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"Lactancia y feminismo en El Ángel del Hogar (1859) de Pilar Sinués"

Article  in  SIGLO DIECINUEVE (Literatura hispánica) · January 2018


DOI: 10.37677/sigloxix.v0i24.35

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1 author:

Mikel Lorenzo Arza


Villanova University
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Lactancia y feminismo en El ángel del hogar (1859) de Pilar Sinués

Mikel Lorenzo-Arza (mikel.lorenzo-arza@villanova.edu)

Villanova University

Resumen: Una de las preocupaciones recurrentes en El ángel del hogar (1859) tiene que ver con la
necesidad de que las mujeres de clase media española repudien el uso de las nodrizas y adopten la lactancia
natural como método de crianza para sus vástagos. El feminismo de Pilar Sinués auxilia el discurso de una
pléyade de sacerdotes, médicos, ginecólogos, que abogan por que la mujer burguesa se convierta en una
profesional de la maternidad y contribuya al enriquecimiento de la nación, incentivando las tasas de
natalidad y proporcionando ciudadanos saludables a la patria.

Abstract: One of the main topics in El ángel del hogar (1859) is related to the need of middle-class Spanish
women to disavow the use of wet nurses and breastfeeding as a method of nurturing their babies. Pilar
Sinués's feminism addresses the discourse of many priests, doctors and gynecologists who advocate
bourgeois women to become a professional of maternity so that she can contribute to the prosperity of the
nation, increasing birth rates and providing healthy citizens to the country.

Palabras clave: feminismo introspectivo – lactancia natural – emancipación de la mujer.


Keywords: introspective feminism –breastfeeding –emancipation.

1. Introducción

Durante las dos últimas décadas del siglo XIX, la cuestión de la maternidad se convierte

en objeto de debate para médicos, maestros, políticos e incluso sacerdotes que aleccionan a las

madres para que se conviertan en profesionales de la gestación y que, de esta forma, combatan las

incipientes tasas de mortalidad infantil que frenan el progreso de las naciones 1. Los estadistas de

los principales países europeos abogan por doctrinas mercantilistas que identifican riqueza con

tasas de población abundante y saludable. En este contexto prolifera una "literatura higienista" que

trata de consolidar un modelo familiar donde la maternidad se subordine a férreas políticas

sanitarias 2. Técnicos sanitarios como Gelabert, Dolores Aleu Riera o Hernández Poggio con sus

Cartas a Clemencia sobre la higiene del bello sexo (1847) instruyen a las mujeres burguesas para

que se conviertan en auxiliares de la población demográfica del país. Las lecciones que extraen de
2

estas obras repercuten en el cuidado de sus propios hijos, pero también les sirven para adoctrinar

a las mujeres de clase obrera que, al fin y al cabo, "han de proporcionar un día brazos al país,

porque estos brazos fomentarán el trabajo, fuente abundosa de paz y bienandanza" (Gelabert 22).

La manera en que las madres burguesas deben cuidar de sí mismas y, a su vez, el magisterio que

deben ejercer sobre las madres obreras para que no pierdan a sus hijos, se convierte en una parte

importante del discurso sanitario. Las proclamas de catedráticos de medicina, directores de

hospitales y pedagogos patentan prácticas y valores en relación con la crianza, o el tema que nos

ocupa, la lactancia o el legítimo uso de las nodrizas.

Uno de los objetos de preocupación de El ángel del hogar (1859) tiene que ver con la

proliferación de nodrizas entre las madres de la burguesía española y la consabida preocupación

por los efectos perniciosos que acarrea este tipo de lactancia 3. Los dos volúmenes de esta obra

intercalan artículos de periódico, historias de ficción y meditaciones que, a modo de miscelánea,

perfilan el carácter ideal de la mujer pequeñoburguesa. Su plenitud se identifica en lo que Pilar

Sinués metaforiza como "la poesía del hogar doméstico" (González Sanz 65). La lactancia aflora

como una tarea importante para quien aspira a alcanzar la virtud en el hogar y tiene conciencia de

los estragos que implican las nodrizas en la vida familiar. El pensamiento médico de la época

condena el amamantamiento externo puesto que supone un riesgo para la transmisión de los

valores morales que un determinado linaje familiar ha desarrollado a lo largo de su historia (Santos

Gomes 265). De ahí, la machacona insistencia con la que la escritora aragonesa insiste en que sus

jóvenes lectoras se identifiquen con una representación de la mujer como virgen lactante colmando

las aspiraciones de profesionales sanitarios y autoridades religiosas 4.

Este artículo analiza las implicaciones sociales y económicas que tiene la defensa de la

lactancia natural por parte de la escritora aragonesa. Si El ángel del hogar demanda una mujer
3

eficaz en la gestión del hogar, el arquetipo de la virgen lactante reclama la crianza natural de los

retoños en pleno auge de un capitalismo industrial que desplaza a las mujeres fuera del hogar. El

incremento de las nodrizas entre las clases medias cuestiona lo que denominaremos como

"feminismo introspectivo", es decir, la construcción de una especificidad psicológica y sentimental

de la mujer, que se manifiesta a nivel interno más que externo, y que se concibe a partir de una

íntima relación con el hogar y el bebé 5. La unión que se desarrolla entre madre e hijo durante el

amamantamiento desafía la autoridad del marido como bien apunta Massó Guijarro: "Además, la

libido de la madre lactante desciende durante la lactancia hasta niveles hormonales

postmenopáusicos, lo que aleja todavía más del deseo de relaciones sexuales-genitales con una

pareja adulta. Su sexualidad se orienta al bebé" (523). Desde una perspectiva feminista, el hombre

palía este intervalo de rebeldía contratando una nodriza que posibilita que el cuerpo de la mujer

esté sexualmente activo lo más pronto posible. Esto también puede volverse en contra de la propia

esposa como bien apunta la escritora aragonesa: "Yo conozco a un hombre que se apresuró a

cumplir los deseos de su joven y bella esposa, buscando una nodriza al heredero de sus títulos, y

que pasa largas horas en una buhardilla, contemplando embelesado a una pobre muchacha, la cual

amamanta a un hijo que de él tuvo" (Ángel I, 33). La entrada de una nodriza joven abre las puertas

de males mayores por lo que Pilar Sinués advierte a la esposa para que se someta a la narrativa

patriarcal del amamantamiento natural: "La madre desnaturalizada tiene la culpa de que ese

hombre haya buscado, en una falta, el goce inestimable de contemplar el amor materno" (33). El

sexo femenino debe asegurar el régimen patrilineal de transmisión de la propiedad que caracteriza

a las sociedades burguesas y donde la mujer opera como simple receptáculo de los futuros

vástagos. Desde el inicio de la obra, la escritora aragonesa refleja esta preocupación de la clase

media española porque su primer retoño sea un heredero masculino:


4

En los días de angustiosa alegría en que se espera un alumbramiento en una familia,

lo que más preocupa el ánimo de todos es la esperanza de que sea varón la criatura

que va a nacer, y el temor de que sea hembra: todos, sin excepción, anhelan lo

primero, a no ser que la madre, por una razón de egoísmo, desee una hija, que más

tarde ha de ayudarla en los quehaceres domésticos. (Ángel I, 29)

El feminismo de la escritora aragonesa no cuestiona esta instrumentalización masculina del

poder reproductor, pero sí considera que, en determinadas circunstancias, la maternidad permite a

la mujer imponerse sobre las prerrogativas del marido (González Sanz 56). Las discusiones

matrimoniales sobre la conveniencia o no de una nodriza favorecen a la mujer: bien permitiéndole

asistir a saraos, bien emancipando su cuerpo de las necesidades sexuales del marido durante el

periodo de amamantamiento. En cualquier caso, la mujer no debe prescindir de su capacidad de

lactar porque se asimila a la castración de un derecho natural que deviene en enfermedad o

depresión. Una mujer no puede frecuentar fiestas ni funciones teatrales mientras su bebé está en

manos de una nodriza. Esta situación se da en la obra cuando una de las protagonistas enferma

después de que su marido le arrebate el bebé para entregárselo a una nodriza. La mujer cae en un

estado de postración que le incapacita para cualquier tipo de actividad; el marido cuida de ella y

se convierte en su confidente escuchando sus cuitas y adoptando el rol de una amante despechada:

A no ser por Raimundo, que me consuela sin cesar, creo que me mataría la pena

que siento al ver que una nodriza ha de alimentar a mi hija; pero su cariño sabe

prestar a mi pena un calmante tan eficaz, me pinta con tanta ternura y viveza lo que

padece viéndome sufrir, que procuro consolarme por su tranquilidad. A lo menos,

he conseguido a fuerza de tacto y de firmeza, hermanada con no pequeña parte de


5

dulzura y persuasión, que la nodriza se avenga a dejarme la niña durante casi todo

el día, y a dormir en mi alcoba por la noche. (Ángel I, 168)

Esta defensa del amamantamiento como parte del instinto natural de la madre se encuadra

dentro de un contexto socioeconómico del que la autora aragonesa es plenamente consciente: la

destrucción de la moral pequeñoburguesa y su absorción por un capitalismo especulador que altera

la posición social de la mujer (González Sanz 80-81). Las nodrizas operan como agentes sociales

de este nuevo mundo de fábricas, talleres, cafés, tiendas de moda, que arrastran a las mujeres

destruyendo los cimientos de la maternidad. El abandono de la lactancia implica un

desplazamiento de la mujer desde el "interior" de su propio ámbito de autorrealización personal

(el hogar) a esa sociedad patriarcal donde rigen intereses masculinos.

2. Capitalismo y lactancia en El ángel del hogar (1859)

El ángel del hogar (1859) aborda la problemática de las nodrizas como una consecuencia

de esa transición hacia un capitalismo que se fundamenta en la avaricia de magnates y banqueros.

Su texto propone un modelo de conducta para la mujer de esa pequeña burguesía isabelina anterior

al Sexenio Revolucionario (1868-74) y que sufre la irrupción de una clase social más poderosa y

con intereses en la industria pesada 6. En este nuevo contexto histórico, muchas mujeres abandonan

sus tareas domésticas para incorporarse al mercado de trabajo como consecuencia de la ruina

familiar que sobreviene con la caída del pequeño comercio. La incorporación femenina a los telares

y las fábricas imposibilita la crianza natural y se asocia con el fracaso de un sistema de valores que

durante tres décadas había legitimado el modelo familiar isabelino: "Hay necesidad de improvisar

recursos y de encontrar en la especulación el dinero que no da ni el patrimonio, ni tampoco el

trabajo, ese otro patrimonio de la honradez y el decoro" (Un libro para las damas 29). El idealismo

neocatólico del periodo moderado (1844-68) había encumbrado el discurso doméstico de Pilar
6

Sinués; pero ahora, con la irrupción de los nuevos tiempos, colisiona contra ese "realismo varonil"

que emerge durante los primeros años de la Restauración. Clarín, Galdós clasifican a la aragonesa

dentro de ese género folletinesco que asocian con un romanticismo lleno de "sentimentalismo

femenil" (Sánchez Llama 39). Su obra queda descatalogada del canon realista al mismo tiempo

que su ángel del hogar se desvirtúa ante una sociedad industrial que multiplica su oferta para

sacarlo del seno del hogar.

El texto de la autora aragonesa vincula desde un primer momento la popularidad de las

nodrizas con esta creciente necesidad femenina de hacerse notar en la sociedad. Dentro del

providencialismo que reina en gran parte de sus obras, cuando una mujer quiere sobresalir en la

sociedad se da por descontado que no cumple con sus deberes maritales, y que, por lo tanto, no

goza de la dicha divina. Esto le ocurre a una de las protagonistas cuando pare una niña en lugar de

un vástago que sea el futuro heredero del patrimonio familiar: "Reconciliados ya los padres con su

hija, la transmiten a los brazos de una nodriza, porque la joven y elegante madre no puede renunciar

a los saraos, paseos y teatros, por el gusto harto plebeyo de criarla" (Ángel I, 31). La madre

despechada por no haber cumplido con las expectativas le ruega al marido que contrate los

servicios de una nodriza. Pilar Sinúes excusa esta torpeza recurriendo a un argumento

característico de la tradición misógina: la fragilidad del organismo femenino redunda en una

incapacidad para dirigirse en cuestiones tan importantes como el impacto social que se deriva de

elegir entre la lactancia natural o mercenaria (Archer 20-46). Muchos hombres se equivocan

cuando olvidan que estas decisiones relativas a la crianza (sea niño o niña) trascienden del ámbito

doméstico y que no pueden ser las mujeres quienes diriman la entrada de las nodrizas en el hogar.

Pilar Sinués recuerda cómo la propia fisiología de la mujer la sitúa en un plano de inferioridad

jurídica para decisiones tan determinantes:


7

El destino de la mujer es, en verdad, tan desgraciado, que la tristeza que acompaña

a su nacimiento no deja de ser fundada y hasta excusable: débil e inofensiva en su

niñez, está amenazada de enfermedades sin cuento, excediendo la fragilidad de su

organismo a la de todo ser humano. (Ángel I, 26)

De la mujer se espera que se convierta en una profesional de la maternidad mientras que es

el marido quien debe velar por una subordinación de la lactancia a políticas de higiene nacional.

Son los cabezas de familia quienes tutelan a sus esposas para que sean conscientes de su

importancia como transmisoras de los valores familiares. Desgraciadamente, no ocurre siempre

así porque, a veces, olvidan sus responsabilidades y se guían por motivaciones egoístas: "Si, por

otra parte, el esposo está enamorado de su esposa, lo cual, aunque no es muy frecuente, sucede

algunas veces, teme que la belleza de esta se destruya: marido hay que ha dicho delante de mí que

no consentía que su mujer criase a sus hijos porque corría el riesgo de perder los cabellos" (Ángel

I, 31). Este exceso de celo masculino entorpece el papel que el gremio médico ha atribuido a la

madre:

Un trabajo adecuado a sus circunstancias, o digamos a la misión importantísima

que le confió la naturaleza: es y debe ser madre, no entendiendo como tal quien

pare y amamanta su vástago, o lo abandona a manos mercenarias, sino la que dirige,

vigila y desarrolla las facultades físicas e intelectuales del hijo que dio luz.

(Guzmán 51)

La nodriza no puede cumplir con estas labores puesto que solo le mueve un afán lucrativo;

por eso, a escondidas de los padres le niega su leche al bebé para prolongar su servicio más tiempo

(Ángel I, 33). Este racionamiento lácteo ocurre durante las ausencias de los padres y redunda en

perjuicios físicos y morales. A este menoscabo en la crianza del niño, habría que añadirle los
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cometidos durante el embarazo cuando se ha estado expuesta a los malos efectos de la música, el

teatro y los saraos nocturnos. Las madres inteligentes los evitan profundizando en su instrucción

religiosa y en su reclusión, manteniéndose al margen de los peligros sociales que amenazan la

estabilidad familiar. El principal factor social que desintegra esta armonía proviene de la

especulación honrada que impulsa a muchos hombres de clase media a tratar de enriquecerse lo

más rápido posible y a renunciar a la tradicional ética del trabajo que había caracterizado a su clase

social en décadas anteriores. Además, cuando sobreviene la ruina económica de la familia, muchas

mujeres se ven empujadas al mercado laboral, asemejándose la crianza de sus hijos a los hábitos

de las clases sociales más humildes, y permitiéndose la entrada de nodrizas y niñeras para que la

mujer pueda trabajar: "En las clases pobres se crían éstas hasta los ocho años en un completo

abandono, como el trigo en los campos de la Mancha" (Ángel I, 39). Como bien apunta González

Sanz, la caída de esta pequeña burguesía y su absorción (en parte) por los dos bloques hegemónicos

de la Restauración (canovistas y sagastinos) incide también en el discurso de Pilar Sinués sobre el

derecho laboral de la mujer:

En este contexto de cambio del sistema hacia el capitalismo se explican ciertas

brechas dentro del discurso conservador de la escritora que tienen que ver con la

educación y el empleo, pues contempla la necesidad de una formación para quien

ha de ser educadora de su descendencia y la posibilidad de trabajar si las

circunstancias dejan a las jóvenes sin varones proveedores. (82)

La escritora no comparte las reivindicaciones laborales de autoras coetáneas como Rosario

Acuña o Concepción Arenal porque la mujer solo puede incorporarse al mercado laboral en

circunstancias muy concretas. Como apunté anteriormente, una de las coyunturas históricas más

habituales es la bancarrota del pequeño burgués que pierde su fortuna en pleitos diversos y termina
9

arruinando a su familia guiado por un irracional afán de lucro. El pater familias termina

enfermando mientras que la esposa se encarga de la educación y la manutención familiar. El ángel

del hogar (1859) denuncia la precariedad de la mujer en este tipo de situaciones a través de

diferentes testimonios como, por ejemplo, el de la señora Rivera. A su viudez, le preceden los

litigios de su marido para adquirir una serie de bienes, su fracaso y consiguiente enfermedad, que

le incapacita para liderar la familia: "Un inesperado disgusto aquejó al súbito esposo de

Magdalena; púsole pleito un pariente suyo, sobre unos bienes vinculados que formaban casi su

fortuna entera" (Ángel I, 77). La escritora aragonesa no detalla las vicisitudes del juicio, pero

remarca el entrelazamiento de dos procesos psicológicos: la demencia del padre evoluciona en

paralelo a la proletarización de la mujer. Sobrevive empeñando las pertenencias más prescindibles;

mudándose a una casita menos ostentosa y decorándola con maestría a pesar de sus pocos recursos:

Magdalena empezó el arreglo de su casa despidiendo a su doncella, a un criado y a

otra muchacha que estaba encargada del cuidado de las niñas. Únicamente conservó

a la nodriza de Rosa y a la cocinera. En seguida, vendió algunos muebles y se

trasladó a una casita situada en un barrio muy solitario de la ciudad, y que por lo

mismo adquirió por un precio muy módico. (Ángel I, 83)

La desaparición del cabeza de familia exige precaución a la mujer para cuidarse de

chismorreos. Trabaja desde su casa; cosiendo y cumpliendo con sus labores sin subvertir el espíritu

del ángel del hogar. Las segundas nupcias se aceptan solo cuando rectifican los errores del primero:

renegar de un marido descontento o narcisista porque este tipo de psicologías desequilibran el

orden doméstico (González Sanz 73). Se incide de nuevo en la idea de que el marido destaque por

su capacidad de ahorro y dedicación al trabajo. Este segundo matrimonio solo tiene sentido si

devuelve a la mujer a su posición de supervisora del crecimiento de sus hijos. Su irrupción en el


10

mercado laboral es ocasional, completamente desvinculada de las primeras prédicas socialistas.

Las pláticas sobre la igualdad entre sexos atentan contra el orden natural de las cosas; cualquier

ideología que cuestione esta división traerá perjuicios a la sociedad:

Ya lo he dicho muchas veces. La ciencia no conviene como las faenas domésticas

no convienen al hombre. A cada uno ha señalado la religión y la sociedad sus

atribuciones, y es una locura querer trocarlas o violentarlas. Ocúpese la mujer en

amar a su esposo y a sus hijos, y en embellecer su casa. Ocúpese el hombre en los

negocios y en el estudio, que es su misión. (Ángel II, 225)

Una parte importante de El ángel del hogar (1859) se centra en vincular feminismo y

socialismo especialmente en relación con la nueva división del trabajo que propone el capitalismo

industrial. A mediados de siglo, en países como Inglaterra, las mujeres se incorporan a los telares,

las fábricas y a la administración de los negocios mercantiles; en estas circunstancias, se cuestiona

su presencia en el hogar y esto incide en la crianza natural de los hijos. Este fenómeno ocurre

especialmente en países anglosajones donde, como bien apunta la propia escritora aragonesa,

resulta incomprensible que la mujer se recluya en el hogar. Así lo manifiesta el banquero Wilson

a los pocos meses de casarse con su mujer española, Rafaela: "¡Oh, buen Dios! –exclamó el inglés

levantando al cielo sus flacas manos con una cómica expresión de irritado pasmo; ¿luego en

España es la mujer un mueble inútil del todo?" (Ángel I, 288). Para el magnate británico,

contraviene su espíritu pragmático el que la mujer permanezca en la casa sin hacer ninguna

contribución a sus negocios, y ni siquiera considera sus labores domésticas como actividad

productiva.

Esta pequeña novelita, que se inicia al final del primer tomo y que ocupa gran parte del

segundo, narra las vicisitudes del matrimonio interesado de Rafaela tras el fiasco económico de su
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padre. Su casamiento con el financiero Wilson reproduce un contexto sociohistórico similar al de

otras historias: el señor Aguilar emprende una serie de negocios en Inglaterra y sus primeras

ganancias se truecan en pérdidas cuando su hija rechaza la proposición de matrimonio del

británico. El comerciante madrileño choca contra un magnate sin escrúpulos y paga su avaricia

con la destrucción de su aurea mediocritas. Rafaela se casa con el inglés para evitar las penurias

de su progenitor. Tras quedarse embarazada, sufre la filiación de su marido con las teorías

emancipadoras:

—¡Ah! Continuaba tras una pausa: ¡si yo llegara a tener una hija!... ¡Cómo había

de educarla! ¡Yo la instruiría por completo en todos los negocios y ella realizaría la

emancipación de la mujer, ese gran pensamiento, al cual debería que todos mis

caudales fuesen suyos, suyos exclusivamente, sin que tuviese que dividirlos con

nadie! ¡Lo que yo he ganado no saldría de mi familia, y la había de enseñar a ser

tan avara, que hiciese enterrar con ella el cofre de oro! (Ángel I, 293).

Alicia sigue las disposiciones feministas cuando recibe la misma formación que el hombre

de negocios: destreza para el cálculo, las lenguas y las relaciones comerciales, revirtiendo en una

menor presencia en el hogar. También se resiente su aspecto físico al transformarse en un ser

andrógino que nunca se acicala y siempre lleva el pelo corto. Su suicidio final culmina una larga

cadena de desencuentros con su madre ante la que se muestra incapaz de manifestar ningún tipo

de afecto, tachándola de débil e inútil en contraposición a su padre. El origen de este trágico final

se localiza en su crianza, cuando el empresario británico la arrebata de los brazos de su madre para

entregársela a una nodriza. La niña queda a expensas de la educación libertaria del padre. El

calamitoso destino de Alicia se anticipa ya en su nacimiento, cuando su madre Rafaela se incorpora

de su lecho, fuera de sí, reclamando que le devuelvan a su recién nacido: "¡Mi hija!... ¡Yo quiero
12

mi hija!... Gritó con la energía salvaje de una madre a quien roban el fruto de sus entrañas. ¡Yo

quiero criarla a mi seno, tenerla siempre junto a mí, no separarme jamás de ella!... ¡Mi hija, mi

hija! ¡Que me devuelvan a mi hija!..." (Ángel I, 305). Esta separación antinatural del seno materno

marca la psicología de la hija, que ya desde su más temprana infancia se ve desprovista de un

afecto irremplazable.

En las "Las impresiones de la mujer en el acto de fecundación" (1897), el doctor sevillano

Hernández Poggio ya había advertido sobre la vinculación entre las impresiones femeninas y

diferentes fases de la vida del bebé (3). Los planes de Wilson infringen periodos claves en los que

se conforma la personalidad del bebé. Su intención de crear un sexo femenino que pueda valerse

por sí mismo y que no necesita de ningún tipo de amparo contraviene las normas de la naturaleza.

A esto se le añade el hecho de que las teorías emancipadoras del mundo anglosajón no son

aplicables a la mujer española: "En Francia e Inglaterra se educa a la mujer para los negocios y

para el comercio. En España, lo que se educa, es para la casa" (Ángel I, 291). El desafortunado

final de Alicia se consuma porque no es un organismo del todo "inglés", ni "helado" como apunta

la propia escritora aragonesa (Ángel II, 179). A pesar de criarse entre lo más granado de la sociedad

inglesa, su herencia latina acaba revelándose cuando rompe el cerco al que le había sometido su

padre y sale en busca de su madre. El reencuentro entre ambas fracasa, ya que la hija termina

volviendo a la senda paterna hasta que se suicida en la ruina más absoluta.

Su existencia ha transcurrido determinada por esa misma alma híbrida que también

perjudicó a su madre durante sus primeros meses en Londres: "Rafaela se muere; nacida bajo un

cielo radiante e iluminado por un sol siempre hermoso y vivificador, su corazón se hiela bajo

nuestras nieblas; su cabeza dolorida está destrozada; su estómago debilitado y casi perdido el

apetito, causa natural de su absoluta carencia de ejercicio" (Ángel II, 10). El medio ambiente inglés
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tiene el mismo efecto sobre la fisiología de la mujer española que las teorías emancipadoras. Las

sociedades anglosajonas se insertan dentro de un capitalismo industrial que exige productividad a

todos los miembros de la familia. La mujer española no tiene cabida dentro de este modelo

económico porque su existencia debe de adecuarse a la tradición histórica de su país: "En Francia

y en Inglaterra la mujer es erudita o excelente tenedora de libros. En España es solo buena esposa

y buena madre. Allí tiene algo de varonil. Aquí es enteramente mujer. Allí tal vez ella misma

maneja y hace producir sus caudales. Aquí necesita el apoyo constante del hombre" (Ángel I, 292).

El desarrollo del pensamiento feminista se vincula con la implantación de una sociedad industrial

que cuestiona el modelo familiar del periodo moderado (1844-68). Ya no sirve una mujer que se

dedique exclusivamente a las labores domésticas, sino que también debe acceder a los caminos de

la ciencia y el comercio (González Sanz 71). Esta incursión de la mujer en las profesiones liberales

no puede darse en tanta medida en España por su secular atraso en comparación con los países

anglosajones. Solo en determinadas circunstancias, cuando la quiebra familiar empuja a la mujer

a compatibilizar la crianza con el desarrollo de algunas profesiones. La escritora aragonesa señala

entonces el impedimento que supone el activismo profesional de la mujer para una correcta

lactancia, y, en consecuencia, el riesgo moral y biológico para los hijos que, en algunos casos,

serán futuros cabezas de familia. El capitalismo industrial incentiva la contratación de nodrizas,

niñeras; cuestiona los consejos de moralistas que desarrollan un gran número de prejuicios contra

la primacía biológica y moral de la mujer en la crianza. Las tesis de Pilar Sinués se alinean con

esta pléyade de prohombres a la par que reivindica el papel estratégico de la mujer en ámbitos

como el hogar.

3. Feminismo introspectivo contra la emancipación femenina


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En la tradición psiquiátrica y jurídica del siglo XIX, la noción del monstruo evoluciona

desde la deformidad física hasta su conceptualización en el campo de lo moral y lo social: "Hay

monstruosidad donde el desorden de la ley natural toca, trastorna, inquieta, el derecho civil, el

canónico o el religioso" (Foucault, Los anormales 65). El rechazo de la escritora aragonesa hacia

la mujer que no se ocupa de sus labores, o que reniega de la lactancia materna se inscribe dentro

de esta literatura denunciatoria. Como bien apunta Alba González Sanz, el caso de Alicia se

materializa como el ejemplo más notorio de monstruosidad. Su apariencia masculina y defensa de

las teorías emancipadoras la convierten en una naturaleza extraviada que padece las consecuencias

de no haber sido amamantada por su madre. Los posteriores descubrimientos de Pasteur refuerzan

los prejuicios sobre la importancia del amamantamiento natural para garantizar un correcto

desarrollo de los infantes, especialmente, si se trata de mujeres.

Para la tradición literaria misógina, la capacidad de amamantar es uno de los pocos dones

que la naturaleza concede a las mujeres para redimirse de imperfecciones fisiológicas. A través de

la cría presta un servicio irremplazable a las sociedades humanas y se aproxima a ese arquetipo

mariano que juega un papel sustancial en su defensa ante las críticas misóginas: "María es la pieza

clave en el intento de los escritores patrísticos y medievales de demostrar que, a pesar de Eva, hay

en la mujer una capacidad de autosuperación" (27). Esta superposición de la madre de Cristo sobre

Eva implica que la maternidad sea una vía espiritual para elevarse sobre un cuerpo deficitario 7. El

hogar se materializa como el espacio más apropiado para que la madre lleve su maternidad hasta

el paroxismo; tal y como ocurre con la señora Rivera que convierte la habitación de su difunto

marido en un santuario para sus hijos: "Habitaba la misma en que su esposo había exhalado el

último suspiro; el alma enérgica y tierna de la señora Rivera no podía comprender cómo hay seres

que quieren huir de los sitios postreros que han habitado las criaturas que les han sido queridas"
15

(Ángel I, 114). Los modelos para este tipo de conductas son la vida de santas como María de Santo

Domingo, Santa Teresa de Jesús o Inés de la Cruz, aunque algunas secuencias de sus existencias

sean censurables:

María de Santo Domingo, que pasaba largas horas en éxtasis, se autodenominaba

la compañera y esposa de Cristo. No obstante, era tanto la atención que llamaba por

su larga cabellera, sus bailes lascivos y los besos con los que recibía a sus visitantes,

que fue ajusticiada cuatro veces por sus superiores. (Wollendorf, 99)

Pilar Sinués estima que se admire a las santas, pero sin caer en la emulación extrema puesto

que la virtud se puede alcanzar de manera más sencilla (González Sanz 69). El ser una mujer

limpia, familiar, que se encargue de sus hijos y que prefiera la reclusión del hogar, es suficiente.

Solo de esta manera puede ejercer su función más importante: "El ministerio más intelectual de la

sociedad: aquel que deposita los primeros gérmenes morales del que resultarán más tarde las

acciones y las obras de toda la vida" (Herrero y Ayora 281). Con las teorías emancipadoras se

atenta contra la que en palabras de muchos médicos cumple una misión fundamental en la

preservación de la especie. A través de la incorporación laboral de la mujer se pone en peligro su

fertilidad como bien afirma el ginecólogo Ángel Rubí: "La mujer pues, al compartir con el hombre

los trabajos que a éste solo corresponden en el orden natural, quema en sus pulmones y acaba de

destruir en los intersticios de su trama orgánica, los gérmenes de su más encantadora belleza" (30).

Esta conservación de esas funciones biológicas reproductivas se convierte en un argumento para

convencerlas de su papel estratégico dentro del hogar. De la misma manera se recurre a otras

afirmaciones como, por ejemplo, las múltiples patologías que conllevan el uso del corsé y, por lo

tanto, el imperativo de no frecuentar eventos sociales. Todos estos juicios médicos recalcan el

rechazo a la sociedad y el internamiento dentro del hogar.


16

El feminismo introspectivo apoya todas estas premisas porque bajo ningún concepto quiere

subvertir el concepto de la feminidad labrado a partir de la "ley del padre" o del "sistema simbólico

autorizado por la razón masculina" (Rojas Audas 105). Reniega de cualquier protagonismo de la

mujer en la sociedad y circunscribe su área de acción al hogar. Prefiere reivindicar una

domesticidad que responsabiliza al hombre (sujeto social) de introducir cualquier perturbación en

el seno del hogar. Cuando el marido fracasa en negocios arriesgados, la mujer tiene que salir al

exterior, facilitando el acceso de nodrizas y niñeras. Por culpa de la avaricia masculina peligra la

práctica de la lactancia natural como vía que asegura una correcta transmisión de los valores

morales y culturales de un linaje familiar. La maternidad tiene un valor estratégico como "misión

divina" que se materializa en la virgen lactante. Este paradigma aglutina, junto al estereotipo del

ángel del hogar, las pulsiones más valiosas del ser humano, las eróticas:

Suponemos que las pulsiones del ser humano son solo de dos clases: aquellas que

quieren conservar y reunir –las llamamos eróticas, exactamente en el sentido de

Eros en El banquete de Platón, o sexuales, con una consciente ampliación del

concepto popular de sexualidad–, y otras que quieren destruir y matar; a estas

últimas las reunimos bajo el título de pulsión de agresión o de destrucción. (Freud

45)

Son estos últimos estímulos los que caracterizan no solo al sexo masculino, sino también a

la mujer trabajadora que altera los límites establecidos por la naturaleza. Si a veces destacan por

su androginia, otras levantan sospechas de lesbianismo como le ocurre a Rafaela cuando se traslada

al castillo escocés del doctor Simpson. Durante su estancia para tratarse de su enfermedad tras

habérsele arrebatado su bebé, Rafaela reacciona airada ante la hija del doctor, miss Enriqueta,

cuando trata de desnudarla: "Tanta era su distracción, que no advirtió que Enriqueta le iba
17

desnudando: "—Por Dios, señorita, ¿qué hace V.? –exclamó Rafaela confusa. —Mejor será, dijo

Enriqueta, que nos llamemos de tú: ¿No me ha encargado mi padre que nos miremos como

hermanas?" (Ángel II, 25). Las teorías de emancipación germinan en cabezas perturbadas que

manifiestan también anomalías sexuales. Este tipo de tópicos médicos reafirman a la escritora

aragonesa sobre las atribuciones femeninas y también corroboran su rechazo del capitalismo como

un modelo socioeconómico que alienta no solo la ruina de su clase social, sino también

perversiones de la naturaleza. Es entonces cuando entran en escena los arquetipos del ángel del

hogar o la virgen lactante como figuras que reconcilian al hombre de clase media con sus valores

tradicionales.

4. Conclusiones

En plena ebullición de la sociedad industrial, el discurso feminista de Pilar Sinués conecta

con la producción literaria de muchos profesionales sanitarios que exhortan a la consolidación de

un modelo familiar que frene las incipientes tasas de mortalidad infantil. Las tesis médicas

coinciden con los discursos que desde la esfera económica identifican tasas de natalidad con

poderío nacional. El mercado laboral se diversifica entre sectores no productivos como las mujeres

o los niños; se masifica la entrada de nodrizas y niñeras que inciden negativamente en la

procreación de las nuevas generaciones. Una obra temprana como El ángel del hogar (1859) aboga

por una defensa de la lactancia materna como cualidad intrínseca de esta pequeña burguesía que

sufre las primeras consecuencias del capitalismo. La cuestión de la lactancia adquiere una

importancia significativa para su supervivencia como clase porque afianza la unidad de la familia

en torno a la figura materna. El vínculo indisoluble entre madre y bebé se corporeiza en el arquetipo

de la virgen lactante mientras que el del ángel del hogar materializa la unión con el hogar. En una

tentativa desesperada por contravenir los efectos de la modernidad, la escritora aragonesa se aferra
18

a estos dos modelos de conducta como la única vía para conservar una estabilidad doméstica que

muta hacia nuevas posibilidades.

NOTAS

1
. En uno de sus múltiples estudios sobre una de las novelas cumbre del Realismo español, Fortunata y Jacinta (1887),
Stephen Gilman alude a un conocido fragmento sobre el simbolismo que irradia el busto femenino de Fortunata:
"Vamos, que si la ves tiras piedras. Te acordarás de aquel cuerpo sin igual, de aquel busto estatutario, de esos que se
dan en el pueblo y mueren en la oscuridad cuando la civilización no los busca y los presenta. Cuantas veces lo dijimos:
¡Si este busto supiera explotarse…! Pues, ¡hala!, ya lo tienes en perfecta explotación. ¿Te acuerdas de lo que sostenías?
El pueblo es la cantera. De él salen las grandes ideas y las grandes bellezas. Viene luego la inteligencia, el arte, la
mano de obra, saca el bloque, lo talla. Pues chico, ahí la tienes bien labrada... ¡Qué líneas tan primorosas!" (152).
Fortunata encarna a ese pueblo sin esculpir que los señoritos tratan de manera defectuosa, especialmente a esas mujeres
de clases populares a las que utilizan sexualmente y corrompen aderezándolas con prendas peligrosas para la propia
fisiología femenina (el corsé, el talle). En las últimas décadas del siglo XIX, los discursos médicos en torno a la mujer
insisten en que las mujeres cuiden correctamente de ciertas partes de su anatomía (pecho, órganos sexuales).
2
. Dentro del concepto de "literatura higienista" incluimos el conjunto de textos que abordan problemáticas vinculadas
con la salud pública: revistas, congresos, libros que con un carácter divulgativo aproximan a la población cuestiones
relacionadas con el mejoramiento de la salubridad nacional y, preferiblemente, de la vida en las urbes. La alimentación,
la sexualidad y la higiene se convirtieron en cuestiones fundamentales para las instituciones públicas que prestaron
especial atención al ámbito doméstico de mujeres y niños.
3
. La cuestión de la conveniencia o no de las nodrizas atraviesa fases muy diversas a lo largo de la Historia europea:
entre los siglos XVI y XVIII su utilización fue recomendada solo a la aristocracia y la burguesía hasta que
posteriormente se extendió entre las clases populares. El texto Émile ou de l'éducation (1762) de Jean-Jacques Rosseau
se constituye en la principal diatriba moderna contra el uso de las nodrizas. Según el filósofo francés, la lactancia
materna une con firmeza a madres e hijos, cohesiona la familia y proporciona los fundamentos para la regeneración
social. Ya durante la segunda mitad del siglo XIX, este prejuicio se populariza entre científicos y políticos
especialmente como consecuencia de los descubrimientos de Louis Pasteur y las alarmantes cifras de mortalidad.
4
. De acuerdo con la tradición, la virgen de la leche es una iconografía que representa en el transcurso del
amamantamiento del niño Jesús, el blanquecimiento de una de las rocas de la gruta de Belén al derramarse una gota
de leche. Esta representación mariana adquiere cierta popularidad en los últimos siglos de la Edad Media,
especialmente en los retratos de la Iglesia ortodoxa. Aunque Pilar Sinués no alude nunca a esta imagen, nos parece
útil rescatarla para precisar la defensa de la lactancia materna que la autora aragonesa realiza a lo largo de diferentes
pasajes de la obra. La imagen de la madre amamantando a su bebé se complementa con la función ideológica que
cumple el tradicional arquetipo del ángel del hogar. Ambas reproducciones de la mujer enfatizan sus vínculos con el
hogar y la crianza de los niños.
5
. Uno de los objetivos de este artículo es formular la existencia de un feminismo que arraiga en el magisterio de la
mujer en el ámbito doméstico frente a la sociedad masculina y patriarcal. Pilar Sinués reivindica la incapacidad de la
mujer para desarrollar las mismas funciones sociales que el hombre. Sus tesis feministas tratan de contrarrestar el
influjo pernicioso de las teorías emancipadoras sobre las mujeres de clase media y, sobre todo, subsumir cualquier
reivindicación feminista a la supremacía social, política y económica del hombre.
6
. En los prolegómenos del Sexenio Revolucionario (1868-74) se produce la primera gran crisis del capitalismo que
afecta especialmente al sector textil catalán, dependiente de las importaciones de algodón de los Estados Unidos. A su
vez, la crisis del sector ferroviario golpea a las clases más elevadas mientras que los sectores más populares padecen
las consecuencias de una serie de malas cosechas. En este contexto de evolución hacia una sociedad más
industrializada, la pequeña burguesía del moderantismo (1844-68) pierde protagonismo al no generar suficiente
excedente para renovar sus medios de producción y adaptarlos a sectores emergentes. Pilar Sinués denuncia reiteradas
19

veces la equivocación que supone su caída en una especulación que casi siempre termina en la ruina. Su ideología
doméstica sufre también las novedades socioeconómicas del capitalismo industrial. Para un estudio más detallado del
concepto de pequeña burguesía y el caso particular español, véase Xoxé Manuel Núñez Seixas, "¿Una clase
inexistente? La pequeña burguesía española".
7
. Por literatura misógina entendemos la tradición medieval que categoriza los defectos fisiológicos y morales del sexo
femenino desde los textos clásicos de Juvenal y Aristóteles, hasta los europeos de Bocaccio y Petrarca, pasando por
la tradición bíblica y patrística. Entre los siglos XIII y XV, la Península Ibérica fue un espacio floreciente en la
producción de textos misóginos. Aparte de los tópicos médicos recurrentes sobre la deficiente corporalidad de la
mujer, muchos textos inciden en la idea de que la mujer solo puede redimirse siguiendo la estela de María y liberándose
de sus nefastos vínculos con Eva.

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