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Tarquini y Lanzillota - Redes Intelectuales Itinerarios e Identidades
Tarquini y Lanzillota - Redes Intelectuales Itinerarios e Identidades
Rosario, 2015
Índice
Palabras preliminares
Claudia Salomón Tarquini y María de los Angeles Lanzillotta ................................. 09
Prólogo
Ana Teresa Martínez ................................................................................................. 13
La plaza, las calles, los pueblos. Intelectuales, ideas y territorio, Córdoba (1918)
Ana Clarisa Agüero .................................................................................................. 49
E
sta obra reúne una serie de trabajos referidos a distintos espacios culturales de
Argentina a lo largo del siglo XX, con particular referencia a su rol en la elabo-
ración de discursos identitarios para caracterizar los ámbitos regionales y sus
actores. El campo de estudios en que se inserta este libro ha crecido notablemente en
los últimos años: se ha avanzado en la consolidación de equipos de investigación y en
formulaciones teóricas apropiadas más precisas. Algunos de esos avances y posibili-
dades son ponderados en el prólogo de esta obra, que agradecemos a Ana Teresa Mar-
tínez. En ese sentido uno de los enfoques específicos que requieren mayor atención y
en el que nos hemos concentrado es el de las redes intelectuales, que se presenta en
forma articulada con otras perspectivas que han examinado ámbitos de sociabilidad,
instituciones, itinerarios personales y circuitos de circulación.
A lo largo del libro, el lector notará que se ha usado el concepto de red en sentido
metafórico. Una vieja disputa en el ámbito historiográfico tenía por un lado investi-
gadores que defendían el uso fuerte del concepto de red,1 es decir, la necesidad de
explorar los vínculos efectivamente tejidos, sistematizando datos de densidad, fre-
cuencia y calidad de los contactos, así como su ubicación espacial y evolución en
distintas escalas. Por otro lado, historiadores como Eduardo Míguez2 alertaban sobre
las dificultades para hacer operativo este modelo con las escasas fuentes con que con-
tamos en nuestros archivos locales. Esta discusión se vinculaba con la transposición
del concepto de red desde la antropología y la sociología hacia los estudios históricos:
antropólogos como Clyde Mitchell señalaban ya en 1969 que, a pesar de todas las
posibles fuentes a utilizarse, la información más confiable para este modelo era la
obtenida a través de la observación directa3 y sostenía que la percepción, registro y
análisis de redes sociales se hacía a través de una interacción participante y no partici-
pante, así como del uso de cuestionarios y entrevistas (es decir, medios de observación
1 RAMELLA, Franco “Por un uso fuerte del concepto de red en los estudios migratorios”, en: Bjerg, María
& Otero, Hernán (comps). Inmigración y redes sociales en la Argentina moderna, CECMLA-IEHS,
Tandil, 1995, pp. 9-21.
2 MÍGUEZ, Eduardo “Microhistoria, redes sociales e historia de las migraciones: ideas sugestivas y
fuentes parcas”, en: Bjerg, María & Otero, Hernán (comps). Inmigración y redes sociales en la Argentina
moderna. CECMLA-IEHS, Tandil, 1995, pp. 23-34.
3 MITCHELL, J. Clyde (ed). Social Networks in Urban Situations. Analyses of Personal Relationships in
Central African Towns, Manchester: Manchester University Press, Manchester, 1969, p.61.
10 Redes intelectuales, itinerarios e identidades regionales en Argentina
4 REVEL, Jacques Jeux d’échelles. La micro-analyse à l’expérience, Gallimard, Paris, 1996, pp.145-146.
LEVI, Giovanni Sobre microhistoria, Biblos, Buenos Aires, 1993.
5 Sobre la diferencia entre “grupos” y “categorías grupales”, y desde una perspectiva que defiende el
enfoque relacional en el análisis social, ver también GUERRA, Francois-Xavier “El análisis de los
grupos sociales: balance historiográfico y debate crítico”, Anuario del IEHS, Tandil, núm. 15, 2000,
pp. 117-122.
6 REVEL, Jacques Jeux d’échelles, cit., p.149.
7 RAMELLA, Franco “Por un uso fuerte...”, cit., p.13.
Palabras preliminares 11
8 Entre los estudios que son de referencia obligada, pueden mencionarse los trabajos de ALTAMIRANO,
Carlos –director– Historia de los intelectuales en América Latina. I La ciudad letrada, de la conquista
al modernismo, Katz, Buenos Aires 2009; ALTAMIRANO, Carlos –director– Historia de los
intelectuales en América Latina. Los avatares de la ciudad letrada en el siglo XX.II, Katz, Buenos
Aires, 2010 ; TERÁN, Oscar “Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo (1880-1910): derivas
de la cultura científica”, en Oscar TERÁN –coordinador– Ideas en el siglo Intelectuales y cultura en
el siglo XX latinoamericano, F.C.E., Buenos Aires, 2000; PITA CONZÁLEZ, Alexandra La Unión
Latinoamericana y el Boletín Renovación. Redes intelectuales y revistas culturales en la década de
1920. El Colegio de México, Universidad de Colima México DF, 2009; CHICOTE, Gloria –editora–
Redes intelectuales en América Latina. Los universos letrado y popular en la primera mitad del siglo
XX, Rosario, Prohistoria, 2014.
12 Redes intelectuales, itinerarios e identidades regionales en Argentina
las provincias más antiguas, María de los Angeles Lanzillotta, Claudia Salomón Tar-
quini, Ana María Romaniuk y Florencia Prina analizan las tramas y redes construidas
entre maestros y otros agentes estatales, escritores, músicos y artistas plásticos en La
Pampa, en distintos momentos del siglo XX. Los últimos tres estudios enfatizan en la
segunda mitad, es decir, en el contexto posprovincialización. Este apartado se articula
con el trabajo de Silvia Mellado, que indaga en las redes y espacios de sociabilidad
intelectual en el contexto patagónico.
La tercera parte se concentra en los itinerarios particulares de algunos intelec-
tuales claves en espacios periféricos a lo largo del siglo XX. Pero no se trata aquí de
compilar datos anecdóticos sino de arrojar luz, a través de los itinerarios intelectuales,
la densidad de las tramas de lo social en las que se insertan nuestros personajes y que
habilitan la circulación de sus discursos. Así, Federico Martocci se ocupa de Salomón
Wapnir, el capítulo de Flavia Fiorucci del maestro y abogado Julián Ripa, Lucía Lio-
netti lo hace con Luis Feldman Josín y Anabela Abbona con Germán Canuhé.
Deseamos agradecer a cada uno de los autores por la excelente predisposición
y compromiso y a las instituciones que hicieron posible esta edición. Entre ellas, al
Instituto de Estudios Socio-Históricos de la Universidad Nacional de La Pampa, en
cuyo ámbito se encuentra la colección Estudios y Problemas que se edita en forma
conjunta entre Prohistoria Ediciones y la Editorial de la UNLPam. Asimismo, hemos
podido contar con el financiamiento otorgado por el Fondo de Publicaciones de la
Facultad de Ciencias Humanas de la UNLPam, y de los proyectos “Modernidades en
los márgenes. Sociedad y cultura en La Pampa (1882-1983)” (PICTO dirigido por la
Dra. Marisa Moroni) y “Configuraciones culturales en La Pampa (1882-1991). Tra-
mas simbólicas, identidades y alteridades en la construcción de un espacio regional
marginal” (Res. N° 145/12, Facultad de Cs. Humanas de la UNLPam).
Con este libro pretendimos, sin ser exhaustivos, hacer algunos aportes para la
comprensión y análisis de algunos hilos de una trama constitutivamente más densa,
que tiene por protagonistas a una cartografía de espacios, sociabilidades y actores
diferenciados.
¿Prólogo o post-scriptum?
E
¿Coleccionando alebrijes o abriendo un campo de indagación?
l texto del segundo epígrafe pertenece a una cita del capítulo 9 de este libro.
Quien escribe es Salomón Wapnir, un socialista que vive de su trabajo para la
exportadora de granos Bunge y Born, en la década de 1930, impulsor de varias
iniciativas culturales, editor, periodista y crítico literario que en un marco a la vez de
activismo político y cultural, se relacionó con reconocidos escritores de Buenos Aires
y gozó de cierto reconocimiento capitalino. En este fragmento de correspondencia,
Wapnir recuerda sus experiencias de una década antes en Ingeniero Luiggi, un peque-
ño pueblo ubicado en el entonces Territorio Nacional de la Pampa, donde ya no vivía,
pero con el que conservaba lazos que hacían presente su experiencia inicial de joven
intelectual en formación, abierto desde ese punto del país –muy “remoto” si lo vemos
desde los centros– a las ideas y problemas ideológicos y literarios que circulaban por
el mundo, del que también eran y se sentían parte. Esta experiencia no parece haber
sido excepcional.
1 Agradezco las lecturas de versiones previas de este texto, así como sus sugerencias, a Claudia Salomón
Tarquini, María de los Ángeles Lanzillotta y Ana Clarisa Agüero.
2 JAY, Martin “La explicación histórica: reflexiones sobre los límites de la contextualización” en
Prismas, núm. 16, 2012, p. 145.
14 Redes intelectuales, itinerarios e identidades regionales en Argentina
3 CHICOTE, Gloria (ed.) Redes intelectuales en América Latina. Los universos letrado y popular en la
primera mitad del siglo XX, Prohistoria, Rosario, 2014.
4 No entraremos aquí en el complejo debate entre alta cultura, cultura letrada, cultura legítima, cultura
popular, que supone discernimientos y tomas de posición teóricas que no vienen al caso. Además de
la reciente compilación citada, ver PASSERON, J-C y GRIGNON, C. Lo culto y lo popular, Nueva
Vision, Buenos Aires, 1991 entre otros.
5 AGÜERO, Ana Clarisa y GARCIA, Diego (Ed.) Culturas interiores. Córdoba en la geografía
nacional e internacional de la cultura, Entreculturas y Ed. Al Margen, La Plata, 2010; LAGUARDA,
Paula y FIORUCCI, Flavia (Ed.) Intelectuales, cultura y política en espacios regionales de Argentina
(siglo XX), Prohistoria y UNLPam, Rosario, 2012; “Dossier, los otros intelectuales. Curas, maestros,
Prólogo
15
intelectuales de pueblo, periodistas y autodidactas” en Prismas, núm. 17, UNQ, Bernal, 2013.
16 Redes intelectuales, itinerarios e identidades regionales en Argentina
que estas historias merezcan ser contadas en sí mismas o lo merezcan porque son las
nuestras. Y sin embargo, en el contexto de este libro, aparecen llenas de sentido.
La muy interesante acumulación de casos y fragmentos de historias que viene
produciéndose en los citados libros y encuentros académicos, no crece como un agre-
gado, sino que viene articulándose desde perspectivas y debates teóricos más o menos
explícitos. Avanzar en esta línea de análisis requiere continuar trabajando esta justifi-
cación teórica, que nos permita seguir pensando cada caso como inserto en un proble-
ma mayor, como “caso de lo posible” si lo miramos desde la definición de un contexto
de producción, en el estatuto de “ejemplificación controlada y sistemática”, es decir,
sabiendo que al mundo histórico nunca lo podremos reducir a un lenguaje formal ni
sistematizaremos completamente sus ocurrencias.6 Es decir, supone continuar aproxi-
mando los análisis en el campo de indagación colectiva, donde las preguntas y las hi-
pótesis que van surgiendo del debate y los intercambios, se multipliquen en torno a ló-
gicas que, sin pretender de ningún modo unificarlo, permitan identificar los problemas
que nos ayudan a debatir sobre las cuestiones estructurantes del campo problemático,
que suponen entre otras cosas discutir sobre su razón de ser para explicitar sus impli-
cancias. Las diversas iniciativas y grupos que se ocupan de estos intelectuales y de
estos procesos, se vienen articulando por ahora desde Quilmes, Córdoba, Tucumán,
Santiago del Estero, Salta, La Pampa, Neuquén, La Plata, intercambiando en semina-
rios, coloquios, workshops, simposios y mesas temáticas de congresos más generales,
y comienzan a desplegar un universo de análisis que por momentos se presenta como
nuevo, no sólo por sus referentes empíricos, sino por las cuestiones teóricas que abre
y necesita seguir desplegando, si es que verdaderamente aspira a consolidarse; pero
sobre todo, si tiene sentido para el desarrollo científico y disciplinar de nuevos cono-
cimientos sobre la historia y el presente de nuestras sociedades. Por eso vale la pena
la pregunta por el coleccionista de alebrijes, como un ejercicio que nos empuje a dar
un paso más en esta perspectiva. La tentación de acumular personajes pintorescos
y acontecimientos inesperados ocurridos en lugares imprevistos, cede siempre a las
interrogaciones sobre el cómo y el para qué de la investigación, a la toma de distancia
para sacar conclusiones parciales, extrayendo consecuencias de la fecundidad de los
instrumentos teóricos y metodológicos de investigación, o cuestionando y compleji-
zando su utilización a fin de vislumbrar otras estrategias y preguntas, al modo como
este libro permite hacerlo. Entre el coleccionismo y la pretensión de estar abriendo
un campo nuevo, existe la posibilidad de estar detectando un filón que nos permita
aportar un punto de vista para reorganizar en parte la mina ya existente de la historia
y la sociología de la cultura en Argentina. En lo que sigue nos pondremos en diálogo
6 Ya nos lo recordaba en estos mismos términos Gustavo Sorá en el prólogo a AGÜERO, Ana
Clarisa y GARCIA, Diego Culturas interiores... cit., p. 11, remitiendo implícitamente a desarrollos
epistemológicos ocasionales de Bourdieu y más sistemáticos en PASSERON, J-C La raissonement
sociologique, Nathan, 1991, LAHIRE, Bernard El espíritu sociológico, Manantial, Buenos Aires,
2006, entre otros.
Prólogo
17
especialmente con introducciones y prólogos de los trabajos anteriores y con los ca-
pítulos de este libro, a fin de intentar dar un paso más en esta tarea teórica colectiva.
7 GINZBURG, Carlo y CASTELNUOVO, Enrico “Centro e periferia” en Storia dell’arte italiana, Parte
I, Vol 1, Einaudi, Turin, 1979.
18 Redes intelectuales, itinerarios e identidades regionales en Argentina
ocurre en la nación. Y acto seguido dar por supuestas también unidades como las pro-
vincias y los pueblos, o las regiones constituidas por provincias. Pero este nivel sub-
nacional respondería así a la misma lógica de la delimitación de fronteras políticas,
sólo que en un nivel más pequeño. Y portaría sobre todo una lógica clasificatoria im-
plícita y ambigua. ¿De qué “regiones” se trataría? ¿Qué tipo de delimitación supone?
¿O acaso podría ocurrir que todo lo que no es “nacional”, en el sentido de “consagrado
en la capital”, debería ser entonces “regional”? ¿Y qué sería “regional”? ¿Consagrado
en un centro menor? Quedaríamos en la misma confusión que cuando usamos la vaga
denominación cargada de valoraciones, tan usada en la Argentina, de “el interior”,
que no se sabe a qué “exterior” corresponde, porque si éste fuera el contorno del mapa
nacional, entonces la capital, o formaría parte del “interior”, o quedaría fuera de toda
espacialidad.
Como advierten Agüero y García, cambiar de escala es siempre moverse entre
escalas, es decir, entre centros y circulaciones que descentran. El único modo de no
seguir introduciendo vaguedades de filosofías de la historia clandestinas parece con-
sistir en poner el foco del análisis en las redes, las circulaciones, los vínculos inter y
supra-provinciales, así como los inter y supra-nacionales. Este enfoque, fundamental
–como lo muestran los capítulos de este libro–, nos permite descubrir la multiplicidad
de pequeños y medianos centros que constituyen la verdadera trama de la producción
y la circulación, así como la densidad de lo que ocurre en los distintos puntos de la
red centrada en Buenos Aires y la diversidad de tramas transversales, que se consti-
tuyen en torno a otros polos de atracción y de intercambio, muchas veces para temas
específicos, como la importancia de la ciudad de Paraná para las redes de normalistas
y su influencia en todo el país, las gestadas en torno al Colegio Nacional de Concep-
ción o el peso específico de la ciudad de Córdoba en los procesos relacionados con
la reforma universitaria de 1918, para hablar de tres casos conocidos que asoman
en este libro. Estos circuitos transversales permiten circunscribir áreas de influencia
específicas, diversas y cambiantes, más interesantes que las “regiones”; en algunos
casos percibir las tensiones y la complejidad de intercambios cuando es posible optar
entre centros múltiples –como en el caso de Santiago del Estero, mirando siempre a
la vez o alternativamente a Buenos Aires, a Córdoba y a Tucumán–. Estos análisis
relacionales nos permiten escapar de las lógicas esencialistas que delimitan regiones
cerradas, centros fijos, circulaciones rígidas. La estabilidad de las redes es siempre
precaria y cambiante, aunque pueda tener momentos de mayor persistencia. En este
sentido, imaginar el país como una trama en movimiento, donde a cierta circulación
centralizadora dominante en general, se superponen y entrelazan otros circuitos tam-
bién de estabilidad provisional, muchas veces centrales para una dimensión específica
pero no para otra, parece ser el modo de análisis más ajustado a los hechos y abierto
a integrar una pluralidad de experiencia que dé cuenta a la vez de las difusiones y de
las recreaciones y cambios de significado de lo que circula. En cada caso habrá que
analizar cómo se generan esos movimientos y qué los estabiliza, cómo se consolidan y
Prólogo
19
como trabajadores y marcadamente presentes como mayorías de las que hay que di-
ferenciarse) o sean percibidas como minorías localizables o disueltas, pero en estado
de indefensión (y así disponibles para la reapropiación de una cultura a “rescatar” que
permita construir una idea de nacionalidad que –a través de ese “otro” convertido en
origen– ligue al suelo al inmigrante pioneer que acaba de llegar). Ser “pampeano” o
“tucumano” puede cumplir una función homogeneizadora y excluyente de otras iden-
tidades, como ser “argentino”.
Por otra parte, este libro también nos muestra el rol particular que cumplieron los
maestros e inspectores de escuelas como productores de esos procesos y discursos,
especialmente en los territorios nacionales, donde algunos de ellos formaron parte –a
veces en segunda línea, pero también en lugares centrales– de las elites intelectuales,
y fueron así no sólo difusores de los mismos, sino productores. Al mismo tiempo,
la mirada sobre estos pasajes del territorio a la provincia, con todo lo que supone de
autonomía política, permite ver también que los discursos de identidad no sólo son
un elemento de encuadramiento y clasificación, sino además una herramienta estraté-
gica –en términos fundamentalmente pre-reflexivos– para la fundamentación de esa
autonomía y el reclamo político subsecuente.
8 Cfr. MARTINEZ, Ana Teresa “Intelectuales de provincia: entre lo local y lo periférico” en Prismas.
Revista de Historia Intelectual, núm.17, Bernal, 2013, pp. 171-172 y LANZILLOTTA, María de los
Ángeles, nota 44 de este libro.
Prólogo
21
los territorios, a partir de los años 30, el estado nacional y sus implantaciones locales
tienen ya una densidad mayor y el fomento de la cultura es concebido como una de
sus tareas más o menos naturales en el conjunto de las provincias, que cuentan desde
los años 40 con secretarías u otras entidades a tal efecto, pero donde además el Mi-
nisterio de Justicia e Instrucción Pública –luego Ministerio de Educación– es el gran
financiador a través de la provisión de maestros, inspectores y otros funcionarios del
sistema educativo. Esta diferencia nos pone durante esas décadas, en estos territorios
recientemente organizados por la estatalidad, frente a otros tipos de intelectuales que,
a condición de no entenderlos como tipología realista, sino teniendo en cuenta la
diversidad de puntos de vista clasificatorios que ponemos en juego,9 enriquecen y
complejizan una fenomenología de “intelectuales de provincia”. Esto supone estar
atentos a los procesos de refracción del discurso entre espacios sociales de pertenen-
cia, a los “malentendidos” surgidos de desplazamientos de encuadres, porque ni Ripa
ni Wapnir, ni Canuhé ni Feldman Josín son comprensibles sin estos deslizamientos
entre pertenencias cotidianas, socializaciones específicas y los desplazamientos tar-
díos, ocasionales o disruptivos en términos de encuadre de su producción intelectual.
La formación de maestros, originarios generalmente de familias de obreros o
comerciantes, ajenas al mundo intelectual, socializados como reproductores, con su
dosis de veneración y temor reverencial por la cultura, con su preocupación pedagógi-
ca y su habitus paciente y repetitivo, los acostumbra al ritual de la efemérides, y hace
que tiendan a atreverse a la escritura más tardíamente, como en el caso de Julián Ripa,
y a poner en juego más lugares comunes, de intencionalidad propagandística, gene-
ralmente atravesados en la época por la convicción de su misión civilizadora. Una
pléyade de maestros rurales en distintos espacios de Argentina nos dan su percepción
–a veces las únicas que tenemos para la época, con frecuencia mediadas por el recuer-
do de décadas atrás– sobre las poblaciones originarias y mestizas: Ripa, Washington
Ábalos, Andrónico Gil Rojas. Como nos muestra Fiorucci aquí para el caso de Ripa
(el abogado que se parece tan poco a los hijos de notables que llegaron a la profesión
“naturalmente”, y que como abogado sigue siendo maestro), son los diversos encua-
dres, que se suceden en su trayectoria y cristalizan en el momento de la escritura, los
que operan como performadores de una palabra sobre un “otro” que oscila entre la
piedad, el paternalismo y la inevitable condena por su inadecuación a la expectativa
civilizatoria.
Otro tipo, en general más libre en sus tomas de posición, es el periodista, que
vive o no de este oficio, como un intermediario, difusor y polemista, que se mueve en-
tre las cuestiones de la cultura y las de la política. Feldman Josín ofrece en este sentido
un caso fascinante de maestro, político y periodista, que alerta frente a las tipologías
realistas y pone en evidencia matices y ambigüedades, tanto en su figura como en sus
prácticas. Por otra parte, la notable profusión de la prensa en estos territorios nuevos
De centros y periferias
A riesgo de repetir fundamentaciones y críticas ya muy remanidas, y también de auto-
repetirme, me parece importante recordar también que no ha dejado de ser útil la
perspectiva de análisis que señala centros y periferias en las redes y circulaciones que
analiza. Si la estrategia ha parecido a veces fácilmente desechable es porque preci-
samente no ha sido analizada lo suficiente su posibilidad más interesante: el carácter
relacional de la noción y lo que éste aporta a la comprensión de la densidad propia
que también se desarrolla en las periferias. Como lo vio con claridad la llamada “es-
cuela de Nueva York”10 detrás de los estudios de redes clásicos, con sus sofistica-
ciones matemáticas, y las posibilidades y límites que presentaban, se desarrollaba
una posibilidad que también Bourdieu había visto mucho antes en el estructuralismo
de Lévi-Strauss: la de producir instrumentos de análisis para salir del esencialismo
sustancialista11 que acecha siempre a las ciencias sociales, obligadas a hablar con la
mediación no formalizable del lenguaje natural. El desliz “del sustantivo a la sustan-
cia” es siempre una posibilidad que nos lleva a tratar lugares, personas, instituciones,
como “cosas”, no en el sentido durkheimiano de la exterioridad metodológica, sino en
el del sentido común, de la cosa como entidad sólida y autónoma, de límites definibles
y definible ella misma por rasgos característicos. Así suelen funcionar las naciones,
las provincias y las regiones, pero también los grupos y las instituciones culturales
en algunos de nuestros análisis. Evidentemente, como adelantan las compiladoras de
10 EMIRBAYER, Mustafa “Manifest for a Relational Sociology” en The American Journal of Sociology,
Vol. 103, núm.2, 1997; MISCHE, Ann “Relational Sociology, Culture and Agency” en SCOTT, John
and CARRINGTON, Peter Sage Handbook of Social Network Analysis, Sage, London-Thousand
Oaks, Calif., 2011.
11 BOURDIEU, Pierre Structuralism and Theory of Sociological Knowledge. Social Research. XXXV,
1968, pp. 680-706.
Prólogo
23
cultural extra-capitalinas. Una vez más: ni la capital ni las provincias son explicables
por separado.
La acumulación que se produce en los centros tiene algo de despojo en un doble
sentido: en cuanto absorbe recursos de otros espacios (la migración de escritores,
intelectuales y artistas, con su historia y su deseo) y en cuanto subordina al tender a
imponer principios de clasificación legítimos –“teoría es lo que hace el centro”, sen-
tencia Raewyn Connell.12 Decir que en la cultura, como en el conjunto del proceso de
acumulación, librado a su propia lógica “el capital va al capital”, no es una “denun-
cia”, sino sólo el intento de descripción de una tendencia relevante para comprender
los modos de circulación. De todos modos, tal vez la contrapregunta –que nos libera
de la regla para habilitar la interrogación heurística– sea si alguna vez, en el campo de
la cultura, la acumulación queda “librada a su propia lógica”, incluso en el caso de las
industrias culturales. Porque esta articulación, por otra parte, es productiva tanto en el
centro como en la periferia. Said lo mostró al poner en evidencia la productividad del
orientalismo. La productividad cultural no está sólo en el centro, y la de la periferia
está hecha de su historia particular, de su negociación y de sus resistencias a los cen-
tros, así como del particular modo en que los significados de todos los otros espacios
con que se vincula, se desplazan y reconstruyen.
En nuestro caso, es claro cuando analizamos la diversidad de periferias. Diver-
sidad porque hay tensiones en la producción de centros diferentes, pero también si
tenemos en cuenta el centro hegemónico del último siglo en el espacio argentino:
Buenos Aires. Como decíamos párrafos antes, las provincias –y aquí conviene cam-
biar de escala– las regiones o áreas culturales transversales que podríamos marcar
en Argentina –y que en buena medida aún están por estudiar–, nos permiten en una
primera aproximación, diferenciar otra vez a las viejas provincias del NOA y el Cen-
tro respecto de las áreas más jóvenes en su occidentalización, como parte del NEA,
Pampa y Patagonia, tierras de pueblos originarios no integrados ni al virreinato ni a la
nación hasta fines del siglo XIX. Como vimos, la construcción del estado, el desarro-
llo y papel cultural de sus dirigencias, nos remite en estos casos a procesos recientes,
correlativos a la implantación de un estado dotado de capacidades y misiones propias
de los dos últimos tercios del siglo XX. Continuar analizando estas diversidades tem-
porales y poniéndolas en relación puede ser una tarea clave de los próximos años.
Otro aspecto interesante cuando hablamos de centros y periferias es tener en
cuenta lo que aporta a la reflexión sobre las vanguardias, como se ve tan bien en el
texto de Carolina Romano. Si las vanguardias se proponen desde las metrópolis “con
un lenguaje universal” es porque los centros tienden a ser metonímicos, a tomarse por
el todo, pero también porque aspiran desde allí a la comunicabilidad absoluta a la que
aspira la idea misma de humanidad desde la ilustración. Pero al mismo tiempo, como
12 Cfr. CONNELL, Raewyn. Southern Theory. The global dynamics of knowledge in social science,
Polity Press, Cambridge-Malden, MA, 2007.
Prólogo
25
Romano deja ver, las vanguardias son reapropiadas, matizadas y resignificadas en las
periferias. La idea misma de vanguardia supone un carácter relacional que la vincula
a esta estructura jerarquizada. La metáfora bélica de la vanguardia supone una reta-
guardia que la sigue y un oponente al que debe enfrentarse porque le cierra el paso,
es decir, zonas de influencia donde sus ideas y productos culturales deberían circular
y ganar adeptos, así como lugares específicos donde se da la verdadera batalla, que
define su posibilidad. Tal vez por eso los momentos de “irrupción” de una vanguardia
capitalina en un espacio periférico puedan convertirse en un “acontecimiento”, un
momento denso de particular riqueza para observar las dinámicas de intercambio y
circulación, con su productividad propia.
Por último, los análisis de redes en estos términos, especialmente si mantenemos
la sensibilidad hacia las jerarquías que las configuran, no son de ningún modo incom-
patibles, aunque no sean necesariamente convergentes con los análisis en términos
de campo en el sentido bourdiano. Estudiar un campo intelectual es analizar un tipo
particular de configuración de red, donde el juego de relaciones que constituye el es-
pacio social se ha complejizado lo suficiente como para diferenciar capitales, cosas en
juego, reglas, complicidades, jerarquías, tipos de agentes específicos del juego serio
de la producción cultural. La conceptualización se vincula claramente a la idea de
división del trabajo social durkheimiana y a la de diferenciación de esferas de valor
de Weber, aunque no se identifica con ellas. Tal vez lo que más las vincule sea su par-
ticular pertinencia para sociedades modeladas por el capitalismo moderno, o al menos
analizadas en esos términos. Dicho esto, la organización de un espacio social nacional
en proceso de modernización cultural, donde desde fines del siglo XIX o inicios del
XX es posible diferenciar un campo intelectual con un centro de producción y consa-
gración en la capital del país, que absorbe recursos y también propone reglas, abre la
pregunta sobre la definición de los límites de ese campo. Bourdieu solía responderla
así: hasta donde haya efectos de campo. En este análisis de centros y circulaciones
del que venimos hablando, ¿cuál sería la pertinencia y la utilidad de ponderar estos
efectos de Tucumán a la Patagonia? ¿Y en qué consistirían, dadas las refracciones
múltiples y los embrionarios campos locales con sus propios nomos y collusiones,
que también formarían parte de un espacio intelectual nacional? ¿En qué medida los
análisis de campo se suponen sincrónicos o pueden introducir –como hace Bourdieu
en Las reglas del arte– dimensiones diacrónicas, y en el caso que nos ocupa, éstas
contribuirían a ponderar espesores diferentes en un mismo corte temporal, en la me-
dida que los efectos de campo están cargados del retardo propio de las disposiciones
que generan y la pervivencia de efectos de los productos culturales que circulan en
tiempos diversos? Espacios culturales complejos como los que podrían resultar de
nuestros análisis de centros, periferias y circulaciones en sentidos diversos, con sus si-
multaneidades multi-temporales, tal vez podrían también beneficiarse de un uso libre
aunque coherente de estas conceptualizaciones de origen bourdiano.
26 Redes intelectuales, itinerarios e identidades regionales en Argentina
13 AGULHON, Maurice El Círculo burgués. La sociabilidad en Francia, 1810-1848, Siglo XXI, Buenos
Aires, 2009 [1977].
14 Cfr. por ej. BENZECRY, Claudio “Apuntes hacia una comprensión de la sociabilidad en las
presentaciones de libros” en Apuntes de Investigación del CECYP, Año III, núm. 4, Buenos Aires,
1999, pp. 57-83.
15 JAY, Martín "La explicación…", cit.
16 Cfr. GONZALEZ BERNALDO, Pilar “La sociabilidad y la historia política” en Nuevo Mundo. Mundos
Nuevos [en línea] https://nuevomundo.revues.org/24082 [consulta: 11 de noviembre de 2015].
Prólogo
27
no sólo a los ojos del estigmatizador, sino a los suyos propios. Esta línea de indaga-
ción tal vez sería otra a prolongar desde esta perspectiva.
De todos modos, la idea de sociabilidad, incluso remitiendo al trabajo de Norbert
Elias, conserva lo mejor de éste: su convicción de que lo social es relacional, y al
mismo tiempo su particular estrategia de buscar en la descripción de configuracio-
nes específicas –como fue la corte de Luis XIV– las claves interpretativas de formas
sociales y procesos históricos. Detrás de esta elección metodológica hay apuestas
teóricas, como varias veces se ha mostrado.17
Ya desde Simmel la sociabilidad apuntaba a matizar su idea bastante monádica
de individuo, y en Elias –más allá de la sospecha de evolucionismo que pesa sobre su
idea de proceso civilizatorio– lo importante es que las relaciones entre los individuos
son reales, que no hay homo clausus, y que los ámbitos de sociabilidad entonces no
pueden ser pensados sino como configuraciones o formaciones más o menos estables
cuya organización dice algo sobre la sociedad en que se inserta.18 Y entonces vol-
vemos sobre la pregunta: los ámbitos de sociabilidad que se describen en este libro,
lugares de producción, intercambio y reproducción cultural, como las redacciones de
diarios, asociaciones de escritores, grupos informales que editan revistas culturales,
¿qué significaban para sus protagonistas, y qué nos dicen sobre las sociedades en que
surgían?
Si los espacios de sociabilidad suponen relaciones activas e interconocimiento
–a diferencia de las redes, que pueden simplemente hablar de contactos formales o de
los campos, que se construyen en el nivel de relaciones que pueden ser perfectamente
ignoradas por los sujetos– entonces, la reconstrucción de redes de relaciones interper-
sonales y de los espacios de sociabilidad, como dicen Lanzillotta y Salomón Tarquini,
se conectan aquí con la exhaustividad de la microhistoria para que la recuperación de
este mundo cultural extra-capitalino, pueda moverse entre contextos e ir más allá de
la agregación de espacios clausurados, regionales o provinciales, sin perder por eso su
densidad propia y significativa.
Como decía nuestro primer epígrafe, “no hay razón para suponer que el mapa
de contextos relevantes se verá como una matrioska rusa en la cual uno se sitúe có-
modamente en el interior del otro”. Quijano y Wallerstein19 nos enseñaron a ver que
en los procesos de acumulación de capital la modernidad no era sólo lo que estaba en
17 Cfr. CHARTIER, Roger “Formación social y economía psiquica” en El mundo como representación,
Gedisa, Barcelona, 1996; GONZALEZ BERNALDO, Pilar “La sociabilidad...”, cit.,. entre otros.
18 ELIAS, Norbert Qu’est-ce que la sociologie? Ed de L’Aube, Paris, 1991 [1970]
19 Cfr. entre otros QUIJANO, Aníbal “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América :Latina” en
LANDER, Edgardo (ed.) La colonialidad del saber, eurocentrismo y ciencias sociales, UNESCO-
CLACSO, Caracas, 2000, pp. 201-246; WALLERSTEIN, I. “El itinerario del análisis de los sistemas-
mundo o cómo resistirse a la construcción de una teoría” en WALLERSTEIN, I. Las incertidumbres
del saber, Gedisa, 2005 [2004] pp. 75-93; WALLERSTEIN, I. El capitalismo histórico, Siglo XXI,
Madrid, 2014 [1988], entre otros.
28 Redes intelectuales, itinerarios e identidades regionales en Argentina
20 CASTRO GOMEZ, Santiago “Michel Foucault y la colonialidad del poder”, en Tabula Rasa, núm. 6,
Bogotá, enero-junio 2007, pp. 153-172.
PRIMERA PARTE
U
n artículo publicado en septiembre de 1912 en la revista porteña Fray Mocho
consignaba con cierta nostalgia el paso de un Tucumán colonial a un Tucu-
mán “industrial y abigarrado”:
“El viejo Tucumán de la leyenda y de la vida apacible, hace largo
tiempo que ha cedido su puesto a otro Tucumán industrial y abiga-
rrado. La mecánica y el cosmopolitismo se han encargado de dar el
último golpe a los pocos restos coloniales que hasta hace dos déca-
das prolongaban recuerdos seculares. La vieja carreta arrastrada por
bueyes o por mulas obedientes a las voces sonoras del indígena, ha
sido sustituida por el tranvía eléctrico con su ruidosa campana y su
cable amenazante. […]
1 TENA, Alberto “Gentes de tierra adentro. Figuras intelectuales de Tucumán. Juan B. Terán, Jaimes
Freyre y el presbítero Tula”, Fray Mocho, 13 de septiembre de 1912. Agradezco a Carlos Páez de la
Torre (h) por haberme facilitado una copia de este artículo.
32 Redes intelectuales, itinerarios e identidades regionales en Argentina
2 Sobre la industria azucarera tucumana, pueden verse, entre otros, los siguientes trabajos: GUY, Donna
J., Política azucarera argentina: Tucumán y la generación del 80, Fundación Banco Comercial
del Norte, Tucumán, 1981; HEALEY, Mark Alan, “El interior en disputa: proyectos de desarrollo
y movimientos de protesta en las regiones extrapampeanas”, en JAMES, Daniel -ed.-, Violencia,
proscripción y autoritarismo (1955-1976), Nueva Historia Argentina, vol. 9, Sudamericana, Buenos
Aires, 2003; BRAVO, María Celia, Campesinos, azúcar y política: cañeros, acción corporativa y
vida política en Tucumán (1895-1930), Prohistoria, Rosario, 2008; BRAVO, María Celia y CAMPI,
Daniel, “Aproximación a la historia de Tucumán en el siglo XX. Una propuesta de interpretación”,
en ORQUERA, Fabiola -ed.-, Ese ardiente jardín de la república. Formación y desarticulación de un
“campo” cultural: Tucumán, 1880-1975, Alción, Córdoba, 2010.
3 Esta “generación” es estudiada como tal en PERILLI DE COLOMBRES GARMENDIA, Elena y
ROMERO, Elba Estela Un proyecto geopolítico para el Noroeste argentino. Los intelectuales del
“Centenario” en Tucumán, Centro Cultural Alberto Rougés, Fundación Miguel Lillo, Tucumán, 2012.
Por su parte, en su historia general de la provincia, Carlos Páez de la Torre (h) se refiere prácticamente
al mismo conjunto de figuras con el nombre “generación de la Universidad”. Cfr. PÁEZ DE LA
TORRE, Carlos (h). Historia de Tucumán, Plus Ultra, Buenos Aires, 1987.
4 Para un estudio específico de esta revista y del grupo realizador, puede consultarse MARTÍNEZ
ZUCCARDI, Soledad Entre la provincia y el continente. Modernismo y modernización en la Revista de
Letras y Ciencias Sociales (Tucumán, 1904-1907), IIELA, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad
Nacional de Tucumán, Tucumán, 2005.
5 Sobre esta institución puede verse el libro reciente de VIGNOLI, Marcela Sociabilidad y cultura
política. La Sociedad Sarmiento de Tucumán, Prohistoria, Rosario, 2015.
Tucumán industrial y moderno 33
Dicha labor cultural es, quizás –y más allá de los lazos de parentesco y de amis-
tad que vinculan entre sí a una parte de sus miembros, o de los intereses económicos
y políticos compartidos por algunos de ellos– el punto de cohesión más fuerte de este
grupo, rasgo que, entiendo, permite a su vez reconocerlo como tal.6 Se trata de un
elenco de figuras que puede ser pensado como un “grupo social”, según entiende esta
noción François-Xavier Guerra, esto es, como un conjunto estructurado de individuos,
factible de ser captado como grupo por la acción que despliega en un momento y en
un lugar determinados. Como advierte Guerra, este concepto no entraña “univocidad
ni automaticidad” y si bien presenta un carácter problemático y paradójico –en tanto
la “unidad elemental de todo análisis social” sería, a su entender, el individuo, y cada
individuo presenta una pluralidad de pertenencias y tiene otras identidades además de
la pertenecía a un grupo dado–, resulta punto de partida obligado de todo estudio, en
la medida en que las acciones individuales movilizan a otros actores según redes de
vínculos preexistentes.7
El presente trabajo se ocupa de dos publicaciones que considero como parte de
la acción cultural de este grupo y que surgen en el marco de los festejos oficiales
del Centenario de la Independencia Nacional en Tucumán: las compilaciones Álbum
del Centenario y Tucumán al través de la historia. El Tucumán de los poetas. La
realización de ambos volúmenes, aparecidos en 1916, es gestionada por la Comisión
Provincial del Primer Centenario de la Independencia Argentina, constituida en 1915
por el entonces gobernador Ernesto Padilla –ya mencionado como integrante de di-
cho grupo– con el objeto de organizar la celebración de la fiesta patria y colaborar al
respecto con el gobierno nacional. Uno de los encargados de “concursos y celebra-
ciones intelectuales” en el seno de la comisión es, según consta en el ya mencionado
Álbum…, Juan B. Terán, figura central del grupo del Centenario. El análisis que sigue
explora las representaciones de la provincia ofrecidas por estas publicaciones y pro-
pone pensarlas como parte de un discurso “oficial” sobre Tucumán. Un discurso que,
pese a la fuerza que tal carácter oficial le confiere, debe convivir, no obstante, con
otras visiones, como se verá más adelante.
6 Me he detenido en el análisis de este grupo desde el punto de vista de su labor intelectual y cultural
en el primer capítulo de MARTÍNEZ ZUCCARDI, Soledad En busca de un campo cultural propio.
Literatura, vida intelectual y revistas culturales en Tucumán (1904-1944), Corregidor, Buenos Aires,
2012; así como en Entre la provincia y el continente, cit.
7 GUERRA, François-Xavier “El análisis de los grupos sociales: balance historiográfico y debate
crítico”, Anuario del IEHS, núm. 15, Tandil, 2000, pp. 117-122.
34 Redes intelectuales, itinerarios e identidades regionales en Argentina
una práctica frecuente en la Argentina del Centenario.8 Entre 1910 y 1916 se publican,
sobre todo en Buenos Aires pero también en Tucumán, numerosos álbumes, de gran
tamaño y cuidada encuadernación, que, para la autora, buscaban dar cuenta de la pu-
janza y opulencia que vivía entonces el país.9
El Álbum General de la Provincia de Tucumán en el Primer Centenario de la
Independencia argentina –tal su título completo, aunque suele designárselo como Ál-
bum del Centenario– es un grueso volumen de más de 400 páginas y gran formato
(38 por 25 centímetros), impecablemente impreso en papel ilustración, con lomos de
cuero, y plagado de ilustraciones y fotografías, varias de ellas a todo color.10 En las pá-
ginas iniciales se consigna que se trata de una “Publicación aprobada por la Comisión
oficial del Centenario”, a la que me he referido antes, y se menciona como encargado
de la recopilación al pintor Domingo Villarrubia Norry. La elección de un pintor para
la tarea se vincula quizás con la relevancia concedida al aspecto gráfico del volumen.
Editado por la casa Rodríguez Giles de Buenos Aires, la llegada de los ejempla-
res a Tucumán parece haber sido un acontecimiento muy esperado, como se deduce
de la consulta de las ediciones de 1916 de El Orden, principal diario local en la época.
Durante los primeros meses de ese año aparece prácticamente todos los días un recua-
dro en cuerpo de letra destacado que anuncia que el Álbum del Centenario “aparecerá
el 1º de julio”. En la edición del 1º de agosto se indica ya, también mediante un recua-
dro, que “se ha comenzado a repartir entre los suscriptores la magnífica edición del
Álbum del Centenario”, y se ensayan a continuación grandes elogios de la obra. Poco
después, el 17 de agosto se anuncia que se agotaron los ejemplares del Álbum traídos
para la venta a Tucumán.
El contenido del volumen da cuenta de un claro afán abarcador, de un intento por
cubrir los más variados aspectos de la vida local. Así, pueden leerse en el Álbum textos
referidos a la historia de la provincia (con especial referencia al congreso de 1816),
a su administración, su geografía, sus escuelas y hospitales, sus ingenios azucareros,
congregaciones religiosas, cuarteles militares, bancos, líneas ferroviarias, también
textos referidos a la Universidad, a la prensa tucumana, a clubes sociales como “El
Círculo”, a la Sociedad de Beneficencia. Hay además reseñas biográficas de los su-
cesivos gobernadores, mapas de la provincia y planos de la ciudad, reproducciones
de diversos paisajes, fotografías de las “señoritas de sociedad” y de los principales
edificios de la capital. Todo ello se sucede sin un criterio evidente de ordenación en un
volumen que además no presenta índice y cuyas páginas no están numeradas.
8 PERILLI DE COLOMBRES GARMENDIA, Elena “Una extendida moda editorial: los álbumes”,
La cultura en Tucumán y en el Noroeste Argentino en la primera mitad del siglo XX, Centro Cultural
Alberto Rougés, Fundación Miguel Lillo, Tucumán, 1997, p. 84.
9 PERILLI DE COLMBRES GARMENDIA, Elena “Una extendida…”, cit., pp. 84-85.
10 El volumen parece haber sido poco estudiado como publicación en sí, más allá de breves referencias y
alusiones. En PERILLI DE COLOMBRES GARMENDIA, Elena “Una extendida…”, cit., se le dedica
un par de páginas que describen su aspecto y contenido.
Tucumán industrial y moderno 35
Me interesa detenerme en dos textos del Álbum. El primero de ellos, y sin duda
uno de los más importantes por cuanto inaugura el tomo, se titula “Tucumán” y cons-
tituye una suerte de presentación de la provincia. Está firmado por Francisco Padilla,
entonces subsecretario del Ministerio de Hacienda en el gobierno de Ernesto Padilla.11
En el texto se perfila con fuerza, y desde un comienzo, una imagen de Tucumán iden-
tificada con el azúcar. De hecho, las primeras líneas ya definen a la provincia como
“emporio” de la industria azucarera argentina:
“Al pie del Aconquija y cruzada por el Salí, recibiendo el cálido beso
del sol de los trópicos y la caricia bienhechora del alisio del Sudeste,
se extiende en suave declive hacia el oriente la campiña tucumana,
emporio de la industria azucarera de la República”.12
A continuación se presentan ciertos rasgos, como la alta densidad de población pese a
la estrecha superficie de la provincia, y sus atractivas “condiciones físicas”, que harían
que Tucumán acuse un carácter excepcional y se distinga de otras provincias:
“Tucumán, la provincia argentina más reducida en superficie, es la
más densamente poblada de la Confederación y a este respecto cons-
tituye una excepción a la ley según la cual el incremento de la pobla-
ción sigue las líneas de menor resistencia.
Situada al norte del territorio, separada del litoral por enormes exten-
siones casi desiertas, como lo son los bosques de Santiago y de la mi-
tad septentrional de Santa Fe, estaría hoy como sus vecinas Santiago,
Catamarca y Salta reducida a una población que no llega a dos ha-
bitantes por kilómetro cuadrado, a no mediar las condiciones físicas
que hacen de ella un foco de atracción para hombres y capitales”.13
Dichas condiciones físicas estarían dadas, según continúa desarrollando el texto, por
la variedad de climas y paisajes que condensa la provincia. Tales factores harían de
ella una verdadera “tierra de promisión” para el desarrollo exitoso de diversas activi-
dades:
“Tierra de promisión para quien al servicio de ella ponga sus acti-
vidades, no entregará los tesoros de su fecundidad ni realizará las
promesas con que incita al esfuerzo, sino a cambio de una labor
11 Agradezco a Carlos Páez de la Torre (h) el dato sobre las funciones ejercidas en la época por Francisco
Padilla.
12 Álbum General de la Provincia de Tucumán en el Primer Centenario de la Independencia argentina,
Buenos Aires, Publicación Oficial, 1916. No consigno número de la página de la que el fragmento fue
tomado por cuanto el Álbum, según lo indicado antes, no está foliado. Valga esta aclaración para los
fragmentos que cito a continuación.
13 Álbum…, cit.
36 Redes intelectuales, itinerarios e identidades regionales en Argentina
14 Álbum…, cit.
15 Álbum…, cit.
Tucumán industrial y moderno 37
16 Álbum…, cit.
17 En efecto, en el Facundo Sarmiento no utiliza el término jardín sino que habla de Tucumán como “Edén
de América”. La idea de jardín parece remitirse a un texto de 1827 del capitán inglés Joseph Andrews,
donde se exalta a Tucumán como “jardín del universo”. Cfr., al respecto, MARTÍNEZ ZUCCARDI,
Soledad “El Centenario y la fundación discursiva de Tucumán: proyectos y representaciones”, Prismas.
Revista de Historia Intelectual, núm. 19, 2015, pp. 72-73.
18 Álbum…, cit.
38 Redes intelectuales, itinerarios e identidades regionales en Argentina
19 Álbum…, cit.
20 Publicado originariamente por Terán en 1917 en el libro Una nueva Universidad, el escrito fue incluido
luego en La Universidad y la vida, editado en Buenos Aires en 1921 y recogido posteriormente con el
mismo título en el tomo V de las Obras completas del autor, aparecidas en 1980. En adelante cito por
esta última edición.
21 He trabajado antes este texto en MARTÍNEZ ZUCCARDI, Soledad “El Norte como instrumento de
equilibrio nacional. Juan B. Terán, Ricardo Rojas y la Universidad de Tucumán”, en LAGUARDA,
Paula y FIORUCCI, Flavia -eds.-, Intelectuales, cultura y política en espacios regionales de Argentina
(siglo XX), Prohistoria, Rosario, 2012, pp. 23-38. Allí me detengo en el modo en que Terán conjuga los
intereses regionales con los nacionales y en el “aspecto moral” de la fundación.
22 TERÁN, Juan B. “Origen de la nueva Universidad”, en La Universidad y la vida. Obras completas,
Tomo V, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, 1980, pp. 11-12.
23 TERÁN, Juan B. “Origen…” cit., p. 12.
Tucumán industrial y moderno 39
29 LIZONDO BORDA, Manuel, Tucumán al través de la historia. El Tucumán de los poetas, Tucumán,
Publicación Oficial, 1916, Tomo I, pp. 9-10.
Tucumán industrial y moderno 41
30 ALTAMIRANO, Carlos y SARLO, Beatriz “La Argentina del Centenario: campo intelectual, vida
literaria y temas ideológicos”, en Ensayos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia, Ariel, Buenos
Aires, 1997, p. 188. Para los autores, una de las “misiones” del escritor de estos años es fundar la
tradición del país, pensar los orígenes de la nación.
31 LEONI PINTO, Ramón “Historiografía en Tucumán (1880-1950). Autores, obras y problemas”, La
historia como cuestión. In memoriam Antonio Pérez Amuchástegui, Canguro, La Rioja, 1995, pp.
71ss. Hay que aclarar aquí que algunos años antes de la aparición de estas publicaciones y de la
organización del Archivo provincial, la citada Revista de Letras y Ciencias Sociales había iniciado, de
la mano de Terán y López Mañán, una sistemática labor de producción de escritos y publicación de
documentos ligados al pasado tucumano. Ver MARTÍNEZ ZUCCARDI, Soledad, Entre la provincia y
el continente, cit., pp. 139-165.
32 CAMPI, Daniel “Los ingenios del Norte: un mundo de contrastes”, en DEVOTO, Fernando y
MADERO, Marta -eds.- Historia de la vida privada en la Argentina, vol. II, La Argentina plural:
42 Redes intelectuales, itinerarios e identidades regionales en Argentina
44 LIZONDO BORDA, Manuel Tucumán al…, cit., Tomo II, pp. 140-141.
45 LIZONDO BORDA, Manuel Tucumán al…, cit., Tomo II, p. 141.
46 Poema premiado en un certamen literario local de 1897 y publicado el mismo año en Tucumán como
folleto.
Tucumán industrial y moderno 45
todos estos motivos, resultaría excepcional en relación con muchas otras provincias
del “interior” argentino.
Estas representaciones pueden considerarse como parte de un discurso oficial
sobre la provincia, impulsado, según lo indicado ya, por figuras pertenecientes –o bien
muy ligadas– al sector más poderoso de la provincia desde el punto de vista político,
económico y cultural. No se trata, sin embargo, de la única visión articulada en esos
años. Por considerar tan sólo dos ejemplos, pueden tomarse los escritos de los viajeros
franceses que visitan Tucumán en la época: el periodista Jules Huret –de Le Figaro de
París, conocido por sus entrevistas a escritores y sus notas de viaje– y Georges Cle-
menceau, eminente político francés cuya llegada a Tucumán es celebrada con honores
por el gobierno local y por la comunidad francesa.50 Me refiero a La Argentina. De
Buenos Aires al Gran Chaco, de Huret, publicado en París en 1911 –cuyas páginas
referidas a Tucumán están incluidas en la compilación de Lizondo Borda– y Notas
de viaje por la América del Sur. Argentina. Uruguay. Brasil de Georges Clemenceau,
libro aparecido en 1911 en francés y publicado el mismo año en castellano en Buenos
Aires. A diferencia del primero, este último no es incluido en Tucumán al través de la
historia, pese a tener largas secciones dedicadas a la provincia.
Cabe aclarar que la visión de ambos franceses no atenta contra la identificación
de Tucumán con la industria azucarera. Por el contrario, ellos coinciden en otorgar un
lugar protagónico a la actividad. Clemenceau dedica varias páginas al asunto, como
indico a continuación, mientras que Huret comienza sus referencias a la provincia
presentando a la capital tucumana como una “ciudad azucarera”: “Henos pues, en
Tucumán, capital de la provincia del mismo nombre y ciudad azucarera”. Más ade-
lante agrega: “Tucumán es célebre en el resto de la Argentina por su producción del
azúcar”.51 Pero en ciertos aspectos las perspectivas de Huret y Clemenceau impugnan
la imagen que acabamos de describir como “oficial” en la medida en que ellos ponen
de manifiesto elementos que en sus textos aparecen como indicadores de “atraso” y,
sobre todo, en la medida en que introducen un aspecto por completo ausente de la
representación de la provincia construida desde las esferas oficiales: la presencia de
población mestiza e indígena.
Así, Huret da cuenta de una ciudad atrasada en cuanto a la falta de “comodida-
des”: “Para ser sinceros”, afirma, “debemos decir que en cuanto se deja Buenos Aires
hay que despedirse de la vida confortable y de Europa”.52 Se burla, a continuación, de
50 Para organizar su recepción se constituye una comisión integrada por miembros de la colectividad
francesa, a los que se suman luego figuras como Terán, Padilla, López Mañán, Jaimes Freyre,
integrantes del grupo del Centenario. El día de su llegada Clemenceau es recibido en la estación del
tren por el gobernador, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, el intendente municipal, junto a
otros encumbrados personajes de la ciudad. Cfr. PERILLI DE COLOMBRES GARMENDIA, Elena
Tucumán en…, cit., p. 48-50.
51 Cito por la compilación de Lizondo Borda. LIZONDO BORDA, Manuel Tucumán al…, cit., Tomo I,
pp. 351, 353.
52 LIZONDO BORDA, Manuel Tucumán al…, cit., Tomo I, p. 350.
Tucumán industrial y moderno 47
la sala de baño que con orgullo presenta el dueño del hotel en el que almuerza, hotel
que, en sus palabras, “pasa por el mejor de la población”. Se queja de las calles de
la capital tucumana por la falta de pavimento y la proliferación de “surcos profundos
y polvorientos”. Sugiere además la imagen de una ciudad de apariencia colonial al
describir la prevalencia del “tipo de las antiguas casas españolas” y de la gran can-
tidad de jinetes mestizos e indios que circula por las calles. Juzga, por último, como
“malísima” la estatua de la Libertad de la plaza principal.53 El texto de Huret es el más
crítico de todos los seleccionados por Lizondo Borda, si bien resulta elogioso en un
solo aspecto, por el que tal vez es elegido en la compilación: la a sus ojos sorprendente
actualización de las “señoritas tucumanas” en materia de moda. Actualización que
parece más ligada a una sociedad que se pretende “moderna” y que contrarrestaría,
quizá, el atraso percibido por Huret en otros planos.
Por su parte, la mirada de Clemenceau es diametralmente opuesta a la ofrecida
por el fragmento de la revista Fray Mocho transcripto al comienzo de este trabajo. Él
afirma que la “primera impresión” de Tucumán es la de una “tierra colonial”, en cuya
población no se habrían atenuado aún “los rasgos del indígena”:
“La primera sensación de Tucumán después de los baches de las
calles, es de tierra colonial. Las medias casas por todas partes, de
aspecto precoz, pero encantadoras por el patio y muy confortables
por la disposición de las habitaciones a la sombra de los follajes. Por
medio de sus mestizos, el indio es el rey de Tucumán, “Jardín de la
República”, donde se dice que las mujeres son más bellas que las
flores. En efecto, por todas partes no se ven más que caras broncea-
das en las que brilla, en dos ojos impasibles, la llama del diamante
negro y una larga y sostenida mirada transmite no sé qué que no es
de Europa. […] Ignoro su algún día la raza dominadora atenuará o
borrará los rasgos del indígena. Hasta ahora nada parece consumir
la huella indeleble de la sangre americana. Algunas mujeres son de
una rara belleza”.54
Pero además Clemenceau se detiene en un aspecto al que no se refiere Huret, tal como
las precarias condiciones de trabajo de los obreros azucareros tucumanos, a quienes
describe como “mestizos en su mayor parte”, y algunos “indios de pura sangre”. Al
referir su visita al ya mencionado Ingenio Santa Ana revela la falta de higiene y como-
didad de los “ranchos” de los trabajadores, “pequeñas casas bajas donde toda noción
de higiene y hasta de la más rudimentaria comodidad parece sin piedad desterrada”.
Agrega que:
Laura Pollastri y codirigido por la Dra. Gabriela Espinosa (FAHU – UNCo). Entre sus
publicaciones científicas se encuentra La morada incómoda. Estudios sobre poesía
mapuche: Elicura Chihuailaf y Liliana Ancalao (Publifadecs, General Roca, 2014).