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Resumen
Introducción
Otro autor alemán como Roxin, concibe la política criminal en una íntima
relación con la dogmática jurídico penal. Se aparta un poco de la idea de Liszt
al entender que la política criminal no sólo debe estar encaminada a prevenir
1
HASSEMER, Winfred; MUÑOZ Conde, Francisco (1989). Introducción a la criminología y al
derecho penal. Tirant lo Blanch, Valencia. págs. 27-35.
2
LOZANO Tovar, Eduardo (2007). Manual de política criminal y criminológica. Editorial Porrúa,
México, pág. 1.
3
ZIPF, Heinz (1979). Introducción a la política criminal. Traducción de Miguel Izquierdo Macías-
Picavea. Jaen, Edersa. pp. 3-4.
4
delitos, sino que sus contenidos deben tener como referente a la Constitución y
a las normas rectoras de los códigos penales.4
Ahora, ¿qué tiene que ver la política criminal con la guerra, el derecho penal y
el delito político? Como veremos a continuación, la relación entre estos
conceptos no podría ser más íntima en una realidad como la colombiana,
donde, todavía, estamos disputando lo que debe ser el Estado-nación; donde
un conflicto de larga duración atraviesa las prácticas punitivas desplegadas
para hacer frente a la criminalidad; donde a partir de mistificaciones vulgares
se despoja al delito político de sus notas características; donde ese delito
político es utilizado como pretexto para criminalizar8 algunas formas de
protesta o, incluso, de mera crítica desde los espacios académicos o del
ejercicio de profesiones como el derecho.
4
ROXIN, Claus (2000). La evolución de la política criminal, el derecho penal y el proceso
penal. Traducción de Carmen Gómez Rivero y María del Carmen García Cantizano,
introducción de Francisco Muñoz Conde. Tirant lo Blanch, Valencia. p. 58.
5
FERNÁNDEZ Carrasquilla, Juan (2002). Derecho Penal Liberal de hoy. Introducción a la
dogmática axiológica jurídico penal. Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez, Bogotá. p. 225.
6
PÉREZ Toro, William Fredy (2009). Notas de clase Especialización en Derecho Penal.
Escuela de Derecho, Universidad Eafit. Medellín, Semestre I-2009.
7
GROSSO García, Manuel Salvador (1999). La reforma del sistema penal colombiano. La
realidad de la imagen. Perspectiva político criminal. Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez,
Bogotá. p. 16.
8
Sobre los procesos de criminalización ver: SOTOMAYOR Acosta, Juan Oberto (1996).
Inimputabilidad y sistema penal. Editorial Temis, Bogotá, pp, 17-20.
5
9
URIBE de Hincapié, María Teresa (1998). Las soberanías en vilo en un contexto de guerra y
paz. En: Estudios Políticos Nº 13 (julio–diciembre de 1998). Instituto de Estudios Políticos,
Universidad de Antioquia. Medellín. p, 14.
10
Ibídem. pág. 19.
11
Ibídem. págs. 20-21.
12
PÉREZ Toro, William Fredy (2000). Guerra y delito en Colombia. En: Estudios Políticos Nº 16
(enero-junio de 2000). Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia. Medellín. p, 14.
6
Los verdaderos guerreros poco o nada tienen que temer al sistema penal. Si se
incrementan las penas para generar contramotivaciones a delitos como el
homicidio, por lo menos se debe tener en cuenta que a los actores armados
poco o nada les importa una norma más. En efecto, “(l)as conductas atribuibles
a guerrilleros o autodefensas que afectan a cualquiera de ellos mismos se
encuentran tan distantes de su persecución y sanción, como la vigencia de
derecho institucional en sus respectivos territorios o en los escenarios de su
encuentro bélico. Se trata de una guerra, no de una relación regulada. No
derecho es, otra vez, la palabra clave.”13
Ahora, siendo muy peligrosa esta forma de tratar el delito político de cara a una
eventual reconciliación, lo realmente preocupante es la forma como se usa el
delito político para intervenir y desestimular algunas formas de protesta social,
ejercicio de actividades lícitas (como la abogacía) o la mera crítica dentro en
ámbitos universitarios.
13
Ibídem. pág. 34.
14
SOTOMAYOR Acosta, Juan Oberto (2008). Las recientes reformas en Colombia: un ejemplo
de irracionalidad legislativa. 2008). Las recientes reformas penales en Colombia: Un ejemplo
de irracionalidad legislativa. En: DÍEZ Ripollés, J. L.; GARCÍA Pérez O. (coords.). La política
legislativa penal iberoamericana en el cambio de siglo. Una perspectiva comparada (2000-
2006). BdeF-Edisofer, Montevideo-Buenos Aires-Madrid. pág. 87.
15
OROZCO Abad, Iván (1992). Combatientes, rebeldes y terroristas. Guerra y derecho en
Colombia. Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de
Colombia. Editorial Temis, Bogotá. Pág. 31.
7
Sin embargo, el uso del delito político a partir de la sentencia C-456 de 199716,
antes que dar cuenta de una realidad bélica innegable17, lo que hizo fue dar al
traste con toda una tradición jurídica. Partiendo de argumentos falaces como
por ejemplo que, así como en España, “un Estado con una indiscutible
organización democrática”, dijo la Corte, no se permite ningún tipo de trato
benigno a los actos cometidos en combate; ello por sí mismo, avalaría una
realidad jurídica similar en el caso colombiano. Al referirse a dicha providencia,
el profesor Pérez Toro, sostuvo:
Así las cosas, un ejercicio de lógica elemental exigiría que sólo aquellas
personas que porten armas idóneas para derrocar al régimen constitucional o
legal, podrían ser autoras de delitos como rebelión o sedición. Sin embargo, se
presentan situaciones como las siguientes:
16
Sentencia mediante la cual se suprimió la conexidad en los delitos políticos como dispositivo
de eliminación de reproche penal de los actos cometidos en combate.
17
Y para no caer en ese molesto nominalismo de seguir disputando por si es una guerra, o una
mera perturbación del orden público, lo cierto es que no hay un Estado debidamente
consolidado, no hay una soberanía única y, lo más importante, existen órdenes alternos que
detentan, detentaron y probablemente detentarán poder efectivo en los territorios donde hacen
presencia.
18
PÉREZ Toro, William Fredy (1999). Ahora sí, el poder jurisdiccional. A propósito de la
sentencia C-456 de 1997 de la Corte Constitucional. En: Revista Nuevo Foro Penal, Nº 60,
Centro de Estudios Penales Universidad de Antioquia. Editorial Temis, Bogotá. págs 154-155.
8
19
Plataforma Colombiana de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo (2003). El embrujo
autoritario. Primer año de gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Bogotá. pág. 155.
20
GONZÁLEZ Zapata, Julio (2009). La política criminal en Colombia o como se construye un
enemigo. En: CALLE Calderón, Armando Luis (Compilador). El estado actual de las ciencias
penales. Universidad de Antioquia–Grupo Editorial Ibáñez, Medellín. pág. 150.
9
21
SANDOVAL Huertas, Emiro (1985). Sistema Penal y Criminología Crítica. Editorial Temis
Librería, Bogotá. pág. 91
22
“En dicha lógica de poderes exorbitantes radicados en cabeza de las fuerzas militares,
podría pensarse que los niveles de consenso no serían muy altos. Sin embargo, recordando los
efectos de saber de la DSN (concretamente la difusión del discurso anticomunista en la
población civil), podemos concluir que la población avalaba dichas prácticas con todo y lo
cuestionables que podrían ser a la luz de la legalidad de los delitos y las penas en un Estado
de derecho. Una aceptación producto de la polarización a la que acudió la sociedad tras la
separación entre los malos (el comunista) y los buenos (quien no es comunista y lo combate)”.
En: MUÑOZ Tejada, Julián Andrés (2006). Doctrina de la seguridad nacional. Relaciones entre
saber y poder: discurso y prácticas. En: Estudios de Derecho Número 142 (año LXVI –segunda
época-, diciembre de 2006). Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, Universidad de
Antioquia. Medellín. pág. 205.
23
SOTOMAYOR Acosta, Juan Oberto (2008). Op. Cit. págs. 97-102.
10
sólo tendría derecho a saber los motivos por los que es investigado si al menos
ha dado inicio a la etapa de indagación. Pero, las labores de inteligencia militar
no suelen realizarse en el marco de los procesos penales, y es por ese motivo
que los seguimientos y “chuzadas” a ciudadanos señalados como “rebeldes” se
hacen de una manera completamente desregulada.
Conclusión
24
La Agencia de Noticias del Instituto Popular de Capacitación (IPC) dio a conocer algunos
detalles de un informe de inteligencia elaborado por el Cuerpo Técnico de Investigaciones (CTI)
de la Fiscalía General de la Nación y la IV Brigada del Ejército, en el que a partir de dos
testigos que vienen “colaborando” de tiempo atrás con el ente investigador en procesos
adelantados por delitos como rebelión, destaca lo siguiente: “Lo particular de la versión de
ambos testigos en este proceso es que ratificaron los informes de inteligencia militar sobre las
presuntas relaciones de las organizaciones no gubernamentales y estudiantiles con el PC3,
sindicando a profesores de diversas facultades, en particular de Derecho, así como a
investigadores del Instituto de Estudios Regionales (INER) y a las directivas universitarias,
entre ellas al actual rector Alberto Uribe Correa y varios de sus vicerrectores. Ambos testigos
dejaron constancia que varios de los líderes universitarios cuestionados por sus presuntos
vínculos guerrilleros son beneficiados por la institución otorgándoles para su sostenimiento
personal monitorías en varias dependencias académicas, puestos de ventas y ayudantías en
los negocios de fotocopiadoras.”
25
CHRISTIE, Nils (1998). El derecho penal y la sociedad civil. Peligros de la
sobrecriminalización, En: XX Jornadas Internacionales de Derecho Penal, Universidad
Externado de Colombia, Departamento de Derecho Penal. Bogotá. págs. 53-54.
11
Por lo tanto, el uso del delito político para criminalizar la actividad (en todo caso
lícita) de los abogados que defienden personas sindicadas de cometer
conductas punibles, además de injustificable a partir de un elemental
26
Algunas de las formas usualmente conocidas de protesta social podrían verse en
manifestaciones públicas de estudiantes o huelgas por parte de sindicatos.
27
Ver: GONZÁLEZ Zapata, Julio. Criminalización de la crítica. Conferencia dictada el día 17 de
junio de 2009 en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.
28
Cabe destacar a este respecto el estigma creado sobre algunos profesores de la Facultad de
Derecho y Ciencias Políticas por el mero hecho de asumir la defensa técnica de quienes fueron
investigados tras la muerte de dos estudiantes y algunos daños al interior de la Universidad de
Antioquia, el día 11 de febrero de 2006.
29
En el plano del derecho internacional podríamos considerar el Tratado de la Habana, por
medio del cual se definen algunas garantías para el ejercicio de la profesión. Dicho tratado
dispone en algunos de sus apartados que: “18. Los abogados no serán identificados con sus
clientes ni con las causas de sus clientes como consecuencia del desempeño de sus
funciones. (…)23. Los abogados, como los demás ciudadanos, tienen derecho a la libertad de
expresión, creencias, asociación y reunión. En particular, tendrán derecho a participar en el
debate público de asuntos relativos a la legislación, la administración de justicia y la promoción
y la protección de los derechos humanos, así como a unirse o participar en organizaciones
locales, nacionales o internacionales y asistir a sus reuniones, sin sufrir restricciones
profesionales a raíz de sus actividades lícitas o de su carácter de miembro de una
organización lícita. En el ejercicio de estos derechos, los abogados siempre obrarán de
29
conformidad con la ley y con las reglas y normas éticas que se reconocen a su profesión” .
Como vemos, a partir de un instrumento de derecho internacional público, el Estado
Colombiano se comprometió a garantizar unos mínimos de garantías para el ejercicio de la
profesión de abogado. Sobre todo en materia penal, garantizar esos mínimos es un requisito
indispensable para que hablar de debido proceso sea algo más que una mera reivindicación
retórica.
30
Derecho constitucional fundamental reconocido en el artículo 29 de la Constitución Política.
12
31
URIBE de Hincapié, María Teresa (2001). Nación, ciudadano y soberano, Ed. Corporación
REGIÓN, Medellín, pág. 40.
13
Referencias Bibliográficas