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Me sorprendí cuando después de tanto tiempo sin pronunciar palabra abrió la boca
para responderme.
Así que fui a ver a los mejores consejeros, mis amigos. El primero me dijo:
_Imposible la luna está a 2000 millas de aquí y es más grande que tu casa.
El segundo me respondió:
_Impensable la luna está a 3000 millas de aquí y es más grande que este país entero.
El tercero:
Total que mientras más preguntaba más lejos se encontraban la luna y la solución a mi
problema. Yo que había ido a donde mis amigos por un concejo y ellos me dijeron
puras boberías.
Y ella me respondió:
_ Papito bobito, no es más grande que mi dedo índice porque cuando sale por las
noches yo la tapo así.
_Es muy fácil, porque cuando sale por las noches se enreda en las ramas de aquella
ceiba y después sube por el cielo como un globo.
Aquel día tomé todos mis ahorros; fui a ver al joyero y le pedí que me hiciera una luna
tal cual mi hija la quería, luego se la regalé. A la mañana siguiente mi Carmencita corría
por el patio de la casa rebosante de salud. Los dos juntos jugamos y reímos a más no
poder. Cuando llegó la tarde comencé a preocuparme. Pues en la noche la luna saldría
nuevamente y mi hija se daría cuenta que la suya era falsa, y sin dudas volvería a
enfermar. Así que decidí ver a los mejores consejeros, mis amigos.
Uno me dijo que le pusiera espejuelos oscuros a mi hija. Otro que cerrara todas las
puertas y ventanas de la casa por las noches. El último, que le escondiera la luna que
le regalé y se la devolviera por las mañanas. Así la noche llegó y no encontré solución
a mi problema. La luna se había adueñado del firmamento cuando llegue a la
habitación de mi hija y la encontré asomada a la ventana contemplando la luna.
Preocupado me acerque y le dije:
_Carmencita, ¿Cómo es posible que la luna brille allá en lo alto si tú la tienes colgando
en el cuello?
Y ella me respondió:
Yo les juro que nunca olvidaré esa noche por dos razones:
Por las palabras sabias de una niña de 7 años , y porque esa noche, desde la ceiba, la
luna me hizo un guiño.