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Señor Jesús:

Estamos ante tu presencia real y sacramental con la misma conciencia de lo que nos has revelado: “No sois
vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido” (Jn 15,9-17). Y lo que nos has dado a conocer
es el testimonio del amor de Dios para con la humanidad. Un testimonio en el que nos has llamado a
permanecer. Y un mandamiento de amor que según tu santa voluntad quieres que guardemos entrañablemente
en lo más profundo de nuestro ser y lo hagamos vida, lo encarnemos en nuestra vida propia, la que Tu nos has
dado por amor.

Hoy también queremos decirte desde nuestra propia experiencia de fe que "Tú tienes palabras de vida eterna y
nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Hijo de Dios" (Jn. 6,69). Ante todo, convencidos que la fe no
se trata de una certeza plena de las cosas; sino de una adhesión constante a tu Palabra. Pero no sólo una Palabra
que surge del razonamiento humano, sino de una Palabra que nace de la experiencia de amor y de encuentro
personal en la admiración y contemplación de tu divinidad y humanidad.

Señor Jesús, estamos aquí congregados porque creemos que prolongas tu presencia y estás hoy con nosotros.
Estás en medio de esta comunidad parroquial de san Joaquín. Tú nos conoces perfectamente. Conoces nuestros
aciertos, desaciertos, dudas, miedos, frustraciones, esperanzas, conoces nuestros problemas, nuestros propósitos,
metas y la recta intención y empeño que ponemos en todo lo que pensamos, decimos y hacemos. Tu nos juzgas
con amor y bondad, tu juicio es misericordioso y perfecto.

Aumenta Señor nuestra fe, esperanza y amor. Solos no podemos, necesitamos de tu gracia. Como decía san
Agustín de Hipona: “Señor, dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”. Solo así sabremos iluminar
nuestras situaciones personales, así como los diversos sectores de la vida familiar y social. Mira nuestra
comunidad parroquial, danos el regalo del espíritu misionero, del celo apostólico, del amor por los hermanos.
No permitas Señor, por tu gran bondad que entremos en un intimismo espiritual que desconozca al prójimo, no
permitas Señor que nos preocupemos tan sólo por nuestra salvación y no por la salvación de la Iglesia y de toda
la humanidad. No permitas Señor que manchemos nuestra vida con la idolatría del poder, del placer y del tener
desordenados. Danos tu gracia Señor para vayamos tras la virtud, en búsqueda de la santidad. Una santidad que
no separe lo sagrado de lo profano. Danos una conciencia integradora para reconocer que la vida es santa.
Después de haber tenido un encuentro verdadero y transformante contigo Señor, es imposible seguir mirando al
ser humano como un objeto, seguirlo descartando, es imposible no reconocer su dignidad, la misma que nos has
otorgado cuando nos creaste por amor a tu imagen y semejanza.

Señor bendice el trabajo de todos los grupos, ministerios, pequeñas comunidades de nuestra parroquia. Tu eres
quien hace fructuosas todas nuestras obras. Y te las presentamos como ofrenda de nuestras manos, junto con
nuestros talentos. Los dones que hemos compartido como comunidad parroquial. Bendice nuestros niños,
jóvenes, adultos y adultos mayores de nuestra comunidad. Haz que cada quien desde su estado particular de
vida pueda vivir en la conciencia de su bautismo la fe y la moral cristiana este maravilloso tesoro que nos has
entregado en tu santa Iglesia, la que nos ha engendrado para la vida según el Espíritu. Permite Señor que se
acreciente nuestro compromiso como comunidad parroquial: Que seamos una parroquia evangelizada y
evangelizadora, que nuestro compromiso permanente sea trabajar por seguir construyendo un Reino de amor,
paz y justicia. Que nuestra preocupación central sea adorarte, alabarte, y glorificarte con nuestras obras. Que
nos comprometamos efectivamente abrazando la cruz, apasionándonos por el servicio a todo el que lo requiera.
Subiéndonos a la cruz. No permitas que dejemos la cruz tirada a medio camino y salgamos tras las seducciones
del mundo: la tentación materialista, facilista, utilitarista, hedonista.

Que digamos con san Pablo: “Porque si predico el evangelio (anuncio las buenas nuevas), no tengo nada de qué
gloriarme, pues estoy bajo el deber de hacerlo. Pues ¡ay de mí si no predico el evangelio!” 1Co 9,16.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

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