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¿Cómo se originaron las divinidades de la Biblia, ’ EL, Yahvé?

“Compartir” (220) de 24
de julio de 2016. Preguntas y respuestas
Escribe Antonio Piñero

Pegunta:

Quiero dejarle una consulta que me ha llevado a la reflexión. Si bien tenemos al día de
la fecha conocimiento de que en la antigüedad se adoraban divinidades como el dios, mi
consulta va más allá. Hoy como podemos entender que las mismas se originaron?

¿Se puede decir que un grupo de personas en la antigüedad pensaron que el mundo
debió existir por la creación de un ser Superior imaginario quizá, pero que a partir de un
momento en el tiempo decidieron crearlo, asignarle un nombre, una representación por
medio de una escultura y lo llamaron EL, Baal u otros existentes? ¿Se puede llegar a esa
conclusión o decir que no lo sabemos simplemente?

RESPUESTA:

Mi opinión es que en realidad nada sabemos de cierto sobre el origen de la idea de Dios
y por tanto se puede decir poco del origen de 'El y Yahvé, aunque se han escrito cientos
de libros sobre ello.
A este respecto y sobre la "Historia de las religiones, y sus orígenes", vea el Blog
("Comparti"r, Preguntas y Respuestas, 7 mayo 2014, FB). Utilice el calendario, por
favor.

Como complemento le copio lo que escribí una vez a pregunta semejante:

Las preguntas que Usted hace encajan perfectamente en el ámbito en el que el ser
humano se ha cuestionado siempre y lo ha formulado en ciertas preguntas
fundamentales acerca de su existencia en la tierra, tan limitada, tan sujeta a constantes
peligros, tan inestable, necesitada de ayuda… lo que le lleva a buscar la seguridad en
alguna fuerza superior a él que le proporcione cobijo. Esta búsqueda de la seguridad y
del cobijo, y en concreto la respuesta al miedo a la muerte y a lo que pueda haber detrás
de ella lleva –según opiniones de muchos expertos, como Edward Burnett Tylor, el
miedo a la muerte está en el origen de la religión. Tylor defiende también la teoría
animista (puede ver un resumen de ella en Internet y además puede consultar con mucho
provecho la obra de Gonzalo Puente Ojea, Crítica antropológica de la religión. Las
sendas equivocadas del conocimiento humano, editado por Signifer Libros, colección
Thema, Mundi/4, Salamanca - Madrid 2013. Segunda edición revisada y ampliada por
el autor.

Y sobre los orígenes de las divinidades ’El, Yahvé y Baal en Israel, le transcribo lo que
escribí ya en el Blog a propósito de la obra “Los orígenes de la religión de Israel”.
“Imagen y palabra de un silencio”, un libro de Julio Trebolle. Editorial Trotta, Madrid
2008.

La religión de los israelitas y la figura y culto a su dios único, ’El y Yahvé, es el


producto de una evolución y de la mezcla de concepciones diversas.
Entre ellas destaca la idea en torno a la divinidad. En un principio la religión patriarcal y
familiar de los clanes y familias que luego serían Israel no conocía a Yahvé. Su Dios era
la divinidad cananea ’El (la misma palabra que el árabe Alá, cuyo significado es
simplemente “dios”). “La presencia del elemento ’El en el nombre propio “Israel-’El”
corresponde a un estadio en el que el dios de las tribus israelitas era todavía ’El y no
Yahvé” (p. 266).

En Éxodo 6,2-3 se lee “Habló Dios a Moisés y le dijo: «Yo soy Yahvé. Me aparecí a
Abrahán, a Isaac y a Jacob como El Sadday; pero mi nombre de Yahvé no se lo di a
conocer”.

Este pasaje reconoce claramente lo que acabamos de decir y significa que la religión del
dios cananeo ’El es fundamentalmente el sustrato profundo de la religión yahvista, pero
que esta divinidad se superpone y añade sus propias características a la antigua religión
base.

Según el conjunto del capítulo 6 del libro del Éxodo, el nombre de esta divinidad se
comunica a Moisés tan sólo en la teofanía del Sinaí. Pero luego advierte el mismo libro,
en el episodio de la zarza ardiente que se le muestra Moisés, pastor de ovejas, en el
monte Horeb, que la divinidad que se le muestra de modo tan asombroso es la misma
antes adorada con el nombre de ’El: “Y añadió: «Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.» Moisés se cubrió el rostro, porque temía
ver a Dios (Ex 3,6)”.

Trebolle añade que Moisés conoció al dios Yahvé a través de su suegro, que era un
madianita, sacerdote de ese dios.

Las primeras referencias al dios Yahvé lo sitúan en el sur de Palestina. Es el “Dios del
Sinaí” (salmo 68,9), que sale de Seír (unas montañas al sur del mar Muerto habitada
primero por hurritas y luego por madianitas/edomitas, por ser zona fronteriza) y avanza
desde los campos de Edom (Jueces 5,4-5); que viene del Sinaí, desde Seír (Dt 33,2) o de
Temán (Hab 3,3). No cabe pensar que israelitas de una época posterior localizaran a su
Dios en un territorio extranjero, si ello no respondía a un recuerdo mínimamente
histórico” (p. 266).

Por tanto Yahvé es un dios más antiguo que Israel. Era la divinidad de una montaña
sagrada situada al sur de Palestina. Lo más probable es que Moisés (lo que de entre las
leyendas puede reconstruirse como la base histórica de un personaje difuso, cuyo
nombre y procedencia parecen ser egipcias, no hebreas) se convirtiera a ese dios,
convenciera a un grupo fuerte de entre las gentes de su entorno y que la adoración a esa
divinidad se consolidase tras el convencimiento profundo de que ella, y no El era la los
había liberado de la esclavitud de Egipto.

Por tanto el origen de la religión yahvista “se relaciona con un grupo de hapiru, formado
básicamente por prisioneros de guerra de origen étnico muy diverso, condenados a
trabajos forzosos en la región egipcia de Pi y Ramsés” (p. 277).

Esta divinidad exige pronto una adoración exclusiva: se proclama primero la más
importante, y luego la única. Hay desde el principio una tendencia al monoteísmo que la
Biblia liga indisolublemente al movimiento religioso político impulsado por Moisés.

“La investigación más reciente afirma que hasta el exilio en Babilonia la religión de
Israel seguía siendo una religión politeísta que no se distinguía de las de su entorno.
Hasta los siglos IX-VIII a.C. no existió ni la idea ni la práctica de un culto exclusivo a
Yahvé, en cuyo proceso de formación a partir de esta época tuvo influjo decisivo el
movimiento profético de un solo Yahvé” (p. 269).

El monoteísmo teórico, por tanto, no era propio de la religión oficial –patrocinada por el
monarca y sus acólitos- en contraposición con la religión popular, politeísta y tendiente
a la magia. La verdadera contraposición se dio entre un politeísmo, tanto de la
monarquía como del pueblo y un grupo de gentes religiosas, entre los que destacaban
los profetas, cuya figura épica es Elías, que luchaban por implantar el culto de un dios
único.

La transición de la época politeísta hasta el yahvismo posterior, se dio según Trebolle,


por un movimiento doble de convergencia y de diferenciación. El movimiento de
convergencia se hizo asimilando con la figura de Yahvé las características de otros
dioses: ‘El, Baal e incluso la divinidad femenina Asherá. Yahvé tiene en sí mismo, y
mejor, las cualidades de cualquier otra deidad. De Baal en concreto Yahvé asume las
características de Dios guerrero y de los fenómenos atmosféricos de los cielos.

El proceso de diferenciación de Yahvé se logró, al parecer, por un impulso interno de la


religión yahvista que desde sus orígenes tendía a oponerse a cualquier otra divinidad.

Finalmente es interesante la síntesis de nuestro autor que resume en tres fases la


evolución del discurso sobre la unicidad de Dios:

1. En un principio “no tendrás otros dioses más que a mí” (Ex 20 Y Dt 5), lo que
manifiesta que se acepta que existen otros dioses, a los que no se debe hacer caso
alguno, sin embargo.

2. “Yahvé nuestro Dios es el solo Yahvé” (Dt 6,4), donde se establece la obligación del
culto a una sola divinidad.

3. Llegada a una formulación estrictamente monoteísta: “Yo, Yahvé, soy el primero y el


último; fuera de mí no hay otros dioses” (Is 44,6).

Por último, Trebolle se hace eco de la teoría dentro de la historia de las religiones
(propugnada por ya Jakob Burckhardt en el siglo XIX) que el cambio a una religión
estrictamente monoteísta no pudo ser más que instantánea, es decir, por una imposición
desde las superiores instancias religiosas. En este caso hubieron de ser las que
encarnaron, a la vuelta de exilio, ya en Israel, los impulsos continuos que desde la época
de Elías y del profeta Oseas se habían hecho en este sentido. Por tanto, el movimiento
encabezado por Nehemías y Esdras.

Esto supone que el monoteísmo absoluto en Israel, a pesar de que la Biblia lo muestra
como un fenómeno campante ya entre los antepasados de Israel, en los orígenes, es un
hecho mucho más tardío de lo que se supone. Esta tesis no desconoce, ni le resta méritos
a aportaciones anteriores a este movimiento monoteísta: los redactores deuteronomistas,
el profeta Jeremías y las reformas religiosas y políticas de los reyes de Judá Ezequías y
Josías en el siglo VII a.C.

Saludos cordiales de Antonio Piñero


Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Domingo, 24 de Julio 2016


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