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HISTORIAS DE MUÑECAS MELISSA/DOLOR

Son 43…

Es curioso….Habiendo tantos números, siendo estos infinitos… como es que hacemos nuestros,
solo algunos de ellos.

Todos queremos ser siempre el número uno, o sacar siempre el diez, nadie quiere el cinco…
aunque traer cinco pesos en la bolsa es mejor que no traer nada.

A mí en particular me gusta mucho el dos…

Y el ocho… Sobre todo el ocho, según sé representa el ciclo; el ciclo infinito e interminable…

Aunque hay ciclos que debieran romperse.

¿Qué tiene de especial un numero?; me pregunto…

Por eso cuando el doctor me repite…

-Si Don José, son 43.

No puedo evitar preguntar encabronado

¿Pero porque 43?

¿Porque tanto?

Si esta pinche enfermedad la venimos padeciendo desde hace siglos…

Que la pinche Ciencia…

Que la pinche Sociedad… ¿No hemos avanzado nada?... ¿No hemos cambiado nada? …

-Pues lo lamento mucho, ese es el tratamiento y no podemos arriesgarnos.

¿Que no hay otro análisis?...

¿Otro doctor al que pueda ir?..

¿Una segunda opinión? … para evitarle tanto sufrimiento a mi hija

-Como le dije Don José, si tan solo usted no hubiera matado al perro… de un balazo en la
cabeza… hoy podríamos analizar el cerebro del perro. Y saber si estaba infectado o no.

Este tratamiento es muy doloroso, pero necesario… No podemos arriesgarnos…

JOSE MOCTEZUMA 1
HISTORIAS DE MUÑECAS MELISSA/DOLOR

¡Puta Madre! …

¡Qué pendejo! …

Como quisiera no haberlo matado… Pensaba sentado en el consultorio… Aun con mancha de
sangre en la camisa, seguramente de mi niña… cuando la abrace.
Y la sangre en mis zapatos… seguro es la del perro…

Pinche perro…

Si teníamos años con él, nunca pensé que fuera un peligro…


Se nos olvida que son animales... Y su naturaleza es morder…

Cuando oí el grito de mi niña, Salí corriendo al patio…

Y ahí estaba tirada… con el rostro ensangrentado… echa bolita… en el más primitivo acto de
defensa…

El perro estaba fuera de sí… Con Furia, hundiendo sus colmillos… no sé cuántas veces.
Solo segundos duro el ataque, a mí me pareció eterno.

Ver a mi niña bañada en sangre, manda la propia hasta los talones…

Reúno fuerza para gritarle al can por su nombre… ¡Blondi! , ¡Déjala!

El perro cesa el ataque y se dirige a mi… excitado, meneando la cola… como si no pasara nada,
como si hubiera hecho una gracia el hijo de la chingada.

Ahora lo importante es salvar a mi niña… Después me encargare de ti... ¡Perro Maldito!

No sé de donde saque fuerza, pues en todo mi ser, en todo mi cuerpo… solo hay impotencia…
impotencia y un pinche dolor que no puedo describir… más que como un grito ahogado… ¡Han
lastimado lo que más quiero en este mundo!

Mi mujer sale a mi encuentro, no sabe lo que ha ocurrido…

Retiro con mi mano la sangre del rostro de mi niña… Y veo lo profundo de las heridas… la sangre
aun sale en demasía… tiene mordidas en todo el cuerpo… El más lastimado es su bracito
derecho, que inútilmente uso de escudo.

Mi mujer no termina de entender… está a punto de entrar en un shock nervioso...

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¡Saca el carro!

¡Vamos al hospital! … ¡Rápido!

Ella obedece… El hacer algo le da un poco de cordura, o eso aparenta.

Yo estoy que me muero por dentro…


Sale de mí esa parte animal, la que no razona… Tengo que hacer algo…
Voy por mi cartera a la habitación… y en contra de toda lógica… Recuerdo el revolver en el buró.
Rápido tomo la cartera, el celular y saco el revolver…
Cargo el revolver de camino al patio…

Y ahí estaba el “Blondi”…

Se acercó otra vez meneando la cola… Como si no pasara nada…


Por un momento pienso perdonarlo…
Mi mujer me grita...

- ¡José la Niña!

En un movimiento robotizado, pongo el revolver a pocos centímetros de la cabeza del can. Y jalo el
gatillo…

El doctor me muestra el paquete de inyecciones… Preparan a mi niña para la primera de 43.

43 inyecciones, en la espalda… ese es el tratamiento contra la rabia.

El olor del algodón con alcohol me marea un poco… mi mujer toma con una mano, las manitas de
mi niña, recién vendadas… y con la otra le tapa los ojos…

La niña no quiere ver, pero se hace la valiente... Con la promesa de un regalo al salir.

La enfermera hunde la jeringa, en su espalda, cerca del hueso de la columna… Lo hace sin
compasión… Y la odio… Siento que lo hace con saña…

Yo estoy dispuesto a soportar mil… Para evitarle este dolor a mi niña…

Pero no es posible… Es la primera de 43.

Hay números que se vuelven parte de nosotros… Que aunque se quiera, no se pueden olvidar.
Son 43…

Ayotzinapa, Guerrero 26 de septiembre de 2014.

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