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No hay nada en el sexo y sin sexo no hay nada

La primera imagen de Shiva, uno de los símbolos más emblemáticos


del Yoga, es un sello antiquísimo que muestra a un hombre
desnudo, con su pene completamente erecto, sentado en postura de
meditación y rodeado de animales. Otras historias de la exuberante
mitología hindú cuentan que se paseaba sin ninguna ropa por los
bosques, y atraía con su magnetismo sobrehumano a las esposas de
los reyes. Igual que Mahavira, el padre de la tradición jainista a la
que pertenecía Gandhi y que se nutre de muchos elementos del
famoso Tantra: caminaba mostrando sin ninguna vergüenza su
magnífico cuerpo por las ciudades de la antigua India. Y son
leyenda los amores extáticos que el señor Krishna despertaba en las
pastoras de los campos, así como su intenso romance con su
consorte Radha.

Este tipo de símbolos e historias escandalizaron desde el principio a


los misioneros católicos, desde luego. Los primeros reportes
occidentales de rituales tántricos son textos histéricos de sacerdotes
traumatizados que se encontraron sin ninguna preparación con una
cultura en la que el cuerpo, para su sorpresa, no era visto como
materia pecaminosa. Quizás, si se hubieran tomado la molestia de
observar un poco más de cerca, con menos prejuicios, la
espiritualidad india, habrían encontrado que Shiva no es un
pervertido, sino el dios asceta por excelencia: el protector de miles
de renunciantes que, desnudos, buscan con locura divina la
experiencia mística en las montañas y los bosques solitarios.
Mahavira, por su parte, no era un nudista inmoral, sino un riguroso
maestro que enseñaba la meditación intensa, el control de las
pasiones y, sobre todo, la purificación del alma. Y Krishna no era un
Don Juan, sino el símbolo central de una de las tradiciones yóguicas
y devocionales más importantes de la historia, cuyo mensaje, como
el de Jesús, pone el amor en el centro mismo de la vida humana.

Quisiera decirlo claro desde el principio: el objetivo del yoga es


despertar la energía Kundalini –que es la misma energía sexual o
libidinal– y transformarla a través de técnicas de respiración,
posturas físicas y prácticas de meditación y devoción, para expandir
al máximo nuestro potencial creativo, humano y espiritual. Lo que
Freud descubrió apenas en el siglo XX –el hecho de que podamos
sublimar y elevar nuestros instintos– es practicado asiduamente por
los yoguis desde la noche de los tiempos.

El problema con nosotros, occidentales formateados en la moral


judeo-cristiana, es que llevamos demasiado tiempo viendo al cuerpo
y a la energía sexual como obstáculos a la espiritualidad. Yo,
personalmente, estoy convencido de que esa represión cultural de
siglos es la causa del hechizo que tantos occidentales sufren hoy por
el robusto supermercado del “sexo tántrico”. Basta dar un corto
paseo por la búsqueda ‘tantra’, ‘tantra yoga’ o ‘sexualidad tántrica’
en Google, para hacerse a una idea de la cantidad de videos, cursos,
libros, tips, artículos y “maestros” disponibles. Y basta poner el
hashtag #yoga en Instagram –ni hablar del #tantra– para ver las
imágenes que estamos generando como sociedad alrededor del
tema: casi cincuenta y dos millones de fotos y videos (a la fecha de
escribir este artículo), buena parte de los cuales muestra a mujeres
muy flexibles y muy ligeras de ropa en posiciones harto explícitas.
Valga decir: ni todas las imágenes son de mujeres –hay otras de
hombres igual de semidesnudos– ni todas buscan a toda costa ser
sexys. Pero en líneas generales no es exagerado afirmar que el
género ‘yoga’ raya con el soft-porn en la tercera red social más usada
del mundo.

Es curioso que esta ‘erotización’ un tanto obsesiva del yoga nunca


haya ocurrido en India, donde el Yoga y el Tantra se practican desde
hace milenios. Sí, es verdad que las tradiciones indias también
tienen sus propias versiones del erotismo –como las tienen los
chinos y japoneses, las culturas indígenas y hasta los rigurosos
árabes–. Están, por ejemplo, las famosas esculturas de Khajuraho,
donde se encuentran una serie de exquisitas figuras en posturas
amatorias. Y está, cómo no, el Kamasutra, un texto pedagógico que
dedica uno –sólo uno– de sus siete capítulos a enseñar los tipos de
besos, juegos sexuales, posiciones, tabúes y ritos eróticos. Lo
curioso, decía, es que los indios, al contrario de nosotros, no están
obsesionados con el sexo. En su cultura profundamente espiritual, el
deseo (Kama) se considera como algo humano y natural, incluso
divino. Un poco como ocurría en la Grecia antigua, el deseo es
considerado como un dios o una fuerza sagrada que necesita un
lugar digno en la vida humana, y no una tendencia inmoral o
‘maligna’ que necesita ser expulsada. Es el egoísmo y la ignorancia –
y no el deseo– lo que se considera maligno en la espiritualidad
oriental.

Y sí, es verdad que existe una práctica “secreta” alrededor del coito
sagrado. Se le llama Maithuna y fue desarrollada dentro de la ‘Vía de
la mano izquierda’ del tantra –opuesta y complementaria a la Vía de
la mano derecha, más ortodoxa y políticamente correcta–. La
práctica se mantenía en secreto, sobre todo porque la casta
sacerdotal de los brahmanes, que detentaba el poder religioso, la
consideraba inmoral. Desde luego, los brahmanes tenían que
defender su propio mercado espiritual. Uno de los gestos más
subversivos del maithuna es que ponía –y pone– a la mujer en el
trono del ritual, lo que iba en clara oposición a la tradición
brahmánica ortodoxa, patriarcal y rígida por definición. En el
maithuna, la mujer representa a la diosa Shakti, y durante la unión
sagrada es ella quien está activa y quien transmite los ritmos de la
naturaleza y del amor. El hombre, Shiva, debe permanecer receptivo
y al servicio de Shakti. Podríamos decir que es una práctica
feminista, un culto de lo femenino, como dice el yogui André Van
Lysebeth. Es una práctica, sobre todo, impregnada de altas dosis de
meditación, en la que se invierte muchísimo tiempo en la
respiración conjunta y en el juego de besos y caricias antes de la
penetración, pero aún más en el acto sexual mismo, que debe durar
hasta dos horas, y más. Los participantes deben prepararse
rigurosamente durante meses, o incluso años, para iniciarse en este
tipo de meditación. Desde luego, el objetivo del ritual no es el sexo,
menos aún la eyaculación o el orgasmo. El hombre debe ser un
yogui con suficiente control sobre sí mismo para no eyacular. Se
trata, justamente, del dominio y la trascendencia de los instintos. “El
maithuna no debe convertirse nunca en un coito profano”, dice Van
Lysebeth, mucho menos uno centrado en el atractivo físico o en el
performance sexual. Lo que se busca es el verdadero éxtasis, ir más
allá del sexo a través del sexo, entrar en contacto directo con Shiva y
Shakti, las energías supremas que están creando continuamente el
universo mientras hacen el amor. Lo que enseña el Maithuna es que
la unión sexual es sagrada al encarnar el acto creador de las fuerzas
cósmicas.

Todo hay que decirlo: esta práctica en pareja es sólo una ínfima
parte del océano de prácticas de meditación que se conoce como
Tantra, que tantas malinterpretaciones ha sufrido en occidente. No
sobra decirlo una vez más: el tantra no se centra en el sexo, como
tampoco lo hace el yoga. Son un conjunto antiguo y amplísimo de
textos sagrados y técnicas de meditación que buscan ante todo la
iluminación, y que han influido profundamente a todas las
tradiciones espirituales vivas de la India, así como influyen hoy la
cultura occidental. De hecho, lo que hoy llamamos yoga –un montón
de posturas complicadas e incómodas– es una curiosa mezcla de
hatha yoga, budismo tántrico –sí, los budistas también practican
tantra– y gimnasia sueca –sí, ¡gimnasia sueca de principios de siglo
XX!–.

Lo que debemos entender es que el tantra, o tantra yoga, si se


quiere, hace un aporte fundamental a la espiritualidad humana:
rescata el papel del cuerpo en la búsqueda espiritual. Para el tantra
antiguo y para el yoga contemporáneo, el cuerpo no es una carne
pecaminosa que nos aleja de Dios, sino más bien un preciado
recurso que, bien usado, cuidado y entrenado, se transforma en una
poderosa ayuda para alcanzar la experiencia trascendente. Sin duda,
se trata de una espiritualidad más femenina, más amable y más
saludable. Una espiritualidad tanto más necesaria hoy cuanto más
nos enteramos de los peligros del celibato forzado, la represión de
los instintos y la exclusión de la mujer en la vida espiritual.

Llevo más de once años practicando y enseñando Kundalini Yoga,


una técnica hermosa y potente que bebe de la fuente del tantra.
Puedo decir que una de las experiencias más profundas de mi vida
consistió en asistir, hace apenas unos meses, a un Tantra Yoga
Blanco. Durante tres días enteros, de nueve de la mañana a siete de
la noche, estuve sentado en postura de meditación frente a mi
esposa –una yoguini muy avanzada–, mirándonos directamente a
los ojos, mientras practicábamos diversos ejercicios con los brazos
levantados durante lapsos de sesenta y dos minutos. No estábamos
solos ni desnudos. Estábamos en un grupo de cerca de mil personas,
todos vestidos de blanco, distribuidos en largas filas de yoguis y
yoguinis de todas las edades y de todas partes del mundo.
Atravesamos el dolor, la risa, nuestros infiernos personales, el calor
y la incomodidad. Pasamos por experiencias místicas y por
momentos de silencio profundo de la mente.

Después de una experiencia como esa uno entiende la frase de


Yogui Bhajan: “No hay nada en el sexo y sin sexo no hay nada”.
Yogui Bhajan no sólo es el maestro más importante del Kundalini
Yoga sino el Mahan Tantric (el gran tántrico). Después de una
experiencia como éstas, decía, uno entiende que la energía sexual
tiene un potencial que va mucho más allá del sexo: el sexo en sí
mismo no es nada, pues la energía sexual necesita subir, desea subir.
Uno entiende y encarna ese principio del yoga que ha sido
malentendido por siglos como “restricción sexual”, o brahmacharya.
Lejos de querer una represión, brahmacharya significa el camino
(charya) del creador (Brahma). Después de algunos años de práctica
del yoga tántrico y de no excluir el sexo de mi vida, ahora entiendo
que tantra significa tejido y que yoga significa unión: sin sexo, sin
unión, no hay nada.

acervo espiritual de la humanidad es muy simple, y consiste en que

La llegada del yoga a occidente no sólo ha traído de vuelta al cuerpo


a los escenarios de la espiritualidad. Ante todo, ha empoderado a la
mujer y le ha devuelto la soberanía sobre sus sensaciones y sus
posibilidades físicas y espirituales. La grandísima mayoría de No es
de extrañar que muchos maestros serios de yoga

Quizá sea nuestra propia represión la que ha llevado a muchos a

Pero no así en las tradiciones ancestrales de oriente, especialmente de


la india.

¿Tienen los yoguis mejor sexo? Sí, por la sencilla razón de que saben
manejar su energía. Pero el objetivo del yoga no es tener mejor sexo.
Una sexualidad más rica y profunda es, digamos, un efecto secundario
de la práctica.

Ojo, Patañjali, bramacharya: aunque se lo traduce como celibato o


renuncia, muchos intérpretes contemporáneos lo interpretan como una
‘sublimación’ de la energía sexual en energía espiritual.
Desire is considered natural and human, even divine,
not the act of a demonic force. Selfishness, rather
than desire, is considered evil in Hinduism. The
same applies to sexual desire also.

Hindu gods are not sexually neutral. We have


Manmadha, the god of sex, and Indra, the lord of the
heaven, with many amoral relationships. We have
Vedic hymns which are meant to attract the opposite
sex or destroy potential rivals in a conjugal
relationship. We have Shiva, the fertility god, who is
symbolized and worshipped as phallus, and the
tradition of Tantra, which permits controlled sexual
activity as a spiritual technique to achieve liberation.
Conservative views of sexuality are now the norm in the modern republic of India, and
South Asia in general. It is often argued that this is partly related to the effect of colonial
influence, as well as to the puritanical elements of Islam in countries like Pakistan

El yoga de hoy: mezcla de

Conclusión: una forma más femenina, más corporal, de acercarse a la


espiritualidad, que pasa por un enriquecimiento de la sexualidad y un
trabajo profundo con el cuerpo y las relaciones.

For most of us, that sort of spiritual-sexual connection—if we've ever


had it—is a very rare experience. You might even call it the elusive
trifecta of great sex: feeling desired and cherished by your partner;
experiencing a complete sense of comfort and of being present and
awake in the moment; and connecting deeply to your partner on both
the spiritual and physical levels for a satisfying release (whatever that
might be). It's what sex therapist Gina Ogden, Ph.D., author of The
Heart and Soul of Sex, describes as "a feeling of oneness and
transcendence—being wrapped in a sense of universal love."
It may not seem obvious that spending time on the yoga mat can
enhance your sex life, but experts — and a small number of studies
— say that’s the case. Even better: You don’t have to do overtly
sexual, Kama Sutra–style poses. Regular hatha asanas that relax
you, loosen the pelvic area, or otherwise boost your mood will do the
trick for both men and women.

Chances are, "better sex" isn't at the top of your list of things to work
on to bring yourself closer to enlightenment. But the two go hand in
hand,

Like the richness of our spiritual lives, though, the depth of our
sexuality goes far beyond easy, quick satisfaction and often takes
years to unfold. Says Ogden, "Our sexuality is much more complex
than the Masters and Johnson model of arousal, orgasm, and rolling
over and going to sleep. It's spiritual, and the body has memories. Sex
always means something even if you deny that it does." That's why
exploring the spirit-sex connection is best done in a love relationship,
rather than with a variety of casual partners. As Whitwell puts it: "Dear
friendship must be established as the context for sex as spiritual
practice."

If linking sexuality with spirituality seems unnatural to you, it may be


because Westerners are generally saddled with barriers to a deeper
spiritual-sexual connection, starting with what Ogden calls the
"performance model," which focuses on intercourse, with orgasm alone
as the goal. Then there are conservative religious traditions that put
the kibosh on anything that links God to the pleasures of the flesh, as
well as advertising that parses us into a set of idealized body parts.

But if there are more than enough obstacles, there's also plenty of
evidence that we crave a more spiritual sexuality. A survey that Ogden
undertook in 1999, Integrating Sexuality and Spirituality, found that 67
percent of the 3,810 respondents (women and men) agreed that "a
spiritual element is necessary for sexual satisfaction" and 78 percent
said that "sex is much more than intercourse; it involves all of me—
body, mind, heart, and soul." There's even measurable evidence that
sex and spirit are linked, she notes: "Brain research shows that
orgasmic response and even vaginal stimulation in women lights up
the whole brain, including the parts associated with spiritual and
religious ecstasy, not just the physical-sensation parts. We're hard-
wired for multidimensional sex."
Fortunately, there's a venerable yogic tradition that teaches the
connection of spirituality and sexuality. In Tantric yoga, for example,
says Whitwell, the focus is on the merging of opposites—heaven and
earth, male and female, inhale and exhale, yin and yang, above and
below, front body and back body—to help us overcome our ego-driven
sense of separateness and achieve union with the Divine. "In the yoga
tradition of the nondual schools from which asana arose, God was
feminine, or shakti, energy. So, pleasing the feminine is the point of
Tantric philosophy," he explains. "When men surrender to receive
feminine energy, both men and women are strengthened." Put more
plainly, when a man's goal isn't just ejaculation but a true focus on his
partner's pleasure, both have a better time in bed. When that happens,
Whitwell says, a balancing of male and female energy takes place.

A regular yoga practice adds spice to your sex life in a variety of ways,


says Arthur Jeon, author of Sex, Love and Dharma: Finding Love
Without Losing Your Way. For starters, it improves stamina, flexibility,
and core and pelvic muscle strength, which have obvious physical
benefits during lovemaking. Not so obvious is that yoga can enhance
your connection to the muladhara (root) chakra at the perineum and
the base of the spine, and the svadisthana chakra of the hips, sacrum,
and genitals, a connection that makes you more receptive and
stimulates your libido. What's more, Jeon says, "yoga gives you a
sense of nothing but the present moment, and that translates into one's
sexuality and the actual act of making love, not thinking about the
future or focusing on the orgasm, but letting it unfold moment to
moment, being as wakeful as possible. This allows you to be very in
tune with your partner and with what's going on."

"You want to begin to shift the focus on the body from its being either
dirty or shameful, or as a tool to attract someone, to the body as
sacred—not in an inviolate, virginal sense, but as something to treat
responsibly," Ogden explains.

Tantra:
The fundamental thing to know about tantric sex is that it's based on a
loose collection of religious texts in Sanskrit known as tantra  that come
from the non-mainstream of Hindu, Buddhist, and Jain tradition. The
tantra were very much, in other words, challenging normal religious
practice, and haven't necessarily had the best reputation throughout
their existence. 

They're also heavily focused on a lot of different things, from magic


rituals to spells and mantras. Their overall perspective is complicated,
but is often based on the idea that concentration can evoke relevant
deities inside people  and unleash their spiritual energy. They also
emphasize that the body needs to be used to reach higher states of
consciousness, maybe through yoga, or through gratification. Sex,
as Loriliai Biernacki notes in "The Yogini and the Tantric Sex Rite,"  is
sometimes not a high priority in the tantra; ones focused on yoga don't
mention it at all, and it's not nearly as "ubiquitous" among tantra texts
as you might imagine.

If you're interested in sexual practices, the concept of tantric sex has


probably crossed your horizon more than once. A supposed ancient
Indian practice, it emphasizes incredibly slow, intimate connections with
deep breathing and certain rituals, and is generally conceived of as a
holy, spiritual sort of tradition designed to help people attain
enlightenment with a heavy dose of pleasure along the way. However,
that may not exactly be what its original practitioners had in mind. As we'll
discover, tantric sex is a perfectly good way to spend your time, but it's
had a slightly odd history fraught with colonial Western attitudes and
debauched monks, and what we see these days is very much a New Age
creation, not an ancient tradition.
This doesn't necessarily matter. Tantric methodologies for getting it on
are pretty awesome: you're supposed to focus on intimate non-
penetrative touching and breathing while aroused,  preferably for a long
time, and with certain actions involved. The resulting orgasms, if you do
get around to penetrative sex, are likely to be very good, and there's
nothing wrong with awesome orgasms or being close to your partner.
But there's more to tantric sex than just incense and an attempt at
enlightenment.

As you may have picked up, what we now view as "tantric sex," and
Tantra in general, is pretty different from what's actually in the texts and
how it was practiced. 
"As early as the romantic era, the "mystic Orient" has been imagined as
the exotic world of forbidden sexuality and dark sensuality," Hugh Urban
notes in Tantra: Sex, Secrecy, Politics, and Power In The Study Of
Religion, adding that a lot of our interpretation of the tantras comes from
our own weird stuff about sex in the Western world, particularly in the
Victorian era, when they first appeared via colonial translations.

The fundamental difference, he points out, is that tantra, when it applies


to sex at all, is about the sexualization of ritual, not the ritualization of
sex. It was often meant to make certain rituals sexy for specific reasons
in context, not to make the act of sex itself somehow spiritual and
awesome.

The fact that we conceive of tantric sex as a sex thing and not a religion
thing comes from a few things. One of them is undoubtedly the fact that
we first learned about it in the West from the writings of horrified
Christian missionaries who witnessed practitioners doing rituals
involving eating meat and other "forbidden" practices. The French
missionary Abbe Dubois, who published a book on his travels through
India and elsewhere in 1807, noted in disgust:  

"Among the abominable rites practiced in India is one which is only too
well known; it is called sakti-puja; sakti meaning strength or power.
Sometimes it is the wife of Siva to whom this sacrifice is offered;
sometimes they pretend that it is in honor of some invisible power. The
ceremony takes place at night with more or less secrecy. The least
disgusting of these orgies are those where they confine themselves to
eating and drinking everything that the custom of the country forbids,
and where men and women, huddled together in indiscriminate
confusion, openly and shamelessly violate the commonest laws of
decency and modesty."

Other missionaries would write with horror of other bits of ritual Tantric
practice, all, of course, in contrast to the expected chastity and purity of
Christianity. Our picture of tantric sex as delightful and decadent
probably dates from the horrified Abbe. 

Podemos adelantar, por supuesto, que el tantrismo de mano izquierda (aquel que
confiere carácter de bondad a las convencionalmente "cinco cosas malas", entre otras la
unión sexual) ha dado paso a toda clase de abusos, engaños y autoengaños.
El tantrismo de mano izquierda, también debemos decirlo ya, exige unos requisitos
estrictos -y no fáciles de observar-, dispone de sus propias leyes y no es en absoluto un
pasaporte para el libertinaje, sino una técnica psicomental y espiritual para trascender la
mundanidad a través de la misma mundanidad.

Y en contradicción con otros sistemas soteriológicos de la India, el tantrismo se


reafirma en la creencia de la realidad de este mundo fenoménico (una forma de la
Shakti, como la araña hace posible su propia tela); no invita a la renuncia, porque no
debe darse la espalda a la creación si ésta es parte de la misma divinidad, sino hallar la
realización a través de ella; venera el aspecto femenino de la Divinidad,
personalizándola, y no al Brahmán incoloro, sin cualidades, sin forma (ninguna). Si la
Divinidad está también en la mundanidad, en los fenómenos, en el placer (bhoga), ¿por
qué renunciar a ellos? ¿No será mejor servirse de ellos sin dejarse encadenar por ellos?
¡Pero cuánta habilidad no se requiere para esto! Por eso sólo los gigantes, los héroes
(viras) pueden atravesar el fuego y salir indemnes. Ejercicio difícil el de abocarse en el
samsara (juego cósmico de la Shakti) y utilizar sus placeres para hallar la emancipación
en lugar de ser poseído por ellos.

", como práctica de potenciación de su energía primordial, de trascendencia, de


integración con la Totalidad sin exclusión de nada. ¿Puede un cuerpo separarse de su
sombra, saltar fuera de ella? La ingestión de los alimentos prohibidos (vino, carne,
pescado y granos tostados: todos ellos con un rico simbolismo que puede utilizarse
como soporte de cosmización)

es todo un ceremonial místico-esotérico que pretende la creación de determinadas


actitudes internas supramentales, el desencadenamiento de determinadas potencias
energéticas y la aproximación a la divinidad divinizando al ser con el que se comparte el
rito. El practicante pretende…que Kundalini despierte y haga posible la ascensión a
planos más elevados -y libres de condicionamientos- de Conocimiento. La fuerza de la
pasión se canaliza y se utiliza como trampolín hacia la Unidad.

El acto sexual exige que la pareja se contemplen y visualicen recíprocamente como


templos de la Divinidad (Siva y Shakti copulando). Representa toda una sacralización
del acto sexual en abierto contraste con la absoluta desacralización que impera
actualmente al respecto de la mayoría de las relaciones sexuales. Una intensificación de
las energías a través de la cópula mística (que exige no pocos requisitos), creando un
potente campo electro-cósmico entre la pareja y originando estados internos que
faciliten la disolución del ego y un sentimiento oceánico presidido por la Shakti. Pero el
rito de las "cinco cosas prohibidas" no es más que una de las muchas técnicas del
tantrismo, aunque ciertamente ha sido la que más ha escandalizado a unos y de la que
más han abusado otros. Para hacer posible el progreso interior, el sadhaka se sirve de la
repetición de mantras (japa), de la meditación, la visualización de mandalas y yantras, la
ejecución de mudras y, por supuesto, diversas técnicas del Yoga.

Oxford:

The tantric traditions of Hinduism and Buddhism have been simultaneously


infamous as well as poorly understood.
The scriptures known as tantras, which were transmitted to East Asia, tend to be
heavily focused on the description of ritual, meditative, and yogic practices. These
traditions tend to be heavily practice-oriented, with the goals of this practice ranging
from worldly success to ultimate liberation, however defined.

large sections of Hinduism and Buddhism. Depending upon the background, the
origins, and the local influences, the evolution was more or less marked by a
rejection of orthodox Vedic rules and notions; it included more or less local
autochthonous cults and beliefs, local religious behaviors, and magical and/or other
practices.

Ojo los kaulas como adoradores de la madre: The Śākta tradition is closely
related to the Śaiva tradition, and the textual basis of many Śākta traditions are
rooted in the goddess-oriented Vidyāpīṭha and Kaula traditions. The Kaula tradition,
being almost entirely goddess oriented, is as much a Śākta tradition as it is Śaiva.
This is because these are clearly overlapping categories. The nondual Śaiva and
Śākta traditions both focus on the “bipolar, bisexual divinity within one’s own body,”
as Goodriaan described it.49 This divinity is typically conceived as a male deity (Śiva
or Viṣṇu) in union with his wife, Śakti. The distinction between Śaiva and Śākta in
the Kaula tradition is largely one of emphasis, the deity upon which one primarily
focuses.
The Kaula tantras provide the early scriptural basis for the Śākta tradition. Of
particular historical importance is the Kaula Southern transmission, which
constitutes the tantras of the clan of the goddess Śrī (śrīkula), and the Northern and
Eastern transmission, which gave rise to the tantras of the clan of the goddess Kālī
(kālīkula).52 These became by far the most popular Śākta tantric traditions. The
former, focusing on beautiful and erotic goddess Śrī, gave rise to the Śrī Vidyā
tradition, which is an orthodox, “right handed” tradition that became particularly
popular in South India.53 It is also the tradition that gave rise to the Śrī Yantra, a
mystical diagram consisting formed by nine interlocking triangles that is probably
one of the most widespread and best known tantric images.

Influencia en occidente y otras religiones:


Probably the best known mode of tantric practice during the medieval period is the
tantric form of yoga focusing on the subtle body and the movement of vital energy
within it. Sufi Muslims in Bengal also developed a form of tantric yoga under the
influence of the Nātha and Sahajiyā Vaiṣṇava traditions.

The South Asian traditions that were influenced by the tantric traditions to some
degree include Jainism, Islam, and Sikhism. Daoism and the Shintō tradition in
East Asia were influenced by East Asian tantric Buddhist traditions, and the Bön
tradition of Tibet was thoroughly transformed by its encounter with tantric
Buddhism. Lastly, the “New Age” spiritual movement that developed in the West
during the latter half of the 20th century was also strongly influenced by Hindu and
Buddhist tantric traditions.

Yogui Bhajan: Tantric yogic practice was also adopted by some Sikhs. One of the
best known advocates of this practice was Harbhajan Singh Khalsa (1929–2004),
better known as Yogi Bhajan, who widely taught Kundalini Yoga in America and
Europe. Yogi Bhajan claimed to be part of a practice lineage going back to Guru
Nanak, the founder of Sikhism. While there is no evidence supporting this claim, it
appears that, as Michael Stoeber suggests, “some form of Kundalini Yoga was
practiced historically by some Sikhs, albeit perhaps secretly and in very small
numbers. Regarding this practice see Michael Stoeber, “3HO Kundalini Yoga
and Sikh Dharma,” Sikh Formations8.3 (2012): 358 (351–368).

Lastly, the growth of interest in tantric practice in the West has led to the
development of a number of new spiritual traditions deeply influenced by Hindu and
Buddhist tantric traditions founded by Westerners, which Hugh Urban has labeled
“New Age Tantra.” These include Pierre Bernard’s Tantrik Order, Aleister Crowley’s
Ordo Templi Orientis, and Nik Douglas’s New Tantric Order in America. 94 These
traditions have adapted venerable tantric ideas and practices to meet the needs of
spiritual seeker in new and contemporary contexts.

Yoga: mezcla

Yoga es un término amplio que agrupa diversas escuelas y


prácticas espirituales. Sería imposible dar una imagen completa
de qué es el yoga aquí. Lo que hay que mencionar es que gran
parte del yoga que se practica en Occidente proviene de la
tradición del hatha yoga y de los nath-siddhis, yoguis itinerantes
devotos generalmente de Shiva. El hatha yoga tiene profundas
influencias del tantra shivaíta y específicamente del tantra
budista, como ha demostrado el académico James Mallinson.
Curiosamente, el yoga que practicamos en Occidente se basa
en prácticas de budismo tántrico (¡aunque mezcladas con
gimnasia sueca!). Sin embargo, el budismo tántrico se
fundamenta en aspectos del tantra hindú 

The first evidence of Shiva comes from the pre-Vedic era, from a seal from the
Indus Valley civilisation. It shows a naked man with an erect penis, sitting in
the yogic “throne” position or Bhadrasana, wearing horned headgear,
surrounded by animals. Since the script has not been deciphered one can only
speculate what this image represents. But most scholars believe it is an early
form of Shiva because it captures at least three attributes of Shiva: Shiva as
Pashupati, lord of animals; as Yogeshwara, lord of yoga; and as Lingeshwara,
lord of the phallus.

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