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El concepto del museo comunitario: ¿historia viviente o

memoria para transformar la historia?

En este breve escrito, presentamos un resumen del concepto del museo comunitario, desarrollado a lo largo de
los últimos veinte años en colaboración con diversas comunidades del estado de Oaxaca, en el sur de México.
Para aclarar algunos puntos, comenzamos haciendo un contraste con la idea de “museo de historia viviente”, que
se ha difundido en algunos medios como una propuesta similar al museo comunitario. Este punto de partida nos
permitirá evitar confusiones y resaltar la especificidad de la propuesta.

Una primera consideración es que el museo nunca es una expresión directa de la vida, como un pedazo de vida
arrancada de la realidad y expuesta en un recinto. El museo es siempre una interpretación de la vida, una
selección específica y significativa de la realidad. Cuando no colocamos esta apreciación en primer término,
existe el peligro de ocultar la interpretación y el autor de la interpretación. Podemos preguntar, ¿el museo es la
historia vivida por quien? ¿De acuerdo a quien?

La palabra "viviente" nos refiere, por un lado, a lo auténtico, a lo que constituye parte de la experiencia viva de
culturas y sociedades diversas. Pero debemos recordar, como lo afirmó Tony Bennett, "..el visitante a un museo
nunca está en una relación de contacto directo, sin mediaciones, con la 'realidad del artefacto', y por tanto, con la
realidad del pasado. De hecho, esta ilusión, este fetichismo del pasado, es en sí misma un efecto del discurso.
Porque la concreción aparente del artefacto de museo es consecuencia de la familiaridad que resulta de su
colocación en un contexto interpretativo que se conforma a una tradición, y que tiene resonancia con
representaciones del pasado que tienen una amplia circulación social".

De tal forma que las representaciones históricas nos pueden parecer "vivas" o auténticas, sencillamente porque
dan concreción a interpretaciones que hemos visto repetidamente, y que han cobrado una legitimidad por su
asociación con imágenes ampliamente difundidos acerca de una comunidad o una cultura.

Actualmente, el aspecto de ser "viviente" puede referirse a otro aspecto de las representaciones culturales, es
decir, el grado al cual captan movimiento y animación, y son capaces de involucrar a todos los sentidos en una
experiencia de gran impacto y espectacularidad. Puede considerarse como "historia viviente" una simulación de
la vida en épocas anteriores, que utilice todos los recursos de la tecnología moderna para recrear sonidos, olores
y movimiento.

Pine y Gilmore proponen que los cambios propiciados por los procesos de globalización han permitido la
creación de una nueva forma de la economía, la "economía de la experiencia". En esta nueva economía, casi
todas las grandes empresas de entretenimiento trasnacionales han iniciado proyectos para desarrollar "destinos
de entretenimiento urbano", fundados en guiones temáticos, un mercadeo agresivo, la operación durante las
veinticuatro horas, el aislamiento de los habitantes del lugar, y la dependencia sobre la espectacularidad. Por
ejemplo, en Japón, hay una multitud de parques temáticos tales como "la aldea de cultura turca", "aldea
Yamaguchi de Nueva Zelanda", y "mundo canadiense". Dice Hannigan, "en estos enclaves de etnicidad
simulada, se obtiene un riesgo sin riesgos: los parques eliminan las molestias de viajar tales como el papeleo, los
vuelos sobrevendidos, los idiomas extranjeros y sobre todo, el crimen".

Para nosotros es importante aclarar: no queremos un museo de "historia viviente" entendido como un enclave de
etnicidad simulada, un escenario que recrea la historia, el mito y el folclor en un espacio antiséptico y seguro
para los visitantes, un espacio que trivializa los significados profundos, que descontextualiza la cultura de la
realidad de pobreza y exclusión que viven los pueblos. Pero sobre todo no queremos espacios donde la
animación de la presentación oculte la voz de quienes hablan, y el derecho que tienen los pueblos para hablar
sobre sí mismos, por sí mismos. No buscamos que el objeto cobre vida en el museo, sino que los sujetos sociales,
las comunidades y pueblos, proyecten su vida como interpretadores y autores de su historia.

Paulo Freire señala que el hombre es sujeto porque es un ser de relaciones, capaz de reflexionar, de hacer crítica,
de ser consciente de su historicidad, de optar, de crear y transformar la realidad. Ser sujeto es la vocación
ontológica del hombre, a la cual no puede renunciar sin convertirse en un mero espectador de los hechos, un
receptor de recetas ajenas, un objeto. Para nosotros, el museo comunitario es una herramienta para la
construcción de sujetos colectivos, en cuanto las comunidades se apropian de él para enriquecer las relaciones a
su interior, desarrollar la conciencia de la historia propia, propiciar la reflexión y la crítica, y organizarse para la
acción colectiva transformadora.
Ser sujeto implica autoconocimiento, y el museo comunitario es una herramienta para que la comunidad
construya un autoconocimiento colectivo. Cada persona que participa seleccionando los temas a estudiar,
capacitándose, realizando una entrevista o siendo entrevistado, reuniendo objetos, tomando fotografías, haciendo
dibujos, está conociéndose más a sí mismo, y a la vez está conociendo la comunidad a la que pertenece. Está
elaborando una interpretación colectiva de su realidad y de su historia.

Ser sujeto igualmente implica creatividad, y el museo comunitario propicia la creación colectiva toda vez que
ofrece una oportunidad a las personas que participen en procesos colectivos para expresar sus historias de su
propia manera. La persona creativa no acepta soluciones dadas, busca inventar nuevas formas de abordar su
realidad, y el museo comunitario es un espacio de organización para impulsar nuevas propuestas y proyectos
comunitarios.

Así, el museo comunitario es una opción distinta al "mainstream museum" o museo tradicional. La institución
del museo surgió con base en una historia de concentración del poder y riqueza, que se reflejaba en la capacidad
de concentrar tesoros y trofeos arrancados a otros pueblos. Para Napoleón, París era el lugar donde las obras de
arte tenían "su verdadero lugar, para honor y progreso de las artes, bajo el cuidado en la mano de los hombres
libres", y alimentó el Louvre de trofeos de guerra de los lugares que caían bajo su imperio. El museo comunitario
tiene una genealogía diferente: sus colecciones no provienen de despojos sino de un acto de voluntad. El museo
comunitario nace de la iniciativa de un colectivo, no para exhibir la realidad del otro sino para defender lo
propio. Es una instancia en donde los miembros de la comunidad libremente donan objetos patrimoniales y crean
un espacio de memoria.

En el museo comunitario el objeto no es el valor predominante, sino la memoria que se fortalece al recrear y
reinterpretar las historias significativas. Ansaldi nos señala, "nadie puede vivir con una brutal amputación de la
memoria", es decir, no podemos acordarnos de quiénes somos, no podemos ser sujetos, sin recrear y elaborar
nuestra memoria. Así, los miembros de la comunidad utilizan el museo comunitario para recrear cómo eran las
cosas antes, para revivir eventos y prácticas que los marcaron. Pero el museo también es un instrumento para
analizar la memoria, para re-interpretar el pasado y discernir los aprendizajes de experiencias anteriores.

En el museo comunitario las personas inventan una forma de contar sus historias, y de esta manera participan
definiendo su propia identidad en vez de consumir identidades impuestas. Crean nuevo conocimiento en vez de
conformarse a una visión central, a la interpretación dominante de la historia nacional, que siempre los excluye y
borra del registro. Luchan contra una larga historia de desvalorización, al valorar sus historias y los hechos
cotidianos de la vida comunitaria. Así, se apropian de una institución creada para la elite para afirmarse y
legitimar sus propios valores.

El museo comunitario se convierte en una herramienta para manejar el patrimonio bajo las formas del poder
comunal. Por un lado, sirve para mantener o recuperar la posesión de su patrimonio cultural material, y por otro,
permite lograr una re-apropiación simbólica de lo que es suyo, al elaborar lo que significa en sus propios
términos. A través del museo, la comunidad busca ejercer poder sobre lo que es suyo, y lucha contra la
expropiación. Esta lucha la desarrolla por medio de sus propias formas de organización, la asamblea comunal, u
otras, donde las personas de la comunidad toman decisiones sobre qué mostrar en el museo, como dirigirlo, y
qué prioridades tiene.

Así, el museo comunitario no responde a decisiones de autoridades centrales, ni en su contenido ni en su


operación. Se vincula a las instancias de gobierno local que representan más directamente a la comunidad, pero
no depende de instituciones estatales o federales. El grupo que dirige el museo es una instancia organizada de la
comunidad, ya sea vinculada al gobierno local o constituido como organización no-gubernamental. A través del
tiempo permite generar habilidades, experiencia y recursos sociales que fortalecen la capacidad para la
autonomía. La forma en la que construye fuerzas es en relaciones horizontales, al interior de la comunidad y
hacia fuera de ella también.

Al ser un instrumento para generar conciencia, el museo comunitario es necesariamente un instrumento para
convocar a la acción. Es un espacio de organización donde la reflexión sobre la historia desemboca en iniciativas
para intervenir en esa historia y transformarla. Surgen proyectos para fortalecer la cultura tradicional, para
desarrollar nuevas formas de expresión, para impulsar la valorización del arte popular, para generar turismo
controlado por la comunidad. Hay múltiples iniciativas de capacitación para abordar las necesidades sentidas por
los diferentes sectores de la población. Desarrolla intercambios con una gran variedad de otras comunidades,
descubriendo intereses comunes y forjando alianzas que permiten realizar proyectos conjuntos.
Waldo Ansaldi nos recuerda las palabras de George Orwell: "Quien controla el pasado, controla el futuro: quien
controla el presente, controla el pasado", y señala que "los hombres quieren ser dueños del futuro sólo para poder
cambiar el pasado. Luchan por entrar al laboratorio en el que se retocan las fotografías y se rescriben las
biografías y la historia". El museo comunitario es una opción que contribuye a controlar el futuro de las
comunidades por medio del control de su pasado. Es un instrumento para que las instancias de decisión
comunitaria ejerzan poder sobre la memoria que alimenta sus aspiraciones de futuro.
El museo comunitario es un proceso, más que un producto. Combina e integra procesos complejos de
constitución del sujeto colectivo de la comunidad, a través de la reflexión, autoconocimiento y creatividad;
procesos de fortalecimiento de la identidad, a través de legitimar las historias y valores propios; procesos de
mejoramiento de la calidad de vida, al desarrollar múltiples proyectos a futuro; y procesos de construcción de
fuerzas a través de la creación de redes con comunidades afines. Es un proceso colectivo que toma vida al
interior de la comunidad, por lo que podemos afirmar que es un museo "de" la comunidad, no elaborado a su
exterior "para" la comunidad. El museo comunitario es una herramienta para avanzar en la autodeterminación,
fortaleciendo las comunidades como sujetos colectivos que crean, re-crean y deciden sobre su realidad.

Teresia Morales

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