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Virgilio Zaballos

"El que enseña, en la enseñanza" Romanos 12:7


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NACIDOS PARA VENCER: La pasividad


Author : Virgilio Zaballos

Categories : Blog

Date : 07/07/2016

¿Qué es la pasividad?
Es un estado de ánimo sin acción. Una paralización del esfuerzo y el interés. Es no cooperar.
Permite que los demás actúen sin hacer nada. Es un espíritu de somnolencia que adormece el
alma y anestesia la energía del ser humano, conduciéndole a la apatía y la desidia. Esta
influencia ha penetrado profundamente en la congregación occidental de nuestro tiempo.

¿Por qué se produce la pasividad?

Por una falta de sentido y propósito en la vida. Por no conocer el plan de Dios y su voluntad
para con nosotros. Por ignorar el valor de la vida y por un ambiente cargado de religiosidad
dominado por el espíritu de muerte espiritual.

¿Cómo actúa?

Dejando de hacer lo importante y trascendente, para centrarse en lo superficial, lo ajeno e


innecesario. Ejemplo: hablar y hablar de los problemas de otras personas sin haber
solucionado los nuestros debidamente.

¿Qué armas tiene?

La indiferencia, la debilidad de ánimo, y sobre todo la televisión. Pasar mucho tiempo delante
del televisor produce una pasividad mental, creativa, de iniciativas y un «atolondramiento»
(proceder sin reflexión) que conduce a la pereza profunda. El perezoso desea (todo lo que ve
en el televisor) pero nada alcanza (se alimenta de ilusiones e irrealidades que nunca consigue).
Buena prueba de ello son los programas-concurso con sus ofertas de ganar dinero fácil, que

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están llenos de desilusión y frustración, así como de un culto a la diosa Fortuna y Destino que
menciona el profeta Isaías en 65:11-12.

El alma del perezoso desea, y nada alcanza; mas el alma de los diligentes será prosperada
(Pr.13:4) El deseo del perezoso le mata, porque sus manos no quieren trabajar (Pr.21:25).

Derrotando la pasividad

Localizarla. Tenemos que encontrar las áreas de nuestra vida donde se ha infiltrado este virus.
Necesitaremos sinceridad y valentía para enfrentarnos a nosotros mismos. Luego debemos
acercarnos al foco que alumbra todas las cámaras de nuestro ser: Dios y Su palabra. Leamos.

En tu luz veremos la luz (Sal.36:9). Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino
(Sal.119:115). Lámpara del Señor es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo
del corazón (Pr.20:27). Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda
espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea
manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de
aquel a quien tenemos que dar cuenta (Hebreos 4:12-13).

Aborrecerla. Significa arrepentimiento. Volverse al plan de Dios que habíamos abandonado.


Es llegar al pleno convencimiento que la pasividad es mala, un enemigo destructivo que hay
que combatir y resistir. Resistid... [la pasividad] y huirá de vosotros. Someteos a Dios. Acercaos
a Dios, y Él se acercará a vosotros (Stg.4:7.8).

Combatirla. Dios nos ha dado un don precioso para derrotar a este enemigo, el don del
Espíritu Santo (Hch.10:45). Liberar la acción del Espíritu en nosotros, sacar de la fuente de
agua de vida es la clave para vencer. ¿Cómo hacerlo? Hablando... Cantando... Alabando al
Señor... Dando siempre gracias... (Efesios 5:18-20). Esto producirá en nosotros lo contrario
exactamente a la vida pasiva. Causará un despertamiento espiritual como vemos en Efesios
5:14-17. Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te
alumbrará Cristo. Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios,

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aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino
entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. Promoverá un avivamiento interior (2Ti.1:6); un
espíritu ferviente (Ro.12:11); una capacidad de esfuerzo y trabajo (Jos.1:9); y un espíritu de
sacrificio (Sal.50:5) (Ro.12:1) que aplastará a este enemigo de nuestras almas renovadas.

Esta clase de vida (la vida en el Espíritu, es decir, una vida cristiana normal) producirá la
derrota de la pasividad, elevándonos a una dimensión de vida madura que discierne y separa
lo precioso de lo vil. Es la vida de Dios (Zoé) que Él nos ha dado juntamente con Cristo.

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