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UNIDAD 1
1-Baquero, Ricardo Psicología educacional. - 1a ed. - Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación,
2010. 42 p. (Aportes para el desarrollo curricular) ya esta para imprimir
En este marco pueden analizarse los riesgos reduccionistas y aplicacionistas en las relaciones entre
Psicología y Educación. Reduccionismo entendido como la ponderación exagerada de un
componente de una explicación compleja en detrimento de otros componentes relevantes. Puede,
sin embargo, reducirse la explicación a un componente pertinente y relevante para el problema a
explicar, lo que se pone bajo sospecha es que se trate de un componente suficiente para producir tal
explicación y decidir cursos de acción sobre su base. Un ejemplo clásico al respecto es el
tratamiento, por desgracia aún habitual, del fracaso escolar masivo como si se tratara de una suma
de fracasos individuales. Como se sabe, este tipo de explicación queda reducida a variables de tipo
psicológico/individual del alumno. La ponderación de los aspectos singula-res del sujeto pueden
guardar, sin duda, pertinencia y relevancia en la explicación del fenómeno, pero la explicación
última resignificando tales singularidades como déficits individuales escinde las caracte-rísticas de
los sujetos de las situaciones que habitan.
1.3. Sobre el aplicacionismo
En una dirección similar avanza la crítica al aplicacionismo en las relaciones entre P y E. Esto es, se
cuestiona la sufi ciencia –no la pertinencia o incluso relevancia– de la investigación psicológica
básica para resolver problemas educativos o tomar sobre su base decisiones pedagógicas.
En lugar de abonar la idea de “aplicación” de un saber psicológico, incluso a veces con fines
prescriptivos
ordenando propuestas de enseñanza, se han planteado posiciones cautelosas con respecto a cómo
debiera concebirse la relación entre P y E. Algunas de ellas plantean:
• Que el cuerpo de conocimientos psicológicos debe ser utilizado como una herramienta de análisis
más de los complejos procesos educativos/escolares más que, por ejemplo, como “fuente de
inspiración” de métodos de enseñanza o construcción de criterios para ponderar las competencias
intelectuales de los sujetos.
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• Otros autores como Berliner, en una dirección similar plantean la necesidad de “psicologizar” los
procesos educativos, en el sentido de producir análisis psicológicos, pero de situaciones concretas
de enseñanza y aprendizaje restituyendo la complejidad de esas situaciones habitualmente
desjerarquizadas por la producción académica. (cf. Berliner, 1993)
• Esta necesidad de producir saberes sobre las mismas prácticas escolares y en forma conjunta con
docentes, directivos o profesionales de los equipos psicoeducativos, puede llevar a plantear la
necesidad de una implicación en tales prácticas más que sólo una “aplicación” de un saber
producido en otros contextos. (Baquero, Cimolai y Lucas, 2009; Baquero, 2007) no es trabajar con
los futuros docentes la información detallada de estas posiciones sino construir criterios que
permitan evaluar con cuidado los efectos del discurso y las prácticas psicoeduca-tivas sobre los
pronósticos de posibilidad de aprendizaje, el diseño de propuestas pedagógicas y la toma de
decisiones educativas que se encuentran con frecuencia en el cotidiano de las prácticas escolares.
Importa advertir, en línea con lo señalado por los autores críticos a una lógica de “aplicación”, que
suele ser razonable la percepción habitual y mutua que docentes y profesionales psi poseen sobre
las limitaciones de su accionar. Tanto los docentes como los profesionales psi parecen sentir que las
prácticas de sus colegas no son sufi cientes para atender a la naturaleza de los problemas
enfrentados. Se trae aquí esta cuestión porque remite a la relativa vacancia de investigaciones y
estrategias de trabajo psicoeducativas efectuadas sobre la base de una tarea realmente conjunta de
docentes, directivos y profesionales psi. Esto es lo que se quiere enfatizar al decir que los escenarios
educativos plantean nuevos problemas a la investigación básica y, a su vez, estos problemas no
pueden ser atrapados de modo suficiente sin cierta implicación en su dinámica efectiva.
CLo que se señala es que ambas perspectivas se potencian de una manera singular cuando se
agencian en las condiciones efectivas y específicas de los procesos escolares. Es en tal sentido que
se indica la necesidad de recuperar o construir alternativas de trabajo conjuntas entre estos
profesionales “psi” y los docentes y directivos. Si bien hay valiosas experiencias en tal dirección, no
parecen estar documentadas o siste-matizadas de modo suficiente.
Desde varias perspectivas, como algunos desarrollos de la psicología cognitiva en sentido amplio y de los enfoques
socioculturales mencionados, el aprendizaje escolar requiere de cierta revisión de los pro-cesos psicológicos en uso
cotidianamente por los sujetos. Más allá de evaluar las “ideas o saberes previos” como algo a encontrar o esperar en los alumnos
por su condición evolutiva, requiere poder precisar los saberes sobre los que se impondrá necesariamente cierto trabajo si no se
han producido previamente. Muchos de los problemas y objetos de conocimiento propuestos en la escuela no reconocen
construcciones previas relevantes o, cuando parece haberlas, no necesariamente poseen el estatus de teorías o concepciones
arraigadas.
la organización razonable de una oferta masiva, más que una búsqueda prioritaria de aprendizajes
cognitivos prontos
Por ello se requiere gran cuidado en el tratamiento del tema de las sospechas sobre la
“educabilidad” de los sujetos de sectores populares ante la aparente autoevidencia de que fracasan
por su misma condición de pobreza. Deberían revisarse con cuidado las relaciones entre las
posibilidades de aprendizaje de los sujetos y las características específicas de las prácticas
educativas/escolares en juego. De lo contrario, como se ha sugerido en otros sitios, a la hora de
explicar el fracaso se perpetra una falacia de abstracción de la situación, por no ponderar el
carácter situacional de todo proceso de desarrollo y aprendizaje. Se confunde la impotencia para
producir cambios o aprendizajes con una incapacidad de los sujetos, como si las capacidades
subjetivas y los pronósticos sobre el aprender pudieran ponderarse haciendo abstracción de las
situaciones de aprendizaje específicas, al fi n políticas (Baquero, 2008). En sentido estricto, el tema
del fracaso escolar masivo o el de la “educabilidad” no debería ser de tratamiento prioritario en este
espacio curricular, en el sentido de que nada hace presumir que se trata de un problema de mayor
relevancia para la psicología educacional que para la pedagogía o la didáctica. O, para ser más
estrictos, si se trata de un problema relevante para el campo psicoeducativo no lo es porque amerite
el uso de una estrategia clínico-individual de detección de problemas, sino, por su carácter masivo y
su enclave en la naturaleza particular de las prácticas escolares que son susceptibles de ser
analizadas desde los marcos propuestos.
2.Berliner, D. C. (1993), “The 100-year journey of educational psychology: From interest, to disdain, to
respect for practice”, in T. K. Fagan and G. R. Vanden-Bos (eds.), Exploring applied psychology: Origins
and critical analysis. Washington, DC: American Psychological Association NO
3.Jason W. Osborne and Melinda J. Mollette (2010) Grand challenges in educational psychology.
Frontiers in Psychology September 2010 | Volume 1 | Article 157 NO
En contradicción con ese clima cultural, el contexto económico y social no autorizaba demasiado
una disciplina psicológica marcadamente especulativa
y filosófi ca y, paralelamente, comenzó a desarrollarse un modelo de intervención psicológica
centrado en la psicotecnia y orientación profesional .
En relación con la noción de psicotecnia:
La psicotecnia trata de investigar en detalle e individualmente el aprovechamiento del
trabajo propio de la misma actividad del obrero mediante la clasifi cación del
rendimiento del trabajo
En cuanto a la orientación profesional, el destacado psiquiatra republicano
español, Emilio Mira y López, definía la orientación profesional como una
«actuación científica compleja y persistente», destinada a conseguir que cada
sujeto se dedicara «al tipo de trabajo profesional en el que con menor esfuerzo
pueda obtener mayor rendimiento, provecho y satisfacción para sí y para la
sociedad
En tal sentido, mientras la psicotecnia aparecía como un estudio o investigación
centrado fundamentalmente en el aprovechamiento y rendimiento en el trabajo, la
orientación profesional definía mucho más una actuación, es decir una
intervención, sobre el mismo problema.
El desarrollo de la psicotecnia y la orientación profesional en Argentina estuvo
relacionado con dos procesos complementarios. Por una parte, los avances
producidos en el campo de la psicología aplicada y la psicotecnia en relación con
el conocimiento de las aptitudes y características de personalidad que tornaban
posible la recíproca adecuación del trabajo al hombre, así como también en
relación con las técnicas o inventarios de personalidad necesarios para establecer
exitosamente el diagnóstico, la nivelación y la reorientación que aquellos
problemas involucraban. En cualquier caso durante el peronismo, en el que
contradictoriamente confluían a un mismo tiempo valores modernizadores y
tradicionalistas, y una cultura democrática pero escasamente republicana, se
consolidó una nueva clase trabajadora urbana que requería de una rápida
reconversión laboral. En dicho marco, la orientación profesional llegó a alcanzar
rango constitucional tras la reforma 1949, al ser incorporada en el artículo 37,
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Ante todo sería conveniente señalar que la transición democrática iniciada hacia
1983, con todas sus limitaciones, ha creado condiciones que favorecieron, al
menos, dos cuestiones centrales para el desarrollo de la psicología.
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César Coll
5- LA PSICOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN COMO DISCIPLINA Y PREFESIÓN. (ENTREVISTA)
Pienso que históricamente la psicología de la educación jugó un papel de protagonismo casi
absoluto en la primera mitad del S XX.
Creo que hoy en día tanto los psicólogos de la educación como los colegas que trabajan desde
otros referentes disciplinarios, tenemos muy claro que los procesos educativos son tan complejos
que requieren una mirada multidisciplinaria, y dentro de esta mirada, pienso que la de la
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psicología de la educación sigue siendo muy importante, pero es una más junto con otras miradas,
una mirada digamos específica, y quizás ese sea uno de los riesgos que tenemos hoy en día los
psicólogos de la educación: el de diluir la especificidad de nuestra mirada en el marco de esta
aproximación multidisciplinar de los procesos educativos.
Pienso que ese razonamiento parte de una determinada opción epistemológica de considerar que
la psicología de la educación tiene como misión aplicar el conocimiento científico psicológico
básico a las situaciones educativas. Esta es una visión epistemológica superada, aunque es verdad
que todavía sigue vigente, que remite a la idea de una jerarquía de conocimientos.
Los psicólogos estudiamos como se construye el sentido, como las personas construimos el
sentido de nuestra actividad y nuestra acción y eso es imposible que se pueda hacer al margen del
contexto, de las condiciones, de las situaciones concretas en las que ese comportamiento, esa
actividad realmente se despliega.
No obstante es verdad que debemos tener en cuenta esta crítica pero solo para prestar atención a
la exigencia de conservar la especificidad de nuestra mirada dentro de la aproximación
multidisciplinar a los procesos y fenómenos educativos; es decir, los psicólogos de la educación
cuando analizamos una práctica educativa tenemos una mirada distinta de la didáctica, de la
pedagógica, de la sociológica, etc.
¿Tu crees que el psicólogo educativo está gozando ya de un reconocimiento creciente en lo que
alcanzas a mirar en el ámbito europeo, español o incluso Latinoamérica?
Depende de cada contexto. Dentro de la educación formal ¿en qué tipo de tareas? Pues en el tipo
de tareas relacionadas con necesidades educativas especiales, con problemáticas de intervención,
con la orientación, consultorías; pero siempre dentro del sistema educativo y siempre dentro de la
educación escolar en los primeros niveles de escolaridad. Ahí si que se ha conseguido un
reconocimiento, pero es un reconocimiento muy vinculado a lo que es un determinado tipo de
trabajo del psicólogo de la educación, muy próximo a lo que sería la tradición británica de
principios del SXX, vinculada a lo que son asuntos de tratamiento-intervención en torno a
problemas y dificultades de aprendizaje.
Mas difícil ha sido el reconocimiento del trabajo del psicólogo de la educación en ámbitos no
escolares, en escenarios educativos no formales o informales; aunque ahí también se ha ido
abriendo espacios en tareas de planificación, de diseño, y de formación; en el ámbito de la
empresa o en el contexto de entornos no formales en el sentido de no escolares, y ahora
últimamente se están abriendo espacios importantes en escenarios educativos emergentes.
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La psicología emerge como una disciplina autónoma de la mano del amplio movimiento positivista
que dominó el pensamiento occidental en la segunda mitad del siglo XIX. La psicología científica
basada en el método experimental, sirvió de fundamento a una corriente pedagógica renovadora,
basada en el ideal científico del momento: constituir una pedagogía científica basada en leyes
verificadas objetivamente. En Argentina la corriente positivista tuvo amplia difusión. Dicha
corriente de pensamiento coexistió integradamente con el ideario normalista de educación
pública y laica impulsado por Sarmiento y sostenido por la generación del 80, como instrumento
civilizador y de progreso social y económico. La psicología no solo contribuyó a la educación con
las leyes regulatorias de los procesos psíquicos y del desarrollo, también aportó los instrumentos
psicométricos para medir objetivamente la inteligencia y las capacidades. Los gabinetes de
medición psicológica y de orientación vocacional marcaron todo un hito en la época.
Los años 80 y sobre todos los 90 significaron otra gran cambio (neoliberalismo). El aumento de la
oferta privada de los servicios educativos, el crecimiento de los posgrados y, muy especialmente,
el control de la calidad de la educación como intención declarada, fueron algunos de los rasgos de
este período. A la base estaba una ideología eficientista de la educación, entendida como capital
individual.
A partir de la crisis del modelo económico neoliberal, se inició en la primera década del presente
siglo, con respecto a la educación, una situación un tanto híbrida, que aun no termina de adquirir
una identidad definitiva. Esto también ocurre con el rol del psicólogo en dicho campo, muchas
veces sujeto a incongruencias.
Finalmente el rol del psicólogo en Argentina y Latinoamérica no puede prescindir de una buena
dosis de compromiso social , en la medida que la promoción humana a la que apunta todo proceso
educativo no puede obviar la fragmentación social y la desigualdad estructural de nuestras
sociedades, la que condiciona toda acción formativa. La educación debe estar garantizada para
todos, en igualdad de oportunidades ya que no solo es un derecho humano, sino la condición para
lograr un marco de convivencia en paz.
(Enrique Saforcada)
EL ESCENARIO DE LA SIEMBRA
Por esta misma época, 1899, siguiendo también los lineamientos de Wundt, Horacio Piñeiro pone
en funcionamiento un Laboratorio de Psicología Experimental en el colegio Nacional de la
Universidad de Buenos Aires.
Desde sus respectivas formaciones y prácticas como educadores, médicos o abogados fueron
modelando corrientes teóricas y de pensamiento y construcción científica de la psicología que
dieron lugar a fructíferos disensos, el mas significativo puede resumirse en la confrontación entre
positivistas y antipositivistas. Lo cierto es que hacia el final de la década de 1930 la perspectiva
para el avance de la psicología en Argentina era excelente en cuanto a la posibilidad de
profundizar los desarrollos teóricos, avanzar en la investigación científica, y comenzar a configurar
estudios universitarios especializados que diera origen a la profesión y a la diversificación de sus
campos de aplicación ya percibidos y exigidos por algunos de sus tratadistas iniciales.
En EEUU para esta época, hacía casi cuarenta años que ya se había fundado, en 1892, la Asociación
Americana de Psicología (APA).
En 1956 se crean las primeras carreras de Psicología universitarias en Argentina. Esto explica por
qué los primeros graduados de Psicología nos surgen hasta fines de la década de 1950, principios
de 1960 y porqué prácticamente su totalidad se dedica al psicodiagnóstico clínico y/o a la atención
de pacientes con el modelo médico-clínico.
Hacia mediados de la década de 18940 todos los pioneros de psicología en Argentina habían
fallecido o su edad era muy avanzada y en general ya estaban retirados de la actividad académica
y sus emprendimientos habían cesado. El espíritu científico que los motivó y que cimentó su
intento de posicionar a la psicología en el escenario intelectual y científico como una ciencia
esencial para la comprensión y solución de los problemas humanos se fue perdiendo
aceleradamente. Comenzaron a surgir algunos centros o institutos en ámbitos laborales y de la
educación dedicados a la orientación vocacional, la psicotecnia aplicada a la evaluación de
personal y, en muy raros casos, a la investigación.
EL ESCENARIO DE LA GERMINACIÓN
Como carrera universitaria la psicología comienza a estructurarse el mismo año que un golpe
militar derroca al segundo gobierno de Perón en 1955, creándose la carrera de psicología en la
universidad de Rosario. La segunda el 1956, surge en la ciudad de Córdoba como carrera en la
facultad de filosofía y humanidades. A partir de 1957, todas las otras universidades estatales
fueron abriendo sus correspondientes licenciaturas o carreras de esta especialidad. A este proceso
se suman la mayor parte de las universidades privadas que se comenzaron a crear a partir del
decreto de 1955, emitido por el poder ejecutivo del mencionado Golpe Militar.
Ahora bien, es importante tener en cuenta que para el momento en que se comienza a dar en el
país este proceso de institucionalización de la psicología como profesión, se había producido un
profundo hiato entre los pioneros de la psicología y quienes ahora se disponían a crear las carreras
y cubrir sus cátedras. Las asignaturas de la curricula son asumidas por profesores que, para lo que
era en ese momento la ciencia psicológica en el mundo, carecían del nivel académico y científico
mínimo aceptable.
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Las carreras de psicología no surgieron por una demanda de la sociedad o desde instancias
institucionales que manifestaran una marcada necesidad de aportes de esta disciplina. Fue un
proceso motivado por la inquietud de unos pocos profesores universitarios vinculados a la
temática, pero ninguno de ellos con una formación psicológica específica ni una dedicación
científica en la misma; en general provenían de la medicina, la filosofía o la pedagogía.
Desde el inicio, tanto por parte de quienes estructuraron la carrera como de la los alumnos
ingresantes, a lo que luego se suma rápidamente la incipiente imagen de esta profesión por parte
de la sociedad, la función de la psicología en el imaginario circulante estaba vinculada con la
enfermedad, ya fuera para diagnosticar o para tratar enfermos. Se dio algo así como un doble
discurso: uno era el nombre de algunas materias o la presencia de ciertos textos de estudio o de
divulgación, el otro era el manifiesto, hacia qué se orientaba a los alumnos y qué imagen se emitia
a la sociedad con respecto a la función que los egresados de estas carreras podían y debían
desempeñar a partir de graduarse.
Esta cuestión es importante tenerla en cuenta en función de comprender cuales podían ser las
representaciones sociales y las imágenes de la profesión que se fueron construyendo en la
sociedad, dado que es a partir de ellas que, en buena medida, una profesión es demandada.
Cuatro situaciones básicas no excluyentes entre sí deben ser consideradas para intentar
comprender los grandes vacíos en la psicología argentina:
2- una fuerte influencia del modelo médico/clínico instaurado en las carreras de psicología por sus
cuerpos docentes que impulsaron a los alumnos a entrar en tratamiento psicoanalítico y
hegemonizaron hasta el día de hoy con este marco teórico casi totalmente la formación de los
psicólogos.
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4- los esfuerzos de los estudiantes avanzados y jóvenes graduados por construir una identidad
profesional se vinculó y se vincula con esa práctica excluyente que terminó generando una
identidad médica, por lo tanto prestada, que obturó y abtura la posibilidad de exploración de los
otros ámbitos de aplicación o especialización de la psicología existente en los otros países del
mundo.
Con respecto a figuras como Ángel Garma, José Bleger, Enrique Pichón Riviere, Marie Langer,
David Liberman o Fernando Ulloa hay que tener en cuenta que fueron médicos psicoanalistas y
miembros conspicuos de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), institución que escudándose
en lo determinado en la reglamentación del ejercicio de la psicoterapia que en 1954 promulgó el
Dr. Ramón Carrillo, cambió sus estatutos cerrándole las puerta al ingreso de los psicólogos a la
institución.
La APA mantuvo vigente el impedimento hasta casi 30 años después de que ese gobierno
finalizara. Solo les abrió sus puertas cuando el caos económico golpeó muy duramente a la APA y
una ley nacional de 1985 autorizó la psicoterapia por parte de los psicólogos. En definitiva lo que
hicieron fue abroquelarse en la defensa de un mercado y en la hegemonía de una teoría; siendo
todos médicos, esto era natural y consustancial.
Finalmente queda por analizar el tema de la investigación. En cuanto a esto la situación es grave,
dado que se carece de la misma, salvo unos pocos casos relacionados con la neuropsicología y en
menor medida con la psicometría. Esto hace que la psicología argentina sea totalmente
dependiente de los lineamientos de los países desarrollados, sobre todo de EEUU.
En algún momento, es de esperar, las universidades, especialmente las públicas, tendrán que
mirar los problemas reales de Argentina como país íntegramente de América Latina, y diseñar los
currículos de grado y posgrado en función de la búsqueda de solución de los verdaderos
problemas locales y de la región. Argentina no puede seguir formando psicólogos para París o
Nueva York; por lo menos debe formarlos para América Latina, y para que puedan insertarse en
los procesos de liberación de nuestra región.
8.Scavino, Carolina (2004) Hacia un análisis de las relaciones entre psicología y educación, desde la
historia de la psicología En Nora Elichiry (comp) Aprendizajes escolares (pp. 101-115). 1ª Bs. As.
Manantial EN EL OTRO RESUMEN
Hay un hiato entre la escuela y la nueva condición de “globalizado” que tiene el orden mundial.
Todo ha cambiado menos la escuela. Es ésta entonces la que debe ser sometida a un proceso de
innovación que la acople al orden globalizado. Desde nuestro punto de vista la situación “crítica”
del sistema educativo es compartida por una red de instituciones que conformaron el entramado
propio de la “modernidad” otorgándole a la sociedad moderna los dispositivos de regulación y
control social que requería su dinámica. La globalización rompe el entramado de experiencias que
conformaron lo que llamamos la vida moderna, y pareciera que el conjunto de instituciones y
personas que conformaban esta red son liberadas o expulsadas de las seguridades que otorgaba
este modo de vida.
En cuanto al sentido del poder, este pasó de tener una direccionalidad descendente a una
ascendente. Durante el medioevo y el absolutismo el poder político se fundamentó en un principio
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metafísico o natural que le otorgaba al poder de los que mandaban una direccionalidad
descendente: era Dios o el orden natural el origen y la fuente de su poder.
Las democracias modernas construyeron un sentido ascendente para el poder político cuando
depositaron la soberanía en el ciudadano.
La cuestión de la legitimidad del poder fue atendida por la modernidad a través de la constitución
de una red escolar destinada a socializar las nuevas generaciones en los principios, los valores y las
reglas del nuevo orden, de modo que este fuera internalizado y naturalizado. El conjunto de
valores que guiaron la acción escolar y la definición que la escuela hizo del “buen ciudadano”
tuvieron este propósito legitimador.
La idea del ciudadano está asociada al principio de dignidad individual que se contrapone a al
honor estamental propio de la edad media. El ciudadano es un individuo que, como tal, posee
dignidad, a diferencia del honor que solo corresponde a miembros de determinados estamentos
sociales. El reconocimiento de la dignidad esencial del hombre y del carácter único e individual de
esta dignidad es el fundamento de la ciudadanía moderna y del principio de igualdad. Los
hombres son iguales en su condición de dignidad y como tales deben ser reconocidos ante la ley.
La identidad ciudadana se constituye sobre este principio de dignidad individual que prescinde de
los posicionamientos sociales y las interacciones laborales de cada uno.
En Argentina, el debate que precedió a la promulgación de la ley 1420 ilustra muy bien las
tensiones existentes entre el Estado Nacional y los sectores asociados al clero que reivindicaban
para la iglesia el derecho de definir parámetros religiosos para la educación elemental.
El hecho mas importante fue la conformación de los estados nacionales. La formación del estado
nacional está muy ligada a la constitución de sistemas educativos nacionales. La escuela demás de
atender a las exigencias de legitimidad del nuevo orden político, estuvo llamada a promover en las
nuevas generaciones el sentido de pertenencia a un espacio social determinado, que era el
nacional y que se compartía con otros ciudadanos, iguales a esta pertenencia e inclusión. El ritual
patriótico que caracterizó a la escuela moderna también tenía como finalidad anclar la
pertenencia a un territorio nacional organizado por el estado.
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El estado nacional se fue convirtiendo no solo en el principal agente prestador de educación, sino
también en el gran de dador de sentido a la tarea de educar.
La modernidad propuso una sociedad que se estructuraba sobre la base del mérito. La inserción
laboral de los individuos y las posiciones sociales que se estas inserciones se derivaban, pasaron a
estar sustentadas en el mérito personal y no en el origen social.
La educación y las credenciales que a través de ella se podían obtener se transformaron así en un
requisito necesario para alcanzar y legitimar determinadas inserciones laborales y posiciones
sociales. De esta manera se construyó un nexo entre educación o nivel educativo de las personas y
ocupación laboral, que no existía previamente. A partir de esta vinculación, el sistema educativo se
constituyó en un instrumento central de la selección social, en la medida que sus certificados y
credenciales comenzaron a ser utilizados por el mercado para definir y justificar los puestos de
trabajo a ser asignados.
La sociedad del mérito no anula el valor de los recursos culturales y sociales para abrirse camino y
obtener las credenciales del mérito, pero si abre oportunidades para todos aquellos que quieran o
puedan adaptar sus estrategias a las exigencias del nuevo patrón civilizatorio.
Rotos los antiguos lazos de vasallaje y las redes de dependencia que en el antiguo régimen
definían las conductas sociales, la sociedad moderna se encontró ante el problema de incorporar a
estos nuevos individuos en una red de instituciones que regulaban sus conductas y los “fijaran” en
la trama social. Castells da cuenta del largo proceso de disciplinamiento al que es sometida la clase
trabajadora para ajustar su conducta al trabajo de la fábrica. Este mismo autor nos muestra el
desarrollo de un doble proceso: por una lado la paulatina incorporación de la población a una
relación de trabajo dependiente que culmina con lo que el autor llama la “sociedad salarial”, en la
que el conjunto de la población se integra a la red de relaciones sociales que se anudan alrededor
del trabajo. El segundo proceso que tipifica Castells es el de estatización de la asistencia a los
indigentes, ancianos y enfermos que no pueden valerse por sí mismos y que en el antiguo régimen
eran objeto de la caridad de la comunidad o de las órdenes religiosas.
A su vez, Donzelot, introduce a la familia en este cuadro disciplinar. Para el autor el estado liberal
se enfrenta al problema del disciplinamiento de la clase trabajadora y a la cuestión de la atención
del pauperismo y la indigencia por la otra. La pregunta es ¿Cómo disciplinar sin recurrirá la antigua
práctica de la represión? ¿Cómo atender a la indigencia, los enfermos y los ancianos sin cargar
todo el peso en la acción del estado?
La filantropía fue justamente la respuesta que permitió construir una posición equidistante entre
la iniciativa privada y el estado.
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Hay dos polos alrededor de los cuales se organiza la actividad filantrópica. Primero hay un polo
asistencial, encargado de enviar hacia la esfera privada las demandas que le son formuladas al
estado en términos de derecho al trabajo y asistencia. Mas que el derecho a una asistencia del
estado, se ofrecen medios para ser autónomos mediante la práctica de ahorro. La posibilidad de la
autonomía se sostiene mediante el ahorro y la previsión de la necesidad y, cuando esto no se
logra, la asistencia va acompañada de una severa tutela del estado. O sea, el establecimiento de
una tecnología de la necesidad que hace de la familia la piedra angular de la autonomía a partir de
la siguiente alternativa: controlar sus necesidades o ser controlados por ellas.
En segundo lugar hay un polo medico higienista que no trata de contener las demandas al estado,
sino por el contrario, lo utiliza para evitar la destrucción de la sociedad, por el debilitamiento físico
de la población, a causa de la insalubridad que resulta de la extensión de la industrialización. El
conjunto de medidas relativas a la higiene pública y privada, a la educación y a la protección de los
individuos, permitiría utilizar el consejo eficaz antes que la caridad humillante; la norma
perspectiva antes que la represión destructiva.
La fase industrial se abrió con el auge de la maquina motriz que se conoce como revolución
industrial. El desarrollo del industrialismo estuvo acompañado por un desarrollo paralelo de las
ciencias y tuvo un profundo impacto en la conformación de una nueva sociedad. Cabe señalar: la
constitución del proletariado urbano como consecuencia de la vertiginosa emigración del campo
que generaba la sustitución de una economía agraria por otra industrial; la consolidación de la
burguesía como clase dominante y la constitución de lo que ha dado en llamarse la sociedad
burguesa, y con ella la entronización del ideal de familia burguesa de la que ya hemos hablado.
No todos los países entraron al mismo tiempo a este proceso de industrialización. Había una parte
del mundo ascendía al poderío industrial, mientras la otra se rezagaba. Pero ambos fenómenos no
estaban desconectados. Nada parecía más natural que el que los países menos adelantados se
limitaran a producir alimentos y quizás minerales, cambiando tales productos por la manufactura
inglesa o de otros países de Europa occidental.
La primera guerra mundial y la crisis del 30 generaron cambios en la estructura productiva de los
países de América Latina. Los países mayores (Argentina y Brasil) iniciaron un proceso de
industrialización por sustitución de importaciones que consistió en producción nacional de bienes
de consumo logrado gracias a la ampliación de la demanda local, sostenida por el previo avance de
la economía exportadora.
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La Argentina está considerada como un país de modernización temprana en la región, tanto por
haber adoptado rápidamente una organización social y política moderna, como por haber iniciado
también tempranamente, el proceso de industrialización.
El desarrollo industrial estuvo doblemente asociado a los sistemas educativos. Por una parte, la
organización escolar aportó al disciplinamiento de sus alumnos acorde con las necesidades de
disciplina de la producción industrial. Por otro lado, el desarrollo industrial generó demandas en
cuanto a la calificación de la mano de obra en general y, en especial, exigió nuevas
especializaciones de tipo técnico que se diferenciaban claramente de las orientaciones humanistas
clásicas.
En el caso argentino, la conformación del sistema educativo nacional estuvo claramente asociada a
la consolidación del estado nacional y a un proyecto de dominación basado en la extensión de la
ciudadanía al conjunto de la población. Queremos señalar la importancia que le fue otorgada a la
escuela como espacio de conformación de la ciudadanía.
La modernidad reivindicó un conjunto de valores sobre los cuales justificó y sostuvo su propuesta
política y económica. Para incorporar esta constelación de valores, que era diferente y en algunos
casos contraria a la reivindicada por la tradición, se requería un agente portador de esta nueva
definición civilizatoria. La escuela fue el instrumento que eligió la modernidad para incorporar en
la población este conjunto de valores “civilizatorios”. La idea del progreso a la cual estuvo asociada
el valor del ahorro, del esfuerzo personal, del sacrificio presente en favor de un logro futuro, la
valoración del conocimiento científico como la llave para dominar la naturaleza , impregnaron la
propuesta pedagógica de la modernidad.
La igualdad fue también un valor instalado por la modernidad, que igualmente no está exenta de
contradicciones. La igualdad política, de derechos del conjunto de la ciudadanía entra en tensión
con las tendencias desigualadoras del mercado capitalista. Hay aquí una tensión entre la igualdad
política y la desigualdad material que atraviesa toda la modernidad y que fue resuelta de modos
diversos por las diferentes sociedades.
Los estados de Bienestar tensionaron la vara a favor de una mayor correspondencia entre igualdad
material y simbólica. (PERÓN EN LA ARGENTINA)
En el caso del peronismo esto estuvo acompañado de una mejora de la participación obrera en la
distribución de la riqueza y de la construcción de una red de seguridad social que incluía seguro de
la vejez y de la salud. En este último caso, combinando recursos del estado y aportes de los
propios trabajadores.
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La igualdad fue un valor fundante de la escuela moderna. Según la propuesta moderna, el hiato
entre la desigualdad real y la igualdad simbólica podía ser saldado a partir de la escuela, pues la
escuela era la encargada de ofrecer una misma educación al conjunto de la población, y con ello
dar una igual oportunidad de educarse a ricos y pobres.
La idea de que había un solo camino posible para acceder al saber y que esta metodología era
proporcionada por las ciencias naturales es el principio en el que se sostiene el positivismo, que
tuvo gran influencia en la propuesta de la constitución del sistema educativo nacional.
En líneas generales podría afirmarse que la condición globalizada del mundo ha modificado de tal
modo las condiciones de existencia que la red de instituciones que instituyeron y sostuvieron el
modo de “vida moderna” han dejado de tener una referencia en las actuales experiencias vitales
de la población.
La condición globalizada del orden mundial afectó fuertemente la soberanía de los Estados
Nacionales. Se trata, por un lado, de una disminución de la capacidad del estado de controlar el
conjunto de procesos económicos y sociales que afectan a quienes habitan en el territorio que
está bajo su jurisdicción, y, por otro, de un estrechamiento de los márgenes de su autonomía para
definir las políticas públicas.
El modelo de desarrollo Keynesiano que se impuso después de la crisis del 30 estuvo basado en el
crecimiento del mercado interno y depositó en el estado la función de controlar las variables
macroeconómicas, planificar la inversión y crear una red de seguridad social para potenciar el
consumo interno. Bajo este modelo, el Estado amplió sus funciones y también los gastos para
financiar estas funciones.
En los años 70 el modelo entró en crisis. A mediados de los 60 hubo un considerable debate en
torno a los temas de gobernabilidad de las democracias y sobrecarga gubernamental donde,
nuevamente, la expansión de los gastos públicos en salubridad, educación y bienestar fue
considerada como el elemento causal de la crisis de la democracia.
Los sectores no gubernamentales deben hacerse cargo de parte de las funciones que están a cargo
del estado.
Esta retorica estuvo presente en Argentina en los 90 como legitimación de las políticas de
privatización de los servicios públicos.
En el caso de nuestro país, la primacía otorgada al mercado como organizador del campo social
modificó las funciones del estado y debilitó su papel como articulador de sentidos particulares y
constructor de un sentido inclusor del conjunto de la población. El modelo generó un corrimiento
del estado de la esfera pública. El estado dejó de ser el protagonista de la organización del campo
social para transformarse en un proveedor de las condiciones sociales y políticas requeridas por el
modelo de desarrollo vigente.
Desde la 2da guerra mundial, el espacio internacional está en permanente crecimiento. Han
surgido una serie de organismos internacionales, algunos con representación estatal y otros no,
que intervienen y regulan la creciente actividad internacional.
El estado moderno está cada vez más atrapado está cada vez mas atrapado en la redes de
interconexión mundial, permeado por fuerzas supranacionales, intergubernamentales, y
transnacionales.
Las reformas educativas que emprendieron muchos de los países de América Latina en los años
´90 estuvieron precedidas de un discurso modernizador de los sistemas. La modernización era
presentada como un paquete organizativo cuya adopción permitía el transito de sistemas
centralizados, burocratizados e inflexibles a organizaciones descentralizadas, con capacidad de
articularse flexiblemente a las demandas de los usuarios y dispuestas a innovar en favor de una
adaptación funcional a los requerimientos del contexto.
El valor de la igualdad, que como vimos anteriormente estuvo muy presente en la propuesta
educativa de la modernidad, es desplazado a favor de la “equidad”. Es interesante constatar como
las reformas educativas se apropiaron de algunas de las críticas a la visión homogeneizante de la
igualdad que instauró la modernidad para desplazar, en nombre del reconocimiento de la
diversidad, la propuesta universalista. La implantación del principio de equidad y de las políticas
de discriminación positiva habilitaron las acciones focalizadas de atención a casos y poblaciones
puntuales. Estas nuevas estrategias de intervención del estado se articularon en algunos casos y
en otros desplazaron a las tradicionales prácticas de alcance universalista. Junto con las políticas
tendientes a universalizar el nivel medio, por ejemplo, se despliegan proyectos destinados a
proporcionar una asistencia especial a aquellas escuelas que atienden a la población mas
desfavorecida. Lo que hoy puede encontrarse en las escuelas son restos de las prácticas
universalistas propias del estado liberal que se combinan con proyectos focalizados y con las
consabidas prácticas clientelares que caracterizan a nuestra cultura política.
Hugo Klappenbach
El inicio del pensamiento psicológico en la Argentina se remonta a finales del siglo pasado,
impulsado por el programa positivista, y fuertemente sesgado por el programa clínico originado en
Francia, en donde sobresalían las figuras de Ribot, Janet, Binet, Grasset, entre otros (Klappenbach,
1996a). Aquella temprana psicología floreció en el país entre 1895 y 1920, generando en 1908 la
primera sociedad científica de psicología del continente, la Sociedad de Psicología de Buenos
Aires, y la primera publicación, los Anales de Psicología, que llegó a editar tres volúmenes entre
1908 y 1914. En dicho contexto, surgió la primera enseñanza a nivel universitario: en 1895, el
curso de Ernesto Weigel Muñoz en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y en
1896 el curso en la Facultad de Filosofía de la misma universidad (Klappenbach, 1987). Es decir,
entonces, y tal como ocurría en otros países del continente, la psicología que se enseñaba en
nuestras aulas universitarias, formaba parte de la curricula de otras carreras
Este programa entró en crisis en la tercera década del siglo, debido a diferentes causas (Papini,
1978). La crítica al positivismo que figuras como Alberini y Alejandro Korn estaban llevando
adelante (Alberini, 1926; Korn, 1936/1983), la recepción del neoidealismo alemán, y, en general,
la caída de la psicología europea luego de la Primera Guerra Mundial, desencadenaron el primer
gran cuestionamiento a la psicología fisiológica y al modelo de raigambre francesa instalado en el
país. En definitiva, a partir de los años cuarenta, la psicología argentina experimentaba
reorientaciones de importancia. Por una parte, la psicología académica que se desarrollaba a
través de cátedras universitarias retornaba a posiciones filosóficas. Pero, en contradicción con ese
clima cultural, el contexto socio-político del país, no favorecía una disciplina psicológica
únicamente especulativa. Lo que interesa para nuestro tema, es que la experiencia peronista, en la
que contradictoriamente confluían a un mismo tiempo valores modernizadores y tradicionalistas,
y una cultura democrática pero escasamente republicana, generaba una nueva clase trabajadora
urbana, que requería una rápida reconversión laboral. En dicho marco, la orientación profesional
llegó a alcanzar rango constitucional tras la reforma 1949, al ser incorporada en el artículo 37 que
consagraba los derechos del trabajador, la familia, de la ancianidad y de la educación y la cultura:
Ahora bien ¿qué entendía en aquellos años por psicotecnia y orientación profesional?
Por su parte, Emilio Mira y López, psiquiatra catalán comprometido con la República española,
quien en su exhilio intentó radicarse en la Argentina (Klappenbach, 1999), definía a la orientación
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profesional como una “actuación científica compleja y persistente,” destinada a conseguir que
cada sujeto se dedicara “al tipo de trabajo profesional en el que con menor esfuerzo pueda
obtener mayor rendimiento, provecho y satisfacción para sí y para la sociedad”
Así, en julio de 1951, durante el 13º Congreso Internacional de Psicología celebrado en Estocolmo,
se organizó la entonces International Union of Scientific Psychology, posteriormente conocida
como International Union of Psychological Science. Y pocos meses después, en diciembre del
mismo año se constituía en México la Sociedad Interamericana de Psicología.
En cualquier caso, el inicio de las carreras de psicología se realizó en absoluta continuidad con los
anteriores estudios en psicotecnia y orientación profesional. Precisamente, la recomendación de
aquel Primer Congreso Argentino de Psicología también fijaba que “la creación de la carrera del
psicólogo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán, sobre la
base de los estudios que se cursan en la carrera y profesorado de psicotecnia, y teniendo en
cuenta los lineamientos de la carrera del psicólogo antes aprobado”
6. de Tucumán -59
A partir de 1960, en la Universidad de Buenos Aires el sesgo clínico comenzaría a ser cada vez más
hegemónico, al mismo tiempo que en la Universidad del Litoral, la psicotecnia comenzó a perder
terreno, comenzaría a crecer la preocupación por la clínica, y junto con ello se fue produciendo en
ambas universidades una ocupación de cátedras por parte de figuras pertenecientes a la
Asociación Psicoanalítica Argentina. Interesa señalar que el proceso fue heterogéneo en las
distintas universidades del país y al mismo tiempo, relativamente lento.
En cualquier caso, la sustitución de la identidad del psicólogo por la del psicoanalista demandaría
algunos años (Klappenbach, 1998). Hacia finales de la década del sesenta, tal sustitución ya tenía
una amplia aceptación, como lo evidencian algunos testimonios.
Y pocos años después, la publicación de un libro colectivo sobre el rol del psicólogo, mostraría que
la sustitución de dicho rol por el del psicoanalista ya era hegemónica, aún cuando pudiera
discutirse que se tratara de un psicoanálisis ortodoxo. Inclusive, aun aquellos preocupados por
difrenciar el rol del psicólogo del de psicoanalista, debían admitir “que si psicólogo ha adquirido
los conocimientos teóricos y prácticos de la técnica psicoanalítica, no deja de ser un buen
psicólogo si trabaja como lo hace un psicoanalista.”. Es decir que aun el énfasis en un rol
profesional centrado en la profilaxis, en la psicohigiene, se basaba en las enseñanzas y en las
propuestas de un psicoanalista, José Bleger, que había modelado la formación de muchos de los
primeros egresados en psicología en la Universidad de Buenos Aires .
Dos casos paradigmáticos dentro de esta tendencia qué sería general, son los de la Universidad del
Litoral y la Universidad de La Plata. En Rosario, tanto un proyecto de Plan de estudios de 1954
como el de 1956, instituirán una carrera de “psicólogo”, sobre la base de la carrera menor de
auxiliares en psicotecnia . Y el caso de la Universidad Nacional de La Plata resulta llamativo,
considerando que sus sólidos antecedentes académicos no parecían predecir intenciones
profesionalistas.
En 1957 se creaba la Carrera de Psicología, cuya enseñanza en las materias específicas debía
centralizarse en el Instituto de Psicología, centro dedicado fundamentalmente a la investigación
científica. (Universidad de Buenos Aires, 1957, art. 3º). Sin embargo, ya en noviembre de 1957
comenzó a discutirse la departamentalización de la Facultad de Filosofía y Letras, la cual se
concretaría al comenzar 1959, y que implicaba la “distribución” de los docentes, investigadores y
de los Institutos en los diez departamentos que se organizaron, entre ellos el de Psicología
(Facultad de Filosofía y Letras, 1959a). Hasta donde sabemos, a partir de allí, el Instituto de
Psicología languidecería paulatinamente. Al mismo tiempo, ya la propia organización de la carrera
ponía énfasis en la profesionalización de la disciplina. El artículo segundo de la ordenanza de
creación, establecía los títulos que otorgaría la Facultad de Filosofía y Letras, entre ellos el de
“Licenciado en Psicología (con mención de la especialidad aplicada)” (Universidad de Buenos
Aires, 1957, s/p, el subrayado es mío). La carrera de psicología, entonces, tenía cabida en tanto
psicología aplicada. Puede advertirse que si el punto de referencia de los estudios de psicología
eran los médicos -y no la fisiología ni la anatomía, ni siquiera la medicina-, ello se debía a que la
cuestión que se estaba discutiendo eran los estudios de los psicólogos, no de la psicología.
Los primeros problemas sobre los alcances del título y la legislación sobre el ejercicio
profesional
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Cómo se ha observado, el primer problema suscitado por los alcances del título de psicólogo, ya
en 1957, fue un problema de conflicto interprofesional, o mejor dicho, la anticipación de un
futuro conflicto interprofesional. El “centro” de la preocupación era definir si al psicólogo le
correspondería o no la curación de enfermos. También en la Universidad Nacional de La Plata, se
habían producido debates análogos. En octubre de 1959, el Colegio de Médicos de la Provincia de
Buenos Aires, publicaba una solicitada en varios periódicos, en la cual expresaba su preocupación
por la “práctica de la hipnosis” y porque la carrera de psicología supuestamente fomentaba el
ejercicio ilegal de la medicina.
En tal sentido, la palabra clínica, correspondería al “arte de aplicar en la práctica los conocimientos
de la ciencia médica para la investigación y curación de las enfermedades” (Dagfal, 1998, p. 26).
Coherentes con tal posición, el informe de la Facultad de medicina proponía que el título de
psicólogo clínico se reemplazara por el de “psicólogo auxiliar del médico psiquiatra” Conflictos
semejantes aparecieron en la Universidad de Córdoba.
Uno de los temas de la Conferencia era, precisamente el de “Títulos habilitantes para el estudio y
tratamiento del enfermo mental” en 1967, el Poder Ejecutivo Nacional, que ejercía el gobierno
de facto desde el golpe militar del año anterior, dictaría la ley 17132, de ejercicio legal de la
medicina, por la cual incluía las actividades del psicólogo en el capítulo 9, destinado a los
auxiliares de la medicina. Según el artículo 91 de tal normativa, el psicólogo sólo podía
desempañarse profesionalmente bajo dependencia del “médico especializado en psiquiatría” y
sólo “por indicación y bajo su supervisión” (Nación Argentina, 1967). En definitva, tal prescripción
implicaba un doble impedimiento para la actividad profesional del graduado en psicología:
primero, porque limitaba todo el posible trabajo de un psicólogo al que pudiera ejercer en el
ámbito clínico; segundo, porque en dicho ámbito, negaba toda autonomía al psicólogo,
subordinándolo al control del médico.
En Argentina, las incumbencias del título constituyen resoluciones emanadas en la órbita del
Ministerio de Educación, y que especifican los alcances de los títulos emitidos por las
universidades. En sentido estricto, la expresión “incumbencia” significa “competencia, obligación
y cargo de hacer una cosa”; derivado de incumbir: “competer a uno algo, o estar a su cargo alguna
cosa”. Es decir, por incumbencias del título de psicólogo o de licenciado en psicología, se
entienden las competencias, es decir las capacidades que el psicólogo ha desarrollado tras su
formación universitaria y mediante las cuales está en condiciones de llevar adelante determinadas
acciones o actividades. Es decir que las incumbencias de un título cumplen una función
demarcativa.
Al mismo tiempo, es necesario advertir que una resolución de incumbencias no tiene fuerza de
ley, no legisla, más vale puede llegar a orientar al legislador. Pero el estatuto jurídico de una
incumbencia no es el de una ley de ejercicio profesional.
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2- Un segundo efecto, fue que la entidad que nucleaba a los profesionales de todas las
disciplinas del país, la Confederación General de Profesionales de la República Argentina (CGP),
respaldó las posiciones de los profesionales de la psicología. En particular, la CGP comenzó a
plantear que debían ser las entidades representativas de cada disciplina, en razón de la enseñanza
académica recibida por los miembros de cada una de ellas, las que debían establecer tales
incumbencias. Por tal motivo, la CGP no sólo solicitaba la no aplicación de la Resolución 1560/80,
sino que inclusive consideraba que las incumbencias del título de psicólogo y licenciado en
psicología podían ser un ejemplo de las falencias de la resolución cuestionada
3- Y el tercer efecto, decisivo, fue una fuerte repercusión en la opinión pública. En páginas
centrales de periódicos como La Nación, Clarín, La voz del Interior de Córdoba, La Capital de
Rosario, ente otros, el tema de las incumbencias del título de psicólogo fue comentado y
analizado, inclusive por editorialistas en notas de fondo u opinión.
Todo ello originó que un par de meses después de dictada la anterior Resolución sobre
Incubmencias, el 17 de diciembre de 1980, la III Asamblea del Consejo de Rectores de
Universidades Nacionales (CRUN), en general oficialista ya que las universidades se encontraban
intervenidas, elaborara una nueva propuesta de incumbencias de título de psicólogo, que ya
modificaba algunos criterios de la resolución anterior sobre Incumbencias.
competencias del psicólogo en esferas ajenas al campo clínico. Por último, introducía la
pertinencia de la “orientación psicológica”, concepto bajo el cual comenzaba a reconocerse,
todavía de manera encubierta, la capacitación en el campo de la psicoterapia. Pocos días después,
el propio Ministerio de Educación, dictaría la Resolución sobre Incumbencias 2350/80, que hacía
suyo el dictamen del CRUN, aun cuando no derogaba la resolución anterior.
Todavía seguían vigentes las resoluciones sobre Incumbencias de título dictadas en 1980. Por tal
motivo, ante una solicitud de la Federación de Psicólogos de la República Argentina (FePRA), el
entonces Secretario de Asuntos Universitarios del Ministerio de Educación y Justicia, Hugo
Storani, convocó a las Jornadas de Trabajo para la elaboración de las Incumbencias del título de
Psicólogo y Licenciado en Psicología, las cuales se desarrollaron entre el 19 y el 21 de agosto de
1985. En las mismas participaron representantes de las universidades nacionales y privadas donde
se dictaba la carrera de psicología, representantes de la mencionada Federación de Psicólogos y
funcionarios y técnicos de la mencionada Dirección. El resultado, fue el proyecto de resolución,
inmediatamente aprobado a través de la resolución.
Como características salientes de dicha resolución, todavía vigente, hay que señalar en primer
lugar, el de haber surgido a partir de una amplia participación de la comunidad psicológica
nacional. En segundo lugar, la de haber contemplado, en sus veinte competencias, tanto las
capacidades propiamente científicas, como las relacionadas con los distintos campos del ejercicio
profesional: el clínico, el educacional, el jurídico, el laboral y el socio-institucional-comunitario. En
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Hugo Klappenbach
Se ha analizado que, en uno de los extremos del debate se sostenía que el psicólogo era
simplemente un psicoanalista.
Los que proponían el modelo del agente de cambio se inspiraban en las enseñanzas de José
Bleger, un predominante didácta de la Asociación Psicoanalítica Argentina y en este sentido se
señalaba que el psicólogo podría disponer de conocimientos psicoanalíticos o inclusive que “que
no puede formarse un psicólogo en forma científica si carece de preparación en psicoanálisis”
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A tono con este debate, desde finales de la década del cincuenta, los contenidos psicoanalíticos
irían permeando las carreras de psicología en casi todo el país, aún en las universidades católicas.
El sesgo psicoanalítico, entonces, impregnó toda la formación del psicólogo entre 1960 y el fin de
la dictadura militar en 1983.
Dos años después, la Administración de Veteranos de Guerra, con respaldo de servicio de Salud
Pública de Estados Unidos, preocupada por las perturbaciones mentales de un gran número de ex
combatientes , convocó a la asociación de psicólogos Americanos a una reunión destinada a
discutir la manera por la cual el psicólogo podía ser de utilidad en los problemas de veteranos de
guerra.
En Europa, por su parte, las carreras de psicología surgieron por lo general, con posterioridad a la
segunda guerra mundial, igual que en América Latina.
El panorama de la psicología europea evidencia dos tendencias contradictorias. Por una parte, una
tendencia centrada en las diferencias entre los distintos países, tanto en lo relacionado con la
formación universitaria del psicólogo como con los aspectos legales que regulan los títulos y la
profesión. Por la otra, una tendencia a la homogeneización de la enseñanza y de otros aspectos
regulables de la disciplina, que se ha incrementado notablemente en la última década.
Los estudios y debates sobre la formación del psicólogo en Argentina, y sobre todo, sobre la
necesidad de establecer estándares mínimos de formación en las 30 carreras que hoy dictan
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En aquella reunión se acordó un protocolo de Intenciones para el área educativa, que declaró en
su punto quinto, “el propósito de favorecer la articulación, la equiparación y la convalidación de
los estudios entre los diferentes Sistemas educativos, en todos sus niveles y modalidades”
En cualquier caso, aun cuando los objetivos de armonización curricular para las carreras de
psicología propuesto por la AUAPsi, precediera al Protocolo de Intención del Mercosur, resulta
indudable que el Mercosur, con todos sus vaivenes y en particular el denominado Mercosur
Educativo, ha sido una dinamizador fundamental de todas las reflexiones y modificaciones
curriculares en psicología actualmente en curso en Argentina y Uruguay.