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LA PENA Y LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD

La pena es la consecuencia jurídica del delito. Se puede definir la pena como “la
privación de un bien impuesta en virtud de un proceso al responsable de una
infracción prevista por la Ley”.

De esta definición se pueden extraer como caracteres de la pena los siguientes:

 Es una actividad física, en el sentido de que para llevarla a efecto es


preciso desarrollar actos de compulsión y coerción, así como desarrollar
actos procedimentales y administrativos.
 Es una actividad jurídica, en el sentido de que se impone mediante un
proceso y con arreglo a cauces y normas absolutamente predeterminadas.
 Es un acto proporcionado, pues no puede existir un desajuste entre el mal
causado por el delito y el mal que el delincuente recibe como castigo.
 Es una actividad limitada, en el sentido de que no puede contener
privaciones o restricciones que no estén expresamente señaladas en el
fallo.

Nuestro Código Penal no contiene una definición de la pena, sino que hace una
enumeración de las mismas, aunque para evitar toda duda, después de enumerar
las penas, dispone que: “No se reputarán penas:

La detención y prisión preventiva y las demás medidas cautelares de naturaleza


penal.

Las multas y demás correcciones que, en uso de atribuciones gubernativas o


disciplinarias, se impongan a los subordinados o administrados.

Las privaciones de derechos y las sanciones reparadoras que establezcan las


leyes civiles o administrativas” (artículo 34).

2. Fundamento

El fundamento de la pena no es otro que la necesidad de contar con un medio de


represión, imprescindible en orden al correcto mantenimiento de las condiciones
que hacen posible la convivencia de las personas en una comunidad.

Esta naturaleza represiva de la pena cristaliza en las siguientes notas definitorias:

a. Toda pena consiste en infligir un mal. Lo cierto es que desde una


perspectiva puramente material la pena es una privación de bienes.
b. Ese mal ha de consistir en la privación de un derecho o bien jurídico.
c. Ese mal sólo puede imponerse como consecuencia de una infracción de la
Ley a la persona responsable de la misma. Es así porque expresa una
reprobación o reproche ante la violación de la norma, y se inflige
precisamente como castigo a su autor.
d. Por último, la pena ha de ser administrada por las autoridades establecidas
al efecto por la Ley y mediante el procedimiento legalmente establecido.

3. Fines

Los fines de la pena son los objetivos que tratan de conseguirse mediante su
imposición. Los objetivos o fines son la retribución, la prevención y la
rehabilitación. La retribución se considera como el intento de volver las cosas al
estado que tenían antes de la comisión del delito y, como es materialmente
imposible, el castigo o respuesta que la sociedad da al delincuente por el mal que
causó. La prevención es el intento de disuadir a otros y al mismo delincuente de la
comisión de nuevos delitos. La rehabilitación es el intento de que el delincuente
vuelva al marco social del que se separó por el delito.

Nuestra Constitución proclama que “las penas privativas de libertad (y las medidas
de seguridad) estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social”
(artículo 25.2º).

El Tribunal Constitucional ha declarado que el artículo 25.2 de la Constitución no


limita la orientación de la pena a la reinserción, permitiendo la fundamentación de
la pena en postulados retribucionistas o de prevención general (Sentencia 2/1987,
de 21 de enero).

El Tribunal Supremo en la misma línea ha declarado que “la reinserción social no


es una finalidad absoluta de las penas privativas de libertad establecida
constitucionalmente… se trata de una orientación armonizable con otras
finalidades de la pena y con la exigencia de justicia prevista en el artículo 1 de la
Constitución. De aquí se deriva que no cabe renunciar sin más a la prevención
general, dentro de límites compatibles con el principio de proporcionalidad, ni
tampoco a la prevención especial frente al propio sujeto que exterioriza una
comprobada tendencia al delito” (Sentencia de 28 de febrero de 2006, en la que se
hace cita expresa de la anterior Sentencia de 26 de octubre de 2001).

CLASES DE PENAS.

Son variadas las clasificaciones que desde un punto de vista doctrinal se han
hecho de las penas. Así, Carrara señaló que las penas pueden clasificarse en
capitales, que privan al delincuente de la vida; aflictivas, que le infligen sufrimiento
físico sin privarle de la vida; infamantes, que recaen sobre su honor; y pecuniarias,
que afectan a su patrimonio.
La pena de muerte fue abolida en nuestro sistema penal por vez primera en el
Código de 1932, pero fue reimplantada mediante Ley de 5 de julio de 1938. La
Constitución de 1978 la abolió definitivamente al establecer que: “Todos tienen
derecho a la vida y a la integridad física y moral, sin que en ningún caso puedan
ser sometidos a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes. Queda
abolida la pena de muerte, salvo lo que puedan disponer las leyes penales
militares para tiempos de guerra” (artículo 15). Sin embargo, mediante Ley
Orgánica 11/1995, de 27 de noviembre, fue abolida la pena de muerte también en
este supuesto, suprimiéndose toda referencia de la misma en el Código Penal
Militar.

Las penas que pueden imponerse con arreglo a este Código, bien con carácter
principal bien como accesorias, son privativas de libertad, privativas de otros
derechos y multa (artículo 32).

Señala el Código que “en función de su naturaleza y duración, las penas se


clasifican en graves, menos graves y leves” (artículo 33.1).

Son penas graves:

a) La prisión permanente revisable.

b) La prisión superior a cinco años.

c) La inhabilitación absoluta.

d) Las inhabilitaciones especiales por tiempo superior a cinco años.

e) La suspensión de empleo o cargo público por tiempo superior a cinco años.

f) La privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores por tiempo
superior a ocho años.

g) La privación del derecho a la tenencia y porte de armas por tiempo superior a
ocho años.

h) La privación del derecho a residir en determinados lugares o acudir a ellos, por
tiempo superior a cinco años.

i) La prohibición de aproximarse a la víctima o a aquellos de sus familiares u otras


personas que determine el juez o tribunal, por tiempo superior a cinco años.

j) La prohibición de comunicarse con la víctima o con aquellos de sus familiares u


otras personas que determine el juez o tribunal, por tiempo superior a cinco años.
k) La privación de la patria potestad.

Son penas menos graves:

a) La prisión de tres meses hasta cinco años.

b) Las inhabilitaciones especiales hasta cinco años.

c) La suspensión de empleo o cargo público hasta cinco años.

d) La privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores de un año


y un día a ocho años.

e) La privación del derecho a la tenencia y porte de armas de un año y un día a


ocho años.

f) Inhabilitación especial para el ejercicio de profesión, oficio o comercio que tenga


relación con los animales y para la tenencia de animales de un año y un día a
cinco años.

g) La privación del derecho a residir en determinados lugares o acudir a ellos, por
tiempo de seis meses a cinco años.

h) La prohibición de aproximarse a la víctima o a aquellos de sus familiares u otras


personas que determine el juez o tribunal, por tiempo de seis meses a cinco años.

i) La prohibición de comunicarse con la víctima o con aquellos de sus familiares u


otras personas que determine el juez o tribunal, por tiempo de seis meses a cinco
años.

j) La multa de más de tres meses.

k) La multa proporcional, cualquiera que fuese su cuantía, salvo lo dispuesto en el


apartado 7 de este artículo.

l) Los trabajos en beneficio de la comunidad de treinta y un días a un año.

Son penas leves:

a) La privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores de tres


meses a un año.

b) La privación del derecho a la tenencia y porte de armas de tres meses a un


año.
c) Inhabilitación especial para el ejercicio de profesión, oficio o comercio que tenga
relación con los animales y para la tenencia de animales de tres meses a un año.

d) La privación del derecho a residir en determinados lugares o acudir a ellos, por
tiempo inferior a seis meses.

e) La prohibición de aproximarse a la víctima o a aquellos de sus familiares u otras


personas que determine el juez o tribunal, por tiempo de un mes a menos de seis
meses.

f) La prohibición de comunicarse con la víctima o con aquellos de sus familiares u


otras personas que determine el juez o tribunal, por tiempo de un mes a menos de
seis meses.

g) La multa de hasta tres meses.

h) La localización permanente de un día a tres meses.

i) Los trabajos en beneficio de la comunidad de uno a treinta días (artículo 33,


números 1 a 4).

La responsabilidad personal subsidiaria por impago de multa tendrá naturaleza


menos grave o leve, según la que corresponda a la pena que sustituya (artículo
33.5).

PENAS PRIVATIVAS DE LIBERTAD.

Ya hemos dicho que el Código considera que son penas privativas de libertad la
prisión permanente revisable, la prisión, la localización permanente y la
responsabilidad personal subsidiaria por impago de multa.

1. La prisión permanente revisable

La pena de prisión permanente será revisada de conformidad con lo dispuesto en


el artículo 92.

La clasificación del condenado en el tercer grado deberá ser autorizada por el


tribunal previo pronóstico individualizado y favorable de reinserción social, oídos el
Ministerio Fiscal e Instituciones Penitenciarias, y no podrá efectuarse:

a) Hasta el cumplimiento de veinte años de prisión efectiva, en el caso de que el


penado lo hubiera sido por un delito del Capítulo VII del Título XXII del Libro II de
este Código.
b) Hasta el cumplimiento de quince años de prisión efectiva, en el resto de los
casos.

En estos supuestos, el penado no podrá disfrutar de permisos de salida hasta que


haya cumplido un mínimo de doce años de prisión, en el caso previsto en la letra
a), y ocho años de prisión, en el previsto en la letra b).

2. La pena de prisión tendrá una duración mínima de tres meses y máxima de
veinte años, salvo lo que excepcionalmente dispongan otros preceptos del
presente Código.

Cuando la duración de la pena de prisión impuesta sea superior a cinco años, el


juez o tribunal podrá ordenar que la clasificación del condenado en el tercer grado
de tratamiento penitenciario no se efectúe hasta el cumplimiento de la mitad de la
pena impuesta.

En cualquier caso, cuando la duración de la pena de prisión impuesta sea superior


a cinco años y se trate de los delitos enumerados a continuación, la clasificación
del condenado en el tercer grado de tratamiento penitenciario no podrá efectuarse
hasta el cumplimiento de la mitad de la misma:

a) Delitos referentes a organizaciones y grupos terroristas y delitos de terrorismo


del Capítulo VII del Título XXII del Libro II de este Código.

b) Delitos cometidos en el seno de una organización o grupo criminal.

c) Delitos del artículo 183.

d) Delitos del Capítulo V del Título VIII del Libro II de este Código, cuando la
víctima sea menor de trece años.

El juez de vigilancia, previo pronóstico individualizado y favorable de reinserción


social y valorando, en su caso, las circunstancias personales del reo y la evolución
del tratamiento reeducador, podrá acordar razonadamente, oídos el Ministerio
Fiscal, Instituciones Penitenciarias y las demás partes, la aplicación del régimen
general de cumplimiento, salvo en los supuestos contenidos en el párrafo anterior.

3. En todo caso, el tribunal o el juez de vigilancia penitenciaria, según


corresponda, podrá acordar, previo informe del Ministerio Fiscal, Instituciones
Penitenciarias y las demás partes, la progresión a tercer grado por motivos
humanitarios y de dignidad personal de penados enfermos muy graves con
padecimientos incurables y de los septuagenarios valorando, especialmente su
escasa peligrosidad.

2. La pena de prisión
La pena de prisión obliga al condenado a permanecer durante un tiempo de la
condena en el interior de un establecimiento, sometiéndose al régimen interno
establecido.

Cuando el reo estuviere preso, la duración de las penas empezará a computarse


desde el día en que la sentencia condenatoria haya quedado firme.

Cuando el reo no estuviere preso, la duración de las penas empezará a contarse


desde que ingrese en el establecimiento adecuado para su cumplimiento (artículo
38).

En relación con el abono de la prisión preventiva dispone el Código que:

El tiempo de privación de libertad sufrido provisionalmente será abonado en su


totalidad por el Juez o Tribunal sentenciador para el cumplimiento de la pena o
penas impuestas en la causa en que dicha privación fue acordada, salvo en
cuanto haya coincidido con cualquier privación de libertad impuesta al penado en
otra causa, que le haya sido abonada o le sea abonable en ella. En ningún caso
un mismo periodo de privación de libertad podrá ser abonado en más de una
causa.

El abono de prisión provisional en causa distinta de la que se decretó será


acordado de oficio o a petición del penado y previa comprobación de que no ha
sido abonada en otra causa, por el Juez de Vigilancia Penitenciaria de la
jurisdicción de la que dependa el centro penitenciario en que se encuentre el
penado, previa audiencia del ministerio fiscal.

Sólo procederá el abono de prisión provisional sufrida en otra causa cuando dicha
medida cautelar sea posterior a los hechos delictivos que motivaron la pena a la
que se pretende abonar (artículo 58, números 1,2 y 3).

3. La localización permanente

La localización permanente tendrá una duración de hasta seis meses. Su


cumplimiento obliga al penado a permanecer en su domicilio o en lugar
determinado fijado por el Juez en sentencia o posteriormente en auto motivado.

No obstante, en los casos en los que la localización permanente esté prevista


como pena principal, atendiendo a la reiteración en la comisión de la infracción y
siempre que así lo disponga expresamente el concreto precepto aplicable, el Juez
podrá acordar en sentencia que la pena de localización permanente se cumpla los
sábados, domingos y días festivos en el centro penitenciario más próximo al
domicilio del penado.
Si el reo lo solicitare y las circunstancias lo aconsejaren, oído el ministerio fiscal, el
juez o tribunal sentenciador podrá acordar que la condena se cumpla durante los
sábados y domingos o de forma no continuada.

Si el condenado incumpliera la pena, el juez o tribunal sentenciador deducirá


testimonio para proceder de conformidad con lo que dispone el artículo 468.

Para garantizar el cumplimiento efectivo, el Juez o Tribunal podrá acordar la


utilización de medios mecánicos o electrónicos que permitan la localización del
reo.

4. La responsabilidad personal subsidiaria por impago de multa

A la pena de multa, que consiste en la imposición al condenado de una sanción


pecuniaria, aludiremos en la última pregunta del post. Pero, por cuánto aquí
interesa, dispone el Código que:

Si el condenado no satisficiere, voluntariamente o por vía de apremio, la multa


impuesta, quedará sujeto a una responsabilidad personal subsidiaria de un día de
privación de libertad por cada dos cuotas diarias no satisfechas, que, tratándose
de delitos leves, podrá cumplirse mediante localización permanente. En este caso,
no regirá la limitación que en su duración establece el apartado 1 del artículo 37.

También podrá el juez o tribunal, previa conformidad del penado, acordar que la
responsabilidad subsidiaria se cumpla mediante trabajos en beneficio de la
comunidad. En este caso, cada día de privación de libertad equivaldrá a una
jornada de trabajo.

En los supuestos de multa proporcional los Jueces y Tribunales establecerán,


según su prudente arbitrio, la responsabilidad personal subsidiaria que proceda,
que no podrá exceder, en ningún caso, de un año de duración. También podrá el
Juez o Tribunal acordar, previa conformidad del penado, que se cumpla mediante
trabajos en beneficio de la comunidad.

Esta responsabilidad subsidiaria no se impondrá a los condenados a pena


privativa de libertad superior a cinco años.

El cumplimiento de la responsabilidad subsidiaria extingue la obligación de pago


de la multa, aunque mejore la situación económica del penado.

Podrá ser fraccionado el pago de la multa impuesta a una persona jurídica,


durante un período de hasta cinco años, cuando su cuantía ponga probadamente
en peligro la supervivencia de aquélla o el mantenimiento de los puestos de
trabajo existentes en la misma, o cuando lo aconseje el interés general. Si la
persona jurídica condenada no satisficiere, voluntariamente o por vía de apremio,
la multa impuesta en el plazo que se hubiere señalado, el Tribunal podrá acordar
su intervención hasta el pago total de la misma

LA PENA DE MULTA.

En la definición clásica de Carrara, la multa es la disminución del patrimonio del


delincuente aplicada por la Ley como castigo del delito. Se trata, pues, de una
intervención en la fortuna del condenado efectuada en el ámbito de la soberanía
del Estado y cuantificada en dinero.

Importa destacar que es una auténtica pena, no una deuda civil. Por ello, no
admite transacción ni compensación con los créditos que el condenado pudiera
tener frente al Estado, no se transmite inter vivos ni mortis causa y no genera
intereses de demora.

La doctrina ha resaltado las ventajas de la pena de multa sobre la de prisión:


constituye una fuente de ingresos para el Estado, no limita la actividad económica
del condenado (que puede seguir trabajando y produciendo), reduce sobremanera
las consecuencias del error judicial (pues de producirse éste, su reparación es tan
sencilla como devolver al reo el dinero cobrado en concepto de multa), goza de
una persistente capacidad aflictiva y resulta particularmente eficaz en la lucha
contra ciertos delitos, singularmente los de carácter patrimonial.

La más antigua crítica a la pena de multa es ampliamente conocida: trata de


manera diferente a los ricos y a los pobres; para unos, entonces, es pena, y para
otros no.

 El sistema de días-multa

Con el sistema de días-multa se pretende conjugar la proporcionalidad entre la


gravedad del hecho y la de la pena con las desigualdades económicas apreciables
en los condenados.

Establece el Código que:

1. La pena de multa consistirá en la imposición al condenado de una sanción


pecuniaria.

2. La pena de multa se impondrá, salvo que la Ley disponga otra cosa, por el
sistema de días-multa.
3. Su extensión mínima será de diez días y la máxima de dos años. Las penas de
multa imponibles a personas jurídicas tendrán una extensión máxima de cinco
años.

4.  A efectos de cómputo, cuando se fije la duración por meses o por años, se
entenderá que los meses son de treinta días y los años de trescientos sesenta.

5. Los Jueces o Tribunales determinarán motivadamente la extensión de la pena


dentro de los límites establecidos para cada delito y según las reglas del capítulo II
de este Título. Igualmente, fijarán en la sentencia, el importe de estas cuotas,
teniendo en cuenta para ello exclusivamente la situación económica del reo,
deducida de su patrimonio, ingresos, obligaciones y cargas familiares y demás
circunstancias personales del mismo.

6. El tribunal, por causa justificada, podrá autorizar el pago de la multa dentro de
un plazo que no exceda de dos años desde la firmeza de la sentencia, bien de una
vez o en los plazos que se determinen. En este caso, el impago de dos de ellos
determinará el vencimiento de los restantes

Si, después de la sentencia, variase la situación económica del penado, el juez o


tribunal, excepcionalmente y tras la debida indagación de dicha situación, podrá
modificar tanto el importe de las cuotas periódicas como los plazos para su pago
(artículo 51).

La multa proporcional

Junto al sistema descrito de días-multa, el Código previene también la multa


proporcional, que se establecerá en proporción al daño causado, el valor del
objeto del delito o el beneficio reportado por el mismo. En estos casos, los Jueces
y Tribunales impondrán la multa dentro de los límites fijados para cada delito.

1. No obstante lo dispuesto en los artículos anteriores y cuando el Código así lo


determine, la multa se establecerá en proporción al daño causado, el valor del
objeto del delito o el beneficio reportado por el mismo.

2. En estos casos, los jueces y tribunales impondrán la multa dentro de los límites
fijados para cada delito, considerando para determinar en cada caso su cuantía,
no sólo las circunstancias atenuantes y agravantes del hecho, sino principalmente
la situación económica del culpable.

3. Si, después de la sentencia, empeorase la situación económica del penado, el


juez o tribunal, excepcionalmente y tras la debida indagación de dicha situación,
podrá reducir el importe de la multa dentro de los límites señalados por la ley para
el delito de que se trate, o autorizar su pago en los plazos que se determinen.
4. En los casos en los que este Código prevé una pena de multa para las
personas jurídicas en proporción al beneficio obtenido o facilitado, al perjuicio
causado, al valor del objeto, o a la cantidad defraudada o indebidamente obtenida,
de no ser posible el cálculo en base a tales conceptos, el Juez o Tribunal motivará
la imposibilidad de proceder a tal cálculo y las multas previstas se sustituirán por
las siguientes:

a) Multa de dos a cinco años, si el delito cometido por la persona física tiene
prevista una pena de prisión de más de cinco años.

b) Multa de uno a tres años, si el delito cometido por la persona física tiene
prevista una pena de prisión de más de dos años no incluida en el inciso anterior.

c) Multa de seis meses a dos años, en el resto de los casos

La multa fija, o proporcional trata de impedir que el beneficio económico


eventualmente obtenido por el delincuente exceda de la multa que pudiera
imponérsele mediante el sistema de días-multa. La proporcionalidad suele fijarse
con arreglo a tres criterios: el daño causado, el valor objeto del delito y el beneficio
que éste haya podido reportar.

6.1 DISTINCIÓN ENTRE PENA Y MEDIDAS DE SEGURIDAD


“Siguiendo la definición de Beristain son medidas de seguridad los medios
asistenciales y de control, que se aplican por los órganos judiciales como
consecuencia de la comisión de un hecho tipificado en el Código penal al tenor de
la ley a las personas criminales peligrosas para lograr la prevención especial.
La principal función de la pena es la prevención especial y general, mientras que
las medidas de seguridad su principal función es la prevención especial.
En la pena existe un reproche moral que realiza la sociedad, mediante el juzgador,
cubriendo la prevención general de la pena y por el ilícito penal, distinción que en
la medida de seguridad no existe ningún reproche moral.
En la pena existe un reproche moral que realiza la sociedad, mediante el juzgador,
cubriendo la prevención general de la pena y por el ilícito penal, distinción que en
la medida de seguridad no existe ningún reproche moral.
La medida de seguridad atiende a la prevención especial, por lo que será
impuesta de acuerdo a la peligrosidad criminal del sujeto y proporcionada a la
misma peligrosidad, mientras que la pena se fundamenta por la comisión delictiva
y el daño causado a la víctima y sociedad y se sanciona de acuerdo al daño
producido, es decir, que la medida de seguridad es proporcionada al nivel de
peligrosidad criminal del sujeto enjuiciado y la pena es proporcionada a la
gravedad del hecho cometido.
La pena busca la prevención general mediante la intimidación de la sanción,
mientras que las medidas de seguridad no utilizan la intimidación para realizar su
finalidad.
La medida de seguridad es impuesta a determinados sujetos, en razón a su nivel
de peligrosidad criminal, por tal razón no busca restaurar el orden jurídico roto, su
finalidad es proteger la tranquilidad y el orden público y curar a los sujetos
considerados peligrosos
La pena es determinada en la sentencia firme dictada por un órgano judicial que la
impone, mientras que la medida de seguridad puede ser implementada en la fase
de instrucción a juicio, pudiendo modificarse durante el procedimiento o cesar su
ejecución.
La medida de seguridad ocasiona al sentenciado “…la pérdida o restricción de sus
derechos; esta pérdida, a diferencia de lo que sucede con las penas, no es un fin
en sí mismo, sino un medio para asegurar el éxito del tratamiento.”10 La pérdida
de los derechos al sentenciado por una medida de seguridad puede ser limitar su
libertad ambulatoria en los casos de imposición de una medida en centro
psiquiátrico o centro de deshabituación, en si, la pérdida o restricción de los
derechos que tiene cada ciudadano y reconocidos en las Cartas Magnas de cada
país, pueden ser cuartadas por un tiempo determinado y con la intención de que la
medida de seguridad pueda resocializar y reinsertar al sujeto condenado a la
medida de seguridad impuesta por el órgano jurisdiccional.

6.2 INDIVIDUALIZACIÓN DE LA PENA

La teoría de la determinación judicial (individualización) de la pena ha tenido un


peculiar desarrollo en la historia del Derecho penal. La dogmática de la teoría del
delito, cuya finalidad era la determinación del si o no del delito y, por tanto, del si o
no de la aplicación del marco penal legal, iba adquiriendo un grado creciente de
desarrollo y refinamiento. La teoría de la individualización judicial de la pena, esto
es, la determinación del cuánto de la pena dentro del marco legal quedaba, en
cambio, al margen de ese desarrollo y refinamiento. Ello, a pesar de que -como se
pone de relieve por casi todos los que se refieren al problema- las consecuencias
del acto de individualización son determinantes y la posibilidad de recurrirlo y
revisarlo, un aspecto esencial del derecho al recurso en materia penal.
No es posible dudar de que el desigual desarrollo de la teoría del delito y la teoría
de la determinación de la pena se debe en parte a que, para un importante sector
de la doctrina, la individualización judicial de la pena no se relaciona con el
sistema de la teoría del delito, sino, por el contrario, con las teorías de la pena1.
Se supone que la determinación de la medida de pena correspondiente a un
hecho concreto habría de tener lugar recurriendo directamente a consideraciones
de retribución, prevención general o prevención especial relacionadas con el
referido hecho. A lo sumo, se admite que la valoración retrospectiva de los
elementos del concreto hecho cometido se considere como un elemento más junto
a aquellos otros.
De este modo, la argumentación de amplios sectores doctrinales suele moverse,
en el mejor de los casos, en un terreno impuro o mixto, que mezcla lo
retrospectivo con lo prospectivo. La determinación de la pena se explica como un
ámbito en el que no inciden sólo argumentos relativos al hecho delictivo realizado,
vinculados a las reglas dogmáticas de imputación, sino también (y sobre todo) una
argumentación asentada directamente en la teoría de los fines de la pena (esto es,
en principios político-criminales generales). Según esto, la individualización de la
pena se conformaría como una materia-puente. En ella se combinaría la
concreción del contenido delictivo del hecho (que no se sabe a ciencia cierta cómo
abordar) con la entrada en juego de consideraciones político-criminales generales
sobre el hecho realizado o la persona del autor. Estas últimas, basadas en buena
medida en pronósticos u otros juicios empíricos, carecerían de un sistema de
reglas que posibilitara una traducción siquiera aproximada en conclusiones
cuantitativas.
Me parece posible afirmar que el resultado práctico de toda esa forma de ver las
cosas es que se ha privado a los jueces de una orientación suficiente a la hora de
decidir sobre diferencias de pena de años de duración. Consiguientemente, que
los razonamientos judiciales sobre los que se asienta la asignación de una
determinada medida de pena sean pobres, en unos casos; variables, siempre; y
en ocasiones, directamente arbitrarios.
pena de años de duración. Consiguientemente, que los razonamientos judiciales
sobre los que se asienta la asignación de una determinada medida de pena sean
pobres, en unos casos; variables, siempre; y en ocasiones, directamente
arbitrarios

a) De acuerdo a su gravedad y naturaleza


La pena no se determina solamente por la culpa, sino que en ella influyen
elementos objetivos: el mal (arts. 1 y 61, regla 7"), el daño (art. 2). Se castiga con
pena menor la tentativa y el delito frustrado que el consumado, no obstante ser o
poder ser la culpabilidad la misma. Se admite por el Código la responsabilidad
objetiva en los delitos calificados por el resultado. La gravedad de muchas
infracciones (estafas, hurtos, daños) se fija por el valor de lo sustraído, defraudado
o dañado, y a veces incluso se calcula la pena de multa como un múltiplo del
perjuicio causado. Por el contrario, la culpabilidad también influye en la
responsabilidad civil, desde el momento en que el tribunal señala la cuota de que
debe responder cada culpable, siendo usual que a los autores se les señale mayor
cantidad que a los cómplices, y a éstos que a los encubridores.
B) También el resarcimiento coopera a la defensa del interés social y tiene efectos
intimidatorios: en los delitos castigados con penas de poca gravedad,
especialmente en los que permiten la condena condicional, suele temerse más a
la sanción reparadora que a la pena.
C) Otras conexiones: a) La atenuante de arrepentimiento activo exige la reparación o
disminución de los efectos del delito o dar satisfacción al ofendido (en disyuntiva con la
confesión a las autoridades), lo que delata la preocupación por la responsabilidad civil en
la fijación de la penal; b) el art. 118 Código Penal condiciona la obtención de la
rehabilitación, instituto esencialmente penal, a tener satisfechas en lo posible las
responsabilidades civiles provenientes de la infracción (número 3°).
La decisión de la cuestión planteada -inclusión o no de la responsabilidad civil en el
concepto del derecho penal- depende de si se adopta un punto de vista conceptual o
político-criminal. Desde el primero, posiblemente fuera preferible la actitud de SILVELA,
de negación de carácter penal a la responsabilidad civil. Cierto que el art. 1092 del Código
Civil remite al Código Penal para su regulación, pero tras haberla enumerado entre las
obligaciones civiles, de las que se distingue porque encuentra su fuente en un delito o
falta (art. 1089, Cód. Civ.). Por lo demás, el mismo hecho de que el Código Civil considere
necesario hacer mención de la remisión al Código Penal parece mostrar que parte de la
naturaleza civil de la responsabilidad civil.
Por otra parte el propio Código Penal ofrece argumentos en favor de la naturaleza civil, y
no penal, de las sanciones reparatorias: el art. 117 establece que la responsabilidad civil
nacida de delito o falta se extinguirá del mismo modo que las demás obligaciones, con
sujeción a las reglas del derecho civil. Por último, desde el punto de vista conceptual
abona el carácter civil de la responsabilidad civil el constante recurso que debe hacerse a
los preceptos del derecho civil para llenar las numerosas lagunas de la regulación que se
contiene en el Código Pena.
En suma, conceptualmente parece preferible considerar de naturaleza civil la
responsabilidad nacida de delito o falta. Pero desde la perspectiva político-criminal es más
ventajoso incluir en el derecho penal esa clase de responsabilidad civil. La lucha contra el
delito se acometerá más racionalmente si se regulan con criterio unitario, como diversos
medios a utilizar, las distintas consecuencias del mismo, que no son respuestas totalmente
independientes unas de otras. Es mejor considerar a la responsabilidad civil como un
instituto penal, como un instrumento particular de la política criminal, que como una
consecuencia jurídico-civil desconectada de un especial cometido político-criminal.
En este sentido, debe aplaudirse la solución procesal española, consistente en dilucidar ambas
formas de responsabilidad en el mismo proceso penal, que consigue dotar a la civil de la especial
eficacia que hace precisa su particular significación, ya que no es independiente de toda función
intimidatoria. Cierto que esta fórmula procesal no decide necesariamente la naturaleza material
de la responsabilidad civil, pero, sin duda, es mucho más coherente con la inclusión de ésta en el
seno del derecho penal. Político-criminalmente es, pues, aconsejable contemplar la
responsabilidad civil nacida de delito desde el prisma del derecho penal.

b) Según el código de Martínez de Castro

En el México independiente y durante el Imperio de Agustín de Iturbide, la


legislación penal tendió a reprimir el notable aumento experimentado en los
niveles de criminalidad. El 22 de enero de 1822 la Soberana Junta Provisional
Gubernativa del Imperio Mexicano con la intención de preparar algunos trabajos
para auxilio de las labores del Congreso, nombró las comisiones encargadas de la
formación de los códigos civil, criminal, de comercio, de minería, agricultura y
artes, del militar (incluido el de marina), el del sistema de hacienda nacional y un
plan de educación de estudios. La comisión nombrada para acometer la obra de la
codificación penal quedó integrada por los señores Don Juan José Espinosa de
los Monteros y Don Antonio de Gama y Córdoba, vocales de la Soberana Junta;
Don Nicolás Oláez, relator de la Audiencia; Don Juan Arce, Don José Ignacio Alva,
regidores del Ayuntamiento; Don Carlos María de Bustamante, Don José Ignacio
Pavón, Don Andrés Quintana Roo y Don José Ignacio Espinoza, vocal de la
Diputación Provincial.
Al igual que en el caso de la comisión encargada de la codificación civil, el
esfuerzo en materia penal no dio resultados.2 El 13 de mayo de 1822 se equiparó
el delito de conspiración contra la independencia al de lesa majestad humana; los
procesos contra conspiradores se regularon mediante disposiciones del 28 de
agosto de 1823; y en octubre de 1823 se autorizó al Ejecutivo para que dispusiera
de las personas sospechosas de perturbación de la tranquilidad pública,
confinándolas a los lugares que considerase conveniente, sin perjuicio de los
respectivos procesos judiciales. El 27 de septiembre de 1823 se estableció, con
vigencia de cuatro meses, el procedimiento sumario para juzgar a los salteadores
de caminos, ladrones en despoblado y a los malhechores que hiciesen resistencia,
sometiéndolos a la jurisdicción militar. Este decreto fue prorrogado mediante otros
del 6 de abril de 1824 y 3 de octubre de 1825, hasta su derogación, el 18 de
diciembre de 1832. Cabe destacar que en la sesión del día 9 de octubre de 1824
se presentó por el señor Barbabosa y se leyó por primera vez un proyecto de
Código Penal Militar, sin que hayamos encontrado noticia posterior alguna Durante
el primer periodo federal, se garantizó constitucionalmente, en los artículos 143 a
156, la prohibición de imponer leyes con carácter retroactivo, así como la libertad
de escribir, imprimir y publicar ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o
aprobación alguna,4 aunque la libertad de imprenta se vio restringida por
disposiciones del 14 de mayo de 1831 y del 23 de mayo de 1835, con las que se
decretó que el agraviado por libelos infamatorios impresos podía elegir la acción
por injurias o bien por abuso de la libertad de imprenta, previniéndose a los
impresores que no admitieren responsivas de vagos, presos, indigentes ni de
personas de domicilio y modo de vivir desconocidos, bajo pena de multa
pecuniaria y de prisión de hasta un año y medio.5 De igual manera, el 22 de
febrero de 1832 se hizo responsables a los reos de rebelión mancomunada y
solidariamente con los bienes propios respecto de las cantidades que por sí o por
sus jefes tomasen violentamente. Se garantizó también que la pena de infamia no
pasaría del delincuente; la prohibición de la confiscación de bienes así como de
las leyes retroactivas, entre otras.
El 29 de octubre de 1835 se estableció que los responsables de robo u homicidio
debían ser juzgados en toda la República por Consejo de Guerra ordinario.
También se reglamentó la portación de armas y el uso de bebidas alcohólicas, se
reprimieron la vagancia y la mendicidad y se intentó organizar la policía En materia
de prisiones se reglamentaron las cárceles de la ciudad de México en 1814, y se
reformó su reglamento en 1820 y 1826. Se emitieron disposiciones sobre la
materia el 24 de marzo de 1824, el 11 de abril y 6 de mayo de 1833.
Como puede observarse, durante el periodo que va de 1823 a 1857 el problema
más importante en materia penal es el del derecho procesal, ya que la mayor parte
de las disposiciones se referían a jurisdicción y a hacer más efectiva la represión
de los delitos,8 si bien la necesidad de un “código ilustrado criminal” se hizo
patente por D. Juan José Espinoza de los Monteros, secretario de Estado y del
Despacho Universal de Justicia y Negocios Eclesiásticos en la Cámara de
Diputados el 19 de enero de 18299 al señalar que habría de procurar que dicho
código:
consiga moigerar los pueblos del Distrito y Territorios, alejarlos de aquellas
especies de delitos á que se entregan con más frecuencia y repetición,
redimirlos de las prolongadas dilaciones de los procesos y de las penas
desiguales inconmensurables é inadoptables á los principios de nuestro
sistema, en que abunda la ingesta antigua legislación que pasa por vigente...
sería una superior conveniencia que se encomendase á una comisión de tres ó
cuatro personas decorosamente indemnizadas preparar los trabajos, por ahora
y como más urgente del código criminal.
Cuando Benito Juárez fue presidente, ordenó en Veracruz que se nombrara una
comisión para elaborar un Proyecto de Código Penal. La elaboración del código
penal y de procedimientos se encargó en un inicio a D. Juan Antonio de la Fuente,
sin éxito.11 Más adelante, el ministro de Justicia, Jesús Terán, formó, el 6 de
octubre de 1862,12 una comisión integrada por los licenciados Urbano Fonseca,
José María Herrera y Zavala, Ezequiel Montes, Manuel Zamacona y Antonio
Martínez de Castro. Tiempo después Carlos Ma. Saavedra sustituyó a Ezequiel
Montes. La comisión trabajó hasta 1863, y tuvo que interrumpir sus labores por la
invasión francesa.
Habsburgo nombró una comisión formada por Teodosio Lares, Urbano Fonseca y
Juan B. Herrera, para que redactaran un Código Penal y de Procedimientos
Penales. Los trabajos realizados no llegaron a la luz debido a la caída del Imperio
y restablecimiento de la República. Se dictaron igualmente disposiciones en
materia penal y penitenciaria como las Bases para la Organización y arreglo de las
Cárceles del 24 de diciembre de 1865,13 la Ley para la Organización del
Ministerio Público del 19 de diciembre de 1865,14 y la Ley para la concesión de
indultos y amnistías del 25 de diciembre de 1865.
Una vez restablecida la República, Juárez por intermedio del ministro de Justicia,
Ignacio Mariscal, mandó el 28 de septiembre de 1868, que se integrase y
reorganizase la comisión redactora del futuro Código Penal, con objeto de
continuar los trabajos que se habían interrumpido. Los nombramientos recayeron
en las personas de Antonio Martínez de Castro como presidente, y Manuel
Zamacona, José María Lafragua, Eulalio María Ortega como miembros de la
misma y de Indalecio Sánchez Gavito como secretario.
En la Constitución de 1857 los artículos 13 a 24 establecieron una serie de
garantías que interesaban a la materia penal, referidas a que nadie podía ser
juzgado por leyes privativas ni tribunales especiales; supresión de fueros, con
excepción del de guerra; prohibición de leyes retroactivas; prohibición de ser
juzgado por leyes posteriores al hecho delictivo; aplicación exacta de la ley;
prohibición de ser aprehendido por autoridades que no fueran las competentes;
prisión únicamente por delitos que merecieran pena corporal; hacer saber al reo el
motivo del procedimiento; etcétera.
En marzo de 1871 se dio a la imprenta el Proyecto de Código Penal para el
Distrito y Territorio de la Baja-California sobre Delitos del Fuero Común; y para
toda la República sobre Delitos contra la Federación (México, Imprenta del
Gobierno, En Palacio, 1871)22 y el 7 de diciembre de 1871 se promulgó el Código
Penal para el Distrito Federal y territorio de la Baja California sobre delitos del
fuero común, y para toda la República sobre delitos contra la Federación,23 e
inició su publicación en el Diario Oficial el 14 de diciembre siguiente y fue remitido
a los gobernadores de los estados de la República para su posible adopción.24 El
Código, en virtud de su artículo transitorio, empezó a regir el 1o. de abril de 1872.
Se le conoce como Código Martínez de Castro, por haber sido él uno de los más
destacados integrantes de la comisión redactora del Código. Se componía de
1152 artículos divididos en cuatro libros y, éstos a su vez, en títulos. Al final
llevaba añadida una Ley Transitoria sobre procedimiento penal en 28 artículos.
Según José Diego Fernández, la obra de Martínez de Castro “considerada en sus
ideas capitales, encierra los progresos de la ciencia, la idea constante de
regenerar á la sociedad y al delincuente; á éste con el castigo, á aquella con el
ejemplo...”.26 Este Código sufrió reformas en 1884 en materia de robo, lesiones,
homicidio, adulterio y otros.
En materia procesal, bajo el gobierno de D. Ignacio Commonfort se encargó a D.
Mariano Contreras determinar si debía establecerse o no un jurado en materia
criminal para entonces proceder a la elaboración de un Código de Procedimientos
Criminales, sin éxito.
El 4 de febrero de 1871 el Ejecutivo nombró una comisión compuesta por Manuel
Dublán, Manuel Ortiz de Montellano y Luis Méndez para que formasen un
proyecto de Código de Procedimientos Penales, con base en el Código Penal. A
esa comisión se integraron posteriormente José Linares, Manuel Siliceo y, como
secretario, Pablo Macedo.
La comisión inició sus trabajos y el 18 de diciembre de 1872 presentó a la
Secretaría de Justicia un proyecto para su revisión. Ésta se llevó a cabo en casa
del oficial mayor de la Secretaría, José Díaz Covarrubias.

c) Legislación de 1929
Este Código Penal, fue aplicado para la federación Mexicana, y de los delitos
contra la federación, dicho ordenamiento fue implementando en el tiempo en que
estaba sublevado el pueblo Mexicano porque existía un conflicto armado civil,
denominado los “cristeros”, con el entonces presidente de la República Mexicana
Plutarco Elías Calles. Dicho conflicto trajo una persecución política del gobierno
contra la iglesia católica y sus creyentes. Por lo que marco al ordenamiento penal
un poco inquisitivo y persecutorio de los ciudadanos que profesaban el culto
católico.
Este ordenamiento penal suprimió de su vocablo a “las medidas preventivas” que
establecía su antecesor en Código Penal de 1871, sin embrago lo que Este
ordenamiento penal suprimió de su vocablo a “las medidas preventivas” que
establecía su antecesor en Código Penal de 1871, sin embrago lo que Este
ordenamiento es el antecesor directo de la unión de penas y medidas de
seguridad que tiene nuestro actual Código Penal Federal, porque establece una
unión entre penas y medidas de seguridad. Las sanciones que se le podían
imputar al delincuente, pero que tiene alma y esencia de las medidas de seguridad
son las siguientes: Artículo 71.- Las sanciones para los delincuentes menores de
dieciséis años, además de las procedentes que mencionan el artículo 73 y las tres
primeras fracciones del 69, son:
I.- Arrestos escolares;
II.- Libertad vigilada; I
II.- Reclusión en establecimientos de educación correccional;
IV.- Reclusión en colonia agrícola para menores; y
V.- Reclusión en navío-escuela.

Este artículo del ordenamiento penal de 1929, realizo la división de qué sanciones
se le pueden imponer a un menor de edad y que establecía la minoría de edad
hasta los 16 años, entre las medidas de seguridad se puede desprender del
anterior artículo las fracciones II, III, IV y V, toda vez como lo afirma “...Prensa... el
sistema de Este artículo del ordenamiento penal de 1929, realizo la división de qué
sanciones se le pueden imponer a un menor de edad y que establecía la minoría
de edad hasta los 16 años, entre las medidas de seguridad se puede desprender
del anterior artículo las fracciones II, III, IV y V, toda vez como lo afirma
“...Prensa... el sistema de Las sanciones con la esencia de la reeducación y de
tratamientos preventivo de aplicación a los delincuentes mayores de edad son las
establecidas en los artículos 72 y 73 y establecen lo siguiente:
Las sanciones con la esencia de la reeducación y de tratamientos preventivo de
aplicación a los delincuentes mayores de edad son las establecidas en los
artículos 72 y 73 y establecen lo siguiente:
I.- Reclusión en escuela o en establecimiento especial para
sordomudos;
II.- Reclusión en manicomio o departamento especial de manicomio;
III.-Reclusión en hospital de toxicómanos;
IV.- Reclusión en colonia agrícola de trabajo para neurópatas y
maníaco curables.
Las anteriores sanciones que establece citado artículo, tienen la esencia de
curación del delincuente en cuanto a una enfermedad mental del reo con la
intención de resocializarlo a la sociedad de ese momento y tiempo.
Artículo 73.- Las sanciones complementarias, cuando no constituyen sanción por
sí misma, son:
I.- Amonestación;
II.- Pérdida de los instrumentos del delito y de las cosas que efecto un
objeto de él;
III.- Publicación especial de sentencia; IV.- Caución de buena conducta; V.-
Sujeción a la vigilancia de la policía; VI.- Suspensión de algún derecho civil,
familiar o político; V.- Inhabilitación para ejercer algún derecho civil, familiar o
político; VIII.-Suspensión de cargo o empleo; IX.- Destitución de determinado
empleo, cargo u honor; XI.- Inhabilitación para toda clase de empleos, cargos u
honores; XII.- Suspensión en el ejercicio de alguna profesión que exija título
expedido por alguna autoridad o corporación autorizada para ello; XIII.-
Inhabilitación para ejercer alguna profesión; XIV.- Prohibición de ir a determinado
lugar, Municipio, Distrito o Estado o de residir en ellos; y XV.- Expulsión de
extranjero. Se pueden desprender como medidas de seguridad las fracciones del
anterior artículo, I, II, IV, XIV, porque tiene con finalidad evitar delitos futuros por el
sujeto al que se le imputen, así como atiende la prevención especial del
delincuente.

d) Legislación actual

Actualmente el Código Penal de 1931, sigue vigente en nuestro país, en su título


II, capítulo I, del artículo 24 del mismo ordenamiento penal, establece las penas y
medidas de seguridad que el juzgador le puede imputar al sujeto que infringe la ley
penal.
El artículo 24 del Código Penal Federal ha sido reformado, derogado en varias
ocasiones, durante sus 81 años de vigencia en nuestro país, respecto a su
contenido. Ha sido derogado el apartado 2 correspondiente a la “relegación”, fue
derogado por el decreto del 4 mayo 1938 y publicada en el Diario Oficial de la
Federación del 12 de mayo 1938 y, restablecida por el decreto del 31 de diciembre
de 1947, publicado en el Diario Oficial de la Federación del 5 enero 1948. Y el
decreto 6 de febrero 1945 del Diario Oficial de la Federación se reformó la fracción
13, agregando la “inhabilitación”. El apartado 7 también fue derogado y estipulaba
la “pérdida de los instrumentos del delito”. La última reforma que ha tenido el
artículo 24 del Código Penal Federal fue en el año 2010 en la cual se adiciona el
apartado 19 correspondiente a la colocación de dispositivo de localización y
vigilancia, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 30 de noviembre de
2010. Actualmente el artículo 24 Código Penal Federal establece 19 apartados
correspondientes a las penas y medidas de seguridad, como antes señalé que las
penas y las medidas de seguridad están unidas y mencionadas en el mismo
precepto y señala lo siguiente:
Artículo 24.- Las penas y medidas de seguridad son:
1.- Prisión.
2.- Tratamiento en libertad, semilibertad y trabajo en favor de la
comunidad.
3.- Internamiento o tratamiento en libertad de inimputables y de
quienes tengan el hábito o la necesidad de consumir estupefacientes
o psicotrópicos.
4.- Confinamiento.
5.- Prohibición de ir a lugar determinado.
6.- Sanción pecuniaria.
7.- (Se deroga).
8.- Decomiso de instrumentos, objetos y productos del delito.
9.- Amonestación.
10.- Apercibimiento.
11.- Caución de no ofender.
12.- Suspensión o privación de derechos.
13.- Inhabilitación, destitución o suspensión de funciones o empleos.
14.- Publicación especial de sentencia. 15.- Vigilancia de la
autoridad.
16.- Suspensión o disolución de sociedades.
17.- Medidas tutelares para menores.
18.- Decomiso de bienes correspondientes al enriquecimiento ilícito.
19. La colocación de dispositivos de localización y vigilancia.
Y las demás que fijen las leyes.

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