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Jonathan Rodríguez
8vo Grupo 2
Capítulo 4
Cada sujeto está precedido por un lugar que le es asignado en un conjunto intersubjetivo que
le permite devenir sujeto, es por ello que se puede concebir al sujeto del inconsciente como
sujeto del grupo o sujeto del vínculo. Existe dentro del vínculo dos tipos de sociabilidad: la
sociabilidad sincrética, que define una relación que es, de hecho, una no‐relación, pero que es
un verdadero vínculo. Para hacerse comprender, Bleger sostiene, que incluso cuando los
individuos están en una no‐relación (como aparentemente en una fila de espera de autobús),
están sin embargo involuntariamente de acuerdo para mantenerse en ese estado de no‐
relación: forman así un grupo según la sociabilidad sincrética; la sociabilidad por interacción,
implica por su parte una relación de objeto interna, una diferenciación en el espacio psíquico y
en el espacio intersubjetivo; es figura, o Gestalt, sobre el fondo de la sociabilidad sincrética, de
la que resulta claro que cumple una función de continente, depósito o envoltura para las
interacciones. Lo que diferencia al vínculo con la relación de objeto, es que en el vínculo nos
encontramos con algo otro, esos otros no son sólo figuraciones o representantes de las
pulsiones, de los objetos parciales, de las representaciones de cosa y de palabra, del sujeto
mismo; son también otros, irreductibles a lo que ellos representan para otro. Cada una de
estas cuestiones sitúa a la pulsionalidad en el límite entre ligazón intrapsíquica y vínculo
intersubjetivo, al tomar en cuenta la importancia de las investiduras pulsionales y las
representaciones de que el grupo es objeto, Pontalis retomaba la cuestión abierta por Freud, y
recogida por Slavson, de una pulsión llamada gregaria o social o de grupo, que no lleva a inferir
que exista una pulsión social originaria, aunque la pulsión de aferrarse pudiera ser el inicio de
la formación de una tendencia secundaria, social, a seguir (sequor) y a agruparse (grop, la
masa, el nudo). El juego pulsional organizado por la tensión entre las pulsiones de vida y la
pulsión de muerte sostiene las vicisitudes de los movimientos de ligazón y desligazón en los
grupos, E. Enriquez ha analizado el trabajo de la muerte en las instituciones: ha destacado el
modo en que la violencia originaria fundadora de la institución o del grupo instituido, tal como
lo describe Freud en Tótem y tabú, retorna constantemente en el proceso mismo de la
institución: las instituciones indican indirectamente la constante posibilidad del asesinato de
los otros. Por lo que se puede concluir que, para entrar en vínculo, el sujeto debe cumplir
ciertas exigencias de trabajo psíquico impuestas por el encuentro con el otro, más
precisamente con la subjetividad del objeto. Se desprende entonces con nitidez el
componente intersubjetivo obrante en la formación misma de la pulsión.