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EL ENFOQUE LIBERAL DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO


(MARCHESI Jaime, SOTELO Justo, Ética, crecimiento económico y desarrollo humano, Editorial Trotta, S.A., Madrid, 2002, pp. 79-112)

4.1 LOS FUNDAMENTOS DEL LIBERALISMO

Desde el siglo XVIII hasta nuestros días se pueden distinguir tres corrientes dentro del liberalismo
(Vergara, 1999). Primero están los liberales clásicos de los siglos XVIII y XIX, partidarios de lo que se
podría llamar el «Estado óptimo». Éstos basan su pensamiento en dos tradiciones diferentes: la
utilitarista y la del derecho natural. Las otras dos corrientes se sitúan en el siglo XX. Son los liberales
que defienden el «Estado mínimo» (Nozick) y los que postulan el «Estado limitado» (Hayek). Es este
último pensamiento el que vamos a utilizar para exponer el enfoque del crecimiento económico.
De forma genérica se puede decir que el liberalismo es una teoría social y política que afirma que es
posible alcanzar el progreso económico de la sociedad y el bienestar material de los individuos si el
orden social se entiende de la siguiente forma:
1. El enfoque metodológico que explica tanto el origen y la formación de las instituciones sociales
como los problemas económicos es el individualismo.
2. Los individuos son agentes racionales autónomos que actúan buscando su propio interés.
3. El bienestar se consigue cuando los individuos disfrutan de la máxima libertad posible, de forma que
les permita utilizar sus ideas y sus recursos económicos como mejor les convenga.
4. La sociedad, entendida como ámbito de cooperación humana, debe regirse por normas diseñadas
para evitar conflictos de intereses.
5. El mercado es la institución económica más eficaz para coordinar, en régimen de libertad, los
distintos planes de los individuos.
6. El Estado debe limitar su actuación a cuatro funciones: a) favorecer la libertad económica; b)
fomentar la inversión privada; c) suministrar servicios de interés general; d) proporcionar una
seguridad limitada.

4.2 EL INDIVIDUALISMO COMO TEORÍA DE LA SOCIEDAD

4.2.1. Antecedentes del individualismo

Puede decirse que el individualismo no es más que el resultado de una reflexión: la que la filosofía ha
hecho sobre el individuo desde la Antigüedad hasta nuestros días1. En ella se pueden destacar cinco

1
Según Abercrombie, Hill y Turner (1986), el término individualismo, como tal palabra, es una invención del siglo XIX,
cuando los teóricos sociales discutían sobre la relación entre el individuo y la sociedad. Desde entonces el término ha
sufrido tantas mutaciones que hoy abarca una inmensa heterogeneidad de significados. No sólo se habla de individualismo
en el ámbito de la política, de la economía o de la ética, sino también en el campo de la literatura, de la pintura y el cine.
También los individualismos se distinguen entre sí según el país donde se desarrollen: hay un individualismo alemán,
americano, inglés, francés, etc. Y mientras en un país el vocablo puede tener un sentido negativo (Francia), en otro puede
tenerlo positivo (Inglaterra). Denominador común de todos estos individualismos es la importancia concedida al individuo
frente a la colectividad y que tiene su origen en ese proceso de descubrimiento del individuo, de forma que cada discurso
apoyaría una visión particular del individuo y, por implicación, una teoría diferente de la naturaleza humana y de los fines
deseables de la vida.

1
momentos importantes: el pensamiento clásico griego, el judeo-cristianismo, el Renacimiento, la
Reforma y la Ilustración2.
Aunque el pensamiento griego estaba fuertemente marcado por el sentido de la polis, el énfasis en lo
individual surgía continuamente cada vez que se pensaba en las capacidades individuales. La filosofía
griega alentó a los individuos a pensar, actuar y crear de acuerdo con sus propios talentos y genio
personal, así como a dejar su impronta en el mundo. El dicho socrático Una vida sin examinar no vale
la pena vivirla o la máxima Conócete a ti mismo son ejemplos de la alta valoración que tenían los
griegos del individuo y de su capacidad de auto crítica y autoconocimiento. Tanto en el desarrollo de la
ética como en el estudio de la conducta individual, se insistía en que cada persona tenía la
responsabilidad de su propia vida y que a cada uno le incumbía hacer las elecciones correspondientes.
Más radicales en sus planteamientos individualistas fueron los epicúreos, quienes llegaron a afirmar
que el destino del hombre era una cuestión personal. Lo que la civilización griega legó a la posteridad
fue la exaltación de lo individual, lo creativo y crítico.
Con la tradición judeo-cristiana, la reflexión sobre el ser humano reviste un nuevo significado al ser
contemplado desde una perspectiva religiosa. Al igual que sucedía en el pensamiento griego, se
mantienen los lazos comunitarios: el judío es visto como miembro del pueblo de Israel y el cristiano
como miembro de la Iglesia. Pero desde esa visión religiosa el individuo adquiere un valor único por lo
que es: hombre creado a imagen y semejanza de la divinidad. Aunque el énfasis en los aspectos
comunitarios no permite afirmar que la religión judeo-cristiana fuese individualista en sentido estricto,
sí se puede decir que proporcionó muchos de los elementos que contribuyeron al desarrollo posterior
del individualismo como doctrina. Más concretamente, lo que provocó el asentamiento del cristianismo
en Occidente fue la acentuación de la importancia del individuo (Dumont, 1987).
Lo mismo puede decirse del período medieval. Puesto que la sociedad estaba estructurada de una
manera orgánica, tampoco es posible considerar al mundo de la Edad Media como específicamente
individualista. Si bien lo que importaba fundamentalmente era la sociedad y su protección, y no el
individuo, es posible apreciar una cierta tensión entre el polo individualista y el polo comunitario si
comparamos la dimensión religiosa del individuo con su dimensión social. Mientras que en el plano de
la religión, de la fe y de la gracia cada hombre es una «creatura» que tiene un valor único otorgado por
su Creador, en el plano social cada individuo es un elemento de la sociedad sometido al
funcionamiento del cuerpo social. El hecho de que la forma de organizar la sociedad en la época
medieval tuviera una influencia decisiva a la hora de concebir al individuo no impidió que en Europa
comenzaran a desarrollarse discursos que acentuaran la importancia de lo individual y singular.
Ejemplo de esto es el nominalismo, que surge en el siglo XIV y cuya figura principal es Guillermo de
Ockham. Para la doctrina nominalista los conceptos generales (universales) carecen de todo substrato
ontológico. Sólo los individuos tienen entidad real. La consecuencia de esta afirmación fue la negación
de cualquier realidad supraindividual. Esta vinculación del individualismo con el nominalismo aparece
constatada en autores como Dumont(1987), Messner (1976) y Pribram (Schumpeter, 1982).
Con el advenimiento del Renacimiento se da un paso más en esa andadura que desembocará en la
doctrina del individualismo. El factor determinante es la toma de conciencia del individuo como ser
activo. Así, para Agnes Heller (1980) lo que caracterizaba al individuo renacentista es su
exteriorización. Todo el mundo vivía necesariamente hacia fuera, en búsqueda constante de ocasiones
y situaciones nuevas para la acción individual. El Renacimiento supuso un giro decisivo en la

2
Steven Lukes (1975) resume en nueve puntos las conexiones que historiadores y sociólogos han encontrado en el término
individualismo: con el epicureísmo (Lindsay), con el primitivo cristianismo (Troeltsch), con el Renacimiento italiano
(Burckhardt), con el protestantismo (Max Weber), con la moderna teoría del derecho natural (Otto Gierke), con el
romanticismo (Meinecke), con los economistas neoclásicos (Mises), con la moderna teoría política (Lindsay) y con la
moderna filosofía de la sociedad occidental (Helie Halevy).

2
concepción antropológica. En lugar del ascetismo abnegado, se acentuó el ejercicio completo de los
poderes humanos; frente a la sumisión a Dios, se alentó la libertad individual, y en lugar de la fe
acrítica, se primó la búsqueda intelectual. Desde este momento el hombre empieza a tomar conciencia
de su inmenso potencial para crear y producir.
La Reforma protestante contribuyó de otra manera al desarrollo del individualismo. Lo que este
movimiento intensificó fue el sentimiento de responsabilidad del individuo autónomo frente a Dios.
Entre el individuo y Dios se establece una relación directa, sin intermediarios de ningún tipo, de tal
manera que es al propio creyente a quien compete descubrir su propio destino a la luz de su personal e
individualizada relación con la divinidad.
Con la Ilustración se consolida una de las ideas básicas del individualismo: la autonomía. Es a Kant
a quien corresponde el desarrollo sistemático de este concepto. La autonomía parte del supuesto de que
el individuo es el único dueño de sus actos y de sus pensamientos, y sólo a él le corresponde decidir y
optar de forma independiente. De esta manera el individuo se convierte en instancia suprema de
moralidad al poder elegir libremente los valores. Esta inseparabilidad entre el concepto de autonomía y
la idea de libertad fue desarrollada por Kant en su obra Fundamentación de la metafísica de las
costumbres.
La última fase de este proceso de desarrollo está constituida por el entroncamiento del
individualismo como doctrina sobre la naturaleza humana con el liberalismo y con otras corrientes
políticas. Esta fase alcanza su punto culminante en 1789 con la Declaración de Derechos del hombre y
del ciudadano. La importancia del individuo, la prioridad de éste sobre el todo social y el concepto de
autonomía son elementos básicos de la tradición individualista que fueron asumidos por el liberalismo
a la hora de entender la sociedad. Con esta unión, el individualismo se convirtió en pieza clave para
interpretar las relaciones externas del individuo con el medio social. Esta acentuación de las relaciones
externas sirvió para diferenciar al individualismo de otro concepto básico: la individualidad.
La individualidad se interesa por la interioridad del sujeto. Más concretamente, se refiere al cultivo
de las cualidades interiores del ser humano, a lo que de más personal tiene el hombre. Son estas
cualidades las que distinguen a un sujeto del resto de los seres vivientes. Para las doctrinas que
enfatizan la individualidad la sociedad ha de organizarse de tal forma que los individuos puedan
desarrollar sus cualidades y talentos personales. Los dos máximos representantes de la exaltación de la
individualidad fueron von Humboldt (1767-1835) y John Stuart Mill (1806-1837). Mientras que el
primero consideró que el verdadero fin del hombre residía en el desarrollo más armonioso posible de
sus capacidades humanas, Mill insistió en la importancia que tenía el libre desenvolvimiento de la
individualidad para el propio bienestar.
Resumiendo. Tras la palabra individualismo se esconden dos cosas. En primer lugar, el resultado de
ese largo proceso que podemos denominar proceso de descubrimiento del individuo3. Un proceso que
acentúa dos aspectos: la importancia de los individuos en relación con las colectividades y las
diferencias que existen entre las individualidades. En segundo lugar, al individualismo como doctrina
se le asocian determinadas ideas o características básicas que son fruto del valor atribuido al ser
humano. Estas ideas son:
1. La idea de autonomía, según la cual el hombre es el único dueño y soberano de sí mismo. Esta idea
fue expresada así por Mill: «Sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo es
soberano» (1981: 66). Esta creencia de que el individuo es el propietario de sí mismo, es decir, de su

3
El término individuo hace referencia al sujeto humano singular considerado aisladamente, el sujeto que busca satisfacer
sus intereses, deseos, gustos o apetencias. Este concepto de individuo conectaría con esa definición general de
individualismo según la cual se trata de «una teoría que celebra y ensalza el interés personal y la autorrealización»
(Ketcham, 1987: IX).

3
propia persona y de sus capacidades, forma parte de lo que Macpherson ha denominado
individualismo posesivo (1979).
2. La dignidad de la persona, entendida como expresión del valor supremo del ser humano singular que
encuentra su concreción en el respeto a los hombres.
3. La capacidad de elegir y actuar racionalmente conforme a los propios criterios. Los individuos
serían centros de opción y decisión, libres e independientes de cualesquiera opciones socialmente
impuestas.
4. La privacidad o ese espacio de soberanía individual que todo ser humano necesita para moverse
libremente.
5. Los derechos individuales, en cuanto manifestación de la garantía que tienen los sujetos de poder
ejercer su autonomía y ser respetados en su dignidad. El reconocimiento de estos derechos se
encuentra ligado a la misión del Estado, que es el que debe proteger al ser humano singular4.

4.2.2. El individualismo liberal

En el pensamiento liberal hayekiano el individualismo5 es primariamente una teoría de la sociedad, una


forma de entender el origen y desarrollo de los fenómenos sociales. Secundariamente el individualismo
es un conjunto de principios políticos y morales derivados de esa visión de la sociedad. De las dos
formas que existen de comprender la sociedad, como conjunto de instituciones diseñadas para el logro
de fines concretos o como resultado de los esfuerzos individuales, Hayek se sitúa en esta segunda
perspectiva. La auténtica sociedad, la que se corresponde con el liberalismo verdadero, es la que se
define como un orden de cooperación humana; un orden que, estando más allá de nuestra percepción,
no ha sido objeto de diseño deliberado por parte del hombre. La sociedad no es más que el fruto de las
acciones separadas de numerosos individuos que en su comportamiento individual se condujeron por lo
que consideraban más beneficioso para ellos y los demás.
La afirmación mantenida por el liberalismo, y defendida por Hayek, de que las instituciones sociales
hay que interpretarlas desde las acciones de los individuos y no desde la posibilidad de ser diseñadas
por la mente humana, supone concebir esas instituciones como productos de un proceso evolutivo que
se formaron espontáneamente. Hayek se apoya aquí en la teoría de Ferguson, para quien «las naciones
tropiezan con instituciones que ciertamente son el resultado de la acción del hombre y no consecuencia
del diseño humano» (Ferguson, 1767: 187). Esta formación espontánea de las estructuras sociales se
desarrolló a través de un proceso denominado de ensayo y error, donde el hombre fue descubriendo
paulatinamente cuál era la forma más conveniente de comportarse en cada situación, sin que ello
implicara un conocimiento directo de las razones por las que le convenía adoptar tal tipo de
comportamiento. Éste es el primer factor clave para entender el proceso evolutivo de las instituciones

4
Junto a estas características, algún autor ha estudiado la conexión entre individualismo y ciertas concepciones de la
justicia: «Parte integrante del individualismo fue una concepción de la justicia como retribución del mérito» (Miller, 1976:
291).
5
Hayek distingue dos tipos de individualismo. Por un lado, está el individualismo auténtico, que se remonta a Locke,
Mandeville y Hume; continúa con Tucker, Ferguson, Adam Smith y Edmund Burke, y culmina con Tocqueville y Lord
Acton. Por Otro lado, está el individualismo falso, asociado al pensamiento de los enciclopedistas franceses, a Rousseau y a
los fisiócratas. A esta corriente del pensamiento individualista la llama Hayek individuafismo racionalista. La diferencia
entre ambas visiones no sólo reside en la distinta concepción que tienen de la forma de entender el funcionamiento de la
sociedad o en el papel tan diferente que se atribuye a la razón en el proceso de formación y desarrollo de las instituciones
sociales, sino también en la forma de concebir la libertad. El primer individualismo -el individualismo auténtico- está
asociado al liberalismo británico; el segundo individualismo -el individualismo falso- al liberalismo continental europeo,
que se gestó principalmente en Francia en el siglo XVIII como consecuencia de la filosofía cartesiana."

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sociales. La herencia cultural que se transmite de unos a otros se desarrolla a través de un proceso de
aprendizaje e imitación donde el hombre va averiguando progresivamente las ventajas que le depara la
adopción de determinadas prácticas.
El segundo elemento fundamental a la hora de comprender el desarrollo de las estructuras sociales
reside en que es precisamente el empleo de esas prácticas lo que determina la superioridad técnica de
unos pueblos con respecto a otros6. Es más, el progreso de la civilización se debe precisamente a esa
transmisión de experiencias habidas de generación en generación donde las distintas prácticas que
demostraron ser superiores se fueron incorporando a las diferentes instituciones sociales. En este
sentido, la tradición evolucionista juega un papel fundamental en el proceso de selección de prácticas,
hábitos y costumbres.
Al orden social resultante de esta interpretación evolutiva de las instituciones sociales Hayek lo
llama orden espontáneo. Sé trata de un orden que se ha formado por sí mismo de una manera natural,
en el curso de un continuo proceso de experimentación y selección. Un ejemplo de cómo las acciones
independientes de los individuos producen un orden espontáneo nos lo ofrece la formación de caminos
en una región salvaje. Al principio cada uno buscará la ruta que le parezca más conveniente. Si resulta
viable, tal camino será utilizado por otros que persigan parecidas intenciones o tengan metas similares.
Gradualmente irán surgiendo sendas claramente definidas, trazadas en función de los objetivos
perseguidos y que vienen a ser usadas con exclusión de otros caminos posibles. Los distintos
movimientos humanos a través de esa región salvaje vienen a conformar un modelo que es resultado de
un proceso de experimentación o de ensayo y error.
Tres rasgos definen ese orden espontáneo. En primer lugar, la complejidad. Se trata de un orden que
integra un número de datos particulares tan elevado que ningún cerebro humano puede aprehender en
su totalidad. Es más, a medida que ese orden aumenta en complejidad, disminuye el número de datos
concretos que el ser humano puede conocer. Esta complejidad afecta, por ejemplo, a los precios de los
bienes. Éstos dependen de tantas circunstancias inabarcables para la mente humana que la mejor forma
para determinar los precios de los mismos es encomendándosela al mismo mercado. Hayek comparte
así la tesis de la Escuela de Salamanca sobre la determinación de los precios. Para él la auténtica base
de la economía de mercado está en los escritos que dejaron los pensadores de esta escuela, quienes
identificaron el precio justo con el precio de mercado.
El segundo rasgo que caracteriza dicho orden es la abstracción. El orden espontáneo basa su
existencia en relaciones puramente abstractas donde los elementos que la componen se definen también
por propiedades exclusivamente abstractas. Sólo el orden que se define en función de determinados
rasgos abstractos hace posible la plasmación de una gran variedad de proyectos individuales. Es decir,
dado que la capacidad de la mente para desarrollar relaciones abstractas está antes que la capacidad
para percibir lo concreto, es necesario que en la explicación de los fenómenos sociales se tomen como
punto de partida las relaciones abstractas que gobiernan el orden como un todo. Desde esta
generalización, los individuos se servirán de ellas como guías para sus acciones. La última
característica del orden espontáneo es la ausencia de fines sociales. Ese orden no se basa en la
persecución de objetivos concretos, sino que más bien se presenta como un marco de actuación donde
los individuos que lo componen pueden perseguir sus fines particulares, de forma que el único objetivo
común concreto a alcanzar es la preservación de dicho orden. Para designar esa concepción de la

6
Véase, al respecto, el siguiente ejemplo tomado de una obra donde también escribe Hayek: «EI inventor del arco y la
flecha indudablemente dio a su grupo o tribu una gran ventaja en la lucha por la supervivencia. El poder de disparar flechas
aumentó enormemente la eficiencia de los cazadores a la hora de suministrar alimentos. La consecuencia fue el crecimiento
de la población. Como si se tratara de un arma militar, el arco y la flecha dio a la gente que lo poseyó la capacidad de
expandirse a expensas de sus competidores» (Morley, 1977: 74).

5
sociedad que es fruto del crecimiento natural y espontáneo de las instituciones sociales, Hayek utiliza la
expresión gran sociedad, una expresión que puede intercambiarse por la de sociedad abierta, que es la
que utiliza Popper.

4.3 LA ANTROPOLOGIA LIBERAL

Si el individualismo liberal es una teoría de la sociedad que interpreta los fenómenos sociales desde la
acción humana, el siguiente paso que hay que dar será clarificar de qué concepción del hombre
hablamos y qué naturaleza revisten sus acciones. Cuatro son las características que definen al ser
humano. En primer lugar, cada sujeto es un individuo singularizado. Los dones, talentos, capacidades y
potencialidades que él mismo posee es lo que precisamente le distingue del resto de sus semejantes. La
diversidad es lo que determina la diferenciación de los seres humanos: «La ilimitada variedad de la
naturaleza humana, el amplio grado de diferencias en la potencialidad y capacidad de los individuos es
una de las más precisas realidades que ofrece la especie humana [...] Cada recién nacido es una
cantidad desconocida en lo que a las potencialidades se refiere [...]» (1975: 123)7. Es esta variedad de
posiciones individuales la que constituye un elemento indispensable para ese proceso de aprendizaje e
imitación que es la formación de los órdenes sociales.
En segundo lugar, el sujeto humano es considerado como instancia suprema de moralidad. La
esencia de la postura liberal reside en que es al individuo a quien compete, dentro de unos límites
claramente definidos, la determinación de los fines que él personalmente desea alcanzar. Es el propio
sujeto quien debe orientar su comportamiento según sus personales esquemas valorativos. Como
portador de intereses y deseos, el ser humano se constituye en juez supremo de su propia vida. Es el
propio individuo quien mejor sabe lo que le conviene en cada momento y cuáles son los objetivos o
metas que mejor se adecuan a sus intereses personales. Afirmar esto implica reconocer la existencia de
una multiplicidad de fines individuales independientes así como una pluralidad de centros de decisión.
En este sentido los órdenes espontáneos son sociedades policéntricas. La perspectiva de Hayek es la
misma que la de John Stuart Mill cuando, en su defensa de la libertad, afirmaba: «La libertad humana
exige libertad en nuestros gustos y en la determinación de nuestros propios fines; libertad para trazar el
plan de nuestra vida según nuestro propio carácter para obrar como queramos, sujetos a las
consecuencias de nuestros actos, sin que nos lo impidan nuestros semejantes en tanto no les
perjudiquemos aun cuando ellos puedan pensar que nuestra conducta es loca, perversa o equivocada»
(1981: 69)8.
Para Hayek propiciar un orden social que permita a la gente guiarse en sus acciones por sus
intereses y deseos personales puede conducir a una interpretación errónea del individualismo si éste es
identificado con el egoísmo. La defensa del individualismo no implica la exaltación del egoísmo.
Supone simplemente postular que en el marco de la vida personal y social el propio sujeto humano es
quien mejor puede hacer uso de sus facultades, dones, talentos y habilidades en función de sus propias
aspiraciones. Afirmar esto exige al mismo tiempo eliminar la posibilidad de que otro sujeto humano
7
Esta singularidad del ser humano ha sido también descrita por Mises en términos similares: «Cada uno de nosotros desde
que nacemos llevamos grabada la impronta de lo individual, de lo único, de lo singular. No son idénticos entre si los
hombres. Somos desiguales» (1980: 47).
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Aunque Hayek mantuvo siempre un interés constante por la obra de Mill, nunca se adhirió a sus planteamientos globales
por considerarlos más cercanos al liberalismo continental que a la genuina tradición liberal. Ejemplo de ello es su postura
sobre la distribución en su obra Principios de economía política: «La distribución es una cuestión de las instituciones
humanas. Una vez que las cosas están ahí, el género humano, individual o colectivamente, puede hacer con ellas lo que
gusten». Y concluye: «La sociedad puede someter la distribución de la riqueza a cualquiera de las normas que quiera
considerar».

6
pueda encontrarse en mejor posición o esté más cualificado para juzgar sobre las capacidades de sus
semejantes9.
En tercer lugar, el ser humano es un individuo que se caracteriza por la limitación de su
conocimiento. No existe sujeto alguno que esté en posesión de toda la información existente en la
sociedad o que sea capaz de abarcar la totalidad de los mecanismos, aspectos y detalles que integran el
complejo de relaciones que es la sociedad. Más bien hay que decir que el conocimiento se encuentra
disperso entre todos los miembros de la colectividad. En este sentido Hayek se opone a una concepción
del hombre con capacidad para concebir y crear no sólo el orden social, sino también la misma
civilización: «Somos tan poco capaces de concebir lo que la civilización será o podrá ser de aquí a cien
años, o incluso de aquí a veinticinco años, como nuestros antepasados medievales o incluso nuestros
abuelos lo fueron para prever nuestra forma de vivir hoy» (1975: 49).
El conocimiento al que se refiere Hayek no es sólo el conocimiento científico. El «saber hacer
cosas», el llamado conocimiento práctico, lo que propiamente se llama «mañas y habilidades», tiene
también su importancia. La habilidad y el talento personal hacen que cada individuo tenga algún tipo
de ventaja sobre los demás en el sentido de que posee información de carácter único de la que intentará
sacar el máximo provecho posible.
Permitir que el individuo experimente por sí mismo lo que significa poner en circulación el
conocimiento que posee no sólo es beneficioso para el propio sujeto, sino también para la sociedad en
su conjunto. La libre difusión del conocimiento que se encuentra diseminado entre todos los miembros
de la sociedad es condición esencial para el progreso de la sociedad.
El tema de la fragmentación del conocimiento humano es clave para entender dos cosas. En primer
lugar, la formación de los órdenes espontáneos. Dado que el conocimiento del todo social nunca puede
ser poseído por una única persona y que los problemas tan complejos a los que nos enfrentamos en la
vida social difícilmente pueden ser resueltos por una autoridad central, es mejor dejarlo al desarrollo de
las fuerzas sociales lo que se consigue dejando a los individuos libres para que persigan sus propios
objetivos. En segundo lugar, constituye el problema realmente central de la economía como ciencia
social: este conocimiento disperso, además de que permite hablar de equilibrio en la vida económica,
facilita la integración de los distintos planes de vida.
Finalmente, el individuo es considerado como parte de un proceso en el que su aportación
espontánea contribuirá a la creación de algo más grande que lo que cualquier mente única pudiera
jamás planificar.

4.4 LOS PRINCIPIOS ÉTICOS

4.4.1. La libertad

En el universo ético de los valores del pensamiento liberal la libertad ocupa el lugar prioritario. No es
un valor entre otros, un principio de moralidad en el mismo nivel que los demás, sino la fuente y la
condición necesaria de todos los demás valores. Se trata de un principio supremo, dogmático, que no se
puede sacrificar por razones de conveniencia política.

9
El mismo Friedman coincide con Hayek al afirmar que «eI interés personal no equivale al egoísmo miope, sino que
engloba todo cuanto interesa a los participantes en la vida económica, todo lo que valoran, los objetivos que persiguen. El
científico que intenta ensanchar las fronteras de su disciplina, el misionero que se esfuerza por convertir a los infieles a la
verdadera fe, el filántropo que trata de aliviar los sufrimientos del necesitado, todos ellos procuran colmar su interés
personal de acuerdo con sus propios valores» (1980: 48).

7
Para Hayek la libertad es esa situación10 en la que los individuos pueden utilizar sus aptitudes,
conocimientos y bienes personales para perseguir sus propios objetivos sin ser obstaculizados por otras
personas. Esta forma de entender la libertad no es egoísta. Tan necesaria es la libertad para las personas
altruistas como para las egoístas. De acuerdo con esta definición la libertad presenta las siguientes
características. En primer lugar, es libertad de elección. Es al propio individuo a quien corresponde
elegir sus propios fines que luego plasma en un proyecto personal que tratará de llevar a cabo mediante
el uso de sus capacidades individuales y del conocimiento de que dispone. En segundo lugar, la libertad
exige la eliminación de aquellos obstáculos que impiden al ser humano aportar a la sociedad todo
aquello que es capaz de hacer. Así, por ejemplo, el mantenimiento de determinadas situaciones
monopolísticas en el mercado constituye para el liberalismo uno de los muchos obstáculos para el
ejercicio de la libertad individual. Este rasgo de la libertad se presenta como una condición que abre
oportunidades, pero no busca asegurar beneficios particulares. Dahrendorf decía que una de las
características principales del liberalismo era la protección del individuo y de sus life chances,
entendiendo éstas como la gama de elecciones que se abren al individuo (1982: 34). Desde el momento
en que se busca mantener privilegios o ventajas de tipo material, la libertad corre peligro de debilitarse.
En tercer lugar, la libertad implica ausencia de interferencias ajenas. Dado que Hayek sitúa la libertad
en el campo de las relaciones interpersonales, esto es, en el contexto de las relaciones que los
individuos mantienen con sus semejantes, cualquier injerencia arbitraria en la actividad personal
representa para el individuo la imposibilidad de llevar a cabo sus fines individuales. Un ejemplo de
interferencia es la realizada por los sindicatos en el ámbito del mercado. En cuarto lugar, la libertad
significa poder hacer uso de la propiedad privada. Para Hayek la justificación de la propiedad tiene una
base individual y social. Desde una perspectiva individual la propiedad privada es un derecho exigido
por el mismo ser humano para el desarrollo de su individualidad, es decir, de su capacidad creativa. Los
distintos planes de acción de las diferentes personas únicamente podrán realizarse si el individuo tiene
la certeza de que solo él ejercerá un control exclusivo sobre aquello que posee, tanto si se trata de
conocimiento técnico como si se refiere a la habilidad personal o a las cosas materiales. Garantizar al
sujeto que lo que posee es realmente suyo y que es libre de utilizarlo según sus objetivos personales
constituye la mejor forma de proteger la libertad individual frente a una posible injerencia ajena.
Pero además de ser la forma más efectiva para estimular los procesos creativos humanos, la
institución de la propiedad se justifica para Hayek por los grandes beneficios que proporciona a nivel
social. La propiedad cuando está en manos de individuos particulares no sólo permite satisfacer los
objetivos de las personas que tienen esa propiedad, sino que además contribuye a la satisfacción de los
objetivos y necesidades de sus semejantes. Es el caso del empresario particular que ofrece empleo al
trabajador en paro o del vendedor que pone en manos de los compradores los productos que necesitan.
Por esta razón, cuanto más repartida esté la propiedad, tanto más permitirá el logro de los objetivos y
necesidades del mayor número de individuos. En este sentido no se puede afirmar que la propiedad
privada sea egoísta porque beneficie únicamente a aquellos que la poseen. La propiedad es beneficiosa
tanto para los que tienen como para aquellos que carecen de ella: «La condición decisiva para una
mutua colaboración ventajosa entre los individuos, basada en el consentimiento voluntario y no en la
coacción, es que haya muchos individuos que puedan procurar la satisfacción de nuestras necesidades,
de tal manera que nadie tenga que depender de determinadas personas para el logro de las condiciones
esenciales de la vida o para disfrutar de la posibilidad de desenvolverse en alguna dirección» (1975:
189). La propiedad es, pues, para Hayek, el inicio del progreso. Si la civilización ha avanzado ha sido

10
En el pensamiento hayekiano la libertad no es natural, sino un producto que la civilización creó como consecuencia de los
beneficios que reportaba.

8
porque la extensión de la propiedad privada ha permitido hacer el mejor uso de la infinita variedad de
capacidades individuales.
Por último, la libertad significa ausencia de coacción, independencia de la voluntad arbitraria del
otro11: «La coacción tiene lugar cuando las acciones de un hombre están encaminadas a servir la
voluntad de otro; cuando las acciones del agente no tienden al cumplimiento de sus fines, sino al de los
de otro» (1975: 179-180). En el enfoque hayekiano la coacción es un mal porque supone utilizar a los
hombres en contra de su voluntad, obligándoles a secundar metas que no son las suyas. De todas las
coacciones posibles la más perniciosa de todas es la que ejerce el Estado a través de la ley. Por eso si se
quiere preservar la libertad individual es necesario reducir la coacción al mínimo posible. Es más, si se
quiere disfrutar de los beneficios que produce la libertad, el recurso a la coacción debe hacerse dentro
de unos límites perfectamente definidos. Estos límites vienen determinados por el marco normativo que
en todo momento debe prevaler para el mantenimiento de un orden social libre. Este marco normativo
nos lleva directamente al segundo de los valores que el liberalismo defiende, que es la justicia
entendida como justicia legal.

4.4.2. La justicia

Para que los individuos puedan planificar libremente su quehacer sin ser obstaculizados por otras
personas, Hayek propone como solución el establecimiento de una estructura legal apropiada basada en
normas de comportamiento. Estas normas tendrían una doble finalidad: decides a los individuos qué
posibilidades tienen para llevar a cabo sus planes y qué tipo de conducta no pueden realizarse.
Conforme a estos dos objetivos las normas deben ser generales y negativas. Situándose en la misma
perspectiva de Locke que afirmaba que «el fin de la ley no es restringir la libertad, sino mantenerla y
ampliarla», Hayek postula que las normas deben ser generales porque han de servir de guía para que
los individuos puedan perseguir sus propios fines y deseos. Proporcionando el máximo de
oportunidades para que todos puedan hacer uso de sus conocimientos, las normas protegen aquellas
expectativas legítimas de las personas que con sus acciones buscan maximizar sus aspiraciones
personales. Deben ser también negativas porque, al establecer prohibiciones12, se busca evitar los
posibles perjuicios que se causen los individuos entre sí con sus actos respectivos. Al eliminar los
posibles daños que puedan causarse, las normas no sólo intentan favorecer la conciliación e integración
de todos los seres humanos en un mismo orden social, sino que al mismo tiempo se busca evitar
conflictos de intereses.
Definido así el marco legal normativo de un orden social libre, la justicia se entiende como el
ajustamiento de los actos humanos a ese esquema normativo de carácter general y negativo. Dado que
la justicia o injusticia reside en lo que los hombres hacen, un acto es justo si respeta las normas
establecidas e injusto si las transgrede. Esta clase de justicia defendida por el liberalismo hayekiano es
la justicia conmutativa. Esta forma de entender la justicia tiene dos ventajas. Por un lado, no hace
distinción de personas. Los actos humanos son valorados con independencia de la situación de las
personas que los ejecutan o de la intencionalidad que mueve al actor a realizados. La justicia
únicamente tiene en cuenta si el acto en sí observa lo establecido por la norma o no. Por otro lado, al
someter la justicia a principios generales, se elimina la posibilidad de cualquier decisión arbitraria
surgida en un momento determinado como consecuencia de lo que a uno se le puede antojar como
bueno, útil o conveniente. Con esta formulación de la justicia se busca evitar cualquier decisión
11
Esta independencia respecto de cualquier voluntad ajena fue ya expresada por Locke en los términos siguientes: « .La
libertad de los gobernados [...1 radica en una libertad para seguir mi propia voluntad en todo siempre que la norma no lo
prohíba; radica en no estar sujeto a la inconstante, desconocida y arbitraria voluntad de otro ser humano».
12
El liberalismo suele establecer como prohibiciones básicas el uso de la violencia, el engaño, el fraude y la coacción.

9
gubernamental que pueda convertirse en arbitraria. En el pensamiento de Hayek la arbitrariedad hace
su aparición cuando el gobierno trata de favorecer los intereses de determinados grupos o de satisfacer
las necesidades de determinados colectivos. Para él la justicia nada tiene que ver con los intereses o las
necesidades. Identificar la justicia con esto es tergiversar el auténtico significado de un concepto que es
ajeno al logro de resultados concretos. Esta consecución de resultados concretos es lo que busca la otra
clase de justicia -de carácter positivo- defendida por las corrientes socialistas que es la justicia social.
Esta justicia para Hayek no sólo disminuye la libertad de los individuos, sino que además conduce a la
ineficiencia del sistema económico de un orden de mercado.

4.5 LA EFICIENCIA DEL MERCADO

Para Hayek todo el problema económico se reduce a una sola cuestión: cómo lograr que el sistema
económico sea más eficiente. Esta eficiencia descansa fundamentalmente en las múltiples iniciativas de
los individuos que actúan en función de sus propios conocimientos y fines. Para conseguir dicha
eficiencia, la teoría económica tiene que responder correctamente a tres preguntas. En primer lugar,
cómo coordinar las acciones individuales de manera que cada individuo pueda hacer el mejor uso
posible de ese conocimiento que posee. Esta pregunta supone plantearse qué clase de orden económico
es el que facilita esta finalidad. Dado que cada persona posee únicamente pequeñas parcelas de
conocimiento, y no la totalidad de las situaciones y circunstancias que inciden en el entorno social y
económico, la búsqueda de ese orden económico requiere la descentralización: las decisiones últimas
han de tomarlas aquellas personas que están más familiarizadas con las correspondientes situaciones y
circunstancias.
La segunda pregunta que ha de hacerse la teoría económica es cómo conseguir los mejores
resultados tanto en lo que se refiere a la satisfacción de las necesidades de la gente como en relación al
aumento de la riqueza global.
Por último, ha de preguntarse cómo producir al coste más bajo posible. En este sentido la actividad
económica es siempre un proceso continuo de perfeccionamiento de lo existente y de adaptación a las
nuevas necesidades. La naturaleza del problema económico no puede desligarse de ese intento de
búsqueda de nuevas formas de hacer cosas mejor de lo que se han hecho hasta el momento. En el
pensamiento de Hayek esto sólo se consigue dentro de un orden competitivo. Nos corresponde ahora
examinar la forma en que el pensamiento hayekiano da respuesta a estas tres cuestiones.

4.5.1. La coordinación de las acciones individuales y el orden económico resultante

El orden económico que resulta de la interacción espontánea de un gran número de personas que actúan
persiguiendo cada uno su propio interés se conoce como orden de mercado. Éste es el sistema que
mejor favorece la iniciativa de los individuos así como el libre despliegue de sus capacidades
personales. Lo que hace el orden de mercado es coordinar los comportamientos individuales
permitiendo que todos los individuos que actúan en el mismo puedan llevar a cabo sus planes
respectivos. Dado que el mercado facilita la utilización de ese conocimiento que cada individuo posee
personalmente, este tipo de orden económico se presenta como un incentivo que induce al ser humano
a poner en práctica su capacidad para descubrir lo que hay que hacer en una situación dada13.

13
A la ciencia que trata del orden de mercado Hayek la denomina catalaxia. Dicha ciencia no es teleológica, esto es, no
supone que la actividad económica se diseñe en función de unos fines determinados por alguna autoridad o poder superior.
La ciencia económica es praxeológica en la medida en que se interesa por la actuación del hombre individual que trata de
ajustar su comportamiento a principios generales y abstractos.

10
4.5.2. Los beneficios del mercado y la creación de riqueza

El mercado opera como un proceso de intercambio de bienes y servicios donde los distintos agentes
económicos establecen conexiones de carácter formal poniendo en circulación el conocimiento de que
disponen así como las habilidades que poseen. El trueque sigue siendo la base fundamental sobre la que
opera el orden de mercado. En cada intercambio que se realiza las partes que intervienen se benefician,
pues lo que uno está dispuesto a obtener se prefiere a lo que se va a dar por ello. Examinando la
historia, Hayek observa que los pequeños grupos tribales vieron sin duda que podían sacar ventaja al
intercambiar cosas con otros por tener cada uno un exceso de algo que otro necesitaba. Con el tiempo
se dieron cuenta de las ventajas de la generalización del comercio, aunque las dos partes que
intercambiaban persiguieran fines distintos. De esta forma, cuanto mayores fueran las diferencias de
necesidades y de fines de cada uno, tanto más probable sería que ambos se beneficiasen con la
transacción14.
En este sentido Hayek afirma que el orden de mercado descansa, no en fines comunes, sino en la
reciprocidad. Esta reciprocidad se origina a partir de la iniciativa de los individuos que, con sus propios
esfuerzos, tratan de beneficiar a sus semejantes proporcionándoles lo que éstos necesitan en el tiempo y
lugar adecuados. Expresado en términos de oferta y demanda, lo que el mercado hace es facilitar el
ajuste de millones de esfuerzos independientes que son la expresión de los millones de proyectos
individuales que tratan de adaptar su demanda a la correspondiente oferta a los precios de mercado. La
gran ventaja que tiene el orden de mercado es que productores y consumidores se prestan un servicio
mutuo satisfaciendo no sólo sus propias necesidades, sino también las necesidades de los otros. El
productor satisface las necesidades del comprador colocando en el mercado el bien que el consumidor
demanda, y el comprador satisface la necesidad que tiene el productor de dar salida a su producto
adquiriendo dicho bien. En ningún momento es necesario que el comprador esté de acuerdo con los
fines del vendedor ni que éste tenga la obligación de conocer directamente las necesidades de los
demás. lo que se precisa para que el mercado sea eficiente es que cada uno persiga su propio interés. La
catalaxia (u orden de mercado) es un juego que «se basa en un modo de hacer el bien al prójimo en el
que cada cual consigue más si, dentro de las reglas vigentes, persigue plenamente sus propios intereses,
que no tienen por qué ser egoístas en el sentido ordinario del término, sino simplemente los suyos»
(1977: 54).
Al comparar el mercado con un juego, Hayek hace depender los resultados del mismo de factores
tales como la suerte o las habilidades personales de los jugadores participantes. El juego se lleva a cabo
conforme a aquellas reglas que se han fijado de antemano con el fin de que todos tengan la misma
oportunidad de beneficiarse. Sólo se establecen las reglas, pero ni se fijan previamente los resultados ni
se procede a corregirlos cuando no son del agrado de los participantes. Para Hayek no se puede apelar a
consideraciones de justicia para corregir los resultados del mercado. La justicia, entendida como
observancia de la ley o como sometimiento de los actos de los individuos a las normas de recto
comportamiento, requiere que cada individuo tome lo que el mercado propiamente le asigna. La tan
frecuente expresión .injusticia del mercado» no tiene sentido en un orden individualista liberal. Para
que dicha expresión fuese válida, los resultados del mercado tendrían que depender de la voluntad

14
Para entender el proceso de intercambio que se produce en el mercado y los beneficios que obtenemos del mismo, es
necesario remontarse a aquella famosa observación de Adam Smith: «No esperamos comer por la benevolencia del
carnicero, del cervecero y del panadero, sino por su interés». Obtenemos beneficios económicos cooperando con personas
que actúan movidas no por el interés de los demás, sino por el suyo propio. El funcionamiento del mercado se basa, por
tanto, en el interés personal de cada actor.

11
expresa de alguien. Pero dado que son consecuencia de factores ajenos a los propios individuos que
intervienen en el mismo, no se puede hablar de justicia o injusticia del mercado.
Para que el mercado sea efectivamente un juego que facilite la creación de riqueza, en el sentido de
aumentar el caudal de bienes disponibles, lo único que se requiere es que los participantes observen las
reglas que se han establecido para que todos puedan sacar el máximo beneficio posible. Esta aspiración
al máximo beneficio no sólo constituye un estímulo para que los agentes económicos sirvan a las
necesidades de sus semejantes, sino también hace posible el uso más efectivo de los recursos. Frente a
esa mala fama que ha tenido siempre el ánimo de lucro, Hayek considera la búsqueda del beneficio
como la verdadera medida de la utilidad social que tienen nuestros esfuerzos para los demás.

4.5.3. El orden de mercado como orden competitivo

Hayek identifica orden de mercado con orden competitivo. La competencia es el principio que ordena
toda la actividad económica. En primer lugar, coordina los esfuerzos separados de los individuos
tratando de lograr el ajuste mutuo de sus planes respectivos. Cuando esto se consigue, se alcanza lo que
la teoría económica denomina equilibrio competitivo15. En segundo lugar, permite utilizar de la forma
más efectiva posible ese cúmulo de conocimientos que se encuentran diseminados entre todos los
individuos: «Emplear una información que existe, pero que está dispersa, sobre circunstancias
detalladas, cuando nadie puede saber siempre quién tiene esa información, exige la competencia. Esta
competencia es el proceso de selección por el que se encuentra (se "descubre") al poseedor de la
información pertinente» (1985: 37).
En tercer lugar, la competencia es el método que posibilita poner al servicio de la colectividad la
diversidad de capacidades individuales. Puesto que nadie puede conocerlo todo ni poseer la
información sobre quiénes son los individuos más idóneos para ocupar los distintos puestos en el
mercado, es mejor reservar esta tarea a la competencia. En este sentido, la competencia es un proceso
de descubrimiento. Permite descubrir quiénes son los más capacitados para resolver los diversos
problemas. Es decir, quiénes están en situación de ofrecer en el mercado aquellos bienes que sus
semejantes realmente desean. Desde esta perspectiva, el productor tiene que preguntarse cómo puede
satisfacer las necesidades de la gente de la forma más barata posible. Éste es el gran servicio que presta
el sistema competitivo al género humano. En la medida en que busca hallar la forma de ofrecer a los
consumidores los bienes más baratos, trata de mejorar las , oportunidades de la gente desconocida, así
como sus condiciones de vida16. La competencia intenta de esta manera enseñarnos qué agente
económico nos servirá más satisfactoriamente. Puesto que los servicios de las personas nunca pueden
ser exactamente iguales, la competencia se presenta como un proceso de transferencia de información.
Esta transmisión de información no sólo se traslada a los consumidores, sino también a los productores.
Cuando se descubren nuevos métodos de producción, es decir, nuevas formas de producir a un coste
más reducido, la competencia actúa como proceso de imitación: «[...] gracias a la competencia, el
comportamiento relativamente más racional de ciertos individuos induce a que otros, estimulados por el
éxito de aquéllos, decidan imitarlos para poder sobrevivir» (1982: 138).
Si la competencia tiene generalmente efectos beneficiosos, también hay que incluir en ella las
consecuencias perjudiciales que se derivan de las frustraciones en las expectativas de los individuos. En

15
Hayek es reacio a emplear el término equilibrio en el análisis de la competencia. Para él el concepto de equilibrio tiene
sentido si se aplica a las acciones de un solo sujeto, pero no cuando se trata de las relaciones entre muchos individuos. En su
lugar, Hayek propone emplear el término orden. Los dos factores que para él hacen imposible hablar de un equilibrio
económico son los cambios continuos que se producen en 1os planes de los individuos y el hecho de que la competencia sea
un proceso de descubrimiento. Un análisis de todo este tema aparece en Individualism and economic order, pp. 33-56.
16
Sobre la ética de la competencia, véase F. H. Knight (1976).

12
tanto que la competencia es «la acción por esforzarse en ganar lo que otro trata de ganar al mismo
tiempo», inevitable es que unos tengan más "éxito que otros. La competencia es un proceso que no
asegura resultados concretos a ninguno de los agentes que participan en el mismo. El valor de la
competencia reside precisamente en que sus frutos Son impredecibles. No se trata de ordenarla de
modo que los resultados se acomoden a un modelo previamente establecido, sino de tratar que funcione
de la manera más beneficiosa posible, y esto sólo se consigue si se dispone de un sistema legal
adecuado, es decir, de un orden jurídico que establezca aquellas condiciones necesarias para no
interrumpir el proceso competitivo17. Cuando la competencia se limita legalmente, originando
situaciones monopolísticas, entonces se adoptan actitudes discriminatorias al impedir que otros puedan
entrar libremente en el proceso competitivo. Distinta es la situación en la que una empresa tiene una
posición monopolista cuando posee ventajas especiales derivadas, por ejemplo, del talento del
empresario o del uso de un nuevo método de producción. Si lo primero es moralmente rechazable por
los privilegios que genera y por las posibles condiciones discriminatorias que imponen a los clientes
que no tienen otras posibilidades de elección, la segunda situación no puede concebirse como
moralmente injustificable.
A la competencia le corresponde la determinación tanto de los precios como de los salarios. Si todo
lo que acontece en el orden de mercado es el resultado de las distintas acciones de los diferentes
agentes económicos que libremente intervienen en el mismo, la estructura de precios y salarios tiene
que venir determinada por las distintas valoraciones o estimaciones que los individuos hacen de los
bienes y servicios. Precios y salarios actúan como indicadores de cómo deben conducirse los distintos
actores en sus actividades o hacia dónde deben dirigir sus esfuerzos. Tanto los primeros como los
segundos se presentan como señales que indican a los agentes lo que pueden hacer tanto en beneficio
propio como del interés general.
Por lo que se refiere al mecanismo de los precios, Hayek entiende que éste no puede ser concebido
como producto de la mente humana. En un orden social evolutivo al sistema de precios le sucede lo
mismo que a tantas instituciones sociales. Se trata de uno de esos mecanismos que el hombre ha
aprendido a utilizar después de tropezar con él sin entenderlo y su utilización permitió el
aprovechamiento de ese conocimiento ampliamente extendido entre todos los individuos que integran
el orden social.
El papel orientador que tienen los precios se hará efectivo cuando éstos vengan determinados por la
oferta y la demanda. Es decir, cuando la autoridad política no intervenga en la fijación de los mismos
aduciendo supuestos criterios de justicia. Si así lo hiciere, la consecuencia final será la pérdida de
libertad y, por tanto, la distorsión del mercado. El precio que hay que considerar como válido es aquel
que resulta del libre juego de las fuerzas de mercado: «[...] el único precio justo es el precio "natural",
es decir, aquel que surge en el mercado competitivo con independencia de las leyes humanas, pero
sometido a tan elevado número de circunstancias que sólo Dios puede prever [...]» (1979: 133).
Esta función de señalización se hace más patente cuando se tiene en cuenta que lo que hacen los
precios es suministrar información para que los agentes económicos puedan tomar sus decisiones"18. Al
productor le dicen tanto lo que debe producir como los medios que ha de emplear para fabricado al
menor coste posible. Puesto que para Hayek la diferencia entre obedecer y no obedecer las señales de

17
La tarea de los escritores del siglo XVIII fue precisamente desarrollar una estructura legal que permitiera preservar un
orden efectivo de mercado, «Los escritores del siglo XVIII eran tan filósofos del derecho como estudiantes del orden
económico, y su concepción de la ley y su teoría del mecanismo del mercado estaban íntimamente conectadas» (1978: 136).
18
Un ejemplo que ilustra esta función de señalización que realizan los precios es el ofrecido por Kirzner en el libro de
Leube y Zlabinger cuando compara el sistema de precios con la misión que desempeñan las luces de los semáforos en las
calles. Dichas luces suministran información a los conductores para que puedan circular tranquilamente sin entrar en
colisión con los restantes coches que igualmente circulan por las calles (1985).

13
los precios y de los costes es la diferencia entre el esfuerzo productivo y el improductivo, el productor
tendrá que guiarse por esas señales si quiere que su esfuerzo individual se vea coronado por el éxito. En
cuanto al consumidor, los precios le indican el valor que los sujetos atribuyen a las mercancías que hay
en el mercado.
De la misma manera que en los precios intervienen las valoraciones que los individuos hacen de los
bienes y servicios que necesitan, así también el precio del trabajo es expresión del valor que tienen los
servicios para aquellos que los utilizan. Somos remunerados por la utilidad que tienen nuestras
actividades para los demás. En este sentido los salarios cumplen la misma función que los precios:
suministran información al trabajador para que conozca dónde puede prestar una mayor contribución al
producto social en las circunstancias del momento. Dicha información viene proporcionada por el
mercado, que es el que realmente determina los puestos de trabajo así como los salarios
correspondientes a los mismos. Sólo la ley de la oferta y la demanda orienta la determinación del
salario. Ni el mérito19 ni los derechos ni tampoco determinadas interpretaciones de la justicia pueden
considerarse como válidos a la hora de retribuir el precio del trabajo. Igualmente cualquier apelación
que se haga a una «política de rentas» supondría no sólo renunciar a que el mercado determine la
cuantía de los salarios, sino que también haría imposible la colaboración voluntaria de los distintos
actores que intervienen en el mismo. La fijación de los salarios por la autoridad política tiene unas
consecuencias negativas que no surgirían si se dejase que el mercado de trabajo funcionara libremente
sin ningún tipo de interferencia.
Connatural al orden de mercado es la desigualdad material. Lo que hace que la distribución de los
beneficios materiales sea desigual es la existencia de individuos que son distintos entre sí en cuanto a la
posesión de conocimientos, talentos y habilidades. Un orden individualista caracterizado por la
diversidad de sus miembros pide que éstos sean retribuidos conforme a un mecanismo de tipo
impersonal donde no exista ninguna persona que tenga poder para decidir cuál tiene que ser la posición
material de sus semejantes. Si se produjera una intervención de este tipo, la libertad que caracteriza el
orden liberal se vería restringida.

4.5.4. Las relaciones humanas en el orden de mercado

Puesto que el orden de mercado es un juego en el que intervienen muchos actores, una comprensión
amplia de cómo se realiza este juego requiere un análisis del tipo de relaciones que se establecen entre
los diferentes jugadores que participan en el mismo.
Lo que, ante todo, une a una amplia variedad de personas y las integra en un modelo social común
no es la persecución de una serie de fines comunes, sino la observancia de un conjunto de normas de
comportamiento caracterizadas por la generalidad y la abstracción. Esto es lo que hace que todos los
miembros de una misma colectividad se encuentren en plano de igualdad. Esta igualdad no sólo viene
definida por el sometimiento de todos al sistema general normativo, sino también porque dicho sistema
busca eliminar la coacción que pueden ejercerse mutuamente. Al suprimir la fuerza coactiva que los
individuos puedan ejercer, las relaciones entre ellos no se basan en la sumisión o en la dependencia,
sino en la igualdad. Si hay una ventaja que tenga este sistema de dirigir el empleo de los recursos es
que elimina el uso de la fuerza y de la coacción. En el orden de mercado todos son libres para comprar
o vender, para contratar mano de obra a un precio determinado o aceptar un puesto de trabajo en lugar

19
La idea de mérito es rechazada por Hayek por ser totalmente incompatible con el principio de libertad que debe regir una
sociedad libre: «La sociedad libre tiene como característica esencial el que la posición individual no dependa
necesariamente de los puntos de vista que los semejantes mantengan acerca del mérito que dicho individuo ha adquirido»
(1975: 131-132).

14
de otro. Lo que define el orden de mercado es la colaboración voluntaria. El liberal es un entusiasta de
la colaboración porque considera que se puede conseguir más por este sistema que mediante una
dirección consciente y deliberada como sucede en el socialismo.
Si los individuos basan sus relaciones en el consentimiento voluntario, esto significa que lo que une
a las personas en el orden de mercado no es el amor al prójimo ni los sentimientos altruistas ni
responsabilidades de tipo social20, sino vínculos económicos: «Sólo el mercado, en efecto, facilita esa
integración humana que con tanta intensidad desean plasmar hoy cuantos tratan de aunar a la
humanidad en un orden mundial. Lo que hoy enlaza a cualquier ciudadano europeo o americano con lo
que día a día acontece en Australia, Japón o el Zaire son los impulsos transmitidos a través de las
mallas de la actividad mercantil. (1979: 191).
La satisfacción de las propias necesidades es el motivo principal que permite la convergencia de
todos los seres humanos en un mismo orden social. Impulsados por nuestro propio interés realizamos
en el orden de mercado actividades comerciales que desembocan en el beneficio mutuo. La relación
beneficiosa que se establece entre los agentes económicos se deriva de las diferentes transacciones que
efectuamos para proporcionar a nuestros semejantes los medios que necesitan para alcanzar sus fines al
tiempo que los demás nos proporcionan los medios que precisamos para alcanzar nuestras metas
particulares: «La actividad económica proporciona los medios materiales para todos nuestros fines. Al
mismo tiempo muchos de nuestros esfuerzos se dirigen a proporcionar medios para los fines de otros a
fin de que ellos, a su vez, puedan proporcionar los medios para nuestros fines. Es únicamente a causa
de que somos libres en la elección de nuestros medios como también somos libres en la elección de
nuestros fines» (1967: 229).

4.6 EL ESTADO

4.6.1. La concepción del Estado

El liberalismo es opuesto a cualquier tipo de intervención que impida el libre desarrollo de la capacidad
creativa del individuo. Si bien puede suceder que sean los propios individuos los que obstaculicen los
planes de vida de sus semejantes, el principal obstructor de la iniciativa individual sigue siendo el
Estado. El ente político puede llegar a acumular tanto poder que su actuación puede constituir un serio
obstáculo al progreso de la sociedad. Para evitar esto el liberalismo establece como requisito
fundamental la limitación del poder político. El gobierno debe quedar sometido a las mismas normas de
conducta que rigen para el resto de los ciudadanos. Solo así se evitarán tres cosas. En primer lugar, que
pueda hacer un uso arbitrario de sus facultades concediendo privilegios a unos grupos determinados y
discriminando a otros. En segundo lugar, que pueda recurrir a la coacción. Cuanto más poder se
conceda al gobierno, más uso hará de su fuerza coactiva sobre los individuos, que se sentirán frustrados
por no poder llevar a cabo sus objetivos por las continuas intromisiones del gobierno en sus planes de
vida. Por último, que pueda actuar siguiendo criterios de oportunidad o conveniencia. En un orden
liberal espontáneo, la política económica del gobierno no debe guiarse por la satisfacción de las
necesidades experimentadas por los individuos. Con motivo de una conferencia pronunciada en El
Cairo, Hayek, citando a William Pitt, decía: «La necesidad es el pretexto para cualquier infracción de

20
Para Hayek las desgracias que puedan aquejar a miles de millones de personas no pueden constituirse en motivo de guía
de nuestra acción diaria. Nuestra responsabilidad, para que sea efectiva debe ser responsabilidad individual y no colecriva:
«.La principal función de la creencia en la responsabilidad individual es hacer que utilicemos nuestro propio conocimiento y
capacidad hasta el máximo en el logro de nuestros fines» (1975: 116).

15
la libertad humana. Es el argumento de los tiranos; el credo de los esclavos» (Machlup, 1977: 130). Lo
mejor que puede hacer el gobierno es crear un marco favorable para que los individuos puedan
satisfacer por ellos mismos sus propias necesidades.

4.6.2. Funciones del Estado

La concepción hayekiana del Estado no se sitúa entre los que defienden el Estado mínimo. La
expresión Estado mínimo hace referencia a ese Estado que no tiene más funciones que el cumplimiento
de la ley, la administración de justicia, la estabilidad monetaria, la garantía de un orden pacífico interno
y la defensa del país contra agresiones que vengan del exterior. Más que un Estado mínimo, debe ser un
Estado limitado a las siguientes funciones:
1. Favorecer la libertad económica, entendida ésta como la capacidad que tienen los individuos de
decidir por sí mismos, mediante su capacidad creativa y su trabajo, qué usos quieren dar a los
resultados de su actividad, destinándolos a aquellos fines que mejor se corresponden con sus propios
planes de acción. De acuerdo con los tres objetivos básicos de una política económica para la
libertad (estabilidad monetaria y de precios, impulso y extensión del orden de la competencia a toda
la economía y disminución de la presencia del sector público), el índice de libertad económica se
confecciona según 1/ componentes, distribuidos en cuatro áreas principales: dinero e inflación;
intervención y regulación estatales; incautación de propiedad y fiscalidad discriminatoria; e
intercambios internacionales. Los componentes que citamos a continuación están recogidos en el
libro Libertad económica y progreso (índice de 1999, publicado en 2001).

1) Dinero e inflación (protección del dinero como provisión de valor y como medio de
intercambio):
a) Tasa media del crecimiento anual de la oferta monetaria durante los últimos cinco años
menos la tasa de crecimiento potencial del PIB real.
b) Desviación estándar de la tasa de inflación anual durante los últimos cinco años.
c) Libertad de los ciudadanos para la tenencia, en su propio país, de cuentas bancarias en
moneda extranjera.
d) Libertad de los ciudadanos para la tenencia de cuentas bancarias en el extranjero.

2) Intervenciones y regulaciones estatales (libertad para decidir lo que se produce y lo que se


consume):
a) Gastos generales de consumo del sector público como porcentaje del PIB.
b) Función y presencia de las empresas gestionadas por el sector público.
c) Control de precios. Alcance de la libertad de los empresarios privados para fijar sus propios
precios (esta variable ha sido incluida solamente en los índices de 1990 y 1995).
d) Libertad de las empresas y las cooperativas privadas para competir en los mercados (esta
variable sólo ha sido incluida en el índice de 1995).
e) Igualdad de los ciudadanos ante la ley y su acceso a tribunales imparciales (esta variable sólo
ha sido incluida en el índice de 1995).
f) Libertad frente a las regulaciones y la normas del gobierno que generan tasas negativas de
interés real.

3) Incautaciones y fiscalidad discriminatoria (libertad para recoger los beneficios cosechados):


a) Transferencias y subsidios como porcentaje del PIB.
b) Tipo marginal impositivo máximo (y umbral de la renta en el que se aplica).

16
c) Servicio militar obligatorio.

4) Restricciones a los intercambios internacionales (libertad de intercambio con extranjeros):


a) Gravámenes al comercio internacional como porcentaje de las exportaciones más las
importaciones.
b) Diferencia entre el tipo de cambio oficial y el tipo del mercado negro.
c) Tamaño real del sector comercial comparado con el tamaño esperado.
d) Restricciones a la libertad de los ciudadanos para llevar a cabo transacciones de capital con
extranjeros.

Otro método de elaboración de la libertad económica es el Informe Anual sobre la Libertad


Económica en el Mundo realizado por el Fraser Institute de Canadá. Como se dice en el capítulo
primero, «los ingredientes principales de la libertad económica son la elección personal, la
protección de la propiedad privada y la libertad de intercambio. Los individuos gozan de libertad
económica cuando: a) la propiedad adquirida sin el uso de la fuerza, el fraude o el robo, está
protegida de invasiones físicas por parte de terceros, y b) existe libertad para disfrutar, intercambiar
o ceder la propiedad a terceros siempre que sus acciones no violen los derechos idénticos de terceras
personas» (2001: 5). Cualquier restricción a la libertad de elegir, a la propiedad o a realizar
intercambios voluntarios, no sólo niega a los seres humanos algo que es valioso para ellos, sino que
además reduce los incentivos, repercutiendo negativamente en el esfuerzo productivo y en la
eficacia en el uso de los recursos. El índice comprende 21 componentes repartidos en siete áreas
principales que van del tamaño del gobierno a la libertad de movimientos en los mercados de
capitales y financieros.

1) Tamaño del gobierno: consumo, transferencias y subvenciones:


a) Gasto en consumo público como porcentaje del consumo total.
b) Transferencias y subvenciones como porcentaje del PIB.

2) Estructura económica y utilización de los mercados (producción y asignación vía mandato


político en lugar de vía empresas privadas y mercados):
a) Empresas públicas e inversión como porcentaje de la economía.
b) Control de precios: en qué medida las empresas son libres de fijar sus propios precios.
c) Máximo tipo impositivo marginal (y umbral de renta sobre el que se aplica).
d) Servicio militar obligatorio.

3) Política monetaria y estabilidad de precios (protección del dinero como depósito de valor y
medio de pago):
a) Tasa de crecimiento anual medio de la oferta monetaria durante los últimos cinco años
menos el índice de crecimiento del PIB real durante los últimos diez años.
b) Desviación media del índice de inflación anual durante los últimos cinco años.
c) Tasa de inflación anual del año más reciente.

4) Libertad para utilizar divisas alternativas (libertad de acceso a divisas alternativas):


a) Libertad de los ciudadanos para mantener cuentas corrientes en divisa extranjera tanto dentro
como fuera del país.
b) Diferencia entre el tipo de cambio oficial y el tipo en el mercado negro.

17
5) Estructura legal y derechos de propiedad (garantía de los derechos de propiedad y viabilidad de
los contratos):
a) Garantía legal de los derechos de propiedad privada (riesgo de confiscación).
b) Imperio de la ley: Instituciones legales que respalden los principios del Estado de Derecho y
el acceso a un poder judicial imparcial.

6) Comercio internacional (libertad para comerciar con extranjeros):


a) Impuestos al comercio exterior.
- Ingresos por impuestos al comercio exterior como porcentaje de las exportaciones más
las importaciones.
- Tipo arancelario medio.
- Desviación media de los tipos arancelarios.
b) Tamaño real del sector comercial respecto del tamaño estimado.

7) Libertad de movimientos en los mercados de capitales y financieros:


a) Propiedad de los bancos: porcentaje de depósitos colocados en bancos de propiedad privada.
b) Extensión del crédito: porcentaje del crédito concedido al sector privado.
c) Controles sobre los tipos de interés y normativa que da lugar a tipos de interés negativos.
d) Restricciones a la libertad de los ciudadanos para realizar transacciones de capitales con
extranjeros.

En el capítulo 2 de este Informe se expone un índice más amplio de la libertad económica, donde
se combinan los datos de los informes de competitividad, que miden el atractivo de un país para la
actividad empresarial, con los componentes del índice descritos en el capítulo 1. Este índice más
detallado refleja las diferencias entre países (58 del total de los 123 analizados en el índice general)
respecto de la libertad para contratar y competir en los mercados laborales. Cuatro eran las variables
que integran la regulación de los mercados laborales y que no estaban incluidas en el índice de la
libertad económica en el mundo.
a) Impacto del salario mínimo: el salario mínimo, establecido por ley, influye poco sobre los
salarios porque es demasiado bajo o no se obedece.
b) Prácticas de contratación o despido: los empresarios determinan las prácticas de contratación y
despido en las empresas.
c) Porcentaje de mano de obra cuyos salarios están sujetos a convenios colectivos.
d) Seguro de desempleo: el programa de desempleo refleja un buen equilibrio entre protección
social e incentivo para trabajar.

2. Además de favorecer la libertad económica, el Estado debe proporcionar a los ciudadanos lo que el
mercado no puede, en absoluto, ofrecer. Sobre los servicios que el gobierno puede suministrar al
margen del mercado Hayek cita los siguientes: protección contra la violencia, las epidemias u otras
catástrofes naturales como inundaciones y avalanchas; fijación de las unidades de peso y medida;
suministro de diversas clases de información, o la vigilancia de la calidad de algunos de los bienes y
servicios que en el mercado se ofrecen (1982).
Para Mises la misión que el liberalismo asigna al Estado es triple: salvaguardar la propiedad, la
libertad y la convivencia pacífica (1982). Así, con relación a esta última tarea, afirma: «No teniendo
el Estado otra misión más que la de permitir la pacifica pervivencia de la correspondiente
organización social, resulta evidente que la determinación de las legítimas funciones sociales
dependerá de cuáles sean los cometidos encomendados al aparato gubernamental. Para poder

18
enjuiciar la legislación y las medidas adoptadas al objeto de que la misma se respete, forzoso es
previamente examinar si tanto aquélla como ésta resultan idóneas para mantener el sistema social
deseado» (1980: 1045). Ni existen valores preestablecidos o inmutables que permitan justificar la
intervención estatal ni el estado puede tomar como guía la ley natural para determinar la validez o
no de las normas positivas. Mises entiende que el derecho natural es tan arbitrario que no puede
utilizarse como criterio para definir la justicia o injusticia de las instituciones y normas
reglamentarias.

4.6.3. El Estado y los problemas sociales

4.6.3.1. El paro

Para el liberalismo el paro se debe principalmente a dos tipos de interferencias en el funcionamiento del
mercado: las políticas y las sindicales. Entre las interferencias políticas los liberales citan cuatro:
a) La ley del salario mínimo. Cuando el estado fija por ley el precio mínimo de la mano de obra, este
hecho no sólo significa una violación de la libertad del empresario que se ve obligado a contratar por
ese mínimo, sino que además reduce las posibilidades de contratar mano de obra no cualificada.
Friedman considera que el salario mínimo, además de no reducir el paro, origina una consecuencia
negativa adicional, aumenta la pobreza en lugar de reducida: «Las leyes del salario mínimo son uno
de los ejemplos más claros de una medida cuyos efectos son precisamente opuestos a los que
trataban de conseguir los hombres de buena fe que defendían esa medida. Muchos de esos
defensores deploran, y con razón, los salarios extremadamente bajos; los consideran como un signo
de pobreza y esperan, declarando ilegales los salarios que sean inferiores a un nivel determinado,
reducir la pobreza. En realidad, si las leyes del salario mínimo tienen algún efecto, éste será el de
aumentar la pobreza» (1966: 229).
b) Las políticas de pleno empleo. Para Hayek es equivocada la creencia que sostiene que un aumento
de la demanda global permite absorber cualquier nivel de paro. La expansión de la demanda, si bien
tiene efectos beneficiosos a corto plazo, a la larga desemboca en un nivel de desempleo superior al
que, en principio, se pretendía suprimir (Inflación o pleno empleo?, 1976).
c) Los subsidios de desempleo. Cuando éstos son demasiados elevados, los parados optan por vivir del
subsidio que le ofrece el estado, sobre todo si ese subsidio es superior al salario ofrecido por la
empresa que va a contratar sus servicios.
d) Las excesivas cargas sociales que tienen que soportar las empresas, lo que dificulta la contratación
de mano de obra. Cuanto mayor es el coste laboral que el empresario tiene que pagar, menos
recursos tendrá para ampliar su plantilla.
Respecto a las interferencias sindicales como causantes del paro, el liberalismo cita la presión de los
sindicatos para elevar las rentas salariales de los trabajadores en activo. Esta presión supone, por un
lado, un acto de coacción que restringe la libertad del empresario y, por otro, tiene los mismos efectos
negativos sobre los trabajadores en paro que las cargas sociales que tienen que afrontar las empresas.
Friedman añade otra consecuencia más, las desigualdades salariales de la clase trabajadora: «Si los
sindicatos suben los salarios en una ocupación o industria concreta, la cantidad de empleo disponible en
esa ocupación o industria tiene que disminuir necesariamente -igual que el aumento de un precio hace
disminuir la cantidad adquirida-. El efecto es un aumento del número de personas que tienen que
buscar empleo en otras ocupaciones, lo cual hace bajar los salarios en las otras ocupaciones. Como
generalmente los sindicatos más fuertes se encuentran entre los grupos que habrían estado mejor
pagados en cualquier caso, su efecto ha sido el de hacer que los obreros bien pagados estén aun mejor
pagados, a expensas de los obreros mal pagados. Por tanto, los sindicatos no solamente han perjudicado

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al público en general con sus manipulaciones, sino que, al reducir las oportunidades disponibles a los
obreros afortunados, han creado desigualdades en los ingresos de la clase trabajadora» (1966: 161-
162).
Junto al paro institucional, causado por la injerencia estatal o sindical, Mises considera que hay otro
tipo de paro que él llama paro cataláctico, que es siempre voluntario. Ese desempleo aparece cuando el
trabajador rechaza trabajos existentes a la espera de mejores oportunidades. Quien, por el contrario, no
desea esperar, aceptará el trabajo con la consiguiente reducción de sus exigencias salariales. Por tanto,
ese desempleo ha de atribuirse a decisiones personales de los trabajadores y no al funcionamiento del
mercado de trabajo: «En un mercado libre, [...], existe siempre, para cada clase de trabajo, un cierto
salario por el cual todo aquel que busca trabajo lo halla» ( 1980: 874).

4.6.3.2. La pobreza

Para el liberalismo hayekiano la pobreza tiene principalmente dos causas: una económica y otra
política. La causa económica son los bajos ingresos de un sector de la sociedad. Lo que hace que la
distribución de los beneficios materiales sea desigual es la existencia de individuos, distintos entre sí,
en cuanto a la posesión de conocimientos, talentos y habilidades. Pero que esto sea así no justifica que,
para remediar esta situación, la riqueza de un país tenga que distribuirse entre los miembros de la
colectividad. No está justificado por dos razones. En primer lugar, nadie puede alegar un inexistente
derecho a tener parte en la renta nacional. El mero hecho de haber nacido en una determinada sociedad
no da derecho a participar en la riqueza general del grupo. Sí, en cambio, tienen derecho a recibir un
nivel de renta mínimo aquellas personas que se encuentren imposibilitadas de obtener ingresos a través
del mercado. Entre éstas Hayek cita los enfermos, las personas de edad avanzada, los disminuidos
físicos, las viudas y los huérfanos. Sin embargo esta idea de asegurar un nivel mínimo de ingresos a
estos colectivos no significa que haya que garantizar a todos los ciudadanos un determinado nivel de
vida.. De los dos tipos de seguridad que Hayek distingue, la limitada y la absoluta, sólo la limitada es
compatible con una sociedad libre: Si la seguridad absoluta resulta totalmente incompatible con la
libertad individual, ya que implica recurrir al mecanismo coactivo de la redistribución de la renta, la
seguridad limitada no supone obstáculo alguno al fomento de la creatividad y de la capacidad de
iniciativa de los individuos.
La causa política de la pobreza es la pérdida de fe de los gobernantes en una moneda estable. Su
explicación nos lleva al tercero de los problemas que afectan a una sociedad y al que el estado debe dar
una respuesta. Se trata de la inflación.

4.6.3.3. La inflación

Para Hayek, toda inflación es causada por un exceso de demanda. Cuando la gente quiere comprar más
y se empeña en que su salario aumente para poder adquirir cuanto desea, la consecuencia inevitable es
que esa mayor demanda provoque nuevas subidas de precios. Esta situación sólo se podrá evitar si la
gente acepta tener una capacidad adquisitiva real algo más baja que la que realmente persigue
(¿Inflación o pleno empleo?, 1976).
Pero las exigencias salariales no son las únicas que forman parte del mecanismo inflacionario. La
inflación es también consecuencia de la debilidad de aquellos que tienen a su cargo la política
monetaria. Son los poderes públicos los culpables de la inflación al no tomar las medidas necesarias
que permiten mantener la estabilidad de la moneda. Así, refiriéndose a la previsión para la vejez,
Hayek afirma:

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«Al perder la fe en una moneda estable y al abandonar el deber de mantener el signo monetario
nacional, los poderes públicos han creado una situación en cuya virtud a la generación que alcanzó la
edad del retiro en los último años le han robado una gran parte de lo que habían reservado para los días
de su jubilación» (1975: 398).
Hayek establece dos tipos de medidas para evitar la inflación. Primero, controlar el aumento de la
cantidad de dinero en circulación. En este sentido el principal objetivo de la política monetaria ha de
ser la estabilidad del valor de la moneda. Segundo, someter la actividad de los sindicatos a normas
generales a fin de evitar presiones para elevar los salarios.

4.6.4. La ética fiscal

En una sociedad liberal, cuando se busca recaudar impuestos, el estado debe guiarse por tres principios:

1. El principio de correspondencia entre cargas y beneficios. Para cualquier ciudadano está justificado
contribuir con recursos propios a la financiación de servicios públicos si uno va a beneficiarse de
esos servicios. Por el contrario, resulta difícilmente justificable pagar impuestos para financiar
servicios de los que uno no se va a beneficiar.
2. El principio de responsabilidad individual. Es el propio individuo el que debe hacerse cargo de su
vida y de su futuro. Tarea del liberalismo es eliminar esa cultura de la dependencia en la que han
caído muchos ciudadanos que, olvidando sus responsabilidades personales, buscan que el poder
paternalista del estado proteja sus intereses y satisfaga sus necesidades.
3. El principio de limitación en la prestación de servicios. La función del estado no es suministrar todo
tipo de servicios que satisfagan cualquier necesidad humana, sino proporcionar servicios de interés
general y que no sean ofrecidos por el mercado.

De acuerdo con estos principios el sistema de tributación que defiende el liberalismo hayekiano es el
proporcional, que es aquel que tasa las rentas con arreglo a criterios proporcionales. Según este sistema,
la mayoría que fija el importe total de las cargas fiscales soportaría el porcentaje máximo impositivo21,
mientras que a los económicamente más débiles se les beneficiaría rebajando proporcionalmente su
cuota contributiva en función de sus rentas.

4.6.5. La crítica al Estado de bienestar

Si el liberalismo constituye una teoría política que defiende un modelo concreto de estado (el Estado
limitado), cualquier otra forma de concebido es inaceptable. Es inadmisible el estado totalitario y es
injustificable el Estado de bienestar. Cuando el poder político, basándose en razones de justicia social o
de solidaridad, suministra bienes y servicios al margen del mercado, lo único que consigue es estancar
económicamente a la sociedad. La razón de este estancamiento es principalmente de orden fiscal.
Cuando el estado necesita satisfacer todas las necesidades de todos los ciudadanos, debe recurrir a la
redistribución de la renta mediante el empleo de la tributación progresiva. Hayek entiende por sistema

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Para delimitar la cuantía máxima de los impuestos directos, Hayek propone el siguiente principio: «Lo indispensable es
establecer un principio que marque un límite máximo de los impuestos directos en relación con la carga fiscal en su
conjunto. La mejor norma sería aquella que fijara un porcentaje máximo (marginal) de impuestos directos igual al
porcentaje de la renta nacional que el estado absorbe con sus gastos. Es decir, que si la fiscalidad detrae el 25 x 100 de la
renta nacional, los impuestos directos no deben superar el 25 x 100 de la renta individual" (1975: 432).

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progresivo aquel que grava con tipos impositivos superiores las rentas altas. Este sistema presenta una
serie de objeciones que el liberalismo hayekiano agrupa en tres niveles: ético, social y económico.
Desde una perspectiva ética, la tributación progresiva es incompatible con el ideal de libertad que ha
de presidir una sociedad liberal. Por un lado, reduce el campo de libertad del sujeto a la hora de
disponer de sus propios ingresos, viéndose obligado a financiar unos servicios en los que quizá pueda
no estar interesado. Por otro lado, este tipo de tributación viola el principio fundamental de igualdad
ante la ley. Cuando los ciudadanos son tratados de distinta manera en cuanto al pago de impuestos, el
resultado de esta práctica es la discriminación. Se hace pagar más a los ricos haciendo que la mayoría
torne de esa minoría más rica la cuantía de los ingresos que precisa para subvenir a sus necesidades.
Por mucho que la tributación progresiva apele a la denominada justicia social afirmando que la carga
fiscal debe ser distribuida atendiendo a la «capacidad de pago» con el fin de alcanzar la «igualdad de
sacrificio», dicho criterio contradice el principio fundamental de igualdad ante la ley al introducir la
arbitrariedad tanto en la presión fiscal corno en la distribución de las rentas.
En el plano social, la posibilidad de que un régimen tributario basado en la progresión resuelva las
diferencias sociales elevando a los más pobres por encima del nivel en que se encuentran no es más que
un puro mito. Apoyándose en estudios realizados en los Estados Unidos y en Gran Bretaña (1975: 419-
421), Hayek llega a la conclusión de que no sólo es inexacto decir que las cantidades detraídas de las
clases más ricas contribuyen en alto grado al ingreso fiscal total, sino que tampoco es cierta esa
afirmación según la cual la tributación progresiva beneficia a los económicamente débiles. Más bien, al
contrario, el beneficio repercute en las clases trabajadoras mejor dotadas y en los bajos estratos de las
clases medias.
Finalmente, en el orden económico, las repercusiones negativas de la imposición progresiva
alcanzan tanto al ahorro como a la inversión. Cuanto más elevados sean los impuestos que tengan que
soportar los más ricos, menos posibilidad tendrán de ahorrar o de gastar parte de su renta en inversiones
productivas generadoras de riqueza y empleo. Para Hayek una de las peores consecuencias que puede
tener el gravar más las actividades socialmente más valoradas y mejor retribuidas es que los individuos
acaben dirigiendo sus energías hacia aquellos sectores o campos que son de menor utilidad social.

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