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¿Dónde estabas el pasado Pluterday?

, Paul Van Herck, novela de ciencia


ficción, 1968.
El trabajo y el ocio en el octavo día de la creación

El libro que analizaré ofrece una interesante reflexión sobre lo que para el hombre implica los
diferentes modos en los que decide emplear sus fuerzas productivas. Esta novela de ciencia ficción
resulta más difícil de analizar de lo que aparenta; si bien su lectura no es intrincada ni su redacción
pedantemente abstracta, los temas que aborda y la manera de narrarlos resulta desbordante de
sentido. Para la interpretación de esta novela resolví apoyarme principalmente en el pensamiento
de Georges Bataille contenido en el libro “La parte maldita”. Al final del libro “¿Dónde estabas el
pasado Pluterday?”, la ciencia ficción nos regala el posible escenario de la plena disposición de la
libertad humana, pero nos advierte inmediatamente lo que pasaría el día después.
Los cambios económicos a lo largo de la historia aún pueden y deben depararnos sorpresas;
pero, si la brecha que separa a los ricos de los pobres no solo se hace más grande sino que se vuelve
intolerable, no sorprende que el espíritu humano genere utopías económicas, literatura satírica,
filosofías de la distribución equitativa o cualquier otra nueva etiqueta para un pharmakon ya de
antemano conocido; todo ello con sus respectivas consecuencias.
Sam es un impráctico y despreocupado escritor de novelas de ciencia ficción que un buen
día cualquiera es informado por su editor que las novelas de ciencia ficción han sido prohibidas. Ese
mismo día, poco después de la borrachera del funeral de la ciencia ficción, conoce a Julie. Queda
enamorado de ella y logra una cita con Julie “en Pluterday, estatua de Claus, ocho de la noche”.
Y como todo escritor impráctico, Sam olvida preguntar a Julie qué rayos significa Pluterday.
Por supuesto, siendo una novela que plantea el problema de la distribución de la riqueza, para
nosotros lectores, no es difícil suponer que Pluterday remita al día dedicado al dios Pluto (Ploutos,
en griego antiguo ‘riqueza’). Sin embargo, el enigma de Pluterday no es un asunto exclusivamente
etimológico. Sam quiere ganar el corazón de Julie; por lo tanto, la historia de Sam se resume a
encontrar la llave llamada Pluterday que le abra el corazón de su amada. Nuestro protagonista
tendrá que pasar por cinco vidas para lograrlo.

Primera Vida
Para poder acercarse a Julie, él tiene que buscar empleo. Ella pertenece a la clase social
privilegiada y Sam es un escritor que si bien parece vivir despreocupadamente está lejos de ser una
persona rica. El problema central está planteado. Hay un Sam ocioso y otro empleado. El ocio es el
tiempo de la meditación, de la quietud. En el principio de la novela al protagonista se le muestra
ocupado en la práctica de la palabra «om». Desesperado después de quedarse sin empleo, al ver
pasar a Julie descubre el amor. Bueno, en realidad el pretexto del amor, su ardor, pero no la llamada
del amor; la llamada del amor es igual de repentina pero llega en los momentos de calma. Sam
confundió el narcótico ardiente y relajado del whiskey con alguna pasión elevada.
Si la inocencia es el arma que las pueblerinas tienen ante los seductores, la capacidad de
engañarse a sí mismos es la manera en la que las personas como Sam se defienden de las hermosas
muchachas de alta cuna. Él sabe que las personas de esa esfera social no se fijaran en un
escritorzuelo, sabe que si habla con la verdad Julie jamás aceptará bailar con él, por eso decide
mentir, hacerse pasar por una persona que no es. Tanto el empleo como su nuevo carácter
impaciente y emprendedor son productos de la simulación, de abrazar la simulación. En edades
tempranas de la humanidad el trabajo era un efecto de culpa que conllevaba mucha fatiga, para el
hombre moderno parece ser otra cosa.
En «La parte maldita», G. Bataille explica que el resultado del trabajo humano dentro de la
sociedad es ocupado principalmente en el crecimiento de la misma; esta es una noción de trabajo
que es corriente en nuestros tiempos, pero no siempre fue así. Las sociedades primitivas
desarrollaban un equilibrio de sus excedentes productos del trabajo, esto es diferente a lo que
sucede en nuestras sociedades. El corte capitalista de nuestra organización económica necesita
estar siempre en crecimiento, cuando esto no sucede los lujos desarrollados por la acumulación de
la riqueza no se reparten orgánicamente dentro de la sociedad, sino que se acumulan en unas pocas
manos. Mientras el crecimiento esté interrumpido, no así la acumulación de riqueza, este punto de
acumulación creará una clase social opulenta que absorbe para sí el crecimiento desarrollando
inevitablemente, cada día con mayor gravedad, la brecha entre ricos y pobres. En las sociedades
primitivas desarrollaban procedimientos distintos, como los sacrificios o el potlatch.
El potlatch era un juego infinito de dones que lograba mantener un equilibrio no
acumulativo de la riqueza. Las personas de estas sociedades entregaban un lujoso regalo y a cambio
estas debían recibir un regalo aún más suntuoso. Superar el regalo recibido era el reto que se
aceptaba al recibir el regalo. Este contexto agonístico de alguna manera está conservado en
nuestros días, cuando se piensa que el regalo puede llevar algún veneno. Riqueza, era para estas
sociedades el prestigio que se obtenía al dar costosos regalos. Si bien la riqueza quedaba
mayormente concentrada en una clase, queda claro que el propósito del juego económico no era
en primer lugar la acumulación, sino el desprendimiento de los excedentes.
Los sacrificios forman parte de este marco económico. En la perspectiva de Bataille, el
propósito del rito es eliminar al objeto como útil y hacer de él, únicamente un objeto sagrado.
Recuperar la intimidad con ese objeto, perdida al manipularlo como objeto útil. El comercio con las
cosas es el enemigo de lo sagrado. Ahora bien, en la búsqueda de prestigio a través del intercambio
de presentes, queda como objeto residual el objeto adquirido. De este objeto adquirido al objeto
mercancía, hay una brecha muy corta. Pero eso no desdibuja el que los ritos sacrificiales simbolizan,
esencialmente, un intento por recuperar un estado de cosas anterior a nuestro punto de vista útil
de las mismas. Ciertamente, el éxtasis violento del cambio de frontera profano/sacro genera en
nosotros repulsión y nos impide, la mayoría de las veces, juzgar adecuadamente el equilibrio
buscado en el apetito de los dioses antiguos. En el potlatch y en sus sagrados sacrificios, las
sociedades antiguas exorcizaban el comercio con las cosas.
Volviendo a la novela, nuestro Sam está intentando volverse rico por atajos para ser
merecedor del amor de Julie. Esto lo lleva a una musa que le vende la idea de redactar la biblia, ella
misma le aconseja visitar a un vendedor de máquinas del tiempo para que viaje al pasado y así pueda
realizar un trabajo riguroso de investigación. Con la máquina del tiempo en su poder, Sam
reprograma la cita fallida con su amada. Pero su cita es irremediablemente fallida con o sin máquina
del tiempo. Frente al fracaso Sam decide suicidarse. Esta primera muerte es la muerte de la
ingenuidad, o al menos parte de ella. Muere la mujer como provocación, la caricatura de Eva. En
esta primera vida Sam puede confesar a Julie y a sí mismo su falta de sentido práctico y su pobreza,
pero no lo hace. Seguramente a nuestro protagonista le gusta pensar que no puede hacerlo por
vergüenza. Pero en realidad no lo hace por simulación. Él decide jugar el juego de los ricos, romper
relaciones con la palabra «om» y ponerse a trabajar. Ponerse a trabajar es equivalente a buscar el
sentido de la palabra Pluterday. Sam lo sabe todo desde el comienzo, pero sólo borracho puede
confesarse que Pluterday es un día exclusivo que los ricos tienen para salir con muchachas
hermosas.
La noción de trabajo con la que Sam opera en su primera vida no es la de un fatigoso
esfuerzo que lava una culpa original, sino la de un afán de conquista. Sin embargo a la riqueza no se
arriba sino se es ya rico. Sam no trabaja, ni siquiera aprende los medios para aprender a obtener
riqueza, él solo imita el apetito burgués. Todavía no puede hacer suyos los propósitos de fama y
gloria. Nuestro viajero del tiempo es en realidad un ser taimado pero lo suficientemente estúpido
como para sentarse en la mesa y afirmar que tiene el mismo apetito voraz por Todo, por Julie, por
el mundo, por la riqueza… pero aún no adquiere los modales y herramientas para comer semejante
platillo.
Segunda vida
En el paraíso Sam se entrevista con San Pedro que le sugiere usar la máquina del tiempo
para regresar un poco antes del día en que lo atropellaron, él siente una deferencia hacia nuestro
viajero del tiempo al cual invita en varias ocasiones a continuar con su proyecto de escribir la historia
del pueblo judío. Sam II vacila entre quedarse o no; opta por quedarse y San Pedro le pide que
entregue su nube en el salón de clases y que después entre. Otra vez nos topamos con el ocio
(«otium») que remite a tiempo libre, tiempo de aprender, de quietud; en griego «schole» también
remitía al tiempo libre, al descanso, y, posteriormente, a la escuela. No se nos da mayores
indicaciones sobre la geografía celeste pero las proximidades nos permiten hacer ciertas conjeturas.
Caso semejante es la referencia a la estatua de Claus, en donde Sam tiene sus citas frustradas y
termina suicidándose; San Pedro menciona que dicho suicidio fue tomado por algunos como el acto
desesperado de un monarquista.
La figura histórica detrás de Santa Claus es Nicolás de Bari. A este personaje se le atribuye
un papel central en el concilio de Nicea que logró consolidar el dogma de la divinidad de cristo;
utilizando dulces argumentos. El sentido de “protesta monarquista”, puede estar dado por las
referencias históricas a la corte de Felipe II de España, que gobernó la región de los países bajos de
donde es originario el autor de la novela que analizamos (Paul Van Herck). Como devoto católico,
Felipe II instaura en honor a San Nicolás de Bari la «fiesta del zapato», apoyado en las leyendas que
atribuían al santo haber arrojado tres zapatos cargados de oro al padre de tres muchachas a las que
su progenitor prostituía debido a su pobreza. El monarca tuvo que encarar la reforma protestante,
que después marcaría el comienzo del cambio hacia la sociedad capitalista.
En algunas de las representaciones de San Nicolás, se incluyen niños que el santo libera de
su esclavitud. El santo ahorra a los niños:
«La palabra ahorro proviene del árabe (Hurr=libre). De ahí salió un arabismo que se
empleaba en la edad media, horro, “Libre, que no es esclavo”. Se construyó a partir de ahí el verbo
ahorrar que comenzó una curiosa deriva semántica, en principio significaba “dar libertad a un
esclavo o prisionero”, luego significó “librar a alguien de lago”, por ejemplo, de un esfuerzo, de un
gasto. Cogió el sentido de “desnudarse” porque era librarse de ropa, pero también el de “no pagar”
porque era librarse de un gasto. De ahí salió la idea de “guardar dinero para el futuro” y “reservar
alguna parte”. El ahorro ahora es guardar el dinero en una cuenta y hay bancos de cierto tipo que
se llaman “Cajas de Ahorros”. Qué paradoja, llamamos ahorrado al dinero que está “prisionero” en
la cárcel de las cajas fuertes, cuando ahorrado primero significaba que lo habíamos dejado libre».
Por supuesto, no se nos escapa que la primera institución bancaria fue la iglesia. Por todo lo
anterior, podemos asumir que la “desesperación de un monarquista” connota al partidario del
ahorro, es decir, al partidario del sentido acumulativo de la riqueza. El otro partido lo formaban los
ociosos escolares que en el tiempo que se redactaba la novela, peleaban por independencia
intelectual de una Bélgica que vivía un contexto de conflicto debido al régimen de segregación
lingüística que se vivía en aquellos días. De nuevo se dibuja la oposición entre el ocio, ya no
meditabunto («om»), sino escolar y con conciencia política. Versus la laboriosidad que busca
acumular riquezas, ya no aplicada en la voracidad mundana, sino al domino ideológico de las masas.
A su vuelta del cielo, Sam II se dedica al sentido del trabajo humano que quizá sea el más honesto
jamás concebido: trabajar para ahogar las penas de la vida (es su caso, olvidar el amor de Julie).
Viaja al pasado, entrevista a los profetas y diversos personajes para terminar la redacción de la
biblia. En la novela se explica que la tarea le llevó cinco años pero como el buen Sam II tiene una
máquina del tiempo terminó la biblia en una noche, jajaja. Después, el tipo loco de los créditos
futuros, a quien le compró la máquina del tiempo, le explica todo el daño que ha causado la escritura
de un libro que ha traído tanta sangre y adormecimiento ideológico a la historia humana. Acto
seguido lo mata para arrebatarle la máquina del tiempo porque estas máquinas se encuentran ahora
prohibidas.
Lo que muere en Sam II es la indiferencia hacia el mundo. La noción de trabajo que muere
con él es la misma que la contenida en la segunda parte del «Fausto» de Goethe, pero a nuestro
protagonista no lo salvará el amor, aunque se quiera engañar a sí mismo tomándolo por su motor.
Tercera vida

Sam III visita al santo de las muchas llaves y este le arrojó un alegato muy típico en defensa
de la religión al ver a Sam algo desanimado por las consecuencias de su libro. Volver al paraíso y
haber ganado la santidad no parece entusiasmarle a nuestro ex-fáustico protagonista, algo que
parece estar en contradicción con los eventos futuros desarrollados en la trama. Logra volver a la
tierra vía tráfico de influencias burocráticas y se casa rápidamente con una mujer que no es Julie.

Susan es el otro interés romántico de la novela, por decirlo de alguna manera, ya que es
puesta por el autor para marcar cierta transición en la personalidad de Sam. Es una pena que los
personajes femeninos de la novela sean tan escasamente trabajados. Susan puede ser un guiño a la
bíblica Susana, cuya historia representó un “evolución” en materia jurídica: el careo. La Susan de
Sam III nos ayuda a contemplar la velocidad de las bodas y divorcios en el 2050, es decir, de nuevo
una Susana es utilizada como ejemplaridad jurídica futura, utilizada con cierta ironía…

Un aspecto probablemente adyacente pero importante en el relieve que me interesa


destacar, es la dimensión “cuantitativa” de la personalidad del protagonista. A lo largo de la historia
el protagonista se la pasa viviendo de tres en tres, contando y midiendo cosas irrelevantes y hasta
en algunos momentos parece darse cuenta de la asimetría de su mundo cuantitativo. En la tercera
vida esta dimensión se radicaliza, en las cuentas de Sam III nosotros podemos ver las discrepancias
de los largos tiempos y las cortas distancias que se viven en la ciudad del 2050, los espacios
pequeños que sirven de entrada a grandes cantidades de personas en espacios burocráticos de
proporciones gigantescas. El hombre vive totalmente desacompasado de sus espacios y ritmos.
Trabajo hipertrofiado; la bebida protagonista es el café, quien no duerme trabaja más y logra un
espacio en el estacionamiento.

Volviendo a los puentes con la biblia, el nombre de ‘Sam’ puede ser una referencia al Profeta
Samuel. Quien entre otras cosas luchó por los excesos de la casta sacerdotal de sus tiempos. Los
sacerdotes de los tiempos de Samuel, eran codiciosos y glotones. Tomaban más de la parte que les
correspondía en los ritos sacrificiales y hacían comercio con las partes de animales prácticamente
robadas a sus feligreses. En los excesos de la casta sacerdotal de los tiempos de Samuel nosotros
podemos conjeturar la transición entre la sociedad de eliminación de excedentes a la sociedad de
la acumulación de la riqueza. Tanto en el medio oriente como en la cultura occidental tal parece que
esa transición se dio de la mano de los sacerdotes, que no respetaban la «parte maldita».

¿A qué se le llama «parte maldita»? Es la parte destinada a su eliminación simbólica en los


rituales controlados políticamente por una casta sacerdotal. Y su eliminación era simbólica porque
esta parte destinada al dios y/o maldecida era en realidad agenciada por los sacerdotes. Esto
formaba parte del equilibrio económico de las sociedades primitivas. Ya en la primera vida de Sam
se había hecho una muy breve exposición del pensamiento de Bataille en cuanto a las diferencias
entre las sociedades antiguas tipo potlatch y las posteriores sociedades acumulativas. El principio
económico de las sociedades de organización primitiva se inspiraba en la ley que ellos contemplaban
en la naturaleza: la verdadera riqueza se derrocha.

Y, en realidad, este derroche de vida no es nunca un desperdicio. Los frutos del trabajo de
la agricultura, de la casta militar y el comercio tarde o temprano producían excedentes. Dichos
excedentes si no son ocupados por una política expansionista, ni pueden ser eliminados en los dones
del potlatch y las operaciones sagradas, entonces simplemente se quedan ahí. Disponibles para su
acumulación. Parece un paso natural el que los sacerdotes hayan sido los primeros en consumir los
excedentes disponibles con glotonería y lujuria; son ellos los primeros en adquirir conciencia del
otro sentido de la riqueza.

Para la sabiduría popular los excedentes siempre debían ser consumidos fuera de toda
necesidad, para eliminar la tentación de la acumulación de la riqueza. En la zona sagrada el alma
primitiva desencadenaba su parte oscura pero recuperaba una intimidad perdida; en la riqueza
acumulada el punto de fuga está bloqueado y el alma humana encarna sus apetitos de formas quizá
menos violentas pero más miserables, mientras olvida la intimidad perdida y da paso a un nuevo día
de la creación. Termina la era monstruosa de los sacrificios rituales y comienza la refinada era de la
depredación del hombre por el hombre.

Pero Sam III es el escritor de la biblia por lo tanto él ya es rico. Puede navegar en otros
círculos y dejar atrás el trabajo altamente tecnologizado cuasi ciberpunk de eficientes escenarios
industrializados, con una enorme masa de pobres descalzos; de las mujeres de la necesidad; de
bebidas como el café que te mantienen despierto y productivo sin mucho contenido nutricional. Los
lugares en donde se desenvuelve ahora son los grandes espacios; mujeres hermosas con nombres
que no son de personas; personas de trato amable e impersonal como si hubieran tomado 30 cursos
de atención al cliente; bebidas alcohólicas no del todo improductivas, ya que el vino se presta a la
charla. En fin, un mundo empeñado abnegadamente en gastar, con los zapatos bien puestos.

El mundo presenta ya un interés, es decir, la conciencia de un elemento como medio para


obtener un fin: el dinero. Sam III comienza a saber para quién trabaja. Ya con dinero él mismo no
puede engañarse con querer a Julie sólo por su belleza. La pregunta rectora de la novela adquiere
cada vez más peso, como si por fin se atreviera a revelar su imperiosa naturaleza: «¿Dónde estabas
el pasado Pluterday?».

El lugar que es un día, un día que es una incógnita pero cuya respuesta siempre está
supuesta. Como una verdad que necesita ser aceptada antes de ser descubierta. Cuando Adán cayó
en pecado las primeras palabras que Dios le dirigió fueron: «¿Dónde estás?». La búsqueda de un
‘tú’. La localización no es espacial, se trata del objeto perdido para la intimidad. No hemos perdido
el mundo, sólo hemos perdido la intimidad paradisíaca con la que antes lo habitábamos. Nunca se
trató del espacio perdido, se intentaba recuperar eso que en los ritos sacrificiales recuperábamos
parcialmente. Sam III, a fuerza de repetir la pregunta, quizá pudo comenzar a ver el rostro de lo que
buscaba, pero algo canceló esa vía y se desvió por otro método.

La solución tomada fue duplicarse a sí mismo. Sam III es rico pero vive encadenado a la
cotidianidad. Una muestra de los mecanismos de encadenamiento la podemos ver en esa
masculinidad que sólo puede relacionarse con la feminidad a través de la culpa. Sam III se duplica a
sí mismo para no “abandonar” a Susan. La duplicación es otra manera de morir, dejar morir el yo en
la cotidianidad. Sam III duplicado vendría a ser Sam 3.1. Me encantaron los detalles del método de
dividir el alma, el mago que duplica a Sam le dice: «La primera vez siempre llega como un sock».
Sam 3.1 muere rápidamente, con él muere el hombre que se desliza hacia lo cotidiano abrazando
cosas que lo encadenan: el trabajo, la culpa y el matrimonio. El origen (y quizá la finalización) de
esta duplicación cotidiana sea el terror y su depuración metafísica en el horror. En términos
generales, podríamos decir que el miedo es un mecanismo de control de poder estatal y legal (la
legalidad del estado está puesta en su uso de la fuerza que lo puede llevar incluso a asesinar
justificadamente; ahora, la legalidad del terror arroja a los hombres a morir a crédito en una lenta
cotidianidad), con diferentes niveles... También podemos observar, en la muerte de Sam 3.1, esta
tendencia a la intimidad perdida. La ritualidad en el funeral de su doble coloca a Sam cerca de sí
mismo. La muerte es ruptura con lo cotidiano; algo que los filósofos de las catástrofes han sabido
explotar.

La búsqueda de Pluterday y Julie vuelven una vez superada la cotidianidad. Pero el amor
que se tiene la joven pareja no es aprobado por el padre de ella, porque Sam III no sabe qué significa
Pluterday. Nuestro anterior viajero temporal termina encerrado en el manicomio, ahí aflora en él
un sentido de justicia que lo hará concebir la utopía socialista. En el lugar para encerrar a la locura
surge Sam Miniowsvky. Sam III quiere tener el amor de Julie sin confesar que es rico, así como quiere
enfrentar sus problemas sin mostrar su gigantesca cartera. Esta “rectitud moral” lo orilla a
proyectarse en un revolucionario socialista. Este defecto es una falla de origen, el loquito Sam no
pertenece a la clase de hombres Pluterday. Y por más que tenga dinero y sepa de su utilidad, Sam
no concibe la libertad sin la colectividad; él está atrapado en la psicología del rebaño.

A pesar de la falla de origen Sam III comenzara a despertar, en su locura, al sentido de


Pluterday. Su preguntar se desliza ahora al cómo. El padre de Julie lo visita en el manicomio ahora
dispuesto a dar su aprobación a la relación, debido a que Julie amenazó con suicidarse. El
comunismo no podía ser visto más que como locura para el sentido común del capitalismo
acumulador. Este sentido se institucionalizo y derivo en un mecanismo de control de los intereses
capitalistas; la etiqueta de locura acompañaba a todo lo que iba en contra de la sociedad
acumuladora de riqueza. Nuestro loco Sam no se rinde ante las seductoras ofertas del padre de
Julie, quien le explica más detalles sobre Pluterday, y dice permanecer a favor de la clase
trabajadora. Su suegro le dice que sólo los que no gozan del privilegio del día extra (Pluterday), son
los que están en contra. Repartir democráticamente los excedentes acumulados (de tiempo) con
todo el mundo no representa más que unos segundos ganados, eso no llega a ser un lujo para nadie.
Sólo una clase muy pequeña puede sintetizar los excedentes temporales y guardar para sí el
privilegio de un día extra a la semana, el octavo día.

La acumulación de la riqueza desvió el sentido de una sociedad cuyos elementos tenían una
unión más orgánica, cambiando el sentido hacia una sociedad que ve el trabajo humano ya sea como
emancipador o esclavizante, pero articulada en el elemento común que posterga las delicias del
fruto del trabajo a un día por llegar… ya sea en un domingo terrenal o en el día del reencuentro con
el paraíso perdido. Asumir este día o el otro depende del grado de hipocresía o culpabilidad del
momento histórico, o si se quiere de los individuos. Las sociedades de acumulación de la riqueza
estaban en los tiempos de Sam III ante las potencias tecnológicas y científicas supradesarrolladas.
Esta última sociedad terminó torciendo el sentido temporal creando ellos mismos un octavo día de
la creación, elevando, así, la humanidad a la condición de omnipotencia divina. No se trata del día
del becerro de oro, ahora se trata del día que celebra la condición divina de las potencias
tecnológicas y el saber científico, manipuladas por el capitalismo. Esto es lo que significa Pluterday.

Por otra parte, no debemos olvidar que Sam loquito es millonario y simula no serlo. Promete
unirse a la causa roja de Sam Minouwsky cuando escapa con él del manicomio, pero, confiesa para
sí mismo no estar seguro de ello (Pág. 83). Sam es un simulador. ¿Qué camino tomará?, ¿comunista
en pro de la clase trabajadora o millonario capitalista protector de privilegios?

Sam III saca un segundo duplicado de sí mismo con el plan de dejarlo en el manicomio. El
asunto termina mal y quien queda libre es el duplicado, mientras Sam III queda en el loquero. El
mago Sabrinsky, hacedor de duplicados, termino ayudándolo a escapar. Después del escape, Sam III
va a gestionar su entrada al Banco Internacional del Tiempo en Nueva York. Debe perforar en una
tarjeta cada hora ahorrada, con 24 perforaciones tiene derecho a disfrutar de un Pluterday
(extraoficialmente dicho día se celebraba entre el sábado y el domingo). Ya en Pluterday se dispone
a buscar a Julie, la encuentra divirtiéndose con su doble; ambos deciden librar un duelo por resolver
quién se queda con ella. Esto entusiasma a Julie y al banquero, que se habían convertido en el
público exigente que resumen a la sociedad del espectáculo y el tedio. Sam 3.2 (el duplicado) mata
a Sam III.

En Sam muere el mecanismo de control de la locura. Debía deshacerse del temor a la


etiqueta de loco socialista para emprender su siguiente tarea.

Cuarta vida

Otra vez visitando al santo de las llaves. Sam IV logra escapar del paraíso sobornando a la
Muerte (Goodman Bones). Esta idea resulta interesante a pesar de su aparente ligereza, ya que en
la novela la situación se presenta de manera cómica. La saturación cómica, que puede tomar varios
métodos, implica, en la situación que me interesa exponer, sobrecargar una línea de “estilo” hasta
llevarla a una situación insoportable cayendo en su senda risible (parodia, ironía, sátira). Lo
interesante aquí, es notar que esta saturación es la propia saturación de la psique. Revelar esta
situación es el acierto cómico de un tema serio casi horroroso. La locura, los dobles, el
encadenamiento de la vida en un ir y venir de lo mundano al más allá, parece más propio del terror.
Pero lo cómico no revela la ira y el desprecio del mundo con el que encubrimos nuestro nobles
deseos de un más allá, lo cómico en el caso de esta concreta novela de ciencia ficción revela la
máscara de la simulación. Las máscaras de Sam no son las únicas, ni las últimas. El padre de Julie
sólo quiere deshacerse de ella, eliminar el problema. Las feminidades que el autor representa son
la simulación pura, que llega incluso a ignorarse perfectamente a sí misma. Susan sería una
caricatura del movimiento feminista, la mujer que controla a la masculinidad a través de los lazos
legales adquiridos. Julie es la feminidad excitada por lo que vive en la frontera de lo normal o de lo
legal, o simplemente de todo aquello que la saque del su burgués tedio y desprecio a sí misma. El
Mago es la personificación de la simulación; el anti-daimon: en lugar de decir ‘no’, busca los medios
del siempre ‘sí’.

Sam IV toma prestados los atributos del mago para sobornar a la muerte y hacer posible lo
imposible. Derribar los límites según sus propios medios: astucia y dinero. Cuando Sam IV vuelve a
la tierra ve a su lado el cadáver de Sam 3.2, en ese momento jura no volver a tener otro duplicado.
Lección aprendida: no volver a dividir su alma. Anteriormente había prometido no conducir en
coche, lo cual se traduce en rechazar el estilo de vida rápido y sobreestimulado de la clase
trabajadora. Sam, como todo hombre disimulado, aprende rápido.

Rechazar la miserable vida rápida de la clase trabajadora y su connatural resentimiento.


Despreciar los celosos privilegios de la clase de hombres Pluterday. ¿Qué salida le queda a Sam IV?
Las primeras pistas están en su relación con la muerte. Sam IV no ha vendido su alma, su camino no
es el de Fausto; su camino es post-humano. Sam IV ya está muerto, por eso no hay quinta vuelta del
cielo al infierno; San Pedro lo rechaza diciéndole que la muerte del hombre ya se cumplió, en el
paraíso está su doble. Y algo de la ira del más allá se rebela en la actitud de San Pedro. No hay venta
del alma, no interesa el comercio con lo divino pero sí la suplantación. El hombre ya es dios en su
octavo día de creación. Elevado a categoría divina pagando el precio de matar lo humano en él
mismo.

Sam IV está en los planes de boda con Julie, y como es justo en las novelas tanto como en la
vida, los remordimientos del mentiroso escalan más alto que sus mentiras: Sam Rojo entra en
escena. Raptan a Sam, pero este les promete entregar el Pluterday a la clase trabajadora, sólo
tomara unos meses, les dice. Lo dejan libre. Pasan varios Pluterdays y Sam IV no cumple con su
promesa. Sam Rojovsky irrumpe en la luna de miel de Sam IV. Este último rompe en llanto por el
remordimiento y a partir de entonces va en búsqueda de la gloria.

La defensa del proletariado: la recuperación del hombre que pueda disponer de sí mismo,
libremente (¿libre disposición de tiempo?). Sí hay transformación de las condiciones materiales,
pero lo inconfesado para el propio social-comunismo es el medio irremediablemente burgués de la
revolución. Demasiado énfasis en la colectividad obstaculiza la reconciliación personal y/o impide el
desahogo celestial (Pág. 166, la parte maldita). Sam IV toma el control del Banco Internacional del
Tiempo, con máquinas, muebles de plástico, compras de patentes y letreros de neón. Gestos de
burgués; solución de burgués: que el proletariado disponga del tiempo que la barrera de sus
condiciones materiales le impedía acceder; pero, tendrá que expulsar como ideología a la religión,
al amor, la locura, la cotidianidad y a la amistad del hombre con el hombre (todo el camino de la
serie de muertes que Sam atraviesa). Cambiándolas por el Partido. Liberar del encadenamiento del
mundo hundiéndose en la materialidad del mundo. La solución es perfectamente en favor de la
clase trabajadora pero el método de solución es perfectamente burgués. El pueblo tendrá su
Pluterday, ¡aleluya!
Sam IV un día antes de la apertura del Banco Internacional del Tiempo, sufre un atentado
junto con el Mago Sabrinsky y Sam Rojo, los tres mueren.

Quinta vida

Pero en el más allá nadie los quería. San Pedro tenía en el paraíso al duplicado de Sam lo
que equivalía a tener el acta de defunción de todo lo humano. La quinta vía maldita del género
humano estaba abierta. La democratización de la filosofía de la riqueza acumulativa (casta
sacerdotal-protestantismo-revolución industrial-capitalismo-socialismo-guerra fría espacial). Sam V
se casa por segunda vez, quizá por primera vez porque él es el primer hombre del post-humanismo.
Ahora bien, qué pasa después. Los hombres que pueden disponer del tiempo de Pluterday lo cual
implica disponer de sí mismos y ser libres, ¿qué han hecho de sí mismos?

Sam V tiene que volver a casa desde una travesía por el mar, tal como esas leyendas
europeas dictaban que debía curarse la locura. Sam ya es un hacedor de Pluterdays, tal como su
amigo el Mago. Sam Rojo corre a decirle a Sam V que le harán una estatua, lo que debemos traducir
como el culmen de la anterior búsqueda de Sam por ganar una aureola. Pero Sam ya se ha curado
de todo ello, quizá porque, precisamente, lo ha obtenido todo y ha saciado su apetito de gloria, en
fin… da igual. Ahora es su turno de ofrecer bebidas alcohólicas, le ha regalado a la clase trabajadora,
por mediación del poder tecnológico, el tiempo necesario para disponer de sí mismos.

Tristemente, después de Pluterday viene Splashday. Pluterday pasó a ser un día normal y
ahora nadie sabe en qué embrollo nos han metido estos nuevos dioses niños caprichosos. ¿Guiño
al infantilismo de la sociedad como nuevo mecanismo de control? Pfff…., ni idea. Lo que sí parece
claro, es que cualquier solución que el hombre invente sobre el sentido último de la vida no pasará
más allá de nombrar un día de la semana. Si no hay una verdadera intimidad recuperada todo
intento no será más que una entretenida comedia. Sin embargo, incluso de esto también hay que
desesperar.

Fin

Por ultimo me quedan unos detalles por precisar. En primer lugar, les pido una disculpa si la
lectura “filosófica” que propongo del libro queda ambigua en algunos momentos. Para comer a
escribir, tuve que presuponer que los lectores de este análisis ya habían leído tanto la novela
“¿Dónde estabas el pasado Pluterday?” como el libro de G. Bataille “La parte maldita”. Exponer paso
a paso ambos libros hubiera restado fluidez a lo que no pretende ser más que una interpretación de
una novela de ciencia ficción bajo ciertos aspectos del pensamiento de Bataille.

Sobre el final de la novela debo agregar que las claras alusiones a elementos educativos
como medio de control (maestros y padres), y dicho control aplicado a un claro objetivo infantil. No
sólo están ahí para ser interpretados como advertencias que el autor quiso dejarnos. Hablan a su
presente, a los conflictos estudiantiles que se aluden dentro del libro. Los invito a investigar más
sobre dichos conflictos para hacer de su relectura de la novela de Paul Van Herck, todavía más rica
y deliciosa. Gracias por leerme.

Eder Valedo Paz

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