Está en la página 1de 1

Seminario de Silencio Biografía del Silencio

La propia porción de dolor

A cada instante tengo un dilema que resolver: o estoy aquí, donde de hecho estoy, o me voy
a otra parte. Siempre estoy deseando quedarme conmigo o partir y alejarme de mí. Desde que hago
meditación, elijo más veces permanecer en casa, no huir. Perder la conciencia y viajar quién sabe
adónde tendría que resultarme mucho más fatigoso que mantenerme alerta; pero para mí no es así
todavía: la atención me parece un trabajo, y la distracción, en cambio, un descanso. Todas estas
resistencias por mi parte son absurdas y tienen una causa muy clara: la necia creencia de que,
perdiendo mis fantasmas, terminaré por perderme yo. Pero mis fantasmas no soy yo; ellos son
precisamente lo menos yo mismo que hay en mí.
Este descubrimiento me ha llevado años de práctica de meditación. Pero hoy sé, y lo digo
con tanto orgullo como humildad, que conectar con el propio dolor y con el dolor del mundo es la
única forma, demostrable, para derrocar al principal de los ídolos, que no es otro que el bienestar.
Para lograr tal conexión con el dolor es preciso hacer exactamente lo contrario a lo que nos han
enseñado: no correr, sino parar; no esforzarse, sino abandonarse; no proponerse metas, sino
simplemente estar ahí.
Tras todo lo dicho, bien cabe afirmar que el dolor es nuestro principal maestro. La lección de
la realidad –que es la única digna de ser escuchada– no la aprendemos sin dolor. La meditación no
tiene para mí nada que ver con un hipotético estado de placidez, como hay tantos que la entienden.
Más bien se trata de un dejarse trabajar por el dolor, de un lidiar pacíficamente con él. La meditación
es, por ello, el arte de la rendición. En el combate que supone toda sentada, vence quien se rinde a
la realidad. Si en el mundo se nos enseña a cerrarnos al dolor, en la meditación se enseña a abrirnos
a él. La meditación es una escuela de apertura a la realidad.
Por lo que acabo de escribir, no es de extrañar que la meditación silenciosa y en quietud
haya sido acusada de sofisticado masoquismo; y es que se llega a un punto en que uno desea
sentarse a diario con la propia porción de dolor: frecuentarlo, conocerlo, domesticarlo... Sin dejar
de ser tal, el dolor va cambiando de signo conforme se lo frecuenta. Y es así como se aprende a estar
con uno mismo.
(P.d, BdS, 20)

TRÍADAS

 Habitualmente, ¿estás donde estás, o más bien viajando con tu mente y en otra parte? ¿Te
cansa más estar atento o distraído?
 ¿Te resistes mucho a los dolores o sinsabores que la vida te va presentando o notas que
últimamente los aceptas mejor y los integras más serenamente?
 Aquí se habla de meditar como un dejarse trabajar por el dolor. ¿Es esa tu experiencia o más
bien estás a gusto y tranquilo cuando meditas?

Extracto de Biografía del Silencio de Pablo d’Ors para la Asociación Privada de Fieles Amigos del Desierto
Reservados todos los derechos

También podría gustarte