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hecho de él.
No hay hechos morales. Hay interpretaciones morales de los hechos. Nietzsche
La prisión es considerada tan natural que es difícil imaginarse una vida sin ella, será porque
nuestra organización social ha sido creada por la prisión, legado del proyecto de
transformación del individuo, junto a otros espacios de encierro propios de la reforma del
sistema de castigos. La prisión se ha convertido en una presencia amenazante sin paralelos
en nuestra historia, el telón de fondo con el cual los padres nos advierten para que no
vayamos a visitar al huésped mas inquietante que nos habita. Es innegable que la
encarcelación masiva ha sido un programa de ingeniera social sistemático lo mismo que la
gestión afectiva que permite que la gente crea sentirse más segura con su existencia. Es de
fácil digestión que se le diga a la población civil orgullosa de su identidad como
trabajadores y trabajadoras del capitalismo, gente decente, que esas personas están privadas
de su libertad porque hicieron algo malo, que aceptar que es esa identidad de trabajadores
decentes la que abona la esclavitud literal y sin remilgos de quienes no quisieron aceptar la
domesticación.
Hace rato que los supuestos movimientos sociales progres han renunciado a pensar en la
realidad intracacelaria a menos que sea como bien de consumo en edulcoradas series
televisivas, o en sueños sádicos de justicia que se pudra en la cárcel. Quienes sostienen la
cárcel a nivel del pensamiento se niegan a enfrentar qué ocurre con las personas que son
colocadas allí dentro. Hoy día -cuando se tolera que en las calles gente sin techo muera de
frío o que a los enfermos, desabastecidos los hospitales, se los lleve puestos la
necropolitica- las afrentas contra la propiedad privada son tan intolerables como para
aceptar que alguien sea asesinado por un robo-, o robar es suficiente motivo para eliminar a
alguien o para que a esa persona le ocurra todo tipo de vejámenes que son propios de la
prisión. O la existencia como ladrón no es suficiente para repensar la lucha contra las
prisiones o contra la esclavitud puesto que la argamasa de preso común, ladrón de pacotilla,
o violento que roba es el cemento donde se asientan aquellos seres -violadores,
torturadores- para quienes esa progresía si siente que debe haber prisión.
Pero las afrentas en muchos casos ni siquiera son actos que nos cueste comprender. A veces
tan solo se trata de personas que se niegan a o no pueden incorporarse a un sistema de
trabajos dentro del capitalismo, que es lisa y llanamente, en el mejor de los casos, tortura
esclavista asalariada. Es por eso que la vagancia, la mendicidad y la ociosidad también
están criminalizadas/patologizadas y son perseguidas aunque sin una tipificación específica
como la tuvo en Argentina la ley de vagos y mal entretenidos que funcionó hasta bien
entrado el siglo XX. Lo que no se puede criminalizar se patologiza. Que se sepa entonces,
no estamos deprimidas, estamos en huelga y trabajar es lo peor que nos ocurre. Ilógico sería
que nadie quisiera sustraerse a la tortura laboral por medio del robo u otra cosa.
De entre los terrores del encierro no solo están las condiciones de hacinamiento y los
trabajos forzados, que no solo jamás dejaron de existir, sino que además son la variable
rectora para conseguir beneficios tales como salidas o resocialización dentro del sistema de
puntos que la cárcel propone que juegue la persona privada de su libertad si es que en algún
momento quiere salir de ahí. Al fin de cuentas como vemos la variable trabajo (tener
capacidad física para realizarlo, contar con una estructura psíquica suficientemente dócil
para poder sobrellevarlo) es lo que rige quien es humano y quien no, quien merece la
libertad y quien no, quien tiene una enfermedad o una discapacidad -huelga decir que se
mide los niveles de discapacidad, en algunos casos, teniendo en cuenta su capacidad de
desarrollar una tarea remunerada que las juntas médicas juzguen como trabajo-.
En cuanto a las mujeres, es sabido que aquellas que han sido estatalmente castigadas son
vistas como doblemente aberrantes al mismo tiempo que en la mayoría de los casos se trata
ya sea de víctimas pasivas de sus maridos o compañeros de algún modo: desde la acusada
por un homicidio que no cometió de un marido que la sometía asesinado por otra persona
por un problema propio de él, pasando por la que está casada con un estafador, o hace algo
“indebido” por amor, hasta aquella que como Cristina Santillán se liberó de una tortura de
40 años de la única manera que pudo, matando, sin flagrancia, porque una mujer,
especialmente una sometida y torturada dentro de la institución pareja heterosexual por
tantos años no está ni física ni mentalmente preparada para defenderse tal cual el código
penal lo expresa como para no ser culpada de homicidio calificado con premeditación y
alevosía agravado por el vínculo. Resta analizar las causas que llevaron a todas aquellas
mujeres que transgredieron la codificación política del capitalismo y cometieron un hecho,
mucho mas que erigir juicios morales del tipo “nadie la defiende, lejos de defenderla, es
culpable y punto” como muchas voces feministas expresaron contra Nahir Galarza de 19
años condenada a 35 años de reclusión. Al mismo tiempo poco y nada se habla y se discute
acerca de las condiciones de encierro para las mujeres ya sean cis o trans, del hecho de que
las mujeres deban compartir espacio con hombres trans, para lo cual la solución propuesta
por la extrema derecha de colocar a los hombres trans con hombres comunes, no vela el
deseo de que les depare aun peor destino compartiendo pabellón con varones cis; ni
tampoco se menciona la gran cantidad de infancia encarcelada con sus madres porque para
no separar a les bebes de sus progenitoras se les permite tenerlos en reclusión con ellas, en
vez de dejarlas criar y amamantar fuera de la reclusión. Mas aun, el tramposo feminismo de
la igualdad que influencia la construcción de la igualdad liberal del género. Plantear la
igualdad de género carcelaria implica que se arroje a peores condiciones de reclusión. y
mayor represión tanto a las mujeres cis y otras corporalidades no hegemónicas como
mujeres y varones trans. No solo no se discute la violación como método correctivo y de
socialización totalmente extendido y practicado por cualquier persona que logre obtener un
jalón de poder para el ejercicio de la dominación, sino también está alentado por los deseos
de venganza mediada estatalmente de aquellas personas, muchas de ellas feministas, que
creen que violar puede ser un castigo legítimo y posible para un violador cada vez que
sueñan que se viole a alguien -deleznable e indefendible, nadie lo duda- en la cárcel. Luego
se sabe que es en realidad para cualquier persona que no se pueda defender, mal que nos
pese, de discas a homosexuales, pasando por varones y mujeres en posiciones de
inferioridad, y acaecido sobre cualquiera finalmente, que no goce de los pabellones VIP o
de resguardo, donde usualmente van, paradójicamente, violadores, puesto que es una de las
prerrogativas invisibles del personal carcelario uniformado: violar. Lo diremos entonces
claramente. La violacion no es ni una práctica sexual, ni un castigo posible, ni una
reparación o enmienda a una falta; sea la que sea, sencillamente la violación no debería
existir, ningún tipo, en ningún espacio, vehiculizado por ningún motivo, apañado y
mediado por la gestión estatal, bajo ningún pretexto, y que haya personas que hablen de la
violación padecida por el común denominador de las mujeres cis y trans, y una gran parte
de los varones no heterosexuales y no cis como castigo intracarcelario es síntoma de los
altos niveles de microfascismo en sangre de nuestras sociedades. Asimismo, muestra los
niveles de atraso de este mundo que se cree evolucionado, como si del hecho de haber
violado se sigue que el castigo sea violación para el violador, lo cual remite a la vieja ley
del Talión, del ojo por ojo, supuestamente perimida y reemplazada por estos modelos de
ejercicios de la justicia actuales.
No digo esto en pos de la paz y la concordia. Solo se que mientras se mantenga la violación
como horizonte lícito de cobrarse un daño que nos han hecho, la violación no dejará de
existir como posibilidad en el imaginario de nuestras mentes. Desconozco qué se debe
hacer entonces con los así llamados delitos graves, especialmente con homicidio, tortura,
violación, lesa humanidad, o explotación humana. No obstante, sé que no y eso es también
una propuesta. Como también lo es la invitación a pensar un mundo donde se pueda
enseñar sin castigar y donde se pueda reparar y enmendar, hasta lo que parece que no tiene
arreglo, sin torturar. Para ello será necesario cortar con el lazo moral de la búsqueda de un
sujeto individual y personalmente responsable que une el castigo como una consecuencia
inevitable de un crimen, no existe tal división entre justas y pecadores en estado natural o
salvaje aunque les resulte tan difícil pensar a aquellas que se creen tan buenas tan buenas
que les parece imposible que un día estén ellas en el banquillo de las acusadas. Tal vez por
una vez debemos dejar de comprar nuestra radiante invisibilidad cada vez que intentamos
pasar desapercibidas. Acomodándonos a lo intolerable dormimos mas tranquilas pensando
que la cárcel de presos comunes, el pabellón de psicópatas, los psiquiátricos, los centros de
detención de migrantes, los reformatorios y los institutos de menores no tienen nada que
ver con los lugares donde hay personas traficadas y tratadas o con las cámaras de gas de
Hitler cuyos fantasmas pertenecen a un pasado del cual se nos dice hemos evolucionado
para mejor y que ya no existen realmente.