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Las Migraciones A Lo Largo de La Histori
Las Migraciones A Lo Largo de La Histori
MIGRACIONES Y CIUDADANÍA
5ª Edición 2012-2013
Universitat de València
Fundación CeiMigra
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/deed.es
www.mastermigraciones.es
Noviembre 2012
Migraciones y Ciudadanía Tema 2. Las migraciones a lo largo de la historia
ÍNDICE
2.1 Los primeros grandes movimientos de población: unas breves notas sobre las
y 1914 .......................................................................................................................13
2.4 La configuración del escenario actual: del año 1914 al 2000 …...............................17
Bibliografía ….............................................................................................................. 24
“¿Pero qué sería de un viaje sin un libro que lo avive, y prolongue el rastro, sin
el susurro, asimismo, de todos los libros que lo guiaron, y nosotros leíamos
antes de emprender el camino? Ilusoria primera vez: ¿qué conservaban en sus
recuerdos esos primeros mercaderes, esos cazadores de quimeras y esos
conquistadores sino otros relatos, otras leyendas, gigantes patagones, grifos,
unicornios, acéfalos indios y amazonas de un solo seno? En definitiva, desde el
alba de los tiempos, nunca nos movilizamos si no es en busca de nuestros
sueños.”
(Le Bris, 2010: 32).
Las formas prehistóricas de migración se caracterizan, con todo, por tener lugar en
territorios vacíos o con poblaciones dispersas y con muy poca densidad. Los migrantes
no tomaban contacto, salvo en contadas excepciones, con otros habitantes y no se
producía, por tanto, un enfrentamiento por los recursos en liza, algo que sí ha abundado
en la historia de los últimos 2.000 años (Livi Bacci, 2010: 18-19).
Otro movimiento importante de población se inicia en las estepas del Asia central en el
siglo III d. C. y desplazará a las tribus germanas y eslavas desde sus áreas de
asentamiento en Europa oriental hacia Europa occidental, promoviendo la caída del
imperio romano (Lacomba, 2008: 16). Tras la desaparición de este imperio, emerge el
imperio bizantino, que tendrá en Constantinopla su capital y se mantendrá hasta su
caída en 1453, constituyéndose en espacio de interrelación comercial y movilidad entre
Oriente y Occidente.
El avance de los pueblos árabes, a partir del siglo VII, constituirá un proceso migratorio
de conquista fulgurante que creará un continuum cultural desde Persia y Mesopotamia
hasta la Península Ibérica, donde se desarrollará la cultura andalusí, abriéndose un
periodo de permanencia continuada desde el año 711 hasta el 1492 (Lacomba, 2008: 18).
Los pueblos escandinavos, por su parte, inician importantes movimientos de población
en el siglo IX, dirigiéndose hacia Bizancio, España, Europa, las Islas Británicas y
Groenlandia.
De toda la Edad Media, puede decirse que la emigración germana hacia el este (que
se inicia en el siglo XI y termina su fase fundacional con la crisis del siglo XIV)
constituye el más importante de los procesos colonizadores. Seguimos a Livi Bacci
(2010: 23-24) en la demarcación de los principales hitos de este importante
movimiento de población:
Esta migración hacia el este se caracterizó por ser una migración perfectamente
planificada y organizada con el concurso del clero, la nobleza, las órdenes de caballería y
las grandes órdenes religiosas. Así, durante este proceso, se asignaron importantes
fondos económicos para sufragar los viajes y la manutención de los emigrantes y para
proporcionarles semillas, utensilios y materias primas (Livi Bacci, 2010: 25).
Alrededor del año 1500 Europa, que hasta entonces había sido meta de los flujos de
inmigración, comienza a exportar recursos humanos. Además de los flujos migratorios
transoceánicos, se dan otros importantes movimientos de población en el interior del
continente. En el seno de Europa se configuran mercados de trabajo caracterizados por
la movilidad estacional o periódica de trabajadores. Todo ello es posible por los diversos
avances tecnológicos, la mejora de las infraestructuras y el aumento de las
disponibilidades energéticas.
Tras la llegada a América de los primeros europeos, en 1492, se abrió un largo periodo
de intensos y heterogéneos movimientos de población destinados a explotar las riquezas
de las tierras conquistadas. Durante los primeros años de conquista y colonización, el
peso de los europeos sobre la población total no fue demasiado significativo y basaron
su domino en la instalación de bases político-militares más que en el establecimiento de
colonias de población. Se calcula que en el periodo comprendido entre 1500 y 1650 la
población española y portuguesa en América del Sur no representaba en total más del
10% del conjunto de la población (Lacomba, 2008: 22). Entre 1500 y 1800 solo llegaron
alrededor de 1 millón de europeos por siglo a América, dato aún más relevante si se
tiene presente que en 1500 América contaba con 100 millones de personas y en 1800
con 200 millones (Livi Bacci, 2010: 62). A pesar de ser una población claramente
minoritaria, consiguió imponer rápidamente sus culturas, lenguas y religiones a la
población autóctona.
2
La historia del saqueo de los recursos de América Latina y de la explotación de sus pueblos por parte de los colonizadores fue
magníficamente expuesta por Eduardo Galeano (1994). La consulta de la obra de este autor se vuelve fundamental para
comprender las consecuencias de las diferentes atrocidades cometidas en Latinoamérica desde la colonización europea hasta
nuestros días.
3
Si se atiende a la emigración española hacia las colonias, Martínez Shaw (1993) estima que entre los siglos XVI y XVIII se
establecieron 500.000 españoles en las colonias. Sin embargo, la gran migración en masa de españoles hacia América se
producirá, tal y como se verá más adelante, entre los años 1880 y 1930.
Además de las migraciones hacia América, durante estos tres siglos se producen
otros muchos importantes trasvases de población, entre los que pueden destacarse,
siguiendo a Livi Bacci (2010: 67-69), aquellos producidos en el contexto de la política
territorial expansiva de Prusia y Austria, la expansión del Imperio Ruso (con la
emigración planificada por Catalina II hacia las regiones del Volga y la colonización
de la Nueva Rusia 5) y los asentamientos promovidos por Austria en la frontera con el
Imperio Turco.
La época moderna se caracteriza también por el impulso que adoptan las migraciones
políticamente planificadas. El desarrollo de las organizaciones políticas de rango estatal
multiplica los intentos de planificar, orientar y regular los movimientos migratorios
(Livi Bacci, 2010: 46-54). En estos casos, los movimientos de población ya no están
sujetos tanto a las propias decisiones individuales de los migrantes cuanto a las
necesidades y decisiones estratégicas de carácter político. Esta planificación política
incluía muchas veces el establecimiento de unos criterios de selección de emigrantes, así
como la instauración de un régimen especial de privilegios para ellos.
4
Otra importante trata que implicó la movilidad de ingentes cantidades de personas, fue la trata oriental de los negreros
musulmanes que contribuyó por si sola al 40% de las deportaciones entre 650 y 1920, con 17 millones de prisioneros, de los que
14 millones sirvieron de mano de obra en la África negra precolonial. Esta trata tenía lugar fundamentalmente en el interior de
África, donde los esclavos eran trasladados a través del Sahara entre uno y tres meses, muriendo muchos de ellos a causa de las
altas temperaturas (Gamrasni, 2010b: 50).
5
Se calcula que entre 1724 y 1859 la población rusa del Nuevo Sur se incrementó de 1,6 a 14,5 millones como consecuencia de la
llegada de migrantes originarios de Rusia central y septentrional.
6
El equivalente al 5% de toda la población. Se expulsó a uno de cada ocho habitantes en Murcia, uno de cada cinco en Aragón y
uno de cada cuatro en el País Valenciano (Livi Bacci, 2010: 71). Como ilustración de la forma en la que se diseñaron y llevaron a la
práctica los procesos de expulsión de los moriscos, puede consultarse el trabajo de Lomas (2009), centrado en la experiencia
valenciana.
Concluyendo, se pueden enunciar, de nuevo de la mano de Livi Bacci (2010: 75), las
tres principales características de la movilidad humana en el periodo referido: “La
primera es que la movilidad de corto, medio, largo y larguísimo alcance representa
una fuerza destacada en la sociedad europea de época moderna, con complejas
implicaciones para la demografía, la economía y la sociedad. Las migraciones no son
“accidentales”, sino un factor estructural de la vida social. La segunda observación es
que esta gran movilidad puede interpretarse como una consecuencia del refuerzo del
capital humano, del que la capacidad de mudar de lugar de residencia es un
ingrediente fundamental, y que ese refuerzo se ve secundado y alimentado por las
innovaciones tecnológicas. La tercera es que, a finales del siglo XVIII, las
innovaciones que aporta la Revolución Industrial inciden en una sociedad en la que
los desplazamientos físicos ya eran algo normal.”
desde Europa hacia América, desde Rusia hacia Siberia y desde China hacia el sureste
asiático. Pero el movimiento más significativo con diferencia es el europeo dirigido a las
Europa envía, entre 1815 y 1930, más de 50 millones de emigrantes a otros continentes
masivo a partir de 1880, alcanzando su momento álgido en los años que preceden a la I
marcada por el “factor tierra” (de la Dehesa, 2008: 15), donde se combinó la mayor
7
Para conocer la historia de las migraciones en Estados Unidos, de manera interactiva y a través de fotografías, testimonios,
gráficos y otras herramientas, se recomienda consultar el espacio web “Immigration. Stories of yesterday and today”, elaborado por
la empresa estadounidense Scholastic y disponible en el enlace http://teacher.scholastic.com/activities/immigration
En las décadas centrales del siglo XIX los países que emitieron más emigración
fueron Irlanda 10, Gran Bretaña y los países escandinavos. A finales de siglo, desde la
década de los 80, serán los países mediterráneos (especialmente Italia y España) y
del este los que muestren las mayores tasas de emigración conjuntamente con
Irlanda (véase tabla 1). Los destinos fueron múltiples y variados. Así, irlandeses,
parte, los italianos del Norte apostaron por América Latina mientras que los del Sur
prefirieron Estados Unidos (Taylor, 1994 en Sánchez Alonso, 2002: 21). Los
8
Entre los diferentes avances que facilitaron el tránsito de unos países a otros destaca la aparición del ferrocarril y la sustitución del
barco de vela por el barco de vapor.
9
El continente europeo pasa de 188 millones de habitantes en el año 1800 a 458 millones en 1913, pese a la importante pérdida de
efectivos producidas por la emigración masiva. Esta explosión demográfica se da en el contexto de la segunda fase de la transición
demográfica, que Europa y Estados Unidos experimentan en la primera mitad del siglo XIX y que se caracteriza por una importante
caída de las tasas de mortalidad mientras se mantienen altas las tasas de fertilidad (Thompson, 1929).
10
La población de este país descenderá de 8 millones de habitantes en 1846 a 4,5 millones en 1901. La difícil situación de la
agricultura (con el 80% de las tierras en manos del 1% de la población) y la conocida como “hambruna de la patata” hacía de la
emigración, en muchos casos, la única salida posible (Michel, 2010: 52).
11
Se calcula que, entre 1846 y 1932, 1,5 millones de españoles emigraron a Argentina y que Uruguay, Brasil y Cuba recibieron, en
ese mismo periodo, alrededor de medio millón de españoles cada uno (Pereda y de Prada, 2002: 71). En cuanto a las regiones de
procedencia de los emigrantes, el primer puesto lo ocupaba Galicia, seguida de Asturias, Castilla León, Cataluña y Canarias.
Algunos de estas migraciones eran típicamente familiares, pero el prototipo de emigrante era el de “un hombre joven, entre 20 y 40
años, soltero, que se trasladaba solo por lo menos en el primer viaje”, explica Alted (2006: 33). Los hombres tendían a regresar a
España para casarse, mientras que las mujeres solían contraer matrimonio directamente en América con españoles o con
descendientes de los mismos. Eran emigrantes que “procedían mayoritariamente de un medio rural, pobre y atrasado, eran de
extracción social baja y estaban vinculados económicamente a una agricultura de subsistencia” (Alted, 2006: 33).
Fuente: Sánchez Alonso (2002) a partir de datos de Ferenczi y Willcox (1929) y Sánchez Alonso (1995).
“La primera potencia industrial que recurrió a gran escala a la mano de obra
emigrante procedente de otro país fue también Gran Bretaña. Después del
hambre de 1845-1847, cientos de miles de campesinos irlandeses, cuya
agricultura había sido destruida por la legislación inglesa sobre propiedad de
la tierra, y cuyas familias habían quedado dispersas y diezmadas por el
hambre, se trasladaron por mar a Liverpool y Glasgow. En su nueva situación
carecían de todo oficio. Tuvieron que aceptar salarios de miseria. Eran
móviles. Estaban desorganizados. La clase obrera británica les consideraba
inferiores y les acusaba de hacer bajar los salarios. Vivían en los peores barrios
bajos, que se convirtieron en ghettos irlandeses”
Son años en los que puede afirmarse que los estados receptores “se disputan” a los
inmigrantes y varios de ellos ponen en marcha políticas de atracción que incluyen
importantes incentivos. Livi-Bacci (2010: 84), a partir de Davie (1936: 452 y 456), nos
explica algunas de estas medidas adoptadas para atraer a la mano de obra foránea: “En
Estados Unidos, la Homestad Act de 1862 concedía tierra sin cargo a jefes de familia que
12
En principio, afirma Suttcliffe (1998: 58), “la figura del siervo temporero se basada en la libre elección del trabajador que iba a
firmar un contrato. Esto, por supuesto, era cierto sólo desde una perspectiva legalista. En la práctica, muchos trabajadores no
tenían otra elección que la que se les presentó a los esclavos de otras generaciones. Además, los términos y condiciones reales de
sus contratos solían diferir mucho de lo escrito”
13
En este país, el número de ciudades con más de 10.000 habitantes pasó de 33 en el año 1800 a 2262 en 1910 (Villares y
Bahamonde, 2001: 89).
Las condiciones que hicieron posible las importantes migraciones que hemos analizado
en el periodo anterior se transforman bruscamente como consecuencia de la I Guerra
Mundial y de otros sucesos históricos que caracterizan este periodo y que iremos
refiriendo a lo largo de este apartado.
14
Para conocer más acerca de la inmigración a Estados Unidos y la historia de este importante punto de entrada de inmigrantes
puede consultarse http://teacher.scholastic.com/activities/immigration/tour/ , espacio que incluye numerosas fotografías y
testimonios orales de inmigrantes que entraron a Estados Unidos por este punto.
15
Se calcula, por ejemplo, que más de 1 millón de inmigrantes mexicanos abandonaron Estados Unidos durante la Gran Depresión,
muchos de ellos bajo el paraguas de los programas de repatriación espontánea puestos en marcha por el gobierno. Algunos,
aunque en cantidad bastante inferior, fueron expulsados a la fuerza por encontrarse residiendo ilegalmente en el país (Guerin,
1985).
procedentes de los países de Europa oriental y de Europa del Sur, favoreciendo a los
inmigrantes de habla inglesa y a aquellos que tuvieran vínculos con extranjeros ya
residentes (Keeley, 2009: 25). Otros países impusieron medidas restrictivas y
establecieron sistemas de cuotas, como fue el caso de Sudáfrica (1930), Nueva Zelanda
(1931), Australia (1932) o Brasil (1934) 16.
16
Según Alted (2006: 31) estas políticas restrictivas vinieron motivadas por tres factores fundamentales: la situación en Europa
(revolución rusa, incremento de los totalitarismos, huida masiva de “rusos blancos” y de judíos procedentes de las zonas de Europa
central, desplazamientos de refugiados tras la I Guerra Mundial) la inestabilidad política, social y económica en muchos países
americanos, y la incidencia de la crisis económica de 1929.
17
A pesar de que muchos de ellos resultaban imprescindibles para llevar a cabo las tareas de recolección, eran menospreciados y
criminalizados por parte de los residentes de las zonas por las que pasaban. Steinbeck (2007) retrató esta situación en una serie
de artículos publicados originariamente en The San Francisco News en 1936.
18
Este tipo de inmigración interna fue perfectamente ilustrado por John Steinbeck en su novela “Las uvas de la ira” que fue llevada
magníficamente al cine por el director John Ford.
19
Para el estudio de la migración española a Francia y las formas y condiciones en las que se dio la integración de los españoles
en este país a lo largo del siglo XIX, véase Lillo (2006). Igualmente, para conocer cómo se efectuaron las migraciones de
españoles a otros territorios en diversos momentos históricos puede consultarse la compilación “De la España que emigra a la
España que acoge” (VV.AA., 2006).
La II Guerra Mundial provoca movimientos de huida hacia los países que no entraron
en contienda, especialmente hacia América del Sur y África. En el interior de Europa,
tras este conflicto bélico, se producen importantes trasvases de población motivados por
las necesidades de mano de obra que se dieron en los países centrales. Se establecieron
diversas fórmulas para atraer la inmigración, algunas de las cuales implicaban el
reclutamiento directo por parte de organismos estatales o paraestatales, y se
establecieron acuerdos bilaterales y multilaterales entre varios gobiernos. Reino Unido,
Bélgica, Francia, Suiza, Holanda, Luxemburgo, Suecia y la República Federal Alemana
utilizaron estos mecanismos. En un primer momento, tal y como explican Pereda y de
Prada (2002: 72), se priorizó a los trabajadores “blancos” pero después ya se recurrió a
otros inmigrantes como los turcos y los magrebíes. Desde los países de la periferia
europea, indican estos autores, se dirigieron hacia Europa central y septentrional 2
millones de italianos y de españoles, más de un millón de portugueses y turcos, millón y
medio de yugoslavos, medio millón de griegos y de irlandeses y más de 400.000
finlandeses. En los países más fuertes (Gran Bretaña, Francia, Alemania, Benelux),
explica Livi Bacci (2010: 102), la inmigración favoreció la autofinanciación de las
empresas, la competitividad internacional y la movilidad territorial e intersectorial. En
los países menos fuertes (Italia, España, Portugal, Grecia), la emigración alivió las tasas
de desempleo y permitió el envío de remesas que contribuyeron al desarrollo de los
países de origen22. Según las evaluaciones de Naciones Unidas, entre 1950 y 1970
Europa occidental (Francia, Alemania, Benelux y Suiza) recibió una emigración neta
cifrada en 6,6 millones de personas, mientras que la meridional (Italia, España,
20
Ya en el siglo anterior, la emigración española hacia Argelia había venido siendo importante. De hecho, en 1876 se contabilizaban
ya 92.150 españoles residiendo en ese país. La mayoría de ellos procedían de Baleares y del levante y sureste peninsulares
(Alted, 2006: 37).
21
Debe tenerse en cuenta, no obstante, que buena parte de los emigrantes españoles adquirieron la nacionalidad francesa, en
virtud de la ley de naturalización automática aprobada en 1889 y analizada, en una obra que estudia en profundidad la presencia
de estos inmigrantes en Argelia entre 1830 y 1914, por Vilar (1989).
22
En 1950, la renta per cápita de los franceses era una vez y media superior a la de los italianos. En 1973, la diferencia se había
reducido al 23% (Livi Bacci, 2010: 104).
Portugal, Grecia, Yugoslavia) había generado una emigración neta equivalente (6,3
millones) (Livi Bacci, 2010: 103).
Durante los años que siguen a la II Guerra Mundial, los países europeos necesitados de
mano de obra pusieron en marcha, con el concurso de sus gobiernos, programas de
reclutamiento de extranjeros. Se buscaba una inmigración temporal, que cubriera las
necesidades del momento y que, después, regresara a sus países de origen y se hacía, en
ocasiones, aplicando cuidadosos procesos de selección. Así, los inmigrantes eran
pensados como gastarbeiter (en alemán, trabajadores invitados) y guest workers (de
nuevo, trabajadores invitados, en Reino Unido). La ilusión de una inmigración temporal
que retornaría a sus países de origen “salta por los aires” con la crisis del petróleo de
1973 cuando, a pesar de que esa mano de obra ya no fuera considerada como necesaria,
la abrumadora mayoría de los inmigrantes permanecieron en los países de instalación.
Esta realidad supondrá un punto de inflexión que abrirá el camino, por un lado, a un
endurecimiento de los mecanismos de control de fronteras y, por otro, a las políticas de
integración necesarias para asegurar la cohesión social en sociedades que habían
quedado ya configuradas como multiculturales23. Lo explica Arango (2005: 17): “Antes
de esa época apenas existían políticas de control, y si existían apenas había interés por
llevarlas a la práctica: la libre circulación de las personas era la norma, por lo menos en
la práctica. Por su parte, la integración de los inmigrantes generalmente se dejaba a la
espontaneidad del mercado de trabajo, de la economía y de la sociedad civil”.
23
El punto de inflexión que supuso esta crisis ha sido analizada por múltiples autores precisamente por la importancia que tuvo
como detonante de una nueva forma de entender la inmigración en Europa. Si venían a aquedarse, habría que impedir que
llegaran los “no deseados” y si, una vez llegaban se quedaban, habría que trabajar por su integración en las sociedades de
recepción.
Con esta nueva época, varían también las fuerzas de fondo de los movimientos
migratorios. Las causas económicas pasarán a tener un peso menor como motores de la
inmigración y serán otros factores, como los procesos de reunificación familiar o de
protección de refugiados, los que tomarán nuevo protagonismo. En Estados Unidos, a
partir de los años 70 se incrementan los flujos de entrada debido, entre otros aspectos, a
la flexibilización de la legislación relativa a la reagrupación familiar. Por otra parte, la
expansión de la Unión Europea facilitará los flujos internos entre los países miembros
(Keeley, 2009: 29).
La época comprendida entre 1950 y 2000 viene marcada, además, por la aceleración de
un proceso de globalización que Livi Bacci (2010: 113) caracteriza como sigue:
“La segunda gran globalización fue mucho más rápida que la primera (…).
Involucró a cinco continentes, la movilidad de mercancías, servicios y capitales
fue mucho más intensa, surgieron nuevos grandes protagonistas “no
occidentales” y el intercambio del factor laboral fue contenido por barreras
más importantes a la movilidad migratoria, que constituyeron un freno a la
movilidad internacional”.
aproximación, de los niveles de vida de las grandes regiones del mundo y la ampliación
de la diferencia entre un mundo rico y un mundo pobre24”
Si bien en el periodo anterior había destacado el peso del “factor tierra” en los
movimientos migratorios, en esta segunda ola migratoria (especialmente en las dos
últimas décadas del siglo XX) predomina el “factor trabajo”: los elementos
determinantes de la migración son, por un lado, una fuerza laboral decreciente en los
países de la OCDE y, por otro, un exceso de población en edad de trabajar en casi todos
los países que se encuentran en vías de desarrollo (De la Dehesa, 2008: 16).
Hasta aquí, hemos intentado recapitular sucintamente los episodios más significativos
por lo que respecta a las migraciones internacionales a lo largo de la historia. Hemos
visto procesos y fenómenos que han marcado la configuración actual del mundo y que
han implicado una determinada manera de entender las migraciones. Son tan solo unas
pinceladas, pero nos ofrecen algunas claves desde las que entender el presente. Esa
cuestión, la situación actual de las migraciones en el mundo, es la que nos ocupará en el
tema siguiente.
24
El PIB per cápita en Latinoamérica equivalía, en el año 1950, al 40% del PIB per cápita en los países occidentales y, en el año
2001, tan solo al 25%. En el caso del continente africano, en ese periodo se pasó de un PIB per capital equivalente al 14% del
occidental a otro equivalente al 7% (Livi Bacci, 2010: 114).
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