Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Curso: Tercero
Kant considera que la persona posee una dignidad que radica en su propia humanidad,
que si bien esta no es exenta de imperfecciones, y aunque esas imperfecciones formen
parte de su naturaleza, la racionalidad también es parte de esa naturaleza, y esta
contrasta perfectamente con las necesidades e inclinaciones que atañen a la humanidad,
puesto que la racionalidad es el elemento que ayuda a superarlas y trascender de ellas.
El hombre es un ser con inclinaciones, pero también es un ser con razón, es un ser capaz
dirigir su acción a aquello que lo construya, lo humanice y equilibre su convivencia con
los demás. A esta humanidad que se sobrepone a sus apetencias, Kant la mira con una
sacralidad, puesto que la razón, que le da al hombre la capacidad de mejorarse a si
mismo es una cualidad propia de su especie, y lo que lo hace ser un ser revestido de
dignidad. En este sentido, no existe persona más digna que otra, el hecho de ser persona,
cualifica de dignidad a la persona.
El valor del hombre son sus inclinaciones y su posibilidad. Virtud y vicio chocan
constantemente en el hombre, el querer y el deber, ejercen fuerte presión en la
conciencia y es fácil dejarse arrastrar por el placer, pero la fuerza de la voluntad siempre
tendrá un valor preponderante, pues esta está ligada a la razón en cuanto a cualidad
humana y humanizante, y siempre apuntará a lo debido, a lo correcto, a lo perfecto. Pero
siempre será una fuerza constrictora, mientras el hombre no asiente en sí, que esa
tendencia a lo correcto, a lo constructivo, es una cualidad fundante en él. Esto es la
manifestación de la libertad como se ha ido estudiando en los puntos anteriores. El
hombre es libre porque puede sobreponerse a sus inclinaciones, necesidades y vicios, es
una facultad primordialmente humana.