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DOLOR ABDOMINAL

Luis Martín Abreu 


TIPOS DE DOLOR 
a) DOLOR VISCERAL 
Para entender estos fenó menos deben correlacionarse la fisiopatología con la clínica.
Por ejemplo, la penetració n de un cá lculo en el cístico provoca que la vesícula se
distienda y origine una molestia dolorosa y vaga en la línea media del epigastrio
(transmisió n a través de fibras viscerales por troncos simpá ticos). En ocasiones este
dolor es tan poco significativo que pasa inadvertido para el paciente. Con la gradual
distensió n vesicular se altera su vascularizació n y se inflama el ó rgano; esto trae
aparejado un descenso en el umbral del dolor y provoca que se produzcan mayor
nú mero de impulsos dolorosos que, por el mecanismo del dolor referido, actú en sobre
las fibras provenientes del nervio frénico; en este momento el paciente acusa dolor
intenso localizado al borde costal derecho, la escá pula y el hombro. Si la inflamació n y
la distensió n persisten, la vesícula puede alcanzar al peritoneo parietal e inflamarlo.
Consecuentemente se desencadena el reflejo peritoneo-cutá neo, lo que ocasiona dolor
en la zona respectiva, acompañ ado por hiperestasia, hiperbaralgesia y resistencia
muscular. 
Los ó rganos abdominales pueden producir dolor de tres modos: 
Dolor visceral verdadero. 
Dolor referido. 
Dolor provocado a través de reflejo peritoneo cutá neo.
Dolor visceral verdadero. Este dolor se origina en las terminaciones nerviosas
sensitivas de las vísceras y es debido a distensió n o contracció n intensa de las mismas;
la inflamació n es un factor coadyuvante plenamente identificado. 
La insuficiencia vascular en las vísceras abdominales puede originar un cuadro de
angor abdominal. El dolor se presenta en el posprandio precoz (20-30 minutos) y con
duració n de una a dos horas, ya que es el tiempo en que las vísceras requieren de
mayor aporte sanguíneo. Suele ser de tipo có lico, difuso  con alteraciones en el
trá nsito. 
En general, se considera que es necesario para la producció n de estimulo doloroso a
este nivel, que exista previamente dañ o de tipo inflamatorio de la víscera. Así, por
ejemplo, la aplicació n de presió n sobre la mucosa gá strica no es capaz de provocar
dolor, no obstante que sea intenso el estímulo, si no existe anteriormente hiperemia y
edema.
El dolor visceral se manifiesta como una sensació n difusa, profunda, urente y de
localizació n vaga alrededor de la línea media del abdomen; los pacientes la señ alan en
la regió n periumbilical o epigá strica, indistintamente si el estímulo proviene del ciego
o del estó mago. 
Dolor referido. En el momento en que el impulso sensitivo visceral llega a la segunda
neurona por el asta posterior de la médula, puede establecer conexió n con las fibras
somá ticas que se encuentran a ese nivel, y ocasionar que al llegar la informació n a la
corteza cerebral se interprete como proveniente de las zonas cutá neas,
correspondientes; es decir, se percibe en á reas remotas que corresponden a la
segmentació n neural. En este momento el paciente localiza bien el dolor y lo describe
como una sensació n viva y aguda; en las á reas así localizadas se puede producir
hiperestesia, hiperbaralgesia y defensa muscular; esta ú ltima se ocasiona por las
conexiones a nivel medular con fibras efectoras que inervan los mú sculos; la
contractura muscular resultante es, a su vez, fuente de nuevo dolor de tipo somá tico. 
El dolor referido puede acompañ arse de fenó menos viscerales como la ná usea y la
sensació n de plenitud. 
Reflejo peritoneo-cutáneo. Dado que el peritoneo parietal y los mesos tienen
inervació n somá tica pura, su estimulació n genera que el dolor se irradie
segmentariamente y provoque como respuesta, espasmo de los mú sculos contiguos a
la regió n afectada. En la génesis del dolor visceral, dependiendo de la magnitud del
proceso pueden intervenir uno, dos o los tres mecanismos señ alados. 

b) DOLOR PARIETAL O SOMÁTICO 


La afecció n de los nervios raquídeos consecutiva a desviaciones de la columna
vertebral, espondilitis o artritis, lo producen; pero desde luego, el estimulo doloroso
puede partir de la neurona que inerva la propia pared, como en los casos de ejercicios
abdominales excesivos o traumatismos, en éstos, el dolor no tiene relació n con las
comidas ni la defecació n y sí con los movimientos; suele ser de tipo lancinante,
ardoroso o sordo. 
c) DOLOR DE CAUSAS EXTRABDOMINALES 
Un nú mero importante de padecimientos, como la insuficiencia suprarrenal, las
serositis, las enfermedades de la colá gena, el infarto del miocardio o la neumonía, son
capaces de producir dolor abdominal, cuya fisiopatología es muchas veces oscura,
pero que en otras ocasiones se explicaría a través de mecanismos de dolor referido. 
Así. se tienen casos de oclusió n coronaria en los que el paciente refiere como molestia
principal dolor intenso en epigastrio, producido por las conexiones que la inervació n
del corazó n puede tener con estructuras bajas. Algo semejante puede decirse del
cuadro clínico de las neumonías, especialmente las basales, que a través de irritació n
de la pleura diafragmá tica pueden provocar dolores abdominales, localizados
generalmente en el hipocondrio del lado afectado.
Es conocido que en ocasiones enfermedades como el saturnismo o la insuficiencia
suprarrenal son diagnosticadas por el médico en base al dolor abdominal mal
sistematizado y cuya explicació n f1siopatoló gica aú n se desconoce. La porfiria, la
neuropatía diabética, la sífilis avanzada y el herpes zó ster son causas de dolor
abdominal sin que existan alteraciones de los ó rganos internos. 
d) DOLOR ABDOMINAL ATÍPICO 
Con mucha frecuencia el clínico se encuentra frente a pacientes en los cuales no le es
fá cil integrar una sospecha diagnó stica a causa de la forma atípica con que se presenta
el síntoma. Esto coincide muchas veces en aquellos pacientes que se han dado en
llamar "hipocondríacos". En realidad debe considerarse el criterio de que en estos
casos el dolor corresponde a "equivalentes" físicos como manifestació n de estados de
angustia o depresió n. 
En general, el dolor no tiene ninguna característica clara y se acompañ a de otros
síntomas digestivos como anorexia, ná usea o hiperquinesia intestinal, así como de
datos que corresponden a diversos sistemas orgá nicos como disnea, palpitaciones,
sudoració n, cefalea o dolor musculosquelético sin sistematizació n que, por supuesto,
ademá s coinciden casi siempre con alteraciones emocionales o psiquiá tricas que el
médico observador puede descubrir fá cilmente. Cuanto má s vagos, indefinidos,
numerosos y variables sean los síntomas que el enfermo refiere, mayores será n las
probabilidades de que se trate de un componente "neuró tico". 
El problema al que nos enfrentamos en estos casos no es simple. ¿Debe el médico
agotar todos los estudios de laboratorio y gabinete para aclarar la situació n o debe
confiar en su juicio clínico para decidir hasta dó nde participa el terreno psiquiá trico? 
A veces esta decisió n no es fá cil aun para el clínico má s experimentado, porque
siempre existe la posibilidad de que coincida un padecimiento orgá nico en un paciente
psiquiá trico y también, lo que es muy frecuente, de que el propio padecimiento
orgá nico deteriore el equilibrio emocional, ya sea por el temor a la enfermedad o
como resultado del sufrimiento que ha producido.
En general, si razonablemente puede descartarse la organicidad mediante el estudio
clínico convencional y existe excelente respuesta a la administració n de placebos,
tanto en los síntomas digestivos como los de otros sistemas, será probable que en
realidad de ello se trate. Sin embargo, debemos recordar que existen diversas
enfermedades orgá nicas en las que el dolor no tiene una sistematizació n muy clara,
como pasa con la insuficiencia arterial mesentérica, el cá ncer del pá ncreas o diversos
padecimientos que, como la hernia hiatal, presentan con frecuencia un cortejo
sintomá tico poco ortodoxo.
Por otra parte, se debe hacer notar que el médico que logra buena comunicació n con
su paciente consigue mejoría del dolor aun sin medicació n, es decir, con el simple acto
de su presencia, no só lo en el paciente "hipocondríaco" sino también en el que sufre
un padecimiento orgá nico. 
Investigar la determinació n psicoló gica de los síntomas exige la capacidad del clínico
para interpretar el "lenguaje simbó lico" de los ó rganos. La valoració n de la
personalidad del enfermo es parte del cometido del internista; la ayuda del psiquiatra
no debe ser requerida para esta labor. 
Una consideració n que debe tenerse siempre presente es que el dolor abdominal en
los pacientes ancianos tiene con frecuencia variantes muy amplias sobre la
sintomatología que consideramos "típica"; en ciertos casos de abdomen agudo la
intensidad del dolor puede ser pobre y no existir signos tan importantes como la
rigidez abdominal, característica de los cuadros peritoníticos, como por ejemplo la
apendicitis; con frecuencia el dolor de comienzo es tan difuso y leve que el paciente
duda de si en realidad lo tiene o no, y má s avanzado el cuadro só lo refiere molestia
vaga en la fosa ilíaca derecha. 
El dolor abdominal atípico puede presentarse como un problema agudo, de corta
duració n e intrascendente que se resuelve sin dejar huella o transformarse después en
un grave problema resultante del error clínico de no darle la importancia inicial
debida. El dolor persistente, aunque varíen los pará metros esperados respecto a
intensidad, distribució n y cará cter propio, debe ser valorado en forma adecuada y
considerar que puede ser modificado importantemente por circunstancias emotivas
que dependen de la personalidad del paciente. 
Si el médico tiene presente estas eventualidades podrá evitar significativamente caer
en cualquiera de los dos extremos: tratar equivocadamente un proceso que no existe
o, lo que es peor, perder la oportunidad del tratamiento a causa de un retraso para el
diagnó stico.
SEMIOLOGÍA 
Los pará metros que obligadamente deben ser investigados en el dolor son sitio,
intensidad, cará cter propio, irradiaciones, fenó menos que le preceden, acompañ an o
siguen, causas que lo aumentan, disminuyen o calman, ritmo y periodicidad. Aquí,
convendrá recalcar algunas peculiaridades. 
Respecto al sitio, debe tenerse presente que el dolor visceral puro se localiza en la
línea media del epimesogastrio, pero en cuanto se ponen en juego los mecanismos del
dolor referido y del reflejo peritoneo-cutá neo, la localizació n es en la regió n
correspondiente a la proyecció n de la víscera afectada sobre la pared del abdomen y
que el epigastrio participa como zona de referencia frecuente de dolor originado en
muy distintos ó rganos: estó mago, duodeno, apéndice, vías biliares, hígado, pá ncreas,
colon, íleon, anexos genitales y en ocasiones de ó rganos extraabdominales (infartos
del miocardio, neumonías, esó fago). Respecto al tipo o cará cter propio, debe tomarse
en cuenta que puede variar segú n la sensibilidad del sujeto y el tipo anató mico de
lesió n, abundando ademá s términos de diferente interpretació n segú n cada paciente.
El tipo ardoroso o de quemadura tiene con frecuencia relació n con estados
inflamatorios de la mucosa sobre la que actú an elementos irritantes y también a
trastornos neuromotores de la víscera. La sensació n de pesadez, hinchazó n o tensió n
indica un origen muscular por distensió n y nos habla de atonía, distensió n pasiva y
dilatació n. El cará cter de calambre es dado por contracció n muscular exagerada, es
decir espasmo, que se refiere como de tipo "có lico" o pungitivo. El dolor terebrante o
transfictivo señ ala la participació n de la serosa por perivisceritis como sucede en la
"penetració n" de la ú lcera péptica a otro ó rgano. El dolor pesante, tensivo, má s o
menos característico de víscera maciza como el hígado, se relaciona con la distensió n
de la cá psula de Glisson. Este dolor se encuentra aú n sin crecimiento del ó rgano y es
debido a la irritació n de las fibras nerviosas que acompañ an a los vasos
distribuyéndose por toda la glá ndula, lo que explica el dolor causado por
localizaciones inflamatorias internas que no traducen crecimiento del ó rgano. El dolor
hepá tico de ejercicio "dolor de caballo" es causado por distensió n de la cú pula de
Glisson a causa de congestió n del hígado durante el esfuerzo de la actividad física y es
frecuente en la pubertad; cede espontá neamente con el reposo. Se conoce que a los
animales perseguidos como la liebre y la zorra, se les produce una gran congestió n
hepá tica al grado que el hígado llega a estallar. 
Los pacientes aquejados de dolor que se origina en el pá ncreas, lo relatan de tipo
transfictivo, terebrante, con sensació n de puñ alada/que los atraviesa hasta la regió n
lumbar ("puñ alada pancreá tica", "drama pancreá tico" de las pancreatitis agudas, que
se presenta en un individuo en plena salud). Este tipo de dolor se explica a través de la
tracció n del meso del pá ncreas que se encuentra implantado a nivel lumbar. El cuadro
de dolor pancreá tico puede ser agudo como arriba se menciona, que aparece en forma
sú bita, muy intenso, continuo y rebelde, generalmente después de una comida
abundante. En la pancreatitis cró nica tiene una relació n posprandial menos marcada y
suele ser también menos intenso; frecuentemente irradia en hemicinturó n a la
izquierda y a veces hasta la escá pula. 
En la intensidad del dolor influyen mecanismos extrañ os a la naturaleza misma del
estímulo, como son los factores psíquicos, pero en general el dolor será tanto má s
intenso cuanto mayor sea el dañ o visceral; sin embargo, el clínico, estará siempre
prevenido ante la posibilidad de que el umbral doloroso de un determinado paciente
pueda ser alto o que se trate de alguien con un componente "neuró tico" de
hipersensibilidad al dolor. Un simple cuadro de gastroenteritis o colitis aguda puede
producir dolor có lico tan intenso que se acompañ e de fenó menos circulatorios y
psíquicos que lleven al paciente al colapso. En etos casos es muy difícil descartar a
primera vista, la posibilidad de un cuadro de "abdomen agudo" quirú rgico.
La referencia parietal del dolor visceral y sus posibles irradiaciones se resumen en el
cuadro 22.7; irradiaciones que tienen su base en el mecanismo del dolor referido,
dependiendo de las conexiones que hagan las fibras viscerales con las somá ticas.  
 
Cuadro 19.14 Ó RGANO SITIO DE DOLOR IRRADIACIONES POSIBLES   
Respecto al ritmo, es decir, la relació n horaria y cotidiana del dolor con la ingestió n de
alimento, en la ú lcera péptica está estrechamente relacionado con las secreciones
gá stricas y así se encuentra que el dolor disminuye en cuanto el alimento las
neutraliza o diluye. El característico dolor "despertador" o "de madrugada", que obliga
al paciente a levantarse de la cama para ingerir alimento, representa el aumento de
secreciones nocturnas del estó mago. El vó mito provocado de algunos pacientes
gá stricos simboliza la necesidad de eliminar la acció n lesiva de las secreciones sobre
la lesió n existente. ASÍ, el ritmo de dolor gastroduodenal tiene tiempos má s o menos
definidos. El dolor en ayuno que cede con el vó mito se relaciona con hipersecresió n
gá strica. El dolor posprandial inmediato puede ser originado por la ú lcera gá strica
(yuxtacardíaca).El hambre dolorosa, es decir, dolor posprandial tardío es típico de la
ú lcera gastroduodenal. Debe recordarse que el dolor posprandial puede ser dado por
afecciones del plexo solar (por compresió n, por dilatació n gá strica del posprandio). 
En padecimientos de otros ó rganos, el dolor también se provoca con relació n a la
ingesta de alimentos (ritmo posprandial) y es desencadenado por el reflejo
gastrocó lico en el caso de padecimientos del colon y por el efecto colecistoquinético
de algunas comidas, en el caso de enfermedades de las vías biliares. 
Dolor prandial. Se refiere a su presentació n durante la ingesta, se puede observar en
ciertos casos de ú lcera gá strica (generalmente en la de la pequeñ a curvatura). Las
gastritis agudas y la esofagitis péptica pueden responder también con dolor a la
ingestió n de alimentos. Algunas veces, el componente má s notable del síndrome
posgastrectomía y del síndrome poscolecistectomía es el dolor. Durante los estados
inflamatorios de diversas vísceras (apéndice, vesícula, ovario) el paciente puede
presentar dolor a la ingestió n de alimentos que le obligan al vó mito.
La periodicidad del dolor se refiere a su evolució n anual. En cuanto a su relació n con el
ritmo, se pueden señ alar de una manera muy general tres grupos de padecimientos: 
1. Los que tienen dolor con ritmo y periodicidad: ú lcera péptica. 
2. Los que tienen dolor con ritmo y sin periodicidad: gastritis, colecistitis, colitis,
parasitosis intestinal. 
3. Los que tienen dolor sin ritmo ni periodicidad: cá ncer del hígado, pá ncreas y bazo,
penetració n de ú lcera péptica a ó rganos vecinos, dolor de origen extradigestivo.
En relació n con la intensidad, tipo y duració n del cuadro doloroso, es importante
recordar aquí ciertos conceptos que el clínico debe tener siempre presentes: dolor
agudo abdominal que se prolonga y que evoluciona a má s, debe poner en guardia
respecto a la posibilidad de una emergencia quirú rgica. El dolor epigá strico con esas
características y que tiende a generalizarse, puede ser advertencia de procesos graves
que requieren inmediata atenció n, como sucede con la ú lcera perforada, trombosis
mesentérica, pancreatitis, perforació n apendicular o de vesícula biliar. 
El có lico biliar, las má s de las veces se presenta bruscamente, localizado al
hipocondrio derecho y con irradiaciones al epigastrio, hemitó rax, posterior, escá pula
y hombro derecho; se acompañ a de vó mito que no lo calma y cede má s o menos
bruscamente; puede desarrollar o no ictericia después del episodio, dependiendo del
sitio donde se enclava el cá lculo. Aquí el signo de Murphy es positivo y cuando el dolor
se acompañ a de ictericia y fiebre (triada de Charcot) debe sospecharse infecció n
agregada (colangitis). 
El dolor agudo en el hipocondrio derecho también puede ser producido por abscesos
amibianos del hígado (los fenó menos asociados: fiebre, inmovilidad diafragmá tica,
síndrome disentérico, etc., dará n la pauta). El dolor en hipocondrio derecho, con
hepatomegalia y ascitis, caracteriza el cuadro de trombosis en la vena hepá tica
(síndrome de Budd Chiari). 
El dolor agudo en el hipocondrio izquierdo, puede corresponder a una pleuresía
diafragmá tica, infarto del miocardio y, si se encuentra crecimiento brusco del bazo, es
dato muy sugestivo de trombosis de la vena esplénica. El dolor en el hombro izquierdo
que acompañ a al absceso subdiafragmá tico y a la ruptura esplénica (signo de Kehr) se
produce por la irritació n del diafragma (nervio frémico). El infarto y la ruptura
diafragmá tica producen dolor muy intenso, colapsante, irradiado al dorso y al
epigastrio. 
El có lico ureteral, producto de la obstrucció n del conducto, generalmente por cá lculos,
tiene localizació n lumbar e irradiaciones má s o menos características al ombligo y
regió n inguinal, al testículo o labios mayores y al a cara interna del muslo. (recordar la
exploració n de los puntos pielouretrales: el superior o paraumbilical al borde externo
del mú sculo recto anterior; el uretral medio al borde externo del recto en su cruce con
la línea interespinasa y el uretral inferior que se explora por tacto rectal o vaginal para
palpar la regió n de desembocadura del uréter). Es muy intenso y pocas veces se
acompañ a de vó mito. Provoca en el paciente la necesidad de cambios continuos de
posició n a la inversa de los padecimientos inflamatorios peritoneales que conducen a
la inmovilidad. En general cede bruscamente, y no es raro que se acompañ e de
hematuria. Con frecuencia existe el antecedente inmediato de esfuerzos físicos
violentos y de deshidratació n por ejercicio o uso de diuréticos. El riñ ó n es poco
sensible; para que un proceso renal produzca dolor requiere isquemia con aumento
de volumen o que afecte tejidos circundantes. El dolor renal lo refiere el paciente en la
regió n lumbar, el flanco y el hipocondrio, sordo y continuo, que se agrava con los
movimientos y es muy sensible a la puñ o percusió n en la zona lumbar. 
El dolor vesical se localiza en el hipogastrio y en la pelvis profunda y se refleja al
glande en el hombre y al meato urinario en la mujer; se origina por la distensió n de la
vejiga y por ello tiene relació n con la micció n. 
El dolor agudo en la fosa ilíaca derecha plantea varias posibilidades diagnó sticas:
apendicitis, anexitis, tumor ová rico torcido y embarazo extrauterino roto,
principalmente. Irradia con frecuencia al epigastrio. El dolor agudo generalizado a
todo el abdomen, con mayor frecuencia secundario a una localizació n inicial, impone
al médico el pensamiento quirú rgico urgente; en general debe sospecharse peritonitis.
A pesar de que el paciente no parezca estar en una condició n crítica, la rigidez de la
pared abdominal, la distensió n marcada y la ausencia de ruidos intestinales indican
gravedad. El signo de "rebote" (signo de Von Blumberg) positivo responde al
peritoneo inflamado, así como el signo del psoas. 
El dolor agudo de tipo espasmó dico (có lico) intenso, persistente, que representa
peristaltismo de lucha y que en el curso de varias horas desaparece "por
agotamiento", dando íleo paralítico, es dato característico de obstrucció n intestinal y
requiere de la pronta participació n del cirujano. En los cuadros de peritonitis y de
obstrucció n intestinal, cada hora perdida es una oportunidad menos para la vida del
paciente (ver: ABDOMEN AGUDO). 
Cuando el dolor es originado por irritació n de la mucosa, en el colon derecho tiene un
cará cter má s sordo y constante y disminuye poco con la defecació n, pero si la
alteració n se encuentra en el hemicolon izquierdo, tiende a disminuir con mayor
notoriedad en relació n a la evacuació n de las heces. Si es por distensió n, también
disminuye con la evacuació n de los gases. 
La inflamació n de la mucosa de la porció n inferior del á mpula rectal produce tenesmo
y dolor sordo localizado al ano y fondo pélvico, que aumenta con la defecació n y se
alivia poco después. Cuando el compromiso está por debajo de la línea pectínea, es
decir, en el conducto anal, el dolor es má s localizado, intenso y de cará cter urgente. La
proctología fugaz es un dolor intenso, sú bito, generalmente nocturno, angustioso y de
poca duració n que no tiene una clara etiología.
Los padecimientos del aparato genital femenino presentan con frecuencia dolor
perió dico relacionado con el ciclo menstrual y ová rico. El dolor que acompañ a al
síndrome premenstrual se reconoce fá cilmente. La ovulació n puede acompañ arse de
dolor localizado en el hipogastrio, alrededor del día 14 del ciclo; se acompañ a de
turgencia mamaria y a veces de ná usea y vó mito. Este cuadro se ha denominado
"fenó meno de Mittelschmerz". 
El dolor abdominal (agudo, intenso, urgente, continuo) que se acompañ a de datos
locales y generales que le imprimen un sello de gravedad: el paciente inmó vil, el pulso
blando y rá pido, con ná usea o vó mito; la facies pá lida, afilada y angustiosa, el
abdomen duro (vientre en madera), con hiperestesia e hiperbaralgesia o signo del
"rebote" positivo o el peristaltismo de lucha, deben imponer el criterio de alerta al
clínico para hacer má s urgente y cuidadoso, el intento diagnó stico, que permita
recurrir oportunamente a la intervenció n quirú rgica salvadora. Esperar má s tiempo
de lo justo es una imprudencia que amenaza la vida del paciente: cada hora que se
retrasa se disminuyen las posibilidades de curació n, los riesgos por una laparotomía
innecesaria son infinitamente menores que dejar de hacerla en un caso en que fuese
indispensable. 
Lo esencial para el clínico es hacer el diagnó stico general de abdomen agudo y definir
alguno de sus grandes grupos: peritonitis y obstrucció n intestinal para determinar su
urgencia quirú rgica. Llegar al diagnó stico etioló gico, aú n cuando es importante, no
debe ser nunca un motivo de pérdida de tiempo a expensas de la seguridad del
enfermo.

FIGURA 19.15 Peritonitis aguda. a) La paciente se observa grave, ansiosa, con facies de
dolor, aleteo nasal y palidez. b) La paciente puede presentar aspecto de bienestar que
contrasta con la gravedad de los signos abdominales. Esta excepció n notable
corresponde a casos de peritonitis por salpingitis gonorreica. c) En pacientes
moribundos aparece facies hipocrá tica: nariz amada, ojos y sienes hundidos, orejas
frías y retraídas, color lívido o plomizo.

MANEJO CLÍNICO DEL DOLOR 


El dolor es un síntoma fundamental en el estudio de diversas entidades patoló gicas
del aparato digestivo; es un timbre de alarma del organismo. Tiene pues, una funció n
protectora que se encadena con otros mecanismos de defensa contra la agresió n
determinada. En base a este concepto, el clínico debe considerar que en las afecciones
del aparato digestivo, el dolor es un síntoma de valor incalculable en tanto no esté
distorsionado por la acció n de drogas específicas. 
Es un error gravísimo utilizar drogas para atacar el dolor sin antes haber analizado el
síntoma hasta sus ú ltimas consecuencias en beneficio del diagnó stico precoz. El uso de
drogas sin cumplir este precepto, condiciona la posibilidad de obscurecimiento del
cuadro clínico con el consecutivo retraso para la aplicació n de métodos de diagnó stico
o medidas terapéuticas oportunas: no podrá valorarse adecuadamente, por ejemplo,
la realidad de un cuadro de apendicitis si el paciente está bajo el efecto de analgésicos,
o será muy difícil dictaminar adecuadamente sobre determinado estudio radioló gico
si al sujeto se le han administrado antiespasmó dicos. 
Indudablemente, el acto médico implica, entre otras cosas, la reducció n del
sufrimiento del enfermo, pero ello debe ser siempre sin menoscabo de las
posibilidades de solució n real del problema. No se justifica el riesgo de la vida de un
ser humano só lo por razó n del intento de disminuir su dolencia. El clínico inteligente
hará uso razonable de las drogas; las utilizará , inclusive frecuentemente, con un
sentido diagnó stico. El médico ignorante o desesperado por aliviar só lo el síntoma
cometerá errores que pueden traducir consecuencias fatales. 

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