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Las Familias Del Mañana
Las Familias Del Mañana
Departamento de Familia
FERNANDO LOPÉZ
ELKIN ENRIQUE TORRES BARRAGÁN
ROSALBA ESCOBAR DE CEBALLOS
CAROLINA HENAO DE SIERRA
Edición de material
Departamento Nacional de Comunicaciones
Diseño
Ruberth Janamejoy
317 730 1909
Editorial:
MANANTIAL, carrera 45 # 58-63
(4) 292 0115 - 311 479 9604
Efraín arango
Medellín
Colombia 2017
INTRODUCCIÓN........................................................................................................6
LA FAMILIA DEL MAÑANA CON LOS PRINCIPIOS DE AYER..................................6
TALLER....................................................................................................................33
IDENTIDAD CONYUGAL................................................................................................39
LA IDENTIDAD COMO PAREJA ............................................................................39
EL EMOCIONAR DE LA VIDA EN PAREJA ............................................................40
ESPACIO EMOCIONAL EN LA VIDA DE PAREJA....................................................42
CONSTRUYENDO LA IDENTIDAD DE PAREJA.......................................................44
CONSTRUYENDO EL SENTIDO DE LA RELACIÓN DE PAREJA..................................46
TIPOS DE IDENTIDADES DE PAREJAS.................................................................47
DEBERES Y DERECHOS.................................................................................................66
DERECHOS DE LOS HIJOS: DEBERES DE LOS PADRES.........................................66
DEBERES DE LOS HIJOS:DERECHOS DE LOS PADRES...........................................66
Este será el lema que impulse a las familias de la IPUC a continuar fortaleciendo la
estructura familiar con los valores y verdades bíblicas que han sostenido y trascendido
a muchas de nuestras familias de generación a generación a lo largo de estos 80 años.
Es un llamado a vivir el hoy, teniendo a Cristo como el centro de nuestros hogares. Solo
así podrán las generaciones del mañana disfrutar de familias salvas, armoniosas
y victoriosas.
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LA MISIÓN DE LA FAMILIA A TRAVÉS DE LOS TIEMPOS
“VIVIR EN LOS PRINCIPIOS DE DIOS”
Cuando hablamos de misión nos referimos al motivo, propósito, fin o razón de ser
por parte de una organización, una empresa o una institución.
Hablar de familia implica reconocer que fue instituida por Dios en el mismo escena-
rio de la creación, y que constituye un don tan precioso que forma parte de Su plan para
que todas las personas puedan nacer y desarrollarse plenamente para gozar y cuidar de
todo lo creado (Génesis 1:27-31).
Muchos de los conflictos a nivel familiar se deben a la alteración de los roles y fun-
ciones en el hogar, de ahí que reconocer el diseño de Dios es indispensable, pues Él
nos guía a través de su Palabra a vivir una vida familiar en bendición.
Es inevitable que cada familia transite por crisis, ya que estas son necesarias para el
crecimiento espiritual, personal y familiar; de ahí la importancia de fortalecer la comu-
nicación familiar, pues en la medida en que sean claras las normas, principios y reglas
que rigen el hogar, serán fortaleza y fundamento para la vida de cada uno de sus
miembros (Romanos 5:3-5; Santiago 1:2-4).
Revisemos brevemente el diseño de Dios para el matrimonio (Efesios 5: 22- 33.)
Dios le dice a los esposos que deben amar a sus esposas con total entrega, afecto y
dedicación.
Es curioso encontrar que el reclamo frecuente de las esposas es sentirse poco va-
loradas y amadas por sus esposos. La mujer necesita sentirse querida, escuchar cons-
tantemente y ver en el comportamiento de su marido el amor que profesa; por eso
importan tanto los detalles y la dedicación de tiempo de calidad que fortalezca el amor
en la pareja.
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El hombre debe procurar el cumplimiento de sus deberes y la satisfacción de las ne-
cesidades de su mujer (abarca lo social, emocional, mental, espiritual y físico) más que
la satisfacción de sus propias necesidades y la consideración de sus derechos; dándole
a ella un trato cortés, delicado, considerado y cariñoso (1 Pedro 3:7) y no permitirse
jamás un trato brusco y áspero contra ella.
A las esposas la palabra de Dios les enfatiza sobre la importancia de estar sujetas a
sus esposos como la Iglesia a Cristo.
Son muchas las ventajas que se logran cuando en un hogar hay un esposo respe-
tado; la más importante es que se establece el orden de Dios, lo que traerá bendición
a la familia. Si la esposa practica el respeto, sus hijos también lo harán; él estará com-
placido y podrá ser un mejor esposo, padre y hombre; y habrá un ambiente de buena
convivencia, de protección, de seguridad y de confianza.
“Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la
mujer respete a su marido” (Efesios 5:33).
A los hijos Dios les ordena que obedezcan a sus padres en el Señor, porque esto es
justo, y es el primer mandamiento que contiene una promesa: “Honra a tu padre y a tu
madre, para que seas feliz y vivas una larga vida en la tierra” (Efesios 6:1-3; Proverbios
1:8, 4:1-4, 10:1, 13:1). La obediencia a los padres es un principio de vida y para la vida,
pues de esto dependerá el futuro de los hijos. Esta obediencia no está condicionada a
que los padres sean “buenos”. Obedecer y honrar es un deber hacia los padres, sean
estos creyentes o inconversos, sin importar que nos hayan cuidado o abandonado, etc.
Esto agrada a Dios, por lo tanto es un deber para con Él (Colosenses 3:20). Implica el
principio de la sujeción a la autoridad, un principio indispensable para la vida. Quien
se sujeta a sus padres se sujeta a Dios y a toda autoridad terrenal (Romanos 13:1; Tito
3:1; 1 Pedro 2:13; Juan 19:11; Daniel 2:21); será en todo prosperado y gozará de larga
vida.
A los padres: “Los hijos que tenemos son un regalo de Dios. Los hijos que nos nacen
son nuestra recompensa. Los hijos que nos nacen cuando aún somos jóvenes, hacen
que nos sintamos seguros, como guerreros bien armados. Quien tiene muchos hijos,
bien puede decir que Dios lo ha bendecido. No tendrá de qué avergonzarse cuando se
defienda en público delante de sus enemigos” (Salmos 127:3-5 TLA).
“Padres, no hagan enojar a sus hijos con la forma en que los tratan. Más bien, críenlos
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con la disciplina e instrucción que proviene del Señor” (Efesios 6: 4, NVI).
Y recuerde: “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican” (Sal-
mos 127:1)
“Para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán; y los que se levan-
tarán lo cuenten a sus hijos” (Salmos 78:6).
Cuando el Señor creó al hombre no había preocupación de cómo tendría que vivir la
generación venidera puesto que Dios lo había hecho del polvo de la tierra con las con-
diciones para que la vida de este se conservara. El Señor organizó un hábitat, acondicio-
nó un huerto para Adán con todas las exigencias naturales que le permitiría continuar
vivo. Además, vio que no era bueno que estuviera solo y le proveyó de compañía: otro
ser humano hembra.
Cabe destacar lo que la Palabra menciona en Génesis; “…y la tierra estaba vacía y sin
orden”, tierra que Dios llenó con nutrientes básicos para preservar la vida en la materia.
“Así dice Jehová Dios, Creador de los cielos, y el que los despliega; el que extiende
la tierra y sus productos; el que da aliento al pueblo que mora sobre ella, y espíritu a los
que por ella andan” (Isaías 42.5).
A estos dos seres humanos les dio un modo para vivir en un ámbito social que les
posibilitaba multiplicarse y crecer sin dejar las características propias para vivir bien en
pareja y en familia sin desajustarse en el tiempo. En la dispensación de la inocencia,
donde Dios cercó a Adán y a Eva con premisas espirituales y sociales, el Creador de
todos estaba entregando la semilla humana al mundo futuro para llenar y sojuzgar la
tierra.
En esas condiciones la generación venidera no tendría de qué preocuparse, pero
cuando el hombre pecó, perdió la comunión con Dios y no pudo retenerla ni transferirla
a sus descendientes porque estaba en delitos y pecados, excomulgado de su relación
directa con Dios.
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el perdón de nuestros pecados, limpiándonos con su sangre y haciéndonos libres por
su Palabra a través del Evangelio! Hoy, por la gracia de Dios, somos su Iglesia.
La vida y el entorno físico que el Señor dio a los seres vivos siguen vigentes, quizás
no con la misma fuerza y orden; sin embargo, están ahí para mantener la vida; pero
las evidencias describen grandes pérdidas de algunos de los elementos espirituales y
humanos para el andar conforme a la voluntad de Dios.
El hombre perdió el espacio relacional con su Creador y extravió algunos de los ele-
mentos principales para relacionarse con sus semejantes. Tanto el contexto espiritual
(Dios- hombre) como el espacio social (hombre-hombre) fueron diseñados para hacer
posible las transformaciones del ser con su pareja y su familia. Por esto, la generación
venidera debe percibir, conocer y entender los fundamentos que sostienen la vida que
Dios nos dio y las premisas que permiten vivir al hombre desde la perspectiva con la
que desde el principio nos creó.
“Entonces dijo: Les digo la verdad, a menos que se aparten de sus pecados y se vuel-
van como niños, nunca entrarán en el reino del cielo” (Mateo 18:3 NTV).
La tarea es examinar cómo estamos hoy en relación con los principios espirituales
y humanos que garanticen el pie de apoyo, y desde allí mover las próximas generacio-
nes. De igual modo, revisar que las parejas tengan los fundamentos que les identifican
con la imagen y semejanza de Dios, que se den cuenta de que los patrones que definen
el buen vivir sean los que Él instaló en la esencia humana para que sean enseñadas
también por las generaciones venideras.
Desde el principio Dios proveyó los medios para la vida y para el vivir espiritual
y social.
La tierra con todos sus recursos: el hábitat con todo lo que nos ofrece.
La comunión del hombre con Dios: la cercanía del hombre con su Creador.
El vivir bien con otros humanos: cuerdas humanas que a través de la libertad, la
colaboración, el respeto, la honestidad, la confianza y la reflexión posibilitan su
calidad de vida.
Como el ser humano es un ser cambiante diseñado por Dios para transformarse en
el tiempo en relación con otro ser humano, requiere tener bien en claro cómo se vive
hoy. Del presente que vivamos dependerá el futuro que tengamos.
Nos transformamos pareciéndonos o diferenciándonos, según nos signifique la con-
vivencia con el otro. Los cónyuges requieren de otro semejante que sirva como ejemplo
de los principios que definen y sostienen la identidad de hijos de Dios con relaciones
humanas satisfactorias, porque nos transformamos en la convivencia.
¿Qué es lo que Dios caracterizó como principios en la esencia humana para conser-
var y desde allí transformarnos?
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La libertad, que permite a los seres humanos escoger, sin imposición, el desarrollo
del curso de lo natural humano y cómo agradar a Dios.
La confianza, premisa que le da identidad al vivir, también le posibilita al hombre
acercarse a Dios creyendo que Él es galardonador de los que le buscan.
La reflexión, capacidad que diferencia lo humano de lo animal. A través de ella es
posible el cambio y el vivir con Dios en el Evangelio.
El amor, base del vivir humano. De ahí se desprende todo el hacer. Dios compiló
todas sus leyes en un mandamiento: “…Que os améis los unos a los otros, así como yo
os he amado” (Juan 15:12).
Si yo tengo amor, entonces respetaré, colaboraré, obedeceré… El amor me permite
servir al otro, valorarle, legitimar o aceptarle tal como es.
La comunión, que determina la cercanía o distancia espiritual o emocional de los
demás.
Estas pautas de vida, así como otras premisas, nos aproximan al vivir humano y es-
piritual, siendo estas las únicas que acompañan al hombre en todas sus dimensiones.
Las voces de estos y otros escritores que anunciaron verdades espirituales para la
vida social deben conocerlas las futuras generaciones. Es importante también recono-
cer de dónde partimos y dónde queremos llegar. Cuando uno sabe qué quiere conser-
var, preservará los principios bíblicos que nos enseñan cómo vivir bien en pareja, y los
cambios que se den girarán en torno a estos.
Los seres vivos somos conservadores del vivir, de hábitos, de costumbres, del placer;
por tanto es muy importante procurar que los procesos de cambios en las transforma-
ciones no sean eventuales sino dirigidos hacia el buen vivir en pareja.
Los cambios en las personas pueden darse hacia cualquier dirección de la vida, y
la transformación está sujeta a los principios. Si la conducta de la persona está basada
en Cristo, la transformación de su vida se hará en torno a la vida con Cristo; pero si la
vida de la persona gira en torno a las obras de la carne, su transformación será con esa
tendencia.
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“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vues-
tro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y
perfecta” (Romanos 12:2).
Principios
Es el pensamiento basico en el que se fundamenta una acción. Se expresa a traves
de reglas o normas de conducta que orientan la acción, normas de carácter general,
máximamente universales: amar al prójimo, no mentir, respetar la vida, etc. Son de-
claraciones propias del ser humano que apoyan su necesidad de desarrollo y felicidad.
Los principios se pueden apreciar en la mayoría de las doctrinas y religiones a lo largo
de la historia.
Los valores
Es la calificación que damos a los principios. Todo aquello que lleve al hombre a de-
fender y creer en su dignidad de persona. Los valores perfeccionan al hombre y surgen
primordialmente en el individuo por influjo en el seno de la familia donde crece; pero
para que se transmitan resulta de vital importancia la calidad de las relaciones que
el individuo (niño) perciba con las personas significativas de su vida (la familia). Es,
además, indispensable el modelo y ejemplo que estos muestren al niño para que haya
coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. El ejemplo aquí va punteando como
promotor principal en la formación de valores.
Posteriormente, estos valores morales adquiridos en la familia ayudarán a insertar-
nos eficaz y fecundamente en la vida. De este modo, la pareja con proyección a formar
familia contribuye con valiosas aportaciones para el bien de la sociedad.
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Importancia de los valores
Sensibilidad: Nos hace despertar hacia la realidad que está viviendo nuestra
pareja descubriendo todo aquello que afecta en mayor o menor grado su
estabilidad.
Servicio: Brindar ayuda de manera espontánea en los detalles más pequeños.
Habla de nuestro alto sentido de colaboración para hacer la vida más fácil al
otro.
Paciencia: Es la actitud que nos lleva a poder soportar cualquier contratiempo
y dificultad.
Sencillez: Nos ayuda a rechazar nuestro deseo desmedido por sobresalir. La
sencillez se mide en hacer resistencia a todo aquello que tienda a opacar al
otro.
Amistad: Nace cuando las parejas se relacionan entre sí y encuentran
confiabilidad y placidez juntas.
Respeto: Es aceptar voluntariamente que el otro tiene valor, reconociéndole
su dignidad innata como ser humano y tomando en cuenta sus derechos y
necesidades.
Tolerancia: Es la forma respetuosa en que se afrontan las ideas, costumbres y
creencias que encontramos en el otro y que son diferentes o contrarias a las
nuestras.
Sinceridad: Es el valor que tenemos para ser dignos de confianza. Consiste en
la coherencia entre nuestros pensamientos, sentimientos y acciones.
Honestidad: Consiste en comportarse y expresarse con transparencia de
acuerdo con los valores de verdad y de justicia.
Solidaridad: Es la colaboración mutua con el otro, aquel sentimiento que
mantiene a las personas unidas en todo momento, sobre todo cuando se
vivencian experiencias difíciles de las que no resulta fácil salir.
Fidelidad: La alegría de compartir con alguien la propia vida, guardándose
para esa persona sin defraudarla o traicionarla, y procurando la felicidad y el
bienestar de la pareja.
Compromiso: Es poner en juego nuestras capacidades para sacar adelante
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todo aquello que se nos ha confiado y que juntamente nos hemos propuesto.
Responsabilidad: Es el actuar consecuente de mis hechos, reconociendo
sus consecuencias.
Libertad: Es la facultad que nos permite decidir llevar a cabo o no una acción
según nuestra inteligencia o voluntad.
Confianza: Es la creencia que se tiene de que la otra persona será capaz y
deseará actuar de manera adecuada en una determinada situación.
Empatía: Es saber ponernos en el lugar del otro.
Amor: Todos lo necesitamos, todos podemos darlo, y sin él nuestra vida pierde
sentido. Es una combinación de varios valores y se puede decir que es el motor
de la sociedad.
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positivo.
En la relación personal, si quieres mantener feliz a la persona que está junto
a ti, busca la forma de hacerlo cuando esté físicamente a tu lado; y cada vez que
lo consigas considéralo como un éxito personal del cual puedes sentirte
honrado, y no como un favor que le has hecho y que tendrá que devolver.
Sobre todas las cosas, sé coherente contigo mismo y con los demás en cuanto a
tus pensamientos, sentimientos y acciones.
De esta manera no solo estarás viviendo bien, educando a tu hijos, sino que tam-
bién darás ejemplo a otras personas inculcando los valores y principios morales que
tanta falta le hacen a la sociedad, mientras generas un proceso de cambio alrededor de
las personas cercanas, creando una cadena en crecimiento que puede mejorar la vida
de muchos y modificar, de cierta forma, la sociedad en la que vivimos.
Quiero iniciar con una pregunta: ¿En qué se piensa cuando se va a iniciar la cons-
trucción de un edificio? En cuántos pisos va a tener, qué clase de cimientos se pondrán,
qué materiales van a necesitar, etc. Es muy importante pensar en esto porque de ello
dependerá cuántos años durará esa construcción.
¿En qué pensamos cuando se va construir o se va a formar un nuevo hogar, una fa-
milia? En la boda, en los invitados, en la casa donde vivirán, en los muebles… y en
muchos otros asuntos. Esas cosas son importantes; sin embargo, es más importante
pensar cuáles serán los cimientos sobre los que estará fundamentado ese hogar por-
que de ellos dependerá cuánto durará el nuevo hogar, sabiendo que el deseo de Dios
es que dure “hasta que la muerte los separe”.
La tarea natural de una familia sería la de crear y formar individuos que lleguen a ser
adultos autónomos, capaces de dar y recibir, y en su momento, de separarse del núcleo
y recorrer sus propios caminos.
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Vinculo de filiación: La familia está constituida por los parientes, es decir, por
aquellas personas que por cuestiones de consanguinidad, afinidad, adopción u otras
razones diversas, hayan sido acogidas como miembros de esa colectividad familiar.
Anteriormente los niños eran sacados de sus hogares a instituciones suplentes en-
tre los 4 o 5 años, hoy la oferta para cuidado del pequeño va desde el nivel maternal
(niños de 3 a 10 meses). Como vemos, marchamos en una sociedad que se adecua a
la actual demanda familiar.
A pesar de los avances tecnológicos de nuestra época, las crisis y dificultades so-
ciales, económicas y demográficas de las últimas décadas, se ha redescubierto que la
familia representa un valiosísimo potencial para amortiguar los efectos dramáticos de
los problemas de la vida. Es entonces considerada hoy como el primer núcleo de so-
lidaridad dentro de la sociedad, siendo mucho más que una unidad jurídica, social
y económica. Ella es, ante todo, una comunidad de amor, de solidaridad y de apoyo
espiritual.
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ANALICEMOS CUÁLES SON LOS ROLES Y LAS RESPONSABILIDADES QUE CADA
MIEMBRO DE LA FAMILIA TIENE QUE DESARROLLAR
Una vez establecidas las relaciones entre ellos, los roles que se adjudican, los tipos
de comunicaciones, las formas de afrontar los problemas y atender sus necesidades, la
propia familia establecerá su plan de organización que contemplará, en cuanto a los
roles:
El hombre como esposo y padre debe cumplir su rol de cabeza del hogar, es decir,
tiene que tomar decisiones para beneficio de su familia. Sus responsabilidades como
cabeza del hogar son:
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Buscando dejar atrás el estilo de “padre autoritario” se ha caído en la figura del
“padre-amigo”, que no usa su posición y se pierde en explicaciones. Tengamos
en cuenta que la relación padres-hijos es jerárquica y no recíproca.
Ser la ayuda idónea del esposo: Algunas mujeres solo quieren acompañar a sus
esposos en lo que tiene que ver con el disfrute de los mejores momentos de la
vida, pero cuando se trata de respaldarles y acompañarles en la crianza ya no
están tan dispuestas a apoyarles. Ser ayuda idónea no significa seguir
ciegamente los planteamientos del esposo; es ayudarle también, darle un
sabio consejo o hacerle ver la otra forma de percibir las cosas dentro del marco
del respeto.
Complementar el trabajo del padre: Ser el complemento ideal para guiar a su
familia por el camino correcto. Así, cuando el padre imparte órdenes, la madre
las socializa con sus hijos; es decir, les explica más ampliamente la convenien-
cia de hacer las cosas, aclarándoles que no se trata de un capricho paterno.
Cuando los padres no logran ponerse de acuerdo encontramos hijos que
desafían hostilmente, insultan y/o amenazan a sus progenitores, llegando
incluso a situaciones como mentiras o robos, entre otros.
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Honrar a sus padres (verso 2). Se trata del reconocimiento de la jerarquía de los
padres y la devoción que se debe desarrollar en el seno del hogar hacia los
progenitores por parte de los hijos, proclamando que a esta conducta le sigue
una maravillosa bendición: “Honra a tu padre y a tu madre para que te vaya
bien y seas de largos días en la tierra”.
En la relación padres-hijos, los padres tienen que empezar por respetarse mutua-
mente. Ambos deben saber que no son ni pueden ser solo amigos o compañeros,
tampoco iguales respecto a sus hijos. Los padres son los que guían, los que tienen que
dirigir.
Los hijos necesitan reglas claras en un contexto familiar que los contenga, con lími-
tes definidos, donde los adultos cumplan el rol de personas firmes, que reconozcan
que son los padres quienes conducen porque saben a dónde van y señalan qué se
puede hacer y qué no. Cuando los mayores en una familia se muestran impotentes
ante la vida no pueden ser buenos referentes a sus hijos.
Tareas domésticas: Desde temprana edad los hijos son capaces de efectuar peque-
ños trabajos, iniciando con sus propias pertenencias y continuando con el sentido de
colaboración común.
Reparto de tareas: En el ámbito familiar se debe reconocer que todos tienen dere-
chos pero también hay deberes que atender. La asignación de labores en el hogar debe
hacerse desde la imparcialidad. No es bueno recargar a algunos y absolver a otros de
sus deberes; esto puede crear un ambiente hostil entre sus miembros.
Reuniones familiares periódicas: Hay que crear y fortalecer estos espacios en los que
se ventilen asuntos comunes a la familia, se exprese con respeto y sinceridad lo que
incomoda, se felicite a quien corresponda por sus logros, se hagan planes familiares,
se discutan proyectos, entre otros asuntos.
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TALLER
LA MISIÓN DE LA FAMILIA A TRAVÉS DE LOS TIEMPOS
VIVIR EN LOS PRINCIPIOS DE DIOS
Objetivo: Reconocer y practicar los principios establecidos por Dios para la familia.
El esposo tiene que brindar a su esposa un liderazgo sabio, basado en el amor. Obser-
vemos Efesios 5:25.
El modelo de cómo debe ser el esposo con la esposa es Cristo. Leamos Efesios 5:25-33.
Lo que Cristo hace por la Iglesia es lo que el esposo debe hacer por su esposa.
¿Qué hace? _____________________________________________________
_____________________________________________________________
Según Génesis 5:2 tanto el varón como la mujer fueron llamados por Dios Adán; ambos
son Adán (hombre). A los dos los bendijo y les dijo: “Fructificad, multiplicaos, sojuzgad,
Aquí solo queremos señalar que como padres y madres somos responsables de brin-
dar dirección a nuestros hijos. Proverbios 1:8 dice: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu
padre, y no desprecies la dirección de tu madre”. Hay muy buenos libros que orientan
sobre cómo educar a los hijos, pero no hay ni siquiera uno que se compare con la Biblia.
Un ejemplo es este libro de Proverbios: está lleno de pensamientos de sabios para
brindar sabiduría. ¿Qué es instrucción? _________________________________
_____________________________________________________________
Hijos
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Conclusión:
Escribe qué debes hacer a partir de hoy
M………………………………………………………………………………….
I..………………………………………………………………………………….
F…………………………………………………………………………………..
A…………………………………………………………………………………..
M………………………………………………………………………………….
I…………………………………………………………………………………...
L…………………………………………………………………………………..
I…………………………………………………………………………………...
A…………………………………………………………………………………..
FAMILIA: _______________________________________________
(Apellidos)
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TALLER PARA PAREJAS
“LA MALETA“
OBJETIVO: Que los grupos de parejas entiendan que cada ser humano es un universo,
con una escuela de vida diferente, y por eso hay conflictos cuando no aprendo a des-
prenderme de aquellas cosas que no aportan sino que complican la dinámica de la vida
en pareja.
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IDENTIDAD CONYUGAL
“Construir conyugalidad es construir vida de pareja”
Objetivo: Dar a conocer la importancia del vivir bien como elemento fundamental
en la construcción de la identidad de la pareja, tomando como base la emocionalidad
de los cónyuges.
Ideas centrales
Principio de separatividad: Separarse / dejar la familia de origen para formar una
nueva familia diferente de la de procedencia.
Principio de unidad y complementariedad: Al unirse forman una unidad diferente
de la individual, un “nosotros” al constituirse como pareja. Incluye la unión de cuerpos
así como el crear una comunidad de intereses y una reciprocidad de afectos.
El matrimonio implica, en primer lugar, dejar el hogar paterno para construir un ho-
gar diferenciado con espacios, tiempo, recursos, normas y valores diferentes y separa-
dos de la familia de origen. Para ello es necesario unirse desde la complementariedad
para lograr la unidad de pareja y conformar una sola carne. Para lograrlo, la pareja
necesita construir el sentido de la relación a partir del amor y de los motivos que los
une y los complementa en el reconocimiento y aceptación mutua del valor y dignidad
de cada uno. Asimismo, requiere definir y establecer límites claros, pero flexibles, que
funcionen como fronteras que delimiten y diferencien la relación de pareja del entorno
que le rodea sin aislarla, dándole un carácter propio a la relación.
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El emocionar de la vida en pareja es agitado por la presencia o ausencia del prin-
cipio del amor eros (amor de pareja), por lo fundamental y significativo que es en la
construcción de la identidad marital; de ahí que este tipo de amor juega un papel muy
importante en la definición de la conducta humana y es imprescindible para la convi-
vencia con el otro.
Las emociones son disposiciones corporales dinámicas que definen distintos domi-
nios de acción. Son quiebres que nos suceden en un sinnúmero de posibilidades de
acciones, y muchas de ellas tienen su origen en los estímulos, como cuando se siente
envidia, vergüenza, rechazo, etc.
El ser humano puede mirar sus emociones, puede reflexionar porque tiene la capa-
cidad de sentir, de hacer y coordinar su conducta; pero los animales no coordinan, no
tiene cómo hacer esa mirada reflexiva. Se puede decir que la emoción del animal es
como la del ser humano cuando no se da cuenta de ella. No es posible no comunicar-
nos; por lo tanto, toda presencia o ausencia de los cónyuges, emociona.
El que va a construir identidad conyugal tendrá que tener en cuenta lo dicho por
el Señor a Adán, según Génesis 2:24. Esto quiere decir que dejar a padre y a madre
significa desprenderse del sistema emocional familiar y empezar a construir un nuevo
sistema emocional conyugal que viene a ser posible en la construcción de la identidad
de la pareja.
La conyugalidad es una identidad que posee sus propias características, que crece
y emerge por la presencia de un hombre y de una mujer que conocen y entienden el
objetivo hacia dónde van y qué quieren obtener. Por eso la persona soltera que tenga
la capacidad de soltarse de la vida emocional de sus padres podrá llegar a unirse en
matrimonio y construir una identidad llamada conyugalidad.
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conyugal. Se puede decir que el emocionar delinea los límites y fronteras que les dan
forma a los miembros de esa conyugalidad. Este escenario marital es uno de los aspec-
tos que caracterizan la vida conyugal. Por ejemplo: el suceso que experimenta la pa-
reja en el comienzo de su formación tras las vivencias del enamoramiento, fenómeno
psicológico que permite registrar episodios de enamorados que quedan registrados y
guardados en la memoria de la futura pareja.
La vida emocional de
esta identidad (pareja) es
significativa por lo relevan-
te de sus interacciones o
su forma de comportarse,
de cómo cada uno de sus
miembros ocupa un papel
de observador y observado.
En esta dinámica analítica
en la que se observan, la
intervención del otro reor-
dena permanentemente
las características de la per-
sonalidad conyugal abrién-
dose paso a una identidad
que solo será saludable si
es acorde con los anhelos
y creencias en los que cada
cónyuge espera ser apoya-
do.
“Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe
el hombre” (Mateo 19:6).
Los cónyuges traen, desde su niñez, sus expectativas de vida, y esperan mantener
ese modo de vivir hasta la vejez. Tratarán de defender sus esperanzas contra viento y
marea, porque sus vidas son sus anhelos adscritos en sus memorias. Cada uno de los
cónyuges debe aprender a negociar sus expectativas y anhelos y construir un objetivo
común que les facilite la formación de un constructo que no damnifique la legitimidad
de cada uno.
La identidad de la pareja se sostiene por las negociaciones entre sus miembros. Este
es un proceso que requiere el uso de la voluntad y del respeto mutuo, principios que
ayudan a configurar la geografía de la pareja como subsistemas emocionales. La armo-
nía generada por los estilos y expectativas de vida propuesta y respondida por ambos
cónyuges es la música que mantiene en buen tono la vida de la pareja.
La estructura de la pareja, como entidad social, está determinada por las acciones de
sus miembros, por la evolución y cambio de la sociedad; cada pareja será diferente en
cada contexto, sea religioso, económico o geográfico de quienes la integran.
La pareja debe marcar límites claros a las familias de origen con el fin de que estas
no intervengan en la organización del nuevo sistema. El principal compromiso es ahora
con este, lo cual no significa que no haya contacto con los miembros de las familias
de origen, sino que les dejen en claro que la dinámica del nuevo sistema emocional
dependerá de la pareja, y posteriormente de esta en relación con los descendientes.
El ser pareja implica asumir una nueva identidad en la que adquirimos un rol, es
decir, una función o papel como esposa-esposo en la que se esperan ciertos compor-
tamientos y normas que se apropian y aprehenden de acuerdo con nuestra historia
familiar, con el contexto socio-cultural, y en nuestro caso, de acuerdo con la instrucción
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que recibimos de la palabra de Dios en la que encontramos principios valiosos que
posibilitan vivir un matrimonio de bendición, conforme al propósito de Dios.
“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí
mismo por ella” (Efesios 5:25).
“Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El
que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne,
sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia” (Efesios 5:28-29).
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Otro problema surge cuando entra en conflicto la identidad personal con la iden-
tidad de pareja. Por ejemplo: cuando el proyecto de vida choca contra el proyecto de
pareja, no hay un acuerdo ni claridad en los límites del espacio personal y el de pareja.
Además, se invisibiliza al otro cuando todo gira en función de la relación con predo-
minio de los intereses y proyectos de un miembro de la pareja, cuando no se logra
conciliar los proyectos personales con los de pareja, cuando no se quiere sacrificar de sí
mismo en pro de la relación, etc.
Pareja social
Tener pareja es una forma de obtener reconocimiento entre los grupos de referen-
cia. Exista cierta presión social para que salgan siempre juntos y que realicen, con otras
parejas, todas las actividades de ocio. El crecimiento individual se ajusta a las necesi-
dades de la pareja hasta el punto de renunciar a metas importantes para mantener la
relación sin cambios.
Cuando Dios y el amor gobiernan la relación, están sentadas las bases para un ma-
trimonio de bendición. La palabra de Dios nos enseña principios que fundamentan la
relación de pareja y preservan la identidad con la cual instituyó el matrimonio. Descri-
biremos brevemente algunos de estos principios.
El amor
Fundamento esencial. La definición bíblica del amor proviene de su misma esencia;
Dios es amor, y solo a través de Su amor seremos capaces de amarnos a nosotros mis-
mos y a nuestra pareja (Lucas 10:27).
El apóstol Pablo describe el amor en términos de acción: “El amor es paciente y bon-
dadoso. El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgulloso ni ofensivo. No exige que las cosas
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se hagan a su manera. No se irrita ni lleva un registro de las ofensas recibidas. No se
alegra de la injusticia sino que se alegra cuando la verdad triunfa. El amor nunca se da
por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda
circunstancia” 1 Corintios 13:4-7 NTV).
El compromiso
Un buen matrimonio está unido fuertemente por el compromiso más que por sen-
timientos o atracción corporal. De acuerdo con Malaquías 2:14 y Proverbios 2:17 el
matrimonio es un pacto, un contrato irrevocable por el cual estamos ligados a otra per-
sona, en una relación que, según Dios, involucra una entrega total e irrevocable de dos
personas, la una a la otra. El matrimonio según Dios incluye el adherirse el uno al otro
en enfermedad y en salud, en pobreza y en riqueza, en alegrías y tristezas, en gozo y
dolor, en tiempos buenos y tiempos malos, en acuerdos y desacuerdos.
El esposo y la esposa son un equipo, y lo que cada uno hace debe ser por amor a
la otra persona y no debe ir en detrimento del otro. Cada uno debe preocuparse tanto
por las necesidades de la otra persona como por las propias (Efesios 5:28, Proverbios
31:12-27).
El placer
El disfrute al gozar de la compañía y afecto del ser amado se expresa en la alegría
de compartir y recrearse como pareja en la convivencia diaria (Eclesiastés 9:9). El placer
en la relación de pareja posee su máxima expresión en la intimidad sexual: “serán una
sola carne” (Mateo10:8, 1 Corintios 6:16). Lo vemos en el consejo de Dios que denota
el propósito y escenario exclusivo de la relación sexual de la pareja: “Sea bendito tu ma-
nantial y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus
caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre” (Proverbios 5:18-
19). Un aspecto que fortalece la identidad de la pareja es la entrega mutua y exclusiva
de sus cuerpos como acto de fidelidad, lo cual representa la honra del matrimonio
(Hebreos 13:4).
La pareja necesita negociar sus diferencias para construir un contexto que los inte-
gre. Llegar a un acuerdo implica pérdidas individuales como cónyuges, pero ganancias
como pareja. Implica también sacrificios: lo que cada uno cede, a lo que renuncia a
fin de construir su relación. No se puede llegar a un acuerdo sin la disposición y el
compromiso para ser pareja de cada uno los cónyuges (Amós 3:3; 1 Corintios 7:5). El
acuerdo requiere un mutuo consentimiento que supone un proceso de reconocimiento
y aceptación del otro, desde el respeto, la consideración y el amor, y una disposición a
negociar de forma tal que ambos se sientan representados. Para lograr ese objetivo se
precisa de mucho diálogo, empatía y comprensión. Cuando la pareja define y acuerda
aspectos de su relación, en el fondo está definiendo su identidad.
Tiempo y dedicación
El contexto de la relación expresa en el día a día lo que son como pareja: cómo viven,
cómo se relacionan, cómo conversan, cómo resuelven conflictos, cómo negocian, cuá-
les son sus hábitos, qué aprecian y priorizan, etc. La pareja necesita, entonces, construir
un contexto en el cual realizarse como tal: su tiempo (ritmo, sincronía) para compartir,
planificar, nutrirse, etc.; sus recursos disponibles y necesarios para alcanzar sus obje-
tivos comunes, su espacio con límites definidos y acordados para compartir la vida en
pareja, sus valores y normas que regulen la relación; sus alternativas, oportunidades y
opciones para producir, realizarse y crecer.
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Sin este contexto la pareja no logra consolidarse, entonces la relación se convertirá
en interacciones casuales, encuentros que surgen al azar, llenos muchas veces de frus-
tración, tensión, caos, dolor y resentimiento. Sin un contexto común no hay un proyecto
de vida como pareja que unifique, energice, sinergice y direccione a la pareja; que
mueva al compromiso y promueva el amor.
Compañía
REFERENCIAS
Bertalanffy, L. V. (1987). Teoría general de los sistemas. México: Fondo de Cultura Económica. (Echeverría, 1996)
Levy, J. (2006). Using a metaperspective to clarify the structural-narrative debate in family therapy. Family Process,
45, 55-73.
MATURANA, H.R. (1978) Biology of language: Epistemology of reality.
Maturana, El sentido de lo humano, 1991.
Minuchin, S. (2003). Familias y terapia familiar. Barcelona: Gedisa.
Minuchin, S. y Fishman, Ch. (1991). Técnicas de terapia familiar. México: Paidós.
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¿QUÉ DICE LA BIBLIA ACERCA DEL MATRIMONIO?
PRINCIPIOS Y VALORES QUE DEFINEN NUESTRA IDENTIDAD FAMILIAR
“No defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la
doctrina de Dios nuestro Salvador” (Tito 2:10).
Hoy más que nunca la familia cristiana se ve precisada a afirmar que aunque la
situación actual familiar muestra profundos deterioros, y tal vez deba enfrentarse con
una nueva serie de transformaciones, tener una familia consistente es su principal
desafío. Mantener su identidad conservando en sí misma la intención que tuvo Dios al
conformarla no es tarea fácil, pero sí posible.
Los seres humanos desarrollan su sentido de sí mismos a partir del ambiente en el
cual crecen. Usualmente, el ambiente familiar juega un gran rol en formar su identidad
mientras crecen hasta la adolescencia y se convierten en adultos. La manera en que los
miembros de la familia se relacionan y funcionan juntos como un grupo social puede
dar forma a su socialización, a su identidad cultural y a sus valores espirituales.
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas
obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está los cielos” (Mateo 5:16).
Dios nos ha creado con exclusividad, seres únicos como Él es único (Salmos 139:13-
16). Es maravilloso comprender que su propósito eterno es con cada uno en su singular
forma de ser, que nos ha creado para su gloria, nos formó y nos hizo (Isaías 43:7). Dios
nos ha dado una identidad, somos sus hijos, pertenecemos a un Nombre que es sobre
todo nombre, y como lo afirma la palabra de Dios, en sus manos están nuestros tiem-
pos y nos ha concedido sus preciosas y maravillosas promesas, a fin de que por ellas
lleguemos a ser partícipes de la naturaleza divina (Salmos 31:15, 2 Pedro 1:4).
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Aspectos que Intervienen en la construcción de la identidad
Identidad adquirida
Se va obteniendo del medio que nos rodea, de las costumbres, de la familia que nos
educó y de las oportunidades que tuvimos de vida. “No os dejéis engañar: Las malas
compañías corrompen las buenas costumbres” (1 Corintios 15:33).
“No te asocies con el hombre iracundo; ni andes con el hombre violento, no sea que
aprendas sus maneras, y tiendas lazo para tu vida” (Proverbios 22:24-25).
La Identidad espiritual
Son los principios que se reciben en la vida para formar conciencia de sí mismos en
relación con Dios. Se van adquiriendo por percepción y transmisión familiar, y se fun-
damentan en la fe que viene por el oír la Palabra y por la experiencia personal con Dios.
Permite relacionarse con el mundo, con los demás y con Dios. La identidad espiritual
Dios la dio al hombre (Génesis 1:26-27).
Por la desobediencia, y como consecuencia del pecado, el hombre perdió esa identi-
dad dada por Dios. Cuando el hombre se reconcilia con Él experimenta una nueva vida
en Cristo, una nueva identidad: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura
es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de
Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la recon-
ciliación” (2 Corintios 5:17-18); “…sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa,
pueblo adquirido por Dios…” (1 Pedro 2:9).
Identidad familiar
Es la capacidad que posee una persona para integrar en su dinámica familiar su
autopercepción e imagen que tiene de sí mismo y del mundo con sus actos. Es el
motor que impulsa al hombre a sentir, a actuar, y que le dota de un sentido unificado
del mundo y de sí mismo, haciendo trascendente su concepción de la vida a quienes
lo rodean.
«Tu familia es parte de tu identidad, porque de ella aprendiste la mayoría de las cosas
que sabes, adquiriste costumbres, modelaste tu forma de ser y le debes parte de lo que
eres. Del respeto que tengas hacia ella depende gran parte de tu felicidad y la de los
demás miembros».
Cada familia construye su convivencia con base en normas que sus integrantes de-
ben compartir y respetar para que las relaciones entre ellos sean las mejores, y el logro
de una sana convivencia dé origen a una positiva identidad familiar (Proverbios 22:6;
2 Timoteo 1:5, 3:14-15). La unión y el respeto dentro del núcleo familiar dependen en
gran parte de la valoración y aceptación de esas normas y costumbres, y hacen que
cada familia se distinga de manera especial en medio de la sociedad donde vive. Pode-
mos decir que cada hogar tiene su dinámica que lo caracteriza, que lo hace diferente
y fácil de identificar, trascendiendo al exterior y distinguiéndolo para bien o para mal.
Vivir en familia, o formar una, es una de las opciones más dignas del ser humano.
Establecida por Dios es, sin duda, la más fuerte de todas las instituciones sobre la
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tierra, posee características especiales y es la que más arraigo ha tenido y tiene en la
sociedad, y la que marca de manera directa la vida del hombre; por lo tanto, los padres
deben atribuirle toda la importancia que reviste tan hermosa labor.
En ausencia del padre o de la madre por causas diversas se requiere el apoyo mutuo
de sus miembros, aun de los que estén lejanos, y se debe dar continuidad responsable
de los roles que han permitido dar estabilidad a la familia.
“Lo importante de una familia no es estar juntos sino permanecer unidos”
Autoestima
“…Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Mateo 22:39
A menudo la baja autoestima de los padres redunda en una baja autoestima en los
niños, de manera que el problema se convierte en una especie de mal hereditario.
Autoconcepto
“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no
tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura,
conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12:3).
El autoconcepto es la imagen que tenemos de nosotros mismos, y se forma a partir
de un buen número de variables; pero es particularmente influenciado por nuestras
interacciones con las personas importantes en nuestras vidas. El autoconcepto es la
parte cognitiva de la autoestima, es decir, lo que pensamos de nosotros mismos como
personas; qué clase de persona sé que soy y siento de mí, y qué clase de persona pien-
san y sienten los demás que soy yo. El autoconcepto puede ser positivo o negativo.
Autoconcepto positivo:
Actuará con autonomía (independencia).
Aplicará y valorará el esfuerzo personal.
Asumirá responsabilidades.
Aceptará y superará las frustraciones.
Estará siempre dispuesto a la acción.
Afrontará nuevos retos.
Se sentirá capaz de influir en otros.
Mostrará amplitud de emociones y sentimientos.
Estará satisfecho de sus logros.
Cumplirá sus objetivos y exigencias.
Otros confirmarán la idea que de sí mismo tiene.
Pensará, sentirá y se comportará coherentemente. “Será feliz”.
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Autoconcepto negativo:
Evitará situaciones que le provoquen ansiedad.
Despreciará sus dotes naturales.
No tendrá una idea clara de sus posibilidades.
Sentirá que los demás no lo valoran.
Echará la culpa de todo lo que le ocurre a los demás.
Se dejará influir por los demás con facilidad.
Se pondrá a la defensiva continuamente.
Se frustrará fácilmente.
Tendrá estrechez de emociones y de sentimientos.
Se sentirá mal e impotente.
Será incapaz de asumir responsabilidades sin ayuda.
No despertará aprobación de los demás.
Se sentirá muy desventurado e incomprendido. “Será infeliz”.
Autoaceptación
“Le hiciste un poco menor que los ángeles, le coronaste de gloria y de honra, y le
pusiste sobre las obras de tus manos” (Hebreos 2.7).
La autoaceptación es la formación de la estructura nuclear de la persona y se mani-
fiesta en una actitud emocional y valorativa positiva hacia sí mismo. La autoaceptación
es indispensable como mecanismo para el desarrollo personal.
¿Qué se entiende por valor? Un valor es aquella conducta que se considera digna de
realización como un bien para el individuo y la colectividad. Los valores son como las
columnas que sostienen al individuo en sus diversas respuestas ante la vida.
Los principios y valores son universales y no deben verse como una imposición
adicional a la vida cristiana. Partiendo de los padres como referentes principales de los
mismos, han de ser fomentados y practicados en el seno familiar desde la temprana
edad.
El valor se refiere a una excelencia o a una perfección. La práctica del valor desarro-
lla la humanidad de la persona. Desde un punto de vista socio-educativo los valores
son considerados referentes, pautas que orientan el comportamiento humano hacia la
transformación social y la realización de la persona. Enfatizamos en dos tipos de valo-
res:
Los valores éticos: Son un conjunto de normas establecidas en nuestra mente. Este
conjunto de valores son la guía que nos ayuda a actuar de manera responsable frente
a diversas situaciones y son guías de comportamientos que regulan la conducta de un
individuo.
En primer lugar, la ética es la rama de la filosofía que estudia lo que es moral, realiza
un análisis del sistema moral para ser aplicado a nivel individual y social. Los valores
éticos pueden ser relativos (dependen de la perspectiva individual de la persona o de
su cultura) o absolutos (no se vincula a lo individual o lo cultural, sino que se mantiene
constante ya que tiene valor por sí mismo).
La idea de valor ético se vincula al concepto de valor moral. Los valores éticos son
guías que imponen cómo deben actuar las personas, mientras que los valores morales
constituyen al individuo como ser humano.
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“Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica”
(1 Corintios 10:23).
Los valores espirituales: Son aquellos principios que, mediante su práctica, permiten
a los seres humanos tener una relación con Dios. En un sentido más específico, posibi-
litan a cada individuo mantener una relación Dios, alimentada a partir de la creencia de
cada individuo en cuanto a su creación y a sus prácticas.
El amor
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado,
que también os améis unos a otros” (Juan 13:34).
El amor es el sentimiento o afecto de inclinación más sublime que se profesan los
miembros de una familia y que se pone de manifiesto en el respeto recíproco, enrique-
cido con demostraciones afectivas de caricias, abrazos, besos, miradas, obsequios de
presentes y tiernas palabras, entre otras. El amor favorece la armonía, la unidad y la in-
tegración familiar, lo cual a su vez contribuye a la formación integral de la personalidad
de sus miembros, así como a la salud mental y emocional de la misma. La consistencia
de los lazos familiares son como la palmera: se puede doblar pero no se rompe.
El respeto
Es el acto mediante el cual los miembros de la familia muestran la más alta consi-
deración y atenciones del caso a otros miembros de la familia. El respeto es un deber y
un derecho que tienen los integrantes de la familia, es la base de los valores, pues nos
hace aceptar el valor propio y los derechos de las personas y nos hace convivir en paz.
La práctica del respeto recíproco en los miembros de la familia permite otorgar el
trato que se merece cada uno de sus integrantes. El respeto al derecho ajeno es la paz.
En casa debemos enseñar el respeto a:
Las personas mayores (Levítico 19:32).
Las autoridades (Romanos 13:1), esto es, maestros, policías, directores, etc.
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A los padres (Efesios 6:2).
Enseñar a saludar, despedirse, a aceptar consejos.
Por las pertenencias ajenas.
Por las opiniones de otros.
Por los espacios, entre otros.
La obediencia
“…Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios…”. (1 Samuel 15:22).
Es hacer lo recto en el tiempo debido. Es el acto de cumplir las órdenes de los supe-
riores o el conjunto de normas establecidas, y los hijos son agudos en determinar si
sus padres son obedientes a Dios y a las autoridades.
La obediencia en el seno familiar es una manifestación del respeto y reconocimien-
to que uno tienen para con sus padres y hermanos mayores. Por tanto, la obediencia
es un deber y un derecho de padres y de los hijos. El mejor exponente de obediencia
fue Jesús.
La responsabilidad
“De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Romanos 14:12).
Es el cumplimiento de las obligaciones, obligación de responder ante nuestros ac-
tos, no solo ante uno mismo sino también ante los demás. Nuestros hijos deben saber
que en sus fracasos los principales responsables no somos los padres si no ellos mis-
mos. No cubramos sus irresponsabilidades.
Para que una persona pueda ser responsable tiene que ser consciente de sus de-
beres y obligaciones, por ello es de gran importancia que los hijos tengan respon-
sabilidades y obligaciones muy claramente establecidas desde pequeños. Queremos
que sean RESPONSABLES para tomar decisiones, para obrar convenientemente y para
asumir las consecuencias que se deriven de sus conductas.
El desarrollo de la responsabilidad en los hijos es parte del proceso educativo; esto
con vista a la participación de los hijos en la vida familiar primero, y a la vida en socie-
dad después, de una manera responsable y autónoma. Cuando este valor no se desa-
rrolla en la familia se sufrirán muchos percances y se perderán oportunidades valiosas.
La honradez
“No oprimirás a tu prójimo, ni le robarás” (Levítico 19:13).
Es integridad en el obrar. Honrada es aquella persona que sobre su necesidad
económica hace prevalecer en su obrar lo justo y lo recto. No podemos permitir que
nuestros hijos lleven a casa objetos que no sabemos de dónde proceden. ¿Se ha dado
cuenta si sus hijos compran cosas que ellos normalmente no pueden pagar? Debemos
enseñar a nuestra familia que aunque tengamos muchas necesidades eso no es excusa
para obtener las cosas de manera fraudulenta, como quedarse con el vuelto de más en
el bus, dejar de pagar lo fiado en la tienda, entre otros (Proverbios 1:10-19).
Son primordiales para nuestro diario vivir, ya que le dan un verdadero significado a
nuestras vidas. Estos llevan a las personas a valorarse a sí mismas y a los otros, a crecer
con dignidad y tener una cultura de amor por los demás y reverencia y respeto por
Dios. Los valores morales y espirituales perfeccionan a las personas llevándolas a vivir
en armonía, haciéndolas más humanos y dándoles una mejor calidad de vida tanto a
nivel familiar como social.
“Dios ha de estar presente siempre cuando de valores se trata; su Palabra es el mejor
tratado de relaciones humanas existentes”.
Conocer y vivir la palabra de Dios nos conduce a:
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Practicar buenas obras (Efesios 2:10).
A vivir con alegría y placer (Eclesiastés 11:9).
Tener un corazón libre de enojo y un cuerpo libre del mal (Eclesiastés 11:10).
Obedecer y honrar a los padres, lo que tiene promesa de bendición y larga vida
(Efesios 6:1-3).
Ser padres que educan con amor y disciplina (Efesios 6:4).
Practicar el perdón (Mateo 18:21 -35).
Someternos a toda persona que constituya una autoridad superior
(Romanos 13:1-6).
Pagar a todos lo que debamos: al que tributo, tributo; al que impuesto,
impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra (Romanos 13:7-8).
Amarnos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra,
prefiriéndonos los unos a los otros (Romanos 12:10).
Gozar con los que se gozan; llorar con los que lloran (Romanos 12:15).
Estar unánimes, no siendo altivos, sino asociándonos con los humildes
(Romanos 12:16).
No pagar a nadie mal por mal y procurar lo bueno delante de todos los
hombres (Romanos 12:17).
Estar en paz con todos los hombres (Romanos 12:18).
No ser vengativos (Romanos 12:19).
Servir a nuestro enemigos (Romanos 12:20).
Vencer con el bien el mal (Romanos 12:21).
Ser humildes (Filipenses 2:3).
La hospitalidad (Hebreos 13:2).
Bien sabemos que los términos “derecho” y “deber” son correlativos, de manera que
un derecho por parte de una persona implica una obligación. En el hogar los deberes y
los derechos han de ser reconocidos juntamente como la base de una convivencia justa
y que genera armonía.
Una familia donde no se reconozcan los deberes y derechos fácilmente puede llegar
al caos. El cumplimiento de los deberes y el ejercicio de los derechos han de estar
orientados a favorecer el bien común. Tratar de alcanzar el bien común implica el culti-
vo y la práctica de valores entre los miembros de la familia.
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El deber de obedecerlos, que consiste en cumplir las órdenes y consejos que los
padres dan a los hijos.
El deber de asistirlos cuando los padres lleguen a una edad avanzada y les sea
imposible valerse por sí mismos.
El deber de conservar su memoria, manteniendo siempre sus consejos y
enseñanzas que deben constituirse en guías para la vida.
Acatar las normas del hogar, como los valores y las sanas costumbres.
Cumplir sus responsabilidades consigo mismo y en el hogar.
Artículo 154
“Los hijos no emancipados están bajo la potestad de sus progenitores. La patria po-
testad se ejercerá siempre en beneficio de los hijos de acuerdo con su personalidad, y
comprende los siguientes deberes y facultades:
Velar por ellos, tenerlos en su compañía, alimentarlos, educarlos y procurarles
una formación integral.
Representarlos y administrar sus bienes.
Si los hijos tuvieren suficiente juicio deberán ser oídos siempre antes de
adoptar decisiones que les afecten.
Los padres podrán, en el ejercicio de su potestad, recabar el auxilio de la
autoridad. Podrán también corregir razonable y moderadamente a los hijos”.
Artículo 155
“Los hijos deben:
Obedecer a sus padres mientras permanezcan bajo su potestad, y respetarles
siempre.
Contribuir equitativamente, según sus posibilidades, al levantamiento de las
cargas de la familia mientras conviva con ella”.
“En el primer relato, estimado Teófilo, escribí acerca de todo lo que Jesús comenzó a
hacer y a enseñar” (Hechos 1:1).
El ejemplo del que enseña es el elemento que le da peso a cualquier enseñanza es-
piritual y moral. Los padres deben ser los modelos ideales a los cuales los hijos deban
imitar. Ellos deben enseñar los valores por medio de su conducta, como en el caso de
Timoteo, del cual dice Pablo que “traigo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la
cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y estoy convencido de que
también en ti” (2 Timoteo 1:5). En este caso, los modelos anteriores forjaron la fe y la
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vida de Timoteo.
Qué orgullo es ver que los hijos imitan el ejemplo de su padre, como hizo Uzías,
del cual dice la Biblia que “…hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas
las cosas que había hecho su padre Amasías” (2 Crónicas 26:4). A la hora de pensar en
el ejemplo debemos meditar seriamente en tres elementos que están en proceso de
extinción en la sociedad materialista de hoy:
1. Enseñar, repetir y razonar con los hijos acerca de los valores inculcados: Requiere
por parte de los padres definir y acordar la escala de valores a enseñar a sus
hijos, así como la forma de enseñarlos y vivirlos en familia. También asumir la
responsabilidad de enseñar dichos valores en la convivencia cotidiana, en una
práctica diaria, razonando con ellos acerca del sentido y la bendición que trae
para la vida y familia el ponerlos en práctica (Deuteronomio 6; Proverbios 22:6).
2. Cuidar que todas las normas impuestas a los hijos sean respaldadas por la vida
de los padres: Hay que evitar la contradicción entre el dicho y el hecho. Este
aspecto es vital para que la autoridad funcione correctamente. En la
contradicción hay confusión; entonces aparece la rebelión y la división. Lo que
más respaldo le da a un gobierno es la moral del que gobierna. Nunca debemos
demandarles a otros lo que uno mismo no esté dispuesto a hacer. Debemos
presentarnos como los modelos de conducta. Eso fue lo que proclamó y enseñó
el apóstol Pablo en sus principios de discipulado, a la hora de formar vidas: “Lo
que aprendisteis, recibisteis, oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz
estará con vosotros” (Filipenses 4:9).
3. Dedicarle tiempo, cariño y atención al hijo: Los hijos necesitan tener contacto
permanente con sus padres para aprender de ellos el modelo de conducta
futura. También hay que saber corregirlos, disciplinarlos, exhortarles,
animarles, entrenarles para el futuro. Esto es de vital importancia para que se
sientan seguros y se identifiquen con sus padres. El tiempo que le dediques a
tus hijos para trasmitirles tu calor, tus valores y principios, no tendrá precio, pues
dice la Palabra: “Las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas sentado en casa; y
Los mandamientos, que son diez, se clasifican en dos grupos (Éxodo capítulo 20
RVR): Los cuatro primeros determinan los principios de la relación con el Creador, y los
seis últimos determina el comportamiento de los seres humanos en su conducta social.
Los primeros cuatros mandamientos relacionados con Dios:
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En las enseñanzas de Jesús se simplificaron los diez mandamientos en dos: “Jesús
le respondió: El primero es: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y
amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con
todas tus fuerzas. El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro
mandamiento mayor que estos dos”
(Marcos 12:29-31).