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nº 1

enero / junio 2003


SEVILLA
Cuadernos de Economía de la Cultura

Núm. 1. enero/junio 2003. Año I


Periodicidad. Semestral

Coordinador. José Mª Medianer


Medianeroo Hernández
Consejo de redacción:
L uis PPalma
alma Mar tos
Javier Verdugo Santos
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alma Mar tos
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Jesús Cantero Martínez
José LLor
orenzo
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fotografía original de Curra Gámez.
La reproducción total o parcial del contenido de la revista está permitida con la obligación de la cita.

Los Cuadernos de Economía de la Cultura se publican con la colaboración de Sevilla Global s.a.m.
(Ayuntamiento de Sevilla) y del Grupo de Investigación Análisis Económico y Economía PPolítica
olítica de la
Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Sevilla.

Grupo de Investigación Análisis Económico


y Economía Política
UNIVERSIDAD DE SEVILLA
ARTÍCULOS

El Patrimonio Histórico como factor de


desarrollo sostenible.
Una reflexión sobre las políticas culturales de la Unión
Europea y su aplicación en Andalucía

Javier Verdugo Santos

A RQUEÓLOGO .
CONSEJERÍA C ULTURA. JUNTA DE ANDALUCÍA
DE
MIEMBRO DE OIKOS E ICOMOS

«Conoce la naturaleza, sólo si la escuchas serás feliz»


Epicuro

PALABRAS CLAVES. Patrimonio histórico. Desarrollo sostenible. Politícas culturales de la Unión Europea.
Políticas culturales de la Junta de Andalucía.

ARTÍCULOS
RESUMEN. El patrimonio histórico aparece hoy como un fenómeno económico integrado en el llamado
capital cultural y es concebido como un factor importante de generación de rentas, empleos y actividades
económicas. La forma de gestionar este recurso económico, abierto a nuevas formas emprendedoras, debe
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hacerse desde el principio de la sostenibilidad, procurando que la destrucción, hasta ahora inevitable, de
algunos recursos patrimoniales venga compensada con la puesta en valor de una alta proporción de ellos.
Esta nueva concepción ha empezado a ser asumida por la Unión Europea, a través de sus programas e
iniciativas, como Cultura 2000 o Cultura 2004, y tienen un reflejo en las políticas y estrategias de los
Estados miembros y en las acciones de las regiones europeas, como en el caso de Andalucía.

ABSTRACT. The Cultural Heritage today appears as an economic phenomenon integrated in the so-
called cultural capital, and it is conceived as an important factor of generation of rents, uses, and economic
activities. The way to manage this economic resource, open to new enterprising forms, must be made from
the principle of sustainability, to achieve that the destruction of some patrimonial resources, that until now
has been unavoidable, can be compensated with the conservation of the heritage value of a high proportion
of them. This new conception has begun to be assumed by the European Union trough programs and
initiatives such as Culture 2000 or Culture 2004, and they have also a reflection in the policies and strategies
of the States members and in the actions of the European regions, as it is in the case of Andalusia.
El Patrimonio Histórico como factor de desarrollo sostenible

1 PATRIMONIO Y ECONOMÍA

El patrimonio histórico ha sido siempre un sector que «ha permanecido lejos del interés y del campo
científico tradicional de los economistas» (Herrero, 2001: 151), y ello se ha debido a un doble prejuicio, de un lado,
el de algunos conservadores del patrimonio que han considerado los aspectos económicos de su trabajo como
algo espurio y contaminante, que los alejaba del placer estético y del rigor académico, y por otro el de aquellos
economistas que seguían en esto la tradición del propio Adam Smith (1776), quien ya negaba cualquier valor
económico a la actividad cultural. Afortunadamente esta ruptura de ambos mundos se ha recompuesto por un doble
interés. Primero, por la aparición de los gestores culturales del patrimonio, que han comenzado a elaborar una teoría
general del patrimonio histórico lejos de la tradicional y han comenzado a buscar criterios de planificación y de
recursos económicos. Por su parte, los economistas han elaborado un nuevo concepto: «economía de la cultura»,
donde el estudio del patrimonio histórico como recurso es una realidad. En este sentido, el trabajo de Herrero Prieto
(2001), es muy esclarecedor de estas nuevas teorías. Para Herrero (2001,153), el patrimonio histórico representa una
«creación cultural con carácter acumulado», en el sentido de «heredad», de herencia del pasado. Es el sentido de
identidad, al que se refiere Lowenthal (1998:80): «El pasado es parte integrante de nuestro sentido de identidad; la
seguridad del ‘yo era’ es un componente del ‘yo soy’. La capacidad para recordar nuestro pasado e identificarnos
con él ofrece significado, finalidad y valor a nuestra existencia». Herrero, lo considera «no renovable», donde no
«cabe la reproducción porque constituyen objetos únicos». Aunque nos parece acertado ese carácter acumulativo,
para los bienes o recursos patrimoniales que nos llegan desde nuestro pasado, es también cierto que el patrimonio
histórico se va acrecentando, día a día, con nuevos recursos que se van incorporando conforme el paso del tiempo
les va otorgando lo que los italianos llaman: «valore di civiltà», es decir se incorporan a nuestra «herencia». De este
modo el patrimonio es un recurso vivo en permanente crecimiento. En nuestra época, en este presente, hemos visto
el reconocimiento del patrimonio industrial o como se ha incorporado al patrimonio la arquitectura del movimiento
moderno. Siguiendo de nuevo a Herrero (2001, 154), y desde una perspectiva de economía positiva, los bienes
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patrimoniales tienen un carácter aditivo, que revelan una «utilidad marginal decreciente», es decir la demanda por
consumir estos productos crece en la medida que el nivel de consumo es mayor, y en consecuencia «el gusto es,
por tanto, insaciable». Además, «los bienes relacionados con el patrimonio histórico, también tienen un valor de
prestigio» (Herrero, 2001, 155), debido a que son exponentes de la civilización y señas de identidad de un pueblo
o de una cultura. Tal es el caso de ciertos bienes que son símbolos de la Humanidad, como el Partenón de Atenas,
que constituye una «imago aeterna».

Interesante es desde una perspectiva de la gestión de los recursos patrimoniales la llamada «enfermedad de los
costes», que consiste en que los éstos aumentan y, por el contrario, la productividad artística permanece constante,
por lo que hay que recurrir a los subsidios públicos o al patrocinio, y que fue formulada por Baumol y Bouwen
(1966). Herrero (2001, 156), aplica muy acertadamente esta teoría a los recursos patrimoniales de uso turístico,
cuestión ésta que preocupa enormemente a los gestores patrimoniales. En su opinión, si el ritmo de visitas aumenta,
llegando incluso al grado de saturación o como él denomina: «nivel de carga turística», agotando la máxima
capacidad de visitantes, podría llegarse a que los costes fueran superiores a los ingresos de taquilla, y tenerse que
Javier Verdugo Santos

recurrir nuevamente a la financiación pública. La necesidad de encontrar un equilibrio entre los costes y el nivel de
saturación es lo ideal, buscando de esta manera un déficit cero, en el mejor de los casos. Y ello es difícil, pues al
ser un objeto de prestigio determinados bienes patrimoniales, todos quieren acceder a él. A mayor nivel cultural,
mayor saturación. La solución pasa por diversificar la oferta, creando otras propuestas de consumo cultural o el
sistema de cita previa, pero nunca elevando el precio de la entrada para disuadir a los turistas con menos recursos,
lo que supondría una contradicción con las cotas de democracia cultural conseguidas, que ha permitido poner los
bienes culturales al alcance de todos.

Otro aspecto económico de los bienes patrimoniales es que son «únicos, irreproducibles, y no tienen valor en sí
mismos, sino por las rentas que procuran los servicios derivados» (Herrero, 2001: 156), por lo que la oferta es rígida.
Consideramos excesiva esta afirmación, que reduce los bienes patrimoniales a objetos artísticos y monumentos,
pues como ya hemos afirmado los recursos patrimoniales se acrecientan, al incorporarse nuevos bienes, asimismo,
hoy en día existen muchos de estos recursos no sólo sin explotar en términos de economía positiva, sino por
descubrir. Pensemos en la gran cantidad de yacimientos arqueológicos que aún se desconocen, de donde podemos
deducir que podría aumentarse la oferta. Sin embargo, la afirmación de Herrero es correcta en relación con los
grandes contenedores patrimoniales, que hoy día son marcas de prestigio, a las que todos quieren acceder, como
el Louvre, Pompeya, las pirámides de Egipto o el Coliseo de Roma, que no pueden expandirse ilimitadamente. En
estos casos el incremento de forma desmesurada de la oferta, en zonas especialmente rica en patrimonio
histórico, como es el caso de Venecia o Florencia - los llamados «distritos culturales» o «ciudades del arte»,
producen una saturación, que sólo puede paliarse con la puesta en carga de nuevos recursos patrimoniales, que
compitan entre sí, haciendo que la oferta sea más elástica (Herrero, 2001: 156), aunque a la larga también

ARTÍCULOS
producirá el colapso.

Parece muy acertada, la opinión de Herrero (2001: 157), sobre que la economía del patrimonio histórico no sólo ha
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de tener por objeto el mantenimiento y la conservación, sino también la puesta en valor, a través de la creación de
servicios y productos. En este sentido los parques culturales, los museos integrales o los centros de interpretación
se han convertido en «unidades económicas de recursos patrimoniales», que innovan el carácter económico de
estos conjuntos de bienes culturales, más cercano al de servicio y de ocio, que de conservación y custodia.

Por otro lado, el carácter público de estos bienes, propiedad del Estado o de corporaciones semipúblicas como la
Iglesia, ha sido durante mucho tiempo un freno para su integración en los circuitos económicos del mercado,
situación que ha ido cambiando en los últimos tiempos, tanto por la necesidad de una mejor gestión, como por la
influencia del sistema de explotación de instituciones culturales norteamericano y británico o la apertura a estos
sectores a la iniciativa privada por medio del mecenazgo. De este modo asistimos hoy a múltiples sistemas de
gestión de instituciones del patrimonio histórico, con herramientas jurídicas diversas, pero todas orientadas a un
mejor aprovechamiento y explotación de sus potencialidades. En este sentido hay una cierta preocupación por un
desmedido afán de «privatizar la gestión» de estos recursos y sobre su completa liberalización como puede ocurrir
si se llevan hasta sus últimas consecuencias las directrices de la Organización Mundial del Comercio, relativas al
El Patrimonio Histórico como factor de desarrollo sostenible

Acuerdo General sobre el Comercio de los Servicios (Seattle, 2000), que podría suponer la entrega de los servicios
culturales, hasta ahora públicos, en la mayoría de los países, a manos de empresas multinacionales (Romero, 2003:
15-16). Sin embargo, también es cierto que algunas medidas, como la ley Ronchey italiana1, han permitido la
prestación a través de la figura del concesionario de determinados servicios complementarios, «servizi aggiuntivi»,
en instituciones del patrimonio histórico. El desarrollo de esta normativa2 ha permitido la explotación de servicios
complementarios no culturales por medio de concesión a privados, empresas públicas, fundaciones culturales y
bancarias, consorcios constituidos a tal fin o cooperativas, que por medio de concurso público acceden a la
explotación de servicios diversos, que van desde venta de billetes, cafeterías, restaurantes, librerías, aparcamientos,
limpieza, seguridad y montaje de exposiciones. Ello ha permitido una mejora en la gestión, como puede apreciarse
en el Polo Arqueológico de Roma o en la Villa Adriana en Tívoli, entre otros.

Finalmente y en este sentido, hemos de concluir con la idea de que el patrimonio histórico es «un factor determi-
nante del progreso humano, en general, y de una parte de las transacciones económicas, en particular» (Herrero,
2001:157). Es decir, el patrimonio forma parte del desarrollo económico, es un stock de capital, el llamado capital
cultural, que se define como «el conjunto de elementos tangibles e intangibles que son expresión del ingenio, la
historia o el proceso de identificación de un pueblo» ( Herrero, 2001, 157), y que se diferencia del capital natural
en que no constituye un conjunto de recursos libres de la Naturaleza; si no elementos del pasado. Sin embargo, y
en este último aspecto, existe una confluencia entre las políticas derivadas del patrimonio natural y del patrimonio
cultural. Ambos comparten un cierto carácter de recursos no renovables, aunque en el caso del capital cultural este
puede verse incrementado con nuevos recursos, que el paso del tiempo incorpora al stock. El patrimonio como
capital cultural, constituye un fenómeno económico, que interviene en la producción económica y se revela como
un factor importante de generación de rentas, empleos y actividades económicas relacionadas (Herrero, 2001: 159).
Es por tanto un bien preferente, que debe proveerse públicamente para que redunde en beneficio de toda la
colectividad, lo que ha justificado la excesiva, o más bien monopolista actividad pública sobre estos recursos, lo
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que dificulta su explotación en términos económicos, cercenando sus posibilidades en una economía de mercado
(Herrero, 2001: 160). Por otro lado el cada vez mayor peso de la protección aumenta los costes del Estado en el
mantenimiento del patrimonio histórico; cada vez hay más patrimonio a proteger y conservar, y los recursos
públicos no aumentan, lo que produce pérdida de bienes, que se destruyen con el desarrollo de otras actividades
económicas, como la construcción en los centros históricos, o las grandes obras públicas. Ello obliga a introducir
dos factores, de un lado la búsqueda de nuevas formas de gestionar este recurso económico, abriendo a formas
nuevas emprendedoras, en términos de economía de mercado, recurriendo, si es preciso a la figura del concesio-
nario como ya hemos visto con la ley Ronchey, y de otra incorporando el patrimonio al concepto de sostenibilidad,
procurando que la destrucción, hasta ahora inevitable, de algunos recursos patrimoniales venga compensada por la
puesta en valor de una alta proporción de ellos.

1 Legge 14 gennaio 1993, n 4 sul funzionamento di musei, biblioteche e archivi statali.

2 Decreto 24 marzo 1997 n, 139, Regolamento recante norme sugli indirizzi, criteri e modalità di istituzione e gestione dei servizi aggiuntivi nei musei
e negli altri istituti del Ministero per i beni culturali.
Javier Verdugo Santos

2 EL DESARROLLO SOSTENIBLE

El Informe Brundtland (1987), definió el desarrollo sostenible cómo aquél que satisface las necesidades
de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras a satisfacer las suyas. De
este modo, cualquier inversión que se realizara en capital natural debía compensar holgadamente el deterioro del
mismo. Esta concepción del desarrollo fue recogida en la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el
Desarrollo (1992), en la que se señala que «El derecho al desarrollo debe ejercerse en forma tal que responda
equitativamente a las necesidades de desarrollo y ambientales de las generaciones presentes y futuras.» Desde
hace unos años se está generalizando su uso como fórmula ideológica, especie de conjuro mágico con el que
gobernantes, tecnócratas e industriales esperan poder continuar su productivismo capitalista de siempre tras
haber efectuado las correcciones ecológicas del sistema industrial que ellos ya han visto que son imprescindi-
bles, y que confían en poder minimizar (Boada, 1999). Este uso generalizado del concepto, desarrollo sostenible
o sostenido, como adjetivo de modernidad en numerosos documentos o programas, hace necesario fijar con
claridad, que debe entenderse por desarrollo sostenible. Existen varios grados de sostenibilidad, una sostenibi-
lidad débil es aquella que defiende el sistema económico actual sin modificaciones y una sostenibilidad fuerte,
que parte de la incapacidad del actual sistema económico para valorar adecuadamente el problema y propugna
que éste debe permanecer dentro de los límites materiales marcados por la ecología y las ciencias de la
naturaleza, añadiendo que para que un sistema de producción pueda considerarse verdaderamente sostenible es
condición necesaria que se sustente sobre fuentes de energía renovables y en un sistema de ciclo cerrado, donde
el reciclaje y la reutilización de materiales sea la norma y no la excepción. Este carácter de sistema renovable
comienza a ser universalmente reconocido, como ocurre en la Carta de Aalborg o Carta de las Ciudades Europeas

ARTÍCULOS
hacia la Sostenibilidad, donde expresamente se dice que «...Las únicas alternativas sostenibles son las fuentes
de energía renovables.» (Aalborg, punto 1.10).

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Precisamente, como afirma Ricardo Marqués (2002):

«...la escasa participación de las energías renovables en la «cesta» energética andaluza, española, europea
o mundial, nos indica lo lejos que estamos de la sostenibilidad, así como nos ilustra sobre lo «alegremente»
que se emplea el término desarrollo sostenible, tan de moda en la actualidad, por los organismos públicos
de planificación.»

El desarrollo sostenible es la base material de la solidaridad. Ahora bien, el Informe Bruntland sostiene que para
conseguir este desarrollo sostenible es menester que continúe el crecimiento económico tanto en los países pobres
del Sur como en los del rico Norte. Pero esto no es admisible. De poco o nada servirán las reformas para ‘ecologizar’
la producción, y muy particularmente las mejoras en eficiencia, si no se frena el crecimiento material en las
sociedades sobredesarrolladas. Nuestro objetivo último tendría que ser detener selectivamente el crecimiento
material en nuestras sociedades, que con el 22% de la población mundial consume el 87% de toda la energía
producida en el mundo (Boada, 1999).
El Patrimonio Histórico como factor de desarrollo sostenible

Con el actual sistema productivo un reparto más igualitario conllevaría una mayor presión sobre los recursos
naturales y unos mayores niveles de contaminación sobre el Planeta. La única conclusión viable es que, para que
sea posible un sistema económico políticamente aceptable y ecológicamente posible a escala mundial, los
ciudadanos de las zonas más desarrolladas deben reducir su consumo de recursos no renovables y los de menos
desarrollo establecer un modelo que no copie miméticamente los errores que han hecho insostenible a las socie-
dades del llamado «Primer Mundo» (Marqués, 2002).

Por último, el desarrollo sostenible es la única alternativa para la consecución de los ideales políticos del siglo XX,
que herederos del humanismo renacentista y de la Ilustración, consideran que todos los seres humanos son iguales
y que las diferencias de raza, pueblos o culturas no deben tener consecuencias políticas y los ideales de progreso
de la Revolución Industrial, que prometían que los adelantos de la ciencia y la técnica acabarían con las penurias
humanas. La crisis ecológica está poniendo en crisis la posibilidad de aunar ambos criterios, a menos que demos
un giro radical a la estructura del sistema productivo, haciéndolo sostenible Si no es así, los ideales del progreso
y los ideales humanistas no tardarán en entrar en contradicción, ante la imposibilidad física de gestionar el
«progreso» para todos, y ello puede traer consecuencias nefastas para el desarrollo de la democracia y las libertades
(Marqués, 2002).

El desarrollo sostenible constituye la base de una nueva ética, que ha sido enunciada por Jérome Bindé (2002),
Director de Estudios Prospectivos de la UNESCO; y Jean-Joseph Goux. Profesor de Filosofía, Universidad de
Rice, Texas, y que en su opinión parte de la evolución de tres conceptos: la responsabilidad, que antaño se
orientaba hacia nuestras acciones pasadas y hoy en día se refiere en gran parte a las posibles consecuencias de
nuestras acciones presentes; el principio de precaución, que nos enseña que la Tierra, las sociedades, la especie
humana y la biosfera son perecederas y que, por consiguiente, su suerte futura depende en gran medida de
nosotros; y la noción de patrimonio que, al extenderse a todas las culturas y al conjunto de la naturaleza, ha
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dejado de ser un simple resto del pasado para convertirse en el vector mismo de su transmisión a las generacio-
nes venideras.

Estos criterios de sostenibilidad pueden aplicarse al patrimonio histórico, entendido como el conjunto de bienes
inmuebles y objetos muebles de interés artístico, histórico, paleontológico, arqueológico, etnográfico, científico o
técnico, documental y bibliográfico, los yacimientos y zonas arqueológicas, así como los sitios naturales, jardines
y parques, que tengan valor artístico, histórico o antropológico.

Hoy se contemplan los recursos patrimoniales como íntimamente relacionados con el medio y con territorio del que
forman parte y como tal deben analizarse. El patrimonio no es un bien o una serie de bienes aislados, ese carácter
de «monumento», que sólo posee valor en sí mismo, ha impedido el desarrollo de una teoría de los bienes culturales
basada en un concepto de ecosistema humano. La fosilización con que las políticas culturales han tratado siempre
al patrimonio, lo han aislado de su contexto socioeconómico, propiciando más su destrucción que su perdurabi-
lidad. El territorio concebido de este modo aparece como el espacio en que se ha desarrollado la actividad humana
Javier Verdugo Santos

en el transcurso de la historia. De esa transformación antrópica, nos ha quedado una rica herencia: el patrimonio
histórico, en un equilibrado sistema de ocupación diacrónica, que nos viene revelado a través de distintos hitos
ocupacionales, que forman el mosaico de la ocupación antrópica del territorio. Intervenir en este mosaico debe
hacerse de forma cuidadosa, con criterios de sostenibilidad, procurando que el uso o incluso destrucción de
recursos patrimoniales venga compensado con la puesta en valor de una gran parte de ellos, asegurando su disfrute
para las generaciones futuras. De especial importancia es también el equilibrio entre modernización y desarrollo con
el mantenimiento de técnicas y uso de materiales o elementos tradicionales como la tierra y el agua. Esta nueva
concepción hace que el patrimonio sea un recurso como lo es el patrimonio natural. Un factor de riqueza y de
desarrollo, a la vez que también posee un valor social, al ser un testimonio de la identidad cultural y de la evolución
histórica de una determinada civilización.

Patrimonio y progreso se nos presentan absolutamente compatibles. Ahora bien, en la actualidad las sociedades
tecnológicamente avanzadas están, más que nunca, inmersas en un proceso de globalización, que va más allá de
una mera superestructura, como ocurría con otros procesos globalizadores que en la historia se han dado, como la
romanización. Hoy es necesario defender valores culturales que son el resultado de una delicada evolución histó-
rica, y que son las señas de identidad de muchos pueblos. La materialización de esos valores culturales lo representa
el patrimonio histórico y su marco físico es el territorio y el medio ambiente en el que está inmerso. Es necesario
«incorporar el patrimonio cultural y natural como parte viva y responsable del desarrollo territorial» (Fernández
Salinas, 2003: 41).

La unión de ambas cualidades del patrimonio: factor de desarrollo sostenible y garante de los valores cultu-

ARTÍCULOS
rales de una sociedad, lo convierte en una herramienta de gran importancia en el diseño de políticas econó-
micas y culturales de progreso basadas en criterios de equilibrio, sostenibilidad, solidaridad y respeto al
medio ambiente.
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Esta concepción de los recursos patrimoniales ha sido el resultado de un largo proceso de evolución, como
veremos a continuación.

3 EL PATRIMONIO HISTÓRICO COMO IDENTIDAD CULTURAL DE EUROPA

En el aspecto cultural todos los europeos son herederos de un rico patrimonio. La Unión Europea se ha
podido establecer precisamente porque no es una superestructura artificial, sino el reconocimiento de un patrimo-
nio cultural común. Europa como cultura es una realidad previa a la existencia de las comunidades,, que sin duda
representan el mayor grado de integración conocido entre Estados independientes, en la línea de un federalismo
sectorial (Truyol, 1985: 11-21). Y es precisamente por ser una realidad esa Europa cultural, en el sentido de la
existencia de un conjunto de sociedades políticas que poseen una fundamental homogeneidad cultural, que ha
podido establecerse dicha Comunidad.
El Patrimonio Histórico como factor de desarrollo sostenible

Las raíces de esa cultura arrancan de la filosofía griega, del sentido del derecho y de la justicia que elaboraron los
romanos, del sistema de valores inspirado en el mensaje cristiano, del desarrollo de un modelo de convivencia
democrática y un sentido profundo de la dignidad humana.

El resultado es una Europa que posee un territorio diverso con culturas diferenciadas, y un mosaico de lenguas fruto
de una evolución histórica compleja. No es por tanto un todo igualitario, aunque posee una cultura común. En el
seno de esta cultura europea se halla un pasado histórico que ha ido dejando una riqueza patrimonial que es orgullo
de los europeos, y que al mismo tiempo constituye un Monumentum a los avatares culturales, políticos y sociales
que la propia Europa ha sufrido en su historia. A su vez este patrimonio histórico representa la imagen en la que se
ve reflejada la propia conciencia europea. Sin embargo, este patrimonio cultural común no supone uniformidad
(Martí, 1989: 33-42). En su seno se desenvuelven culturas muy diferentes, las mitologías del Norte y del Sur no son
idénticas. También hay diferencias notables entre el Este y el Oeste, entre la mentalidad eslava y la occidental. Y las
diferencias no son meramente geográficas. Hay sensibilidades diversas esparcidas por toda Europa: el racionalismo
y el pragmatismo, los creyentes y los nihilistas, los conservadores y los progresistas.

La característica más importante de Europa es el peso específico que el elemento cultural tiene en su propia realidad.
La fuerza de Europa no es ni su poder político ni su poder económico, sino la calidad de su cultura. Europa es un
espacio para la razón y para el respeto a la diversidad. Europa en el mundo contemporáneo significa la supremacía
de la cultura sobre la política y la economía.

Esta importancia del papel de la conciencia cultural europea en el proceso de integración ha sido reconocida por
el Parlamento Europeo( JOCE C/39, de 12.2.1979, pp.50.), cuando afirma: «La cultura de nuestro Continente en
su riqueza y diversidad constituye un elemento esencial de la identidad europea, que será el fundamento de su
construcción política». Y añade que dicha herencia debe ser adecuadamente explotada y cuidada, debiendo acome-
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terse una acción comunitaria en el sector cultural. En este largo camino hacia la preservación, tutela y revalorización
de este patrimonio han jugado un papel importante en el tiempo muchas instituciones entre las que destacaríamos
la Convención de La Haya, la Sociedad de Naciones y a las iniciativas de la posguerra capitaneadas por la UNESCO.
De igual modo los convenios e iniciativas de las propias instituciones europeas: Consejo de Europa y Comunidad
Europea antes y después de la promulgación del Tratado de Unión Europea, que marca un hito en el reconocimiento
de una política cultural comunitaria y ha producido, al mismo tiempo, una polémica fortísima acerca de la libre
circulación de los bienes culturales (Verdugo, 1994) y un cierto enfrentamiento entre países ricos en patrimonio,
pero con menos recursos, con aquellos otros más dotados de recursos y con menor volumen cuantitativo y
cualitativo de riqueza patrimonial.

Hoy día se ve cada vez más necesaria la incardinación de una política de preservación y puesta en valor del
patrimonio en el seno del proceso de regionalización europeo, por el protagonismo alcanzado por las regiones
europeas descentralizadas en el ámbito de algunas instituciones comunitarias o del Consejo de Europa como la
Asamblea de Regiones de Europa (ARE) y el Comité de Regiones.
Javier Verdugo Santos

Esta política de puesta en valor del patrimonio se orienta -en el contexto de la regionalización- hacia el ámbito de
las industrias alternativas, en especial el turismo cultural y la recuperación de la identidad europea, y se propone el
reconocimiento del patrimonio histórico como un factor de desarrollo económico con criterios de sostenibilidad.
En este sentido es importante la política comunitaria hacia regiones menos favorecidas, incluidas en el Objetivo 1,
que son aquellas que tienen un PIB per capita inferior al 75% de la media de la UE, a través del Marco Comunitario
de Apoyo y los Planes de Desarrollo Regionales, de tanta importancia para España, y el papel, cada vez más
emergente, en estas políticas de los programas relacionados con el patrimonio histórico.

Por último, resaltar la importancia que para unas acciones más eficaces respecto al patrimonio histórico europeo
tiene la utilización de la técnica de la cooperación transfronteriza entre regiones de la UE, y con terceros países
vecinos, como instrumento para la protección, revalorización y puesta en valor como recurso turístico-cultural del
patrimonio histórico situado en las zonas transfronterizas, con programas y órganos comunes de actuación, que
además de conseguir un óptimo aprovechamiento de los recursos permita la existencia de un patrimonio sin
fronteras. Asimismo, se considera muy conveniente el desarrollo de iniciativas comunitarias, como Interreg, que
potencien la colaboración y el intercambio de experiencias entre las distintas regiones europeas y de éstas con
países extracomunitarios que permitan establecer y apoyar programas en los que el patrimonio histórico sea un
factor de desarrollo con criterios de sostenibilidad.

Este cambio de actitud hacia el patrimonio se aprecia en programas europeos como el Raphäel o Cultura 2000, en
documentos como el elaborado por el Grupo Europeo del Patrimonio, los subprogramas del Marco Comunitario de
Apoyo y en el más reciente: Plan de trabajo Cultura 2004.

ARTÍCULOS
4 EL PATRIMONIO HISTÓRICO COMO FACTOR DE DESARROLLO SOSTENIBLE: UN OBJETIVO
63
COMUNITARIO

4.1 Desarrollo económico y desarrollo cultural. Alternativas a la crisis y nuevas políticas

Desde los comienzos de la segunda mitad del siglo XX se empezaron a vislumbrar los primeros síntomas de una
crisis en el sistema productivo europeo. Las consecuencias del conflicto de Oriente Medio con la consiguiente
desestabilización del precio del petróleo, sumieron a Europa en una profunda crisis energética, que provocó un
cambio de mentalidad económica basada en el ahorro energético y en la búsqueda de energías alternativas y/o
renovables. Junto a esta crisis vemos aparecer en este tiempo otros tres cambios fundamentales: la necesidad de
preservar el medio ambiente, que traen consigo las políticas ambientales; el cambio tecnológico de la informatiza-
ción y robótica y la desindustrialización. Todo esto fomentó una serie de transformaciones que supusieron una
renovación en la realidad social y económica hasta entonces dominante. La conclusión fue la ruptura del anterior
modelo tecnológico. Sobrevino una reconversión industrial, un aumento del desempleo y la necesidad de buscar
nuevas alternativas de desarrollo económico. El resultado de este cambio en la sociedad postindustrial, es que hoy,
El Patrimonio Histórico como factor de desarrollo sostenible

como afirma Gianni Agnelli (1992), se acepta el hecho de que «el sector industrial tradicional -reestructurado y
automatizado- no puede ya desempeñar un papel exclusivo en la creación de empleo, por lo que es necesario
potenciar nuevos mercados generadores de riquezas». Asimismo, la gente espera bienestar, no sólo como
disponibilidad de bienes y servicios, sino también de calidad de vida y del medio ambiente y sobre todo de libertad,
en contraposición a la idea de malestar-incomodidad y fatiga.

Por otro lado, siguiendo a Alain Touraine (1993) , es necesario establecer cuales son las necesidades sociales
presentes. A veces se analizan los problemas sociales con una mentalidad del pasado, hoy ya pocos se mueven por
adquirir un nuevo coche o un nuevo televisor, hoy las recompensas culturales que permiten que el sistema se perpetúe,
es decir las nuevas necesidades, van encaminadas, mucho más, hacia la propia autonomía y hacia la propia capacidad
para gestionar nuestras vidas, unido al deseo de ser feliz y gozar de la belleza de las cosas, de ahí la importancia del viaje
y del ocio, que convierte a la industria turística en uno de los factores económicos más importantes de nuestro tiempo.

Estas cuestiones han abierto un debate sobre la búsqueda de otras fuentes de riqueza que generen empleo y
reconviertan a una gran masa de trabajadores - hoy en paro o sobrantes de la industria tradicional- en mano de obra
de otras industrias alternativas como la protección y conservación del medio ambiente, el turismo alternativo y la
revalorización del patrimonio histórico, que de un lado permitan generar riqueza y de otro sirvan para atender las
nuevas necesidades sociales de la población. Por otro lado asistimos a la necesidad de crear un mayor nivel de
desarrollo cultural de calidad, que contrarreste.

«la cultura de masas cuyos productos estereotipados ven sus efectos amplificados por la multiplicación de
canales de difusión, a pesar de que, inversamente, una cultura de alto nivel goza de cierto desarrollo, pero
se encuentra cada vez más confinada a los refinamientos de una experimentación sólo a los iniciados, o de
que su oficialización impide en gran medida la búsqueda y la innovación» (Fabrizio, 1982).
64

El reto es poner a disposición de todos los bienes de la cultura, procurando un desarrollo cultural que replique los
efectos negativos de la globalización, junto con la utilización sostenible de los recursos patrimoniales y naturales
para la búsqueda de nuevas industrias alternativas. Todo ello ha supuesto que el desarrollo económico y el
desarrollo cultural, tengan puntos de coincidencia, lo que está propiciando la puesta en marcha de políticas
culturales y económicas, basadas, precisamente, en esos nuevos criterios.

4.2 Política cultural de la Comunidad Europea

4.2.1 El programa Raphäel

En el artículo 128 del Tratado de la Unión Europea, firmado en Maastricht el 12 de febrero de 1992 se reconoció
a la cultura como una actividad de la política comunitaria, lo que produjo una comunicación de la Comisión titulada:
Javier Verdugo Santos

«Nuevas perspectivas de la actuación comunitaria en el ámbito cultural», que instaba al diálogo entre el Consejo, el
Parlamento y la Comisión para el establecimiento de unas directrices para la actuación cultural comunitaria, que de
acuerdo con el Tratado, respetasen las diversidades nacionales y regionales y «simultáneamente poner en primer
plano el patrimonio cultural común». Como consecuencia de dicho documento, los ministros de Cultura reunidos
en el seno del Consejo, el 12 de noviembre de 1992, aprobaron unas «Conclusiones sobre las directrices para la
actuación cultural comunitaria» (D.O. nº C336, de 19.12.1992), entre las que se contemplaba la conveniencia de que
«el sector cultural participe plenamente y se beneficie de las acciones efectuadas en otros ámbitos, como fondos
estructurales, investigación, tecnología avanzada, educación y turismo», es decir implicando al sector cultural en
aquellas acciones comunitarias relativas al desarrollo, añadiendo además que «esperaban con impaciencia, entre
las acciones a desarrollar, comunicaciones o documentos de la Comisión relativos al patrimonio cultural».

Como consecuencia de lo anterior, se produjo la comunicación de la Comisión, (COM (94) 356 ) aprobada el 27
de julio de 1994, sobre Acción de la Comunidad Europea en favor de la Cultura, que establecía la conveniencia de
elaborar un programa comunitario sobre patrimonio.

Con base en ella, se elaboró la Propuesta de Decisión del Parlamento y del Consejo sobre el Programa Raphäel
(COM (95) 110 final), en cuya Exposición de Motivos se reconoce que el patrimonio histórico europeo es uno de
los ejes prioritarios de la acción cultural de la Comunidad.

Con el programa, la Comisión pretendía no sólo aglutinar todas «las acciones dispersas emprendidas hasta ahora»,
sino también presentar un «enfoque coherente» de las acciones y de la "política comunitaria» en materia de

ARTÍCULOS
patrimonio cultural. Destacando asimismo como el patrimonio puede contribuir a la "afirmación de una ciudadanía
europea», basada en un mejor conocimiento de su propia cultura y de la de los restantes países de la Unión.

65
Además de insistir en el valor intrínseco del patrimonio, la Comisión era consciente de que su conservación genera
actividades con importantes repercusiones económicas y sociales. Así reconocía que el sector "requiere una mano de
obra abundante» y a menudo «altamente cualificada», tanto a niveles conceptuales -arquitectos, arqueólogos, archiveros,
conservadores- como al nivel de ejecución -restauradores, artesanos, vigilantes- y que dicha mano de obra se basa, por
lo general en una estructura de PYME, que recurre tanto a las técnicas tradicionales como a las de investigación punta.

Por todo ello, el patrimonio puede contribuir de modo especial a la dinámica investigación/crecimiento/empleo, en
la medida que en el sector existe la demanda de una mejor explotación de los resultados de la investigación,
mediante el desarrollo de aplicaciones prácticas, que pueden usarse por profesionales que trabajen sobre el terreno.

El sector del patrimonio, insistía el programa, constituye igualmente un yacimiento de empleo3 por el efecto
combinado entre el incremento por el interés del patrimonio y el aumento del tiempo de ocio. Estos nuevos empleos

3 Libro Blanco: Crecimiento, Competitividad y Empleo.1993.


El Patrimonio Histórico como factor de desarrollo sostenible

proceden, por tanto, de la reactivación de las actividades del propio sector y de las actividades derivadas de la
existencia y valorización del patrimonio como, por ejemplo, el desarrollo de las actividades turísticas.

La Comisión, con base en lo anterior, consideró que los proyectos de valorización del patrimonio están cada
vez más integrados en las políticas de desarrollo regional y que la conservación del patrimonio está cada vez
más relacionada con las políticas de ordenación del territorio, medio ambiente y energía.

Asimismo, estimó que el patrimonio histórico es un ámbito privilegiado para el desarrollo de aplicaciones y normas
de tecnologías y servicios avanzados de información y comunicación que permita poner al alcance de los profesio-
nales del patrimonio y de los ciudadanos toda una gama de nuevos productos y servicios culturales de gran eficacia.

La Propuesta sobre el Programa Raphäel fue presentada por la Comisión el 29 de marzo de 1995 y contenía
cinco medidas:

1. Valorización y proyección del patrimonio cultural


Con el objetivo de fomentar el desarrollo y la puesta en común de las mejoras prácticas y crear un entorno favorable
a la conservación del patrimonio.

2. Redes y colaboraciones
Contribuir al aumento de la cooperación transfronteriza, los intercambios y la puesta en común de experiencias y la
presentación del patrimonio en su dimensión europea.

3. Acceso al patrimonio
Fomentar proyectos de sensibilización que tengan una dimensión europea e impulsar la utilización de tecnologías
66
y servicios de información y comunicación avanzados.

4. Innovación, perfeccionamiento y movilidad de los profesionales


Impulsar los intercambios de experiencias y fomentar la movilidad y el perfeccionamiento de los profesionales del
patrimonio.

5. Cooperación con terceros países y organizaciones internacionales


Desarrollar proyectos con terceros países y suscitar una sinergia con las actividades desarrolladas por otras organi-
zaciones internacionales y, en concreto, con el Consejo de Europa.

El Programa Raphäel, en su artículo 2, definió el patrimonio cultural, como «el patrimonio inmobiliario y
mobiliario -los museos y las colecciones, las bibliotecas, los archivos, incluidos los archivos fotográficos, cinema-
tográficos y sonoros- , el patrimonio arqueológico y subacuático, el patrimonio arquitectónico, los conjuntos, los
lugares de interés y los paisajes culturales, conjuntos de bienes culturales y naturales». Esta definición, dictada,
Javier Verdugo Santos

«sin perjuicio de las competencias de los Estados miembros», ha servido de referencia conceptual sobre el
patrimonio cultural común.

El programa con una vigencia desde el 1 de enero de 1997 al 31 de diciembre de 2000, se propuso:

1. Impulsar la conservación y restauración del patrimonio cultural de importancia europea.

2. Fomentar el desarrollo de la cooperación transnacional entre las instituciones y los operadores del patrimo-
nio cultural.

3. Mejorar el acceso al patrimonio cultural en su dimensión europea y fomentar la participación activa


del público.

4. Fomentar la cooperación transnacional en lo referente al desarrollo de nuevas técnicas aplicables a las


diversas categorías y disciplinas del patrimonio.

5. Producir un efecto multiplicador en términos socioeconómicos y estimular que se tenga en cuenta la


dimensión patrimonial en los demás programas y políticas comunitarias.

4.2.2 El Grupo Europeo del Patrimonio. Un lobby europeo

ARTÍCULOS
Sobre el programa se produjo un posicionamiento del Grupo Europeo del Patrimonio (GEP), que engloba
a las más importantes ONGS del sector patrimonial y que elaboró un Memorandum sobre la Acción Cultural de la
Unión Europea, en el que propuso, en el contexto de la revisión del Tratado, un nuevo enfoque al artículo 128. El
67
GEP establecía los siguientes principios sobre el Patrimonio Europeo:

1. El patrimonio es un concepto dinámico, que evoluciona, se transforma y se enriquece constantemente,


puesto que engloba tanto a los testimonios heredados como los contemporáneos, los cuales expresan la vida de
una comunidad y su desarrollo y, por tanto, intervienen en la construcción del futuro. Por otra parte, el patrimonio
debe ser considerado como una unidad, en la cual todos los elementos que la componen, culturales y ecológicos,
están interrelacionados.

2. Las instituciones comunitarias tienen el deber de impulsar un mejor conocimiento de los otros países
miembros de la Unión Europea y mayor información sobre la historia y la cultura europeas con vistas a fomentar una
conciencia europea y, por otro lado, una acción común para proteger, valorar y salvaguardar el patrimonio cultural,
que se convierte así en la más elocuente de todas las expresiones culturales4.

4 Declaración sobre la Unión Europea de Stuttgart (1983).


El Patrimonio Histórico como factor de desarrollo sostenible

3. Necesidad de una interpretación amplia del patrimonio cultural. Las instituciones comunitarias deberían
solicitar la aportación de ideas a los medios de arte y del patrimonio y tenerlas en cuenta para ello deberían intentar
el dialogo no sólo con las autoridades de los Estados miembros, sino también -y en mayor medida que hasta el
presente- con las organizaciones profesionales y No Gubernamentales, que se ocupan de la gestión, protección y
puesta en valor del patrimonio cultural y natural, y de forma especial con las que integran el Grupo Europeo del
Patrimonio (GEP).

4. El GEP se manifestó favorable a la idea expuesta en el Programa Raphäel de que conviene relacionar el
pasado con el futuro por medio del presente. Apoyando el establecimiento de una cooperación y la constitución de
redes por encima de las fronteras regionales, nacionales y comunitarias que contribuya a crear un nuevo patrimonio
cultural que acreciente la comprensión mutua y la paz dentro de los entes territoriales y en su mutua relación. La
participación en redes por parte de instituciones públicas y privadas, como museos y organismos de investigación,
enriquece también la sociedad.

5. El GEP «tomaba nota» con satisfacción de la dimensión socioeconómica del Programa, que reconocía el
impacto cada vez más creciente de la cultura en la economía y su influencia creciente en el progreso técnico, en los
nuevos medios de comunicación, en la ocupación y en las nuevas industrias alternativas. Asimismo, el Programa
ponía de manifiesto el importante incremento de la demanda cultural, que no corresponde a un fenómeno coyun-
tural sino que está directamente relacionada con la tendencia de la sociedad occidental hacia la tercerización, la
generalización de la educación, el aumento del tiempo libre y la movilidad de las personas.

En cuanto a las actividades de formación y sobre la creación de empleo a través de la investigación en los sitios
culturales, así como de su renovación y presentación al público, el GEP, proponía se tuviese en cuenta el contenido
del Libro Blanco sobre el Crecimiento, la Competitividad y el Empleo que la Comunidad presentó en 1993.
68

6. El GEP comprobaba con particular agrado que el programa Raphäel reconoce y tiene en cuenta una
estrategia desde la perspectiva regional, que la conservación, renovación y utilización del patrimonio cultural son
parte integrante del desarrollo regional, que permitiría, sin duda, un mayor protagonismo de las regiones y de los
Länder en el diseño y ejecución de dicha política, a través del principio de subsidiariedad, consiguiéndose así un
mejor reparto de las responsabilidades de las regiones y de la Comisión, tanto en lo que respecta a la definición
detallada de las políticas como en lo que atañe ala aplicación de los programas.

7. El GEP proponía se fomentase la cooperación con otras organizaciones internacionales, al entender que la
protección y conservación de la diversidad del patrimonio cultural constituye un acervo común de la Humanidad.
En tal sentido se insistía en aprovechar los vínculos tradicionales existentes entre los Estados miembros, particu-
larmente cuando comparten un patrimonio cultural con terceros países. En este sentido el GEP proponía extender
los principios de cooperación con los países asociados, y también a los PECO, sino también a aquellos del Borde
Sur de la Unión, especialmente los del Magreb, países éstos que se enfrentan a problemas de inestabilidad política,
Javier Verdugo Santos

aun crecimiento demográfico muy rápido, a importantes movimientos de población y a elevadas tasas de desem-
pleo, que influyen en la seguridad de la región mediterránea, generando presiones migratorias sobre la Comunidad,
y que requiere un esfuerzo de colaboración en el desarrollo económico de dichos países acompañado de prácticas
y valores democráticos, en los que una colaboración cultural puede servir de apoyo a dichas medidas. Esta
propuesta ha sido recogida por la Conferencia de Ministros de Cultura celebrada en Bolonia el 23 de abril de 1996,
en el Programa de Cultura 2000, en el Plan 2004 y en la iniciativa Interreg II.

Asimismo, y al objeto de canalizar esta cooperación a través de agentes sociales y culturales no vinculados a los
distintos gobiernos, el GEP entendía que la Comunidad debería intentar aportar mayor apoyo a las ONGS europeas,
bajo la condición de operar con fondos apropiados, ya que como redes internacionales merecerían beneficiarse del
apoyo comunitario.

8. En cuanto a la dotación financiera del Programa Raphäel el GEP consideraba que los fondos previstos en la
ficha financiera no eran suficientes en comparación con los objetivos generales. Según el Informe X/108/94/EN,
preparado por la Comisión, se puede leer, «los programas administrados por la Dirección General X de la Comisión
son los únicos en los que el objetivo primordial trata sobre la Cultura ..., este aspecto de la financiación representa
solamente el 0,06% del Presupuesto Comunitario». El informe acaba concluyendo que incluso teniendo en cuenta
todos los fondos comunitarios la cifra total de los «que están directamente unidos al sector cultural», representan
alrededor del 0,8% del Presupuesto Comunitario para este período.

Las ONGS, a través del GEP, proponen que las líneas presupuestarias específicas relativas a la cultura sean aumen-

ARTÍCULOS
tadas sustancialmente, y que cuando se utilicen otras líneas presupuestarias, en particular las relativas a fondos
estructurales donde la Comunidad ponga el acento sobre los aspectos culturales de su misión, deben incluirse
acciones sobre el patrimonio en aquellas regiones de Objetivo 1 de la cuenca mediterránea. Esperamos que en la
69
plasmación del Plan Cultura 2004 se recojan todas estas propuestas de la sociedad civil del patrimonio.

4.2.3 El Programa Cultura 2000

El 25 de julio de 1996, el Consejo aprobó una Resolución (D.O. nº C242, de 21.08.1996) «sobre el acceso
de todos los ciudadanos a la cultura». En ella se instaba a la Comisión a realizar un estudio en el ámbito europeo, con
el fin de conocer mejor «las realidades del acceso a la cultura», y que se envíen al Consejo, antes de 1997, los
resultados del citado estudio. El Consejo, el 20 de enero de 1997, aprobó una Resolución (D.O. nº C036, de 5. 02.
1997) «sobre la integración de aspectos culturales en las acciones comunitarias», como consecuencia de la
aprobada el 25 de julio de 1996, estableciendo algunos principios de interés respecto a los aspectos culturales a
tener en cuenta en las acciones comunitarias, destacando los siguiente:

1. La cultura forma parte integrante de la actuación comunitaria y contribuye a los objetivos de la Comunidad
mediante la potenciación de la ciudadanía y el desarrollo personal y humano.
El Patrimonio Histórico como factor de desarrollo sostenible

2. La realización de actividades de tipo cultural debería contribuir al florecimiento de las culturas de los
Estados miembros, dentro del respeto de las diversidades nacionales y regionales, y potenciar al mismo tiempo
el patrimonio cultural común, reduciendo las disparidades entre los distintos grados de desarrollo de las
regiones, a una mayor cohesión económica y social, a la mejora de las oportunidades de empleo para los
trabajadores dentro del mercado interior, a la eliminación de la exclusión y al enriquecimiento de la calidad de
vida de los ciudadanos.

La Resolución acordó tener en cuenta los aspectos culturales en los Fondos Estructurales con el fin de reforzar
la cohesión económica y social de la Comunidad y «fomentar un desarrollo general armonioso». Esta concep-
ción del desarrollo se contempla con más claridad en la Convocatoria realizada por la Comisión, el 18 de julio
de 1997 (D.O. nº C219) «para acontecimientos e iniciativas de difusión de una dimensión europea a favor de la
salvaguarda y la valorización del patrimonio cultural europeo», en la que expresamente se reconoce «el beneficio
social y económico que generaría una política inteligente y equilibrada de desarrollo de los recursos del patrimo-
nio cultural».

El Consejo adoptó su Decisión de 22 de septiembre de 1997, relativa al futuro de la acción cultural europea (DOC
305, de 05.02.1997), por la que instaba a la Comisión a realizar un estudio global sobre el futuro de la actuación
cultural europea, en el que se incluyese un «instrumento único de planificación».

El Parlamento y el Consejo adoptaron la Decisión nº 508/2000, por la que se establecía el programa Cultura
2000 (D.O. nºL063 de 10.03.2000), en cuyo preámbulo se reconocía a la cultura, su carácter de elemento
esencial de la integración europea, «a la vez que factor económico» y que poseía una función importante que
asumir ante los nuevos desafíos a los que se enfrenta la Comunidad, como la globalización, la sociedad de la
información, la cohesión social y la creación de empleo. Este programa respondía, asimismo, a la Decisión
70
de 22 de septiembre de 1997, y al compromiso de la Comunidad de intervenir en el desarrollo del espacio
cultural común abierto y diversificado basado en el respeto del principio de subsidiariedad, garantizando el
respeto de la diversidad cultural y la integración de la dimensión cultural en las políticas comunitarias. El
Programa 2000, reconocía la importancia de la etapa anterior, concretada en los programas culturales:
Calidoscopio (Decisión 719/96/CE); Ariadna (Decisión 2085/97/CE) y Raphäel. Asimismo, resaltaba las
recomendaciones de la Agenda 2000, aprobada por la Comisión, que hacía especial mención a concentrar
medios en la acción cultural comunitaria, y consideraba muy positivas las evaluaciones realizadas sobre los
primeros programas culturales y en especial las conclusiones d el Foro cultural de la Unión Europea, realizado
los días 29 y 30 de enero de 1998.

El Programa 2000, tiene un periodo de vigencia que va desde el 1 de enero de 2000 al 31 de diciembre de 2004, y
derogaba expresamente el anterior, el Raphäel, aprobado por la Decisión 2228/97/CE. Entre los objetivos contem-
plados en el artículo 1, destaca el apartado e) que expresamente reconoce: «El papel que desempeña la cultura en
el desarrollo socioeconómico», avanzando en la nueva concepción de la cultura como factor de desarrollo, como
Javier Verdugo Santos

indica en el apartado g) del mismo artículo, que expresa «el reconocimiento de la cultura como factor de económico
y factor de integración social y de ciudadanía». En el artículo 6, se establece la posibilidad de incluir proyectos
complementarios financiados a través de otros programas comunitarios, dejando abierta la posibilidad de sumar
otros esfuerzos complementarios, desde otras iniciativas o programas europeos.

Entre las novedades del programa respecto al Raphäel destacamos, los llamados «acuerdos de cooperación
cultural», con operadores de al menos cinco Estados participantes, con una ayuda comunitaria no superior al
60% del costo total. También los llamados «laboratorios europeos del patrimonio», constituidos por proyectos
que contribuyan al desarrollo de métodos y técnicas innovadores. La cooperación entre sectores con intereses
comunes y convergentes, especialmente, el turismo cultural, la cultura y el empleo, con el fomento de puestos
de trabajo en el sector cultural, en especial en las «nuevas áreas culturales», clara referencia a las industrias
alternativas, que tenga por base el patrimonio histórico. En este sentido, y en lo que respecta al patrimonio
cultural de relevancia europea el programa fomentaba proyectos de cooperación dirigidos a la conservación y la
restauración; desarrollo de la cooperación internacional entre instituciones u operadores para el desarrollo de
nuevas tecnologías; la participación activa del público y el fomento de la movilidad y la formación en materia de
patrimonio para las personas que trabajan en el ámbito cultural. Finalmente se proponía la inclusión del patrimo-
nio en otras políticas y programas comunitarios.

4.2.4 Programa marco de la Comunidad Europea para acciones de investigación y desarrollo


tecnológico (2002)

ARTÍCULOS
Incluye acciones para la creación del Espacio Europeo de Investigación dentro del VI Programa de I + D,
e incluye, entre los sectores a percibir apoyo, la política comunitaria de la cultura. Ya existían algunos precedentes
de programas de investigación en anteriores ediciones, como los programas «Medio Ambiente» (1986-1990),
71
sobre los efectos contaminantes en los edificios y monumentos históricos, el «Step» (1989-1992), sobre protec-
ción y conservación del patrimonio cultural europeo; el «Medio Ambiente II» (1991-1994), sobre protección del
medio ambiente y la conservación del patrimonio o el «Medio Ambiente y clima» (1995-1998), sobre tecnologías
para la protección y la rehabilitación del patrimonio cultural europeo. También el IV programa había incluido
acciones sobre el patrimonio. Sin embargo el Tercer Plan Nacional de I + D (1996-1999) del Estado Español hizo
desaparecer el programa de Patrimonio, en clara contradicción con el impulso europeo a la investigación en este
sector. Afortunadamente en las últimas formulaciones se ha vuelto a incluir como veremos al referirnos al Plan
Andaluz de Investigación (PAI).

4.2.5 Plan Cultura 2004

Ha sido aprobada su formulación en la sesión del Consejo de 23 de mayo de 2002, y tiene por finalidad, el
lograr que la cultura ocupe un lugar central en la integración europea. El plan tiene que estar redactado a finales del
año 2004, y se concibe como un complemento del Programa Cultura 2000.
El Patrimonio Histórico como factor de desarrollo sostenible

El contenido del avance del plan redunda en la idea de que la cultura es un valor añadido europeo, y por tanto busca
la acción y protección pública de la acción cultural, propiciando el diálogo entre culturas y la cooperación entre los
Estados miembros y con las instituciones culturales internacionales. El desarrollo del mismo responderá a las
siguientes líneas:

La cultura como valor añadido europeo

El Plan Cultura 2004 propone identificar las acciones europeas en el ámbito de la cultura, evaluando su
valor añadido.

Acción y protección pública de la acción cultural de la CE.

1. Mejorar la difusión de la información.


2. Facilitar el acceso de los ciudadanos a la acción cultural.
3. Mejorar la proyección pública de la acción cultural de la CE.

Aspectos horizontales

1. Sinergias con otros ámbitos y acciones comunitarias.


2. Educación, mercado interior, desarrollo regional, investigación y tecnología.
3. Intercambio de información sobre buenas prácticas en relación con la dimensión económica y social de
la cultura.
4. Contribución de las actividades culturales a la inserción social.
5. Desarrollo de la movilidad de personas y de obras culturales.
72
6. Impulsar el desarrollo de las industrias culturales y creativas en la CE.

Dialogo entre culturas

1. Promocionar y difundir la diversidad cultural y lingüística de Europa.


2. Promocionar los aspectos culturales comunes.
3. Fomento del diálogo entre culturas.

Cooperación entre Estados miembros

1. Desarrollo de estrategias para acelerar la integración de los nuevos Estados.


2. Cooperación entre los Estados miembros en los distintos ámbitos.
3. En especial en los distintos ámbitos de la administración cultural.
4. Estadísticas culturales y bienes culturales.
Javier Verdugo Santos

Cooperación internacional en el ámbito cultural

1. Mejorar la cooperación con el Consejo de Europa y la UNESCO.


2. Fomentar la cooperación con terceros países.

5 LA APLICACIÓN EN ANDALUCÍA DE LAS POLÍTICAS CULTURALES DE LA UE.

5.1 La planificación regional

5.1.1 Plan General de Bienes Culturales 1989-1995

Tras la consolidación del proceso de transferencia de las competencias de cultura a la Comunidad, en


1984, la Junta de Andalucía llevó a cabo la redacción un plan general sobre bienes culturales. Ello supuso el
«primer intento participativo de la política de bienes culturales en Andalucía» (PGBC 96-00, 1997: 78). El plan
pretendió aunar políticas dispersas, con un intento de superar la rigidez que la estructura administrativa heredada. El
plan utilizó el concepto de «bien cultural», que ya había sido reconocido por la Ley 16/1985, del Patrimonio
Histórico Español, que asumía la figura desarrollada en Italia por la Comisión Franceschini y por las teorías de M.
S. Giannini (1978). Sin embargo, el plan por la época en que se plasmó, no contempló el patrimonio ni desde la
óptica del desarrollo sostenible, ni sobre una base territorial, cuando otros planeamientos de la Junta de Andalucía,
en materia de medio ambiente o arquitectura si lo hacían. El plan se marcó objetivos, que vinieron a coincidir con
los objetivos de la administración cultural regional, y perdió la oportunidad de ser un plan de desarrollo integral, en

ARTÍCULOS
el que fuesen también protagonistas otras administraciones y propietarios y poseedores de patrimonio. Sin embargo
estableció una estructura y organización novedosa para el desarrollo de actividades patrimoniales. De su herencia,
lo más importante fue la creación en 1989, del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico5, probablemente la
73
estructura administrativa más dinámica y con más posibilidades de desarrollo en el futuro de la Administración cultural
andaluza, que posee un importante medio de difusión con la revista PH, que alcanza ya una tirada de 4000 ejemplares.

5.1.2 Carta sobre Patrimonio y Desarrollo en Andalucía

El documento Bases para una Carta sobre Patrimonio y Desarrollo en Andalucía. Baeza. 1996, fue el resultado
de un foro integrado por profesionales y representantes de ayuntamientos andaluces, que coincidió con el periodo de
elaboración del Plan General de Bienes Culturales 1996-2000. En una de sus conclusiones se afirmaba:

«El patrimonio [...] es un recurso útil y provechoso [...]que contribuye a la consolidación de la identidad
local por su potencialidad educativa, formadora y científica, y por su capacidad para fomentar la participación
ciudadana, la cohesión social y la creación cultural. De otro lado, es un recurso económico que, integrado

5 Decreto 107/1989, de 16 de mayo, por el que se crea el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico.BOJA, número 46, de 13 de junio.
El Patrimonio Histórico como factor de desarrollo sostenible

en planes y programas de desarrollo ofrece efectos positivos en la generación de empleo y riqueza, y cuya
incidencia se aprecia tanto en el ámbito de lo local como en el crecimiento económico general»6.

Es lógico que sea una Comunidad Autónoma como Andalucía, con graves problemas de desarrollo económico,
quien plantee en una Carta sobre Patrimonio y Desarrollo, nuevas alternativas y nuevas fuentes de riqueza, que
ayuden a paliar los déficits regionales de empleo, a la vez que resuelve la puesta en valor de un patrimonio histórico
de los más importantes de Europa.

No sólo ha sido la Carta sobre Patrimonio y Desarrollo el único vehículo de expresión de estas nuevas
tendencias. En el caso concreto de Andalucía el concepto de sostenibilidad ha estado presente en muchas de
las acciones emprendidas desde el sector público, como el Plan Forestal Andaluz o la creación de la Red de
Espacios Naturales Protegidos. En ambos casos se pasó «de una visión defensiva o aislacionista de los
problemas ambientales a la formulación activa sobre los principios y estrategias de desarrollo de los
territorios afectados» 7.

En esa dirección de la sostenibilidad la Carta sobre Patrimonio y desarrollo afirmaba:

«El patrimonio como recurso para el desarrollo debe ser entendido como un servicio que es necesario
gestionar para el ciudadano. Hay que crear instrumentos -público, privados o mixtos-, adecuados para la
gestión del patrimonio como servicio, y formar profesionales capaces de desarrollar estrategias basadas
en la planificación y dirigidas a hacer una política de patrimonio más eficaz con los recursos disponibles, que
reduzca costos y optimice beneficios».

Al mismo tiempo consideraba que es el territorio el espacio desde el que plantear estrategias para las políticas de
74 patrimonio como factor de desarrollo. Y establece tres escalas básicas:

[ Regional ] [ Provincial ] [ Comarcal ]

Y unos objetivos a conseguir:

1. Una descentralización de la política de patrimonio, que acerque al ciudadano las decisiones a adoptar.
2. Transferencias de responsabilidad a los niveles inferiores.
3. Distribución equilibrada de los recursos y equipamientos.
4. Establecimiento de flujos de ideas y propuestas desde las escalas locales hacia la gestión centralizada y no
al contrario.

6 Bases para una Carta sobre Patrimonio y Desarrollo en Andalucía. Consejería de Cultura. Junta de Andalucía. 1996. p.46.

7 Medio Ambiente en Andalucía. Informe. 1994. Consejería de Medio Ambiente. Junta de Andalucía. Sevilla 1995. p.14.
Javier Verdugo Santos

La Carta abundaba en el principio de subsidiariedad aunque adolece de referencias a las políticas comunitarias y
estatales. Insiste en que los niveles jerárquicos inferiores son la provincia y la comarca, excluyendo al municipio
por su escasa capacidad para gestionar políticas de patrimonio, cosa que es muy discutible, en tanto que, si bien
la comarca es una estructura muy racional de organización, es también cierto que en Andalucía existen municipios
con gran capacidad de gestionar estas políticas, y no nos referirnos sólo a las capitales de provincias, sino a la Red
de ciudades históricas de más de 20.000 habitantes. No se observa una incardinación de estas políticas con la
política comunitaria que, por otro lado, es la única que por medio de los Fondos Estructurales podría impulsar de
forma decidida estas estrategias. Sin el concurso de las ayudas europeas y la incorporación al Marco Comunitario
de Apoyo de estas políticas no podrán arbitrarse las ayudas económicas necesarias. Por otro lado es conveniente
que los poderes públicos, en este caso la región, plantee estas acciones en sede comunitaria, para lo cual también
necesitará el concurso de las autoridades centrales. Recordemos que la cultura sigue siendo una parcela reservada
por Bruselas a los Gobiernos nacionales y su organización corresponde a las características de cada bloque
constitucional, y su estructura y objetivos tienen que definirse en sede nacional.

5.1.3 Plan Económico de Andalucía: Horizonte 2000

Las condiciones políticas y económicas en las que se desenvuelve la Comunidad Autónoma de Andalucía
desde mediados de 1994 son muy diferentes de las que se han dado en los años anteriores. Desde la perspectiva
económica han sido más trascendentales los cambios que se están produciendo en la economía mundial y en el
sistema de relaciones de producción e intercambio, especialmente las que afectan al contexto inmediato andaluz:
España y la Unión Europea.

ARTÍCULOS
Uno de los aspectos más relevantes para el desarrollo futuro de Andalucía es el creciente proceso de globalización
de la economía mundial que está determinando una nueva realidad que pone de manifiesto la necesidad de un
75
fortalecimiento de la cooperación entre los distintos países y el desarrollo de estrategias integradas.

El hecho de pertenecer a la UE, el nivel alcanzado por sus infraestructuras, las posibilidades que ofrece el desarrollo
de algunas ramas productivas de futuro a la competitividad de muchos sectores, exige una especial atención del
sector público en defensa de los intereses regionales y una participación activa de los agentes económicos y
sociales que operan en Andalucía. En esta tarea colectiva, el Gobierno Andaluz ha elaborado un instrumento de
planificación: el Plan Económico para Andalucía (PEA): Horizonte 2000.

El objetivo final y principal del PEA es la mejora de la capacidad de generación de empleo en el sistema productivo regional
y, para alcanzarlo, el Plan se centra en las políticas estructurales necesarias para favorecer el desarrollo de la actividad
productiva, potenciar el crecimiento y propiciar la solución de los desafíos estructurales de la economía andaluza.

Asimismo, el PEA incluye entre sus objetivos el de alcanzar un modelo de desarrollo solidario, equilibrado y
sostenido e incluye la conservación del patrimonio histórico entre esos objetivos, por así requerirlo la sociedad
El Patrimonio Histórico como factor de desarrollo sostenible

andaluza lo que lo convierte, junto a la mejora del medio ambiente, en un referente para el conjunto de políticas del
PEA. Y añade: el patrimonio común de los andaluces debe ser preservado y conservado en el tiempo como legado de
Andalucía[...] el crecimiento económico debe respetar la permanencia de este patrimonio, cuya existencia es el signo
más sólido de la identidad andaluza. Igual tratamiento concede al fomento de la cultura andaluza que es considerada por
el Plan como un factor de desarrollo de indudable importancia para generar riqueza y empleo en Andalucía.

Como consecuencia el PEA incluye al patrimonio histórico dentro de las políticas específicas de desarrollo soste-
nible con los siguientes objetivos:

1. Protección, conservación y revalorización del patrimonio histórico.


2. Integrar el patrimonio histórico como factor de desarrollo regional.

En cuanto a las estrategias se indican:

1. Fomentar la investigación, la formación y la difusión del patrimonio histórico

La potenciación de la investigación se realizará a través del sistema de información del patrimonio histórico. Se
establecerán actuaciones de intervención que desarrollen nuevos productos de tratamiento, técnicas analíticas de
ensayo y de conservación preventiva, y aquellas otras que analicen las relaciones existentes entre el patrimonio
histórico, el desarrollo sostenible, el sistema educativo y los medios de comunicación. El fomento de la investigación
se complementará con líneas de actuación en arqueología -urbana, rural y subacuática- etnología e historiografía.

Se impulsará la formación patrimonial, continuando con las actuaciones en el sistema educativo a través del
Programa Pórtico y el apoyo a los Gabinetes Pedagógicos de Bellas Artes. Se complementarán estas acciones con
76 formación ocupacional y formación personalizada.

La difusión del patrimonio se realizará impulsando mediante programas d divulgación patrimonial, exposiciones,
publicaciones y material audiovisual.

2. Protección, conservación y restauración del patrimonio histórico

La protección se articulará a través de la ejecución de convenios con la administración local para la redacción y
gestión del planeamiento urbanístico en zonas arqueológicas y conjuntos históricos; la formulación y gestión del
Catálogo General del Patrimonio Histórico, el registro de Bienes de Interés Cultural; Catálogo del Patrimonio Biblio-
gráfico y Censo del Patrimonio Documental.

La conservación se acometerá mediante programas de intervención en bienes muebles e inmuebles y ayudas


crediticias a las entidades privadas.
Javier Verdugo Santos

3. Mejora de las infraestructuras de las instituciones del patrimonio

Elaboración y gestión del Plan General de Infraestructuras de las Instituciones del Patrimonio Histórico, que
contemplará planes sectoriales para museos, archivos, bibliotecas y conjuntos monumentales y arqueológicos.
Estas medidas se complementan con el programa del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico.

5.1.4 Plan General de Bienes Culturales 1996-2000

El segundo Plan General, a diferencia del primero, nace con la vocación de ser «un instrumento para
racionalizar y perfeccionar la actuación de la Administración cultural de la Comunidad Autónoma de Andalucía en
el campo del patrimonio histórico» (PGBC 96-00, 1997: 7), que basa sobre dos ejes: una política del Gobierno
andaluz, a la altura de otras políticas, como la vivienda, la educación o el medio ambiente y es una «política
especial». El plan defiende que una política sobre patrimonio «debe contar con el concurso de otros bienes y
la participación de los agentes sociales para afrontar las perspectivas de cambio socioeconómico en condiciones
de equilibrio, compatibilizando conservación y desarrollo» (PGBC 96-00, 1997: 9). Asimismo aporta una defini-
ción de patrimonio, entendiéndolo como «el conjunto de elementos naturales o culturales, materiales o inmateria-
les, heredados del pasado o creados en el presente, en donde un determinado grupo de individuos reconocen sus
señas de identidad» (PGBC 96-00, 1997: 9). El plan reconoce que el patrimonio es un recurso fundamental en el
proceso de desarrollo, tanto individual como colectivo, y que existe una convergencia entre patrimonio, recurso y
capital, entendiendo éste como «recursos financieros disponibles para afrontar empresas determinadas» (PGBC
96-00, 1997: 21-22). Hoy día el desarrollo del sistema económico necesita la incorporación de nuevos recursos,

ARTÍCULOS
que aseguren una mayores cotas de progreso. El Plan admite que «la Administración ha comenzado a asumir el
patrimonio como un factor de desarrollo sostenible y esto significa encontrar vías para integrar y equiparar la
política sobre este patrimonio cultural a otras políticas de desarrollo regional, adoptando además una perspectiva
77
territorial en su gestión que permita su descentralización y el protagonismo de la escala local».

Como punto negativo, el plan contó con escasa participación de la sociedad civil, a pesar de haberse constitui-
do un foro público de discusión, y sobre todo adoleció del mismo defecto que el primero: confundir el plan con
los programas de la Consejería de Cultura, sin trascender hacia un documento de mayor calado económico y
político. Al igual, que con el primer plan, tampoco ha logrado ser aprobado por ley del Parlamento Andaluz, lo
que no le aseguró fuerza de obligar y «las sucesivas Leyes de Presupuestos se encargaron de limitar las
previsiones», como acertadamente critican los redactares del segundo plan, el contenido presupuestario del
primero (PGBC, 1997: 79)8.

Por último, ninguno de los dos planes han logrado integrar sus programas en los ejes previstos tanto en el Marco
Comunitario de Apoyo de 1989-1993, como en el de 1999-2000, donde, cómo luego veremos, el patrimonio

8 Plan General de Bienes Culturales de Andalucía 1996-2000 (PGBC). Consejería de Cultura. Sevilla 1997.
El Patrimonio Histórico como factor de desarrollo sostenible

quedó incluido en las acciones y ejes relacionados casi exclusivamente al turismo o al desarrollo rural, sin
protagonismo de la Administración cultural regional. Asimismo, el plan no ha puesto en marcha políticas
culturales basadas en el territorio, como afirma Fernández Salinas (2003: 41): «las políticas culturales, aquellas
en las que se inscriben de forma natural los recursos patrimoniales, no han abierto líneas coherentes y sólidas
en las propuestas de desarrollo territorial». Confiemos que en la próxima edición del plan se consiga elevarlo a
la categoría de ley andaluza y se impulsen esas políticas territoriales tan necesarias.

5.1.5 Programa de Desarrollo Endógeno de Zonas Rurales de Andalucía

El patrimonio está siendo incluido como recurso en los planes de desarrollo rural, como sucede en el
Programa de Desarrollo Endógeno de Zonas Rurales de Andalucía (PRODER, 2000-2006)9, cuya dirección y
supervisión en su ejecución corresponde a la Dirección General de Desarrollo Rural de la Consejería de Agricul-
tura y Pesca de la Junta de Andalucía. El objetivo general del PRODER es «promover el desarrollo endógeno y
la diversificación económica de las zonas rurales mediante el apoyo financiero a proyectos e iniciativas de
promotores y emprendedores que contribuyan al mismo»10. Esta estrategia de desarrollo contempla entre otras
acciones, «la promoción de la valorización del patrimonio rural»11. Esta acción va dirigida a actuaciones «cuyo
objeto sea la recuperación y renovación de pueblos, protección y conservación del patrimonio rural». Se busca
la rehabilitación de aquel patrimonio comarcal, que ha sido abandonado o deteriorado por el éxodo rural, y
constituye un «referente habitacional», y con cuya recuperación se persigue «el asentamiento en dichas comar-
cas de población residentes en ciudades», procurando invertir el éxodo rural. Las acciones que se contemplan
son las de inventario y catalogación, restauración y aprovechamiento de construcciones y de parajes rurales de
interés histórico, artístico, cultural o turístico; la renovación del patrimonio arquitectónico y el apoyo a la
difusión cultural relacionada con el desarrollo local. El programa sustenta su estrategia en la participación de
entidades asociativas implantadas en el territorio, que al final de un proceso de selección, abierto y participativo,
78
actúan como colaboradoras en el desarrollo del programa constituyéndose como Grupos de Desarrollo Rural de
Andalucía. Al amparo de este programa es posible la realización de actuaciones en zonas patrimoniales diacró-
nicas, en especial las relativas a inventariado y catalogación, previas para la protección y la creación de centros
de interpretación o museos para la difusión del patrimonio de dichas zonas, así como algunas medidas de
conservación y restauración que posibiliten la puesta en valor y su difusión. Sin embargo, en opinión de Barrera
(2003: 88-89), en la ejecución de este programa se advierten dos carencias, que pueden hacerse extensivas a
todos aquellos que contemplan acciones sobre el patrimonio histórico, atribuibles a las administraciones
públicas en general, y de manera especial a la administración regional. Se trata, en su opinión, que también
compartimos, de una ausencia de medidas transversales o de cooperación interdepartamental, o meramente un

9 Subvención global «Desarrollo endógeno de zonas rurales». PRODER de Andalucía (2000-2006).Consejería de Agricultura y Pesca. Empresa
Pública para el Desarrollo Agrario y Pesquero de Andalucía, S.A. Sevilla 2001. La inversión prevista par el plan es de 215 millones de euros, de los
que corresponden a la UE (86.5 millones); Gobierno Central (16.1 millones), Junta de Andalucía (11.5 millones) y sector privado (86.3 millones).

10 Idem, 3.

11 Ibidem.
Javier Verdugo Santos

marco institucional de referencia, que permitiera definir las relaciones que debieran existir, entre la Consejería de
Cultura y la de Agricultura y Pesca, responsable de la ejecución de los programas PRODER y LEADER. Por otro
lado, tampoco existe una evaluación adecuada de las intervenciones públicas o privadas asociadas a estos
programas. Sería deseable una mayor presencia en el territorio de la Consejería de Cultura, mediante su partici-
pación en las Agencias de Desarrollo Local, con el fin de impulsar el desarrollo cultural de las comarcas. Al
mismo tiempo, debería impulsarse por la Consejería de Cultura, un mapa territorial del patrimonio en el que se
concretaran aquellas zonas patrimoniales, que de acuerdo con las estrategias y previsiones del Plan General de
Bienes Culturales se consideraran prioritarias a los efectos de actuaciones del PRODER. Esta ausencia de visión
general o territorial está limitando la viabilidad de muchos proyectos patrimoniales locales, con el consiguiente
desvío hacia otras acciones más viables o que cuentan con el apoyo de otros departamentos, como ocurre con
el turismo o el medio ambiente.

5.1.5 Plan Andaluz de Investigación

El III Plan Andaluz de Investigación 2000-2003 (PAI)12 desarrollado por la Consejería de Educa-
ción y Ciencia de la Junta de Andalucía, introduce entre sus objetivos el «Desarrollo industrial y territorial
sostenible», que busca aprovechar las ventajas de las nuevas tecnologías para impulsar y crear empresas y
empleos, tanto en los sectores tradicionales como en áreas emergentes, como el medio ambiente y el
patrimonio cultural. Asimismo, el PAI ha establecido varios programas sectoriales entre los que destacan:
El Plan de Investigación de Ordenación del Territorio y Obras Públicas, en el que se contempla una clara
referencia a la investigación en sostenibilidad y protección de recursos naturales y culturales (PAI, 2000-

ARTÍCULOS
2003, 1999: 30) y el Programa de Bienes Culturales, que tiene como objeto «planificar y poner en marcha
la investigación en todas las áreas del patrimonio histórico, con el fin de perfeccionar el conocimiento, los
criterios, métodos y técnicas, aplicados a la protección, conservación, difusión y gestión del patrimonio
79
histórico en Andalucía».

En lo que al patrimonio se refiere el plan recoge una concepción más amplia del término, para incluyendo tres
categorías de patrimonio: - Patrimonio natural, entendiéndolo no sólo en su relación con el medio ambiente
sino también en su devenir histórico; Patrimonio arqueológico-artístico y Patrimonio histórico- cultural. El
PAI, en su capítulo de Humanidades ha creado el Subprograma de Ciencias y Tecnología del Patrimonio
Histórico y en estos momentos hay mas de sesenta grupos de investigación de las universidades andaluzas que
tienen al patrimonio como centro, pero en ellos se observa más una línea de investigación clásica que una
apertura hacia cuestiones relacionadas con la gestión de los recursos patrimoniales y su importancia económi-
ca. Habrá que esperar al desarrollo de disciplinas como la «economía de la cultura», para que se supla esa
deficiencia investigadora.

12 Adapta para Andalucía las directrices de dos intrumentos de planificación de ámbitos superiores: V Programa Marco de I+D de la Unión Europea
y el IV Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica.
El Patrimonio Histórico como factor de desarrollo sostenible

5.2 El Marco Comunitario de Apoyo: los Fondos Estructurales

El papel cada vez más importante del hecho regional (PESTCHEN, 1993) ha provocado la formulación de
unos nuevos instrumentos para la aplicación a ese nivel de los fondos estructurales: los marcos comunitarios de
apoyo (MCA). Estos MCA van destinados, entre otros objetivos, a fomentar el desarrollo y el ajuste estructural de las
regiones menos desarrolladas.

Cada MCA es objeto de una negociación entre el Estado miembro afectado y la Comisión Europea y establece las
prioridades de desarrollo sobre las que se ha acordado concentrar la ayuda comunitaria. Su vigencia es de cinco
años, con un compromiso de financiación por parte de la Comunidad durante ese período lo que constituye una
base sólida de planificación.

En el caso de España, se han materializado el MCA, 1988-1994; el 1994-1999 y el 1999-2004, este último en
ejecución. Los distintos MCA han llevado a cabo actuaciones destinadas al ajuste estructural y al desarrollo
económico de las regiones afectadas por el «objetivo uno», entre las que se encuentran Andalucía, Asturias,
Castilla y León, Castilla-La Mancha, Ceuta y Melilla, Comunidad Valenciana, Extremadura, Galicia, Canarias
y Murcia

5.2.1 El MCA 1988-1994

En el MCA (1988-1994), el Gobierno Español presentó un Plan de Desarrollo Regional (PDR), a partir del
cual la Comisión Europea definió el MCA-España para intervenciones estructurales comunitarias. Este MCA-
España, diseñado de común acuerdo entre la Comunidad y la Administración Central del Estado, con el concurso
de las comunidades autónomas, se articuló a través de Submarcos Comunitarios de Apoyo (SMCA). Como
80
consecuencia, las regiones españolas, ya mencionadas, todas ellas incluidas en el «objetivo uno», contaron en
dicho MCA-España 1988-1993, con Submarcos Comunitarios de Apoyo, estructurados en una serie de Programas
Operativos subdivididos por comarcas o zonas geográficas. Estos Programas Operativos Regionales (POR) se
orientaban a la materialización de la ayuda comunitaria en aquellos proyectos o programas que aumentasen las
posibilidades de convergencia de las regiones con el mercado europeo.

Entre los objetivos del MCA-España destacaba, entre otros, el relativo al turismo, cuya importancia económica es
resaltada con la formulación de un eje de desarrollo exclusivo para este sector, y cuyo objetivo era el incremento en
calidad y cantidad de la oferta turística española y su mayor integración en el contexto europeo.

Este eje de desarrollo contemplaba, a su vez, un subeje de especial importancia denominado «Revalorización
de los recursos culturales de interés turístico», con el que se pretende la mejora del patrimonio cultural
mediante la diversificación de la oferta turística hacia sectores poco desarrollados, como el turismo rural
y monumental.
Javier Verdugo Santos

En los Submarcos regionales volvían a contemplarse estas acciones de revalorización insistiéndose en la necesi-
dad de aprovechar el patrimonio desde el punto de vista turístico, mediante su conservación y recuperación,
«rentabilizándolo en términos económicos en la medida de lo posible»13.

Se insistía en los «itinerarios turísticos y culturales»14 o en la «restauración de monumentos». Y en el caso de


Extremadura15 se indicaba expresamente que el eje de desarrollo turístico va dirigido a la realización de «medidas de
conservación y de promoción del patrimonio cultural de la región, que permita su explotación económica». Y añade,
«los recursos culturales pueden constituir un factor de atracción turística si la iniciativa privada articula una oferta de
infraestructuras hoteleras que permita su aprovechamiento».

En el caso del MCA-Andalucía, el turismo aparecía como un eje de desarrollo, destacándose las perspectivas turísticas
del interior, que se pretendían potenciar con acciones de protección del medio ambiente y del patrimonio histórico-
artístico, tanto en su utilización como infraestructura turística como potenciando las rutas turísticas culturales y
poniendo en valor el patrimonio, con objeto de asegurar el mantenimiento, a largo plazo, de la demanda turística16.

Resumiendo, el MCA-España reconocía la importancia del patrimonio histórico como factor potencial de
desarrollo económico, en tanto en cuanto activaba nuevas demandas turísticas, que permitirían su explotación
en términos económicos.

La apreciación por el MCA-España de estos valores al patrimonio abría grandes expectativas de futuro a la planifi-
cación y a los recursos financieros de la acción de tutela y difusión en esta materia. Este cambio de mentalidad, por

ARTÍCULOS
otro lado tremendamente positivo, suponía un giro importante en los conceptos hasta ahora establecidos, que
consideraban a la acción cultural de protección y difusión del patrimonio como una mera actividad subsidiada,
como una consecuencia típica de la cultura del estado del bienestar, residenciada en las áreas de los servicios sociales.
81

Finalmente, la nueva concepción permitiría conseguir un mayor nivel de financiación, a través de los fondos
estructurales europeos, de la acción de conservación del patrimonio histórico, a la vez que lo incorporaba a la
riqueza activa del país.

5.2.2 El MCA 1994-1999

Entre las actuaciones llevadas a cabo en el ámbito de aplicación del MCA 1994-1999, recogidas en la
«Aplicación de los fondos estructurales en el periodo 1994-1999», del Plan de Desarrollo de Andalucía

13 Marco Comunitario de Apoyo. Documento. Luxemburgo. 1990. Oficina de las Comunidades Europeas. pp. 29, 42 y 48.

14 Ibidem. Valencia. p.65.

15 Ibidem. Extremadura. p.71.

16 Ibidem. Andalucía. pp.22-23.


El Patrimonio Histórico como factor de desarrollo sostenible

(PDRA)17, destaca las concernientes al patrimonio histórico de Andalucía, que aparece en el Eje 3. Turismo
(PDRA, 2000: 30). Ya hemos visto como en el anteriores MCA se daba especial importancia al sector turístico y
a la «Revalorización de los recursos culturales de interés turístico», que fue nuevamente objeto de desarrollo en
el de 1994-1999 .

De nuevo se insiste en llevar a cabo «una estrategia dirigida hacia la mejora de la calidad del producto turístico en
Andalucía y a reforzar la posición de Andalucía en los mercados turísticos».

Las actuaciones a este respecto se han realizado han sido:

1. Concesión de incentivos a la inversión en el sector.


2. La realización de campañas de promoción y apoyo a la comercialización.
3. La construcción de infraestructura turística.
4. Revalorización de los recursos arquitectónicos y monumentales.

En el balance que se presenta en la memoria del MCA 2000-2006, se afirma que la valoración de la ejecución de esta
acción de «revalorización de los recursos culturales y arquitectónicos de interés turístico» es muy positiva.

Sin embargo, cuando se comparan magnitudes de actuaciones llevadas a cabo en el MCA, el diferencial entre las
realizadas en el ámbito medio ambiental y en el del patrimonio cultural, es abrumadoramente alto para aquél. Así,
frente a los 11.651 «proyectos de valorización del patrimonio natural» ejecutados, sólo se han rehabilitado 121
«monumentos del patrimonio artístico» (PDRA, 2000: 40). Lo primero que sorprende es la falta de un eje exclusivo
del patrimonio, y que además la nomenclatura sea coherente. Así se habla de patrimonio histórico, artístico o de
recursos culturales y arquitectónicos. Es cierto que cuando se elaboró este MCA aún no se había enunciado
82
programa cultural alguno por parte de la Unión, y que por tanto se seguía la corriente iniciada en el anterior MCA de
incluir las acciones de patrimonio exclusivamente en el Eje del Turismo.

5.2.3 El MCA 2000-2004

Por Decisión de la Comisión de 19 de noviembre de 2000, se aprobó el Marco Comunitario de Apoyo


(MCA) para las intervenciones estructurales comunitarias en las regiones del Objetivo 1, entre las que se
encuentra Andalucía, con un Plan de Desarrollo Regional (PDRA). En el Capítulo I de este instrumento de
planificación y actuación se recoge, dentro del epígrafe «Análisis de la situación de partida», un apartado
denominado «Capital Natural: Territorio y Medio Ambiente», en el que se reconoce que «el capital natural, y en
particular la conservación y gestión del mismo, está muy vinculado a la evolución de la población y a su nivel de
formación y desarrollo».

17 Plan de Desarrollo Regional de Andalucía 2000-2004 (PDRA). Consejería de Economía y Hacienda. Junta de Andalucía. Sevilla 2000.
Javier Verdugo Santos

Más adelante se insiste en que «las posibilidades económicas de territorio se encuentran cada vez más vinculadas
a la calidad de su medio ambiente»(PDRA, 2000: 25). De este modo el MCA, asume la importancia de una política
sostenible del medio ambiente, del capital natural, asociando el desarrollo regional a la sostenibilidad de este
importante recurso. Hay un reconocimiento a la progresiva confluencia entre las políticas sobre patrimonio cultural
y patrimonio natural. En una región como la andaluza, en la que existe una extraordinaria abundancia y variedad de
ambos recursos patrimoniales, uno no puede ser entendido sin el otro, entre otras cuestiones porque en muchos
casos son el sabio resultado de un diálogo histórico entre las características físicas del territorio y las culturas
asentadas en él. Además, la visión integrada de ambos es fundamental al considerar estos recursos en una perspec-
tiva territorial y, por la misma razón, al establecer las estrategias de desarrollo.

Asimismo, manifiesta que «las actividades ligadas a la gestión, conservación y regeneración del medio ambiente
se has convertido ya, y con tendencia a incrementarse, en un importante yacimiento de empleo» (PDRA, 2000:
25). El capital natural, aparece pues como una industria alternativa, que no sólo preserva el medio ambiente, sino
que además permite desarrollar un importante nicho de empleo. Junto a este capital natural, y dentro del mismo
apartado del MCA-PDRA ( 2000: 26), se contempla el patrimonio cultural, como «otro aspecto que puede
aprovecharse como potencial de desarrollo». Se asume así, en el documento de planificación, la «explotación» de
los recursos patrimoniales al mismo nivel que el capital natural, reconociéndose que ambos están interrelacionados
y tienen al territorio como soporte común. De este modo las recomendaciones y decisiones de los órganos europeos
que hemos analizado en lo referente a la política cultural y al patrimonio histórico tienen un reflejo directo en estos
programas, cumpliéndose el acuerdo de los ministros de cultura de los Estados miembros (DO nº C336, de
19.12.1992), sobre la conveniencia de que «el sector cultural participe plenamente y se beneficie de las acciones

ARTÍCULOS
efectuadas en otros ámbitos, como fondos estructurales, investigación, tecnología avanzada, educación y turis-
mo», es decir implicando al sector cultural en aquellas acciones comunitarias relativas al desarrollo.

83
En el apartado de «Identificación de las debilidades y fortalezas» (PDRA, 2000: 45), de las regiones Objetivo 1, se
insiste en que en ellas, incluida Andalucía, hay «un insuficiente aprovechamiento del potencial de sectores
emergentes vinculados a la industria de bienes culturales y medioambientales». Es significativo el tratamiento de
los bienes culturales como industria emergente, que indica el aumento de la sensibilización hacia el sector y que
el plan asume los nuevos conceptos del patrimonio como factor de desarrollo. Asimismo, y en el capítulo de
«Principales fortalezas y potencialidades», se valora, además de la importancia estratégica de Andalucía respecto a
determinadas áreas de actuación comunitarias: Arco Atlántico, Portugal, Arco Mediterráneo y Norte de África, que le
confiere un extraordinario dinamismo potencial, el «valioso patrimonio cultural», que constituye «un destacado
potencial de desarrollo sostenible» (PDRA, 2000: 48). Añadiendo que «estos recursos pueden ser adecuada-
mente gestionados y protegidos, asegurando su compatibilidad con el desarrollo económico y social» y que los
mismos «deben valorizarse como activos potencialmente favorecedores de dicho desarrollo socioeconómico».

La posición del MCA es clara y contundente respecto a la potencialidad del patrimonio histórico, por lo que debería
tener, en consecuencia, un desarrollo de ejes y actuaciones en las estrategias de aplicación de los fondos estruc-
El Patrimonio Histórico como factor de desarrollo sostenible

turales. En un futuro, y en previsión de futuros planes de desarrollo regionales, la creación de ejes autónomos que
tengan por objetivo el patrimonio histórico es fundamental, sobre todo teniendo en cuenta que los fondos estruc-
turales dejarán de invertirse en Andalucía en torno al 2015, por lo que sería de desear, que al menos en el último
tramo de estos fondos europeos el patrimonio se beneficiara de ellos, lográndose la consolidación de este impor-
tante factor de desarrollo, que de lo contrario quedaría en una posición de notoria debilidad respecto a otros como
el medio ambiente y el turismo.

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ARTÍCULOS
de mayo de 1996.

Declaración de la Reunión Euro-Mediterránea de Ministros de Cultura. Bolonia, 22-23 de abril de 1996.


Referencia Boletín del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico. (IAHP). nº 15. Junio 1996.
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Resolución del Consejo de 25 de julio de 1996 sobre el acceso de todos los ciudadanos a la cultura. DO
nºc242 de 21.08.1996.

Convocatoria de la Comisión sobre propuestas para acontecimientos e iniciativas de difusión de una


dimensión europea a favor de la salvaguarda y la valorización del patrimonio cultural europeo. DO nºc219, de
18.07.1997.

Decisión del Consejo de 22 de septiembre de 1997 relativa al futuro de la actuación cultural europea. DO
nºc305 de 07.10.1997.

Decisión nº 2228/97/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 13 de octubre de 1997, por la que se establece
un programa de acción comunitaria en el ámbito del patrimonio cultural (programa Rafael), DO nº L305/31.

Decisión 1419/1999/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 25 de mayo de 1999, por el que se establece
una acción comunitaria a favor de la manifestación «Capital Europea de la Cultura» para los años 2005 a
2019. DO nºL166 de 01.07.1999.
El Patrimonio Histórico como factor de desarrollo sostenible

Resolución del Consejo, de 28 de octubre de 1999, sobre la incorporación de la historia a la acción cultural de
la Comunidad. DO nºc324 de 12.11.1999.

Decisión nº508/2000/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 14 de febrero de 2000, por la que se
establece el programa Cultura 2000. DO nºL063 de 10.03.2000.

Resolución del Consejo de 26 de junio de 2000 relativo a la conservación y promoción del patrimonio
cinematográfico europeo. DO nºc193 de 11.07.2000.

Dictamen del Comité Económico y Social sobre la «Propuesta de Reglamento del Consejo por el que se
modifica el Reglamento (CEE) nº 3911/92, relativo a la exportación de bienes culturales». D.O. nºc193 de
10.07.2001.

Resolución del Consejo de 21 de enero de 2002 sobre el lugar de la Cultura en la Unión Europea, DO nºc032 de
05.02.2002.

Posición común(CE) nº 27/2002, de 28 de enero de 2002, aprobada por el Consejo relativa al sexto programa
marco de la CE para acciones de investigación, desarrollo tecnológico y demostración, destinado a contribuir
a la creación del Espacio Europeo de Investigación y la innovación (2002-2006).

Acuerdo del Consejo, sesión 2427, de 23 de mayo de 2002, por el que se proponía la revisión del Programa
2000, y la formulación del Programa Cultura 2004.

Resolución del Consejo de 25 de junio de 2002 sobre un nuevo plan de trabajo relativo a la cooperación
europea en el ámbito de la cultura ( Programa Cultura 2004), DO nºC162 de 06.07.2002.

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