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Fuero

Los sueros locales, fueros municipales o fueros eran los estatutos jurídicos aplicables en una determinada
localidad, cuya finalidad era, en general, regular la vida local, estableciendo un conjunto de normas jurídicas,
derechos y privilegios, otorgados por el rey, el señor de la tierra o el propio concejo, es decir, las leyes propias
de un lugar. Fue un sistema de derecho local utilizado en la península ibérica a partir de la Edad Media y
constituyó la fuente más importante del Derecho altomedieval español. También fue usado en ciertas zonas de
Francia

Índice
Antecedentes
Contenido
Origen y evolución
Los fueros como registro idiomático
Clases de fueros
Familias de fueros
Fueros generales
Trascendencia en la historia posterior de España
Navarra y el País Vasco, territorios forales
Referencias
Bibliografía
Véase también
Enlaces externos

Antecedentes
La conquista musulmana de la península ibérica supuso, en el plano jurídico, la ruptura de la unidad que,
mediante el Liber Iudiciorum, se había conseguido en el reino visigodo, sin perjuicio de la eventual práctica de
algunas costumbres diversas a las señaladas en dicho texto legal.

Frente a esta situación, se respondió jurídicamente de distinto modo, según las circunstancias que se dieron en
cada zona del territorio.

El inicio de la reconquista del territorio peninsular dio lugar a la formación de diversos reinos cristianos y la
formulación en ellos de un nuevo Derecho, plural y diverso, caracterizado por tratarse, en general, de un
derecho esencialmente local.

La empresa de la reconquista no significaba sólo derrotar militarmente a los musulmanes, sino repoblar las
zonas conquistadas. En aquellas áreas que, por su valor económico o estratégico, interesaba repoblar, los reyes
cristianos y señores laicos y eclesiásticos de la península ibérica comenzaron a otorgar una serie de privilegios
con el fin de atraer pobladores para que se asentaran allí, como modo de asegurar fundamentalmente las zonas
fronterizas y revitalizarlas económicamente. Los documentos en que constaban tales privilegios y exenciones
se denominaron cartas pueblas o también llamadas cartas de población (chartae populationis).
Los otorgantes de las cartas pueblas eran los respectivos señores del
territorio –rey cristiano o señor laico o eclesiástico–, que actuaban por
propia iniciativa (o como delegados del rey) o, en ocasiones, a
solicitud de los propios súbditos. En este último caso, les daba a estos
acuerdos un cierto carácter de pacto.

Las cartas más antiguas, que se conservaran, datan del siglo IX;
siendo concedidas hasta mediados del siglo XII.

A partir de finales del siglo X, el derecho local comenzó a fijarse por


escrito, recogiéndose normas de diversas procedencias, atribuyéndose
por lo general al otorgante de la primera carta de población. Este
proceso derivó en nuevas cartas que poseían la forma de privilegios
reales y que se presentaban bajo una diversa nomenclatura –chartae
fori, chartae libertatis, confirmationis, privilegii, entre otras–; éstas se
han denominado por los investigadores como fueros breves, por su
extensión limitada al diploma que los contenía.
Carta de privilegio real de Pegalajar.
Véase también: Carta Puebla Otorgada por Felipe II, el 3 de junio
de 1559.

Contenido
Los fueros recogían las costumbres de cada localidad, además de los privilegios otorgados por los reyes a las
mismas, así como el conjunto de disposiciones que preservaban la nobleza, el clero y el vasallaje de una zona.

Era un pacto solemne entre los pobladores y el rey, y también —por extensión— eran las leyes que regían
determinada comarca o localidad.

En un comienzo las pretensiones de los pobladores era la de incluir en el pacto derechos de carácter público.
El Derecho privado primeramente estuvo casi excluido. Luego fue progresivamente incorporado en la
legislación foral. La razón se debía a que aquellos derechos que estaban en discusión no eran estos, sino los
relacionados con reivindicaciones que los pobladores anhelaban; con su estatus jurídico. Para la constitución
del referido pacto era siempre necesaria la firma real, porque por más que se hubiesen tratado tales
reivindicaciones con un noble de rango inferior, era el rey quien juraba respetar y hacer cumplir esos derechos
reclamados.

Los fueros como Cartas Pueblas son el conjunto de leyes y libertades entregados a los repobladores de una
villa, es decir, una población sin señorío o cuyo señorío correspondía al rey. En estas leyes se detallan las
libertades, como la elección de alcalde, tributos a la corona, la obligación de prestar auxilio a la mesnada real
con peones y caballeros villanos, y muchas prerrogativas que hacían al hombre de la ciudad más libre que el
campesino de régimen feudal (aunque el feudalismo en España es mínimo a excepción de Cataluña y muy
limitado en León donde se crean estas legislaciones para hombres libres). A cada fuero le correspondía, aparte
de la ciudad o villa, un alfoz o territorio, que contaba con varias aldeas y municipios, dependientes de la villa
principal. La población tenía un concejo, que gobernaba y representaba a la ciudad en las Cortes. El concejo
tenía gran poder sobre el alfoz y la ciudad. Sin embargo, no podía conceder cartas pueblas, es decir, dar título
de villa a cualquier aldea (eso era potestad real, como la carta puebla de Añover de Tajo). Cabe aclarar que
una villa es aquella población con capacidad de hacer justicia (juzgar, detener y ajusticiar e imponer penas), y
se simboliza en los rollos o picotas de piedra (columnas donde se hacía justicia, e.g. ejecuciones).

Origen y evolución
Entre las primeras Cartas Pueblas de que se tiene constancia
están: en el reino astur-leonés, las de la de Obona,
Valpuesta[cita requerida] y la Carta Puebla de Brañosera
(concedidas respectivamente por Aldegastro, Alfonso el Casto y
Nuño Núñez a comienzos del siglo IX); y en los condados
catalanes, las de Freixá y Cardona (concedidas por Witardo y
Borrel II en la segunda mitad del siglo X).

Con el título de fueros se fueron dando documentos a partir del


siglo XI en León y Castilla, como el Fuero de León (1017), el
Fuero de Sepúlveda (confirmado en 1076), los de Castrojeriz,
España en 1850.
Andaluz (Soria) y Burgos, el Fuero de Logroño, el Fuero de
Miranda de Ebro, los de Segovia, Ávila y Salamanca;
continuando en el siglo XII con el de Álava (1114 y confirmado
en 1140)'Toledo (1118) o el de Medina del Campo (1181); y ya en el siglo XIII con los de Plasencia, Cáceres,
Mérida, Montánchez o Badajoz en la extremadura leonesa,1 Uclés, Madrid o Alcalá de Henares en el centro
peninsular,2 y los de las villas del señorío de Vizcaya (desde el de Balmaseda en 1199 hasta el de Bilbao en
1300). En 1342 se produjo el Primer ordenamiento del Fuero de Vizcaya (de la denominada Tierra Llana) y
en 1394 el Fuero Viejo de las Encartaciones, que fueron objeto de diversas modificaciones (Fuero Viejo de
1452, Fuero Nuevo de las Encartaciones de 1526), siendo una de las más significativas el juramento regio
(«Lo que ha de jurar el rey e señor de Vizcaya e dónde e cómo»), que debía hacerse tres veces: «a las puertas
de la villa de Bilbao (...) a Guernica, so el árbol donde se acostumbra facer Junta (...) [y en Bermeo] ante el
altar de Santa Ufemia».3

En los territorios pirenaicos de Navarra y Aragón hay fueros al menos desde el Fuero de Jaca (1076) (sin
contar con el mítico Fuero de Sobrarbe, invención posterior que dio origen a la expresión «antes fueron leyes
que reyes» para caracterizar el carácter del Reino de Aragón y postular una legendaria dinastía real originaria,
cuyo emblema sería la cruz de gules sobre la encina, tras la aparición milagrosa de esta en un relato folclórico
compartido con navarros y vascos), que se extendieron a los fueros navarros (Pamplona, Estella, Tudela) y
guipuzcoanos (San Sebastián). A partir del Fuero de Zaragoza (1119) los fueros se extienden por el Bajo
Aragón, donde son más tardíos, siendo los más relevantes los de Teruel y Albarracín, paralelos al de Cuenca
en la corona castellana.

Al otro lado del Pirineo se otorgaron por los vizcondes de Bearne los Fòrs, que tendrán también influencia en
algunas villas guipuzcoanas, con el nombre de Usos de Oloron.

En el reino de Portugal se extendieron en algunos casos los fueros leoneses y castellanos, como el fuero de
Évora, extensión de uno previo de Ávila del que no se tiene apenas más noticia,4 y que posteriormente se
extendió a su vez a Palmela, Aljustrel y Setúbal.5 Otros fueros son sanción de usos preexistentes, como el de
Porto de Mós (1305).6 El fuero de Lisboa es de 1227, y se extendió posteriormente a Ceuta.

Aunque siguieron otorgándose fueros en el siglo XIII, con el desplazamiento de la reconquista hacia el sur
dejaron de tener su función original de estimular la repoblación de las tierras fronterizas más o menos
despobladas del desierto del Duero o de las extremaduras. Las zonas reconquistadas a partir de entonces (el
valle del Guadalquivir y las llanuras litorales de Valencia y Murcia) eran zonas con alto desarrollo urbano y
gran densidad de población; y los instrumentos políticos ya eran otros (órdenes militares y huestes
aristocráticas y concejiles de las ciudades de amplios alfoces ya desarrolladas del norte y centro peninsular), a
los que había que compensar con repartimientos en los nuevos territorios conquistados.

Los fueros como registro idiomático


El uso del latín o de las lenguas romances difería en cada uno de los fueros y en cada una de sus versiones,
traducciones o copias, muchas de ellas verdaderas falsificaciones o llenas de interpolaciones que desvirtuaban
el contenido original para justificar todo tipo de pretensiones; lo que ha convertido a los documentos forales y
las cartas pueblas en uno de los principales objetos de la crítica documental y la gramática histórica.

El Fuero de Avilés (1085) y el Fuero de Oviedo se consideran entre los textos más antiguos en asturleonés. El
Fuero de Castro Caldelas (1228) es el documento más antiguo escrito en gallego que se conoce.

Clases de fueros

Los fueros municipales pueden ser breves (propio de los siglos IX al XI, como los de León, Jaca y Castrojeriz)
o extensos (siglo XII en adelante, como el de Cuenca); agrarios o fronterizos (que incorporan más privilegios);
principales (que se bastan a sí mismos) o suplementarios (que se remiten a los principales); tipos (o troncos) y
extensiones (que toman a los tipos o troncos como modelos).7

Familias de fueros

La historiografía ha establecido "familias de fueros" en función de la identidad y adaptación de su contenido al


de un "tronco" que fue extendiéndose a muchas otras localidades, en cada uno de los reinos medievales
peninsulares:8

Fueros de Valencia
Fuero de León
Fuero de Sahagún
Fuero de Benavente
Fuero de Logroño
Fuero de Toledo
Fuero de Cuenca-Teruel (Fuero de Cuenca, Fuero de Teruel, Fuero de Teruel y Albarracín o
Fuero de Albarracín, que son extensión del Fuero de Sepúlveda)9
Fuero de Jaca o de Jaca-Estella
Fuero de Zaragoza
Fuero de Lérida
Fuero de Córdoba

Fueros generales

Todos los fueros locales tenían su raíz en el derecho consuetudinario (también se denominaban costumbres) y
de su conjunto, unidos a las normas romanas y visigodas, se obtuvieron recopilaciones de ámbito territorial
supramunicipal, dando lugar a distintos fueros generales en cada uno de los reinos cristianos peninsulares:
Fuero de Aragón (compilado en el Vidal Mayor), Fuero General de Navarra, los fueros generales leoneses y
castellanos (Fuero Juzgo, Fuero Real y Fuero Viejo de Castilla), los documentos catalanes de naturaleza
similar (Usatges de Barcelona, Constitucions i altres drets de Catalunya) y su extensión en los Fueros de
Valencia y las Franquesas, Franqueses o Carta de franquesa de Mallorca.10

Trascendencia en la historia posterior de España


Véanse también: Concierto vasco, Régimen foral y Decretos de Nueva Planta.
La importancia de los fueros traspasa el ámbito medieval, siendo una constante el poder movilizador del
particularismo y los privilegios locales, en radical contradicción con el centralismo que suponía la construcción
de la monarquía autoritaria a partir de la crisis bajomedieval.[cita requerida]

Ya en la Edad Moderna, la Guerra de las Comunidades de Castilla (1520-1522) tuvo en la defensa de los
derechos forales por parte de los comuneros su primera causa de levantamiento, y su derrota a manos de los
imperiales implicó que Castilla fuera a partir de entonces el territorio más sometido al poder de la Monarquía
Hispánica. Los fueros del reino de Aragón fueron radicalmente recortados como consecuencia de la revuelta
de Antonio Pérez (1590-1591); posteriormente, tras la sublevación de 1640, fueron suprimidos en la parte que
quedó en poder de Luis XIV de Francia y fueron mantenidos en la mayor parte del territorio cuando retornó a
manos de Felipe IV de España por el Tratado de los Pirineos (1659). Los fueros de los territorios de la corona
aragonesa fueron finalmente suprimidos a comienzos del siglo XVIII como consecuencia de la Guerra de
Sucesión (1700-1715), con los Decretos de Nueva Planta, a excepción del derecho civil foral aragonés.
[cita requerida]

Navarra y el País Vasco, territorios forales

Únicamente los territorios vascos y el reino de Navarra (fieles a Felipe V, de la nueva dinastía Borbón)
continuaron manteniendo su particularidad foral (régimen fiscal y monetario propio, aduanas, exención del
servicio militar, etc.), que volvió a suscitar conflictos en la Edad Contemporánea como consecuencia de las
guerras carlistas, y se mantuvieron con distintas alternativas hasta su reformulación como autonomías según la
Constitución de 1978 (Comunidad Foral de Navarra y el País Vasco).[cita requerida]

Tras la Tercera Guerra Carlista, mediante la ley de Madrid de 21 de julio de 1876 firmada por el rey Alfonso
XII, los fueros quedaron derogados unilateralmente, excepto en lo referente a especialidades fiscales y
tributarias, aunque este monarca nunca los había jurado para ser su Señor. En los años finales del siglo XIX
surgió un movimiento nacionalista vasco en torno a Sabino Arana y el PNV, mientras que en Navarra se
desarrolló un movimiento de defensa de la foralidad (gamazada de 1893). Para las tres provincias vascas, la
autonomía política fue parcialmente recuperada por el Estatuto de Autonomía del País Vasco de 1936,
redactado durante la Segunda República Española y que entró en vigor de forma precaria durante la Guerra
Civil Española (1936-1939).

El franquismo, bando vencedor y particularmente definido por el totalitarismo en la definición del Estado,
estaba además muy involucrado en la zona (Bilbao fue la capital económica durante la guerra y una de sus
familias era la carlista), no solo ignoró el estatuto, sino que suprimió las particularidades forales de las
provincias traidoras de Vizcaya y Guipúzcoa, respetando los de las fieles Álava y Navarra.

Con la transición, la Constitución Española de 1978 reconocía la vigencia de los Derechos Históricos, y se
redactaron los vigentes estatutos de autonomía: el Estatuto de Autonomía del País Vasco de 1979 y el
Amejoramiento del Fuero navarro de 1982. Además, internamente el País Vasco se organiza en tres
diputaciones forales, con amplísimas competencias.

Referencias
xtremadura-en-la-segunda-mitad-del-siglo-xi
1. http://www.chde.org/index.php? ii-repoblacion-y-aspectos-sociales&catid=4
option=com_content&view=article&id=715:extremadura-
3:1993&Itemid=60) el 25 de julio de 2011 en
en-la-segunda-mitad-del-siglo-xiii- Wayback Machine. Extremadura en la
repoblacion-y-aspectos- segunda mitad del siglo XIII: Repoblación y
sociales&catid=43:1993&Itemid=60 aspectos sociales]
Archivado (https://web.archive.org/web/2011
2. Textos de los Fueros de las villas de Uclés,
0725161343/http://www.chde.org/index.php?
option=com_content&view=article&id=715:e Madrid y Alcalá de Henares (http://www.cerv
antesvirtual.com/servlet/SirveObras/0136840 (enlace roto disponible en Internet Archive; véase
2102336163554679/p0000001.htm#I_0_), el historial (https://web.archive.org/web/*/http://20
en cervantesvirtual.com 9.85.229.132/search?q=cache%3AQvQfoguJsV8
3. Fueros, privilegios, franquezas y libertades J%3Ahttps%3A%2F%2Fwww.u-cursos.cl%2Fdere
del Señorío de Vizcaya (https://archive.is/20 cho%2F2007%2F1%2FD121A0101%2F5%2Fmat
120629034547/personal.telefonica.terra.es/ erial_alumnos%2Fobjeto%2F3639+%22fuero+de
web/vizcayamedieval/fueros.htm). +L%C3%A9rida%22&cd=2&hl=es&ct=clnk&gl=es),
la primera versión (https://web.archive.org/web/1/
4. Ávila, Diario de. «Buscando huellas y origen
http://209.85.229.132/search?q=cache%3AQvQfo
de nuestro "Rastro" » (http://www.diariodeavi
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la.es/noticia.cfm/Opini%C3%B3n/20090301/
2Fderecho%2F2007%2F1%2FD121A0101%2F
buscando/huellas/origen/nuestro/rastro/B786
5%2Fmaterial_alumnos%2Fobjeto%2F3639+%22
16DC-1A64-968D-59DF2DB8CFD2E533).
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Consultado el 3 de abril de 2017. 10. https://web.archive.org/web/20090613003355
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q=cache:QvQfoguJsV8J:https://www.u-
cursos.cl/derecho/2007/1/D121A0101/5/material_alumnos/objeto/3639+%22fuero+de+L%C3%A

Bibliografía
Ana María (1989). «El Derecho local en la Edad Media y su formulación por los reyes
castellanos». Anales de la Universidad de Chile. 5ª (20). p 105-130. Estudios en honor de Alamiro de
Avila Martel.
Barrero García, Ana María y Alonso Martín, María Luz (1989). Textos de Derecho local español
en la Edad Media. Catálogo de Fueros y Costums municipales. Madrid: Consejo Superior de
Investigaciones Científicas. Instituto de Ciencias Jurídicas. ISBN 84-00-06951-X.
Barrientos Grandon, Javier (1994). Introducción a la historia del Derecho chileno. I. Derechos
propios y Derecho común en Castilla. Santiago: Barroco Libreros.
García-Gallo, Alfonso (1956). «Aportación al estudio de los Fueros». Anuario de Historia del
Derecho Español 26 (.). p 387-446.

Véase también
Portal:Derecho. Contenido relacionado con Derecho.
Carta Puebla
Derecho foral
Derecho foral español
Fazañas
Régimen foral
Fueros navarros
Fuero General
Forero (apellido)

Enlaces externos
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