ca.gov/manufactured-mobile-home/mobile-home-ombudsman/docs/Tenant -Landlord-Sp.pdf
2)ALTERINI, Atilio Aníbal, LOPEZ CABANA, Roberto M. y STIGLITZ, Gabriel A., La protección del consumidor
en el marco de un proyecto de ley, La Ley 1989-B, 1002.

3)Lorenzetti, Ricardo Luis; "Consumidores"; Ed. Rubinzal - Culzoni; Santa Fe 2009, pág. 86 4)Farina, Juan;
"Defensa del Consumidor y del Usuario", Ed. Astrea, pág. 44 5)Véase "Antecedentes Parlamentarios Ley
26.361", Ed. La Ley, pág. 365 y la referencia efectuada infra.

6)El párrafo, y gran parte de lo contenido en el acápite fue adaptado de "CONSUMIDORES FINANCIEROS
ASOCIACIÓN CIVIL PARA SU DEFENSA C/ BANCO DE LA PROVINCIA DE CORDOBA S.A. S/ ORDINARIO"
(Expte. N° 56572/2008), sentencia de Cámara Nacional de fecha 30/06/2016.

7)Conf. CNCom. Sala F, 29.05.2014, in re: "Agropecuaria Litoral S.R.L. c/ R.A.M. s/ ejecutivo.

8)CONSUMIDORES FINANCIEROS ASOCIACIÓN CIVIL PARA SU DEFENSA C/ BANCO DE LA PROVINCIA


DE CORDOBA S.A. S/ ORDINARIO (citado anteriormente) 9)Conforme la RAE: 1. adj. Perteneciente o relativo a
la profesión. 2. adj. Dicho de una persona: Que ejerce una profesión. U. t. c. s. 3. adj. Dicho de una persona:
Que practica habitualmente una actividad, incluso delictiva, de la cual vive. Es un relojero profesional. U. t. c. s.
Es un profesional del sablazo.
10)Ver el trabajo de Fernando Márquez José F. y Calderón Maximiliano R., La tutela del consumidor de los
derechos de uso y goce de un inmueble. La Ley 24.240., Revista de Derecho Privado y Comunitario, quienes
incluso antes de la reforma de 2008 propiciaban la aplicación de la normativa consumeril a las relaciones
contractuales locativas.

11)Las estadísticas del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas no dejan lugar a dudas de ello: de
2001 a 2010, el porcentaje de familias que alquila en la ciudad de Buenos Aires pasó del 22 al 30%, mientras
que el porcentaje de propietarios cayó del 68 al 56%. El proceso de "inquilinización", como se lo ha apodado en
entornos académicos, responde a múltiples factores, entre los que se destaca un aumento constante del metro
cuadrado, junto con el incremento de los créditos personales en detrimento de los créditos hipotecarios (40% del
total de los créditos vs. el 10%, respectivamente).

12) Adaptado de Márquez y Calderón, obra citada. Quienes continúan: "por lo que no es bizantino ni superfluo
discutir acerca de la posibilidad de encuadrar a las locaciones de inmuebles dentro de la protección acordada a
los consumidores." Valga recordar e insistir: previo a la reforma de 2008, con un marco normativo mucho menos
transparente que el actual.

13)Carlos Giudice S.A.c/ Marezi Mónica Beatriz s/ cobro ejecutivo. Tribunal: Cámara de Apelaciones en lo Civil y
Comercial de Mar del Plata Sala/Juzgado: Segunda Fecha: 4-dic-2012 Cita: MJ-JU-M-76045-AR | MJJ76045 |
MJJ76045.

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