Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Introducción
Parece ser lugar un común, al menos en contextos académicos colombianos, sostener que la
desobediencia según Hobbes es imposible. La soberanía absoluta que el inglés pretendía
fundamentar exige negar la posibilidad de que los súbditos desobedezcan. Esta posición,
expuesta sin matices, conlleva a omitir o restar valor a aquellos pasajes en los que Hobbes
abre el espacio para la desobediencia de los súbditos. En otros contextos se han tomado en
serio el problema que representa para la estructura del Leviatán (1651) el hecho de que los
súbditos tengan el camino abierto para la desobediencia de los mandatos del soberano. En
el capítulo 22, Hobbes afirma que “poder ilimitado es soberanía absoluta, y el soberano, en
todo Estado, es el representante absoluto de todos los súbditos”. Esta representación
absoluta implica a la sumisión de todos los que consintieron, mediante pacto, instituir un
poder soberano. Ese pacto resulta así inquebrantable: los súbditos no pueden, so pretexto de
infracción del soberano, liberarse de su sumisión por cuanto todos los actos que realiza el
soberano se hacen en nombre de los súbditos que representa. Esto es,
No obstante lo anterior, de acuerdo Hobbes hay algunas cosas que los súbditos no pueden
ceder a través del pacto fundacional del Estado y, en tanto no pueden cedidos, los súbditos
cuenta con la libertad natural para hacer o actuar. El hombre no puede enajenar su derecho
a resistir a quien lo asalta para matarlo, lesionarlo, esclavizarlo o encarcelarlo, por ejemplo.
El derecho de protegerse a sí mismo es intransferible y cualquier pacto que estipule la
renuncia de tal derecho carece de validez (capítulo 14). En consecuencia, todo súbdito tiene
libertad para hacer aquellas cosas cuyo derecho no puede ser transferido. Así:
Pero entonces ¿en qué queda la soberanía absoluta? La sumisión al poder soberano
instituido es condicional, como todo pacto. Esto quiere decir que los súbditos obedecen,
renuncian a su libertad natural, a cambio de protección y paz. Cuando el soberano no puede
garantizarle el estado de cosas prometido, la obligación de obedecer cesa, pero no porque
los ciudadanos hayan recuperado un derecho cedido, sino porque siempre han retenido su
derecho a la autoprotección o autopreservación. Este derecho se mantiene latente, nunca se
pierde o se cede.
Avances de tesis | David Blanco Cortina
El problema que resalta esta lectura de Hobbes es si el Leviatán, como poder soberano
absoluto, es coherente con sus propios fundamentos o no. En esta primera parte intentaré
reconstruir algunas de las principales respuestas a esta cuestión, para luego avanzar en una
hipótesis explicativa acerca de la perplejidad que produce la desobediencia en Hobbes. En
un tercer momento, pretendo extraer de la discusión los primeros pincelazos sobre los
límites y alcances de la desobediencia civil en Hobbes.
La solución de Skinner (2010; 2006), quien asume el problema sin ninguna referencia a
Hampton, pasa por la noción de libertad y su evolución al interior de la obra política de
Hobbes. La tesis que pretende justificar es que la desobediencia admitida por Hobbes
responde a su intención de quitarle argumentos a los enemigos de la monarquía y
defensores de un gobierno popular, quienes durante el convulsionado siglo XVII inglés no
dejaban de recordar que la única libertad posible para los ciudadanos es la que se vive bajo
un régimen de gobierno popular. Pues bien, Hobbes reformuló la noción de libertad de tal
forma que fuese compatible con cualquier tipo o forma de gobierno.
oposición y se predica tanto de los cuerpos animados como de los inanimados. En cualquier
caso, un cuerpo libre es aquel que puede moverse sin obstáculos. Este concepto de libertad
introducido en el Leviatán difiere, según Skinner, con la presentación de la noción
efectuada en sus obras anteriores en dos aspectos fundamentales1.
“En las torres de la ciudad de Luca está inscrita, actualmente, en grandes caracteres,
la palabra LIBERTAS; sin embargo, nadie puede inferir de ello que un hombre
particular tenga más libertad o inmunidad, por sus servicios al Estado, en esa ciudad
que en Constantinopla. Tanto si el Estado es monárquico como si es popular, la
libertad es siempre la misma” (cap. 21).
¿Cómo llega a esa conclusión? ¿Cómo ajusta su teoría? Redefiniendo la libertad como
libertad de movimiento corporal y eliminando la categoría de impedimentos intrínsecos. Si
la libertad es solo ausencia de obstáculos para el movimiento, entonces mientras el súbdito
pueda moverse sin ninguna interferencia podrá decirse que es libre, bien sea que viva bajo
régimen demócrata o monárquico. Luego, un sistema de gobierno popular no implica
mayor que libertad que uno monárquico. Así como el agua dentro de un vaso se libera
1
Debe señalarse que en otras lecturas de Hobbes, como la de Pettit (2005), se sostiene la hipótesis contraria:
el concepto de libertad no tuvo mayores variaciones en la obra política de Hobbes.
2
Hobbes afirma que “[t]he subjection of them who institute a commonwealth amongst themselves, is no less
absolute, than the subjection of servants” (Elements, cap. 23-9).
3
En el De Cive “[i]t is of it selfe manifest, that the actions of men proceed from the will, and the will from
hope, and feare, insomuch as when they shall see a greater good, or lesse evill, likely to happen to them by the
breach, than observation of the Lawes, they'l wittingly violate them” (cap. 5-1)
Avances de tesis | David Blanco Cortina
cuando se rompe el vaso, sucede que el hombre es libre siempre que pueda moverse sin
obstáculos.
“Es posible vivir como hombres libres estando, al mismo tiempo, sometidos a un
soberano absoluto: la razón radica, simplemente, en que, como Hobbes proclama
ahora, ‘el temor y la libertad son compatibles’ [cita omitida]. Nunca nos vemos
físicamente impedidos de desobedecer lo que mandan las leyes, de lo que se infiere
que siempre somos completamente libres de elegir si obedeceremos o
desobedeceremos” (2010, p. 134 –énfasis agregado).
Para Skinner lo que antes, en Elementos y De Cive, era una cuestión excepcional, a saber:
que la libertad natural se mantiene intacta cuando se trata del derecho de autopreservación o
resistencia; en el Leviatán se convierte en la regla general. Los individuos cuentan siempre
con la libertad física de desobedecer. Ello llevaría a pensar que para Skinner la posibilidad
de desobediencia no representa ningún problema para el Leviatán ni se trata de una
incoherencia o falla en el planteamiento hobbesiano. Todo lo contrario, en el marco de las
discusiones en las que participaba Hobbes, su concepción del poder político resulta
coherente con sus intenciones.
Ahora bien, cabría objetar que Skinner no asume el problema de fondo: la desobediencia de
los mandatos soberanos implicaría la inestabilidad de la institución soberana. Esto es, la
desobediencia mina el poder en tanto que todas las cuestiones del Estado, para decirlo con
Hampton, no son resueltas por el soberano, sino por los individuos quienes deciden que les
resulta más conveniente obedecer o desobedecer. Una alternativa de respuesta es que se
tratarían de dos problemas distintos: la posibilidad de desobediencia y la estabilidad del
régimen. Lo primero no daría al traste con lo segundo. Pero esta alternativa, creo, debería
introducir una diferencia entre libertad física y libertad civil en Hobbes. Pero Skinner niega
de modo rotundo esta opción. La tesis básica de Hobbes se mantiene imperturbable:
Skinner insiste: la respuesta de Hobbes a los defensores del gobierno popular guarda total
coherencia consigo misma. La libertad que se respira bajo un gobierno monárquico es la
misma con la que se vive bajo un sistema democrático. Y las preguntas persisten: ¿esa
posibilidad de desobediencia mina el pacto político al punto de dar al traste con el poder
soberano? ¿El poder absoluto no es necesario para garantizar la paz y la seguridad?
¿Hobbes está abogando por una soberanía absoluta? En caso positivo, ¿en qué consiste?
Hobbes se pregunta al cierre del capítulo 21 cuándo cesa la obligación política respecto de
sus soberanos y responde de inmediato:
Para Skinner no cabe duda. El poder del soberano es un pacto y como tal se rompe cuando
una de las partes no recibe lo prometido. La soberanía aunque tenga la intención de ser
inmortal, puede morir o por guerras con otros Estados o por las discordias internas. La
desobediencia civil conduce a esta última posibilidad. Quizá sea el planteamiento de
Hampton el que padece de un error interno: la soberanía del Leviatán no es absoluta o lo es
en un sentido restringido: solo mientras haya protección, puede pretenderse absoluta. Pero
la cuestión sigue siendo ¿quién decide si hay o no protección? Todo parecería indicar que
los mismos súbditos y ello legitimaría la desobediencia. Veamos otras alternativas al
problema propuesto por Hampton.
Weber (2012) encara el fallo hobbesiano planteado por Hampton y, en principio, reconoce
que el hecho de que los sujetos en el Leviatán puedan retener su derecho a la
autopreservación supone un problema para el argumento más general de Hobbes que indica
que solo la soberanía absoluta puede garantizar la paz. Este derecho implicaría que los
individuos, con base en su propio juicio sobre lo que más favorece su supervivencia,
pueden decidir desobedecer los mandatos soberanos. Según Weber, la salida al problema no
puede consistir en reinterpretar la psicología hobbesiana, se requiere una explicación sobre
cómo el derecho de autopreservación es compatible con la autoridad del soberano absoluto
Avances de tesis | David Blanco Cortina
(2012, p. 234). Para ello se dispone a afrontar dos cuestiones: i) la desobediencia individual
o, como los llama el autor, actos individuales de rebelión y ii) la desobediencia colectiva o
generalizada (widespread rebellion)4.
Baumgold (1988, citado por Weber) había sostenido que Hobbes admitía e, incluso,
excusaba los actos de desobediencia individuales porque eran intrascendentes a nivel
político. Es decir, no ponían en peligro la estabilidad del poder soberano y, por tanto,
resultaban insignificantes para la autoridad. Weber (2012) parece estar de acuerdo en que
los actos individuales de desobediencia no tienen la vocación de menoscabar el poder
soberano, pero en desacuerdo con la idea de que sean excusables o banales per se. Lo que
sucede, según Weber, es que estos actos se enmarcan en la concepción particular de justicia
hobbesiana y el poder soberano en dichos casos sólo actúa para castigar una vez se ha
efectuado la desobediencia. Esta tesis se fundan en dos aspectos de la filosofía política
hobbesiana: el concepto de justicia y la comprensión de los derechos. Hobbes define la
justicia en los siguientes términos:
Bajo esa lógica, los actos de desobediencia individual no son injustos en tanto que el
derecho de autopreservación no se transfiere con el pacto, pero eso no lo hace excusable. El
derecho de autopreservación es concebido como una libertad, la libertad de hacer lo
necesario para la conservación de la propia vida, tal como lo definiera Hobbes en el
capítulo 14. Esta forma de concebirlo implica para el soberano una obligación de no-hacer,
de no interferir con la libertad de movimiento de los individuos. Pero este deber del
soberano solo consiste en no coartar la libertad de desobedecer, antes de que el sujeto, en
efecto, desobedezca (Weber, 2012, p. 237). En este sentido, el planteamiento hobbesiano es
coherente: la libertad individual de desobedecer cabe dentro del Leviatán, pero no está
exenta de castigo y además este castigo no puede ser calificado de injusto.
Como habíamos visto arriba, para Hobbes el poder soberano nunca comete injusticia o
injuria. A lo sumo puede ser acusado de “iniquidad”. Su fin último es cumplir el pacto por
el que fue instituido, esto es, asegurar la paz. En consecuencia, si un acto de desobediencia
pone en peligro o amenaza el fin del Estado, entonces éste debe disponer toda su fuerza
para castigarlo. Ambos actos, la desobediencia y su castigo, son justos en tanto que cada
uno responde a sus propios fines. El primero a la conservación de vida, derecho al que no
se renuncia con el pacto, y el segundo a garantizar que los súbditos vivan en paz, por lo que
fue instituido.
Ello explica porque el castigo de la desobediencia es tan justo como justo es el mismo acto
de desobedecer y porque ambos caben en el Leviatán, aunque suene a paradoja. Pero es
4
Weber parece asimilar o tratar como sinónimos “desobediencia” y “rebelión”.
Avances de tesis | David Blanco Cortina
solo cuando estos actos de desobediencia individuales son persuasivos que la autoridad
soberana puede verse menoscabada. Esto conllevaría a actos colectivos de desobediencia.
La desobediencia individual amenaza la soberanía, pero no la debilita (Weber, 2012, p.
240)5.
La desobediencia colectiva puede minar el poder soberano, pero de ahí no se sigue que los
súbditos tengan en sus manos la decisión de determinar si la autoridad continúa ostentando
el poder o no, como señala Hampton. Para Weber se trata de dos cuestiones de diferente
orden: una cosa es que la desobediencia extendida es suficiente para socavar o debilitar la
autoridad soberana y otra distinta es que los individuos cuenten con poder para determinar
hasta cuándo debe durar la autoridad soberana. La continuidad de la soberanía es una
cuestión de facto, un hecho del mundo (apparent fact about the world) y no corresponde a
ningún tipo de decisión. El hecho de que el poder no pueda imponer castigos a sus súbditos
indica que no es ya más soberano, pero ello no implica que los súbditos desobedientes
puedan decidir el destino o la permanencia en el tiempo de la soberanía. El argumento que
propone Weber es como sigue:
La distinción entre estas dos decisiones resulta muy sutil, tanto que puede sonar artificial.
El respaldo de Weber consiste en que el hecho de que la mayoría obedezca las órdenes
soberanas no nos lleva a decir que la mayoría tenga la potestad para decidir si la autoridad
soberana continua o no. Asimismo, la decisión de desobedecer de un grupo significativo de
personas no nos autoriza para inferir de allí que la continuidad del poder soberano depende
de lo que decida un grupo numeroso de individuos. Esa decisión, en Hobbes, no
corresponde a los súbditos y, aún más, tampoco responde a una decisión. Se trata de un
hecho. El error de Hampton estaría en confundir estas dos cosas.
Además, sostiene Weber que la decisión de desobedecer puede estar restringida a ciertos
mandatos soberanos. Es la misma diferencia que hay entre el desobediente civil y el
anarquista, similar a la que establece Arendt (1998) entre el desobediente y el militante. El
primero reconoce la legitimidad de la autoridad soberana, pero no la justicia de algunos de
5
En palabras de Weber: “Not only is a consistent reading of Hobbes's account of self-interested disobedience
possible, there is little reason to think that such disobedience necessarily threatens the sovereign's absolute
authority because the sovereign can legitimately punish such actions. It is only when self-interested
disobedience becomes pervasive that the sovereign's authority is effectively undermined”.
Avances de tesis | David Blanco Cortina
sus mandatos, los cuales pretende cambiar y el segundo no reconoce la validez ni de lo uno
ni de lo otro, por el contrario, pretende transformarlo todo. El primero es un reformista, el
segundo un revolucionario. Pero ¿cómo encaja esta distinción en el esquema hobbesiano?
Weber no dice nada al respecto. De hecho, es curioso que Hobbes no aparezca por ningún
lado mientras Weber desarrolla este argumento. En cualquier caso, el punto fuerte de
Weber es que “el poder de la ‘gente’ no puede ser yuxtapuesto al poder de la soberanía, ya
que se trata de la misma cosa en el Estado hobbesiano” (2012, p. 244) 6. Ello significa, una
vez más, que la desobediencia colectiva no implica una decisión sobre la continuidad del
poder soberano.
Ahora bien, Weber introduce un giro adicional más interesante aún, lo que pudiésemos
llamar una reformulación a la concepción del poder soberano absoluto, esto es, una
caracterización algo contra-intuituva de lo que debe ser un poder absoluto, pero que pudiese
ser una vía de solución al problema planteado por Hampton. Lo absoluto no necesita tener
poder sobre todas las cosas, sino solo sobre aquellas que le atañen. Así, no habría ninguna
contradicción en reconocer que la desobediencia generalizada puede debilitar el estado y
mantener al mismo tiempo que soberanía debe ser absoluta para asegurar la paz:
Si Hobbes admitiese una soberanía absoluta de este tipo, que por demás no debería ser
denominada “absoluta”, entonces el problema estaría casi resuelto. Pero “lo absoluto” en
estos términos sería muy limitado: un Estado absoluto es un Estado dedicado sólo a sus
asuntos, a las cuestiones de Estado. La perspectiva resulta prometedora, pero habría que
considerar que tan pequeño –o que tan grande- debe ser el Estado para Hobbes, asumiendo
que su tamaño depende de los asuntos sometidos a su competencia.