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La profesión periodística necesita de buena información que a veces, de manera

oficial o formal no la puede obtener, pero que, mediante un convenio o un acuerdo de

guardar el secreto de la fuente, se puede llegar a tener o a conocer. Para realizar

plenamente su ejercicio de informar debe estar liberado de presiones, de temores, de

censuras indirectas o subliminales, sólo su conciencia debe señalarle la decisión de dar a

conocer la fuente de información.

Tanto el derecho como la ética están sustancialmente comprometidas en la

preservación de las fuentes de información periodística.   Sólo así podremos hablar de

una prensa libre, sin ataduras o presiones del poder político, sin el temor, a una condena

por el ejercicio de informar sin trabas. El reconocimiento del secreto profesional del

periodista es una garantía para el lector. Por varias razones. Por una parte, éste

resguarda la labor de investigación periodística al servicio del derecho a informar y del

derecho de las personas a estar informadas.

Pero, por otra parte, el secreto profesional es también una garantía para aquellos

ciudadanos que en alguna ocasión se convierten en fuente de información, cuando son

conocedores de hechos de interés general. Estas personas tienen la seguridad de que no

se revelará su identidad si el periodista es incitado a revelar sus fuentes informativas. El

secreto profesional tiene limitaciones naturales. Debe subordinarse a derechos y valores

superiores, como los relacionados con la vida, integridad y libertad de las personas. El

secreto profesional no puede ser una coartada para encubrir delitos, sobre todo los

cometidos contra las personas.

La necesidad de fuentes confidenciales tiene un fundamento, más que la

actividad profesional propiamente hablando, es el interés colectivo. Esto es el

reconocimiento de un derecho social que se tiene a la información. Se trata

precisamente, de garantizar un derecho del que la sociedad es titular pasivo, pero del
que el periodista emerge como un titular activo, diría yo calificado, y por supuesto

agente trasmisor, sobre todo quienes publican de manera cotidiana.

El derecho internacional reconoce la protección de este tipo de secretos

profesionales, diferente a otros secretos profesionales como el del abogado, el médico,

el consultor técnico, lo que se reserva (al periodista) es propiamente la información, que

garantiza, protege y reserva la identidad de la fuente informativa: el nombre. Para que

pueda surgir la información, guardamos el nombre de quien nos dan la información para

publicarla, vínculo fundamental entre la protección del secreto profesional con la

libertad de expresión.

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