Está en la página 1de 18

Peronismo, populismo y política

Argentina 1943-1955

Raanan Rein

Editorial de Belgrano

Buenos Aires, 1998

ISBN 950-577-248-3

Este material se utiliza con fines


exclusivamente didácticos
ÍNDICE

Introducción .......................................................................................................................................... 13

CAPÍULO PRIMERO
La segunda línea del liderazgo peronista: una revisión
de la conceptualización del populismo

El peronismo como movimiento populista............................................................................................ 24


La segunda línea del liderazgo peronista .............................................................................................. 34
Juan Atilio Bramuglia: ¿un posible heredero de Perón? .............................................................. 36
José Figuerola: el legado de la dictadura primorriverista ............................................................ 40
Miguel Miranda: el apoyo de los nuevos industriales ................................................................... 43
Domingo Mercante: ¿el corazón de Perón? .................................................................................. 48
Angel Gabriel Borlenghi: el ministro de la aurora hasta casi el ocaso ........................................ 51

CAPÍTULO SEGUNDO
El precio del éxito: Juan Atilio Bramuglia
y la crisis de Berlín

¿En el umbral de una Tercera Guerra Mundial?.................................................................................... 56


Arce, no, Bramuglia, sí.......................................................................................................................... 59
Un David entre dos Goliat .................................................................................................................... 63
Dificultades y obstáculos ...................................................................................................................... 70
La destitución de Bramuglia.................................................................................................................. 75

CAPÍTULO TERCERO
La socialización política de la educación primaria

Construcción de la Infraestructura institucional y organizativa ........................................................... 87


La peronización del sistema educativo ................................................................................................. 97
Los nuevos textos peronistas ............................................................................................................... 102
Historia y héroes nacionales ................................................................................................................ 106

CAPÍTULO CUARTO
El Primer Deportista: uso y abuso del deporte

Moderno, centralista ypopular ............................................................................................................ 116


Patriotismo, lucha y disciplina ........................................................................................................... 120
La Fundación Eva Perón y el fomento del deporte ............................................................................. 125
La Unión de Estudiantes Secundarios (U.E.S.) .................................................................................. 130
Los logros en la arena internacional ................................................................................................... 134

CAPÍTULO QUINTO
La alianza Perón-Franco

1. Motivos ideológicos y la afinidad entre los regímenes .................................................................. 149


2. Motivos políticos y diplomáticos ................................................................................................... 155
2a. Una alianza entre excluidos: similitud de circunstancias internacionales .............................. 155
2b. Una cuestión de honor nacional: retribución a España por su apoyo en el pasado................. 157
2c. En salvaguardia de la soberanía nacional ............................................................................... 159

2
2d. Apoyo a España como una expresión de la política de tercera posición ................................ 164
2e. Anticomunismo y el Intento de reconciliación con los Estados Unidos ................................ 167
3. Motivos económicos ....................................................................................................................... 172

CAPÍTULO SEXTO
El nacionalismo peronista y el legado hispánico

Perón, paladín de la Hispanidad ......................................................................................................... 184


El desmoronamiento de la Hispanidad ................................................................................................ 192
El desenlace del lazo hispanista, hasta su des-enlace .......................................................................... 194
La campaña antiespañola..................................................................................................................... 199
¡Adiós, Hispanidad! ¡Salve, Latinidad!............................................................................................... 203

CAPÍTULO SÉPTIMO
La Argentina y la partición de Palestina:
¿una tercera posición peronista?

Entre las tenazas de presiones conflictivas: una abstención argentina ............................................... 212
Conflictos personales y disputas ideológicas ..................................................................................... 216
Arce: un show unipersonal ................................................................................................................. 218
Arce pro-árabe; Corominas pro-judío ................................................................................................. 223

CAPÍTULO OCTAVO
Las imágenes conflictivas del peronismo en Israel
(1949-1955)

La imagen en Israel no es monocromática ni homogénea................................................................... 237


El establecimiento de relaciones entre ambos países .......................................................................... 239
Acuerdo económico y visitas mutuas ................................................................................................. 241
Las elecciones presidenciales en la Argentina ................................................................................... 243
La muerte de Evita .............................................................................................................................. 246
La visita de Sharett a la Argentina ...................................................................................................... 250
Desde el levantamiento fallido de junio de 1955 hasta la caída del régimen ...................................... 251

Bibliografía.......................................................................................................................................... 259

Índice onomástico................................................................................................................................ 279

3
CAPÍTULO PRIMERO. EL PERONISMO COMO MOVIMIENTO
POPULISTA

Existen, claro está, interpretaciones adicionales, aún más problemáticas, que presentan al peronismo como
una forma de bonapartismo, comparaciones entre el liderazgo de Perón y el de Bismarck en la Alemania de
la segunda mitad del siglo XIX o, una interpretación posterior, que vio el peronismo como una etapa en el
proceso nacional y popular cuya meta final era el establecimiento de un socialismo nacional. Sin embargo,
pareciera que las más relevantes de todas para comprender el peronismo son aquellas interpretaciones que lo
identifican con movimientos populistas latinoamericanos. El populismo es uno de los términos más confusos
en el léxico político moderno. Ello se debe a dos motivos: en primer lugar, distintos movimientos populistas
en los siglos XIX y XX adoptaron formas diferentes en diversos lugares (Rusia, EE. UU., América Latina).
En segundo lugar, el uso frecuente del concepto con connotaciones peyorativas, atribuidas tanto por políticos
de derecha como de izquierda a sus rivales, intentando increparles que sus medidas están guiadas por
criterios de popularidad a corto plazo y no por “el bien de la Nación” o los “intereses del Estado”.
También investigadores de marcada tendencia hacia las izquierdas adoptaron definiciones simplistas,
que tampoco aclararon el fenómeno. Así, por ejemplo, según Dale Johnson, el populismo representaba poco
más que la hábil demagogia de elites burguesas que “atraían a determinados sectores de la clase media que
no eran propietarios, trabajadores y los sectores de la masa urbana con derecho a voto, que son capaces de
controlar organizaciones gremiales y populares”. 1
De hecho, las raíces del populismo latinoamericano, al igual que las del fascismo europeo, se
encuentran en el mismo fenómeno político, social y cultural conocido como la entrada de las masas a la
política. 2 Procesos acelerados de urbanización, de desarrollo de industrias de sustitución de importaciones,
de la “revolución” del transporte y de las comunicaciones, que en Europa habían sucedido mucho antes,
comenzaron a crear en América Latina tras la primera gran guerra un nuevo panorama económico y social,
que era tierra fértil para el surgimiento de nuevas ideas y nuevo liderazgo. Los cambios en las vidas de
millones de personas fueron inmensos y, en tales circunstancias, se crearon grandes expectativas de que se
extendiera la participación política al conjunto de la población, de que se mejoraran las condiciones de vida
de las capas trabajadoras y de que la distribución de las riquezas fuera algo menos distorsionada.
Sólo que en la mayor parte de los países del subcontinente de comienzos del siglo XX continuaron
gobernando las veteranas oligarquías, quienes en cooperación con alguna metrópoli financiera (Gran Bretaña
o los EE. UU.), fomentaron economías de cultivos agrícolas o de materias primas destinadas a la
exportación, negándose generalmente a renunciar al monopolio del poder político o a los privilegios de que
gozaban de una u otra manera desde que los países de la región habían obtenido la independencia política en
el primer cuarto del siglo XIX. Regímenes autoritarios de diversos signos tenían como meta proteger los
intereses de la oligarquía ante los “peligros” que planteaban la democratización política y la radicalización
social. Las expectativas no correspondidas de las masas comenzaron a crear agitación popular. 3
El historiador Michael Conniff divide los movimientos populistas en América en dos épocas. Los
que actuaron entre las dos guerras mundiales, cuyas principales demandas eran de índole política y
pretendían un gobierno representativo y legítimo, dirigieron una política de masas, mas no tocaron temas
sociales significativos. En el caso argentino, un ejemplo de ello fue el partido radical liderado por Hipólito
Yrigoyen, que asumió el poder en 1916. Los movimientos populistas posteriores a la Segunda Guerra
Mundial, en cambio, debieron hacer frente a circunstancias económicas y sociales diferentes, sobre el
trasfondo de los procesos de industrialización locales. Lo que los caracteriza es su desplazamiento del énfasis

1
Citado en Lars Schoultz, The Populist Challenge: Argentine Electoral Behavior in the Postwar Era, Chapel Hill,
1983, p. 4.
2
Zeev Sternhel, The Fascist Thought and Its Variations (en hebreo). Tel Aviv, 1988. p. 14.
3
La bibliografía acerca del populismo en América Latina es muy vasta. Entre los trabajos más destacados podemos
mencionar: Alistair Hennessy, “Latín América”, en G. Ionescu and E. Gellner (eds.), Populism: Its Meanings and
National Characteristics, London, 1969: Gino Germani, Authoritarianism. Fascism and Nacional Populism, New
Brunswick, 1978: Francisco C. Weffort, Opopulismo na política brasileira, São Paulo, 1978; Fernando Henrique
Cardoso and Enzo Faletto, Dependency and Development in Latin America, Berkeley, 1979, cap. 4; Michael L. Conniff
(ed.), Latin American Populism in Comparative Perspective, Albuquerque New Mexico, 1982; José Alvarez Junco y
Ricardo González Leandri (comps.), El populismo en España y América, Madrid, 1994

4
y de los recursos, de la agricultura a la industria y sus esfuerzos por incrementar la parte de la clase obrera en
la repartición de los ingresos nacionales. 4
Los nuevos líderes populistas tenían una tendencia a ser más autoritarios cuando se trataba del
intento de imponer la solución económica y social que conllevaba el desarrollo nacional, Bregaron por
movilizar masas de votantes mediante los medios de difusión. La movilización de la clase obrera era vital y
la mejora de su condición económica un precio que esos dirigentes debían pagar obligatoriamente para ello.
También los movimientos populistas de esta segunda etapa eran multiclasistas, aunque su fuerza principal
emanaba de la clase obrera urbana y de la burguesía industrial nacional. En el caso argentino, el ejemplo más
evidente es el del movimiento peronista, coalición que incluía a la parte del ejército que apoyaba los planes
de industrialización para asegurar la grandeza de la patria, diversos sectores de las clases medias, parte de la
burguesía nacional y, obviamente, la mayor parte de la clase obrera. El punto de partida de Di Tella para
examinar el populismo continúa siendo válido: “un movimiento político que goza del apoyo de la masa de la
clase obrera urbana y/o del campesinado, pero que no es el resultado del poder organizativo autónomo de
ninguno de estos sectores. También es apoyado por sectores de clases no trabajadoras que sostienen una
ideología que se opone al status quo”. 5
La necesidad de hallar una solución a la cuestión social mediante la integración de las masas, con el
objeto de impedir una fermentación prorrevolucionaria en su seno, es el núcleo del populismo
latinoamericano en general y del peronismo en particular. Ello no implica aún, obviamente, una ideología
propiamente dicha. Efectivamente las doctrinas populistas eran eclécticas y con frecuencia incluían
componentes contradictorios. Esta falta de claridad ideológica se desprendía en primer lugar del hecho de
que estos movimientos eran amplias coaliciones con representación de sectores sociales variados,
exceptuando las elites tradicionales y la oposición revolucionaria. El peronismo, en tanto movimiento
populista, ofrecía soluciones no violentas a varios problemas que aquejaban a la sociedad urbana argentina.
Por una parte rechazaba a la oligarquía y por otra, a la revolución socialista, proponiendo una vía reformista
intermedia en la que se enfatizaba el principio estatista, o sea la preeminencia del Estado en las cuestiones
sociales y económicas para evitar distorsiones y garantizar el progreso, aunque sin ningún propósito de
cuestionar la propiedad privada capitalista.
Al mismo tiempo, el peronismo prometía la solidaridad social para hacer frente a la alienación
generada en la clase obrera en el contexto del capitalismo industrial moderno, particularmente entre los
inmigrantes llegados del interior a las grandes ciudades, y en especial a Buenos Aires. El peronismo glorificó
el trabajo y los trabajadores (uno de los títulos de Perón era, precisamente, el del Primer Trabajador y en las
reuniones multitudinarias solía quitarse el saco), reconoció a los sindicatos y alentó su crecimiento, bregando
por la rehabilitación de diversos aspectos de la cultura popular y del folclore, que hasta entonces habían sido
despreciados por las elites culturalmente orientadas hacia Europa. No en vano solía insertar Perón en sus
discursos lenguaje popular y alusiones directas o indirectas a conocidos tangos. 6 Según el sociólogo Alvarez
Junco:

“al convocarles como ‘pueblo’, y llamarles ‘columna vertebral de la patria’, el dirigente populista les
proporciona un sentido de comunidad y un conjunto de creencias que les protegen frente al desamparo de la
modernidad, frente a la liquidación de la visión religiosa del mundo y de los lazos y formas de vida
tradicionales”. 7

De cualquier manera, la combinación de una mejora real de la situación de los trabajadores con el
haber otorgado a los mismos una fuerte sensación de pertenencia como parte importante y orgánica de la
nación argentina es la que explica la gran lealtad que manifestó la clase obrera hacia el peronismo durante
mucho tiempo.
Como todo movimiento populista, también al frente del peronismo había un líder carismático. El
concepto de carisma, de origen griego, suele definirse como “un don divino”, refiriéndose habitualmente a
una cualidad particular, un poder o un talento que otorga diversas capacidades a quien lo posee, contándose

4
Sobre la comparación entre Yrigoyen y Perón en este contexto, puede consultarse: David Tamarin, “Yrigoyen and
Perón: The Limits of Argentine Populism”, en Conniff, Latin American Populism, pp. 31-45.
5
Torcuato S. Di Tella, “Populism and Reform in Latin América”, en Claudio Véliz (ed.), Obstacles to Change in Latin
America, London, 1965, p. 47.
6
Daniel James, Resistance and Integration: Peronism and the Argentine Working Class, 1946-1976, New York, 1988,
primera parte.
7
José Alvarez Junco, “El populismo como problema”, en ídem, El populismo en España y América, p. 27.

5
en primer lugar la de despertar el apoyo popular apasionado para una misión o para la conducción de asuntos
humanos. 8
La mayor parte de la investigación académica llevada a cabo sobre este tema desde la Segunda
Guerra Mundial se basa en las premisas establecidas por el sociólogo alemán Max Weber, quien diferenció
entre tres tipos de autoridad legítima. El primero de ellos, basado en argumentos racionales, el segundo
fundamentado en argumentos tradicionales y el tercero en el carisma: este último concepto, particularmente
esquivo. Según Weber:

“El carisma girará sobre una característica particular de un individuo, por la cual es separado de los demás y es
tratado como si contara con virtudes o cualidades supranaturales, suprahumanas, o por lo menos evidentemente
excepcionales. Un individuo común no puede llegar a poseer estas virtudes. Son consideradas de origen divino
o excepcionales y basándose en ella se trata al individuo que tenga tal virtud como si fuera un líder”. 9

¿Cuándo surge en escena la autoridad carismática? La mayor parte de las investigaciones señala que
en períodos de crisis, cuando muchos sienten que pierden la capacidad de hacer frente a la realidad
circundante y buscan un líder que los conduzca por una vía clara y que les suministre soluciones para sus
dificultades económicas, sociales o aquellas relacionadas con su identidad colectiva. 10 ¿Debe ser autoritario
un liderazgo carismático? No necesariamente. El hecho de que el reconocimiento de parte de los sometidos a
la autoridad es decisivo para que el carisma tenga validez, 11 otorgando un cierto carácter democrático al lazo
creado entre el líder carismático y las masas. Al menos en un comienzo, dar la autoridad al líder carismático
es un acto voluntario. En el caso que nos ocupa, resulta claro que tras su ascenso al poder, el líder
carismático, o sea Perón, empleó su autoridad de manera manipulativa para mantener en sus manos el poder
y asegurar así su supervivencia política. No obstante, en esta red de relaciones, también el líder carismático
depende de la masa y es impulsado sin cesar a actuar y a volver a triunfar, para justificar y perpetuar la
magia del carisma.
Esta dinámica concuerda con otra característica populista del peronismo, que es el constante intento
de renovar el mandato otorgado por el pueblo. Se trataba de un movimiento electoral, que promovía la
participación de los ciudadanos en la política y movilizaba a grupos que hasta entonces eran ajenos a la vida
pública. En la década peronista se extendió el derecho al sufragio al total de la población, se creó el Partido
Peronista Femenino y en las elecciones presidenciales de noviembre de 1951 votaron, por primera vez,
mujeres. Las escuelas para adultos, que funcionaban en horarios nocturnos y brindaban la posibilidad de
adquirir conocimientos básicos como lectura y escritura, permitieron también la movilización de analfabetos.
La indoctrinación en los establecimientos de educación primaria y secundaria posibilitó la socialización
política de niños y jóvenes. Lo mismo puede afirmarse acerca de la Unión de Estudiantes Secundarios
(U.E.S.). La Fundación Eva Perón construyó residencias para familias monoparentales y también a la tercera
edad se dispensó un trato preferencial. Todo ello tenía como meta posibilitar la aprobación permanente del
liderazgo carismático.
La mayor parte de las investigaciones que versa sobre la autoridad carismática subraya el lazo
directo forjado entre el líder y las masas, creando, a mi entender, una deficiencia. Considero que cabe
cuestionar y recapacitar sobre esta cuestión esencial en cuanto al peronismo. Madsen y Snow, por ejemplo,
en un importante trabajo que desvía la atención del líder para enfocarla en las masas que le dan poder,
caracterizan el carisma de la siguiente manera:

“Es una relación de influencia marcada por la asimetría, por su carácter directo y, para el seguidor, por una
gran pasión. La asimetría significa que el líder tiene una profunda influencia en las actitudes y en la conducta
de quienes le siguen, pero que no es cierto lo contrario; el seguidor suministra las importantes reacciones que
confieren poder..., pero su otra influencia en el líder es acallada. La condición directa significa (a ausencia de
mediación significante en la relación, sea mediante estructuras formales o por redes informales”. 12

8
Dean Keith Simonton, Genius, Creativity, and Leadership: Historiometric Inquiries, Cambridge, Mass., 1984, p. 121.
9
Max Weber, Economic and Society, New York, 1968. Una traducción algo diferente está en la edición española:
Economía y sociedad, México D.F., 1944. Tomo I, pp. 252-253.
10
No entraré en este marco al debate sobre la cuestión si debemos referirnos a las circunstancias argentinas de
comienzos de los años cuarenta como de crisis social y quiebra institucional.
11
Weber, loc. cit.
12
Douglas Madsen and Peter G. Snow, The Charismatic Bond: Political Behavior in Times of Crisis, Cambridge,
Mass., 1991, p. 5. El subrayado es mío.

6
Edward Shils, en un estudio anterior aunque no menos importante, caracterizó a los movimientos
populistas como aquellos que reconocen la supremacía del pueblo sobre cualquier otra norma y desean una
relación directa entre el pueblo y su líder, sin la mediación de instituciones. 13
A menudo, los estudios que mencionan la relación directa entre el líder y las masas se remiten
también a la “irracionalidad” de esta entrega. Este concepto de irracionalidad se refiere a actores que no han
visto correctamente cuáles eran sus “verdaderos” intereses propios, por razones emocionales o de falsa
conciencia, como si alguien pudiera determinar siempre qué es aquello que sirve a los intereses “reales” de
uno u otro grupo social. 14 Esto nos devuelve por un momento al debate inaugurado por las investigaciones de
Gino Germani sobre el apoyo obrero a Perón. El argumento dominante durante un largo período fue que
dicho apoyo venía principalmente de los trabajadores “nuevos”, aquellos que habían inmigrado relativamente
poco tiempo antes desde el interior del país hacia Buenos Aires, en el contexto de los procesos de
industrialización, principalmente de sustitución de importaciones, y de urbanización en los años treinta.
Según este argumento, estos trabajadores tenían posturas tradicionales, estaban acostumbrados al
paternalismo autoritario, carecían de conciencia de clase y evitaban las posturas revolucionarias. Esta masa
no educada era impulsada, según se afirmaba, por criterios irracionales y cayó como presa fácil en las redes
del carisma de Perón. El encanto de las manifestaciones masivas en las que el individuo pierde su criterio
autónomo, y la incesante proclama de lemas a voz en cuello, eran suficientes para garantizar su apoyo a
Perón. Contrariamente a ello, la clase obrera más antigua, formada en su mayoría por trabajadores oriundos
de Europa, era más educada y con mayor conciencia de clase, por lo cual conservó, aparentemente, su lealtad
a los partidos de izquierda. 15
Investigaciones revisionistas llevadas a cabo en las dos últimas décadas cuestionaron la validez de
esta interpretación. Dirigentes sindicales veteranos tuvieron un papel destacado en el ascenso del peronismo.
En contraste con la Confederación General del Trabajo, que pocos meses antes de la revolución de junio de
1943 se escindió por cuestiones ideológicas y personales en CGT-1 y CGT-2, la clase obrera no estaba
dividida (entre “antiguos” y “nuevos”). Más aún, la clase obrera no tuvo un papel pasivo en el proceso del
ascenso de Perón. No únicamente trabajadores “nuevos” y no agremiados, sino que la mayor parte del
movimiento sindicalista empezó a dar su apoyo a Perón entre 1943 y 1945, para defender sus propios
intereses, no los del Líder. El apoyo vino de todos los sectores obreros, acorde con el proyecto reformista que
habían comenzado a cristalizar varios dirigentes en años anteriores. 16
Así como el argumento de la supuesta división dentro de la clase obrera no nos ayuda a comprender
el amplio apoyo que obtuvo Perón en 1945-1946, quisiera añadir que el argumento sobre un lazo directo e
inmediato entre el líder carismático y las masas tampoco nos ayuda a comprender la modelación del
movimiento y de la doctrina peronista. Mis propias investigaciones revelan que los diversos historiadores
que se ocuparon de la Argentina han caído en la celada de la retórica peronista sobre el mentado lazo directo,
eludiendo casi por completo la función mediadora de personalidades provenientes de diversos sectores
sociales y políticos, cada uno de los cuales brindó su aporte a la movilización de apoyo a Perón, a la
estructuración de su liderazgo y a la modelación de la doctrina justicialista. Si bien es cierto que el líder no
utilizó los canales partidarios institucionalizados para movilizar apoyo y para transmitir sus mensajes a las
masas entre los años 1943 y 1946, no es cierto afirmar que prescindió de la función mediadora y que podía
por sí mismo establecer el lazo directo y continuo con las masas y activarlas según sus necesidades.
Madsen y Snow, así como Shils y otros, aunque ven intermediarios en las relaciones entre el líder
carismático y las masas, sitúan este fenómeno en una etapa posterior, la de rutinización del carisma:

“La rutinización comprende la transformación gradual de carisma de una relación directa, concentrada y
emocionalmente intensa, en una indirecta, dispersa y menos pasional”. 17

13
Edward Shils, The Torment of Secrecy, London, 1956, pp. 98-104. El subrayado es mío.
14
Para hacer justicia con Madsen y Snow, debe señalarse que ellos mismos colocan un signo de interrogación a este
enfoque. Para una discusión acerca de esta cuestión, ver: José Enrique Miguen, “The Presidential Elections of 1973 and
the End of Ideology”, en Frederick C. Turner and J. E. Miguens (eds.), Juan Perón and the Reshaping of Argentina,
Pittsburgh, 1983.
15
Germani, Política y sociedad en una época de transición: Samuel L. Baily. Labor Nationalism and Politics in
Argentina, New Brunswick, 1967.
16
Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero, Estudio sobre los orígenes del peronismo, Buenos Aires. 1971. Entre las
investigaciones más nuevas pueden señalarse: Tamarín, The Argentine Labor Movement: Horowitz. Argentine Unions,
the State & the Rise of Perón: Torre, La vieja guardia sindical y Perón.
17
Madsen and Snow, The Charismatic Bond, p. 25: E. Shils, “The Concentration and Dispersion of Charisma: Their
Bearing on Economic Policy in Underdeveloped Countries”, World Politics, Vol. 11 (1958): pp. 1-19.

7
Sostienen estos autores que la primera etapa en el proceso de rutinización del carisma está
relacionada con la aparición de funciones de mediación entre el líder y la masa que lo apoya, lo que Weber
denominaba “carisma de oficio”:

“La emergencia de tales funciones de intermediación... ocurre gradualmente, a medida que el líder encuentra
más y más dificultades para mantener lazos frecuentes y directos con sus seguidores. Es un desarrollo que
surge del éxito, de la necesidad de tratar con un movimiento grande y disperso. Con una transformación
semejante, y particularmente si el líder carismático se convierte en jefe de Estado, la capacidad de un líder así
de mantener un lazo directo con sus seguidores disminuye en gran medida”.

En cambio, mi hipótesis es que dichos papeles de intermediarios no surgen como consecuencia del
éxito puesto que el éxito es imposible de lograr sin estos intermediarios. Por ello, intento de sostener que
deben examinarse los intermediarios y la forma en que acumulan cierta medida de poder y de prestigio
propio como consecuencia de la función que cumplen, recién después de la jura de Perón como Primer
Magistrado en junio de 1946 (¡y hay quienes sostendrán que recién después de su derrocamiento en
septiembre de 1955!), nos planteará dificultades en nuestro intento de comprender el proceso de modelación
del peronismo como movimiento y doctrina en la etapa del trienio que comienza en junio de 1943 y culmina
con la entrega del mando a Perón.
Hay investigadores del populismo que se refieren a Perón como a un caudillo del siglo XIX, quizá
como consecuencia de la propaganda antiperonista contemporánea, que presentaba al régimen como una
reedición de la tiranía de Juan Manuel de Rosas. 18 Sin embargo, no es posible transferir la figura del
Restaurador a las condiciones y la realidad de una sociedad en vías de modernización, después de la Segunda
Guerra Mundial. El lazo directo con las masas, que era posible en una sociedad protourbana y preindustrial,
resultaba impracticable en la Argentina de los cuarenta.
Para que la masa sea activada por la retórica del líder carismático y para que traduzca dicha acción
en depositar la papeleta correcta en las urnas, se requiere un trabajo previo de preparación por parte de
factores intermediarios, que en el caso peronista no fueron ni los partidos establecidos ni organizaciones con
largo arraigo en la vida política local, sino diversas personalidades y organizaciones con una presencia
relativamente nueva en el panorama, surgidos poco antes de la llegada al gobierno y diversas agencias
gubernamentales después de asumir el mando. La historiografía, que dedicó un lugar tan extenso a tratar las
figuras de Perón y la de su compañera Evita, casi no se ocupó del papel que jugó la segunda línea del
liderazgo peronista. Personalidades corno Juan Atilio Bramuglia y Angel Borlenghi sirvieron como
importantes eslabones de enlace para movilizar a la clase obrera y para agudizar los énfasis sociales del
peronismo; el coronel Domingo Mercante contribuyó a garantizar la posición de Perón, tanto en el seno del
ejército como de los sindicatos; el industrial Miguel Miranda actuó en el marco de la burguesía industrial
nacional y José Figuerola trajo consigo de España un bagaje ideológico que fortalecía tendencias
nacionalistas y corporativistas en la doctrina justicialista.
Con el tiempo, el propio Perón fue víctima de su propia retórica y comenzó a creer que no necesitaba
a nadie para movilizar el apoyo masivo. Fue desprendiéndose gradualmente de la mayor parte de las
personas que cumplieron un papel clave en su ascenso y en la construcción de su fuerza, incluyendo a
Bramuglia, Mercante. Figuerola y Miranda, rodeándose de colaboradores serviles que a todo respondían
amén y que carecían de una base de apoyo independiente o de una capacidad propia de movilización. Es lo
que Guido Di Tella definió en una oportunidad como:

“prácticas muy personalistas y arbitrarias que tanto le habían costado [a Perón]... en términos de respetabilidad
y aceptación pública... la característica Inevitable de un dirigente carismático que no puede soportar
competencia alguna” 19

Creo que ello aportó acierta medida de desconexión entre Perón y cuanto ocurría en la sociedad. Pero
hay más: fue éste uno de los factores que atrofiaron al peronismo en el poder y lo convirtieron de un
populismo reformista en un populismo autoritario, llevando después a la caída del régimen. En este contexto
corresponde discernir entre dos tipos de burocracia intermediadora: la de tipo representativo, de gente que
goza de prestigio y reputación por derecho propio y está anclada en diversos sectores sociales y la puramente
tecnócrata y funcional, que carece de base propia y no tiene una fuerza real, que sirve sólo como instrumento

18
Así, por ejemplo, A. E. Ven Niekerk, Populism and Political Development in Latin America, Rotterdam, 1974.
19
Guido Di Tella, Perón Perón, 1973-1976, Buenos Aires, 1983. p. 108.

8
en manos del líder para dominar a la masa. En este último caso hay un distanciamiento entre la base social y
el régimen y aumenta la alienación de las masas.

La segunda línea del liderazgo peronista

Una de las maneras de demostrar mi hipótesis sobre la existencia de mediadores entre el líder
carismático y las masas, ya en las etapas iniciales, es mediante una investigación minuciosa de la segunda
línea del liderazgo peronista, que posibilitó la victoria en los comicios de febrero de 1946 y su afianzamiento
en el poder, junto a la modelación de la doctrina justicialista. No es mi intención exponer un trabajo de tal
envergadura en el marco de este libro, que se ocupa de diversos aspectos del régimen peronista. Quisiera dar
aquí algunos ejemplos breves para explicar la necesidad y la importancia de una investigación de este tipo.
La ideología justicialista fue de índole ecléctica como resultado de la heterogeneidad de la coalición
peronista y de la necesidad de responder a las necesidades de diversos sectores sociales. 20 Sin embargo, ello
se debía también a las diferentes influencias de varias figuras centrales que se encontraban en el entorno más
cercano a Perón entre 1943 y 1946, especialmente en la Secretaria de Trabajo y Previsión Social. No
pretendemos con ello decir que Perón no contaba con posiciones propias y que estaba expuesto a la decisiva
influencia de sus allegados. Sin embargo, Carlos Fayt no se equivocó demasiado al afirmar que:

“Dotado de una receptividad mental poco común, comprendía [Perón] inmediatamente lo que le explicaban sus
asesores y tuvo el tino de dejar hacer, firmando los decretos que éstos elaboraban…” 21

La investigación histórica aún no ha respondido en forma satisfactoria a este desafío de examinar el


aporte ideológico y la función política que cupo a estos asesores. Las páginas siguientes son una especia de
invitación a realizar un trabajo de este tipo, que demuestre que el peronismo de los años cuarenta y cincuenta
poseía una heterogeneidad y complejidad mayores de lo que su propia imagen monolítica aparentaba.

Juan Atilio Bramuglia: ¿un posible heredero de Perón?

Bramuglia era sin duda el más eminente y talentoso de los ministros de la primera presidencia de
Juan Perón. Esta opinión era compartida por observadores argentinos y extranjeros contemporáneos, tanto
peronistas como opositores. El embajador estadounidense George Messersmith lo definió como “uno de los
dos miembros más destacados del gabinete argentino”. Diplomáticos británicos, con arrogancia típica, lo
describieron como “una persona razonablemente sensible para tratarse de un argentino”. Moisés Toff (Moshé
Tov), encargado de las relaciones con América Latina en el Ministerio de Relaciones Exteriores israelí,
escribió en sus memorias que “Bramuglia era un hombre inteligente, estudioso, diestro en el manejo de los
asuntos, sencillo en el trato y discreto en su relación humana”. 22
Un self made man, hijo de inmigrantes italianos que abandonaron su tierra en los años 80 del siglo
XIX por los problemas políticos con que se toparon a consecuencia de sus actividades anarquistas,
Bramuglia nació en 1903 en Chascomús, provincia de Buenos Aires. Huérfano desde muy joven, debió
trabajar para su sustento desde que tenía nueve años de edad, mientras simultáneamente continuaba sus

20
Perón mismo no desmintió dicho eclecticismo: “En primer lugar, no somos sectarios... obedecemos a los hechos... Si
en el comunismo hay una cosa que podemos tomarla, la tomamos, no nos asustan los nombres. Si el fascismo, el
anarquismo o el comunismo tienen algo bueno, lo tomamos...”. Citado en Cristián Buchrucker, Nacionalismo y
peronismo: la Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), Buenos Aires, 1987, p. 325.
Debe recordarse que la doctrina peronista fue cristalizada en un período relativamente tardío, después de la llegada
al poder, aunque tampoco tras ello se elaboró una ideología ordenada en forma sistemática. Uno de los primeros
intentos de sistematización se encuentra en el libro de Raúl A. Mende, El justicialismo - doctrina y realidad peronista,
Buenos Aires, 1950.
21
Fayt, La naturaleza del peronismo, p. 106.
22
George S. Messersmith Papers, University of Delaware Library, Newark, Delaware (en adelante GSM Papers) 12 and
31 March, 1947; C.A. MacDonald, “The U.S., Britain and Argentina in the Years Immediately after the Second World
War”, en Guido Di Tella and D.C. Platt (eds.), The Political Economy of Argentina, 1880-1946, Oxford, 1986, p. 186;
Moshé Tov, El murmullo de Israel - historial diplomático, Jerusalén, 1983, p. 98. El autor del presente se encuentra
abocado a la tarea de escribir una biografía política de Bramuglia.

9
estudios escolares y posteriormente universitarios hasta completar un doctorado en Derecho. 23 Su
especialización fue en el área laboral y, entre otras cosas, dictó clases sobre Derecho del Trabajo en la
Facultad Nacional de La Plata. A comienzos de los años veinte se adhirió a las filas del Partido Socialista y
algunos años después era considerado el ahijado de Mario Bravo. 24 Fue asesor letrado de varios gremios,
como el de los telefónicos, los tranviarios y los ferroviarios, además de consejero de la Confederación
Obrera Argentina y de la Confederación Nacional del Trabajo. A comienzos de los cuarenta, Bramuglia ya
era una figura conocida y con influencia en la cúpula del movimiento sindical.
Tras la intervención de la Unión Ferroviaria por parte del gobierno en agosto de 1943, el interventor,
capitán de fragata Raúl A. Puyol, entre otras cosas declaró cesante al asesor letrado Bramuglia. Después que
Perón se hizo cargo del Departamento de Trabajo, convirtiéndolo al poco tiempo en Secretaria Nacional, con
todas las atribuciones de un ministerio, Bramuglia alentó a un grupo de miembros de la Unión Ferroviaria,
encabezados por Luis Monzalvo, a que cooperara con Perón y movilizara con tal fin a las bases del
sindicato. 25 Según el testimonio de José Domenech, ex presidente de la U. F. y ex Secretario General de la
C.G.T.:

“La U. F. fue la base del peronismo en el país. Porque yo tengo que decirlo con franqueza, diciendo
absolutamente la verdad, que el 99% de los dirigentes de la U. F., todos se hicieron peronistas [...] Bramuglia
fue el jefe, digámoslo así, el jefe que aconsejó a todos los demás miembros de la Comisión Directiva y a todas
las Comisiones Directivas y los llevó a todos al peronismo”. 26

Bramuglia, que desde hacía algunos años había perdido la esperanza de que el Partido Socialista
Argentino pudiera modificar la realidad social y política y movilizar a la clase obrera, estableció contacto
con el coronel y se sumó a la Secretaría de Trabajo y Previsión, que muy pronto comenzó a funcionar como
un taller para la modelación de leyes laborales y de bienestar, con el cargo de director de Previsión Social. 27
El logro más importante que obtuvo allí fue que se dictaran decretos-leyes que ampliaron el régimen
de jubilaciones a distintos sectores de la clase obrera. En el ámbito personal demostró rápidamente a Perón
que era leal, hacendoso y eficaz, no sólo en cuanto se refería a la legislación, sino también en la movilización
de apoyo político a su liderazgo.
En diciembre de 1944 Perón logró obtener el nombramiento de Bramuglia como interventor federal
en la provincia de Buenos Aires, la clave política de todo éxito para una campaña tendiente a conquistar la
presidencia de la República. 28 En pocos meses comenzó a cristalizar con éxito la coalición de partidarios de
Perón en la provincia más grande e importante del país. Bramuglia desarrolló una actividad cuyo objetivo era
fundamentar y ampliar el círculo de adeptos obreros en el proyecto peronista y la captación de simpatizantes
de la clase media, que comprendieron que el proyecto prometía una administración pública más grande, lo
que se traducía de inmediato en multitud de puestos a cubrir. Al mismo tiempo logró seducir a
personalidades políticas del partido radical para que se adhirieran a su obra de gobierno provincial. 29 Estos

23
Los datos biográficos de Bramuglia se basan, entre otras cosas, en mis entrevistas con sus sobrinas Cristina
Bramuglia (Buenos Aires, 15-4-96) y Maria Graciela Bramuglia (Buenos Aires, 16-4-96) y con su hijo, Carlos A.
Bramuglia (Buenos Aires, 22-6-89), así como en una carta enviada por Bramuglia al director del diario nacionalista La
Fronda en octubre de 1941, en la cual protestaba que se le hubiera calificado de comunista y presentaba su credo social
y político: Juan Afilio Bramuglia Papers, Hoover Institution, Stanford University (en adelante JAB Papers), Bramuglia
a Delfín Medina, 5-10-41. Véase también Juan Pinto, Diccionario de la República Argentina, Buenos Aires, 1950, p.
123.
24
Entrevista del autor con Dardo Cúneo (Buenos Aires, 26-4-96).
25
Luis Monzalvo, Testigo de la primera hora del peronismo, Buenos Aires, 1974.
26
Entrevista con José Domenech, Proyecto de Historia Oral, Instituto Di Tella (Buenos Aires), II. p. 177. Véase
también Hugo del Campo, Sindicalismo y peronismo - los comienzos de un vínculo perdurable, Buenos Aires, 1983, II
parte.
27
Sobre sus posturas sociales y sus esfuerzos para asegurar jubilaciones a toda la clase obrera pueden verse sus
publicaciones: Jubilaciones ferroviarias: la influencia de la acción sindical de los trabajadores en la formación de las
leyes, Buenos Aires, 1941; La previsión social argentina principio de “no acumulación” o concepto de
incompatibilidad de las leyes, Buenos Aires, 1942; El nuevo derecho social argentino, La Plata, 1945. Ver también las
recomendaciones de Bramuglia a la Comisión Directiva de la Unión Ferroviaria, en las que sugiere que se amplíe la
actividad entre los trabajadores, tanto en el área laboral como en el área cultural (JAB Papers, 20.4.37).
28
El Día (La Plata), 29-12-44.
29
Al respecto puede verse, entre otros trabajos, Pedro Molina, “La Renovación Radical en Buenos Aires (1941-1946)”,
Desmemoria, Nº 7 (1995): pp. 44-56.

10
tenían destinado un papel en la movilización de partidarios de la clase media a la candidatura de Perón a la
presidencia.
Esta política tuvo su expresión también en el plano nacional, cuando en agosto de 1945, por la
presión ejercida por la cúpula de la Armada, el gobierno encabezado por el general Edelmiro J. Farrell fue
reorganizado. Perón aprovechó la oportunidad para obtener los nombramientos de tres personalidades de la
segunda y tercera línea del partido radical, a quienes había logrado convertir a su causa. Como ministro del
Interior asumió Hortensio Quijano, antiguo yrigoyenista que después ocuparía la vicepresidencia junto a
Perón, hasta su muerte en 1952; como ministro de Hacienda juró Armando Antille y como ministro de
Relaciones Exteriores el ex diputado nacional Juan Cooke, cuyo apoyo a los Aliados durante la Segunda
Guerra Mundial debía ayudar al gobierno de facto a mejorar sus relaciones con los EE. UU. Si bien la Unión
Cívica Radical expulsó de sus filas a los tres, esta jugada de Perón era una demostración de sus esfuerzos por
establecer una coalición política amplia y diversificada, que pudiera garantizar su victoria sobre el partido
radical, considerado hasta entonces como el más grande y fuerte del sistema político argentino.
Este éxito de Bramuglia generó inquietud en los círculos que se oponían a las aspiraciones
presidencialistas de Perón. Bramuglia debió resignar al cargo por la oposición que le planteó el mando de
Campo de Mayo, cuya cúpula se iba apartando del entonces vicepresidente, volcándose hacia la oposición.
En la campaña presidencial, Bramuglia ocupó el cargo estratégico de Presidente de la Junta Nacional de
Coordinación de los Partidos Políticos Revolucionarios, debiendo maniobrar sin cesar entre laboristas, ex
radicales y conservadores. 30 Respecto de su propia carrera política, el partido Laborista deseaba postularlo
como candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, a la que ya había tenido oportunidad de
conocer a fondo. Perón encaró a los dirigentes de aquel partido para aclararles que incluiría a Bramuglia
como ministro en su gabinete, por lo que debían elegir otro candidato. 31 Pero la cartera que más anhelaba
Bramuglia, la del Trabajo, no fue la que Perón le tenía reservada, por temor a que desde aquel puesto pudiera
el joven abogado laboral cimentar una fuerza de apoyo independiente. Por tal razón lo designó canciller, para
que pudiera aportar a mejorar la imagen internacional del régimen y fortalecer la posición argentina sin
poner en peligro el status doméstico del Líder.
Sobre su desempeño como miembro del gabinete de Perón tenemos el testimonio de Raúl
Margueirat, a la sazón director de Ceremonial del Estado, quien afirmó que Bramuglia y Borlenghi eran los
únicos ministros que generalmente expresaban sus opiniones en las reuniones del gobierno; los otros
ministros eran hombres serviles, que obedecían ciegamente y esperaban ver hacia dónde soplaba el viento
antes de comprometerse. 32
Sin embargo, si Perón pensó que poniendo a Bramuglia al frente de la diplomacia podría impedir que
éste acumulara prestigio y poder, que hasta podrían llegar a eclipsar al presidente mismo, muy pronto
entendió que se había equivocado. Bramuglia, corno podremos ver en el segundo capítulo, cosechó éxitos
desde el Palacio San Martín, demasiados para algunos. En Buenos Aires y varias capitales de Occidente, se
empezó a mencionar su nombre como posible heredero de Perón, lo que condujo a su alejamiento en agosto
de 1949. 33

Jose Figuerola: el legado de la dictadura primorriverista

Una de las razones por las que faltan investigaciones a fondo sobre la segunda línea del liderazgo
peronista, su función política y su aporte ideológico, reside en la carencia de documentación. En algunos
casos, como el de Borlenghi, que se tratará más adelante, se debe a que las fuentes no llegaron a nuestros
días debido a los vuelcos políticos que sufrió la Argentina y a su falta de tradición de conservación de
documentos como parte del patrimonio nacional. En otros casos, como el de Figuerola que nos ocupa,
pareciera que hay bastante material en manos de la familia, mas ésta se niega a que sea revisado por

30
En mayo de 1946 se le organizó un homenaje por el éxito que obtuvo en este cargo. Ver JAB Papers, 7-5-46.
31
Cipriano Reyes, La farsa del peronismo, Buenos Aires, 1987 y las entrevistas del autor con Reyes (Quilmes, 15-9-89: La Plata, 3-
5-96).
32
Instituto Torcuato Di Tella (Buenos Aires), Proyecto de Historia Oral, entrevista con Raúl Margucirat, p. 16.
33
Tras el derrocamiento del régimen, Bramuglia participó en la fundación de la Unión Popular en el marco de los
esfuerzos por crear un “peronismo sin Perón”, mas hasta su muerte en septiembre de 1962 no logró convertir a dicha
agrupación en una fuerza política significativa. Después de ello, Perón aprovechó desde el exilio el nuevo marco
partidario creado, para promover sus objetivos.

11
investigadores. 34 Contrariamente a las demás figuras que mencionamos, Figuerola no podía servir como
nexo con algún sector social o gremial, pero trajo consigo una valiosa experiencia y su aporte a la
modelación de la doctrina peronista revistió gran importancia.
José Miguel Francisco Luis Figuerola y Tresols nació en Barcelona en 1897: a los 21 años ya se
había doctorado en Derecho y licenciado en Filosofía y Letras, mostrando gran interés en los asuntos
relacionados con el orden social y las relaciones laborales. En la década del veinte se desempeñó como jefe
de gabinete del ministro de Trabajo Eduardo Aunós en la dictadura del general Miguel Primo de Rivera,
régimen militar que supo ya entonces colaborar con la UGT, asociación sindical vinculada con el Partido
Socialista Obrero Español, y que creó comités paritarios, organismos auspiciados por el gobierno para
resolver las disputas laborales. 35
Tras la caída de la dictadura española Figuerola emigró a la Argentina, integrándose al Departamento
Nacional del Trabajo. Este cuerpo, creado en 1907, gozaba de muy pocas facultades hasta la llegada de
Perón en 1943. Es probable que su decisión de desplazarse hasta la lejana república del Plata estuviera
relacionada con lazos que había establecido su padre a finales del siglo XIX. Figuerola, poseedor de una
vasta capacitación en las áreas de la administración, estadística y legislación social y laboral, conquistó muy
rápidamente la confianza de Perón. Datos demográficos que exhibió el funcionario al militar convencieron a
éste que la clase obrera urbana tenía un poder político latente y por lo tanto era la clave para el éxito en el
futuro. Perón utilizó los servicios de R, Figuerola para desarrollar sus planes sociales y laborales. Con la
colaboración del barcelonés y de Bramuglia, convirtió el Departamento en Secretaria, con atribuciones de
Ministerio con gran influencia, utilizando esta plataforma como trampolín para impulsar su carrera política
civil.
Un informe de la embajada de los EE. UU. en Buenos Aires a fines de 1943 describió a Figuerola
como un muy talentoso estadístico con una extraña mezcla de diferentes ideas autoritarias. 36 En 1944 Perón
lo designó secretario general del Consejo Nacional de Postguerra, entidad que debía modelar la política
argentina para el período posterior al fin de la guerra en Europa. Este consejo fue una especie de gobierno
provisional anterior al que fue elegido en 1946. Tras la asunción de Perón como presidente, Figuerola fue
nominado secretario de Asuntos Técnicos, puesto con rango equivalente al de un ministro, y en carácter de
tal era responsable por la coordinación de las relaciones entre los ministerios del gobierno nacional y todas
las organizaciones relacionadas con el mismo. La importancia de la contribución de Figuerola a la doctrina
peronista y a la política socioeconómica aplicada no ha sido apreciada suficientemente, al parecer, por los
investigadores.
En agosto de 1946, el embajador norteamericano Messersmith escribió:

“Figuerola está muy cerca de Perón y quizá no haya nadie en todo el país tan cerca de Perón como Figuerola...
(que goza) de la completa confianza del Presidente”. 37

El secretario técnico formuló numerosas leyes y decretos, redactó varios discursos importantes para
Perón y diversos documentos del partido Justicialista, y es considerado el arquitecto del plan quinquenal para
el desarrollo y la modernización nacional que se publicó en 1947. Creía en la intervención estatal para lograr
armonía social entre empleadores y empleados. En los libros que escribió, exhortaba a una cooperación entre
las clases sociales bajo la égida del gobierno, mientras criticaba la inflexibilidad de los empleadores en el

34
Entrevista del autor con el hijo de Figuerola, José (Buenos Aires, 14-6-89). Sobre la personalidad de Figuerola, ver:
Archivo del Instituto de Cultura Hispánica (Madrid), (en adelante ICH) 1593/5245: José María de Areilza, Así los he
visto, Barcelona, 1974, pp. 210-211; ídem, Memorias exteriores. 1947-1964, Barcelona, 1984, pp. 28-30: Pinto,
Diccionario de la República Argentina, p. 264.
35
Sobre, la política social y económica de Primo de Rivera, ver: Shlomo Ben-Ami, Fascism from Above: The
Dictatorship of Primo de Rivera in Spain 1923-1930, Oxford, 1983, especialmente caps. 7-8.
Sobre la cooperación de los socialistas con la dictadura, ver: Shlomo Ben-Ami, The Origins of the Second Republic in
Spain, Oxford, 1978, pp. 110 y ss.
36
Joseph A. Page, Perón - una biografía, Buenos Aires, 1984, Vol. I, p. 86, nº 20. Sobre la simpatía manifiesta de
Figuerola hacia los nacionalistas hispánicos durante la guerra civil española y hacia el régimen franquista que emergió
tras la contienda, ver: Raanan Rein, La salvación de una dictadura: Alianza Flanco-Perón, 1946-1955, Madrid, 1995,
passim.
37
Véase Messersmith a Braden, 19-8-46, Nacional Archives (en adelante NA), Documents of the Department of State,
Record Group 59 (Washington D.C.), 835.00/8-1946; Areilza al Ministerio, 18-2 y 14-3-1949, Archivo del Ministerio
de Asuntos Exteriores (en adelante AMAE) (Madrid), Leg. R./2627101, R. 2418/4.

12
pasado y el extremismo de los gremios. La solución que sugería incluía la intervención del Estado por medio
de legislación, política social y arbitraje en los conflictos laborales. 38
Cuando surgió el tema de la reforma constitucional para permitir, entre otras cosas, la reelección al
cargo presidencial, Perón encomendó a Figuerola el anteproyecto de la nueva Carta Magna y pareciera que
su trabajo sentó las bases para la versión final sancionada en 1949.39 En esta etapa, la influencia del
“gallego” despertó una nada desdeñable medida de hostilidad y envidia. Una pequeña modificación en uno
de los artículos constitucionales determinaba que sólo podrían ser ministros del Poder Ejecutivo Nacional los
argentinos nativos. La información que obra en nuestro poder indica que este sutil cambio respondía a una
maquinación política de Eva Perón, que quería alejarlo de la órbita del presidente. 40 Figuerola se vio forzado
a abandonar la arena. 41

Miguel Miranda el apoyo de los nuevos industriales

Miranda fue un importante eslabón de enlace con un pequeño grupo de nuevos industriales que
vieron en el peronismo una oportunidad para el crecimiento económico, que garantizaba desarrollo nacional
y modernización, además de sustanciales ganancias. Entre 1946 y 1948 Miranda fue apodado “el zar
económico” por su centralidad en dicho plano.
Hijo de un anarquista catalán y de madre aragonesa que habían emigrado a la Argentina a fines del
siglo XIX, también Miranda comenzó a trabajar desde muy joven para ganarse el pan. Inteligente, hacendoso
y seguro de si mismo, comenzó a despejarse camino lentamente, al tiempo que revelaba talento para la
administración y para sacar provecho de oportunidades comerciales. Era empleado de una casa cerealista de
Bunge y Born cuando comprendió las oportunidades latentes en el desarrollo industrial de sustitución de
importaciones en la Argentina. Abandonó su puesto y abrió una pequeña fábrica de hojalatería. Esta empresa
independiente fue la base primaria para la acumulación de capital, que Miranda reinvirtió en varios negocios,
diversificando gradualmente sus intereses y propiedades, hasta convertirse en un industrial y financiero con
gran poder e influencia. Miranda es un ejemplo del industrial surgido bajo la “protección” que la gran
depresión económica mundial y la Segunda Guerra Mundial brindaron a productores locales. Entre sus
colegas, Miranda gozaba de gran estima y aprecio, como alguien que amasó su fortuna con sus propias
manos y que prácticamente vivía en su fábrica y mantenía una relación estrecha con sus trabajadores.
En vísperas de la revolución de junio de 1943, además de ser un importante empresario en laminados
de hojalatería, poseía grandes intereses en compañías pesqueras y en líneas aéreas, entonces en pleno
desarrollo. 42 En aquel entonces, Miranda estaba preocupado por las probables secuelas que dejaría el fin de
la guerra europea en la industria argentina, una vez que las economías de las potencias del Viejo Continente
y de los Estados Unidos retornaran a las líneas de producción de tiempos de paz. Temía que se repitiera el
retroceso que sacudió al sector industrial nacional tras los armisticios de 1918, lo que afectaba su visión de
una Argentina industrializada, que prácticamente se autoabasteciera y que compitiera en el mundo por
mercados para exportar sus productos.
Cuando Perón comenzó a perfilarse como la figura más destacada del gobierno militar, Miranda tuvo
para con él el mismo trato que sus colegas de la Unión Industrial, es decir repulsión, desconfianza y
reserva. 43 Sin embargo, su actitud comenzó a cambiar influido por su amigo Rolando Lagomarsino,
fabricante de sombreros, también hijo de inmigrantes españoles y uno de los primeros industriales
convencidos de la importancia que revestía el apoyo a Perón y su política. Cabe recordar que desde agosto de
1943 el gobierno militar había adoptado una política que beneficiaba a los industriales y que se expresó en el

38
Sobre las concepciones de Figuerola, véase su libro La colaboración social en Hispanoamérica, Buenos Aires, 1943
39
Un análisis de diversos aspectos de la Constitución de 1949 puede encontrarse en los libros de Mario Daniel
Serraferro, Momentos institucionales y modelos constitucionales, Buenos Aires, 1993 y Reelección y sucesión
presidencial, Buenos Aires, 1997.
40
Sobre la destitución de Figuerola, véase Areilza al MAE, 18-2 y 14-3-49, AMAE, Leg. R. 2627/101, R. 2418/4;
Areilza, Memorias, p. 72.
41
Figuerola continuó siendo leal a Perón y al peronismo, también en los años subsiguientes. Encarcelado por las
autoridades de la Revolución Libertadora (lo que relata en su libro Preso, Buenos Aires, 1958), en 1958 casi paga con
su vida por dicha lealtad, cuando estalló un artefacto explosivo en el Comando Táctico Peronista, donde se encontraba
trabajando.
42
Miguel Angel Scenna, “Hombres de la política argentina”, Todo es Historia, N° 101 (octubre de 1975): pp. 87-88.
43
Sobre el trato hostil de la mayor parte de los industriales prominentes hacia Perón entre 1943 y 1945, ver: Dardo
Cúneo, Comportamiento y crisis de la clase empresaria, Buenos Aires, 1967.

13
otorgamiento de generosos créditos, la sanción de una primera ley integral para el fomento de la industria,
declaraciones garantizando su defensa por parte del Estado, la creación del Banco de Crédito Industrial, todo
ante la posible quiebra industrial en el período posbélico. 44
En 1945 se produjo el primer encuentro entre Miranda y Perón la personalidad y capacidad de
liderazgo del coronel impresionaron al industrial. El estilo franco y directo de ambos, además de sus
coincidencias sobre la vía económica que debía adoptar el país, se convirtieron en la base de frecuentes
encuentros y una relación que revistió gran importancia en la integración de un sector de los nuevos
emprendedores en la coalición que Perón comenzó a formar en su entorno. 45 Si personalidades como
Bramuglia y Borlenghi debían movilizar el apoyo de la clase obrera entre 1943 y 1946, asegurando la
continuación de tal apoyo también en etapas posteriores, Miranda tenía que desempeñar una función similar
respecto de los industriales argentinos.
De personas como Miranda se esperaba que transmitieran varios mensajes a sectores de la clase
media: que Perón era el único capaz de frenar el peligro revolucionario que acechaba desde el flanco obrero
y sindicalista, donde tenía lugar un proceso continuo de radicalización, 46 que su política económica
garantizaría barreras aduaneras ante determinados productos importados, un movimiento obrero dispuesto a
las negociaciones, medidas fiscales y monetarias para promover el crecimiento y particularmente un acceso
cómodo a crédito estatal en condiciones preferenciales. Todo ello serviría a los intereses de la burguesía
nacional. Perón mismo pronunció en octubre de 1944 un discurso en el que intentó tranquilizar a hombres de
negocios e industriales que recelaban de su política social. En esa ocasión afirmó no apoyar al trabajador
contra el capital sano, ni a los monopolistas en contra de la clase obrera. En cambio, prosiguió, se alentaban
las soluciones que beneficiaran en forma equitativa a los trabajadores, comerciantes e industriales, cuyo
único interés era el bien de la Patria. 47
La nueva organización económica comenzó antes que Perón llegara a la Casa Rosada. En agosto de
1944 se constituyó el Consejo Nacional de Postguerra, en el que José Figuerola llevaba la voz cantante. Tras
la victoria en los comicios fue nacionalizado el Banco Central, con Miranda a su frente (marzo de 1946).
Bajo la inspiración de éste, que pronto llegó a ser apodado también “el mago de las finanzas”, se impuso la
supervisión a las tasas cambiarias y la oferta de crédito. Para impedir una distribución distorsionada de los
ingresos nacionales, ayudar a los estratos más débiles e incrementar el mercado interno, el peronismo
consideró imprescindible la intervención estatista para regular las relaciones sociales y económicas entre las
diversas clases. Para ello, ya en mayo de 1946 se estableció el monopolio estatal para la importación y la
exportación a través del Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio (IAPI) 48 que también se
encontraba bajo el control de Miranda. Esta institución compraba a precios bajos la producción agrícola local
para venderla en el extranjero a precios mucho más altos. Las ganancias se invertían en la financiación del
desarrollo industrial y de parte de la política social de Perón. En otras palabras, el sector industrial en su
totalidad, los empleadores y los trabajadores, calificados y no calificados, se vieron beneficiados por esta
política.
Hasta su llegada al poder, Perón no había logrado captar un apoyo significativo por parte de los
industriales, algunos de los cuales incluso habían aportado recursos a las campañas de sus rivales. En las
elecciones internas de la Unión Industrial, celebradas en abril de 1946, Miranda estuvo al frente de la facción
que apoyaba a Perón, pero fueron los opositores del presidente recientemente electo quienes se alzaron con la
victoria. Unos meses más tarde, Miranda y Lagomarsino fundaron la Asociación Argentina Para la Industria
y el Comercio (A.A.P.I.C.) como marco competidor y para cooperar con el nuevo régimen. Esta
organización fue creciendo paulatinamente, hasta que fue sustituida en 1951 por la Confederación General
Económica (C.G.E.).
Algunos meses después de haber asumido Perón la presidencia, Miranda fue designado al frente del
Consejo Económico Nacional con jerarquía de ministro-secretario, desde donde dirigió la nacionalización de
servicios públicos que estaban controlados por capitales extranjeros, suscribió acuerdos económicos

44
Cristina Lucchini, Apoyo industrial en los orígenes del peronismo, Buenos Aires, 1990.
45
Véase Eldon Kenworthy, “Did the ‘New Industrialists’ Play a Significant Role in the Formation of Perón’s Coalition,
1943-46?”, en Alberto Ciria (ed.), New Perspectives on Modern Argentina, Bloomington, 1972, pp. 15-28: Lucchini,
Apoyo empresarial: La Prensa, 17-12-46.
46
Sobre la imagen contemporánea de “la peligrosa clase obrera”, ver Carlos H. Waisman, Reversal of Development in
Argentina: Postrar Counterrevolutionary Policies and their Structural Consequences, Princeton, 1987, especialmente
cap. 7
47
Juan Perón, Perón Expounds His Doctrine, Buenos Aires, 1948, p. 20.
48
Susana Novick, IAPI: auge y decadencia, Buenos Aires, 1986; Robert A. Potash, The Army and Politics in Argentina,
1945-1962, Stantord, 1980, pp. 53-54, 61-63.

14
bilaterales con diversos países y promovió el proceso de industrialización. 49 Miranda confirmó así su
posición como la figura económica más poderosa en el gobierno, eclipsando tanto al ministro de Hacienda,
como al secretario de Industria y Comercio, su amigo Lagomarsino. La política económica bajo el mando de
Miranda aceleró el ritmo de la inflación, aunque éste estimó que podría dominarla y que no reduciría la
evolución de los planes de desarrollo. En aquellos años se llegó a ocupación plena y mejoró la situación de la
clase obrera, pero comenzaron algunos problemas tales como la merma de las reservas de divisas extranjeras
y las dificultades para encontrar una alternativa satisfactoria al tradicional lazo económico complementario
con Gran Bretaña. Miranda fue acusado de negligir la industria pesada, de manejar en forma responsable y
sin planificación la economía, de basarse más en su intuición que en métodos científicos y de rendirse a
diversas presiones. Miranda fue uno de los que apostaba por la probabilidad del estallido de una tercera
guerra mundial entre las potencias de Occidente y la Unión Soviética con sus satélites, circunstancia que la
Argentina podría aprovechar par dar un nuevo impulso a su desarrollo económico. Mas la guerra fría no
llegó a un enfrentamiento armado en la segunda mitad de los años cuarenta y, lo que para Argentina era aún
peor, el país no fue beneficiado por el plan Marshall. Los norteamericanos inundaron Europa Occidental con
trigo y cereales a precio bajo y Miranda debió ver silos elevadores abarrotados de granos, por los que casi no
había demanda en el Viejo Mundo.
En 1949, ante las nuevas circunstancias, la primera medida del gobierno consistió en reconsiderar la
totalidad de sus orientaciones político-económicas. Pero aunque se divisara un nuevo plan económico, era
indispensable una acción rápida para mostrar al público la gravedad de la situación, por una parte, y la firme
determinación del gobierno, por la otra. Para aliviar la presión interna, el gobierno encontró una víctima
expiatoria en el presidente del Consejo Económico Nacional. Se lo hacía objeto de infundios y rumores de
corrupción, se le acusaba de prácticas sospechosas, de modo que el régimen creyó que su alejamiento seria
recibido con agrado por el público. Destituido del liderazgo y temiendo ser detenido, Miranda huyó a
Uruguay con la ayuda de la embajada española. 50
Miranda falleció en 1953, a los 62 años de edad. Poco antes de su muerte se habían difundido
rumores según los cuales Perón, deseoso de readoptar una política de crecimiento y plena ocupación, en la
que se redistribuyeran los ingresos, de manera que volviera a infundir una sensación de centralidad a la clase
obrera, estaba dispuesto a llamar a Miranda para que se reintegrara a la cúpula de la dirigencia económica. 51

Domingo Mercante: ¿el corazón de Perón?

Mercante es el único de los mencionados cuya figura despertó recientemente un nuevo interés, como
resultado de la publicación del libro escrito por su hijo. 52 Nacido en 1898, era hijo de un maquinista
ferroviario, afiliado a La Fraternidad. De niño adquirió conciencia de qué eran las luchas sindicales. Ingresó
al Colegio Militar y posteriormente a la Escuela Superior de Guerra. En 1924 conoció por primera vez a
Perón, pero las relaciones entre ambos fueron esporádicas y poco significativas. Recién en 1940, cuando
Mercante fue enviado a la base en Mendoza, se creó entre los dos oficiales subordinados a Edelmiro Farrell
un vínculo estrecho. Juntos participaron en las reuniones del G.O.U., grupo de oficiales que fue uno de los
motores de la revolución del 4 de junio de 1943. Tras ella, el general Farrell fue designado ministro de
Guerra y éste a su vez nombró a Perón como secretario y a Mercante como oficial mayor del ministerio.
Entre los líderes del G.O.U., Mercante fue el principal colaborador de Perón en la promoción de
políticas laborales. Con grandes esfuerzos y sobreponiéndose a dificultades de gran envergadura, Mercante
comenzó a entablar relaciones con líderes sindicales, aun antes que Perón entrara al Departamento Nacional
del Trabajo. La política represora adoptada por el presidente Pedro Pablo Ramírez despertó entre los
gremialistas sospechas y desconfianza, aún mayor que la que solían manifestar hacia los uniformados, a
quienes consideraban reaccionarios y profascistas. Mercante se valió de los contactos de su hermano Hugo,
un ferroviario que trabajaba en el puerto y que era socio de la Unión Ferroviaria, para acercarse a los
trabajadores. Esta tarea le resultó más sencilla tras haber sido nombrado director general de Trabajo y Acción

49
Discurso pronunciado por el señor presidente del Banco Central de la República, don Miguel Miranda, ante
representantes de las fuerzas vivas. Buenos Aires, 1946. Sobre la manera en que la izquierda consideraba a Miranda
como “el representante de la nueva oligarquía” y de los “nuevos ricos”, véase Juan José Real. 30 años de historia
argentina, Buenos Aires, 1962. pp. 111 y ss
50
Sobre la destitución de Miranda, ver. Areilza a MAE, 12.1 y 7.2.49, AMAE, Leg. R.2418/4; Areilza, Memorias, pp.
63-64
51
Aznar a MAE, 26.2.1953, AMAE, Leg. R. 3176/31.
52
Mercante (h.), Mercante. El corazón de Perón.

15
Social Directa y, posteriormente, en 1944, director de Asistencia y Previsión Social para Ferroviarios,
además de interventor en La Fraternidad y en la Unión Ferroviaria. Mercante se convirtió en uno de los
leales a Perón y un importante eslabón con la clase obrera. 53
Tras la detención de Perón el 13 de octubre de 1945, después de haberse visto obligado a renunciar a
todos sus cargos por la presión ejercida tanto desde los cuarteles de Campo de Mayo como por la oposición
civil, Mercante comprendió que el fin de la carrera militar y política de su camarada era también el fin de la
suya. Por esa razón salió a alentar a los líderes obreros a que actuaran. 54 Mercante mismo fue arrestado y
trasladado a Campo de Mayo, de donde fue sacado el 17 de octubre por el general Eduardo Avalos para
utilizarlo como enlace con Perón. Este último había sido transferido de la isla Martín García al Hospital
Militar, debido a la muchedumbre que comenzaba a agolparse en la Plaza de Mayo demandando su
liberación. Mercante maniobró con mucho tino durante aquella dramática jornada, hasta que Perón saludó a
la multitud desde el balcón de la Casa Rosada. Este evento marca la creación del peronismo como
movimiento y fue celebrado en los años subsiguientes como Día de la Lealtad Popular.
Con las nuevas circunstancias imperantes en la arena política argentina, Perón postuló oficialmente
su candidatura a la presidencia. Mercante fue nombrado secretario de Trabajo y Previsión, desde donde
operó febrilmente, mediante las delegaciones provinciales dispersas en todo el territorio nacional, para
movilizar apoyo a la lista encabezada por Perón. Con este fin promulgó el 20 de diciembre una nueva
política de precios, en el marco de la cual los empleadores debían pagar un salario mínimo según el costo de
vida, y un aguinaldo equivalente al sueldo de un mes, resolución a la que dio gran publicidad. Según Félix
Luna:

“La Secretaría de Trabajo y Previsión... se disponía ahora, en octubre de 1945, a ser el motor fundamental de la
campaña que debía llevarlo [a Perón] a la Presidencia... [la Secretaría] fue un supercomité que compensó en el
bando peronista la falta de diarios, las Improvisaciones de organización política y la escasez de dinero que
hostigó la campaña de Perón”. 55

A la Secretaría le cupo un papel primordial también en la creación del Partido Laborista, encabezado
por líderes obreros como el sindicalista del gremio de los telefónicos Luis Gay, Cipriano Reyes, del gremio
de los trabajadores de la Carne de la provincia de Buenos Aires, y el ferroviario Luis Monzalvo. 56 No debe
sorprender que este nuevo partido quería a Mercante, que ascendió a coronel en diciembre de 1945, como su
candidato a la vicepresidencia. Pero Perón no deseaba una fórmula que estuviera compuesta exclusivamente
por militares, ni le agradaba una imagen excesivamente proletaria, prefiriendo incorporar otro elemento a su
coalición. A tal efecto eligió al experimentado político de la segunda línea de la Unión Cívica Radical,
Hortensio Quijano, quien ya había ligado su destino político al de la Revolución de 1943. 57 Los líderes del
recién formado Partido Laborista exigieron entonces que Mercante fuera candidato a la gobernación de la
provincia de Buenos Aires. 58 Esta petición fue finalmente aprobada tras un debate y luchas internas, entre
otras razones debido a las presiones ejercidas por Eva Perón.
Mercante reunió a su alrededor un grupo de laboristas, ex miembros de la FORJA, el movimiento
surgido a mediados de 1935 entre desilusionados de la U.C.R., que representaba una postura nacional-
populista y antiimperialista, y otros. Fue gobernador durante dos períodos y su gestión está considerada
como una de las más eficaces que supo la provincia, hasta entonces. Fomentó las empresas públicas y
aseguró estabilidad y desarrollo. 59
En 1949 llegó la carrera de Mercante a su apogeo, cuando presidió la Asamblea Constituyente
elegida para reformar la Carta Magna de 1853. Una vez sancionada la nueva Constitución y asegurada la

53
Para la versión de Mercante respecto de sus relaciones con Perón y con líderes sindicales, véase Primera Plana,
“Historia del peronismo”, 21-8-65, pp. 42 y ss.
54
Robert A. Potash, The Army and Politics in Argentina 1928-1945, Stanford, 1969, p. 276
55
Félix Luna, El 45: Crónica de un año decisivo, Buenos Aires, 1971, pp. 403, 405.
56
“Sobre el Partido Laborista ver Elena Susana Pont, Partido Laborista: Estado y sindicatos, Buenos Aires, 1984;
también las entrevistas del autor con Cipriano Reyes (Quilmes, 15-9-89: La Plata, 3-5-96).
57
Respecto de Quijano y los radicales que se sumaron a las filas de la coalición peronista, ver: Scenna, “Hombres de la
política argentina”, pp. 91-92; Molina, “La Renovación Radical”.
58
Sobre los laboristas y sus demandas respecto de la candidatura de Mercante, consultar Reyes, La farsa del peronismo.
59
Información acerca de su gestión pueden encontrarse en las siguientes publicaciones: Domingo A. Mercante,
Finanzas públicas de la Provincia de Buenos Aires, 1947, Buenos Aires, 1947; ídem, Discurso inaugural del Consejo
Superior de la Política Económica del Coronel D. A. Mercante, La Plata, 1947; ídem. Economía y acción social en
Buenos Aires, La Plata, 1948: ídem, Mensaje del Gobernador de la provincia de Buenos Aires a la Honorable
Legislatura, La Plata, 1950; Mercante: ejemplo de gobernante peronista, La Plata, 1950.

16
posibilidad de reelección de Perón para un segundo término, comenzó un vertiginoso distanciamiento entre
los dos oficiales-políticos. Según diversos rumores, Mercante tenía aspiraciones de suceder a Perón. De
cualquier manera, al finalizar su segundo mandato al frente de la provincia en 1952, ya era considerado
persona no grata en las filas peronistas. Su reemplazante, Carlos Aloe, le imputó diversas acusaciones, hasta
que un año más tarde Mercante fue expulsado del partido gobernante.

Angel Gabriel Borlenghi: el ministro de la aurora hasta casi el ocaso

Mientras que la mayor parte de las figuras de la segunda línea del peronismo fueron siendo quitados
de escena en forma gradual, y mientras Perón se veía obligado a hacer frente a diversas dificultades
económicas y políticas desde su primera elección, Borlenghi permaneció en su puesto desde junio de 1946
hasta junio de 1955. ¿Cuál fue el secreto de la capacidad de supervivencia política de Borlenghi? ¿Habrá
sido el hecho de que jamás pretendió aspirar él mismo al liderazgo y por lo tanto no representaba una
amenaza, o un desafío, para Perón? ¿O era por una cuestión de lealtad absoluta a una vía ideológica o a un
liderazgo político determinado? Las respuestas a estos interrogantes no quedan claras, entre otras razones
debido a la evidente falta de documentación sobre el derrotero político del personaje. Al producirse en
septiembre de 1955 la Revolución Libertadora, Borlenghi se encontraba en el extranjero. Las fuerzas que
irrumpieron en su domicilio destruyeron todo documento que encontraron y que obraba en poder de la
familia, como indica su viuda, quien hace todo lo posible por reivindicar el aporte de su marido al
movimiento peronista. 60
Nacido en Buenos Aires en 1906, Borlenghi fue uno de los líderes más prominentes de la
Confederación General del Trabajo hasta 1943, así como también secretario general de la Confederación de
Empleados de Comercio desde 1931 y ex miembro del Partido Socialista. Su aporte a la movilización obrera
en favor de Perón, antes y después de las elecciones de 1946, es clara y conocida, lográndola mediante sus
lazos con líderes sindicales, el gremio que dirigía y también desde las páginas del diario El Líder, que
dependía de la Confederación. Asimismo invirtió esfuerzos en la captación de activistas socialistas para la
causa peronista, con cierto éxito. 61 Menos conocida es su influencia sobre Perón en los aspectos ideológicos.
Pese a la falta de documentos, la impresión es que personas como Borlenghi fueron un canal para la
transferencia a la cúpula peronista de ideas y conceptos que se fueron cristalizando en la izquierda argentina
desde fines del siglo XIX. La investigación histórica hasta el momento destacó la impronta que dejaron en
Perón su capacitación como soldado y su formación como oficial en las instituciones militares. Allí fue
donde aprendió por primera vez sobre los conceptos de la potencia nacional, el liderazgo y la organización,
que posteriormente trasladará de la arena castrense a la política. 62 Puede encontrarse un largo debate sobre la
influencia de la doctrina social de la Iglesia Católica en sus ideas sobre la justicia social. 63 También algunas
de las nociones de la extrema derecha, nacionalista y católica, hallaron su rumbo hasta la ideología y la
política de Perón. 64 Numerosos investigadores consideran a los miembros de la FORJA, representante del
nacionalismo populista y antiimperialista, como los principales precursores del nacionalismo peronista. 65
En cambio, otros ingredientes de la ideología de Perón, que colocaban en el centro al pueblo y lo
identificaban con la Nación, que enfatizaban la justicia social, que criticaban a la oligarquía y que
enarbolaban la necesidad de aspirar a la independencia económica, se basaban en gran medida en conceptos
que se fueron forjando en la izquierda argentina en diversos debates desde comienzos del siglo. La presencia
60
Los siguientes párrafos se basan en gran medida en la entrevista que mantuve con Clara Borlenghi (Buenos Aires, 9-
9-97), en su oficina en la Confederación de Empleados de Comercio, organismo que dirigió su marido durante muchos
años.
61
En los años 1953-1954, Borlenghi estaba detrás del intento de integrar al ala disidente del Partido Socialista, liderada
por Enrique Dickmann, a las filas del peronismo. En este marco Perón entregó a Diekmann la medalla al mérito por sus
logros académicos en la universidad, a la que era acreedor desde hacia muchos años, y que no se le había dado debido a
su origen judío.
62
Mariano Ben Plotkin, “La ‘ideología’ de Perón: continuidades y rupturas”, en Samuel Amaral y M. B. Plotkin
(comps.), Perón del exilio al poder, Buenos Aires, 1993, pp. 45-67.
63
Ciria, Perón y el justicialismo
64
Al respecto, ver: David Rock, Authoritarian Argentina: The Nationalist Movement. Its History and Its Impact,
Berkeley, 1993, pp. 138-183.
65
Buchrucker, Nacionalismo y peronismo, pp. 308-310; Mark Falcoff, “Argentine Nationalism on the Eve of Perón:
Force of Radical Orientation of Young Argentina and Its Rivals”, tesis doctoral inédita, Princeton University, 1970;
ídem, “Raúl Scalabrini Ortiz: The Making of an Argentine Nationalist”, Hispanic American Historical Review, Vol. 52,
No. 1 (1972): pp. 74-101; Arturo Jauretche, Forja y la década infame, Buenos Aires, 1962.

17
de personalidades con antecedentes socialistas, como Bramuglia y Borlenghi en el entorno cercano al Primer
Trabajador, podía ser una canal adicional, no exclusivo, para la integración de estas concepciones al corpus
ideológico que se fue conformando como “doctrina peronista”. 66
Pero también sobre Borlenghi, a pesar de su preferencia de actuar detrás de las bambalinas y de no
revelarse demasiado al público para no poner en peligro su puesto dentro del gobierno de Perón, se cernía la
nube de una posible destitución. Algunos años después de haberse hecho cargo de la cartera del Interior,
suscribieron activistas de diversos sindicatos una petición que exigía el alejamiento de Borlenghi de sus
funciones, por no ser lo suficientemente leal al peronismo. En un encuentro con aquellos dirigentes, Perón
hizo visible su enojo y sostuvo que la actitud de Borlenghi era intachable. Sólo más tarde se supo que la
iniciativa de dicha petición vino del mismo Palacio de Gobierno; Perón mostró la carta a Borlenghi
prometiendo que no la utilizaría, pero que la mantendría archivada. 67 Borlenghi se vio forzado, de cualquier
modo, a presentar su renuncia tras el fallido golpe de Estado de junio de 1955, que se produjo en el contexto
del continuo enfrentamiento entre Perón y la Iglesia Católica. 68 Perón intentó al comienzo adoptar una
política apaciguadora hacia la oposición, en cuyo marco destituyó del gobierno a personalidades
identificadas como anticlericales, como el ministro de Educación Méndez San Martín, el secretario general
de la CGT Eduardo Vuletich y el “judío” Borlenghi. 69 Esta política apaciguadora fracasó y Perón la
abandonó rápidamente.
Puede resumirse entonces que se requiere una investigación metódica sobre las personalidades que
conformaban la segunda línea del liderazgo peronista a los efectos de comprender mejor la cristalización de
la coalición formada y de los diversos insumos que modelaron la doctrina justicialista. De tal manera se
aclararán varios de los aspectos de aquel fenómeno populista que marcó a fuego la historia argentina del
siglo XX: el peronismo.

66
Un trabajo pionero en este sentido es el de Idit Gil, “Argentine Leftist Intellectuals, Nationalism and Social Justice
(1894-1947): The Origins of Peronism?”, tesis doctoral inédita (en hebreo), Universidad de Tel Aviv, 1998.
Sobre varias de las posturas de Borlenghi mientras se desempeñaba como ministro del Interior pueden consultarse las
siguientes publicaciones: Angel G. Borlenghi, La reforma constitucional, Buenos Aires, 1948; ídem, Evolución del
movimiento obrero, Buenos Aires, 1950; La opinión de Perón sobre los empleados de comercio; las directivas de
Borlenghi orientan al gremio, Buenos Aires, 1954.
67
Entrevista del autor con José Luis de Imaz (Buenos Aires, 1-9-97).
68
Sobre este tema, ver: Ruben Jesús de Hoyos, “The Role of the Catholic Church In the Revolution against President
Juan Perón”, tesis doctoral inédita, New York University, 1970; Caimari, Perón y la Iglesia Católica, IV Parte; Noreen
Frances Stack, “Avoiding the Greater Evil: The Response of the Argentine Catholic Church to Juan Perón, 1943-55”,
tesis doctoral inédita, Rutgers University, 1976, cap. 6; Michael A. Burdick, For God and the Fatherland: Religion and
Politics in Argentina, Albany NY, 1995, cap. 2.
69
A diferencia de su imagen pública, de charlas que mantuve con diversas figuras peronistas surge que Borlenghi
precisamente estaba entre los más determinados opositores dentro de la cúpula peronista a enfrentarse con la Iglesia
Católica (entrevista del autor con Miguel Unamuno, 1-9-97; Potash, The Army and Politics, II, pp. 175-176). Borlenghi
no era judío, mas fue presentado como tal por los nacionalistas católicos; estaba casado con una judía y nombró como
subsecretario en el ministerio del Interior a su cuñado, Abraham Krislavin.

18

También podría gustarte